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20m Camarera Por JHON ISAZA Mlustracién: Samuel Castafio 1 Salzburgo hay quienes murmullan una historia atroz. Sucedié en marzo de 1975. Todos en el bar cestaban en lo suyo y nadie vio ni escuché entrar a Ofner. Aunque dicen que si la gente no hubiera estado en lo suyo, seguramente tampoco hubiera visto ni ofdo entrar a Ofner. Quizé fue eso Jo que enamoré a Ja camarera, aunque dicen también, y ella lo confirmé como pudo, afios después, que fueron sus manos de porcelana lo que la dejé sin aliento, El padre de Ofner las pulié con férrea disciplina: “Serds como Mozart, o no serds”. Yes por es0 que veinte afios después de um odio alimentado dia a dia, Ofner, profesor de piano en la Escuela de artes para infantes de Salz- burgo, vagaba siendonadie. “No quiero una mujer comin’, dicen que decfa Ofner 2 la camarera desnuda y enamorada. Confundida y desesperada, Por temor a perder el tacto de las manos de Ofner, se plants frente al pianista para infantes ye dij —aQué quieres que haga entonces? —Cértate una oreja,sise te antoja—respondié Ofner, ysalis delsucio piso, amentando que ni siquiera eso la hala diferente. Ala mafiana siguiente el pianista recibié un pequefio pa- guete delicadamente envuelto, al interior, la oreja palida y friay una nota: “Ven cada noche”. Aparecié a la tercera noche, movido més por la curiosi- dad que por el amor. El corte estaba mal, la cicatrizacién to- ‘maria tiempo. —No fue nada del otro mundo —le dijo—, la historia ya re sistra tontos que han hecho cosas similares por causas similares. Las palabras de Ofner calaron hondo. La camarera tomé las cosas por lo facil: primero una falange, luego las otras dos. Después, probando, un poco de piel. En Jas mafianas en {que se sentia més enamorada, pensaba en sorprenderlo con tun trocito de carne de esas piernias comunes que tanto le mo- lestaban. Fue el inicio del amor. Se ocultaron por buen tiempo. Dicen que de vez en vez se ‘ve al pianista paseando lo que queda de su creacién iniguala- ble. Aunque dificilmente los lugarefios entienden lo que muge desde su boca sin dientes y con media lengua, dicen que en su ‘nico ojo se le notan los destellos de un amor placido y satis- fecho. Al planista, en cambio, en sus dos ojos se le nota la nos- talgia con que ve alas hermosas, cldsicas y completas mujeres quelo miran con desprecio. @

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