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ISBN: 978-958-719-127-1
Introducción............................................................................... 7
1
Oscar Mejía Quintana, “El estatuto epistemológico de la teoría política”, en Revista
Ciencia Política (No. 1), Bogotá D.C.: Departamento de Ciencia Política (Universidad
Nacional de Colombia), 2006.
2
Sobre este método, ver Lucien Goldmann, “Génesis y Estructura” y “Hacia un
enfoque marxista de los estudios sobre marxismo”, en Marxismo y Ciencias Humanas,
Buenos Aires: Amorrortu, 1975, pp. 17-27, 172-176.
3
Oscar Mejía Quintana, “La tradición contractualista”, en Justicia y Democracia
Consensual, Bogotá: Siglo del Hombre/Ediciones Uniandes, 1997, pp. 13-35; Jean Michel
Palmier, “La filosofía del derecho”, en Hegel, México: F.C.E., 1977, pp. 81-100; Nicos
Poulantzas, “El Estado capitalista y las clases dominantes”, en Poder Político y Clases
Sociales en el Estado Capitalista, México: Siglo XXI, 1978, pp. 247-289; Enrique Serrano,
“La política entre amigos y enemigos”, en Consenso y Conflicto: Schmitt y Arendt, México:
Cepcom, 1998, pp. 41-61; Peter Koller, “Las teorías del contrato social como modelos de
justificación de las instituciones políticas”, en L. Kern y H:P: Muller, La Justicia: ¿Discurso
o Mercado?, Barcelona: Gedisa, 1992, pp. 21-65. Igualmente, Antoni Negri, “Sobre algunas
tendencias de la teoría del Estado más reciente: reseña crítica”, en La Forma-Estado,
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
6
Varios, “Aproximación a las teorías de Élites”, en Élites, Eticidades y Constitución en
Colombia, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia. 2004, p. 10.
7
Véase Karl Marx, Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, Buenos Aires: Edición
Nueva, 1968; La Cuestión Judía, Madrid: Editorial Planeta, 1992.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
y no dice nada a propósito del orden militar […] Clase es una expresión
económica, ‘dominio’ es una expresión política”8.
En ese orden, la hipótesis de trabajo que el escrito buscará ilustrar es la
siguiente:
La demarcación epistemológica de la categoría de élites, que permite
fundamentarla como unidad de análisis e interpretación teórica
de los fenómenos políticos, requiere la reconstrucción histórica
de su trayectoria para demostrar su tradición y versatilidad
en la interpretación de las dinámicas políticas. Ello posibilita
advertir el paso de la interpretación inicial de la élite, como una
pluralidad de grupos influyentes, a la noción de élite ilustrada que
sustituye al pueblo a través de los procedimientos democráticos,
así como, más tarde, el tránsito a la versátil noción de poder del
postestructuralismo, cuyo desconocimiento de los mecanismos
específicos de dominación ejercidos por las élites dominantes sólo
logra ser superado por la categoría de bloque en el poder, que facilita
percibir los mecanismos por los cuales la(s) élite(s) se articula(n) a
través de fracción(es) hegemónica(s) que cohesiona(n) al conjunto de
las élites políticas, económicas y burocráticas dominantes a través del
Estado. Esto viabiliza entender las estrategias hegemónicas que las
élites vehiculizan y que garantizan su penetración en el mundo de
la vida, concibiendo, en el marco de la democracia liberal, estrategias
sociales e institucionales de dominación, que usufructúan, a través
de los medios de comunicación masivos, los procesos de voluntad y
formación de opinión pública. Lo anterior revela a la cotidianidad
como un campo social en tensión en el que se da un conflicto de
imaginarios e identidades socio-políticas en pugna, encarnado
en sujetos sociales diversos, en minorías y en élites. El conflicto
allana la comprensión de los complejos dominios cotidianos en
que se proyectan las maniobras de dominación de las élites, así
como la dinámica espacio-temporal de la desobediencia civil y las
resistencias contestatarias, en la que se trenzan las estrategias
hegemónicas y contrahegemónicas en la base misma que sostiene
toda la pirámide social. De esa manera, se vislumbra el espacio de la
12 esfera pública como un ámbito, no de públicos o contrapúblicos en pos
de identidades y programas de reconocimiento, sino como un campo
de confrontación entre posiciones hegemónicas y contrahegemónicas
encarnadas por élites y contraélites sociales y políticas.
En primer lugar se realizará un acercamiento a la teoría clásica de las
élites, señalando los aportes de las primeras generaciones de autores que
abordan el problema, lo que nos proporcionará el punto de partida de
Wrigth Mills, La Élite del Poder, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1963,
8
p. 277.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
13
La teoría clásica de las élites
En esta primera parte, el escrito busca presentar en términos meramente
expositivos con el objetivo de ubicar los orígenes y antecedentes de la teoría
de las élites, lo que serán, en primer lugar, los planteamientos de Pareto y
Mosca y su debate con Marx en torno al carácter, alcance y justificación o
no de la dominación de las élites (1.1.), para, enseguida, adentrarse en lo
que será el aporte de la sociología comprensiva de Weber y la sociología
del conocimiento de Mannheim y sus categorías de clase dirigente e
intelligentsia, desde perspectivas fundamentadas sociológicamente y, en
el caso del segundo, particularmente críticas, alimentadas estas últimas
del instrumental marxista sobre la ideología (1.2.). Este apartado se cierra
con la exposición de la segunda generación de la teoría de las élites, en
la que se presentan los aportes de Mills, Schumpeter y Bottomore y sus
respectivas visiones sobre el particular, con lo que quedan claras, no
solo la tradición y permanencia de la categoría, sino su versatilidad en
la interpretación de las dinámicas políticas (1.3.).
10
Wilfredo Pareto, Escritos Sociológicos, Madrid: Alianza Editorial, 1987, p. 23.
11
Zeitlin, p. 191.
12
Pareto, p. 66.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
13
Irving, p. 199.
14
Pareto, p. 71.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
15
Gaetano Mosca, La Clase Política, México: F.C.E., 1995, pp. 106.
16
Idem, p.110.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
17
Zeitlin, p. 226
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
18
Véase James Meisel, El Mito de la Clase Gobernante: Gaetano Mosca y la Élite, Buenos
Aires: Amorrortu, 1975.
19
Zeitlin, p. 136.
20
Véase Enrique Serrano, Legitimación y Racionalización, Barcelona: Anthropos, 1994.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
21
Idem, p. 237.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
22
Idem, p. 239.
23
Idem, p. 241.
24
Idem, p. 242.
25
Idem, p. 244.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
26
Idem, p. 247.
27
Idem, pp. 249-250.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
Ellos son ideólogos de una u otra clase pero nunca hablan por sí mismos:
los intelectuales no son un estrato superior, ni su peculiar posición
social asegura mayor validez a sus perspectivas. El intelectual se siente
impulsado por el hecho de que su preparación lo ha facultado para
enfrentar los problemas del momento desde varias perspectivas y no
solo desde una, como sucede con la mayoría de los participantes en las
controversias.
28
Karl Mannheim, Ensayos de Sociología y Psicología Social, México: F.C.E., 1963, p. 38.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
visión más basta y esta menos cegado por los intereses y los compromisos
particulares, carece al mismo tiempo de los frenos de la vida real. Se halla
más inclinado a crear ideas sin ponerlas a prueba en la práctica, esto es, en
las acciones y consecuencias de la vida cotidiana. Por pequeño que sea este
estrato, tiene un importante papel que al mismo tiempo es diagnostico,
constructivo y crítico. Su postura consciente debe en todo momento
ser crítica, con respecto a sí mismo, tanto como con respecto a otros.
Mannheim reconocía que los intelectuales son impotentes, pero creía,
sin embargo, que pueden tener un papel influyente en la conservación
de la libertad y en la reconstrucción social.
29
Wrigth Mills, La Élite del Poder, Buenos Aires: F.C.E., 1963, p. 12.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
30
Idem, p. 16.
31
Idem, p. 18.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
tipos de personalidad y rechazará otros”32. Todo aquel que este por fuera
de este grupo dominante hace parte de la masa.
La élite del poder ha sido formada por la coincidencia de intereses entre los
que dominan los principales medios de producción y los que controlan
los instrumentos de violencia recientemente incrementados, dada la
decadencia del político profesional y el ascenso al mando político de los
dirigentes corporativos y los militares profesionales. Los individuos que
toman las decisiones en cada una de las esferas jerárquicas –la economía,
el ejército y el gobierno− se han visto obligados a actuar concertadamente,
van conformando una comunidad activa y consiente de intereses, de
objetivos y actitudes. Esto es lo que Mill denomina élite del poder.
“Entendemos por élite del poder los círculos políticos, económicos
y militares que, como un conjunto intrincado de camarillas que se
trasladan e imbrican, toman parte en las decisiones que por lo menos
tienen consecuencias nacionales. En la medida en que se deciden los
acontecimientos nacionales, la élite del poder está constituida por
quienes los deciden”33. Su unidad se apoya en el desarrollo paralelo y la
coincidencia de intereses entre las organizaciones económicas, políticas y
militares. Se funda también en la similitud de origen y de visión y el contacto
social y personal entre los altos círculos de cada una de dichas jerarquías
dominantes”34, en las que existe un gran intercambio de miembros, así
como de intermediarios.
La unificación de la élite del poder se ha llevado a cabo bajo tres procesos
estructurales, a saber:
• militarización de la economía capitalista: el capitalismo norteamericano
es ahora, en gran medida, un capitalismo militar, y la relación más
importante entre la gran corporación y el Estado se funda en la
coincidencia de los intereses militares y corporativos;
• politización del ejército: el poder militar también ha tendido a orientarse
y desarrollarse, introduciéndose en la política externa e interna con
objetivos específicamente militares: la seguridad y la defensa;
• debilitamiento de la democracia: la decadencia de la política como
debate auténtico, además de la ausencia de políticos profesionales o 29
de partido, hacen de los Estados Unidos una democracia formal más
que una estructura social.
Las decisiones son confiadas a la élite, a miembros de la riqueza
corporativa, del alto mando militar y a unos cuantos políticos que, en
última instancia, centralizan el poder de decidir sobre los destinos de
32
Idem, p. 22.
33
Idem, p. 25.
34
Idem, p. 273.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
Idem.
35
Idem, p. 291.
36
1965.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
38
Véase Joseph Schumpeter, Capitalismo, Socialismo y Democracia, Buenos Aires:
Ediciones Orbis, 1983, p. 343.
39
Véase Thomas Bottomore, Sociología Política, Madrid: Aguilar, 1982.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
32
41
Véase, Raymond Aron, La Lucha de Clases, Barcelona: Seix Barral, 1961.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
42
Véase, Raymond Aron, Democracia y Totalitarismo, Barcelona: Seix Barral, 1961.
43
Véase, Raymond Aron, Introducción a la Filosofía Política: Democracia y Revolución,
Barcelona: Paidós Ibérica, 1999.
44
Robert Dahl, “Límites y posibilidades de la democracia”, en La Democracia y sus
Críticos, Barcelona: Paidós, 1991, pp. 257-360.
45
Idem, p. 134.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
46
Idem.
47
Idem, p. 138.
48
Véase Robert Dahl, La Poliarquía, Buenos Aires: Editorial Rei, 1989, pp. 27-28.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
bien las poliarquías son la realización histórica más completa del proceso
democrático en la gran escala del Estado Nacional”49.
La democracia, según Dahl, potencia dos movimientos: el debate público
(liberalización) y los derechos de participación (representación). El proceso
de liberalización, como posibilidad de manifestación de la opinión
pública, permite que un régimen político de carácter hegemónico
se desplace a uno más competitivo, o una oligarquía competitiva se
transforme en una poliarquía.
Estos procesos han llevado a una creciente democratización que lleva a la
sociedad a un Estado de poliarquía (concepto que considera más preciso
para caracterizar las democracias imperfectas).De algún modo, el papel
central que Dahl le otorga a la competencia electoral, en tanto reguladora
de la circulación de élites, implica que la política tenga en consideración
las preferencias que manifiestan las mayorías, de tal forma que sea
improbable para la minoría dominante prever sus acciones50.
El cambio de escala y sus consecuencias –el gobierno representativo, la
mayor diversidad, el incremento de las divisiones y conflictos– contribuyó
al desarrollo de un conjunto de instituciones políticas que distinguen
la moderna democracia representativa de todos los restantes sistemas
políticos, ya se trate de regímenes no democráticos o de los sistemas
democráticos anteriores. A este régimen se lo ha denominado poliarquía:
“Puede concebirse la poliarquía de diversas maneras: como
resultado histórico de los empeños por democratizar y
liberalizar las instituciones políticas de los Estados nacionales;
como un hito peculiar de régimen político, diferente en
aspectos significativos no sólo de los sistemas no democráticos
de toda laya, sino también de las anteriores democracias
en pequeña escala; como un sistema de control político
(a lo Schumpeter) en que los principales funcionarios del
gobierno son inducidos a modificar su proceder para ganar
las elecciones en competencia política con otros candidatos,
partidos o grupos; como un sistema de derechos políticos;
o como un conjunto de instituciones necesarias para el
38 funcionamiento del proceso democrático en gran escala. Estas
diferentes nociones sobre la poliarquía se complementan”51.
Para Dahl52, el aumento de la escala de la democracia tuvo las siguientes
consecuencias: la asamblea de ciudadanos de la democracia antigua fue
49
Robert Dahl, La Democracia y sus Críticos, Barcelona: Paidós, 1993, pp. 213-331.
50
Idem, p. 265.
51
Idem, p. 264.
52
Robert Dahl, “Límites y posibilidades de la democracia”, en La Democracia y sus
Críticos, Barcelona: Paidós, 1991, pp. 257-360.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
53
Idem, pp. 302-303.
54
Giovanni Sartori, “Una teoría decisional de la democracia”, en Teoría de la Democracia,
Buenos Aires: REI, pp. 261- 318.
55
Idem, pp. 261-262.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
56
Idem, p. 264.
57
Idem, p. 266.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
58
Idem, pp. 271-272.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
de suma positiva no tiene por qué ser de cooperación, pero puede ser
el resultado de una combinación de cooperación y conflicto. Si nos
alejamos de una política como guerra y nos acercamos a una política
como negociación, nos estaríamos moviendo de una política de suma
cero a una de suma positiva59.
Lo anterior tiene que ver también con la intensidad de la preferencia. Esta
dimensión plantea cómo cada problema suscita un grado diferente de
afecto, compromiso o desinterés, lo que determina la intensidad desigual
de las preferencias individuales. Estas varían por diversas o por su
mayor o menor intensidad. En este contexto surge la pregunta por las
minorías intensas y las razones por las que triunfan y consiguen lo que
se proponen. La respuesta es que hay grupos concretos, cuyo impacto
y fuerza de atracción son activados y explicados por la intensidad. Esta
intensidad se puede presentar alrededor de un solo problema o en torno
a una serie de subproblemas circunscritos a uno fundamental. De ahí que
las mayorías intensas se disuelvan a medida que cambia el problema. La
mayoría intensa es ocasional, mientras los pequeños grupos son iguales
de intensos y duraderos ante un conjunto global de problemas.
La diferencia sustancial reside en que las minorías intensas son reales,
en tanto que las mayorías intensas son agregados efímeros y, a la vez,
están movilizadas por minorías intensas60. Lo anterior lleva a concluir
a Sartori que la ley formulada por Mosca se comprueba, que es verdad
que las minorías gobiernan, reconociendo que hay minorías controladoras
dirigiendo el discurso de la historia. La intensidad se traduce en actividad,
el activo ata al inactivo, llevando a que triunfen activos e intensos –que
son grupos pequeños– frente a conjuntos amorfos y pasivos. Tales grupos
pueden ser sectarios, sediciosos o autodestructivos, lo cual contribuye a
explicar por qué el éxito de las minorías intensas es poco frecuente.
En esta línea Sartori se interesa en la relación entre los comités y la
unanimidad, en cuanto que el mecanismo para conseguir un acuerdo en el
seno del grupo consiste en que la parte no intensa cede ante los miembros
que sienten el problema con mayor intensidad. Lo anterior es conocido
como los grupos decisorios o comités. El concepto de comité responde a
tres características:
44
1. un comité es un grupo pequeño que se comunica personalmente y
cuyos miembros se influyen mutuamente (grupo compuesto por tres
miembros para que la relación sea triádica);
2. un comité es un grupo duradero e institucionalizado, porque su
existencia es reconocida legal o informalmente por el hecho de que
ciertas cosas tienen que hacerse a través de un grupo concreto; está
59
Idem, pp. 273-274.
60
Idem, p. 277.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
61
Idem, pp. 279-280.
62
Idem, p. 281.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
63
Idem, pp. 286-287.
64
Idem, pp. 287-288.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
65
Idem, pp. 290-291.
Poder, clases sociales y élites
En este apartado, el escrito se orienta a exponer, en primer lugar, la reflexión
del pensamiento francés estructuralista-postestructuralista sobre el poder,
que inaugura lo que podríamos denominar una nueva unidad de análisis
de la teoría y la ciencia política, superando la concepción monolítica que lo
reducía al Estado y poniendo de presente la red de vectores que el poder
supone, tanto a nivel micro como macrosocial. Concepción que si bien no
es un tratamiento específico de las élites, aborda la problemática a través
de una tensión que recorre su planteamiento: en un polo, la existencia de
“élites” que encarnan el poder en multiplicidad de situaciones políticas y
sociales, pero, de otro, confrontadas permanentemente por otras minorías
que ejercen sobre el poder estrategias de resistencia espontáneas y variadas
(3.1.). Mayo del 68 fue, de hecho, el ejercicio de estas “minorías actuantes”
que pulularon por toda Francia y, más tarde, por Europa entera como
expresión de microresistencias generalizadas que pusieron en calzas prietas
al poder establecido.
Pero el discurso estructuralista-postestructuralista cae, pese a estos efectos
prácticos colaterales y no propiamente previstos, en una abstracción de los
mecanismos concretos y específicos de dominación ejercidos, precisamente,
por las minorías en el poder. En ese orden, el trabajo de Poulantzas permite
articular la dimensión del poder con la del Estado y de estos con las clases
sociales que detentan el poder a través, específicamente, del Estado. La
categoría de bloque en el poder constituye un paso adelante en la reflexión
sobre las élites, en la medida que permite comprender cómo el bloque en el
poder se articula a través de la dominación de una fracción hegemónica y
cómo esa fracción hegemónica se articula a través de élites o minorías a su
interior. Minorías económicas, políticas y sociales que, además, se articulan
con élites burocráticas al interior del Estado para concretar la red de poder
institucional que el postestructuralismo no alcanzaba a captar (3.2.).
(Post)estructuralismo y poder
51
Tal como Foucault lo mostró a lo largo de todas sus investigaciones, tanto
la estructura del poder como la del Estado han cambiado sustancialmente
en los últimos cincuenta años. En un simposio en la Universidad de
Vincennes, Foucault definió esos cambios como un replanteamiento
estructural del “Estado providencia” y, con ello, como el surgimiento de
un Estado cualitativamente diferente y, en consecuencia, como una nueva
economía del poder66.
Michel Foucault, “Nuevo orden interior y control social”, Revista Viejo Topo (Extra
66
67
Miguel Morey, Lectura de Foucault, Madrid: Taurus, 1983.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
• no hay matriz general del poder, sino que surge de acuerdo a cada
circunstancia;
• las relaciones de poder no son espontáneas sino intencionales,
ejerciéndose siempre hacia miras y objetivos específicos;
• el poder absorbe la verdad y utiliza el saber –así como el placer– como
mecanismo de control68.
La red de poderes que, como vectores invisibles, entrecruza la sociedad
contemporánea, tendrá como fin principal la interiorización del
orden institucional con vistas a conformar una sociedad disciplinante
y disciplinada. Este proyecto de dominación masivo, permanente
y homogéneo ya no amenaza de muerte sino que gestiona la vida,
ejerciéndose como anatomía política del cuerpo humano y biopolítica de la
población a través de una vigilancia jerarquizada, un cuerpo de sanciones,
procedimientos de selección y una disciplinización del sexo y la sensibilidad
que nos convierte en sujetos predispuestos al dominio.
Esta reconsideración del poder, aguda y punzante, será complementada
por otros autores en diferentes sentidos. Roland Barthes lo definirá
como un organismo trans-social, ligado a la historia del hombre, que no se
encuentra sólo en el Estado, sino que se desliza en las cuestiones sutiles
y cotidianas de la vida, incluso en los mismos impulsos liberadores que
intentan cuestionarlo69.
El poder se presenta, desde esa perspectiva, como un elemento plural en
el espacio y perpetuo en el tiempo histórico, que Barthes califica como una
libido dominandis, la cual, a través del lenguaje, se reproduce y multiplica
por el tejido social. Ante ello, la alternativa que nos queda es la literatura
como espacio del despoder, donde la dimensión utópica nos permite tomar
la distancia necesaria para relativizarlo y, cuando es necesario, incluso
desplazarse y abjurar de esa verdad que el poder termina utilizando para
someternos.
Elias Canetti realiza una de las aportaciones más singulares a esta
reinterpretación del poder70. Las entrañas del poder son exploradas por
Canetti desde una óptica que desborda la consideración socio-política
convencional, hundiéndose en las raíces del mismo y mostrando cuáles 53
han sido los símbolos, instrumentos y elementos que desde siempre han
caracterizado su ejercicio. Sin embargo, su aporte decisivo a este debate
viene, sin duda, representado por su análisis del secreto como médula del
poder, punto clave en el ejercicio contemporáneo de éste y del control que
ejerce sobre la sociedad.
68
Michel Foucault, Historia de la Sexualidad (Tomo I), México: Siglo XXI, 1984.
69
Roland Barthes, Discurso Inaugural, México: Siglo XXI, 1985.
70
Véase Elias Canetti, Masa y Poder, Madrid: Alianza Editorial, 1987.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
71
Nicos Poulantzas, “Sobre el Concepto de Poder”, en Poder Político y Clases Sociales en
el Estado Capitalista, México: Siglo XXI, 1976.
72
Idem, p. 119.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
73
Idem, p. 121.
74
Idem, pp. 122-123.
75
Idem, p. 123.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
76
Idem, p. 124.
77
Idem, p. 129.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
78
Idem, p. 143.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
79
Idem, p. 142.
80
Nicos Poulatnzas, Estado, Poder y Socialismo, México: Siglo XXI, 1979, p. 177.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
81
Nicos, Poulantzas, Poder Político y Clases Sociales en el Estado Capitalista, México: Siglo
XXI, 1976, p. 178.
82
Idem, p. 296.
83
Idem.
84
Idem, p. 309.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
85
Idem.
86
Idem, p. 433.
87
Idem, p. 434.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
Burocracia y élites
La burocracia designa un sistema específico de organización y de
funcionamiento interno del aparato de Estado que manifiesta el impacto
político de la ideología burguesa sobre el Estado, fenómeno que se
conoce con el nombre particular de burocratismo o burocratización88. La
burocracia es una categoría social específica, que se refiere no propiamente
al poder del Estado, sino a su funcionamiento concreto. La burocracia no
constituye en sí misma una clase particular, como tampoco una fracción
autónoma de clase en el nivel político, ya que su funcionamiento está
inscrito en el poder de la clase de Estado.
A pesar de que la burocracia en algunos países en vías de desarrollo
puede, por medio del Estado, constituirse en un lugar propio en las
relaciones existentes de producción, o hasta en las relaciones aún-no-
dadas de producción, no constituye una clase en sentido estricto, sino en
cuanto a clase efectiva. Sin embargo la burocracia, definida en términos
de una categoría social específica, debe tener una pertenecía de clase,
pero esta pertenencia no es única. En su estructura se pueden distinguir
dos estratos: por una parte, las “alturas” que pertenecen a la nobleza
terrateniente y a la burguesía y, por otra, se pueden identificar los estratos
subalternos pertenecientes a la pequeña burguesía. Al estrato que se
ubica en las alturas se puede atribuir el carácter de clase mantenedora del
Estado, lo cual permite identificar este estrato con el bloque en el poder,
pero no con fracción políticamente dominante.
El funcionamiento particular que permite identificar la burocracia como
categoría especifica no ésta directamente determinado por su pertenencia
de clase, por el funcionamiento político de las clases o fracciones de donde
ha salido; depende del funcionamiento concreto del aparato de Estado y
aun del lugar del Estado en el conjunto de una formación y de sus relaciones
complejas con las diversas clases y fracciones. Por lo tanto, el poder
burocrático se refiere al ejercicio de las funciones de Estado que corresponden
al interés político de la clase o fracción hegemónica. La burocracia se
pone al servicio de los intereses de la clase políticamente dominante,
pero en periodos de inestabilidad política puede crear las condiciones
para la llegada al poder de la clase mantenedora no hegemónica89.
61
Ahora bien, si la burocracia es una categoría social específica, es por razón
de la unidad propia que presenta en su funcionamiento como grupo
social y de su autonomía relativa respecto de las clases sociales a que ella
pertenece y respecto de las clases dominantes. Este grupo social tiene
intereses propios, pero no bastan como para considerarla una categoría
especifica: de un lado, en razón de la disparidad de tales intereses entre
88
Idem, p. 435.
89
Idem, p. 439.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
90
Idem, p. 451.
91
Idem, p. 455
Élites intelectuales y hegemonía
El concepto de intelectual orgánico de Gramsci permite comprender al
militante político o a las células, en tanto “minorías actuantes”, como
los instrumentos de estrategias hegemónicas o contrahegemónicas
de dominación o resistencia/confrontación en una sociedad y en un
momento dado, en la perspectiva de lograr un consenso histórico que
consolide o se oponga a un orden social determinado. El “nuevo príncipe”
colectivo, singularizado en el “intelectual orgánico” del partido articulado
a las minorías actuantes de las células, representa, en uno u otro caso,
de uno y otro lado, las élites (nuevas o antiguas) llamadas a dirigir los
procesos políticos que consoliden un consenso hegemónico o lideren el
proyecto de un consenso contrahegemónico (4.1.).
La crítica de Laclau y Mouffe al concepto de hegemonía de Gramsci
sirve como puente para su planteamiento de una democracia radical
que, en lo fundamental, y en cuanto a la teoría de las élites se refiere,
permite comprender los nuevos contextos en que las hegemonías y
contrahegemonías se plantean y, a través de ello, las estrategias que un
proyecto contrahegemónico de izquierda debe contemplar, en particular,
en lo que tiene que ver con el reconocimiento de la pluralidad de
subjetividades políticas, que tienen que empezar a ser reconocidas en un
proyecto de esta índole. La democracia radical es, en la versión de Laclau
y Mouffe, la asunción de esa plurivalencia que desborda la bivalencia
ortodoxa o semiortodoxa, bastante empobrecedora y maniquea en estos
tiempos, entre la burguesía “mala” y el proletariado “bueno”, permitiendo
articular al proyecto socialista la pluralidad de sujetos e identidades
sociales, políticas y culturales que el postfordismo eclosiona (4.2.).
Pero la democracia radical tiene una segunda lectura en la tercera
generación de la Escuela de Frankfurt. Desbordando la visión bastante
pragmática de Habermas y su modelo de una democracia radical
“sistémica”, Wellmer y, en especial, Dubiel, emprenden la tarea, primero, 65
de denunciar el carácter elitista que la democracia asume a partir de
los setenta en el marco del proyecto neoconservador de democracia
restringida, defendida por Schumpeter y Huntington, y que, más tarde,
inspira todo el hegemon neoliberal liderado y globalizado por el Consenso
de Washington. Democracia radical que se yergue como la contraparte de
una teoría de las élites en cuanto, con Lefort, el lugar del poder es y debe
ser un lugar vacío que sólo una eticidad democrática, entendida como
el conjunto de procedimientos democráticos, formales e informales a los
que tienen derecho y acceso efectivo todos los sujetos colectivos de una
sociedad, puede legítimamente llenar, como lo sostiene Wellmer (4.3.).
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
92
Antonio Gramsci, Cartas desde la Cárcel, Buenos Aires: Lautaro, 1950.
93
Antonio Gramsci, La Formación de los Intelectuales, México: Grijalbo, 1967, p. 30.
94
Idem, p. 7.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
95
Antonio, Gramsci, Pequeña Antología Política: Libros de Confrontación, Barcelona:
Fontanella, 1977, pp. 101-115. Véase también Antología, México: Siglo XXI, 1985.
96
Varios, Identidades, Modernidad y Escuela, Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional,
2006, p. 40.
97
Idem, p. 42.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
99
Idem, p. 197.
100
Idem.
101
Idem.
102
Idem, p. 199.
103
Idem, p. 200.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
104
Idem, p. 202.
105
Idem, p. 205.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
106
Idem, p. 207.
107
Idem, p. 209.
108
Idem, p. 209.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
109
Idem, p. 211.
110
Idem, p. 214.
111
Idem, p. 214.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
112
Idem, p. 219.
113
Idem, p. 222.
114
Idem, p. 238.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
masas opuso la idea del “mundo libre”, la cual entró en crisis después de
los setenta, surgiendo un nuevo frente político espiritual que se debatió
entre una comprensión elitista y otra participativa de la democracia,
siendo éste el debate actual115.
El desplazamiento del modelo de democracia liberal hacia las exigencias
de participación política práctica no se atribuye a los radical-liberales y
socialistas que critican la sociedad y sus elementos autoritarios, sino a
los pensadores liberal-conservadores que fundamentaron las bases de la
democracia antitotalitaria en los años cuarenta y cincuenta y resumieron
los diversos fenómenos de la crisis en el concepto de “ingobernabilidad”,
tesis inventada en 1974 y cuyo motivo fue el crecimiento de una cultura de
protesta orientada a la participación y uso extensivo de las instituciones
democráticas.
En la comisión trilateral (fundada en 1973), los científicos sociales de los
gobiernos de Estados Unidos, Europa occidental y Japón se reunieron
para analizar los problemas comunes del desarrollo de sus respectivas
sociedades; el informe de esta comisión examino la tesis según la cual
un “exceso de democracia” hace peligrar la existencia de las sociedades
liberales, tomando como motivo los siguientes fenómenos empíricos:
1. Exigencias de control participativo en entidades públicas o iniciativas
para su institucionalización.
2. Pérdida de confianza en las instituciones políticas y económicas que
sostienen la estática de las sociedades del capitalismo tardío.
3. Sensibilidad pública frente al abuso del poder de los órganos
ejecutivos.
4. Comportamientos políticos “no convencionales” y crecimiento de
actividades políticas referidas a iniciativas ciudadanas y nuevos
movimientos sociales (feministas, ecologistas, etc.).
5. Exigencias y disposiciones conflictivas en ámbitos “pre-políticos”
(por ejemplo, moral-culturales y económicos).
6. Alto grado de fluctuación electoral, poca identificación con partidos
políticos y crecimiento de organización política que representa
74 intereses de grupos específicos.
7. Mentalidad de protesta más consciente de sus motivos, cuyas
expresiones se mantienen unidas por orientaciones de valor de
igualdad social y participación política.
Los anteriores fenómenos fueron interpretados por Kiel-mannesegg como
una radicalización intensiva y extensiva del principio democrático:
116
Idem, p. 48. La cursiva es del autor.
117
Samuel Huntington, The Promise of Disharmony, (1981).
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
118
Joseph Schumpeter, Capitalismo, Socialismo y Democracia, citado por Dubiel, p. 53.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
119
Dubiel, p. 54.
120
Idem, p. 56.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
121
Idem, p. 60.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
122
Idem, p. 64.
123
Idem.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
124
Idem, p. 66.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
125
Idem, p. 48.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
84
126
Idem, p. 64.
127
Idem.
128
Helmut Dubiel, La Cuestión Democrática, Madrid: Huerga y Fierro Editores, 1997,
p. 77.
Cultura/contracultura, cotidianidad
y élites
Esta quinta parte aborda, en primer lugar, la teoría de la cultura de la
primera Escuela de Frankfurt, tanto en la primera versión que conciben
Horkheimer y Adorno en el marco de la radicalización heterodoxa de
su ya heterodoxa interpretación del marxismo a mediados de la década
de los 40, como de la segunda, donde Adorno, particularmente, señala
las severas consecuencias que a nivel de la cultura política tienen los
dispositivos de dominación que, en el capitalismo tardío, se articulan
políticamente en una conjunción, en la que ideología y alienación
confluyen no sólo estrecha, sino estructural y sistémicamente a través
de los medios de comunicación y los procesos de formación de opinión
pública (5.1.).
Aunque el abordaje del tema puede parecer un desvío de la cuestión de
las élites que nos ocupa, la intención estratégica de ello es explicitar lo
más detalladamente posible, desde el marco teórico proporcionado por
Adorno, el grado de penetración que estos procesos de ideologización/
alienación generan en el mundo de la vida. Cuando aunamos esto al
manejo que, en el marco de democracias restringidas, le dan las élites
tecnocráticas de carácter económico, político o cultural –expresión
todas de un proyecto hegemónico determinado– a la concepción de
estrategias sociales e institucionales de todo orden y constatamos como
ello entronca, a través de los medios de comunicación masivos, con el
usufructo de la opinión pública, podemos comprender las implicaciones
que a nivel de la cotidianidad de las comunidades tiene la teoría de las
élites.
Este camino posibilita ambientar una segunda dimensión de la
cotidianidad, sin duda no contemplada en la visión un tanto pesimista
y apocalíptica de la primera Escuela de Frankfurt. El estudio de De
Certeau nos permite explorar los complejos e intrincados dominios
de la cotidianidad, la dinámica espacio-temporal de las resistencias, 87
las prácticas sutiles donde se cuece lenta pero inexorablemente la
contrahegemonía, como también se consolidan las pericias hegemónicas.
De nuevo este desvío nos acerca aún más al punto que queremos
destacar: las prácticas de las élites no se dan al margen del mundo de
la vida, sino en el corazón mismo de ésta: en la cotidianidad que le da
vida a la economía, a la política, a la sociedad en su conjunto. Es en ese
nivel primario y arcaico donde se trenzan las dinámicas hegemónicas y
contrahegemónicas de élites y minorías, en la base misma que sostiene
toda la pirámide social (5.2.).
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
La industria cultural
El desarrollo de la investigación sobre la pseudocultura de Adorno
es tal vez el más completo que posee la Escuela, entendido como
nuevo modelo cultural surgido de los mass media y de las industrias
dedicadas a la creación de mensajes estandarizados, en tanto el “ocio
de las enormes poblaciones […] anula la capacidad de análisis causal
y crítico, convirtiendo al sujeto receptor en un individuo pasivo y
desindividualizado […] las superestructuras ideológicas pseudoculturales
se han convertido en el factor de socialización, integración y adaptación
más poderoso de la sociedad de consumo”129.
La introducción del factor técnico en el centro mismo del arte y la estética
en la sociedad del capitalismo avanzado, en la que se establece una
producción serializada con métodos y técnicas semejantes a los de otros
tipos de producción, lleva a Adorno y Horkheimer a indagar sobre el
desarrollo de mercancías de índole cultural que somete dichas producciones
a las leyes de oferta y demanda del mercado capitalista.
El problema que subyace es la irrupción de dichas leyes en el área de la
ideología, con lo que se consolidan no sólo unos principios de rentabilidad
económica, sino unos principios de asimilación y conformismo social a
través de modelos simbólicos. Así las cosas, aparece una redefinición de
la teoría económica del valor, pues de acuerdo con Adorno, las diferencias
de valor establecidas por la industria cultural no tienen que ver con
diferencias objetivas, sino con el significado de los productos.
El análisis anterior implica que la fabricación y la producción de los bienes
culturales no son valoradas tanto por sus costes, como por su acción sobre
los receptores. La rentabilidad económica se conjuga con la rentabilidad
ideológica, de modo que el balance de los beneficios monetarios resulta
ser tan importante como el de los beneficios asimiladores al sistema,
ya que este segundo aspecto permite la pervivencia a largo plazo del
primero.
129
Ver Blanca Muñoz, “La sociología de la cultura de masas”, en Theodor Adorno: Teoría
Crítica y Cultura de Masas, Fundamentos, 2000, pp. 91-196.
130
Idem, p. 92.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
131
Idem, p. 93.
132
Idem, p. 94.
133
Idem, p. 95.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
134
Idem, pp. 95-96.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
Pseudocultura de masas
La estructura de la cultura de masas se ordena sobre lo manido y ya
sabido. Frente a la internalización del libro por parte del público de
un Defoe o un Dickens, los medios técnicos actuales de comunicación
conducen a una continuada externalización, en la que lo visual sustituye a lo
leído. Para Adorno, esa simplificación en los procedimientos cognoscitivos
también se percibe en los contenidos de la nueva cultura “popular”. En 91
efecto, el surgimiento de una clase media unificada sobre la que recae la
acción del consumo y de la comunicación, conlleva la necesidad de crear
unos contenido “previsibles”.
Lo conocido no sólo se reduce a los temas y tramas novelescas o
cinematográficas, sino, especialmente, a los valores expuestos. Éstos
deben ser reconocidos de una forma literal por la audiencia, evitándose
135
Idem, p. 97.
136
Idem, p. 99.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
137
Idem, pp. 118-119.
138
Idem, pp. 120-122.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
139
Idem, p. 124.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
140
Idem, pp. 125-126.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
141
Idem, p. 144.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
142
Idem, p. 145.
143
Idem, p. 146.
144
Idem, p. 163.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
145
Idem, pp. 164-165.
146
Idem, p. 166.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
147
Idem, p. 168.
148
Idem, p. 158.
149
Idem, p. 159.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
150
Idem, p. 160.
151
Idem, p. 162.
152
Idem, p. 171.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
153
Idem, p. 189.
154
Idem, p. 190.
155
Idem, pp. 191-192.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
156
Ana María Zubieta (ed.), “Lo popular, un juego de espejos dentro del campo cultural”
y “Tácticas de la vida cotidiana y cultura popular” en Cultura Popular y Cultura de Masas,
Buenos Aires: Paidós, 2000, pp. 70-97.
157
Idem, pp. 77-78.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
cocinas…”158. Por tanto, elige tres dispositivos para analizar las prácticas
de la vida cotidiana: el uso implícito en el consumo; los procedimientos a
través de los cuales se produce esta creatividad oculta de todos los días;
la formalidad o lógica de esas prácticas.
Dichas herramientas le sirven para reafirmar su hipótesis, según la cual, al
igual que sucede en el lenguaje –que implica poner una marca personal en
el sistema heredado de la lengua–, los consumidores, lejos de ser pasivos
receptores de objetos culturales, desarrollan una producción secundaria,
encubierta, que es un verdadero arte de reciclar con materiales que no les
son propios. Es decir, que el análisis de la lógica de esos procedimientos
tácticos se centra en el abordaje de la “ratio popular” que fundamenta
ese “arte de hacer”.
Allí se formulan y formalizan las reglas de organización de:
• los golpes, los cambios y los relatos de partidas, donde se registran
esas reglas y esos golpes centrados en el elemento sorpresa;
• los cuentos tradicionales, verdaderos discursos estratégicos del
pueblo, en los que las técnicas de simulación, disimulo e inversión
de las relaciones de poder en la sociedad instalan la posibilidad de
la utopía y la maravilla como espacio de resistencia y libertad;
• la retórica y sus tropos, que permiten la inscripción, en la lengua
cotidiana, de las astucias de los débiles bajo la forma de elipsis,
metonimias y metáforas, típicas del decir popular159.
Parte de esas astucias de la ratio popular, son rastreadas por el autor en la
lectura, la enunciación peatonal sobre el espacio urbano y el uso de los
ritos cotidianos conectados con el habitar y la cocina. Los estudios que le
sirven de apoyo para formular la teoría de estas prácticas son:
• la sociología, la antropología y la historia, sobre todo sus elaboraciones
en torno a los ritos y los procedimientos de reciclaje;
• la etnometodología y la sociolingüística, en especial los estudios sobre
los procedimientos de interacción cotidiana en el lenguaje ordinario;
• la semiótica y la filosofía de la convención, que brinda un importante
aparato formal a través del cual se puede asir la riqueza proteiforme 103
de los enunciados cotidianos160.
158
Idem, p. 79.
159
Idem, pp. 80-81.
160
Idem, pp. 81-82.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
161
Idem, p. 85.
162
Idem, p. 86.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
como una cualidad negativa del lugar, la ausencia del lugar en sí mismo
que le impone el nombre que se le da, pues los nombres propios evocan
fantasmas, socavando así, la ley de funcionalidad e imponiendo una
historia. Estas diferencias aparentes se diluyen, pues los dos coinciden en
que en el mundo de hoy lugares y no lugares se interpenetran y cruzan.
Cualquier lugar tiene la posibilidad de devenir en “no lugar”163.
Esta antidisciplina sobre las prácticas cotidianas rechaza el modelo de dominio
que supone la escritura, pues allí se instalan los dispositivos de control
de la modernidad, dado que ella asume la página como lugar propio que
controla la exterioridad de la cual ha sido aislado. Frente a ella, la lectura
se vuelve el espacio modélico del consumo y de su creatividad solapada,
porque leer es marcar el texto escrito164.
163
Idem, pp. 87-89.
164
Idem, p. 90.
165
Idem, p. 91.
166
Idem, p. 92.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
sus códigos, que ya no son impuestos desde fuera, sino que surgen por
un consenso tácito. La conveniencia ocupa el lugar de la ley, una ley
enunciada por el sujeto colectivo social que es el barrio.
El beneficio que cada vecino obtiene con ello es el reconocimiento, la
consideración del entorno y, por lo tanto, la posibilidad de obtener ventajas
en la relación de fuerzas que se establecen en las distintas trayectorias que
lleva a cabo por el espacio barrial. El respeto de esta ley tácita brinda la
legitimación social y funda la posibilidad de la vida cotidiana. Estas prácticas
que se despliegan en el universo barrial, son decisivas en la configuración
de la identidad individual o grupal, desde el momento que permiten
ocupar un espacio en la red de relaciones que se establecen con el entorno.
Son prácticas culturales, que se definen como un conjunto más o menos
coherente, más o menos fluido, de elementos cotidianos concretos167.
De Certeau elige tres objetos de trabajo decisivos: la oralidad, las prácticas y lo
ordinario. El primero de ellos se realiza en el tropos del lenguaje de todos
los días, se trabaja sobre las citas fragmentarias de la oralidad popular,
que se recupera a pesar de los poderes económicos y administrativos que
han tratado de excluirla, reprimirla o normalizarla. De este modo, resulta
importante su aporte dentro de los estudios culturales, puesto que pone
su atención sobre la capacidad de resistencia de los grupos subalternos,
que se concreta en una operación que tiene como finalidad fundar un
espacio en el que no sean meros inquilinos, donde puedan construir una
identidad propia168.
Estos planteamientos poseen un importante valor investigativo; no
obstante, dejan abiertos algunos interrogantes, uno de los cuales sería
acerca de si estas prácticas cotidianas definen “nuestra” cultura, la de la
mayoría, es decir, la de todos los sujetos excluidos por el sistema, que cada
día son más, pues están constituidas por las operaciones que se llevan
a cabo en la vida de todos los días para “sobrevivir” en esta sociedad
globalizada que todo lo fagocita: ¿no se corre el riesgo de reducir, en
algún punto, la cultura popular a una mera cultura de sobrevivencia, para
la cual la única acción posible es la resistencia?
Y además, muchas veces esta resistencia, que toma la forma de la táctica,
106 ¿no corre el riesgo de terminar convalidando este sistema basado en la
injusticia? Por otro lado, ¿toda actividad de este tipo –como la de los
hackers, que niegan el derecho a la propiedad o a la privacidad de la
información, o la de los que “piratean soft” sin propósitos comerciales–
puede ser considerada cultura popular? La delincuencia, que atraviesa
límites y transgrede la ley del sistema, ¿adquiere, entonces, una valoración
positiva, en términos de narrativa propia del individuo excluido?169.
167
Idem, pp. 92-93.
168
Idem, p. 95.
169
Idem, p. 96.
Élites, imaginarios
e identidades sociales
Hemos querido mostrar como la élite se constituye en un actor
fundamental en las relaciones sociales de poder, en una suerte de
estructura estructurante que se articula no sólo a través de procesos
macropolíticos o macroeconómicos y sociales, sino al nivel micropolítico
de la cotidianidad y el mundo de la vida. Pero la cotidianidad es un campo
social en tensión, donde sin duda se da un conflicto de paradigmas,
de concepciones de mundo en pugna, precisamente encarnadas en
sujetos sociales diversos, en minorías, en élites. La categoría de habitus
de Bourdieu permite acercarse a esta idea y mostrar la cotidianidad
como un campo en tracción, atravesado por placas y vectores sociales y
políticos en competencia, articulados a subjetividades y sujetos colectivos
concretos (6.1.).
Pero la categoría de habitus puede complementarse con la de imaginarios
sociales gracias a los cuales es posible identificarnos con nuestro entorno
local y global. La élite estructura formas de ver y comprender el mundo
que nos rodea, además de que es una importante fuente de producción
de símbolos, prácticas y valores, gracias a los cuales se representan y
orientan sus estrategias. Así como, antaño, el marxismo ortodoxo cayó
en un maniqueísmo empobrecedor al pretender diferenciar la sociedad
en dos bandos, la burguesía “mala” y el proletariado “bueno” –lo que
no le permitió comprender los giros que se fueron dando y trastocó el
sentido de los términos, derivando de ello estrategias políticas erróneas–,
de igual manera, el papel de las élites no puede ser reducido a un
maniqueísmo esencialista. Precisamente, la categoría de imaginarios
sociales posibilita comprender las concepciones de mundo que las
élites pueden encarnar y defender en un momento histórico y/o social
determinado y que dan cuenta del rol progresista o no de su proyección
política (6.2.).
Pero los imaginarios no permiten captar la dimensión vital que supone 109
e implica encarnar, en prácticas sociales específicas, una perspectiva
determinada frente a la sociedad y al mundo. La categoría de identidades
busca revelar esta dimensión en la medida en que su estructuración se
desarrolla en el marco de los procesos de formación y voluntad de opinión
pública, convirtiéndose a través de ello en una importante fuente de
poder que les permite a la(s) élite(s) que detenta(n) el poder, o a las que
la(s) confronta(n), reproducir o desafiar, desde una perspectiva política
determinada, el imaginario social y la identidad política que la contraparte
representa (6.3.).
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
170
Ana María Zubieta (ed.), “Lo popular, un juego de espejos dentro del campo cultural”
y “Tácticas de la vida cotidiana y cultura popular”, en Cultura Popular y Cultura de Masas,
Buenos Aires: Paidós, 2000, pp. 70-97.
171
Idem, p. 70.
172
Idem, p. 71.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
173
Idem, p. 72.
174
Idem, p. 73.
175
Idem, pp. 74-75.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
Imaginarios sociales
La idea de orden moral que propone Taylor va más allá de lo que sería un
esquema normativo destinado a gobernar nuestras relaciones mutuas
y/o nuestra vida política. Añade el reconocimiento de una serie de
rasgos en el mundo, en la acción divina o en la vida humana que hacen
que ciertas normas sean a un tiempo buenas y realizables176. Es más
que un conjunto de normas; también incluye un componente “óptico”,
mediante el cual identifica los aspectos del mundo que vuelven efectivas
las normas.
En el imaginario social premoderno aparece la idea de una ley que ha
gobernado al pueblo desde tiempos inmemoriales y que, en cierto
sentido, lo define como tal. Es una noción de orden que se transmite
de generación en generación, que alude a una correspondencia entre la
jerarquía social y la jerarquía del cosmos, es decir, que el orden tiende
a imponerse por el curso mismo de las cosas. Por su parte, el orden
moderno toma como punto de referencia los seres humanos y no a Dios
o al cosmos. El principio normativo básico es que los miembros de la
sociedad atienden recíprocamente a sus necesidades, se ayudan unos
a otros.
Afirma Taylor que el orden moderno no confiere ningún estatus ontológico
a la jerarquía ni a ninguna estructura particular de diferenciación. Ahora
bien, estos servicios que nos prestamos unos a otros se encuentran
delimitados a ciertas campos, tales como: garantizar la seguridad
colectiva, proteger nuestras vidas y nuestras propiedades a través de la
ley y la práctica del intercambio económico177. Curiosamente, se resalta
cómo amplios sectores de nuestra sociedad moderna permanecen fuera
de este imaginario social.
La categoría de imaginario social alude a algo mucho más amplio y
profundo que las construcciones intelectuales que puedan elaborar
las personas cuando reflexionan sobre la realidad social de un modo
distanciado. Nuestro imaginario social en cualquier momento dado
es complejo, pues tenemos una idea de cómo funcionan las cosas
normalmente, la cual resulta inseparable de la idea que tenemos
112
de cómo deben funcionar y el tipo de desviaciones que invalidan la
práctica178.
Así pues, por imaginario social puede entenderse el modo como las personas
“imaginan su existencia social, el tipo de relaciones que mantienen unas
con otras, el tipo de cosas que ocurren entre ellas, las expectativas que se
176
Charles Taylor, Imaginarios Sociales Modernos, Barcelona: Paidós, 2006, pp. 15-46.
177
Idem, pp. 21-26.
178
Idem, pp. 37-38.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
179
Idem, p. 37.
180
Idem, p. 38.
181
Idem, p. 39.
182
Idem, p. 43.
183
Idem, pp. 43-45.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
Identidades culturales
Podemos complementar esta aproximación a la categoría de imaginarios
sociales de Taylor con la de identidades modernas que expone Francisco
Colom en su texto, los cuales permiten definir el contenido político que
pueden asumir aquellos185.
La identidad es una construcción social que permite al individuo
identificarse en su particularidad dentro de la homogeneidad, es un
producto histórico que
“[…] articula pasado, presente y futuro desde la perspectiva
de sujetos determinados, con necesidades e intereses
históricamente diferenciados. Además, caracteriza modos
particulares de relación de los hombres con la naturaleza,
con los otros hombres y con ellos mimos. La relación con la
naturaleza hace referencia, básicamente, al desarrollo de las
fuerzas productivas de la sociedad, a la mediación del trabajo
en el proceso de construcción de la cultura y a la capacidad
del hombre para comprender y apropiarse del mundo objetivo
que él construye mediante dicha mediación”186.
La realidad, o mejor, “el mundo de las cosas que produce el hombre es un
espejo en el que se mira y se reconoce a sí mismo como tal, porque allí se
produce como ser genérico, como ser humano”187. En su relación con la
naturaleza y en ese proceso de identificación, las cosmologías, la ciencia, la
religión hacen parte de esa relación y permiten observar lo que el hombre
es en cada momento de su historia.
114 La complejidad social hace de la comprensión y construcción de la identidad,
procesos difíciles que remiten a una relación con la naturaleza y con la
alteridad. Es en esa relación con “otros grupos, en donde cada grupo
puede tomar conciencia de sus intereses y necesidades, en donde puede
184
Idem, p. 48.
185
Francisco Colom, “La cultura y los lenguajes políticos de la modernidad”, en Razones
de Identidad, Barcelona: Anthropos, 1998, pp. 63-120.
186
Varios, Identidades, Modernidad y Escuela, Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional,
2006, p. 38.
187
Idem, p. 38.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
188
Idem, p. 39.
189
Idem, p. 40.
190
Idem p. 42.
191
Idem, “Memoria, identidad y construcción de sujetos”, p. 135.
192
Idem, p. 134.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
193
Idem, p. 135.
194
Idem, p. 148.
195
F. Colom, “La cultura y los lenguajes políticos de la modernidad”, en Razones de
Identidad, Barcelona: Anthropos, 1998, pp. 63-120.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
196
Idem, p. 76.
197
Idem, pp. 79-81.
198
Idem, p. 86.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
118
199
Idem, pp. 105-106.
200
Idem, pp. 115-119.
Opinión pública, élites y contraélites
Como ya ha venido siendo sugerido a lo largo de este escrito, es en
últimas, por lo menos en el marco de un Estado democrático de derecho,
donde las élites tienen el espacio apropiado para plantear, transmitir e
imponer, social y políticamente, sus imaginarios e identidades respectivas,
en el marco de esa confrontación de habitus que es un campo social en
general.
La categoría de opinión pública y su incorporación en el discurso político
tienen una amplia historia. En el “siglo XVI […], Maquiavelo es uno de
los primeros pensadores políticos en usar éste término en sus discursos
[…] anota “el hombre sabio no ignorará la opinión pública con relación
a ciertos asuntos, tales como la distribución de cargos y promociones”201.
Jean Jacques Rousseau expresó su convencimiento de que los gobiernos
descansan finalmente sobre la opinión pública y que el cambio social es
difícil sin el apoyo de la opinión popular. Años más tarde, en el siglo
XVIII, James Madison escribe en las Actas Federalistas que las opiniones
del público podrían poner límites a los actos de los líderes, aunque
pensaba que para una élite política era preferible interpretar los deseos de
la población en general que tener una democracia directa.
Para algunos, la opinión pública es, en relación con los distintos temas,
una entidad inmóvil a través del tiempo:
“W. Lance Benett (1980) ha denominado a este análisis como
el sofisma del “Estado de conciencia” [...] Es importante
recordar que la opinión pública es una consecuencia teórica,
no una identidad real. El público puede variar de tema en
tema. La opinión puede ser influida por características del
entorno, tales como la facilidad de acceso a la información
política y el contenido de la comunicación proveniente de
las élites políticas”202.
121
Así pues, Bennet propone una “perspectiva situacional… con el fin de
superar las deficiencias del sofisma del Estado de conciencia pues el
público no es estable en sus definiciones, por el contrario es volátil e
inconsistente en sus actitudes”. La perspectiva alternativa contempla
“al público como sumatoria de gente que de hecho desarrolla y expresa
opiniones sobre un tema particular en un momento específico. Así,
201
Michael Milburn, Persuasión y Política, Bogotá: CEREC, 1994, p. 35.
202
Idem, p. 37.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
203
Idem, p. 37.
204
Idem, p. 37.
205
Idem, p. 38.
206
Idem, p. 39.
207
Idem, p. 27.
208
Idem, p. 79.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
210
Idem, p. 440.
211
Idem, pp. 440-441.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
Jürgen Habermas, “La sociedad civil y sus actores, la opinión pública y el poder
212
213
Sobre la filosofía política de J. Habermas ver, también, Jürgen Habermas, Ciencia
y Técnica como Ideología, Madrid: Tecnos, 1984; Teoría de la Acción Comunicativa,
Madrid: Tecnos, 1987; Teoría y Praxis, Madrid: Tecnos, 1990; Conciencia Moral y Acción
Comunicativa, Barcelona: Península, 1991; Escritos sobre Moralidad y Eticidad, Barcelona:
Paidós, 1991.
214
Ver José Rubio-Carracedo, Paradigmas de la Política, Barcelona: Anthropos, 1990;
Maria Pía Lara, La Democracia como Proyecto de Identidad Ética, Barcelona: Anthropos,
1992; José González y Fernando Quesada (Coords.), Teorías de la Democracia, Barcelona:
Anthropos, 1992; José A. Estévez, La Constitución como Proceso y la Desobediencia Civil,
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
Madrid: Trotta, 1994; Norberto Bobbio, El Futuro de la Democracia, México: F.C.E., 1994;
y Oscar Mejía y Arlene Tickner, Cultura y Democracia en América Latina, Bogotá: M&T
Editores, 1992.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
219
Nancy Fraser, “Esferas públicas, genealogías y ordenes simbólicos”, en Iustitia
Interrupta, Bogotá: siglo del Hombre, 1997, pp. 95-133
220
Idem, p. 96.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
221
Idem, pp. 99-100.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
222
Michael Warner, Publics and Counterpublics, Boston: Zone Books, 2002, p. 65.
223
Idem, p. 67.
224
Idem, p. 68.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
225
Idem, p. 71.
226
Idem.
227
Idem, p. 75.
228
Idem, p. 88.
229
Idem, p. 89.
230
Idem, p. 91.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
231
Idem, p. 115.
232
Idem, p. 119.
Excurso.
Élites, actores y estrategias
Como queda claro, la problemática de las élites tiene un lugar determinante
al interior de los estudios políticos. La élite como categoría de análisis es
relevante para entender la forma en que efectivamente funciona el poder
en aspectos tan cruciales en una sociedad como la definición de políticas
públicas, la estructuración de identidades, así como la producción de
símbolos, valores y normas. Por tanto, su rol no se puede definir solamente
en términos de la posición que ocupa dentro de la jerarquía social.
La élite también debe entenderse desde una dimensión subjetiva que tenga
presente los rasgos psicológicos y los imaginarios sociales de los miembros
que la componen. Sus trayectorias de vida, su formación académica y
sus cargos laborales, si bien son elementos pertinentes para el análisis de
este actor, no son suficientes: es necesario tener presente una dimensión
estructural para comprenderlos desde una perspectiva aún más compleja,
en la medida que las estructuras y los sistemas sociales determinan las
prácticas de las élites.
Las élites son actores sociales con prácticas y normas informales claramente
establecidas. A pesar de esto, no son un grupo altamente cohesionado: en
la dinámica de las élites persiste cierto tipo de facciones que persiguen
intereses particulares. Pese a este hecho, se puede afirmar que la élite tiene
una identidad propia, gracias a la cual se construyen otras identidades y
se institucionalizan ciertas formas de ver e interpretar el mundo, es decir,
imaginarios sociales dominantes, que se articulan y definen a través de las
esferas de lo público y lo privado.
Ahora bien, las transformaciones sociales de las últimas décadas han
obligado a la(s) élite(s) a redefinir su estrategia. El cambio del régimen de
acumulación fordista por el postfordista desemboca en el diseño de un
nuevo proyecto hegemónico de corte neoconservador/neoliberal que
intenta adaptar el contexto global a los nuevos imperativos económicos,
creando, además, nuevos discursos de subordinación que buscan 143
preservar las relaciones de poder existentes233.
Actores y estrategias
La élite como actor social relevante define la mayor parte de las situaciones
sociales por medio de normas formales e informales que operan como
David Harvey, “La transformación económico-política del capitalismo tardío del siglo
233
234
Irving Goffman, “Sobre el Trabajo de la Cara” y “Alienación grupal e identidad del
yo”, en Estigma, Buenos Aires, Amorrortu, 2006, pp. 126-147.
235
Patrick Baer, “El enigma de la vida cotidiana”, en La Teoría Social en el Siglo XX,
Madrid: Alianza Editorial, 2001, p. 97.
236
Idem, p. 131.
237
Idem.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
238
Idem, p. 97.
239
Idem, p. 98.
240
Idem, p. 98.
241
Idem, p. 98.
242
Idem, p. 99.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
243
Jürgen Habermas, Teoría de la Acción Comunicativa, Madrid: Taurus, 1987, p. 122.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
244
Idem, p. 291.
245
Idem, p. 292.
246
Juan Carlos Velasco, Para Leer a Habermas, Madrid: Alianza editorial, 2003, p. 48.
247
Idem, p. 47.
248
Idem, p. 39.
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
249
Michel Foucault, El Sujeto y el Poder, Bogotá: Ediciones Carpe Diem, 1991, p. 99.
250
Idem, p. 101.
251
Oscar Landi, “Sobre lenguajes, identidades y ciudadanías políticas”, en Norbert
Lechner, Estado y Política en América Latina, México: Siglo XXI, 1981, pp. 172-198.
Oscar Mejía Quintana / Carolina Castro
149
252
Idem, pp. 183-184.
253
Fernando Calderón y Mario Dos Santos, “Movimientos sociales y gestación de cultura
política. Pautas de interrogación”, en Cultura Política y Democratización, Buenos Aires:
CLACSO, 1987, p. 192.
254
Idem, pp. 195-196.
Conclusión
Como se planteó en un principio, este escrito busca demarcar epistemo-
lógicamente, en lo posible a partir de una reconstrucción histórico-estruc-
tural de la categoría, los linderos desde los cuales puede ser utilizado el
concepto de “élites” como unidad de análisis e interpretación teórica de los
fenómenos políticos.
En el primer apartado, el escrito presentó los planteamientos de Pareto y
Mosca y su debate con Marx en torno al carácter, alcance y justificación o
no de la dominación de las élites, para, enseguida, adentrarse en lo que
sería el aporte de la sociología comprensiva de Weber y la sociología
del conocimiento de Mannheim y sus categorías de clase dirigente e
intelligentsia, desde perspectivas fundamentadas sociológicamente y, en
el caso del segundo, particularmente críticas, alimentada esta última del
instrumental marxista sobre la ideología.
Ese primer apartado se cerró con la exposición de la segunda generación
de la teoría de las élites, en el que se presentaron los aportes de Mills,
Schumpeter y Bottomore y sus respectivas visiones sobre el particular,
quedando claras no solamente la tradición y permanencia de la categoría,
sino su versatilidad en la interpretación de las dinámicas políticas.
El segundo apartado abordó dos aproximaciones bastante representativas
del pensamiento liberal, las de Raymond Aron y Robert Dahl, para
quienes el poder no está tan concentrado como la teoría elitista quiere
mostrar, sino que existe una pluralidad de grupos influyentes y de élites
sociales, cada uno de los cuales ejerce su influencia en determinados
sectores específicos, pese a que, como en el caso de Dahl, todos los
procedimientos democráticos sólo tienen plausibilidad cuando una élite
ilustrada sustituye al “pueblo” por su conocimiento y manejo adecuado
del conjunto de las instituciones democráticas. E, igualmente, en la misma
dirección, analizamos la posición de Sartori quien, con su teoría decisional
de la democracia, consagró el manejo elitista como el medio más efectivo 153
para la funcionalidad de un sistema democrático.
En uno y en otro, el “gobierno del pueblo” deviene “gobierno para el
pueblo” pero sin el pueblo; en unos casos, por la diseminación del poder
en una pluralidad de perspectivas político-institucionales y, en otros, por
la complejidad de los sistemas sociales que sólo determinadas minorías
tecnocráticas pueden manejar adecuadamente.
El tercer apartado se orientó a exponer la reflexión del pensamiento
francés estructuralista-postestructuralista sobre el poder, el cual inaugura
La Categoría de Élite en los Estudios Políticos
158
Bibliografía
Agostini, Franca D’, Analíticos y Continentales, Madrid: Cátedra, 2000.
Marx, Karl, Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel, Buenos Aires: Edición
Nueva, 1968; La Cuestión Judía, Madrid: Editorial Planeta, 1992.