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La asociaci6n del Estado de derecho y el Estado s0- lal debia permitirconstruir una “sociedad de seme- jantes” donde, a falta de una estricta igualdad, todos pudieran ser reconocides como personas indepen- lentes y resguardadas contra los avatares de la exis- tencia (desempleo, vejez, enfermedad, accidentes de trabajo, entre otras); “protegides", en una palabra, Este doble pacto -civil y social hoy esta amenazado. Por un lado, por una demanda de proteccién sin limi- tes, de naturaleza tal que genera su propia frustra- cién, Por el otto, por una serie de transformaciones que erosionan progresivamente los diques levanta- dos por el Estado social: individualizacién, declina- clin de las urganizaciones colectivas protectoras, precarizacién de las rélaciones de trabajo, prolifera- cién de “nuevos rlesgos”. 2Cémo combatir esta nue- va inseguridad social? El autor intenta responder estos interrogantes. Robert Castel es sociélogo, director de estudios en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Fran- cla, Es el autor de los ya clasicos Metamorfosis de ta cuestiin social, y, unto con Claudine Haroche, de Pro- piedad privada, propiedad social, propiedad de sf. : MM ROBERT CASTE] ‘LA INSEGURIDA “SOCIAL €~Qué es estar protegido? 0 ROBERT CASTEL Capitulo 5 4 : ¢Cémo combatir la insoguridad social? TReconfigarar las proteecones social Dar oegeridad al trabajo onemnon Conclusi6r INTRODUCCION Se pueden distinguir dos grandes tipos de protecciones. Las protecciones civiles garantizan las libertades fundamentales y la seguridad de los bienes y de las personas en el marco de un Estado de derecho. Las protecciones sociales “cubren” contra los principales tiesgos capaces de entrafiar una degradacién de Ja situacion de los individuos, como la enfermedad, el accicen- te, la vejez.empobrecida, dado que las contingencias de la vida pueden culminas, en diltima instancia, en la decadencia social. Desde este doble punto de vista vivimos probablemente ~al menos en los pafses desacrollados- en las sociedades mas segu- as que jamds hayan existido. Las comunidades no pacificas, desgarradas por luchas intestinas, donde la justicia era expedi- tiva y la arbitratiedad permanente, parecen, vistas desde Euro- pa occidental 0 desde América del Norte la herencia de tn le- jano pasado. El espectro de la guerra, esa terrible generadora de violencia, también se ale{6: ahora ronda y a veces hace es- twagos en los confines del mundo “civilieado”, Anélogamente, se ha alejado de nosotros esa inseguridad social permanente que resultaba de la vulnerabilidad de las condiciones y conde- aba en otras épocas a una gran parte del pueblo a vivir “al dia”, a merced del mas minimo accidente que pudiera sucgir 2 ROBERT CASTEL él camino, Nuestras existencias ya no se desarrollan, desde GI nacimiento hasta la muerte, sin edes de seguridad. Una bien llamada “seguridad social” se ha vuelto wn derecho para a inmensa mayoria de la poblacién, y ha generado una multi- tud de instituciones sanitarias y sociales que se ocupan de la salud, de la educacién, de lag diseapacidades propias de la edad, de las deficiencias psiquicis'y mentales. A tal punto que se ha podido describir este tipo de Sociedades como “socieda- des aseguradoras”, que aseguran, de alguna manera de dere~ cho, la seguridad de sus miembros. ‘Sin embargo, en estas sociedades rodeadas y atravesadas, por protecciones, las preocupaciones sobre la seguridad per- Jnanecen omnipresentes. No se puede eludir el cardcter permurbador de esta constatacién pretendiendo que el senti- Iniento de inseguridad es s6lo un fantasma de personas aco- mmodadas que habrian olvidado el precio de la sangre y de las légeimas, y haste qué punto la vida antes era ruda y cruel. Tiane tales efectos sociales y politicos que, por cierto, forma parte de nuestra realidad y hasta estructura en gran medida muestra experiencia social. Hay que reconocer que, si bien las formas més masivas de Sa violencia y de la decadencia social hhan sido ampliamente neutralizadas, la preocupaciGn por la seguridad es por cierto de naturaleza popular, en el sentido del término. Cm dar cuenta de esta paradoja? Ella conduce a for- ular Ia hipétesis de que no habria que oponer inseguridad y protecciones como si pertenecieran a registros opuestos de la experiencia colectiva, La inseguridad moderna no serfa Ia aux sencia de protecciones, sino més bien su reverso, su sombra ilevada a un wniverso social que se ha organizado alrededor de una bisqueda sin fin de protecciones 0 de una ‘biisqueda Gesenfrenada de seguridad. Qué es estar protegido en estas condiciones? No es estar instalado en la certidumbre de poder INTRODUCCION, 8 dominar perfectamente todos los riesgos de la existencia, sino més bien vivir rodeado de sistemas que dan seguridad, que son construcciones complejas y frdgiles, las cuales conllevan. en sf mismas el riesgo de fallar en su objetivo y de frustrar las expectativas que generan. Por lo tanto, la propia bisqueda de protecciones estaria creando inseguridad. La raz6n de ello se- fa que el sentimiento de inseguridad no es un dato inmediato de la conciencia. Muy por el contrario, va de la mano de con- figuraciones hist6ricas diferentes, porque la seguridad y la seguridad son relaciones con los tipos de protecciones que asegura -0 no~ una sociedad, de manera adecuada. En otras palabras, hoy en dia estar protegido es también estar amena- zado. El desafio que nos interesa subrayar seria entonces comprender mejor la configuracién especifica de esas relaci nes ambiguas proteccién-inseguridad, o ceguros-riesgos, ex a sociedad contempordnea. Aqui propondremos una linea de andlisis para convalidar _ esta hipétesis, El hilo conductor es que las sociedades moder- nas estén construidas sobre el terreno féctil de la inseguridad porque son sociedades de individuos que no encuentran, ni en ellos mismos ni en su medio inmediato, la capacidad de ase- gurar su proteccién. $i bien es cierto que estas sociedades se han dedicado a Ia promocién del individuo, promueven tam- bién su vulnerabilidad al mismo tiempo que lo valorizan. De ello resulta que la biisqueda de las protecciones es consustan- cial al desarrollo de este tipo de sociedades. Pero esta biisque- da se asemefa en muchos aspectos a los esfuerzos desplegados para llenar el tonel de las Danaides, que siempre deja filtrar el peligro. La sensacién de inseguridad no es exactamente pro- porcional a los peligros reales que amenazan a una poblaciGn. Es més bien el efecto de un desfase entre una expectativa so- cialmente construida de protecciones y las capacidades efecti- vas de una sociedad dada para ponerlas en funcionamiento. u ROBERT CASTEL La insegutidad, en suma, es en buena medida el reverso de la medalla de una sociedad de seguridad. Tdealmente, ahora habria que volver a trazar la historia de la organizacién de estgs sistemas de protecciones y de sus transformaciones hasta el.momento ~es decir, hasta hoy- en. (gue su eficacia parece precasizada por la mayor complejidad di los riesgor que supuestemibate neutralizan, asi como por la aparicién de nuevos riesgos Y ‘de‘nuevas formas de sensibilidad los resgos. Programa que, evidentemente, no podré ser rea lizado aqui por completo. Nos conformaremos con esbozar es- te proceso a partir del momento en que la problematica de las protecciones se redefine alrededor de la figura del individuo Prodemo que vive la experiencia de su vulnerabilidad. Pero in~ Getiremos también en la diferencia entre los dos tipos de “co- berruras” que intentan neutralizar la inseguridad. Hay una problematica de las proteccionesciviles jurdicas que remite ela constitucién de un Estado de derecho y a los obstéculos expetimentados pura encaznaclot lo mic czrca posible de las Crigencias manifestadas por los individuos en su vida cotidie- tra. ¥ hay una problemética de las protecciones sociales que Temite a la consteuccién de un Estado social y a las dificulta~ ddes que surgen para que pueda asegurar al conjunto de los “dividnos contra los principales iesgos sociales. Esperamos gue la cuestiOn de ia inseguridad contemporénea pueda esclarecer- se si se consigue captar Ja neturaleza de los obstéculos que texisten en cada uno de los dos cjes de Ia problemética de las protecciones para realizar un programa de seguridad total y embién si se tora conciencia de la imposibilidad de hacer su Derponer por completo estos dos érdenes de protecciones. ‘Bntonces tal vez estemos en condiciones de comprender por qué es la propia economfa de las protecciones Ia que pr” Boce una frustraciOn sobre la situacién de la seguridad cuye texistencia es consuscancial a las sociedades que se constrayen INTRODUCCION Pn alrededor de la basqueda de la seguridad. Y ello por una do- ble razén. En primer lugar, porque los programas protectores jamas pueden cumplirse completamente y produeen decep- ibn y aun resentimicnto, Pero también porque su logro, aun- que relative, al dominar ciertos riesgos, hace emerger otros nuevos. Bs lo que sucede hoy en dia con la extraordinatia ex: plosin de esta nocién de riesgo. Tal exasperacién de la sensi- a losses mcs bien as clara que la seguridad jamas est dada, ni siquiera conquistada, porque la aspira- {én a estar possi se desplza como va eusory plates nuevas exigencias a medida que se van aleanzando sus ob ‘or snmrores, Aa, uns refi anaen de las protecciones cies sociales debe conducir igualmente a intezrogarse s0- x la proliferacién contempordnea de una aversiGn al riesgo que hace que el individuo contemporéneo nunca pueda sen- tirse totalmente seguro. Pues gaué nos protegeré ~dejando de i a bee © Ja muerte~ si para estar plenamente en paz hay ge poder dominar por complet todas Ie conrngeacia de _No chan, esta toma de conciencia de la dimensién pro- piamente infinita de la aspiracién a la segurid sociedades no debe conducix a cucsionar la icginidad dela biisqueda de protecciones. Todo lo contrario, es la etapa criti- ca necesaria que hay que atravesar para definir las acciones que hoy se requieren para hacer frente del rhodo més realista a las inseguridades: combatic los factores de disociacién so- cial que estén en la rafz canto de la inseguridad civil como de la inseguridad social, No conseguiremos la seguridad de estat liberados de todos los peligros, pero se podria ganar la opor- tunidad de habitar un mundo menos injusto y més humano. 2 ROBERT CASTEL. te, se entiende que los actuales cuestionamientos del Estado social referidos al debilitamiento, incluso al decrambe de los, colectivos debido a la vigorizacién poderosa de los procesos de individualizacién, puedan pagarse con un aumento masivo de la inseguridad sogial. Capitulo 3 EL AUMENTO DE LA INCERTIDUMBRE, Se puede interpretar globalmente la “gran transforma- cién” que afecta a nuestras sociedades occidentales desde hhace un cuarto de siglo més 0 menos como sna crisis de la modernidad organizada. Asi denomina Peter Wagner la cons- trucci6a de estas regulaciones colectivas que se habian desple~ ado desde fines del siglo XIX para superar la primera crisis de la modernidad, la de la “modernidad restringida”.! Como Jo hemos explicado, ésta habia fracasado en cumplir la gran promesa esgrimida por el liberalismo: aplicar al conjunto de la sociedad los principios de la autonomia del individuo y de la igualdad de derechos. Una sociedad no puede fundarse ex- clusivamente en un conjunto de relaciones contractuales entre individuos libres e iguales, pues entonces excluye a todos aquellos cuyas condiciones de existencia no pueden asegurar la independencia social necesaria para entrar en paridad en ‘un orden contractual, y en primer lugar a los trabajadores. “No todo es contractual en el contrato”, como lo vio tan bien 1. Peter Wagner, Liberté et discipline. Les den crises dela moderité, op. cit 4 ROBERT CASTEL Durkheim, testigo particularmente hicido de fines del siglo XIX de la quiebra de la modernidad liberal, y que fund6 la sociologta precisamente para dar respuestas a esa situacién: sociologia, o la toma de conciencia de la fuerza de los colecti- vos. La inscripei6n oa reinscripci6n de los individuos en el seno de sistemas de organizacién colectiva es la respuesta a los riesgos de disociacién s6pial que conlleva la modernidad, y la respuesta a la cuestién dé-Jas protecciones tal como se impone a partir de una-toma de conciencia de la impotencia de los principios del liberalismo para-fundar una sociedad es- table ¢ integrada. Esa respuesta pasa por la constitucién de los derechos sociales y por la implicacién creciente del Estado en un rol social, en la que el derecho y el Estado representan la instancia del colectivo por excelencia. Esta respuesta se despliega a lo largo del siglo XX, y pat cularmente después de la Segunda Guerra Mundial. Corre pa- ‘eja con el desarrollo del capitalismo industrial. El peso de la ‘gran empresa, la organizacién estandarizada del trabajo, la presencia de sindicatos poderosos, aseguran la preponderan- cia de estas formas de regulaciones colectivas. Los trabajado- res agrupados en grandes asociaciones y defendidos por ellas se pliegan a las exigencias del desarrollo del capitalismo in- dustrial, y en contrapartida se benefician de las protecciones extendidas sobre 1a base de condiciones de empleo estables. EI modelo de sociedad que se impone con la modemidad or- ganizada es el de un conjunto de grupos profesionales bomo- ‘géneos cuya dindmica esté administrada en el marco del Esta- do-nacién. Estos son los dos pilares sobre los cuales estin edificados los sistemas de protecciones colectivas -l Estado y las categorias socioprofesionales homogéneas-, que vienen resquebrajandose a partir de la década de 1970. EL AUMENTO DE LA INCERTIDUMBRE $5 Individualizacién y descolectivizacién En primer lugar mencionaremos el debilitamiento del Estado entendido como un Estado nacional-social, es deci, un Estado ‘capaz de garantizar un conjunto coherente de protecciones en el ‘mazco gcogréfico y simbélico de la nacién porque conserva el control de los principales pardmetros econémicos.? Ast puede equilibrar su desarrollo econémico y su desacrollo social con vistas al mantenimiento de la cohesin social. Es exactamente el espititu de las politicas keynesianas que instauran una circulari- dad entre estos dos registros en el marco de una planificacién bien tempetada para imponer cierto equilibrio entre la produc- cin (la oferta) nacional y la demanda nacional. A partir de comienzos de la década de 1970, con las exi- gencias crecientes de la construccién eusopea y de la mundiali- zacién de los intercambios, el Estado-nacién se revela cada vez menos capaz de desempefiar el papel de piloto de la economfa al servicio del mantenimiento del equilibrio social. El feacasu 2. Bata expresin de Estado nacionsl-socalevidentemeote no tiene nada en comén con el nacionalsocialismo fascist. Tal vex soa la mis adecuada pra calificar la polica de los principales Estados de Eoropa occidental des- pfs de ln Segunda Guerra Mundial. Bstos hen podido desarrolla, a través de Ins especificidades de las configaracionesnacionales, politica sociales de amplitad comparable: cads Estado, domicando su destrrolo econémico, podia desplgar medidas sociales homélogas a las de sas vecinos ya que est tas asignacianes de recursos nolo penalizabaa en el plano de I competencia internacional (por otea parte, puede agregarse que estas poltcas de los Es- tados-nacia europeos estaban facilitades por las relaciones de intercambio desiguales que su posicién dominante en el terreno internacional les pecmi- tia establecer con sus colonias, ex colonias y paises del Tercer Mundo}, $sieane Dalibar emplea esta expresién de Estado nacional-socal en el mist sentido, Véase “Entretien aver Etienne Balibae™, en Mouvement, n° 1, no= viembre-diciembre de 1998. a $6 ROBERT CASTEL dela estrategia de relanzamiento intentada por el gobierno so- cialista cuando llegé al poder en Francia en 1981 fae percibi- do como una demostracién de la incapacidad de los Estados- nacién para controlar el mercado. Para responder al desafio de le competencia itfernacional, el liderazgo pasa a la empre- sa, cuyas capacidades projucvas hay que mnimiar.ncon- secuencia, la apreciacién det papel de! Estado queda invertida. Este parece doblemente contraproductivo: por las sobrecargas ‘que le impone al trabajo para el financiamiento de las cargas sociales y por los limites legales que le plantea a la exigencia ‘ernacional a cualquier costo social. Por consiguients, el obje- tivo secd aumentar la rentabilidad del capital haciendo dismi- - innit el peso ejercido por los salarios y por las cazgas sociales, y reducir el impacto de les reglamentaciones generales geranti- 2adas por la ley sobre la estructuracién del trabajo. Paralelamente, asistimos a la erosién del segundo dique de contencién, complementario, que de alguna manera habia conseguido domesticar el mercado, a saber, la atencién de la defensa de los intereses de los asalariados a través de grandes formas de organizaciones colectivas. La “sociedad salasial” ‘que se impone después de la Segunda Guerra Mundial esta es- ‘ructurada alrededor de organizaciones de trabajadores repre- sentados por sindicatos y grupos profesionales que también conducen su politica en el plano nacional. Representan de he- cho el peso de grandes categorfas profesionales homogéneas que intervienen en la negociacién entre las “organizaciones sociales representativas” como actores colectivos. Esta repre- sentacién colectiva de los intereses del mundo del trabajo guarda sinergia con el modo de gestién de las burocracias ad- ministrativas que clasifican a las poblaciones en categorias homogéneas en funcién del empleo, de los escalafones salaria- les, de la jerarquta de las calificaciones, de la progresién de EL AUMENTO DELA INCERTIDUMBRE 7 Jas carreras... El “compromiso social” que ceracteriza los aiios de crecimiento es un equilibrio més o menos estable ne- gociado por rama y por profesién, fruro de acuerdos inter- profesionales entre sindicatos y asociaciones patconales bajo Ja égida del Estado. Existia una suerte de ciculo virtuoso en- tre las relaciones de trabajo estructuradas de modo colectivo, {a fuerza de los sindicatos de masas, la homogencidad de lag regulaciones del derecho laboral y fa forma generalista de las intervenciones del Estado que permitfa una administracién colectiva de la conflictividad social. Esta homogeneidad de las categorias profesionales, y més ‘en general de las instancias de regulaci6n colectivas, se ha vis- to profundamente cuestionada, El desempleo masivo y la pre- ‘carizaci6n de las relaciones laborales no afectan s6lo diferen- cialmente a las diversas categorias de trabajadores y golpean més duro la base de la jerarqufa salarial. Conllevan también inmensas disparidades intracategoriales, por ejemplo, entre dos obrezoe, pero también entre dos cjecutivos del mismo ni- vel de calificaci6n, uno de los cuales conservaré el puesto mientras que el otto serd golpeado por el desempleo.? La soli- daridad de los status profesionales tiende asi a transformarse en competencia entre ignales. En lugar de que todos los miembros de una mista categorfa estén unidos en torno de objetivos comunes que beneficiarian al conjunto del grupo, cada uno es impulsado a privilegiar su diferencia para mante. net o mejorar su propia sicuacién.4 3, Véase Jean-Paul Fiouss), Pi agliés, Pars, Seuil, 1997. forad. cas Buenos Aires, Manantial, 1997]. : ‘4. Véase Bric Maurin, égalité des possibles, Pacis, Seuil.a République ‘des Ides, 2002. re Rosanvallon, Le nowl ge dos iné- ‘wena e7a de ls detigualdades, 58 ROBERT CASTEL, Por lo tanto, cuando se habla actualmente de la reestructu- racién del mundo laboral y de la preponderancia que bay que otorgar al buen funcionamiento de las empresas para ser competitivo frente a los desafios que imponen la competencia exacerbada y la mundializacién de los intercambios, ya no se considera més la misma dindmica de las relaciones laborales como la més apta para asegurar el desarrollo econémico. In- cluso hasta se trataria de lo contrario, Una administracién fluida e individualizada del mundo del trabajo debe ceemmpla- zar su administraci6n colectiva sobre la base de sitaaciones estables de empleo. Con un poco de atraso se empieza a ad- vertir que lo que se juega a través de la mutaci6n del capita~ lismo que ha comenzado a producir sus efectos a principios de la década de 1970 es fandamentalmente la imposicién de tuna movilidad generalizada de las relaciones laborales, de las carreras profesionales y de las protecciones asociadas al esta~ tuto del empleo. Dinamica profenda gue es, simulténeamen- te, de descolectivizacién, de reindividualizacién y de aumento de Ia inseguridad, Actéa en varios planoc. En el nivel de la organizacién de la produccién primero in- tecviene lo que Ulrich Beck denomina la desestandarizacién del trabajo.5 La individualizacién de las tareas impone la mo- vilidad, la adaptabilidad, la disponibilidad de los operadores. Es la traducci6n técnica de la exigencia de flexibilidad, que sefiala el pasaje de las largas cadenas de operaciones esterco- tipadas efectuadas en un marco jerarquico por trabajadores intercambiables a la responsabilizacién de cada individuo 0 de pequefias unidades a las que les incumbe administcar por s{ mismas su produccién y asegurar su calidad. En altima ins- ‘5. Ukich Beck, The risk society, Londees, Sage Publications, 1992 (trad. cast La sociedad del riesgo, Barcelona, Pidés, 1998). EL AUMENTO DE LA INCERTIDUMBRE 2 tancia, el colectivo de trabajo puede ser completamente di- suelto y la erapresa puede eximirse de revnir a los trabajado- es en un mismo espacio, como sucede en la organizacién del trabajo en redes en las cuales los operadores se conectan du- rante el tiempo de la realizacién de un proyecto, se desconec- tan después, y hasta pueden volver a conectarse de otro modo en el marco de un nuevo proyecto.s En consecuencia, las propias trayectorias profesionales se ‘vuelven méviles. Una carrera se desarrolla cada vez menos en ‘el marco de una misma empresa, siguiendo etapas pautadas hasta Ia jubilaci6n. Se trata de la promoci6n de un modelo biogréfico (Ulrich Beck): cada individuo debe afrontar por su ‘cuenta Jas contingencias de su recortido profesional devenido discontinuo, debe hacer elecciones, emprender a tiempo las reconversiones necesarias. En time instancia, también se su- pone que el trabajador debe volverse empresario de sf mismo, “debe hacer su puesto en vez de ocuparlo y construir su ca~ rreta fuera de los esquemas lineales estandarizados de la em- presa fordista”.’ Por ende, se encuensra subreexpuesto y eit condicin vulnerable porque ya no esti sostenido por siste- ‘mas de regulaciones colectivas. Es cierto que no todas las tareas del trabajo ni todas las, trayectorias profesionales obedecen, y tampoco en la misma medida, a estos imperativos de movilidad. Estos son particu- Jarmente evidentes en los campos més avanzados de la orga- nizaci6n det trabajo enteramente dominados por las nuevas tecnologias (“nueva economia”, “net-economia”, “revolucion 6, Véase Lue Boltanski, Bve Chiapello, Le nouvel esprit di capitalism, Paste, Gallimard, 1999. 7, ierre-Michel Menges, Portrait de Partiste en travallur, Pats, Seal! La République des Yes, 2002. a ROBERT CASTEL informatica”, “trabajo inmaterial”, “capitalismo cognitivo”, etc,)# Pero se trata de los sectores mas dindmicos, y las exi- ‘gencias que ellos ejemplifican se han impuesto también, en tuna medida variable, en la mayorfa de los campos de la pro- duccién, Més que oponer-formas modernas y formas tradi cionales 0 arcaicas de organizacién del trabajo, hay que po- ner més bien el acento en Ja ‘unbigitedad profunda de este proceso de individualizacién-descélectivizacién que atraviesa las configuraciones més diferentes de la organizacién del tra- bajo y afecta, practicamente, a todas las categorias de opera- dores, desde el obrero no calificado hasta el creador de start ‘up, aunque bajo formas y en grados diversos.? ‘Resulta innegable que con esta individualizacién de las ta- reas y de las trayectorias profesionales asistimos también a una responsabilizacién de los agentes. Son ellos los que deben afrontar las situaciones, asumir el cambio, hacerse cargo de sf mismos. De alguna manera, “el operadar” esté liberado de las coerciones colectivas que podian ser aplastantes, como en el marco de la organizacién tayloriana del trabajo. Pero en cierto modo esté obligado a ser libre, se ke impone ser capaz de un buen desempeiio, 2 peser de estar en gran medida libra- do a si mismo. Pueé las obligaciones, evidentemente, no han desaparecido, e incluso tienden més bien a aumentar en un contexto de competencia exacerbada y bajo la amenaza per- manente del desempleo. 8, Véase Yann Moulier Boutang, “Capitalisme cognsi et nouvelles for- ses de codification du rapport sali, en C, Vercelone (die), Sommes- sous sorts du eapitaliome industriel, Pacis, La Dispute, 2003. ‘9, Bara un andliss de los efectos de estes transformaciones en el seno de un bastin clésico de la oxganizacién industrial, las fabricas Peugeot de So- chawx-Montbilierd, véase Stéphane Beaud y Miche Pialoux, Retour sur la «condition ousitre, Pats, Fayard, 1999. EL AUMENTO DE LA INCERTIDUMBRE a Pero no todos estén igualmente armados para afrontar es- tas exigencias. Algunas categorfas de trabajadores se benefi- cian sin duda con este aggiornamento individualista. Son los que maximizan sus oportunidades, desarrollan sus potencia- fidades, descubren en s{ mismos capacidades de emprendi- ‘miento que podian verse sofocadas por obligaciones burocré- ticas y por reglamentaciones rigidas, Esta es la parte de verdad que contienen las celebraciones neoliberales del espfti- tu de empresa, Entcafian, sin embargo, una omisién. Olvidan subrayar -lo cual constituye, no obstante, la constatacién so- iolégica més elemental~ que esta movilidad generalizada in- troduce nuevos clivajes en el mundo del trabajo y en el mmun- do social. Gon el cambio hay ganadores que pueden hacerse de oportunidades nuevas y realizarse a través de ellas en el plano profesional y en el plano personal. Pero también es- ‘tin todos aquellos que no pueden hacer frente a esta redistri- bucién de las cartas y se encuentran invalidados por la nueva coyuntura. Pero esta distribuci6a no se hace por casualidad. Amén de las diferencias de capacidades propias de los individuos en el 410, Aun ast es necesario relatviar el optimism del discus de los ad- sministradores empesasiales, La movilizacién de ls operadores los obi ‘menudo a sobreemplearse en sus tareas, averse invadidos por los imperati- ‘vos del trabsjo, incluso en sitsaciones extalaboraes,y puede, finalments, incluso traténdose de ejecutivos de alto nivel, agotarlos y desmotivarlos (véace la abundante bibliogratia anglosajona sobre el burn or. A pesar de 1a tendencia ale reduceion legal del tiempo de trabajo (ase la ley sobce Jas ‘reinta y cinco horas), parece que la intnsificaién de ls carga de trabajo es una caracteristca general dela reorganizacion contemporinea dela pro- or los desempleados, los trabajadores precarios y algunas extegorias de ‘obcecaey de empleados), véase Michel Paloux y Florence Weber, “La gau- che ees classes populaires. Rflexions sur on divorce”, en Mowvemerts, x? 23, septiembre-octabre de 2002, EL AUMENTO DE LA INGERTIDUMBRE o una parte del voto por la extrema izquierda, que en ausencia de una perspectiva crefble de transformacién global de la so- ciedad es también un voto de protesta, por no decir (zy por qué no?) un voto motivado por el resentimiento. Si bien hoy en dia es necesatio, salvo que se asuma el ries- g0 de una muerte social, jugar el juego del cambio, de la mo- vilided, de la adaptacién permanente, del reciclaje incesante, es evidente que algunas catcgorias sociales estén particular. mente mal pertrechadas para hacer frente a esta nueva reali- dad, y se puede agregar que ha habido muy poca preocupa- ‘in al respecto para ayudarlos (por ejemplo, la imposicién de la flexibilidad en las empresas rara ver. estuvo asociada con medidas de acompafiamiento eficaces que aseguraran la reconversién de los agentes). En consecuencia, en e! mejor de os casos, esos grupos constituirdn los peones de una econo- mia mundializada. En el peor de los casos, devenidos “inem- pleables”, sus miembros podrian ser condenados a sobrevivir en los intersticios de un universo social recompuesto sélo a partir de les exigencias de la eficiencia y del rendimiento, Y éste es un poderoso factor de aumento de Ia insegaridad, Si se puede hablar de un alza de la inseguridad en la actuali- dad, ¢s en gran medida porque existen franjas de la poblacién ya convencidas de que han sido dejadas en la banquina, impo- tentes para dominar su porvenir en un mundo cada vez mis cambiante, Por consiguiente, se puede comprender que los va~ lores que cultivan se hayan orientado més hacia el pasado que hacia ese faruro que asusta. El resentimiento no predispone a Ja generosidad ni empuje a asumir riesgos. Induce una actitud defensiva que rechaza la novedad, pero también el plutalismo y las diferencias. En las relaciones que mantienen con los otros ‘grupos sociales, mas que acoger la diversidad que presentan, estas categorfas sacrificadas buscan chivos emisarios que po- rian dar cuenta de su estado de abandono. | SSS 6 ROBERT CASTEL ‘Ya hemos observado que él poujadismo, entendido como tuna nocién genérica de la que el lepenismo presenta una ver~ sidn actualizade, efectnaba una proyeccién de la conflictivi- dad social sobre categorias muy préximas. Antes: envidia y desprecio del trabajador independiente respecto del asalaria~ do con un status que acapara las ventajas sociales, se roma vacaciones y espera tranqillamente la jubilaci6n, mientras que el pequeiio comerciante se levanta a las cinco de la mafia- na pata comprar los productos en el mercado central y traba~ ja hasta las nueve de la noche para venderios, Hoy: racismo rrespecto del inmigrante considerado menos competente pero més décil y que, dicen, puede ser preferido en la comperencia por el empleo, acumula las ayudas sociales que deberian estar reservadas a los franceses de rancio origen y se comporta en nuestra tierra como en un pals conquistado, cuando no es, més que un pardsito. Bl hecho de que estas representaciones sean falsas Jas mas de las veces no es lo que importa aqui. Es- dn extendidas y hoy tieweas us peso tal que no se las puede climinar con jnicios morales. Por otro lado, es incongrente pedirles a los grupos mas desfavorecidos que sean sus propios sociélogos y que elabo- zen ellos mismos la teoria de su situacién (al proletariado in- ‘dustrial del siglo XIX le levé mucho tiempo hacerlo, antes de constituizse en clase obrera). Se puede comprender perfects mente que una reaccién social tome el atajo mas corto y sal- tee largas cadenas de razonamientos que habria que desplegar para dar cuenta de todos los componentes de esta situacién, ‘que escapan a menudo incluso a los economistas prestigiosos y a los profesionales de las ciencias sociales. El resentimiento ‘como respuesta social al malestar social afecta a los grupos més prOximos, Es una reaccion de blanguitos [petits blancs), es decir, de categorias situadas en Ia base de la escala social, cllas mismas en situacién de privaci6n, en competencia con EL AUMENTO DELLA INCERTIDUMARE ° otros grupos tanto o més carenciados (como los blancos de! sur de Estados Unidos arruinados después de la Guerra de Se- ‘cesi6n y que se encontraron frente a los negros, tan pobres o més pobres que ellos, pero liberados). Buscan razones para comprender y otorgarse una superioridad a través del odio y el desprecio racistas. No podemos dejar de constatar que hoy en dia tambign nosotros tenemos nuestros blanguitos.!5 Asi se puede comprender el cardcver paradigmético del pro- bblema de los suburbios pobres en relaci6n con la temitica ac- tual de la inseguridad. Los “barrios sensibles” acumulan los principales factores causantes de inseguridad: fuertes tasas de desempleo, de empleos precarios y de actividades marginales, habitat degradado, urbanismo sin alma, promiscuidad entre ‘grupos de origen étnico diferente, presencia permanente de j6- [epee inerivos que pareen ex u intlided social, visi le prdcticas delictivas ligadas al trifico de dros reducidores, frecuencia de las “incivilidades”, de Beemes teusléu y de agicacton, y de conflictos con las “fuerzas del or- den”, etc, La inseguridad social y la inseguridad civil se super- ponen aqui y se alimentan reciprocamente. Pero sobre la base de estas constataciones que no tienen nada de idiico, a diabo- lizacién de la cuestién de los suburbios pobres, y particular- mente la estigmatizacién de los jévenes de esos suburbios a la 15. No queria que et califccin de lanquco",quepeende ce abi como ade "posit, etenda nor como ssl de despeco por agulos qe aracteiade ete todo. Ea print ga, por uses rescionesexpresn su desvosigo te + una stein que no sligeron y de le que no sa lo prieroeesponsbles adem, pores Jos pabres na senen el monopolio det raciamo de clase. Por ejemplo, es un ‘etd aio de late que a bares Ben pest: dl siglo XK all respect de ess “nuevo bitbatcr” que eecsnaan prs ells Jon poets de coments dea indusiahzsclon Pa ROBERT CASTEL cual se asiste hoy en dia, tiene que ver con un proceso de des- plazamiento de la conflictividad social que podrfa representar perfectamente un dato permanente dela problematica de la in- seguridad, La gscenificacién de la situacién de los suburbios Pobres como abscesos donde estd fijada Ja inseguridad, a la coal colaboran el pader politico, los medios y una amplia par- te de la opinién piblica, es de alguna manera el retorno de las clases peligrosas, es decitia cristalizacién en grupos particula- res, situados en los margenes, de todas las amenazas que en- ‘trafia en sf una sociedad. Bl proletariado industrial desempefid ese col en el siglo XIX: clases trabajadoras, clases peligrosas. Es que en aquella época los proletatios, aunque en su mayoria trabajaran, no estaban inscriptos en las formas estables del empleo, ¢ importaban hacia le periferia de las ciudades indus- tiales una cultura de origen rural descontextualizada, percil a por los habitantes ucbanos como una inculturas vivian en la precariedad permanente del trabajo y del habitat, condiciones poco propicias para cstablecer sclaciones familiares estables y desarrollar costumbres respetables. Como sefialé Auguste Comte, es0s proletarios “acampan en el seno de la sociedad ‘occidental sin estar calificados para ella, sin encajar en ella”.16 ¢Acaso no podria aplicarse esva f6rmula a las poblaciones de 16, Auguste Comte, Systime de politique positive, edicién de 1929, Pa vis, pig. 411. Antes, los vagabandoe babian tenido le misma fancién de “clase peligrosa”, en Ia que se cristalizaba el sentimiento de insegucidad pror plo de las cociedades preindustiales. Ocraslscraciéa del tipo privilegiado. de relacién que mantiene una sociedad con sus mérgenety que podia rem ‘ica un rasgo antropol6gico permanente: el enemigo del interior ext situa. o en Ia peciferin del exeepo social, en exos grupos que soa como extranje- ‘os porque a menudo vienen de otra parte, porque no parecen compartir la

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