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Tratamiento Penitenciario y Reinserción Social

Tratamiento Penitenciario y Reinserción Social

Ponencia Viii Congreso Internacional de Ciencias Penales

Autor : Ulises Casas Jerez [casasulises@hotmail.com]

Fecha : 2007-06-01

I.-GENERALIDADES

Para entender lo que significa el tratamiento penitenciario al infractor de la norma penal, es


fundamental tener un concepto muy bien definido tanto sobre el delito, como a cerca del actor de
la conducta a penalizar; en efecto, se ha de conocer la esencia del medio dentro del cual se
comete el acto punible y las circunstancias en las cuales se desenvuelve tanto material como
social y culturalmente el individuo que infringe la norma penal. Es ahí, dentro de este cuadro
material, social, político y cultural de donde surgen las diversas escuelas que tratan sobre el delito
y su protagonista; sobre ello es que se define el tratamiento que se debe dar por parte del Estado;
es el Estado el encargado de resolver la relación del infractor de la norma que protege a la
sociedad y al individuo porque esa es su función: regular las relaciones sociales de quienes
integran la Nación o Estado y éste o aquella se expresan a través de los gobiernos, constituidos
por individuos concretos que representan intereses económicos, sociales, políticos, culturales
reales.

Por lo anterior podemos afirmar que el Derecho Penal es una integralidad compuesta por la
sociedad, el individuo que infringe las normas y el tratamiento que se le da, a ese individuo, a
causa de la conducta violatoria de un derecho, expresado en la norma que lo tipifica como
conducta o acto penalizable.

Para poder entender a fondo esa integralidad compuesta por la sociedad, el individuo y el
tratamiento que se ha de dar a éste a causa de su conducta violatoria de la norma social, es
fundamental tener claro qué es la sociedad, qué el Estado y qué los individuos que la componen.
Al mismo tiempo el carácter de los gobiernos de esos Estados. Y dentro del concepto de esos
fenómenos que son históricos, es decir, evolutivos, temporales, entender las manifestaciones
filosóficas, ideológicas, económicas, políticas y culturales dominantes en cada una de las
sociedades que conforman el conglomerado humano de nuestro planeta.

Es por esto que cualquier tema sobre el Derecho Penal, y sobre el Derecho en general, es muy
complejo y ha de definirse a fondo para poderlo comprender en forma objetiva y científica, en
consecuencia. Las supraestructuras jurídicas son el fundamento esencial de las relaciones sociales
de cualquier comunidad humana. A la vez, ellas son la expresión de cada momento histórico por
el cual evoluciona la Sociedad.

Para quienes consideramos el Derecho Penal como una supraestructura de la sociedad, la


penalización no es otra cosa que una de las manifestaciones de los intereses de clase, la expresión
jurídica de clase, de la clase dominante. Muchos estudiosos de este tema lo han dicho ya en
numerosas ocasiones y de hace mucho tiempo atrás. Luis Jimenez de Asúa en su obra Derecho
Penal Soviético ( tipográfica Editora Argentina- Buenos Aires- 1947), escribe:

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El derecho penal vigente seguirá siendo expiacionista e inútil para resocializar al hombre
delincuente, mientras no se suprima el Estado de hoy y se alcance otro tipo de organización
social ( pag. 17- obra citada). Y agrega el ilustre penalista exiliado por la represión del régimen
franquista español de 1936: En la de ahora ( la sociedad - precisamos), quiérase o no, el
Derecho punitivo, al ejercer la defensa social, ejerce la defensa de clase, de la clase dominante
es decir, de la burguesía y del capitalismo. De un modo general, ya han señalado Iherig,
Gumplowicz y Stein, que el Derecho tutela los intereses de la clase que impera. En estricta
alusión al Derecho punitivo dijo ya Bovio, en el discurso pronunciado el 4 de junio de 1888 en la
Cámara de Diputados de Italia, al discutirse el Proyecto de Código penal de Zanardelli, que el
Código penal, lejos de constituir defensa social, era la defensa de la clase dominante….

Diversos tratadistas del Derecho Penal coinciden en atribuir la penalidad a la conservación


del Estado de la clase dominante del momento histórico correspondiente.

Dentro de este marco general, en el cual ubicamos nuestro criterio, es que podemos
profundizar sobre el tema: tratamiento penitenciario y reinserción social.

II.-PENAS O SANCIONES, CORRECCION O REINSERCION

1.- Naturaleza del delito.-

Consideramos que el delito es una conducta violatoria de una norma que la autoridad de una
Nación o Estado ha dictado en función de regular las relaciones sociales que se dan dentro de la
comunidad que pertenece a ese ente político histórico.

Dentro de esta definición, quien infringe esa norma es un individuo perteneciente a esa
comunidad y, como individuo, posee características propias que han de ser conocidas por el ente
o entes encargados tanto de legislar como de juzgar esa conducta violatoria de la norma.

Dentro de este panorama institucional es que surgen las escuelas que califican el acto
realizado por quien rompe la normatividad:

a.- La corriente filosófica idealista.-

Quienes consideran que es la voluntad del individuo la que determina su conducta, al margen
de cualquier otro factor, afirman que quien incurre en la violación de la norma legal ha de ser
sancionado, penalizado; a quien viola la norma se le ha de castigar. Se le castiga porque su acto
es el producto de su libre albedrío. La teoría de la libertad en el actual concepto o libre albedrío
es el sustento ideológico de estas corrientes penales. En esta dirección penalizante surgen
innumerables formas de castigo desde el menos violento hasta el de la muerte. Porque de acuerdo
a criterio de un famoso personaje, Lombroso, hay individuos que nacen con características
genéticas delincuentes; en estas circunstancias, a estos hay que ejecutar debido a que no es
posible su corrección. Con el desarrollo de la genética, podríamos pensar en cambiarles sus genes
para dar solución a lo que Lombroso no encontraba como tal. La pena, como castigo, pretende
ejemplarizar a fin de intimidar a quien piense siquiera cometer una falta punible. La pena, el
castigo, tienen un carácter intimidatorio fundamentalmente; a la manera del castigo divino por el
pecado, las tesis idealistas lo hacen con el castigo de la autoridad terrenal; entre otras cosas, esta
clase de autoridad no es otra cosa que una delegación de la autoridad divina, consagrada en las
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monarquías teocráticas que reciben del Papa su legitimidad. Dentro de esta corriente hay muchas
posiciones al respecto que no consideramos necesario enumerar.

b.- La corriente filosófica materialista

El materialismo filosófico, como corriente filosófica contraria a la idealista antes referida,


considera que la conducta del individuo es un efecto y no una causa; todo fenómeno tanto
universal, como natural, como social e individual, obedece a una o varias causas. No hay
fenómeno que no posea causa; a la vez, el efecto se convierte en causa y así sucesivamente en un
proceso dialéctico continuo. Las categorías de causa y efecto, como todas las categorías
filosóficas del materialismo dialéctico, se encuentran en todos los fenómenos y, por lo tanto, en la
sociedad y en el individuo.

Así, pues, la conducta violatoria de una norma social, llevada a cabo por un individuo,
obedece a una causa. Qué causa ocasionó esa conducta es lo que debe ser motivo de estudio a
profundidad por el encargado de juzgar a su violador. Dentro de la tendencia filosófica del
Positivismo Jurídico, es el medio económico, social, cultural dentro del cual se encuentra el
violador, la causa de su conducta. Entonces, dentro de la lógica formal, es necesario cambiar ese
medio en la perspectiva de evitar la violación de las normas que regulan las relaciones de los
asociados.

Importantes pensadores y estudiosos del Derecho Penal han incursionado en los espacios del
Positivismo Jurídico pero el más conocido es el italiano Enrique Ferri porque a su discurso
jurídico agregó el elemento político del socialismo.

Sin embargo, el positivismo jurídico incurrió en otro criterio respecto al delincuente,


considerando que el delito es un fenómeno natural. Al respecto, el jurista Luis Carlos Pérez, de
Colombia afirma: Por lo mismo, la criminología no puede suscribir la formulación positivista de
que el delito es la resultante de causas naturales, en el sentido de que numerosos contingentes de
infractores están determinados preferentemente por las condiciones atmosféricas ( clima), o
influidos por las variantes meteorológicas y hasta por los mensajes del cosmos; ni menos en el
sentido de que el delito es una manifestación espontánea, un resultado o vicio social inevitable,
hasta el extremo de que forma parte de la naturaleza de los conglomerados humanos… ( Tratado
de Derecho Penal- Editorial Temis- Bogotá 1957 pag. 23).

Entonces surge la ciencia de la Criminología como el estudio del crimen y con ello se da una
revolución en el Derecho Penal porque, a la vez, aparecen otras ramas del conocimiento al
respecto como la Sociología criminal la Antropología criminal, la Psicología criminal, la
Psicopatología criminal y similares ramas del conocimiento dentro de las cuales podemos
profundizar en la esencia del crimen, en el real contenido de lo que significa el fenómeno
delincuencial.

El Positivismo Jurídico, una manifestación de la corriente filosófica idealista con ropaje


materialista, es la expresión de una clase social que accede al poder político derribando de éste a
otra clase social dominante, la feudal monárquica, en un momento determinado de la Historia: la
burguesía capitalista irrumpe a la Historia como clase social que responde al desarrollo de las
fuerzas productivas que ya son de carácter mercantil y capitalista; esta nueva clase se expresa, en
su nacimiento, como materialista, filosóficamente.
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Dentro del capitalismo se genera otra clase social concreta: los obreros y, a su alrededor,
sectores sociales que no siendo obreros tampoco son capitalistas; son los sectores populares
marginados de la producción propiamente dicha.

La aparición de estos nuevos sectores sociales en la sociedad capitalista moderna, genera otra
corriente filosófica que explica los fenómenos no solo universales sino naturales, sociales e
individuales.

c.- La Filosofía Materialista dialéctica.

Mientras el Positivismo Jurídico, en su corriente política, particularmente la socialista, afirma


que la respuesta a la violación de la norma implica cambiar el medio que la propició, no va al
fondo del carácter de ese medio porque con ello tendría que cambiar la estructura económica de
la sociedad capitalista de la cual es una de sus expresiones ideológicas; esto conduciría a otra
clase de sociedad en la cual la burguesía capitalista tendría que dejar el poder que representa sus
intereses económicos. Esto no se puede hacer en forma mecánica y toda la expresión filosófica,
económica, social, política y cultural de la burguesía es materialista, pero de carácter mecanicista.
Por ello, la respuesta a la violación de la norma también es mecánica, lo que quiere decir que es
de reformas y esas reformas no eliminan la esencia de la causa de la violación de la norma.

Dentro de este campo, ya político, aparecen obras como la de Luciano Deslini`eres en Francia
como Proyecto de Código socialista. Deslini`eres, afirma que en el socialismo disminuirá
notablemente el delito y se aplicará a sus actores medidas muy diferentes a las vigentes;
Deslini`eres, sostiene: El derecho criminal socialista tiene por base el gran principio científico
moderno: la irresponsabilidad. Nuestros criminalistas burgueses, que consideraron con piedad
la ignorancia bárbara de los jueces de la Edad Media, condenaban a muerte a los animales, no
parecen comprender, en su serena inconsciencia, que cometen monstruosidades de la misma
naturaleza cuando proclaman la responsabilidad total o atenuada, de un ser humano, fuera del
caso de locura, nítidamente caracterizada ( Luis Jimenez de Asúa- obra citada pag. 24).

Desde el punto de la filosofía materialista dialéctica, todo fenómeno tiene una causa; en
consecuencia, el crimen, el delito, poseen una causa. Determinar esa causa es esencial a efecto de
juzgar a su autor. Esto nos lleva a sostener que el determinismo es una ley en el universo de los
fenómenos y en el caso del delito no puede ser excepción. Pero es fundamental no confundir el
determinismo con el fatalismo; éste posee carácter idealista, esotérico y hasta místico. El
determinismo significa que el fenómeno tiene una causa y, como tal, que se produce en forma
necesaria dadas las condiciones que le anteceden. En este orden de interpretación, el delito es la
conjunción o resultado de una gran diversidad de condiciones o fenómenos, naturales, materiales,
biológicos, económicos, sociales, culturales, etc. Es esencial tener presente este sustrato sobre el
cual se produce el delito para poder emprender el tratamiento que se ha de dar a su protagonista o
actor.

III.-TRATAMIENTO

Dentro de esta panorámica, quienes consideramos que la corriente materialista dialéctica es el


método científico para conocer los fenómenos de todo orden, en consecuencia los sociales e
individuales, afirmamos que el tratamiento a quien viola la norma que regula las relaciones
sociales debe tener en cuenta el medio económico, social, ideológico, político y cultural dentro
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del cual vive el infractor; a la vez, éste posee características tanto genéticas como fenotípicas que
se han de estudiar profundamente a efecto de conocer la esencia de su conducta individual. Es
aquí en donde entra a jugar papel fundamental la criminología y otras ramas similares o
complementarias. Medio material y social del infractor, por una parte, y carácter genético, físico
u orgánico, psicológico y cultural, forman una unidad dialéctica que ha de tener tanto el
legislador al dictar la norma sustantiva y la procedimental, como el juzgador al concretar la
tipificación de la infracción y el tratamiento al actor.

Para poder llevar a cabo este estudio, el legislador y el juzgador han de poseer una
preparación excepcional pero, a la vez, poseer un concepto filosófico y éste tiene que ser
materialista dialéctico. Esto es casi imposible en la sociedad capitalista actual. Primero porque la
filosofía materialista dialéctica no se enseña a fondo en la Academia que forma a legisladores y
jueces y segundo, porque la inmensa mayoría, podríamos afirmar que todo individuo de la
sociedad actual, es idealista y, algo más, creyente real o formalmente.

Los materialistas dialécticos, filosóficamente hablando, somos muy contados y nunca


podríamos acceder a las instancias del poder judicial. En este momento la legislación está en
manos de parlamentos constituidos por gentes sin preparación filosófica ni jurídica.

Los legisladores actuales podrán tener una preparación legal, jurídica; también elementos de
psicología, psiquiatría, criminalista, etc., pero esto no es fundamental en la comprensión de la
conducta del infractor. Ya la misma denominación que se le da al infractor de delincuente es
peyorativo, discriminatorio y penalizante.

Actualmente, ni siquiera el positivismo jurídico nutre las normas vigentes; estas responden al
pragmatismo de una legislación de carácter internacional que está siendo unificada como
respuesta a la globalización de la economía y, por consiguiente, a la homogeneización de la
supraestructura de las diversas sociedades que habitan el planeta. El derecho anglosajón vigente
en la gran potencia mundial, los Estados Unidos de Norteamérica, se extiende y unifica las
diversas legislaciones del mundo capitalista. De ahí que el derecho penal actual sea una norma
negociable, como es negociable todo lo existente en la sociedad capitalista. El infractor posee una
serie de derechos mediante los cuales puede negociar su sanción, condena o pena. El modo de
producción capitalista posee como esencia la mercancía; la mercancía es un producto para la
venta que el humano genera para su subsistencia pero que dentro del proceso evolutivo de la
estructura económica se convierte en centro de su vida tanto para el capitalista, como para el
obrero o cualquiera de los asociados. Entonces, no es extraño que la sanción o pena a imponer al
infractor, sea objeto de compraventa, de negociación.

Es así como entendemos los materialistas dialécticos el estado actual del Derecho Penal y de
su rama penitenciaria.

La experiencia socialista en el campo del Derecho Penal no fue afortunada; aunque el


principio determinista fue el fundamento de la pena y su corrección, todo el proceso estuvo
influenciado por lo político y prioritariamente por lo partidista. El Código de 1926 sustenta sus
principios en el determinismo y niega el libre albedrío que tiene vigencia en la legislación
universal. Los principios de la defensa social y el estado peligroso son la base teórica del derecho
penal soviético ( Jimenez de Asúa- Derecho Penal Soviético- tipográfica editora argentina- 1947
pag. 87). El artículo 1º dice: La legislación penal de la R.S.F.S.R. tiene por misión la defensa del
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Estado socialista de obreros y campesinos y del orden jurídico establecido en él contra las
acciones socialmente peligrosas ( delitos), mediante la aplicación a sus autores de las medidas
de defensa social indicadas en el presente Código ( Obra citada).

En estas condiciones el delito adquiere otro carácter, muy diferente al que posee en el resto de
legislaciones del mundo jurídico de ese momento. Más aún, establece el principio de oportunidad
que hoy está en discusión en algunos países y que es definido en el art. 6º del referido Código así:
No se considerará como delito el hecho que, a pesar de reunir formalmente las características de
uno de los artículos de la Parte especial de este Código, careciere de peligrosidad a causa de su
insignificancia claramente perceptible y de la falta de consecuencias dañosas

Consecuente con estos principios no hay penas en la legislación soviética. Jiménez de Asúa,
en la obra citada refiere; En primer término, nos dice Pasche-Osersky en su penetrante obra, que
en Rusia no hay propiamente penas ni establecimientos penales, sino intervención de corrección
por el trabajo y de ilustración cultural, conseguida por medio de sanciones en libertad o de
establecimientos de corrección por el trabajo, en los que el tratamiento no puede ejercerse con
sufrimientos físico, perjuicios para la salud o relajamiento de la dignidad humana de los
interesados. ( Idem pag. 144).

Sin embargo de los principios, de la teoría, la práctica de legislación soviética nunca la aplicó
y la represión estuvo sustancialmente impregnada por lo político y lo partidista. En esta forma,
podemos afirmar que el tratamiento al infractor depende de los regímenes políticos imperantes
por cuanto es la estructura material, económica de la sociedad la que determina los principios
jurídicos.

En efecto, se dictó un Código del Trabajo Correccional de la R.S.F.S.R., transcrito en la obra


de Jiménez de Asúa, teniendo en cuenta la obra de Pablo Balsells titulada Cárceles soviéticas; a él
hace referencia y lo transcribe textualmente. ( obra citada pag. 295).

Ese Código en su artículo 1º establece:

Los problemas de la política penal del proletariado, en el período de transición del


capitalismo al comunismo son: defender la dictadura del proletariado y, especialmente, la
edificación socialista, de los atentados de los enemigos de clase y de las infracciones cometidas
tanto por elementos pertenecientes a otras clases, como por parte de los trabajadores indecisos.

Como consecuencia del principio general del anterior artículo, el artículo 2º consigna:

De conformidad con lo expuesto en el artículo anterior, la política del trabajo correccional


persigue los fines siguientes:

a. Situar a los condenados en condiciones tales que obstaculicen la posibilidad de realizar acciones
que causen daño a la edificación socialista.

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b. Reeducarlos y adaptarlos a las condiciones de la comunidad de trabajadores, dirigiendo su


actividad a fines de utilidad social y organizar su trabajo en principios que tiendan a la
transformación progresiva del trabajo forzoso en voluntario, fundándose en la emulación
socialista y udarnica..

Sin embargo, la experiencia socialista en este campo y en lo general, como política de Estado,
no se pudo realizar y todo sucumbe con el derrumbe del régimen soviético a finales de la década
del 80 y comienzos del 90 del siglo pasado; esta situación es conocida por todos.

En el tratamiento al infractor se incurrió en llevarlo a cabo con criterios políticos y partidistas


pervirtiendo el principio científico que se venía proponiendo por los tratadistas de estos temas.
Un régimen en construcción tiende a suplantar la norma que viene rigiendo por órdenes
arbitrarias que obedecen a el interés inmediato de carácter político y partidista; en el caso de los
regímenes que trataron de llevar la sociedad a un socialismo de dictadura de clase. El tiempo se
encargó de establecer su falencia ideológica.

Lo que podríamos proponer, en forma relativa y en las condiciones actuales de las estructuras
económicas, sociales, políticos y culturales de las sociedades que existen, es un tratamiento que
respete la dignidad del infractor y un espacio dentro del cual, estando en los establecimientos
contemplados para el caso, pueda llevar a cabo una actividad productiva que le permita realizar
sus condiciones individuales y sociales. No hay posibilidad de un tratamiento sustentado en los
principios filosóficos e ideológicos de la filosofía materialista dialéctica. En este sentido vamos a
tratar el siguiente capítulo de la reinserción social.

IV.-REINSERCION SOCIAL

Si seguimos la orientación anterior en lo que se refiere a nuestro criterio sobre la infracción


de la norma, la reinserción social es imposible, en lo general, dentro de las condiciones
materiales, sociales y culturales de la actual sociedad humana bajo el modo de producción
capitalista; esto porque la estructura económica, social, ideológica, política y cultural que dio
origen a la violación de la norma no desaparece; en consecuencia el infractor pagará su pena, la
sanción, y al volver al medio dentro del cual cometió la falta, se encontrará bajo el peso de las
mismas condiciones que la produjeron y, muy posiblemente, volverá a delinquir. Aquí no hay
salida real. Es posible que muchos infractores no vuelvan a incurrir en conductas penales pero, en
lo general, el delito no ha desaparecido y, por el contrario, se ha incrementado y diversificado;
incluso, obedeciendo a la tendencia capitalista de la asociación, ha aparecido y se fortalece la
delincuencia organizada; así como hay asociaciones sociales en el terreno de la economía como
lo son las compañías industriales, comerciales, financieras, agrícolas y ganaderas, también hay
asociaciones para delinquir y la norma ha tipificado penalmente esa figura: Asociación para
delinquir; en esta clase de asociaciones encontramos toda una diversidad de individuos, desde los
de más bajo rango económico y social hasta los de las posiciones más elevadas de la sociedad
capitalista.

En este momento presenciamos un nuevo fenómeno en el terreno de la infracción penal; es la


tipificación de actos, que si tomamos los mediados del siglo pasado, no existían; se trata del
narcotráfico y del terrorismo.

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Por tratarse de delitos generados en nuevos espacios de la delincuencia, hablar de reinserción


en estos casos exige determinar el carácter de los mismos.

En lo que se refiere al narcotráfico, es imposible hablar de reinserción de los grandes capos;


en efecto es muy improbable que esa clase de individuos piensen en volver a una vida en la cual
se ha de trabajar en forma lícita para obtener la subsistencia sin delinquir o sin seguir ejerciendo
la actividad delincuencial por la cual se encuentran detenidos o penalizados ya sea directa o
indirectamente. Esta clase de infractores de las leyes que penalizan esa actividad, generalmente
provienen de sectores sociales de bajo nivel económico, social, político y cultural; su
enriquecimiento los lleva a considerarse por encima del común e incluso de la misma clase
dominante de sus respectivos países. Su bajo nivel cultural los hace peligrosos socialmente e
inclusive amenazan el poder político de la clase dominante enfrentándose a ella en forma
violenta.

En cuanto al terrorismo, actualmente ha adquirido visos de delito político y la discusión es,


entonces, si realmente constituye delito político o no. Si lo primero es inútil hablar de reinserción,
y si lo segundo, se estaría dentro del delito común que podría permitir el intento de dar un
tratamiento especial a sus protagonistas, ahí sí reinsertándolos pero en proyectos económicos y
sociales que correspondan a su nivel ideológico y político.

Pensamos que tratar el tema de reinserción es posible pero para infractores que no posean el
carácter de dirigentes en las áreas de la delincuencia organizada, la del narcotráfico y el
terrorismo; en cuanto a esos dirigentes, el tratamiento, dentro de las condiciones actuales, es
imposible proponer la reinserción; esa figura, como resultado de un tratamiento al infractor, es
muy poco posible. Pretender una reinserción social, en este momento, para el mundo de la
delincuencia, debe hacerse sobre un análisis profundo de las condiciones económicas, sociales,
políticas y culturales que la sociedad actual posee. Para llegar a la esencia de estas condiciones es
sustancial hacerlo a través del método científico del materialismo dialéctico. Y para lograrlo es
necesario establecer una cátedra de filosofía materialista dialéctica en la Academia tanto en los
espacios del Derecho como de las demás disciplinas sociales.

Lo que sí viene siendo una medida, relativamente positiva, al menos en Colombia, es la


constitución de entes productivos de carácter cooperativo o asociativo en las cárceles; mediante el
trabajo en esta modalidad asociativa posibilita que el penado produzca no solo para sí mismo sino
para su familia que ha quedado desamparada. A esta actividad productiva se ha vinculado la
empresa privada y esto ha servido mucho a la rehabilitación y posterior reinserción del infractor a
su medio económico y social. Sin embargo, insistimos, si una vez libre no encuentra trabajo, sus
condiciones vuelven a presentarse muy difíciles y la posibilidad de infringir la norma amenaza
con la reincidencia.

V.-LA TRASCENDENCIA

No podríamos limitarnos a hacer el análisis y la crítica del derecho penal y penitenciario y la


normatividad vigente; como pensadores de carácter materialista y dialéctico, hemos elaborado la
tesis del COLECTIVISMO ECONOMICO CONSCIENTE.

Esta tesis es, a la vez, una práctica sustentada en el siguiente concepto que tenemos del
capitalismo:
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El capitalismo es un modo de producción histórico, es decir, temporal en el desarrollo de la


sociedad; en esta perspectiva contiene los elementos del modo de producción que viene a
sucederle. En el capitalismo se dan los gérmenes de nuevas estructuras económico-sociales. El
Colectivismo Económico Consciente, es la trascendencia de todo ese acumulado en la formación
de otro modo de producción y nuevas relaciones sociales de elevado nivel humanista.

Quienes en forma consecuente con esta tesis hemos conformado estructuras de ese tipo en la
práctica y vivimos en esa clase de estructura alternativa al capitalismo dominante, consideramos
que el individuo que vive en ella no entra al terreno de la infracción de la norma social; las
estructuras colectivistas, o de economía solidaria, cambian el medio económico, social,
ideológico, político y cultural vigente capitalista dentro del cual se incuba la posibilidad de la
infracción a la norma social. En consecuencia, el delito no se produce en ellas y con ello se pasa a
otra clase de sociedad, dentro de la misma sociedad capitalista. Así como dentro de la sociedad
feudal se fue incubando la sociedad mercantil y capitalista, consideramos y así lo practicamos,
que es posible ir formando la sociedad colectivista del futuro en donde la conducta infractora de
la norma desaparece porque desaparece su substrato material, social, ideológico, político y
cultural que la hace posible e incluso necesaria.

Las estructuras económicas, materiales, sociales y culturales de carácter colectivista se


desarrollan al margen, aunque dentro de los espacios del capitalismo; esto conlleva a establecer
espacios dentro de los cuales el delito desaparece porque el principio sobre el cual se sustentan
esas nuevas estructuras, es el de la honestidad, la honradez y la solidaridad. Quienes realmente
vivan bajo estos principios no pueden infringir normas de convivencia social y son esas normas
las que son objeto de violación en la sociedad actual y en las sociedades de propiedad privada
sobre los medios de producción, las que han sucedido a la comunidad primitiva.

Esto fue lo que pretendieron los teóricos del socialismo científico, pero que los comunistas en
el poder no llevaron a cabo por su imposibilidad material e ideológica; ellos no pudieron
trascender la ideología individualista de propietario generada por el modo de producción
capitalista aunque afirmaran construir el socialismo. Pero esto es materia de otra discusión.

Con esta breve y sintética exposición considero participar en este VIII Congreso de ciencias
penales. Un estudio de mayor profundidad ha de ser un propósito importante en la perspectiva de
aportar mayores elementos a este tema tan importante en este momento de crisis económica,
social, ideológica, política y cultural por la cual atraviesa la Humanidad.

Participante.- Jorge Ulises Casas Jerez

Profesión: Abogado Externado de Colombia

Especialización: ciencias penales y penitenciarias.- Universidad Nacional de Colombia

Director actual de la Escuela Ideológica de Filosofía, Historia y Economía Política- Entidad


de educación informal. www.escuelaideologica.org

Bogotá- Colombia Calle 15 A No. 1 B-66 piso 3º Telf. 3421497

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