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peregrinación.
Italia
El paisaje se borra
en el negro del túnel
y aparece el enigma
familiar de un rostro.
………….
La velocidad
aclara las acacias
y transparenta
el bosque lejano.
………….
En el patio trasero,
sin pudor,
se ofrece
la acidia
de una vida extraña.
Billete de ida y vuelta
En el viaje de ida,
el barrio de casas bajas,
paralelo a la vía
aparece como un lugar
donde el aluvión de la desesperanza
hizo trinchera
en la tienda de ultramarinos,
en la mujer que arrastra
el carrito de la compra.
En el viaje de regreso,
el tren lleva tanto retraso
que le obligan a detenerse
largos minutos
en minúsculas estaciones
para no entorpecer la marcha
de los convoyes puntuales.
El barrio está desierto
y convierte en ademán de su dignidad
y su transparencia
la trinchera tras la que aguarda
la noche inminente.
Territorios del abandono
En el segundo piso
de un caserón de enormes ventanas
y paredes desconchadas,
sobre el restaurante que atrae a los turistas
con un papagayo cínico,
asoma la cabeza blanca, revuelta,
de una anciana solitaria
que aguarda su disolución en la noche.
Suyo es el brillo de toda la desconfianza.
Al salir de la ciudad,
nos perdemos arrastrados
por carreteras de dirección confusa
y nombres desconocidos y semejantes.
Si insistimos
caemos en seguida
en el hartazgo.
Harry Thompson,
negro de Pittsbourgh,
apareció dos veces en televisión
con la Bronx Concert Singers,
cantando el Mesías de Haendel.
Esta mañana actúa,
de blanco impoluto
hasta el cuello abrochado,
acompañado sólo de un pianista.
El oratorio del siglo XI,
ni artístico ni espacioso,
acoge poco más de veinte personas,
casi todos turistas sorprendidos
en la mañana
por un concierto
cuyo programa en fotocopias
parece ser el único reclamo.
Harry Thompson
tiene una voz profunda y vibrante,
estremecida, cerúlea
bajo la luz de las bombillas
de bajo consumo
que iluminan el oratorio.
La tierra prometida
Venimos de un lugar
donde las laderas arañan la mirada.
Hemos contemplado en tantas ocasiones
alturas de granito,
frondosas riberas de alisos,
dehesas y sembrados.
Y ahora miramos con desconfianza asombrada
las ondulaciones como caricias,
la geometría de las vides
y los campos dorados,
la línea puntiaguda de los cipreses,
las lomas de olivos,
la lejanía de los robles,
todo oferente,
al alcance del deslumbramiento.
Quizá no sea más que otro paisaje,
otro yacimiento geológico del tiempo.
Y, pese a todo,
su nombre revela
las coordenadas de la tierra prometida.
Concierto popular
de nuestra presencia.
Visitamos iglesias. Recorremos museos llenos de cua-
dros de tema religioso. Peregrinamos de ciudad en
ciudad y repetimos nuestros pasos una y otra vez. No
sé si es el modo en que la religión ha triunfado o la
manera que tiene de hacerse visible y seguir atrayendo
a las nuevas masas de peregrinos. ¿Qué buscan nues-
tras miradas? Quizá se trate de la belleza humana en
las figuras, la delicadeza de la composición y los co-
lores, el sentimiento. Y también la sorpresa. Todo está
más allá de lo que en realidad nos cuentan estas re-
presentaciones. Un poco más allá de las mismas his-
torias consabidas. Aguantamos las caminatas, el calor,
las colas, la densidad de presencias que forman tam-
bién parte de la escena. A veces nos sentamos en una
escalera y contemplamos el gigantesco esfuerzo del
arte, convencidos de que no descubriremos su último
secreto.
Enrica
Constelaciones, serpentinas,
figuras geométricas quebradas y enigmáticas,
plataformas intergalácticas,
el cauce de una carretera
flotando sobre la oscuridad,
estrellas solitarias:
el fulgor desde el aire
de un mundo habitado.
Regreso
No sé si el cuerpo regresa
antes o después que la mente.
Los espacios causan un ligero estupor,
la mano busca la forma que no encuentra.
Volver a las rutinas parece complicado,
pero acaba por sorprender la rapidez
con que se disuelve la predisposición
a lo desconocido.
Volver a las rutinas ensombrece el día.
Me despierto temprano,
a una hora extranjera.
Bajo a la calle
y la gente
recibe alborozada el domingo.
Mientras aguardo entre todos otra rutina,
me prometo a mí mismo
evitar el regusto seco
de quien busca su rincón en el pasado.
II.Sólo literatura
Tres temas de Petrarca
I.Soneto VIIXL