Professional Documents
Culture Documents
H
ace varios meses, me sorprendió escuchar una noticia radial en la cual se
informaba que dos reconocidos escritores latinoamericanos, Jorge Amado del
Brasil -el famoso escritor de “Doña Flor y Sus Dos Maridos”-, y el uruguayo
Eduardo Galeano -el escritor del conocido libro “Las Venas Abiertas de América Latina”-,
habían señalado a las sectas protestantes como la mayor amenaza para la Iglesia
Católica Romana en este continente. La noticia fue una sorpresa, primero, por tratarse
de dos escritores a los que jamás había relacionado con los temas religiosos y, segundo,
por demostrar que el crecimiento exponencial de los evangélicos en Latinoamérica
alarma a muchos y se ha convertido en una noticia con la que todos tienen algo que
ver.
Observemos algunas cifras. Los dos países hermanos más evangélicos en esta época
son Brasil, en donde los protestantes sostienen ser el 18% de la población, y Chile, en
donde afirman tener hasta un 25%. Para el caso de Brasil, su porcentaje equivale a un
total de veintidós millones de creyentes evangélicos. Desde 1960 los evangélicos han
duplicado su proporción respecto a la población en Chile, Paraguay, Venezuela y en los
países caribeños de Panamá y Haití. Desde ese mismo año de 1960, los evangélicos
han triplicado su proporción con respecto a la población en Argentina, Nicaragua, y en
República Dominicana. En Brasil y Puerto Rico las proporciones se han cuadruplicado.
En Colombia y Ecuador las proporciones son aún mayores, se han sextuplicado; y en el
mayor de los casos, el de Guatemala, se ha septuplicado (3) . Con razón indican los
sociólogos de la religión que, este inusitado crecimiento cuenta con todo el potencial
para cambiar nuestro panorama religioso.
Pero detengámonos. Es bastante fácil dejarse llevar por el triunfalismo de esas cifras y
llegar a pensar que este nuevo panorama sólo nos representa victorias. La verdad es
que, también detrás de ese arrollador caudal de números, se esconde una mezcla de
riesgos, peligros o amenazas. Junto a las masas anhelantes de una verdadera fe
evangélica, caminan los movimientos exóticos, el fanatismo irracional, el caudillismo
autoritario, las emociones manipuladas, en fin, una fe promotora de enfermedad que
convierte las expresiones espirituales en excesos que preocupan, y una religiosidad que
convierte el seguimiento radical de Jesús en una simple mercancía de consumo.
1
“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.
Para el desarrollo del tema les propongo que nos acerquemos de manera panorámica
al fenómeno pentecostal-carismático, para desde allí, analizar su impacto sobre la
generalidad de los evangélicos y su posible incidencia sobre la aparición de
movimientos exóticos, y de algunas expresiones espirituales que bien podríamos
denominar extravagantes. Antes debo señalar que los términos “pentecostal-
carismático”, para referirme a la globalidad o generalidad del movimiento. La
clasificación o taxonomías de los pentecostalismos es tarea aún no concluida por los
especialistas (*).
Pero, además de la fuerza de los números, tenemos que considerar también algo que en
mi concepto es todavía más importante, y es la manera como han logrado penetrar con
Algunos lo clasifican así: “Pentecostalismo clásico” y “neopentecostalismo” (A. Gouvea); otros prefieren:
(
2
“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.
Esa pentecostalización del cristianismo como la llama Deiros, creo que la observamos
todos en nuestro medio. Quizá el reflejo más claro sea la manera como muchas de
nuestras congregaciones evangélicas han incorporado a su vida de fe una serie de
manifestaciones extraordinarias; para ellas, las “señales”, “prodigios” y “milagros” ya
no se entienden como fenómenos excepcionales, sino como acompañamiento necesario
para autenticar la autoridad y el poder del mensaje que predican. Hoy, iglesias de vieja
tradición denominacional, cambian con asombrosa facilidad sus énfasis de fe y sus
expresiones litúrgicas, y se involucran en la práctica de manifestaciones exóticas;
entre éstas se cuentan, la “risa santa” o el “espíritu de gozo”, que consiste en reír a
carcajadas en un culto y no poder resistir ese efecto contagioso de la risa; el ya
conocido “caer en el espíritu”, que consiste en desplomarse ante la oración de un
predicador o el canto alegre de unos coros; y algo más inusitado, los “ruidos de
animales”, que consiste en rugir como un león -el león de Judá según algunas iglesias- o
el bramido de toro o de otro animal salvaje. Hace pocos días escuché acerca de una
nueva manifestación: cultos en los cuales los participantes quedan en estado de
embriaguez, no pudiendo sostener su cuerpo y tambaleándose de un lado a otro como
borrachos. Gran parte de este nuevo movimiento de sucesos extravagantes tuvo origen
en 1994 en Toronto, Canadá, en una iglesia llamada Airport Christian Fellowship, de
3
“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.
corte carismático, pastoreada por John Arnott. Esta congregación cree que Dios la ha
escogido para promover en todo el mundo este tipo de manifestaciones, y a fe que lo
está logrando. Ya son muchos los seguidores de la “bendición de Toronto” que
experimentan no solo la “risa santa”, el “caer en el espíritu” y los “ruidos de animales”,
sino también visiones, contracciones como dolores de parto, anuncios proféticos, llanto,
y temblor (8)
El Lic. Gerardo de Ávila, conocido pastor, autor y conferencista, escribió en uno de los
últimos fascículos de la Guía Pastoral, que “en los últimos años nos ha tocado ser
testigos de toda una gama de fenómenos en el culto de la iglesia. Recuerdo -dice Ávila-
que en las primeras décadas de mi vida cristiana la iglesia era más constante y estable
en lo que ocurría en el culto. Las congregaciones servían con mayor sobriedad al Señor.
La competencia de quien presentaba lo más espectacular era desconocida. Ahora,
grandes segmentos de la iglesia, han sido invadidos por una especie de teatro
religiosos, donde periódicamente aparece alguien con la última novedad” (9).
Estamos, pues, ante una pentecostalización del cristianismo y el análisis de su efecto
no es tarea fácil.
Mientras algunos opinan que esa pentecostalización es lo mejor que ha podido suceder
y la llaman el “segundo pentecostes”, otros, por su lado, luchan con todas sus fuerzas
para desterrarla y la tratan como la peor de las herejías o la más dañina de las
influencias para la sana doctrina. Algunos críticos del pentecostalismo añaden, a los
daños doctrinales, los daños sociales en términos de alienación. Por ejemplo, los
primeros estudios que se hicieron sobre el pentecostalismo en Chile hace ya 30 años,
interpretaban el fenómeno como un movimiento alienante y alienado, que operaba
como dispositivo de “refugio” de grandes masas de la población. Fue Christian Lalive
D’Epiney, quien en su libro “El Refugio de las Masas” (1968), ubicó al naciente
movimiento como uno que estaba al margen de la sociedad y de la política; Lalive y
otros cientistas sociales encontraron en el pentecostalismo una respuesta alienada de
las masas, a la transición de una sociedad mayormente agraria a una parcialmente
industrializada, de una sociedad rural a una urbana. Bernardo Campos, teólogo
peruano, pentecostal, y serio investigador del tema, señala que Lalive D’Epiney, al igual
que otros investigadores como Emilio Willems, Prócoro Ferreira Camargo y Bryan
Wilson, son los proponentes de la hipótesis del pentecostalismo como “una forma de
respuesta a la anomia social producida por el proceso de migración a que dio lugar la
incipiente industrialización y urbanización de la América Latina dependiente”(10). El
mismo Bernardo Campo incluye dentro de las hipótesis sociológicas sobre el
pentecostalismo, cuatro más, a saber: la del pentecostalismo como religión de las
camadas pobres de la sociedad; la del pentecostalismo como una respuesta a la
aflicción y sufrimiento de la sociedad; la del pentecostalismo como construcción de una
subjetividad popular como auto-producción simbólica, y la cuarta, la del
pentecostalismo como una forma de satisfacción religiosa al trauma de la conquista y
colonización españolas y los posteriores colonialismos (11) . De las primeras
explicaciones del pentecostalismo a las más recientes, existe una significativa
diferencia. Antes era considerado como una expresión de ausentismo, alienación y
“huelga social”. Hoy, después de 30 años, los mismos especialistas comprenden que
4
“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.
Resulta también interesante, leer las opiniones católicas acerca del pentecostalismo.
Como se dijo anteriormente, la Iglesia Católica Romana cuenta entre sus fieles a miles y
miles de carismáticos o católicos renovados. La revista internacional de teología,
Concilium, en la cual colaboran los teólogos de mayor envergadura a nivel mundial, y
que se publica en más de seis idiomas, dedicó su número del mes de junio de 1996, al
tema “Movimientos Pentecostales: Un Desafío Ecuménico”. La revista abre su editorial
con las siguientes palabras: “Desde hace demasiado tiempo no se atiende en la
teología católica, protestante y ortodoxa al hecho de que los movimientos pentecostales
se han convertido en un poder intelectual y político. Mientras que en las Iglesias
tradicionales disminuye el número de sus miembros, éste va aumentando en las
Iglesias pentecostales, y por cierto en todo el mundo” (13). El número contiene
enjundiosos estudios que conducen a una conclusión sorprendente: el pentecostalismo
lanza un desafío “a todas las Iglesias cristianas establecidas, para que examinen con
espíritu de autocrítica su propia teología, liturgia y pastoral” (14). Otro hecho llamativo
de la revista es que varios de sus artículos fueron encomendados a reconocidos líderes
pentecostales, y el artículo final de síntesis fue encargado a Jürgen Moltmann, conocido
teólogo protestante alemán.
5
“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.
En cuanto a las riquezas, que como decíamos anteriormente, son muchas y cada una
muy valiosa; como pastor, destaco las siguientes:
Es claro que el pentecostalismo tiene algo que ofrecer; “... algo que hizo vibrar a gente
aletargada por la monotonía y la desesperanza de su existencia” (15). Esa semilla que
se produjo en suelo extranjero, se plantó aquí en nuestras tierras y “las nuevas masas
populares latinoamericanas comprobaron que el sabor de sus frutos correspondían a las
demandas de su paladar” (16), para usar las expresiones poéticas de Miguez Bonino.
Bastian avanza un poco más y se pregunta con igual atrevimiento, si “en vez de usar el
término “protestantismo” para designarlos, no sería más conveniente el de “nuevos
movimientos religiosos sincréticos”, que se inscriben en una eficacia simbólica de
resistencia o adaptación al modernismo por medio de una religiosidad artesanal
producida por los sectores de las sociedades latinoamericanas” (18). En otras palabras,
ciertos sectores de ese gran y complejo universo pentecostal no deberían ser llamados
protestantes o evangélicos, sino movimientos sincréticos que forman parte de la gran
mutación del campo religioso actual en nuestro continente. Según esta versión,
América Latina no se está volviendo protestante, como diría David Stoll, sino que en
6
“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.
Como podemos observar, hay también quienes se pronuncian con alarma frente al
novedoso movimiento pentecostal-carismático. Permítanme enumerar ahora algunos de
lo que considero riesgos:
Hace pocos meses, escuché que una de las iglesias nuevas de la ciudad, iba a ser
denunciada ante la fiscalía regional por sus prácticas exóticas. Habían decidido
desnudar a varias damas, con el propósito de aplicarles un masaje con aceite ungido y
expulsar de esa manera los rebeldes demonios. En un país suramericano, hace pocos
años, dos o tres personas fueron ahogadas por un pastor cuando éste intentaba inundar
a los demonios que los poseían.
7
“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.
A manera de conclusión
3. Todo elemental análisis del fenómeno pentecostal -y éste uno de ellos- debe tener en
cuenta que existen diferencias importantes entre uno y otro sector del movimiento.
El pentecostalismo es multifacético, en él se da un alto grado de diversidad. Unos
son los pentecostales clásicos o criollos, otros los neopentecostales, otros los
movimientos sincréticos de apariencia pentecostal-evangélica. Esas diferencias son
de orden doctrinal, vivencial, pero también social. Sus dinámicas sociales son
distintas, como también lo son sus condiciones y estratificaciones dentro de la
sociedad.
8
“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.
Hay un largo camino por recorrer. El tema no debe quedarse siendo debatido en
círculos reducidos de creyentes que gustan de la reflexión teológica y doctrinal, o entre
académicos de la fe que gustan de este tipo de gimnasia mental. La reflexión y la
preocupación debe ser compartida por todos los creyentes que procuran servir al Señor
y ser fieles a su Reino. ¿Qué hacer?. La pregunta es la de cientos de pastores y
pastoras que sirven a lo largo y ancho del continente y para quienes el desafío del
pentecostalismo es más urgente que el análisis de la pentecostalidad. Mientras que
para los cientistas sociales los problemas son los de las taxonomías, las hipótesis
interpretativas, los marcos sociológicos, la ideología, y otros más, para los pastores, lo
que apremia son las preguntas que apuntan hacia la salud de la fe y la conducción
integral de la grey. Otra vez: ¿Qué hacer? La respuesta nos pertenece a todos, y esta
ponencia solo ha intentado ser una provocación al diálogo y un modesto punto de
partida. Muchas gracias.
NOTAS
9
“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.
10