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“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.

“EL MOVIMIENTO PENTECOSTAL-CARISMÁTICO:


EVALUACIÓN DESDE UNA PERSPECTIVA PASTORAL”
Harold Segura Carmona

H
ace varios meses, me sorprendió escuchar una noticia radial en la cual se
informaba que dos reconocidos escritores latinoamericanos, Jorge Amado del
Brasil -el famoso escritor de “Doña Flor y Sus Dos Maridos”-, y el uruguayo
Eduardo Galeano -el escritor del conocido libro “Las Venas Abiertas de América Latina”-,
habían señalado a las sectas protestantes como la mayor amenaza para la Iglesia
Católica Romana en este continente. La noticia fue una sorpresa, primero, por tratarse
de dos escritores a los que jamás había relacionado con los temas religiosos y, segundo,
por demostrar que el crecimiento exponencial de los evangélicos en Latinoamérica
alarma a muchos y se ha convertido en una noticia con la que todos tienen algo que
ver.

La alarma es general, por ejemplo, el belga, Franz Damen, Secretario Ejecutivo de la


Confederación Episcopal Boliviana de la Iglesia Católica, dice que “Según las
estadísticas, en América Latina, cada hora un promedio de 400 católicos pasan a las
sectas protestantes” (1). Por otra parte, David Stoll, un norteamericano aficionado a
la antropología, escribió en 1990 un libro que tituló con una sugestiva pregunta:
“¿América Latina se Vuelve Protestante?”. Stoll presenta estadísticas actualizadas que
le permiten pensar que nuestro continente se está convirtiendo al protestantismo de
manera más rápida que Europa Central en el siglo XVI (2) .

Cifras que sorprenden

Observemos algunas cifras. Los dos países hermanos más evangélicos en esta época
son Brasil, en donde los protestantes sostienen ser el 18% de la población, y Chile, en
donde afirman tener hasta un 25%. Para el caso de Brasil, su porcentaje equivale a un
total de veintidós millones de creyentes evangélicos. Desde 1960 los evangélicos han
duplicado su proporción respecto a la población en Chile, Paraguay, Venezuela y en los
países caribeños de Panamá y Haití. Desde ese mismo año de 1960, los evangélicos
han triplicado su proporción con respecto a la población en Argentina, Nicaragua, y en
República Dominicana. En Brasil y Puerto Rico las proporciones se han cuadruplicado.
En Colombia y Ecuador las proporciones son aún mayores, se han sextuplicado; y en el
mayor de los casos, el de Guatemala, se ha septuplicado (3) . Con razón indican los
sociólogos de la religión que, este inusitado crecimiento cuenta con todo el potencial
para cambiar nuestro panorama religioso.

Pero detengámonos. Es bastante fácil dejarse llevar por el triunfalismo de esas cifras y
llegar a pensar que este nuevo panorama sólo nos representa victorias. La verdad es
que, también detrás de ese arrollador caudal de números, se esconde una mezcla de
riesgos, peligros o amenazas. Junto a las masas anhelantes de una verdadera fe
evangélica, caminan los movimientos exóticos, el fanatismo irracional, el caudillismo
autoritario, las emociones manipuladas, en fin, una fe promotora de enfermedad que
convierte las expresiones espirituales en excesos que preocupan, y una religiosidad que
convierte el seguimiento radical de Jesús en una simple mercancía de consumo.

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“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.

Para el desarrollo del tema les propongo que nos acerquemos de manera panorámica
al fenómeno pentecostal-carismático, para desde allí, analizar su impacto sobre la
generalidad de los evangélicos y su posible incidencia sobre la aparición de
movimientos exóticos, y de algunas expresiones espirituales que bien podríamos
denominar extravagantes. Antes debo señalar que los términos “pentecostal-
carismático”, para referirme a la globalidad o generalidad del movimiento. La
clasificación o taxonomías de los pentecostalismos es tarea aún no concluida por los
especialistas (*).

La fuerza más influyente

Al hablar del pentecostalismo y del movimiento carismático neopentecostal, nos


estamos refiriendo a uno de los fenómenos socio-religiosos que más llama la atención
en los últimos 25 años en América Latina. Su rápido crecimiento, su entusiasmo
evangelizador, su asimilación de la cultura popular dentro de su liturgia (de manera
especial dentro del pentecostalismo clásico), y su indiscutible dinamismo ministerial,
explican con sobradas razones la importancia de su presencia en el mundo evangélico
de hoy. José Miguez Bonino ha señalado que “... el pentecostalismo es
cuantitativamente la manifestación más significativa y cualitativamente la expresión
más vigorosa del protestantismo latinoamericano” (4)

Cuando nos referimos a esa fuerza pentecostal-carismática, si queremos ser honestos,


no podemos hacerlo como si fuera un pequeño movimiento de esos que llegan,
impactan, confunden y desaparecen con la misma rapidez con la que llegaron. No, en
este caso el cristianismo de corte pentecostal-carismático es mucho más que eso.
Algunos lo catalogan como la fuerza más influyente sobre la cristiandad en los últimos
años y la que mayor sorpresa ha causado por el creciente peso de su presencia
numérica.

David Barret, un exmisionero anglicano, es el editor de la Enciclopedia Cristiana


Mundial, obra que se constituye en el trabajo estadístico más completo sobre la
situación del cristianismo en el mundo. Barret estima que la membresía de
pentecostales-carismáticos suma 51 millones, si bien un estudio más amplio llega a la
cifra de 59 millones. El conjunto de los pentecostales- carismáticos, incluyendo a los
carismáticos anglicanos, católicos y protestantes, llega fácilmente a los 100 millones de
miembros. Estas cifras no dejan de sorprendernos, sobre todo si tenemos en cuenta
que para el año 1900 no existía una sola iglesia pentecostal en el mundo. En la
actualidad, se constituyen en las iglesias de crecimiento más rápido y explosivo. La
realidad estadística dice entonces que los pentecostales-carismáticos han desplazado a
los luteranos, a los presbiterianos, a los bautistas y a otros grupos denominacionales
que en los últimos años habían ocupado los primeros puestos en las estadísticas
eclesiásticas en el mundo. Esto en cuanto a su impacto numérico.

Pero, además de la fuerza de los números, tenemos que considerar también algo que en
mi concepto es todavía más importante, y es la manera como han logrado penetrar con

Algunos lo clasifican así: “Pentecostalismo clásico” y “neopentecostalismo” (A. Gouvea); otros prefieren:
(

“pentecostalismo criollo”, “nuevas corrientes pentecostales”, y “nuevos movimientos carismáticos” (J.


Míguez B.); también: “pentecostalismo”, “movimiento carismático” y “neopentecostalismo” o “agencias de
cura divina” (A. Mendonca). Ahora Bernardo Campos: “pentecostalismo de expansión internacional”,
“pentecostalismo de raigambre nacional”, “neopentecostalismo” y “movimientos de cura divina”

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“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.

su entusiasmo, sus énfasis doctrinales, sus estilos de ministerio, sus inquietudes


espirituales y también con sus excesos, al resto de la cristiandad, tanto en el sector
católico, donde se estima que hay un poco más de 50 millones de carismáticos, como
en las iglesias evangélicas y protestantes en general. En 1979, una reconocida revista
cristiana en los Estados Unidos, encargó a una empresa especializada en encuestas un
estudio acerca de la afiliación religiosa de la población en ese país. Los resultados de
esa encuesta nos interesan mucho para reconocer el impacto pentecostal-carismático
en los sectores tradicionales. Por ejemplo, el 20% de los bautistas declaró ser
pentecostal-carismático; el 1% de los bautistas manifestó haber hablado en lenguas; el
18% de los metodistas se identificó como carismático, igual hizo el 20% de los luteranos
y el 16% de los presbiterianos. Un común denominador en la encuesta fue la
“aceptación de los dones del Espíritu como legítimos y auténticos para la iglesia de hoy,
y una apertura a las señales y prodigios que caracterizaron a la iglesia primitiva” (5).
Aquí en Colombia no necesitamos leer voluminosas enciclopedias estadísticas para
darnos cuenta de que casi todas las congregaciones, de todas las denominaciones,
tienen dentro de sus miembros a quienes se identifican con el movimiento pentecostal-
carismático en mayor o menor grado.

La pentecostalización del cristianismo

Por todo lo anterior es que ya se ubica al movimiento pentecostal-carismático como una


“tercera fuerza” junto con el catolicismo y el protestantismo tradicional. Para algunos
escritores, como es el caso del presbiteriano Charles S. Sydnor, el movimiento
pentecostal “es un auténtico movimiento de reforma y avivamiento de importancia
histórica, igual a aquellos otros grandes movimientos de los siglos pasados” (6) . El Dr.
Pablo Deiros, historiador y profesor del Seminario Teológico Bautista de Buenos Aires,
escribió en 1994 su último libro titulado Latinoamérica en Llamas en el cual presenta a
los carismáticos como el movimiento religioso más impresionante de todos los tiempos.
Deiros dice que “un estudio serio de la vida y práctica de los cristianos alrededor del
mundo, realizado desde una perspectiva histórica, lleva a la conclusión de que en las
últimas décadas se está verificando una creciente pentecostalización del
cristianismo”(7) .

Esa pentecostalización del cristianismo como la llama Deiros, creo que la observamos
todos en nuestro medio. Quizá el reflejo más claro sea la manera como muchas de
nuestras congregaciones evangélicas han incorporado a su vida de fe una serie de
manifestaciones extraordinarias; para ellas, las “señales”, “prodigios” y “milagros” ya
no se entienden como fenómenos excepcionales, sino como acompañamiento necesario
para autenticar la autoridad y el poder del mensaje que predican. Hoy, iglesias de vieja
tradición denominacional, cambian con asombrosa facilidad sus énfasis de fe y sus
expresiones litúrgicas, y se involucran en la práctica de manifestaciones exóticas;
entre éstas se cuentan, la “risa santa” o el “espíritu de gozo”, que consiste en reír a
carcajadas en un culto y no poder resistir ese efecto contagioso de la risa; el ya
conocido “caer en el espíritu”, que consiste en desplomarse ante la oración de un
predicador o el canto alegre de unos coros; y algo más inusitado, los “ruidos de
animales”, que consiste en rugir como un león -el león de Judá según algunas iglesias- o
el bramido de toro o de otro animal salvaje. Hace pocos días escuché acerca de una
nueva manifestación: cultos en los cuales los participantes quedan en estado de
embriaguez, no pudiendo sostener su cuerpo y tambaleándose de un lado a otro como
borrachos. Gran parte de este nuevo movimiento de sucesos extravagantes tuvo origen
en 1994 en Toronto, Canadá, en una iglesia llamada Airport Christian Fellowship, de

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“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.

corte carismático, pastoreada por John Arnott. Esta congregación cree que Dios la ha
escogido para promover en todo el mundo este tipo de manifestaciones, y a fe que lo
está logrando. Ya son muchos los seguidores de la “bendición de Toronto” que
experimentan no solo la “risa santa”, el “caer en el espíritu” y los “ruidos de animales”,
sino también visiones, contracciones como dolores de parto, anuncios proféticos, llanto,
y temblor (8)

Antes era distinto

El Lic. Gerardo de Ávila, conocido pastor, autor y conferencista, escribió en uno de los
últimos fascículos de la Guía Pastoral, que “en los últimos años nos ha tocado ser
testigos de toda una gama de fenómenos en el culto de la iglesia. Recuerdo -dice Ávila-
que en las primeras décadas de mi vida cristiana la iglesia era más constante y estable
en lo que ocurría en el culto. Las congregaciones servían con mayor sobriedad al Señor.
La competencia de quien presentaba lo más espectacular era desconocida. Ahora,
grandes segmentos de la iglesia, han sido invadidos por una especie de teatro
religiosos, donde periódicamente aparece alguien con la última novedad” (9).
Estamos, pues, ante una pentecostalización del cristianismo y el análisis de su efecto
no es tarea fácil.

Los analistas opinan

Mientras algunos opinan que esa pentecostalización es lo mejor que ha podido suceder
y la llaman el “segundo pentecostes”, otros, por su lado, luchan con todas sus fuerzas
para desterrarla y la tratan como la peor de las herejías o la más dañina de las
influencias para la sana doctrina. Algunos críticos del pentecostalismo añaden, a los
daños doctrinales, los daños sociales en términos de alienación. Por ejemplo, los
primeros estudios que se hicieron sobre el pentecostalismo en Chile hace ya 30 años,
interpretaban el fenómeno como un movimiento alienante y alienado, que operaba
como dispositivo de “refugio” de grandes masas de la población. Fue Christian Lalive
D’Epiney, quien en su libro “El Refugio de las Masas” (1968), ubicó al naciente
movimiento como uno que estaba al margen de la sociedad y de la política; Lalive y
otros cientistas sociales encontraron en el pentecostalismo una respuesta alienada de
las masas, a la transición de una sociedad mayormente agraria a una parcialmente
industrializada, de una sociedad rural a una urbana. Bernardo Campos, teólogo
peruano, pentecostal, y serio investigador del tema, señala que Lalive D’Epiney, al igual
que otros investigadores como Emilio Willems, Prócoro Ferreira Camargo y Bryan
Wilson, son los proponentes de la hipótesis del pentecostalismo como “una forma de
respuesta a la anomia social producida por el proceso de migración a que dio lugar la
incipiente industrialización y urbanización de la América Latina dependiente”(10). El
mismo Bernardo Campo incluye dentro de las hipótesis sociológicas sobre el
pentecostalismo, cuatro más, a saber: la del pentecostalismo como religión de las
camadas pobres de la sociedad; la del pentecostalismo como una respuesta a la
aflicción y sufrimiento de la sociedad; la del pentecostalismo como construcción de una
subjetividad popular como auto-producción simbólica, y la cuarta, la del
pentecostalismo como una forma de satisfacción religiosa al trauma de la conquista y
colonización españolas y los posteriores colonialismos (11) . De las primeras
explicaciones del pentecostalismo a las más recientes, existe una significativa
diferencia. Antes era considerado como una expresión de ausentismo, alienación y
“huelga social”. Hoy, después de 30 años, los mismos especialistas comprenden que

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“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.

el pentecostalismo es mucho más que lo antes dicho; que él se ha constituido en una


realidad religiosa maciza y polimorfa, en una expresión religiosa popular de la más
diversificada presencia protestante en América Latina (12). José Miguez Bonino, en su
último libro titulado “Rostros del Protestantismo Latinoamericano” (1995), presenta al
pentecostalismo como uno de los cuatro importantes rostros del protestantismo en
Latinoamérica, y opina que, el pentecostalismo resultó ser por sorpresa, el movimiento
que por fin pudo quebrar las barreras que clausuraban al protestantismo su acceso a las
masas populares. Esto en cuanto al análisis sociológico.

También se encuentran valiosas investigaciones del pentecostalismo desde su aspecto


doctrinal, ético y vivencial. Donald W. Dayton nos ha ofrecido un estudio acerca de las
“Raíces Teológicas del Pentecostalismo” (1991), en el que afirma que es imposible
entender el pentecostalismo latinoamericano sin entender las características de su
origen. Dayton dedica su libro al análisis del pentecostalismo clásico, el que en América
Latina puede ser denominado, según Miguez Bonino y Carmelo Alvarez,
“pentecostalismo criollo”, el que nació en Tópeka, Kansas, en 1901 y que llegó a
nuestras tierras en las primeras décadas del siglo, a través de las grandes cruzadas
misioneras de las iglesias pentecostales de los Estados Unidos. El autor tiene la virtud
de sintetizar en cuatro afirmaciones cristológicas las raíces teológicas de este primer
pentecostalismo: Jesucristo como salvador, bautizador con el Espíritu Santo, sanador y
rey que vendrá otra vez. Es afortunado encontrar estudios como este y otros, que dejan
ver un acercamiento respetuoso y una consideración seria hacia el movimiento
pentecostal-carismático. De las caricaturas cargadas de ironía, se da paso entonces a
las investigaciones concienzudas y de mayor aprecio.

Resulta también interesante, leer las opiniones católicas acerca del pentecostalismo.
Como se dijo anteriormente, la Iglesia Católica Romana cuenta entre sus fieles a miles y
miles de carismáticos o católicos renovados. La revista internacional de teología,
Concilium, en la cual colaboran los teólogos de mayor envergadura a nivel mundial, y
que se publica en más de seis idiomas, dedicó su número del mes de junio de 1996, al
tema “Movimientos Pentecostales: Un Desafío Ecuménico”. La revista abre su editorial
con las siguientes palabras: “Desde hace demasiado tiempo no se atiende en la
teología católica, protestante y ortodoxa al hecho de que los movimientos pentecostales
se han convertido en un poder intelectual y político. Mientras que en las Iglesias
tradicionales disminuye el número de sus miembros, éste va aumentando en las
Iglesias pentecostales, y por cierto en todo el mundo” (13). El número contiene
enjundiosos estudios que conducen a una conclusión sorprendente: el pentecostalismo
lanza un desafío “a todas las Iglesias cristianas establecidas, para que examinen con
espíritu de autocrítica su propia teología, liturgia y pastoral” (14). Otro hecho llamativo
de la revista es que varios de sus artículos fueron encomendados a reconocidos líderes
pentecostales, y el artículo final de síntesis fue encargado a Jürgen Moltmann, conocido
teólogo protestante alemán.

Pros y contras; riquezas y peligros

De manera que, el análisis del movimiento pentecostal-carismático nos debe conducir a


todos a la autocrítica y a la reflexión. Sin duda que todas las Iglesias cristianas
establecidas necesitan oír la voz pentecostal que llama al examen honesto de la
manera tradicional de vivir la fe cristiana. En el seno de muchas de nuestras
instituciones cubiertas ya de costra, se hace necesario poner en el orden del día los
grandes temas destacados hoy por los movimientos pentecostales, a saber, una nueva

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“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.

conciencia de comunidad, la confianza en un Dios que obra milagros, en la importancia


de todos los dones espirituales para el ministerio de la iglesia, las oraciones
espontaneas, y la experiencia de una vida guiada por el Espíritu de Dios, entre otros.

A continuación, me permito enunciar algunas de las riquezas, así como también,


algunos de los principales riesgos del movimiento. Estas consideraciones no dejan de
ser un mero aporte personal que no pretenden tomar el lugar, obviamente, de
conclusiones finales.

En cuanto a las riquezas, que como decíamos anteriormente, son muchas y cada una
muy valiosa; como pastor, destaco las siguientes:

♦ Su dinámica evangelizadora y misionera.


♦ La asimilación de la cultura popular dentro de su liturgia. (De manera
específica dentro del pentecostalismo clásico; no tanto en los sectores
llamados neopentecostales o carismáticos)
♦ La práctica del sacerdocio universal de todo creyente, que facilita la
participación ministerial de los llamados laicos.
♦ Su renovado interés por la oración y la lectura devocional de las Escrituras.
♦ La nueva dimensión de las relaciones intereclesiásticas.
♦ La recuperación del culto como celebración gloriosa, gozosa y entusiasta.
♦ Su profundo interés en el Espíritu Santo unido a una piedad centrada en Jesús.
♦ Su crítica a la formalidad mecánica de muchas de nuestras estructuras
eclesiásticas.
♦ El lugar de las mujeres dentro de las funciones pastorales y del liderazgo en
general.

Es claro que el pentecostalismo tiene algo que ofrecer; “... algo que hizo vibrar a gente
aletargada por la monotonía y la desesperanza de su existencia” (15). Esa semilla que
se produjo en suelo extranjero, se plantó aquí en nuestras tierras y “las nuevas masas
populares latinoamericanas comprobaron que el sabor de sus frutos correspondían a las
demandas de su paladar” (16), para usar las expresiones poéticas de Miguez Bonino.

Por otra parte, el movimiento pentecostal-carismático, conlleva serios riesgos. Algunos


estudios del fenómeno religiosos en América Latina, como es el ejemplo del teólogo e
historiador suizo Jean Pierre Bastian, se atreven a opinar que el pentecostalismo como
nuevo movimiento religioso no es ninguna renovación interna del protestantismo, sino
“renovación de la religiosidad popular -en el sentido artesanal- y una aculturación de
los protestantismos históricos a las prácticas y valores de la cultura católica popular”
(17).

Bastian avanza un poco más y se pregunta con igual atrevimiento, si “en vez de usar el
término “protestantismo” para designarlos, no sería más conveniente el de “nuevos
movimientos religiosos sincréticos”, que se inscriben en una eficacia simbólica de
resistencia o adaptación al modernismo por medio de una religiosidad artesanal
producida por los sectores de las sociedades latinoamericanas” (18). En otras palabras,
ciertos sectores de ese gran y complejo universo pentecostal no deberían ser llamados
protestantes o evangélicos, sino movimientos sincréticos que forman parte de la gran
mutación del campo religioso actual en nuestro continente. Según esta versión,
América Latina no se está volviendo protestante, como diría David Stoll, sino que en

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“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.

nuestro seno se ha originado un nuevo movimiento religioso, “que se acomoda a la


religiosidad popular y que refuerza los mecanismos tradicionales de control social” (19).

Como podemos observar, hay también quienes se pronuncian con alarma frente al
novedoso movimiento pentecostal-carismático. Permítanme enumerar ahora algunos de
lo que considero riesgos:

♦ Su actitud acrítica frente al crecimiento numérico de la iglesia y su propuesta


de relación directa entre crecimiento y poder del Espíritu. Si esta actitud
persevera, se seguirá alcanzando multitudes sin conseguir impactar en la
sociedad.
♦ Su fuerte estratificación organizacional y la determinación del poder,
acompañado de manipulación, caudillismo y rigidez.
♦ El desequilibrio entre su énfasis en los dones y en el poder del Espíritu y la
carencia de reflexión social y ética.
♦ El discurso doctrinal y teológico ingenuamente fundamentalista.
♦ Su visión maniquea del mundo. La marcada diferencia entre lo sacro y lo
secular, entre el mundo divino y el mundo satánico, entre la historia de Dios y
la historia del mundo, entre el cielo y la tierra, entre el alma y el cuerpo.
♦ Su crítica hacia los creyentes no pentecostales y su desprecio a otras formas
de vivir la fe cristiana; en otras palabras, su exclusivismo espiritual.
♦ El alto nivel de expectativas en un Dios mágico, que provee el milagro,
expulsa el demonio y produce éxtasis inigualables. Esta expectativa contrasta
con los niveles de decepción y culpa cuando el portento no se produce.
♦ La escasa argumentación teológica y exposición exegética y sistemática de la
Biblia, en la que se privilegia una hermenéutica pneumática, sobre una
gramático-histórica-teológica.
♦ Su énfasis desproporcionado en algunos temas de la fe, como la demonología,
o la glosolalia, u otro de carácter especial.
♦ Su misticismo que promueve, muchas veces sin intención, el viejo animismo,
el chamanismo santificado y la proliferación de prácticas exóticas.

El movimiento pentecostal-carismático, al promover la búsqueda de la verdad por


medio de las sensaciones, la imaginación, las visiones personales, la iluminación
privada u otros medios subjetivos, ha contribuido, con o sin intención, a la proliferación
de movimientos exóticos, que alarman con sus prácticas extravagantes. Líderes de las
Iglesias pentecostales de corte clásico, se sorprenden al saber cómo muchos grupos
independientes y diferentes comunidades cristianas han exagerado los énfasis y han
caído lamentablemente en el abuso de la fe pentecostal.

Hace pocos meses, escuché que una de las iglesias nuevas de la ciudad, iba a ser
denunciada ante la fiscalía regional por sus prácticas exóticas. Habían decidido
desnudar a varias damas, con el propósito de aplicarles un masaje con aceite ungido y
expulsar de esa manera los rebeldes demonios. En un país suramericano, hace pocos
años, dos o tres personas fueron ahogadas por un pastor cuando éste intentaba inundar
a los demonios que los poseían.

Del pentecostalismo emotivo, con facilidad se pasó al misticismo atrevido. La guerra


espiritual se está tornando en animismo premoderno, la práctica bíblica del exorcismo
está degenerando en sincretismo místico, el culto emotivo se está convirtiendo en
espacio neurotizante, la práctica de la profecía que anuncia el futuro se está

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“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.

convirtiendo en vaticinio espiritista, además de fuente de ganancias económicas. El


cuadro no es nada agradable y el desafío se agiganta cada día.

Se ha producido un desequilibrio en el pentecostalismo clásico, “en cuanto asume el


imaginario social popular de un mundo regido por espíritus buenos y malos y propone
una forma de manejar el mundo de los espíritus, restringida a quienes detentan el
poder mágico. De esta manera se desplazan los contenidos evangélicos” (20) En esta
nueva versión del evangelio, por ejemplo, el pecado se convierte en posesión satánica y
los exorcismos ya no usan el poder del Jesús liberador, sino los instrumentos ungidos
designados por el clérigo de turno: llaves bendecidas, aguas ungidas, pañuelos
poderosos, en fin. Con mucha razón, algunos se preguntan si éstas expresiones
exóticas de la fe no pertenecen a una nueva religión, a una manifestación sincrética con
trasfondo afroamericano. Otra vez nos surge la inquietud: ¿qué tiene que ver todo este
espectáculo sensacionalista con la Reforma del siglo XVI? La Sola Escritura, la Sola
Gracia, la Sola Fe, el Solo Cristo, han sido vergonzosamente reemplazados por el solo
show, el mucho animismo, el bastante chamanismo, y el gran caudillismo. El
pentecostalismo de vieja estirpe clásica debe estar alarmado, como alarmados estamos
el resto de los evangélicos de apego reformado.

A manera de conclusión

1. El crecimiento de los evangélicos en América Latina seguirá su ritmo y continuará


sorprendiendo a propios y ajenos. La transformación en el ámbito religioso es uno de
los fenómenos sociales más relevantes en los últimos 30 años en nuestro continente.
El movimiento pentecostal-carismático es, sin duda, la parte dominante de ese
espacio de religiosidad evangélica. Millones de latinoamericanos se identifican como
pentecostales o carismáticos.

2. El movimiento pentecostal-carismático es una fuerza significativa dentro del gran


abanico evangélico en América Latina. Su impacto supera la fuerza de sus números;
es decir, son importantes no solo porque sean muchos, sino porque lanzan un válido
juicio sobre la Iglesia establecida, que aparece lánguida y dormida en una época de
grandes cambios. El pentecostalismo ofrece riquezas indiscutibles para la fe
cristiana en general, pero también serios riesgos y peligros.

3. Todo elemental análisis del fenómeno pentecostal -y éste uno de ellos- debe tener en
cuenta que existen diferencias importantes entre uno y otro sector del movimiento.
El pentecostalismo es multifacético, en él se da un alto grado de diversidad. Unos
son los pentecostales clásicos o criollos, otros los neopentecostales, otros los
movimientos sincréticos de apariencia pentecostal-evangélica. Esas diferencias son
de orden doctrinal, vivencial, pero también social. Sus dinámicas sociales son
distintas, como también lo son sus condiciones y estratificaciones dentro de la
sociedad.

4. Es preocupante observar el acelerado desarrollo de nuevas propuestas religiosas


pseudoevangélicas o pseudoprotestantes. Muchas de estas nuevas versiones de la
fe están tomando arraigo en congregaciones evangélicas de vieja data. Se presenta
ahora una religiosidad cargada de extravagancias, efervescente, caudillista,
verbalista, en resumen, exótica. Surge entonces una pregunta: ¿es ésta una nueva
religión con maquillaje evangélico y apariencia de cristiana, pero que poco tiene que
ver con ellas?

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“El Movimiento Pentecostal-carismático: Evaluación desde una Perspectiva Pastoral” Harold Segura C.

5. Los evangélicos latinoamericanos hemos reaccionado con ingenuo triunfalismo


frente al fantástico crecimiento numérico de nuestras iglesias. Hemos confundido
iglesias llenas de fieles con verdadera religión cristiana y fiel seguimiento de “la fe
que una vez ha sido dada a los santos” (Jd. 3). D. Elton Trueblood dijo que “La gran
cuestión, hoy como siempre, no es si vamos a ser religiosos, sino qué clase de
religión será la nuestra”. Debemos preguntarnos, pues, ¿qué clase de fe es esta que
ahora prolifera en América Latina?

Hay un largo camino por recorrer. El tema no debe quedarse siendo debatido en
círculos reducidos de creyentes que gustan de la reflexión teológica y doctrinal, o entre
académicos de la fe que gustan de este tipo de gimnasia mental. La reflexión y la
preocupación debe ser compartida por todos los creyentes que procuran servir al Señor
y ser fieles a su Reino. ¿Qué hacer?. La pregunta es la de cientos de pastores y
pastoras que sirven a lo largo y ancho del continente y para quienes el desafío del
pentecostalismo es más urgente que el análisis de la pentecostalidad. Mientras que
para los cientistas sociales los problemas son los de las taxonomías, las hipótesis
interpretativas, los marcos sociológicos, la ideología, y otros más, para los pastores, lo
que apremia son las preguntas que apuntan hacia la salud de la fe y la conducción
integral de la grey. Otra vez: ¿Qué hacer? La respuesta nos pertenece a todos, y esta
ponencia solo ha intentado ser una provocación al diálogo y un modesto punto de
partida. Muchas gracias.

NOTAS

1. Boletín Teológico. Fraternidad Teológica Latinoamericana. # 42/43. p.p. 163


2. David Stoll, “¿América Latina se Vuelve Protestante?”, Quito: Abya-Yala, 1990. p. 4
3. Ibid. p.p. 21,22
4. José Miguez Bonino, “Rostros del Pentecostalismo Latinoamericano”, Buenos Aires:
Nueva Creación, 1995. p. 75
5. Newbigin Leslie, “The Household of God”, Londres: S.C.M. Press, 1953. Citado por
Pablo Deiros en “Latinoamérica en Llamas” p. 13
6. Pablo Deiros, “Latinoamérica en Llamas”, Miami: Editorial Caribe, 1994.. p. 9
7. Ibid. p.9
8. Harold Segura C., “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, Ponencia,
1997.
9. Gerardo de Ávila, “Guía Pastoral”, Editorial Logoi, Sección :CONTROVERSIA, # 5.
1997.
10. Samuel Palma y Hugo Villela, en Revista “Cristianismo y Sociedad” # 109. 1991. p.
87
11. Bernanrdo Campos, “De la Reforma Protestante a la Pentecostalidad de la Iglesia”,
CLAI, 1997, p. 76
12. Ibid, pp. 33-47
13. Karl-Josef Kuschel y Jürgen Moltmann, en Revista “Concilium”, # 265. p. 7
14. Ibid.
15. José Miguez Bonino, Op. Cit. p.p. 57-58
16. Ibid. p. 60
17. Jean-Pierre Bastian, “Protestantismo y Cultura en América Latina”, CLAI-CEHILA,
1994. p. 122

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18. Ibid. p.p. 123-124


19. Juan Carlos Cevallos, Ponencia “Iglesia y Teología Latinoamericana”, Quito, 1997.
20. José Miguez Bonino, Op. Cit. p. 156

Harold Segura Carmona


Seminario Teológico Bautista Internacional de Cali
A.A.: 6613
Tel.: 513-2320; 513-2323; 513-2324.
Fax: 513-0782
Cali, Colombia

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