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Resumen
Esta primera parte dedicada a la evolución del género documental –expuesto especialmente desde el punto de
vista de su influencia histórica y social– empieza con algunos conceptos que lo subrayan como una práctica
imprescindible, alternativa a la industria de la ficción. Lo anterior se ilustra con unos primeros y segundos
paradigmas reveladores en el recorrido del cine de la primera mitad del siglo XX, hasta llegar a los vínculos de
este ejercicio con el cine moderno surgido a finales de los años cincuenta. En un segundo capítulo se abordarán
las décadas posteriores, para terminar en el panorama actual, momento en el cual esta forma de comunicación
vuelve a imponerse como un género estrella y, una vez más, se presenta como vía posible de transformaciones
sociales y, finalmente, como contrapeso al mercado de los grandes medios.
Palabras clave
1. Características esenciales
Las definiciones para el género documental son tan diversas y abundantes como
autores sigue habiendo en la dedicación a su estudio. Y esto, sin entrar a considerar las
ramificaciones que se desprenden de una clasificación de acuerdo con sus objetivos y temas, o
bien según sus corrientes, estilos y técnicas a lo largo y ancho de un siglo de intensa historia
audiovisual y socio-política.
Sorteando tal complejidad, sin embargo, por lo menos dos rasgos forman parte de la
esencia documental: lo referencial y lo permanente. Lo que por naturaleza comparten todos
los trabajos de este género es pertenecer a un tópico de registro que hace referencia "a la
realidad objetiva", pasada y presente e incluso futura (los hay "futuristas"), en contraste con la
ficción, cuyo contenido puede crearse desde la imaginación de un guionista. Y lo que, por otra
parte, diferencia al documental de otros "productos" referenciales es, desde su planteamiento,
extraer de los hechos unos significados fundamentales que se superponen a la simple utilidad
de la actualidad. Es decir, significados que de antemano implican la Historia: "Los
documentales toman forma en torno a una lógica informativa. La economía de esta lógica
requiere una representación, razonamiento o argumento acerca del mundo histórico" (Nichols,
1997, p.48).
Al margen de que su concepto siga sin estar completamente definido, el papel del
documental como una experiencia de representación –por excelencia primordial de la historia
humana dentro del campo de la Comunicación Audiovisual– es expuesto por Bill Nichols de
un modo filosófico-antropológico que lo justifica más allá de un registro a través de los
medios: "El documental como concepto o práctica no ocupa un territorio fijo. No moviliza un
inventario finito de técnicas, no aborda un número establecido de temas y no adopta una
taxonomía conocida en detalle de formas, estilos o modalidades. El propio término,
documental, debe construirse de un modo muy similar al mundo que conocemos y
compartimos. La práctica documental es el lugar de oposición y de cambio" (Nichols, 1997,
p.42). Y ese lugar de oposición y de cambio al que alude este autor se fundamenta en el nexo
que, como consecuencia y como causa, el documental guarda con el mundo histórico, al punto
de no sólo estar implicado en transformaciones decisivas sino además contribuir a la
formación de la memoria colectiva. "El estatus del cine documental como prueba del mundo
legitima su utilización como fuente de conocimiento" (Nichols, 1997, p.14).
2. Potencia realista
3. Historia y Humanidad
Su eficacia como vía para una comunicación social auténtica, así como la exploración
de su ilimitada poética han provenido sobre todo de la práctica que sobre él han ejercido
distintos grupos al margen de los utilitarismos institucionales o de las explotaciones
mercantiles. Aunque durante las guerras y las dictaduras el documental ha sido un primer
instrumento de propaganda (y aunque más adelante la televisión lo haya “domesticado” con
una amplia gama de productos rentabilizados), los periodos de posguerra han resultado
decisivos y los capítulos más críticos de distintos entornos han sido el territorio fértil para
descubrirlo y emplearlo como la única herramienta por la que hasta el momento cabe
referirse, en algunos casos, a los media como vehículos sociales de comunicación.
4. Antropología y vanguardia
La segunda y tercera década del siglo XX fueron determinantes para perfilar, muy en
las antípodas del mercado cinematográfico, la potencia del documental como una expresión
abierta y en función de exigencias socio-históricas, por un lado, y como lugar de
experimentación poética y formal, por otro. Para la evolución estética del cine, es el
canadiense Robert Flaherty quien levantó la dignidad y capacidad poética del género a raíz de
Nanook del Norte, película iniciada en 1915 y terminada en 1922. Desde el punto de vista
estilístico, se trataba de la primera obra registral que, a diferencia de los cientos de
documentales pioneros, "mostraba la vida real de una forma que iba más allá de la
presentación fragmentada de un noticiario" (Rabiger, 1989, p. 13).
Los filmes de Flaherty reflejaban la imagen que tenían de sí mismos los nativos del
polo norte, posibilidad cuyo valor supieron ver antes que nadie varios antropólogos que,
inspirados en el trabajo de este autor, se unieron a causas parecidas, sobre la teoría
indiscutible de que "la imagen que se forja de sí mismo un pueblo constituye un aspecto
fundamental de su cultura que debe registrarse" (Barnouw, 1996, p. 46). Lo sorprendente de
Nanook es que se haya impuesto a los gustos de un público y de un mercado ya
condicionados, para tal década, bajo el modelo de ficción y narrativo griffithiano.
5. Propaganda y modernidad
Bibliografía citada
Notas
(1) Estéticamente hablando, la evolución del cine contemporáneo -hacia una mayor capacidad de representación
expresiva- se atribuye en gran medida a la fusión entre la ficción y el realismo, derivada de movimientos que,
como el Neorrealismo, tuvieron como base la experiencia y la fuerza documental.
(2) Estos temas se abordan en un segundo capítulo, junto con el panorama actual de la producción documental
con la explosión digital.