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José

Alejandro
Peña
Iniciación final

BIBLIOTECA
DIGITAL DE
AQUILES
JULIÁN

Muestrario de
Biblioteca Digital Poesía 63
Coeditores:
MÉXICO
Fernando Ruiz Granados 2
José Solórzano
José Eugenio Sánchez
ARGENTINA
Mario Alberto Manuel Vásquez
Francisco A. Chiroleu
Patricia del Carmen Oroño
Iniciación Final
Ángel Balzarino
Fernando Sorrentino
Claudia Martin Trazar
ESTADOS UNIDOS José Alejandro Peña, República
José Acosta
Aníbal Rosario Dominicana
José Alejandro Peña
César Sánchez Beras
ESPAÑA
Henriette Wiese
Giulia De Sarlo
Edición Digital Gratuita
María Caballero
Elena Guichot
Teresa Sánchez Carmona
distribuida por Internet
Losu Moracho
Rocío Parada
HONDURAS
Dardo Justino Rodríguez
Muestrario de Poesía 63
VENEZUELA
Milagros Hernández Chiliberti
Tony Rivera Chávez
Editor:
URUGUAY Aquiles Julián, República Dominicana.
Marta de Arévalo
APLA Uruguay
COLOMBIA Primera edición: Agosto 2010
Ernesto Franco Gómez
Julio Cuervo Escobar Santo Domingo, República Dominicana
PERU
Luis Daniel Gutiérrez
Nicolás Hidrogo Navarro
Juan C. Paredes Azañero Muestrario de Poesía es una colección digital gratuita que se envía por
REPÚBLICA DOMINICANA
Ernesto Franco Gómez la Internet y se dedica a promocionar la obra poética de los grandes
Eduardo Gautreau de Windt creadores, difundiéndola y fomentando nuevos lectores para ella. Los
Félix Villalona derechos de autor de cada libro pertenecen a quienes han escrito los
Ángela Yanet Ferreira
Cándida Figuereo textos publicados o sus herederos, así como a los traductores y quienes
Enrique Eusebio calzan con su firma los artículos. Agradecemos la benevolencia de
Julio Enrique Ledenborg
Vaugn González
permitirnos reproducir estos textos para promover e interesar a un
Efraím Castillo mayor número de lectores en la riqueza de la obra del autor al que
Oscar Holguín-Veras Tabar homenajeamos en la edición.
Edgar Omar Ramírez
Carmen Rosa Estrada
Roberto Adames
Valentín Amaro
Alexis Méndez Este e-libro es cortesía de:
Juan Freddy Armando
Sélvido Candelaria
NICARAGUA
Radhamés Reyes-Vásquez
CHILE
Claudio Vidal
Eliana Segura Vega
Libros de
Regalo
Astrid Fugellie Gezan
SUIZA
Ulises Varsovia
HOLANDA
Pablo Garrido Bravo EDITORA DIGITAL GRATUITA
PUERTO RICO
Mairym Cruz-Bernal Escríbenos al e-mail libros.regalados@gmail.com
ECUADOR
Anace Blum
EL SALVADOR
Manuel Sigarán
COSTA RICA
Ramón Mena Moya
3

Contenido
La continuación de una tradición de excelencia / Aquiles Julián 4
In albis 7
In Memoriam a Lemba 8
Era la luz un sueño 9
Himno fluvial 10
Soliloquio con Girondo 11
Aimé Cesaire 12
Homenaje a César Vallejo 13
Iniciación final 14
Máscara del silencio 16
Dilación 17
El círculo mágico 18
Rompimiento 19
El salto inigualable 21
Efectos habituales 22
Interrupción del desterrado 23
Soliloquio de Chopin 24
Dibujo marginal 25
Diverso 26
Circunloquio vertical 27
Resistir 28
Materia fugitiva 29
Ferocidad del recuerdo 30
Homenaje a Lupo Hernández Rueda 31
Alfred Hitchcock retorna del infierno 33
La luz si sangre o muere 34
Circunloquio vertical 35
Diluvio de la paloma 36
Epitafio 37
Suma del eco 38
La tenuidad está en el ojo 39
Premonición de la libélula 40
Chasquido del reloj 41
Una chispa amenaza todo un bosque 42
Rebeldía 43
Vendajes del subsuelo 44
Manhattan´s Debris 45
El unicornio de cuerda 46
José Alejandro Peña / biografía 47
4

José Alejandro Peña, la continuación de


una tradición de excelencia en la poesía.

Por Aquiles Julián

El género en que mayor renombre y en donde


podemos encontrar simultáneamente en República
Dominicana las obras más sólidas y nombres que no
desmerecen entre las más altas cumbres de la
literatura hispanoamericana y universal, es, sin lugar
a dudas, la poesía.

Desde los mismos Virgil Díaz y Zacarías Espinal,


pasando por el Postumismo de Domingo Moreno
Jimenes y Andrés Avelino a ese movimiento
excepcional en nuestras letras que fue La Poesía
Sorprendida, en donde esplendieron sus talentos
autores como Franklin Mieses Burgos, Manuel
Rueda, Antonio Fernández Spencer, Aída Cartagena
Portalatín, Mariano Lebrón Saviñón y Freddy Gatón Arce, entre otros, a autores como
Héctor Incháustegui Cabral, Manuel del Cabral, Rafael Américo Henríquez y Tomás
Hernández Franco, para continuar con poetas de la excelencia de un Pedro Mir, el grupo
que vio la luz desde las páginas de El Caribe: la Generación del 48, con autores como
Máximo Avilés Blonda, Rafael Valera Benítez, Abelardo Vicioso, Luis Alfredo Torres,
Lupo Hernández Rueda, Abel Fernández Mejía y al decano de nuestros poetas vivos, el
muy querido Víctor Villegas.

Para los años cincuenta emergen Marcio Veloz Maggiolo, poeta, narrador y ensayista de
sobresaliente calidad, al igual que Juan Sánchez Lamouth.

La caída de la dictadura de Trujillo permitió la eclosión de poetas que incorporaron los


vientos libertarios que refrescaron una atmósfera opresiva y ominosa. La Generación del
´60 trajo a Jeannette Miller, quien ha destacado por igual últimamente como narradora
de grandes dotes, al excepcional Miguel Alfonseca, tal vez el autor más admirado por mí,
René del Risco Bermúdez, Juan José Ayuso, al épico Ramón Francisco, al que recuerdo
leyendo-cantando-encantándonos su extraordinario poema coral La Patria Montonera
en uno de esos tantos recitales poéticos de los años ´70; Norberto James Rawlings,
Enriquillo Sánchez, Antonio Lockward Artiles, entre muchos otros escritores.

La accidentada situación política del país post-Trujillo que incluye el golpe de Estado al
gobierno constitucional de nuestro cuentista mayor, Juan Bosch; el infausto
levantamiento guerrillero de Las Manaclas que facilitó eliminar físicamente el
prometedor liderazgo de Manuel Aurelio Tavárez Justo; el corrupto régimen del
5

Triunvirato y la conspiración cívico-militar que desencadenó la Guerra de Abril del 1965


y la segunda intervención militar norteamericana en el país, y los odios y resentimientos
que nos sumergieron posteriormente en una espiral de crímenes, atracos, torturas,
secuestros, tiroteos, terrorismo, abusos de poder y conatos guerrilleros, con sus
consecuencias de dolor, pérdidas humanas, traumas, etc., corrió paralela a la irrupción
de una poesía política, instrumentalizada la más de las veces por el extremismo
totalitario de las agrupaciones comunistas locales y con un tono estalinista.

Así salió a la luz el grupo de poetas de post-guerra, cuyos autores de mayor relevancia
han sido el brillante y versátil Alexis Gómez Rosa, Enrique Eusebio, Mateo Morrison,
Soledad Álvarez, José Molinaza, Rafael Abréu Mejía, Andrés L. Mateo, Tony Raful,
Pedro Caro, Federico Jóvine Bermúdez, etc.

La década del ´70 vio la emersión de poetas que empezaron a decantarse de la poesía
política para indagar en la poesía como expresión lúdica, filosófica, artística y humana.
Autores como Pedro Pablo Fernández, José Enrique García, Cayo Claudio Espinal,
Aquiles Julián, Raúl Bartolomé, René Rodríguez Soriano, Miguel Aníbal Perdomo, Juan
Freddy Armando, Manuel Núñez, Diómedes Núñez Polanco, Luis Manuel Ledesma,
Juan Carlos Mieses, Julio Cuevas, Abil Peralta Agüero, Apolinar Nuñez, Radhamés
Reyes Vásquez, Denis Mota, Rafael Peralta Romero, Cándido Gerón, entre otros,
abrevaron en las fuentes de la poesía contemporánea y la universal, e incorporaron
temas, formas, estilos y recursos que enriquecieron la poesía.

Para la época, los poetas Manuel Rueda y Lupo Hernández Rueda, con el patrocinio de
la Universidad Católica Madre y Maestra, acometieron la Antología Panorámica de la
Poesía Dominicana, un trabajo de soberbia factura, que quedó trunco.

La salida del poder del presidente Joaquín Balaguer en 1978 dejó sin tema y sin razón de
ser a la poesía de circunstancias. Y produjo una renovación de la poesía que esta vez, con
el auspicio del poeta Mateo Morrison, tuvo como epicentro el Taller Literario César
Vallejo, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD.

Allí, sobre todo allí, emergió la Generación del ´80. Autores que ya tienen justo
renombre ganado en nuestras letras como José Mármol, Víctor Bidó, Manuel García
Cartagena, Médar Serrata, César Zapata, Basilio Belliard, José Alejandro Peña, Dionisio
de Jesús, Tomás Castro, Juan Manuel Sepúlveda, Miguel de Mena, Adrián Javier, Sally
Rodríguez, Sabrina Román, Pedro Ovalles, Mayra Alemán, León Félix Batista, Miriam
Ventura, Dulce Ureña, Carmen Sánchez, Ángela Hernández, Plinio Chahín, Marta
Rivera, Aurora Arias, Irene Santos, Marianela Medrano, Pedro Antonio Valdez, Carmen
Imbert Brugal, Chiqui Vicioso, José Acosta, Frank Martínez, Leopoldo Minaya, Nan
Chevalier, Rannel Báez, Ylonka Nacidit-Perdomo, Homero Pumarol, Armando
Almánzar Botello, Alejandro Santana, Rafael Hilario Medina, Manuel Llibre, César
Sánchez Beras, Eloy Alberto Tejera, Jorge Piña, etc., aportaron a nuestra poesía y, en
general, a la literatura dominicana, una vocación enriquecida en selectas lecturas, en un
coloquio en ocasiones apasionado, sobre la poesía; una práctica del verso que les ha
ganado un espacio de singular reconocimiento en nuestras letras.
6

Y ya podemos ver los atisbos de una Generación del 2000 que, con las ventajas que se
derivan del fomento de la literatura mediante talleres, conferencias, actividades como
La Feria del Libro y el Encuentro Internacional de Poesía de Santo Domingo, etc.,
promovidos por el Ministerio de Cultura, los libros digitales, la Internet y una mayor
exposición pública del país, una mayor presencia y un mayor reconocimiento
internacional, están haciendo auspiciosos pininos en nuestras letras, sobresaliendo ya
algunos nombres como Elsa Báez, Isis Aquino, Rita Indiana Hernández, Patricia
Minalla, Valentín Amaro, Taty Hernández, Osiris Vallejo, Jael Uribe, Hermes de Paula,
Alexei Tellerías, Rey Pérez, etc

José Alejandro Peña, como hicimos ver en esta rápida panorámica por nuestra poesía,
no exclusiva, faltan muchos otros, pertenece a la Generación de los Ochenta.

Y dentro de su Generación ha sido un singular apasionado por la poesía, no sólo como


autor, también como promotor incansable, editor y lector voraz.

En su poesía emergen sus lecturas: rinde homenaje a autores que impactaron su vida y
dejaron su huella en su sensibilidad.

No se escribe y se aporta a partir de cero. Hay que abrevar en las fuentes tanto de la
poesía contemporánea como en la poesía sin apellidos, la universal: aquellas obras que
han sentado hitos, que han aportado y que son referentes del quehacer poético. Hay que
elegir, en ciertos sentidos, los intertextos de nuestros versos, las voces que resonarán en
nuestra voz.

Eso lo sabe José Alejandro Peña y de ahí su pasión por autores y su afán de compartir y
dar a conocer versos, autores, obras. Ha sido un gestor entusiasta y persistente, que
asume la divulgación de la poesía, el acercar personas a ella, el compartir poetas y
poemas, como un apostolado que lo honra y distingue.

Tiene un corazón generoso, apasionado por el quehacer poético, entusiasta y


desbordante de nuevos proyectos, ideas e iniciativas. Y sin dudas, es el más importante
promotor y divulgador literario de su generación y uno de los principales de nuestra
literatura. Pocas personas se acercan o igualan su afanoso trajinar por divulgar y
expandir la lectoría de la poesía.

Lo conozco desde aquellos años primerizos y siempre ha sido un escritor a tomar en


cuenta. Hace más de una década partió, como muchos otros, a los Estados Unidos. Y allí
ha proseguido, en un mejor entorno, su labor misionera de promoción y difusión de la
poesía.

Por eso, al incorporarlo a nuestra colección, me siento más que orgulloso de saber que la
gran tradición poética dominicana tiene en él a un gran continuador de quien esperamos
mucho. Y sé que él, talentoso, no nos desfraudará.
7

In albis

Todo vuelve a la vida con su larga ansiedad


y su sed de pantano.
Todo arde tan pardamente en la distancia que hasta el blancor del labio se transforma
en eco de una sustancia virgen.

Todo arde por dentro asfódelo instantáneo de mi mano.

Ah si me doliera menos la palabra “suplicio”


o la palabra “espanto” que viene de roer
mi virulencia acústica
perenne y ya maciza
como el nervio de hielo de los cuervos
como el hielo de nervio de las barcas del ojo...
¿Qué sería de la desesperación de mí mismo?
¿Qué sería de mi rostro si no fueran costra y aire
los ápteros muñecos que blanquean rosáceos
pedúnculos ascárides y clámides
que curan de la muerte con la muerte?

No por inserción de esdrújulos paraguas en la herida


se adivina el dolor de cierto oráculo bisoño
que para ser me vasta lo que bulle en mi interior
como la arena que contiene lo frío en lo caliente.

Todo arde en la voz ¿o es la voz que arde en todo


y en sí misma?

¿En qué latido mío arderá más la muerte?

Blancor del labio que retiene trémulo navío


de quebrantos
Blancor de un vuelo que no acaba ni empieza en el aire
o en el pájaro sino en la nieve callada que va tachando todo.
8

In Memoriam a Lemba

Este fuego engendrado por las ciegas palomas


del ansia de la muerte
es el poema bajo la piedra con tu cráneo
¿en qué ola negra se disipa el mar?

El aire como una vieja úlcera en la boca


cierra sus amplios ojos en los tuyos.
¿Te acuerdas de la piedra con tu cráneo
bajo la negra ola que era el cielo?

Recuerdo que en tu sangre los árboles tenían


un color diferente y una forma más pura...

Un “no” dejaste en medio de las sombras


y el rostro de la muerte se quebró en el espejo
y todos sus pedazos se juntaron en ti
por la deforme unidad del descalabro.
9

Era la luz un sueño

Era la luz un sueño y se adhería


al blancuzco sonreír de los cuervos
bajo la piedra con tu cráneo
partido por la ola.

Cada sueño en el polvo desunido


era una lengua bífida
salobre
y cada rencor tuyo un pájaro vacío
dando sordas vueltas a la cerradura

y cada muerte mía era la vida


entonces encogida
como un nervio.

Santo Domingo, 1984


10

Himno fluvial

Yesca del pensamiento la mirada.


Los pájaros tardíamente deshojados
por la brisa invernal.

Esta rabia solar de todo asombro


no es un jardín de ahogo que la ausencia
derrama ni una música enferma que retoña
ni una sed vampira contra el labio
ni es mi mano fluvial melancolía
ni es la rosa que aúlla a la incolora
oscuridad siempre uniforme
ni es el mar que sueña ser espora
ni es cosa que pueda ser nombrada
sin que arda en el aire la informe soledad
del yo consciente
pues sólo la conciencia otorga al hombre
dimensión y pureza.
11

Soliloquio con Girondo

Se rompe el ojo tierno como un lago.


Se mastica la soledad y el frío
cabeceo de este día.
Llueve en la muerte
o así lo imaginamos verticales lagunas.

El tic tac de la libélula y su fúnebre


calcado escalofrío están en mí
tienen mi forma.
Soy dimensional como el rocío
y oscuro de intención como una grieta en el agua.

El polvo (chasquido del reloj)


hace del ojo-vendaval una vertiente
de su continuidad.

¿Qué pesa más en mí


mi malestar o mi conciencia de llevarlo?

¿A qué otro cómplice que ame mis defectos?


Yo soy como la vasta selva unánime:
ondulada quimera del nenúfar.

Ah, desdecir a tientas por las calles


este añico de mí que oscila en todo.

...y pensar que la muerte es en verdad un caso tonto


que juega a desquiciar
que anula tanto.
12

Aimé Cesaire

Aimé Cesaire dejó en el aire


un tenue arrobamiento de laúd matinal
y se hizo un collar de brasas y de orejas
nocturnas símbolo del viaje inusitado
hacia una infancia de luces que devora
el regreso.
Y en las tardes oscuras arrancaba palabras del fondo
de su pecho rojizo como un súcubo
y las dejaba morir sobre la blanca arena estremecida.

Dijo casi a mi oído (sin que la sangre llevara al espejismo de la noche):

Deja que tus palabras terminen sofocadas


lleva una vida errante
de náufrago indeciso
y verás que no mienten
los tránsfugas ni el polvo.

Y yo todo una válvula cargada


de señales miré la claraboya
oscurecida.

¡Cuánto envejece un hombre


en un cerrar los ojos!

En la voz-escolopendra de los niños exangües


el hosco sol ondula
se disgrega la muerte como un laúd de tenuidad fingida.
13

Homenaje a César Vallejo

...y para henchir mi vértebra, me toco.


César Vallejo

¿Qué puede ya la luz sino cambiar sus botines viejos


por un cabecearse en la brisa?
¿Qué eternidad exterminada hunde su mano en mi pecho arácnido y volcánico?

Adiós Rilke purísimo volcado contra sí


adiós mi trago de Voltaire.
Adiós dice la nube Baudelaire.
Adiós también a ti huesudo niño atroz
me dice el viento.

Y la luna se convierte en llanto


y el llanto en llama impura
y la llama del árbol en ojillo cerrado.

¿Ves qué tanto mi voz sube se altera


y fosforece en toda su sustancia elemental?

Ven
toca este hueco en lo profundo.
14

Iniciación final

Ópalo de cristal en llamarada


el inicio de todo final es una fiesta:
áspero cemí de lluvia o fuego
¿qué perdura en el hombre que ignora su vida?

El tiempo máscara de sueño máscara de aire


máscara de bruma repartida en soles
¿qué es una voz sino una piedra que se desgrana
inmarcesible?.

Sólo pido un agua de unidad para mi ojo izquierdo


un agua dura y rancia como un viaje del ojo a la mirada
un agua menos líquida que un pájaro
un goterón vivo que me queme los glóbulos
y el espacio en que se abren hacia el mundo
hacia la vida.

Sólo pido un temblor que me quepa en la mano


un frío ardor de música en mi lengua
para cantar las cosas que giran
en el centro de sí mismas y en mi alma
porque las cosas cobran un calor no tenido
y una forma que no tuvieron antes en mi mano.

¿A qué la eternidad podrida entre mis venas?


¿A qué seguir pensando que de cierto
se posee alguna cosa cuando ni siquiera el alma
es duradera?

Ningún alma es mortal o inmortal


si no se posee a sí misma.

¿Qué cosa son los sueños para el hombre


sino un andar a tientas por el mundo?
15

No hay un camino cierto para mis turbios pasos:


vivo muerto o distante
porque la oscura emanación de todo
¿no es acaso engendro mío y del tiempo?

Un cáustico balance de las cuerdas internas


para golpear las sombras que rodean
mi pecho y lo interceptan como salamandras
enfermas entre las ranuras del ópalo y del pulso...

El ansia de verter lo ya vertido


en todo lo que resta de este ahora
pero el mar ya no está
se volvió roca también la tersa opacidad
de lo que toco
yaravíes de una ciega insistencia que ahoga
que separa
porque sudo cansancio a llamaradas
y me duele la vida al dorso de tenerla
y sobra espacio en mí para este yo
abolido por el ser de mis ansias
músculos no más el pensamiento arremolina
la voz también es músculo y coraza
de todo lo que arrastra hacia su centro
para luego lanzarlo por un hueco trizado
de palabras.

El fuego se transforma en suspensión


la lluvia en un satélite de flechas.

Todos los pensamientos me arrojan de su hálito


de su descenso de su carril barato
de su herrumbrosa soledad sin ósculo.

La luz es un pantano que arrastra una idea fija.

¿Qué sería de mi destino sin un poco de sol


llorado en la calzada?
16

Máscara del silencio

Un árbol no es la porción de sangre


que bebemos dormidos.
Es la máscara roja del silencio que sale
a cazar muerte con el huevo deforme de la risa
es la máscara negra con un niño
que quiere ser de humo para cortar el aire
en veinte pájaros
es la máscara idílica que se perdió en mi cara
es la palabra “humilde” con su jaguar de fieltro
y sus vasos de sed
y sus pasos de red
sobre el vacío.
Es el sexo colgante de las bailarinas
el sexo tibio y húmedo de las colegialas
que vuelven de mi cuarto con una flor
azul, pobre y sagrada...

¡Qué muerte tan atroz se amuralla


en los labios repentinos!

Un árbol no será más esa porción de sangre


que bebemos dormidos
ni la angustia remota de soñar que se acaba
trazando un maleficio
un ópalo siniestro entre las hojas
o una resonancia fugitiva (¿qué es un rostro
sino una larga pausa con un beso?).
17

Dilación

En un ojo de caballo se quemaban mis nervios.


En un latir de estatua iba la noche sola
el mar se había dormido en su nido de algas
y tú poesía flauta ebria de mis furias nacientes
remolino y muralla
cielo y sombra por la voz manando
torrente dilatado
fija proclama de abandono y rechazo
¿dónde en qué silueta de árbol se esfumaron
la verdad el misterio la alegría
las aves que se juntan para morir un poco
bajo la luz del polvo de tus huellas?
18

El círculo mágico

En un rincón del ojo se va pudriendo el mar.


La fiera porcelana de la voz se rompe
y en mi mano se acumula el vacío como un seno.

Irrumpo oh genios con mi trágico volumen genital


irrumpo con mi lenta soberbia perfumada
y con mi voz templada como un lago
y por si queda espacio la blanca eternidad de mi pensar.

Un lento caduceo a lo Pessoa


una rabia silente a lo Rimbaud
una mueca en el polvo dibujada
con electrones y cifras de un Bretón.

Y luego que las nubes se forjaron blancas


y negras desde siempre
y que se fue gastando el cielo con la vista
me vino un remolino en la cabeza y lo escribí
sobre las tablas de la barca que se hundía.

Y yo que entonces leía a Mallarmé


junto a una estatua pobre de Cesaire
huí de mis pisadas ávidas.
Huí —a pesar de la brisa cadenciosa—
del círculo de tiza que la brisa rompe.
Huí —a pesar de la mímica del sueño—
de mi voz que se encierra en sí misma
que separada de sí misma no es sino
un eslabón de algo que se pierde
es una ausencia indefinidamente oscura
es una secuencia relativamente mala.
19

Rompimiento

Desde la ventana del alto edificio abandonado


al ceniciento ardor de lo intangible o roto
a lo exquisito y lóbrego del llanto
a la parálisis al vértigo al colapso
donde fluye o se acumula el grisú
la mala espina la conjunción del nervio
y su chatarra díscola
y donde ser lumbre o vigilia o babosa materna
da lo mismo que dejarse aplastar por un temor real
o por un llanto inexorable.

Y da lo mismo que me asfixien con granos de anís


o con caricias y bellas palabras melladas.
Da lo mismo que quieran hundirme
en las ondas del caos o del hambre
da lo mismo si vivo o si muero sonriente o callado
con soleados intentos de ser como el cielo:
raíz y mudanza
parpadeo de dichoso azul
mientras la nieve alarga lentísima y sublime
esta ansiedad del vidrio que nos corta el aliento.

Rompo con todo y salto al otro lado


donde la angustia pule las máscaras deshechas
por el trueno de todas las pausas vigiladas
por el aséptico derrumbe de mis voces erguidas
que permanecen sueltas en el umbral del todo
como un murmullo de soles perseguidos
por entre las galaxias de mis certidumbres
mi paso firme y largo que me impone el camino
que los otros eligieron para sí sin tener piernas.

Retrocedo un instante para buscar un poco mi hermandad con las cosas del prójimo que
dejo entre papeles dilatadas.
20

Rompo con todo lo que a todos llena y cubre


de una pegajosidad involuntaria
de una decantación cobarde o negra.

No tiene mi palabra designio de arrebol sino de trueno


ni mentidas coronas ni pujanza ni pueril desenlace ni modestia: asombro y vastedad
duda y calor
tiene su lumbre para sí guardada
en sigilosa o bella irreflexión madura

mi palabra no esconde circunspección


ni desarrollo ni ternura
mi palabra es un bosque en un grano de arena
donde todo lo hilvana la tormenta.

Romper con todo es casi no saber


lo que ocurre en la vida de todos
es casi hacerse ya invisible al dolor y la queja
es dar la espalda a todos los puñales
que te asignan un pacto con el polvo.
21

El salto inigualable

La lluvia me enseña a ser paciente


la lluvia con su precipicio de mil toneladas de vidrio
que se dispersan al caer.
Una brizna se clava en el ojo atónito
como una manzana líquida de plomo.

Cada gota de lluvia es una lenta queja


Cada breve insistencia de la ola es también tu destino.
Deja que todo se impregne de tu respiración y de tu tacto.
Deja que todo intento de salvación te anule.
Vive sin prestar atención a las cosas que te hieren o perturban
de ese modo habrás dado un salto inigualable.
22

Efectos habituales

La lluvia me enseña a ser distinto


a la humedad del camino
distinto a los contornos áridos del nombre
y de la cosa que puede nombrarse o sugerirse.

Ella se impregna de mi transparencia


con toda esa ansiedad despedazada
que la hace ser lluvia y no el intervalo
entre una cosa que dura veinte siglos
y otra que dura lo que dura un fruto en ser gusanos.

Ella me dicta cosas que pongo en el poema


cosas que tienen su espesor su movimiento
y su fuerza.

Si la palabra suma una sombra a luz del sentido


de otra palabra y esa otra suma al ritmo de su alianza
sorpresivos contrastes que a su vez ponen el mundo
a girar al revés hasta que se hace un silencio mortal.

Si digo que estoy roto en la palabra "espejo"


¿es por hacerme cómplice de un crimen contra mí?
¿O es para indicar que el rompimiento es anterior al espejo
a la memoria?
23

Interrupción del desterrado

Si la palabra es dueña del silencio


o el silencio dueño de la palabra silencio
que se parte en la palabra que se aparta de la palabra
para hacer el silencio de otra palabra idéntica al silencio
de esa otra palabra que es ninguna
¿qué hace que una palabra coincida con las otras palabras
que el silencio destierra?
¿Qué hace que el silencio contenga la misma densidad profundidad y transparencia que
la palabra "intenso”?
¿Qué perturba a la lluvia más que el polvo?
24

Soliloquio de Chopin

El silencio como un trapo que envuelve los latidos del alba


con su fijo aleteo sempiterno
con su sed y su número bastardo
es algo que se ha roto en la palabra
algo descomunal como una rodillera lastimada
en el tendón que marca el punto de rechazo
entre dos cataplasmas reforzados
con un diente de profeta y un dedo álgido de piano visceral.
Sí como las playas cuyo nervio se endurece con el rodar del agua.
25

Dibujo marginal

En cada voz (lo dijo mi otro yo


mi yo desordenado mi yo rayado y simple
mi yo mudo y sincero que se enturbia
que no se amolda a nada y que se eclipsa
mi yo que tiene un tono desmedido
mi yo su pulcra baba su espadín de bronce)
la palabra está al margen del sentido
y el sentido está al margen del sentido
y la voz está al margen de la voz y del eco.

La imagen está dentro de la imagen


y al margen de la imagen está el mundo
con sus torres de cuarzo fermentado
con plumas de optimismo y flechas
que hacen el dibujo del día y de la noche.
26

Diverso

Dentro de la imagen que pierde su contorno


el mundo es una cáscara
una piel
un poco de aire en el que gira
un puñado de polvo.

Muchos mundos cohabitan en el signo


en la ausencia del signo
en la gravitación del signo contrapuesto
en la separación de la luz y la sombra
en la dinámica del juego de los símbolos
que integran un fragmento de la primavera
en el sueño que sueñas en mi sueño con
tijeras y alambres y madejas...
27

Circunloquio vertical

La palabra al margen del sentido


La palabra al margen del sonido
La palabra y su punto de unión
con lo fallido
con lo ausente de sí
con lo arruinado.

La palabra que busca en la palabra


su punto de equilibrio y su contraste
la palabra que en el silencio
de las otras palabras se rebosa
de ese otro silencio de sí misma
que no está que no lo mide el tiempo
ni lo agota.
28

Resistir

Contra la movilidad y la inmovilidad


contra el espacio recubierto de honguillos y de trampas
contra la luz encubridora y mentecata
murciélago del labio atormentado batiendo mentalmente
sus alas laceradas contra el filo de la tempestad inaccesible...

Rompo con el diafragma de todas las vertientes que limitan mi vuelo mi ámbito
inconcluso mi universo formado de nuevas densidades cristalinas que reflejan al mundo
en sus burbujas imantadas como una pelambre que resiste el salitre o el fuego.
29

Materia fugitiva

La voz que rompe el aire y lo rehace


la luz que rompe el tiempo en cada ida
la luz que sólo sabe retornar a su espacio vacío
a su ración letal
a su contorno ajado
la voz que nadie oye
la luz que nadie afirma
soy.
30

Ferocidad del recuerdo

Las miradas son ángeles o túneles con nieve.


El sol desfonda las pupilas con sus pinzas de humo.
Infancia ferocidad que aliña los metales
los líquenes del beso o esta lámpara
que divide el lugar y la memoria -tan desajustada-
que tengo de cada lugar en la distancia.
¿Dónde están mis amigos Lucifer?
¿dónde esas formas abiertas que esperan mi retorno
para asirse a los sueños que la nada me inventa?
Una rosa recomida en la muerte coágulo del labio
coágulo de luz para mis limbos hechizados.
El mar es un guijarro maldito que el sol mancha
ferocidad de la fiesta del recuerdo
una paloma se desgaja al volar
se extingue como una ola en el pudor funesto.
Cuando el olvido posa su pie negro
sobre el cráneo ladeado de un amigo
¿a quién la noche busca para ocultar su pena
para empalmar los rotos huracanes de su labio de arena?
¿A quién la mansedumbre anula con su lumbre de plástico?
¿A quién dar esta luz que me deshace a gritos?
¿A quién tomar el nombre la fecha y el lugar del muro
porque todo termina junto a un muro
desde el festivo huracán de las arterias hasta el lingote pálido
de un ala?
31

Homenaje a Lupo Hernández Rueda

Los círculos del agua agrandaron la noche.


¡Qué sereno el estanque de un corazón rebosado!

Poeta
todo lo centran tus ojos aceitados con alas de dragón
y tinta china.
y tu voz desgranada en el presagio
de cada cosa viva o germinante.

Tu voz no es un zumbido quieto


sino una tempestad pausada
que mis labios prolongan afanosos.

Yo le doy forma a las cosas que dejas.

Yo pupila entre los huecos del pensar


acabo inicialmente en gota pura
y muy tosca o muy oscura mi voz sube
hasta el fondo de su claridad.

...y vuelve el agua a segregar sus círculos


sus fuegos con un pájaro y la noche.

¿Acaso no es un círculo la noche que golpea


con una mano enferma aquí en mi pecho?
El agua es pensamiento irrevelado.
El fuego debilidad depara.

Por lo ilusorio lo trágico lo absurdo del reloj


nace una voz: centauro entre las llamas.

Las hojas del camino o la nostalgia


amordazan la forma de avanzar.
En la boca sedienta es un laúd el polvo.
Espejo el agua para el labio que le da transparencia.
32

El labio con sus hélices hechiza las luces de una parda muchedumbre en la memoria: el
hombre no termina de arrodillar las sombras...

Oh anchura deleznable
la nieve con su torso exangüe pule tus ondas perfumadas
allí donde se mezcla al mar la sangre de este encogido
masticar del suelo:
los carbones de la mente en la brisa quedarán
o quedará la brisa sola en sí evaporada.

También en mi final hay un comienzo


de algo así sublime como un árbol.

En toda iniciación en todo paso


hay un escalofrío de raíces.
33

Alfred Hitchcock retorna del infierno

Si hay (para el ojo que lo capta) un deterioro cíclope del alma éste yace como un
cansancio de las vértebras
como una sed que se derrama o que se agrieta.

El dios hostil de las señales vagas


retorna al hueco que se ahonda
o que se eleva en la mirada acuosa
o desterrada.

La luz duele en sus ángulos informes


o yace en el olvido de esta errancia del labio ya consciente de su hechizo.
La desesperación disuelve las cadenas.

Desde la nieve que golpea con sus alas sombrías (así florece el polvo) en la buhardilla
interceptando a las hojas del sauce de los sueños
el monstruo llora en el espejo
luciérnaga distante:
es un trozo de árbol o de lengua dulcísima.

La sed bebe los labios polvorientos de la muerte


(la cicatriz de un muro del infierno se prolonga en los rostros que miro).

Oigo pasos en la memoria


pasos que me repiten la agonía del ancla.
34

La luz si sangre o muere

La luz si sangra o muere


no termina en lo exangüe de sí misma
como el hombre.
Ah el hombre esa bestia domada...

Cada pisada engendra un destino de pájaro


o de selva.

Los ladridos del árbol se han secado


y se reduce a lágrima la sed.

No sé si es huella o tumba este delirio de avanzar.


Las ciudades como un olvido de luces arrancadas
sueldan sus alas al rocío que es una pus informe
como un dios injuriado.
35

Circunloquio vertical

El pensamiento en su fugaz astronomía:


materia iluminada por un golpe de brisa.
Todo se purifica con el polvo hasta las horas
que lastiman a los caminantes distraídos.

Universo del labio el pecho en su fracción contemplativa.


La palabra en su pureza elemental fuera de su círculo
es una suerte de combinación entre la línea y el pulso.
Como la luz tiene el corazón masticado.
Como la oscuridad tiene dos túneles inversos
que dan distintamente a todas partes.

La luz es casi un torvo niño enfermo.


Se instala en los lugares pardos y húmedos del huero palpitar.

Yo no pido una lámpara de nervios


sino un rincón oscuro en mi memoria
para estarme allí solo con mi sangre
diverso y puro como un aerolito.

Solo sin que la luz o lo que así llamáis


perturbe el movimiento de ese oleaje
sin pausa sin densidad de flauta súbita o blasfemia
sin pretensión de nada
sin una queja muda o alterada
sin otra realidad que la del páramo
que está fuera del tiempo aquí entre los hombres.
36

Diluvio en la paloma

Muera mi casi voluptuoso mediodía


que arrastra su blancura mal herida.

Oh emanación de polvo la paloma


boreal de mi tristeza.

Oh diluido cerrojo de la dicha


claraboya de nervios desatados
en mi memoria la paloma es un
diluvio en la voz
desgarramiento.

Rancio de soledad es brasa y pulso este nombrar atroz


este acerado caos de los sentidos que pone de cabeza
a quien se abisma en su propia candidez buscando
un rumbo marginal un rumbo exacto.

El deseo es la muerte y es la vida.

Una paloma llueve si es octubre.


37

Epitafio

En las grietas del aire mis ojos se cerraron.

Una hoja cae desnuda como un cofre


desnuda como el miedo a la oscuridad
de nuestra infancia.

En las manchas rojizas del mantel


arde la sombra del que pierde
por exceso de callar la dentadura.

Una hoja cae desnuda como un traje


cubierto de hojas negras y de lava.

En la muerte vivimos de una doble conciencia:


la que niega recordarse tránsfuga de lo solo
y la que aún no tiene una ventana.

Es la impaciencia lo que deteriora los modos de avanzar.

Cuidado con el ojo: arde menos que el labio.

Como una sombra mía decapitada por la luz de los trenes


va naciendo (invocación del polvo)
la lluvia entre los goznes de un párpado así blondo.

El dios-mosca de la palabra “tierno” se ha quemado las alas


y ahora entre los dioses-larvas y los dioses-ópalos
hay un poco de arena con una flor-demonio que llamamos “destierro”

-¿Quién eres? pregunta la flor-demonio a la flor-cielo


-¿Quién eres? pregunta la flor-ojo a la flor-boca...
-flor de hoguera cristal y remolino de lo que no comienza ni termina.
38

Suma del eco

Por la quebrada muralla del


murmullo y la suma del eco
de la flor blanca
por la luz en zozobra y el desliz
de la causa olvidada
por el retraimiento de la palabra “soplo”
se ha desligado el hielo de su fiero
ademán púrpura.

El que sólo se posee a sí mismo


al desierto sin cactus llama “reino”
y es la luna su amparo
y el cielo su pisada.
39

La tenuidad de todo está en el ojo

No hay tenuidad sino en el ojo


garfio de soledad incierta.

No hay abismo como la mirada


ni espejismo como la conciencia de la voz.

La tenuidad de todo está en el ojo.

La muerte muerde las pupilas de los niños


en Bunker Hill la muerte suma trenes a la
palabra inercia.
40

Premonición de la libélula

Rabiosa eternidad de febril sombra


flamante membranilla de lo solo que rebosa
se carboniza el tiempo y la luz pasa
a través de mi cuerpo así deshabitado.

No la enlutada manecilla efímera del labio


dura en todo sino la tarde parda del ahogo.

Naufraga mi casi ya un desvelo y se abandonan a las pulsaciones huidizas del navío


la luz
el mar en la ranura
gastada premonición de la libélula
y el viento.

¿No es cierto que la muerte da la vida?


41

Chasquido del reloj

Un hombre bajó por la escalera cabeza abajo.


Era el año 1984: yo iniciaba un viaje interno como la luz hacia el muro
la luz que muere siempre al momento de nacer.

La luna sacó de mi bolsillo un ojo negro que flotaba. El ojo o la mirada oscilaba (oh
celuloide) como una escolopendra entre los labios.

La luz una pelambre oscura un sótano cuajado de alaridos y un desplome de cosas


inexactas
y mi sombra una voraz mancha de vino sobre el agua...

Tal vez yo lo soñé o lo inventé llorando para que algo nuevo terminara de ocurrir. ¿No
ocurre a cada instante algo nuevo aquí donde cada sórdido chasquido del reloj es una
interrogante una respuesta un comienzo?
42

Una chispa amenaza todo un bosque

Lo que importa es ser múltiple y ser solo.


Domingo Moreno Jimenes

Una chispa tan sólo para peinar las breñas descuidadas...


Mi casi golpeado metaloide sube por las ramas cansadas del agobio y un agua oscura
que se espesa y la sed que chorrea sus cristales y el polvo y la nieve entrelazando
huellas...

Ah y hasta el cuervo se arremolina en su bunker


de Londres como esas pinzas hidráulicas que prensan el torso esfuminado de la muerte.

Acalorado como un asfódelo instantáneo que casi ya se amolda a los andenes


este yo tan espantosamente oscuro
y desolado no tiene amputación ni tiene oscuras marcas de viejos utensilios de hospital.

Este yo tan idéntico a la aurora es


una chispa que amenaza un bosque.
43

Rebeldía

Una lágrima sucia raja el pómulo de la muerte


rebeldías del agua estas pisadas mansas
yo y mi unánime aureola que me anula
en el hueco bastardo de lo inulto
ampliando más el hueco donde habita
esta yesca de mí que son los otros.

Ah los otros
tinturas no más que caen al lado.
44

Vendajes del subsuelo

Las negras pinzas del agua transparentan


la tarde que se abisma desde el blanco toser
de las paredes
el cuarto despintado como un tañar lejano
se agrupa en algún ángulo siniestro.

Acaso ya los genios (mis amigos de antes)


como ese blanco sucio del vendaje
en mi cabeza
cediendo a la quietud esa avalancha
del acorazamiento y de la inquina
doblando tiernamente los hilos de tortura
sueñan que un batir del polvo quema
los ejes del asombro y este vuelo.

Al dorso de sus hojas está el arce


al dorso del acero reflejado en su náutica
palidez de abandono mi navío
como una pelambre con oxiuros
sobre los pardos lagos que me inyecto

libidinosamente lívido
genial
como este ciego caer desde la lluvia.
45

Manhattan´s Debris

Al fondo del espejo las luces se suicidan.


La mañana está tibia de blancor y de ruinas.
Alguien allí en lo oscuro de mi vieja memoria está sangrando siempre gastadas
melodías.
La noche al polvo de sus soles retorna
con un presentimiento de extravío
con un chaleco albino de tristeza
con una sed vacía de pozo milenario y de abandono.

Una música acaba de sepultar en su abismo de algas


un latido caníbal porcelana del viento.

Anclando los navíos de la muerte están


la lluvia de Manhattan y esta cosa que
se ha quedado así tan suspendida...
46

El unicornio de cuerda

El sucesivo unicornio de la muerte llega


rozando los metales que anteceden
a esa torpe música enroscada al polvo
de los ojos y a la nieve.

La sangre es esa cosa que rebosa


vertiginosamente los armarios
y va suelta en los trajes de una viuda nostalgia
por las calles angostas de Berlín.

El unicornio de coral tan sucesivamente solo


inventa nuevos modos de conciencia
con una simplicidad de bruma férrea
que ahora ondula en mí como un obsceno
girasol de fiebre:

la luz lo inventa todo y hasta sueña


con ese asombro absurdo
que la hace durar y retorcerse
sobre las vagas sombras de un cisne
babilónico y burlesco.
47

José Alejandro Peña / biografía


José Alejandro Peña (Santo Domingo, Rep.
Dominicana 1964).

Obtuvo en 1986 el Premio Nacional de Poesía con su


libro "El Soñado Desquite"(Colección Orfeo,
Biblioteca Nacional, 1986).
Desde 1995 reside en los Estados Unidos de América.
Dirige la revista de poesía Paradoja. Se desempeña
como editor e impresor deEdiciones El Salvaje
Refinado(www.esrefinado.net). Fundador de la
Sociedad Internacional de Escritores.

Ha traducido poemas de Wallace Stevens, Mark


Strand, Ives Bonnefoy, Vasko Popa, Theodore
Roethke, Ezra Pound, W. B. Yeats, Sylvia Plath,
Howard Moss, Henrik Nordbrandt, Emely
Dickinson, Allen Ginsberg, entre muchos otros.

Ha publicado los siguientes libros de poesía:


Iniciación Final (1984), Pasar de Sombra (1989), Estoy Frente a Ti, Niña
Terrible (1994), Blasfemias de la Flauta (edición bilingüe de Essential Icon Press,
Nebraska, 1999), Tomorrow, The Paradise (versión inglesa, XLibris Corporation,
Pennsylvania, 2001), Mañana, el Paraíso (Ediciones El Salvaje Refinado, Mayo,
2001) y El Fantasma de Broadway Street y Otros Poemas (Ediciones El Salvaje
Refinado, Mayo, 2001), La vigilia de todas las islas (2004, Ediciones El Salvaje
Refinado).

Sus poemas han sido traducidos al francés y al inglés y publicados en diversas revistas
nacionales e internacionales. Las siguientes antologías muestran algunos de sus
poemas: Al filo del Agua, XX años de poesía dominicana 1979-1999, Miguel
Antonio Jiménez, Universidad Autónoma de Santo Domingo; Juego de Imágenes, la
nueva poesía dominicana, Frank Martínez, Isla Negra Editores, Puerto
Rico; Miroirs de la Caraibe, douze poetes de Saint-Domingue, Editorial Les
TEMPS des Cerises -Francia-Rep. Dominicana, Abril 2000; 1ª Antología Poética
(edição histórica), Andre Correia y Maria Inés Simões, Academia Virtual Brasileira
de Letras, Junio 2004.-
48

Muestrario de Poesía
1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 32. Nunca de ti, ciudad y otros poemas / Czeslaw Milosz
2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 33. El barco en llamas y otros poemas / Jaroslav Seifert
3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín 34. Uno escribe en el viento y otros poemas / Gonzalo
Pasos Rojas
4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo 35. El animal que llora y otros poemas / Antonio
Carranza Gamoneda
5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses 36. Los andamios del mundo y otros poemas / Ledo Ivo
Burgos 37. Dominican Style y otros poemas / Alexis Gómez Rosa
6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 38. Poesía francesa actual / Muestra de 40 autores
7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington 39. Número equivocado y otros poemas / Wislawa
Delgado. Szymborska
8. Haikus / Matsuo Basho 40. Desde la república de la conciencia y otros poemas /
9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Seamus Heaney
Darwish 41. La tierra giró para acercarnos y otros poemas /
10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas Eugenio Montejo
11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 42. Secreto de familia y otros poemas / Blanca Varela
12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos 43. Tal vez no era pensar y otros poemas / Idea Vilariño
Drummond de Andrade 44. Bajo la alta luz inmerso y otros poemas / Mariano
13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Brull
Enzersberger 45. Las ocupaciones nocturnas / Jorge Enrique Adoum
14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire 46. La gruta de las palabras y otros poemas / Vladimir
15. Poesía árabe / Antología de 16 poetas árabes Holan
contemporáneos 47. La vida nada más, la sola vida y otros poemas /
16. Voy a nombrar las cosas y otros poemas / Eliseo Diego Gastón Baquero
17. Muero de sed ante la fuente y otros poemas / Tom 48. El futuro empezó ayer / Luis Cardoza y Aragón
Raworth 49. Los errores necesarios y otros poemas / Joaquín
18. Estoy de pie en un sueño y otros poemas / Ana Istarú Giannuzzi
19. Señal de identidad y otros poemas / Norberto James 50. Jardín de Piedra / Fernando Ruiz Granados
Rawlings 51. Hablar desde la inseguridad / Rafael Cadenas
20. Puedo sentirla viniendo de lejos / Derek Walcott 52. El hombre acorralado y otros poemas / Luis Alfredo
21. Epístola a los poetas que vendrán / Manuel Scorza Torres
22. Antología de Spoon River / Edgar Lee Masters 53. Territorios Extraños /José Acosta
23. Beso para la Mujer de Lot y otros poemas / Carlos 54. Cuadernos de Voronezh / Osip Mandelstam
Martínez Rivas 55. La traición de los sueños / Francisco de Asís
24. Antología esencial / Joseph Brodsky Fernández
25. El hombre al margen y otros poemas / Heberto Padilla 56. Quemaremos los días por venir / Radhamés Reyes-
26. Réquiem y otros poemas / Ana Ajmátova Vásquez
27. La novia mecánica y otros poemas / Jerome 57. Sobre toda palabra / Rafael Guillén
Rothenberg 58. Días de Carne / César Sánchez Beras
28. La lengua de las cosas y otros poemas / José Emilio 59. Bajo la noche enemiga y otros poemas / Ulises
Pacheco Varsovia
29. La tierra baldía y otros poemas / T.S. Eliot 60. La imperfección es la cima / Yves Bonnefoy
30. El adivinador de hojas y otros poemas / Odysseas 61. Voluntad de la luz / Luis Armenta Malpica
Elytis 62. Ciudad en llamas y otros poemas / Oscar Hahn
31. Las ventajas de aprender y otros poemas / Kenneth 63. Iniciación final / José Alejandro Peña
Rexroth
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Colección
Muestrario de
Poesía
2010

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