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L A S T O X I N A S A M B I E N T A L E S Y S U S E F E C T O S

G E N É T I C O S

Autora: ROSARIO RODRÍGUEZ ARNAIZ

COMITÉ DE SELECCIÓN
EDICIONES
DEDICATORIA
PRÓLOGO
I. LAS TOXINAS AMBIENTALES
II. LA GENÉTICA
III. LAS TOXINAS AMBIENTALES Y LA GENÉTICA
IV. CÓMO SE IDENTIFICAN LOS AGENTES
...GENOTÓXICOS
V. CONCLUSIONES
BIBLIOGRAFÍA
CONTRAPORTADA

P R Ó L O G O

Desde temprana edad siempre me maravilló el mundo natural. En


nuestros continuos paseos de fin de semana por los alrededores del
valle de México, y en nuestras habituales salidas al interior de la
República, a los sitios más recónditos y bellos de México, dada la
afición de mi padre por la fotografía, pudimos conocer los diversos y
muy variados ecosistemas que en nuestro país existen. Mi amor por la
naturaleza, sin duda, quedó bien cimentado desde entonces. Durante
mis frecuentes soliloquios de la adolescencia me preguntaba cómo se
había originado la gran variedad de seres vivos, cómo se mantenía
esta diversidad, y qué mecanismos podrían alterarla. La comprensión
de los procesos hereditarios y de los factores naturales o artificiales
que pueden modificarlos ha sido el motor de mi vida académica. En el
camino he despejado muchas dudas, que me han permitido entender e
integrar conceptos genéticos y toxicológicos esenciales. Este libro es el
resultado de tal aprendizaje.

Tuve la suerte de contar con muy buenos maestros en mis años de


estudiante en la Facultad de Ciencias de la UNAM. Dedico este libro a la
doctora Leonila Vázquez, con quien aprendí a comprender la diversidad
del mundo biológico, al doctor Raúl Ondarza, quien me enseñó los
principios de la biología molecular, y en forma muy especial al doctor
Rodolfo Félix (QEPD), quien me introdujo en la investigación de la
genética y de la mutagénesis y quien fue mi tutor durante mis estudios
de posgrado. Al doctor Stanley Zimmering de la Universidad de Brown,
Providence, EUA, por sus enseñanzas acerca de la genética de la
Drosophila y por su rigor científico. A la UNAM, que me dio la
oportunidad de formarme en sus aulas. A mi madre, por su enorme
ejemplo; por ser universitaria de vocación y de corazón.

La tarea de difundir el conocimiento generado por la ciencia es


ciertamente difícil. Esta experiencia, sin duda, ha sido enriquecedora.
Al redactar este libro siempre tuve presente tratar el tema con
lenguaje sencillo y accesible, cuidando no caer en peligrosas
simplificaciones. Agradezco a Antonio Lazcano la revisión de la
redacción, sus comentarios y sugerencias y a Héctor Abundis por haber
preparado las figuras de este libro.

Espero que este libro despierte en el lector su interés y curiosidad y


que le permita entender los principios básicos de la genética
toxicológica.

México, D. F., julio de 1992

I . L A S T O X I N A S A M B I E N T A L E S

LOS seres vivos estamos expuestos a la acción de numerosos agentes


potencialmente tóxicos, sean éstos físicos, químicos o biológicos, que
provocan efectos fisiológicos, bioquímicos, patológicos y, en algunos
casos, genéticos. La toxicología es la ciencia que estudia la interacción
entre las toxinas ambientales y los sistemas biológicos.

La mayoría de las sustancias químicas presentes en el medio ambiente


tienen origen artificial; es decir, son sintetizadas por el hombre. Sin
embargo, existen cientos de venenos naturales generados por
microorganismos, hongos, plantas y animales, que son muy tóxicos
para otros seres vivos.

Algunas de estas sustancias naturales o toxinas se conocen desde la


antigüedad. De hecho, el estudio de los venenos ha preocupado a la
humanidad desde tiempos remotos, tal como lo muestra uno de los
antecedentes médicos más antiguos que se conocen, el llamado Papiro
Ebers (1500 a.C.). Los egipcios utilizaron toxinas de origen natural
para matar a sus enemigos o suicidarse. Cleopatra, de acuerdo con la
tradición, se suicidó haciéndose morder por un áspid.

Como lo registran los Vedas (900 a.C.) el arsénico y el opio fueron


conocidos por los antiguos habitantes de la India. Los chinos
emplearon flechas envenenadas con aconitina para acabar con sus
enemigos, mientras que los griegos, con una tradición que se remonta
a Hipócrates (400 a.C.) y se prolonga por 500 años, hasta Dioscórides,
clasificaron los venenos de origen natural y desarrollaron numerosos
antídotos.

Durante la Edad Media, el arte de envenenar con fines políticos se


convirtió en un culto, como lo muestra la historia de los Borgias (siglos
XV y XVI); en Francia la reina Catalina de Médicis fue la precursora de
algunos principios empíricos de la toxicología, preparando venenos de
origen natural que probaba en enfermos y presos; anotaba
cuidadosamente los síntomas que producían y su eficacia.

Paracelso (1493-1541) sentó los cimientos científicos de la ciencia de


las drogas y los venenos, ya que realizó experimentos y señaló que las
propiedades terapéuticas y tóxicas de las sustancias químicas se
distinguen únicamente en función de la dosis. Ya para el siglo XIX se
establecen los sitios donde ejercen su acción algunas toxinas,
iniciándose así el estudio de los mecanismos que siguen las sustancias
químicas de origen natural.

FUENTES DE EXPOSICIÓN DE LOS SERES VIVOS A LAS TOXINAS


AMBIENTALES

La exposición a los agentes tóxicos puede presentarse en forma aguda,


es decir, en un solo episodio generalmente accidental, cuando ingresan
al organismo cantidades elevadas de alguna toxina. Puede darse en
forma crónica, si existe exposición continua a dosis bajas, que suele ir
acompañada de su acumulación en el organismo, produciéndose la
respuesta tóxica después de mucho tiempo.

La ruta o forma de ingreso al organismo es también variada: puede ser


por inhalación, por vía digestiva o por contacto a través de la piel. Las
poblaciones de organismos pueden estar expuestas a las toxinas de
manera 1) involuntaria, como ocurre en el ambiente abierto, 2)
voluntaria, cuando el individuo emplea drogas o agentes terapéuticos,
y 3) ocupacional, en el ambiente de trabajo.

La concentración de las sustancias químicas en el cuerpo puede


medirse analizando la sangre, la orina y el pelo. Así, por ejemplo, es
un hecho conocido que Napoleón fue deliberadamente envenenado con
arsénico. Hasta hace algunos años se pensaba que la fuente había sido
el alimento, ya que su autopsia reveló grandes lesiones en el hígado y
en el estómago. Sin embargo, el análisis de su pelo (entre 1964 y
1982) mostró suficientes cantidades de arsénico, que aunque
seguramente no provocaron su muerte, sí pudieron producir la
enfermedad que lo mató. Durante el siglo XIX el arsénico se empleaba
en la fabricación de muchas medicinas, en cosméticos y pigmentos.
Las paredes de la casa que Napoleón habitó en Santa Elena estaban
pintadas y cubiertas con papel tapiz verde esmeralda, el cual se
fabricaba con arsenito de cobre. Sobre el papel tapiz húmedo, algunos
hongos pueden transformar los compuestos de arsénico a formas
volátiles y venenosas que se liberan al aire de las habitaciones. Así, tal
vez esto probaría que en la muerte de Napoleón no hubo conspiración,
sino que se trató de un lento e inocente envenenamiento ambiental.

Los procesos que controlan el destino final de un compuesto químico


en el ambiente son el transporte, la transformación y la transferencia
del mismo. El transporte o movimiento de los agentes químicos en el
ambiente se debe fundamentalmente a las fuerzas naturales, como el
viento o el agua, cuya dirección y velocidad determinarán su
concentración. La transformación es un cambio en la estructura física o
química de un compuesto. Un compuesto químico puede pasar de
sólido a líquido y de éste a gas, o transformarse por reacciones
químicas como la oxidación y la reducción, procesos que se llevan a
cabo en los organismos. Esto los puede activar o degradar. La
transformación también se refiere a las interacciones de diversos
agentes químicos en el ambiente y a las reacciones que bajo ciertas
condiciones se realizan entre ellos.

La transferencia es el movimiento de los compuestos químicos en la


biosfera: aire, agua, suelo y organismos vivos. Así, un agente químico
presente en el agua puede volatilizarse, pasando al aire, ser luego
transferido al suelo por acción de la lluvia y de allí incorporarse a la
cadena alimenticia. El resultado neto de estas transferencias es una
amplia distribución de toxinas en el medio ambiente, y por lo tanto, el
aumento del riesgo de exposición.

El comportamiento y destino final de muchos agentes químicos está


también influido por diferentes aspectos tales como la solubilidad en
agua, la presión de vapor, la bioconcentración y la biotransferencia.

En general, los agentes químicos que son solubles en agua son menos
peligrosos que los insolubles, debido a que suelen ser menos volátiles,
más móviles y biodegradables. La presión de vapor es un factor
importante que mide la volatilidad de un agente químico en estado
puro, y es un indicador del grado de transporte del compuesto químico
en el aire, siendo éste el medio más importante para su distribución.
Los agentes químicos que tienen una presión de vapor baja y una alta
afinidad por el agua y por el suelo, se vaporizan menos que aquellos
que tienen presión de vapor alta. Además estos últimos suelen tener
poca afinidad por el agua y por el suelo. Es importante determinar el
destino final de un compuesto químico en los seres vivos, ya que
muchos son capaces de concentrar en sus órganos y tejidos cantidades
elevadas de una sustancia, como ocurre con los peces y el ganado. En
estos casos, la cadena alimenticia se convierte en una fuente
importante de exposición a agentes químicos.

¿CÓMO RESPONDEN LOS ORGANISMOS ANTE LOS AGENTES


TÓXICOS?
La respuesta de los organismos ante las toxinas depende de varios
factores, siendo los más importantes las propiedades específicas,
físicas y químicas del compuesto y la cantidad a la que estén
expuestos. Esta relación dosis-respuesta es un criterio que suele
establecerse con los organismos empleados en el ensayo. Aunque no
brinda información acerca de los mecanismos de acción propios del
agente, sí permite establecer en términos prácticos y cuantitativos
cuán tóxico es. El tipo de respuesta que se establece es un índice de
letalidad en función del número de individuos tratados que mueren
(Figura 1). La dosis letal también permite conocer la potencia del
compuesto por la magnitud de la respuesta del organismo.

Figura 1. Relación dosis-respuesta, medida en letalidad.

MOVIMIENTO DE LAS TOXINAS EN EL ORGANISMO

Cuando las toxinas ingresan al organismo, interaccionan en el nivel


celular con un receptor específico, que suele ser una proteína. Cuando
la concentración de la sustancia dentro de la célula es grande, los
sitios receptores se saturan y se produce una respuesta tóxica
máxima; cuando la concentración es baja, la respuesta es menor. Esta
relación permite establecer a los toxicólogos qué dosis produce el
efecto deseado sin ser tóxica, para fines terapéuticos.

Por ejemplo, una sustancia química a una dosis de 100 unidades


produce la muerte del 50% de la población tratada (LD50), mientras
que la dosis efectiva está entre 2 y 10 unidades y la dosis tóxica se
encuentra hacia las 20 unidades (Figura 2).
Figura 2. Comparación de la dosis efectiva (DE), Dosis tóxica (DT) y dosis
letal media (LD50) de una sustancia química hipotética.

Para que una sustancia tóxica ejerza sus efectos en un ser vivo debe
ponerse en contacto con el organismo. La piel en los animales y la
corteza en las plantas son las barreras naturales que separan a los
organismos del medio ambiente. Sin embargo, una vez que ingresa
una toxina al organismo, por cualquier ruta, ésta es absorbida y
distribuida por el torrente circulatorio hasta llegar a las células blanco,
que son las que tienen los receptores para un compuesto químico
específico. Los agentes tóxicos pueden eliminarse de la circulación al
ser excretados por el riñón, o quizá acumularse en los tejidos grasos, o
bien biotransformarse en las células del hígado y otros órganos. En la
figura 3 se muestra un esquema de este proceso.
Figura 3. Absorción, distribución y eliminación de las toxinas en los animales.

En el organismo existen barreras naturales, las membranas de las


células, a través de las cuales el agente tóxico debe pasar. Estas
membranas tienen estructuras muy variadas y por lo tanto funciones
diversas. Fundamentalmente están formadas por fosfolípidos y
proteínas, los primeros arreglados en una bicapa y las proteínas
esparcidas entre ellos. Las membranas tienen poros a través de los
cuales las células se ponen en contacto con el exterior. Las proteínas
les confieren a las membranas una especificidad en cuanto al
transporte o ingreso a la célula de los compuestos químicos. Los
fosfolípidos, que están formados por ácidos grasos, si son saturados,
es decir, sin dobles enlaces entre sus carbonos, hacen a la membrana
menos franqueable. Si hay mayor cantidad de ácidos grasos
insaturados la membrana permite más fácilmente el paso de
sustancias.

Los mecanismos mediante los cuales un compuesto químico pasa a


través de una membrana pueden ser pasivos, es decir, la membrana
no participa activamente en el proceso, como ocurre en la difusión del
alcohol etílico, por ejemplo, que depende de la solubilidad en los
lípidos de la membrana. El compuesto puede penetrar por filtración,
cuando tiene un tamaño lo suficientemente pequeño como para
atravesar los poros de la membrana. Ello ocurre, por ejemplo, con el
monóxido de carbono, que ocasiona intoxicaciones violentas. Estos
procesos son especialmente favorables para sustancias químicas no
polares.

Cuando el compuesto químico es insoluble en los lípidos de la


membrana, cuando las moléculas de la sustancia son muy grandes y
no pueden atravesar los poros y canales de la membrana, o cuando se
trata de sustancias ionizadas, se establece entonces el llamado
transporte activo. Este es selectivo en principio, ya que depende de la
estructura química del compuesto, de una molécula transportadora
específica de membrana, y de un gasto de energía adicional por parte
de la célula. Esto se debe a que ingresa en contra de un gradiente de
concentración, en competencia con los nutrientes que normalmente
ingresan a las células por este mecanismo.

Las sustancias químicas que son transportadas activamente a través


de las membranas pasan al interior de las células en forma de un
complejo. En el interior de la célula éste se disocia, y la molécula
transportadora regresa nuevamente a la superficie de la membrana, en
lo que se puede repetir el proceso.

Los agentes tóxicos atraviesan las membranas de las células e


ingresan al torrente sanguíneo de la misma manera que el oxígeno
inhalado llega a los pulmones, y los nutrientes ingeridos oralmente
pasan al tracto digestivo.

La distribución del agente tóxico en el organismo depende de las


características fisicoquímicas del compuesto, de su capacidad para
atravesar membranas y de su afinidad por los componentes normales
del organismo. Una vez en el torrente sanguíneo, los agentes químicos
suelen unirse a proteínas del plasma, lo cual les impide ingresar a las
células por difusión. Sin embargo, esta interacción muchas veces
desplaza a la sustancia química que ya estaba unida, de manera que
las toxinas suelen estar en equilibrio en el plasma, es decir, tanto en
forma unida como en forma libre.

En los animales existen órganos que tienen una gran capacidad para
concentrar agentes tóxicos, como el hígado y los riñones. En el hígado
existen numerosas proteínas que transportan activamente diferentes
compuestos extraños o xenobióticos. En el interior de las células
hepáticas se lleva a cabo la transformación de los compuestos, o
metabolismo, sea para hacerlos más solubles y dejarlos listos para
excretarse por los riñones, o bien para activarlos formándose un
compuesto muy reactivo. Ya que el metabolismo desempeña en las
células un papel dual de desintoxicación-eliminación y activación-
toxificación, volveremos a él con más detalle.

Ya vimos que la solubilidad de las toxinas en los lípidos de las


membranas es un factor determinante para su absorción, por lo cual
su acumulación en los tejidos adiposos del cuerpo está íntimamente
ligada a esta propiedad; así que en las grasas del cuerpo es donde se
concentran y guardan las toxinas. A medida que el organismo
metaboliza y elimina toxinas, se van liberando de los sitios de depósito
hacia el plasma, de ahí pasan al hígado, y el ciclo se repite. Este
proceso es importante, ya que muchas toxinas liposolubles se
acumulan y ejercen sus efectos adversos durante mucho tiempo, como
ocurre con los anestésicos, los barbitúricos y los pesticidas.

La eliminación de los agentes tóxicos del organismo es un factor


importante en relación con los efectos biológicos. Lógicamente, la
eliminación rápida reduce los riesgos, y en muchos casos la toxicidad y
los daños al organismo no se presentan. La ruta más importante de
eliminación es el riñón. Esta se realiza en las células renales por
difusión, filtración o por transporte activo. Los compuestos liposolubles
no polares, es decir sin carga, suelen ser reabsorbidos por difusión y
regresan al torrente sanguíneo, mientras que los compuestos polares y
los iones son excretados activamente. Los iones negativos, o aniones,
se excretan más fácilmente cuando la orina es ácida, y los iones
positivos, o cationes, cuando la orina es básica. En este fenómeno
subyace, de hecho, el principio práctico de aplicación de los antídotos
frente a los episodios de envenenamiento. Por ejemplo, el fenobarbital
es un ácido débil que se emplea como anticonvulsivo, sedante e
hipnótico; si un individuo ingiere cantidades elevadas de esta droga
debe administrársele bicarbonato de sodio que, por ser una base,
favorece la eliminación rápida del barbitúrico por vía urinaria.

El mismo proceso puede emplearse también para la excreción de un


agente terapéutico. Por ejemplo, la penicilina se elimina por transporte
ácido. Si se administra otro compuesto ácido que compita con la
penicilina se prolongará la acción del antibiótico. Esto se vio durante la
segunda Guerra Mundial, cuando la penicilina tuvo una gran demanda
pero el suministro era escaso.

Los seres vivos tienen, pues, la capacidad de degradar y eliminar


muchos compuestos extraños. Sin embargo, cuando la absorción es
mayor que la excreción, el agente químico tiende a acumularse en
cantidades elevadas, y mostrar un efecto tóxico.

EL METABOLISMO

Se conoce como metabolismo al conjunto de reacciones químicas a las


que son sometidas las sustancias absorbidas por los seres vivos, ya
sea para la obtención de energía o la construcción de elementos
estructurales.

Sin duda, las toxinas han sido metabolizadas desde que las primeras
células se formaron, de manera que los mecanismos de
desintoxicación han estado siempre presentes en los seres vivos. El
agua y el alimento no tratado, así como el aire, contienen muchas
sustancias que no son necesarias para la vida y que pueden ser
tóxicas; aun el oxígeno en cantidades elevadas es tóxico.

La estructura química de los compuestos nutritivos naturales y de los


metabolitos intermedios es muy variada, de modo que la maquinaria
celular está provista de numerosos catalizadores, o enzimas, que
hacen frente a esta gran diversidad de productos químicos de la dieta.
Este conjunto de enzimas también lo emplea la célula para eliminar
compuestos tóxicos potencialmente nocivos. La capacidad de
desintoxicación celular tiene un límite que está dado por la dosis de la
sustancia.
Figura 4. Esquema de la biotransformación metabólica

Después de que un agente xenobiótico ha sido absorbido por el


organismo, éste es biotransformado. Por lo general los productos del
metabolismo son más solubles en agua, lo que facilita su eliminación y
hace desaparecer su toxicidad; en otras ocasiones se obtiene una
sustancia como producto intermedio del metabolismo, la cual es más
reactiva que la original, y que puede reaccionar con otras
macromoléculas celulares. Un esquema de este proceso se observa en
la figura 4.

Las enzimas que realizan las reacciones químicas relacionadas con la


biotransformación se encuentran en el citoesqueleto, en el retículo
endoplásmico, en los organelos llamados mitocondrias, y en el caso de
los mamíferos, en las células hepáticas. Como ya dijimos, estas
reacciones producen metabolitos estables nucleofílicos más solubles en
agua, por lo que algunas reacciones se realizan en presencia de este
líquido, lo cual recibe el nombre de hidrólisis. Otras se realizan en
presencia de oxígeno (oxidación), y algunas más por hidrógeno
(reducción). En la figura 5 se muestran algunos ejemplos.

Si el compuesto tiene un grupo funcional, es decir grupos de átomos


unidos a la cadena de carbono, éste puede combinarse con enzimas en
el fenómeno llamado conjugación, y así se produce un compuesto
polar, soluble en agua, que se elimina tal como se muestra en la figura
6.
Figura 5. Ejemplos de reacciones metabólicas. R y R' =radicales (excepto
hidrógeno).

Figura 6. Conjugación.

Las enzimas que intervienen en la bioactivación de los agentes


xenobióticos realizan esencialmente las mismas funciones generales. El
producto intermedio del metabolismo resulta ser iónico, y
potencialmente muy reactivo, lo que puede producir daño a los tejidos,
despertar reacciones inmunológicas o interactuar con los ácidos
nucleicos (Figura 7).
Figura 7. La biotransformación de agentes xenobióticos.

LOS ELEMENTOS QUE INFLUYEN EN LA RESPUESTA TÓXICA

Como ya mencionamos, el metabolismo es el factor determinante de la


toxicidad de un compuesto. Los seres vivos tienen capacidades
metabólicas distintas, ya que los paquetes enzimáticos son
característicos de cada especie.

Figura 8. Fórmula del malatión.


Figura 9 . Vías metabólicas del insecticida malatión en mamíferos y en
insectos.

Por ejemplo, el pesticida malatión (Figura 8), que por cierto el hombre
emplea para combatir los piojos (pediculicida), se hidroliza en los seres
humanos, produciéndose un compuesto estable que posteriormente se
conjuga y se elimina por la orina. En cambio en los insectos, este
mismo pesticida se oxida y el producto intermedio inhibe a una
enzima, la colinesterasa, que es necesaria para la neutrotransmisión
química de los impulsos nerviosos mediados por la acetilcolina. Ello
provoca la parálisis neuromuscular y la muerte del insecto (Figura 9).

Existen también diferencias importantes en la respuesta de los


individuos de una misma especie. El sexo es otro elemento por
considerar, ya que en algunas especies los machos excretan más
eficientemente que las hembras algunos tóxicos. El fenómeno inverso
también ocurre, y este tipo de respuesta diferencial de los sexos se
debe en gran medida a las capacidades metabólicas y a las diferencias
en las hormonas sexuales de cada sexo. Las variaciones genéticas
entre los individuos de una especie producen respuestas distintas
frente al mismo agente. Por ejemplo, la droga hidralacina, que se
emplea como agente terapéutico para combatir la presión sanguínea
alta o hipertensión, produce en 10% de los pacientes tratados un
síndrome, el llamado lupus eritrematoso, que está relacionado con
varios factores, entre los que se cuenta un gene que predispone a los
portadores a manifestar los efectos adversos del medicamento.

I I . L A G E N É T I C A
EL HOMBRE, a través de la historia, ha realizado experimentos prácticos
utilizando, sin conocerlos, los principios relacionados con la herencia de
los caracteres. Por ejemplo, los babilonios desde hace 8 000 años
dejaron en sus piedras labradas figuras que representan árboles
genealógicos de caballos y esquemas de polinización artificial de
dátiles. Por su parte, los chinos mejoraron las semillas de arroz
escogiendo las plantas con las características deseadas y haciendo
cruzas controladas entre ellas. En América el maíz fue mejorado por
selección y los griegos propusieron en sus relatos híbridos raros: por
ejemplo, de la cruza entre el dromedario y el leopardo resultaba la
jirafa, el camello se originaba del dromedario y el jabalí y el plátano de
la acacia y la palma.

La genética como ciencia se inicia formalmente con los principios y


reglas analíticas propuestas en 1865 por el monje agustino Gregorio
Mendel, quien presentó en la Sociedad de Historia Natural de Brno
[actual República Checa] el resultado de sus experimentos acerca de la
hibridación en plantas, y postuló las leyes de transmisión de los
caracteres hereditarios discretos. Fue una sesión en la que no hubo
preguntas, pues sus monumentales contribuciones no fueron
comprendidas por sus contemporáneos, a pesar de que Mendel
propuso una teoría científica unificadora sobre los mecanismos que
rigen los patrones hereditarios de los organismos.

Hoy día la herencia es un fenómeno natural para todos. Sin embargo,


se trata de una ciencia joven; el cuerpo de conocimientos que integran
a la ciencia que estudia a los genes y su variación, la genética, se han
acumulado en este siglo. Las unidades funcionales de la herencia, los
genes, constituyen el centro de estudio de la genética, al igual que su
transmisión de generación en generación, sus propiedades básicas, las
fuentes de variación naturales o artificiales que existen y de cómo se
reflejan éstas en los individuos y en las poblaciones.

Estos conocimientos han unificado a la biología moderna, de manera


que hoy día no es posible pensar en ningún área de la biología en la
que no incida la genética: la unidad de la vida está dada por la
estructura química básica del gene y sus funciones, que son muy
semejantes en todos los seres vivos. La diversidad biológica puede
explicarse al menos en parte por los arreglos peculiares del material
genético en cada especie, que son el resultado de la herencia y la
variación, y la continuidad de la vida misma se establece al
transmitirse el material genético de generación en generación.

Las características biológicas que se observan en los seres vivos, tales


como forma, color, talla, capacidad metabólica, funciones bioquímicas,
etc., están bajo control genético. Por lo tanto, los genes controlan
miles de reacciones químicas que se presentan en los organismos.
Los genes interactúan con el medio para producir un carácter o rasgo,
llamado fenotipo. Así, dos individuos con genotipo idéntico (como los
gemelos monocigóticos) se desarrollan de manera distinta en dos
ambientes diferentes, de la misma manera que dos individuos con
genotipo diferente (como los hermanos) se desarrollan de forma
distinta en el mismo ambiente.

El genotipo permanece constante durante la vida del organismo. Sin


embargo, el fenotipo cambia continuamente en función del tiempo y de
la secuencia peculiar de medios interno y externo a los que está
expuesto el individuo en su historia particular.

LA ORGANIZACIÓN CELULAR

Los seres vivos se clasifican en procariontes y eucariontes, de acuerdo


con su organización celular. Los procariontes son organismos
unicelulares en los cuales los genes se encuentran localizados en una
estructura generalmente circular, desnuda y libre en el citoplasma,
llamada cromosoma o genóforo. En cambio, los eucariontes son
aquellos seres vivos que presentan en sus células al menos un núcleo
rodeado por una membrana nuclear, en el cual queda albergado el
material genético que siempre está asociado a proteínas específicas
(histonas), formando un complejo que se denomina cromatina.

Figura 10. Célula procarionte y célula eucarionte

Los procariontes poseen un solo cromosoma circular o nucleoide y se


reproducen mediante una división celular después de que el
cromosoma se ha duplicado. Entre los eucariontes, el cromosoma tiene
forma de varilla y se presentan más de dos cromosomas en número
característico para cada especie. En estos últimos se presentan los
fenómenos de dominancia y recesividad debido a que los cromosomas
se presentan por pares (diploidia). Los procariontes son haploides, es
decir, el genoma es único. En la figura 10 se muestra de manera
esquemática una célula procarionte y otra eucarionte.

Los eucariontes pueden estar formados por una o por muchas células.
Las formas de división celular pueden ser asexuales, es decir, que un
solo progenitor se divide en dos, generándose dos células iguales, o
bien a partir de estacas, como ocurre entre las plantas frutales. La
forma de reproducción sexual implica la unión de dos gametos o
células sexuales provenientes de dos progenitores distintos.

Los eucariontes que presentan reproducción sexual poseen en su


organismo células que conforman al cuerpo, o somáticas, en las que se
mantiene el número cromosómico característico de la especie, ya que
antes de dividirse duplican sus cromosomas, los que se distribuyen en
forma igual a las células hijas. Este proceso se llama mitosis, y es
distinto a la meiosis, en la cual se forman las células sexuales o
gametos. Una célula se divide dos veces, en tanto que el material
genético se duplica una sola vez, de manera que a partir de una célula
diploide se obtienen cuatro células haploides. Es decir, el número
cromosómico característico de la especie queda reducido a la mitad.

La fusión de los gametos masculino y femenino restituye el número


diploide de la especie, a partir del huevo o cigoto. Este va dividiéndose
por mitosis sucesivas hasta que se produce el nuevo organismo, el cual
estará formado por células somáticas diploides y por gametos
haploides. Cuando vuelven a unirse los gametos por fecundación se
restituye el complemento diploide.

La mitosis es esencialmente un proceso conservativo, ya que a partir


de una célula diploide se forman dos células hijas iguales con idéntico
complemento cromosómico. La meiosis es el proceso que genera
variabilidad entre los organismos de una misma especie; en ella los
cromosomas intercambian información genética. Este fenómeno,
llamado recombinación, da origen a productos en combinaciones
distintas de las parentales; el número y el sitio en el que se producen
los intercambios de material genético en los gametos nunca es igual de
una meiosis a otra. Este mecanismo permite explicar la razón por la
cual no hay dos individuos exactamente iguales, a menos de que se
trate, como ya vimos, de gemelos homocigóticos.

LOS ÁCIDOS NUCLEICOS: MACROMOLÉCULAS ESENCIALES.

La vida está formada por varios elementos químicos, entre los que se
destacan sobre todo el carbono, el hidrógeno, el oxígeno, el nitrógeno,
el fósforo y el azufre. En las células estos átomos forman moléculas
simples como el agua y los fosfatos, o bien grandes moléculas
constituidas por miles de átomos, como los ácidos nucleicos y las
proteínas. En las moléculas, los átomos se mantienen unidos por
varios tipos de enlaces, como por ejemplo el iónico, que resulta de la
interacción de dos elementos con carga eléctrica opuesta, y el
covalente, en el que los átomos comparten electrones.

Los ácidos nucleicos son las macromoléculas en las cuales se almacena


y procesa toda la información genética de los sistemas biológicos. En
las células de los organismos existen dos tipos de ácidos nucleicos: el
ácido desoxirribonucleico (ADN) y el ácido ribonucleico (ARN). Todos
los organismos actuales utilizan al ADN como macromolécula
informativa, aunque existen muchos virus, como el de la polio y el de
la gripa, que usan ARN.

Las moléculas del ácido desoxirribonucleico son, como se muestra en


la figura 11, cadenas de nucleótidos formadas por una base
nitrogenada, un azúcar, la desoxirribosa y un fosfato.

Figura 11. Nucleótido del ADN.

Las bases nitrogenadas pueden ser púricas, como la adenina y la


guanina, y pirimídicas, como la citosina y la timina (Figura 12).

Figura 12. Bases nitrogenadas del ADN.


Aunque la composición básica del ADN se conoció durante algunas
décadas, los genetistas de los años cuarenta no podían imaginar cómo
este grupo tan limitado de moléculas podría guardar tanta y tan
variada información de los seres vivos. Los primeros científicos que
propusieron una estructura química coherente con las funciones que
realiza el ácido desoxirribonucleico fueron James D. Watson y Francis
H. Crick en 1953.

El modelo de la doble hélice describe la conformación de las moléculas


del ADN en el espacio. Cada hélice es una cadena de nucleótidos que
se mantiene unida a través de puentes fosfodiester, de tal manera que
el grupo fosfato forma un puente entre dos grupos OH de dos azúcares
adyacentes (Figura 13).

Figura 13. Una hélice o cadena del ADN.

Las dos hebras de la doble hélice son antiparalelas, es decir, están


orientadas en dirección opuesta. Las dos hélices se mantienen unidas
entre sí por puentes de hidrógeno que se establecen entre las bases
nitrogenadas, las cuales se aparean de forma complementaria, tal
como ocurre con la llave que abre una cerradura. Es decir, debido a la
estructura química de las moléculas, la adenina sólo puede aparearse
con la timina mediante dos puentes de hidrógeno, y la citosina con la
guanina con tres puentes de hidrógeno (Figura 14). A diferencia de los
enlaces covalentes, los puentes de hidrógeno son relativamente
débiles, hecho que es muy importante para las funciones que realiza
esta macromolécula esencial.

Fig. 14. La dobre hélice y apareamiento entre las bases nitrogenadas por
puentes de hidrógeno.

El esclarecimiento de la base química de la herencia sugirió la forma en


que la molécula de ADN se replica, ya que cada base especifica a su
complementaria (que sólo es una), debido a los puentes de hidrógeno
que pueden formarse entre ellas.

La estructura de doble hélice también sugirió que el orden o secuencia


en el que se encuentran las bases en el ADN debe dirigir un mensaje
codificado que la maquinaria celular debe traducir a un lenguaje
distinto, el de las proteínas, que en última instancia están organizadas
por los genes.

La replicación del ácido desoxirribonucleico se realiza de acuerdo con


un principio muy simple. Cada hebra de la doble hélice sirve como
molde para la biosíntesis de una nueva cadena complementaria,
proceso que está catalizado por enzimas específicas. Imaginemos a la
doble hélice como si fuera una cremallera. Si la abrimos se rompen los
puentes de hidrógeno y cada lado correspondería a una hebra de ADN,
de manera que las bases quedan expuestas y pueden dirigir la
incorporación de sus complementarias; los nuevos nucleótidos se van
adicionando (que provienen de una poza de ribonucleótidos que existe
en la célula) y la biosíntesis de desoxirribonucleótidos es casi
simultánea a la replicación del ADN. Al final de la réplica quedan
formadas dos dobles hélices, cada una de ellas con una de las hebras
originales (molde) y una hebra recién sintetizada (hija). En la figura 15
se muestra un esquema del proceso.

Figura 15. Replicación del ADN.

La unidad funcional más sencilla en una molécula de ADN es un gene,


y no hay que olvidar que las características tanto visibles como
fisiológicas de los seres vivos dependen de la estructura y de la
expresión precisa de los genes. Los productos de los genes son, por
una parte, distintas moléculas de ARN, y por otra, las proteínas, que
en las células realizan varias funciones: estructurales, enzimáticas y
reguladoras. Las enzimas, y en general todas las proteínas, están
formadas por moléculas llamadas aminoácidos, cuyo orden determina
su estructura primaria. En los organismos existen 20 aminoácidos
esenciales, los cuales se unen por enlaces covalentes, llamados
peptídicos, que se forman liberándose agua en la reacción. La
conformación de las proteínas en el espacio y su enrollamiento produce
estructuras secundarias, terciarias y cuaternarias que crean sitios
específicos en los cuales los sustratos se pegan, permitiendo así que
ocurran las reacciones enzimáticas. Debido a que los genes codifican la
estructura primaria de las enzimas, se puede decir que controlan su
función.

La producción de un polipéptido se realiza en la célula mediante un


proceso complejo en el que intervienen enzimas y diferentes moléculas
de ARN. El mensaje codificado en el ADN es primero transcrito a una
molécula intermediaria, el llamado ácido ribonucleico mensajero
(ARNm) que lleva la información a los ribosomas. Allí ocurre la
traducción del mensaje genético y la unión de los aminoácidos que
conforman la estructura primaria de la cadena polipeptídica. Durante el
proceso de expresión de los genes intervienen tres moléculas distintas
de ácido ribonucleico, y las tres son copias complementarias de
secuencias específicas del ADN. El ARN se caracteriza por ser de una
hebra generalmente sencilla, su azúcar siempre es la ribosa y en lugar
de timina siempre existe otra base pirimídica, el uracilo.

El desciframiento del código genético se llevó a cabo mediante una


serie de experimentos elegantes que mostraron inequívocamente que
el lenguaje molecular está conformado por cuatro letras, que si se
combinan en forma de tripletes, 43, producen 64 palabras, las que
pueden ordenarse de manera definida para producir escritos
peculiares, las proteínas, que son altamente específicas.

A veces el cambio de un solo aminoácido es suficiente para alterar la


función de una proteína. Estos cambios en la arquitectura de las
proteínas son producto de las alteraciones o mutaciones en la
secuencia de bases de un gene en particular.

Las mutaciones son cambios al azar que ocurren en el material


genético y que se heredan a la siguiente generación. Hay mutaciones
puntuales, o microlesiones, que se dan entre los genes, los cuales
cambian a una nueva forma alélica; también hay mutaciones de la
estructura, o del número cromosómico, llamadas mutaciones
cromosómicas o macrolesiones.

Las mutaciones puntuales ocurren en forma natural debido a errores


poco frecuentes durante la duplicación del ADN, o a daños espontáneos
en esta molécula. Los errores ocasionales en el apareamiento de las
bases durante la síntesis del ADN ocasionan sustituciones de una base
original por otra. Por ejemplo, el desplazamiento de un protón que
cambia las propiedades químicas de la molécula, puede llevar a una
alteración de la geometría de los puentes de hidrógeno, que quizá
ocasione que una guanina se parezca temporalmente a la adenina.

En la conformación normal del ADN la guanina y la timina se


encuentran en forma ceto (C=O) y pueden cambiar a la forma enol
(COH), lo que se conoce como cambio tautomérico. Por su parte, la
adenina y la citosina se presentan normalmente en forma amino (NH2)
pero pueden tautomerizarse a formas imino (NH), tal como se muestra
en la figura 16.
Figura 16. Formas normales y tautoméricas de las bases nitrogenadas.

Este tipo de sustituciones se conoce como transición, de una purina a


otra purina o de una pirimidina a otra pirimidina. 1) Al pasar la adenina
de la forma amino a la imino se comporta como guanina; el resultado
es que frente a la adenina habrá una citosina; 2) cuando la guanina
pasa a la forma enol es equivalente a la adenina; por lo tanto, habrá
un error al aparearse con la timina; 3) cuando la timina pasa a la
forma enol se comporta como citosina; 4) cuando la citosina pasa a la
forma imino se comporta como timina; se apareará por lo tanto como
adenina (Figura 17).

Figura 17. Mutaciones puntuales por sustitución (transiciones).

Durante la replicación puede también sustituirse una base púrica por


una pirimídica o viceversa, produciéndose una transversión, tal como
se muestra en la figura 18.
Figura 18. Mutaciones puntuales por sustitución (transversiones).

El origen de las transversiones es menos conocido, ya que la propia


conformación espacial de la doble hélice impide este tipo de errores.

Existen otras mutaciones, como las que ocurren por corrimiento del
marco de lectura, que se deben a la adición o a la deleción de una o
más bases nitrogenadas del ADN durante la replicación (Figura 19).

Fig. 19. Mutaciones por corrimiento del marco de lectura.

También hay otras lesiones espontáneas en el ADN, como la


depurinización. Ésta se presenta cuando el enlace glucosídico entre la
base nitrogenada y la desoxirribosa se rompe, lo cual conlleva a la
eliminación de una purina, A o G, del ADN. El resultado es una lesión
que se conoce como sitio apurínico (Figura 20).

Figura 20. Sitios apurínicos.


Sin embargo, en los seres vivos existen sistemas enzimáticos de
reparación de lesiones del ADN que son muy eficientes y que
restituyen rápidamente la base original. En ocasiones, en el sitio
apurínico puede insertarse una base distinta, lo que da origen a una
mutación puntual. Éstas también se producen por desaminación
espontánea, como la que ocurre con la citosina. Al desaminarse esta
pirimidina se transforma en uracilo, el que se apareará con adenina,
generándose una transición de GC a AT (Figura 21).

Figura 21. Desaminación de la citosina.

Las mutaciones cromosómicas comprenden cambios en el número o en


la estructura de los cromosomas. Este tipo de alteraciones se detectan
analizando las células de los eucariontes bajo el microscopio.

En la mayoría de los seres vivos es posible detectar a los individuos


que presentan cambios numéricos, porque suelen ser distintos
fenotípicamente de los individuos normales. Este tipo de aberraciones
se producen por alteraciones durante la separación normal de los
cromosomas en el curso de la división celular. En los seres humanos,
la falta de un cromosoma, o su presencia en números mayores al
diploide, genera severas alteraciones muy frecuentemente asociadas
con retraso mental severo, periodos de vida cortos y con esterilidad.

Los cambios en la estructura de los cromosomas son macrolesiones y


se producen por rompimientos en los cromosomas, con o sin
rearreglos posteriores, lo cual genera alteraciones en la secuencia de
los genes, y por lo tanto, en la expresión de los mismos en el
organismo.

Así pues, las mutaciones son excepciones que se presentan durante la


réplica o la distribución de los cromosomas durante la división celular.
En condiciones naturales ocurren al azar, no tienen orientación
adaptativa, es decir, ocurren de manera accidental e
independientemente del valor que pudieran tener en el ambiente en
que viven los organismos.

Las mutaciones son procesos que se presentan en frecuencias muy


bajas en las poblaciones naturales y representan la fuente natural de
variación biológica. Son la materia prima sobre la cual actúa la
selección natural y otros mecanismos evolutivos.
Los cambios en el material genético pueden inducirse por agentes
físicos o químicos, llamados mutágenos, que aumentan
considerablemente su frecuencia. Los mutágenos químicos han sido
utilizados experimentalmente para estudiar los mecanismos mediante
los cuales se establecen las mutaciones. Estos mutágenos modelo o de
referencia actúan reemplazando a una base, alterando la
complementaridad, o dañando al ADN de manera tal que no puede
replicarse.

Los análogos de bases son compuestos químicos similares a las bases


nitrogenadas, pero con propiedades de apareamiento distintas, de
manera que al incorporarse en el ADN producen mutaciones porque
durante la duplicación provocan sustituciones de una base por otra.
Por ejemplo, el 5 bromouracilo es un análogo de la timina que se
presenta en condiciones normales en forma ceto, y por lo tanto se
aparea con la adenina; puede cambiar a la forma enólica, adquiriendo
así las propiedades de apareamiento de la citosina y generando una
transición como se muestra en la figura 22.

Figura 22. Microlesiones inducidas por un análogo de base.

Los agentes alquilantes son otro grupo de compuestos químicos que


tienen la propiedad de añadir radicales alquilo, como metilo o etilo, a
las bases nitrogenadas y producir como resultado transiciones, tal
como se muestra en la figura 23.

Figura 23. Transición inducida por etilmetanosulfonato.

Los agentes intercalantes constituyen un grupo de moléculas que


mimetizan a las bases nitrogenadas originales y que al insertarse entre
ellas producen mutaciones de corrimiento de marco de lectura (Figura
24).
Figura 24. Mutación puntual inducida por un agente intercalante.

I I I . L A S T O X I N A S A M B I E N T A L E S Y
L A G E N É T I C A

LA GENÉTICA toxicológica es la disciplina científica que identifica y


analiza la acción de un grupo de agentes tóxicos que son capaces de
interactuar con el material genético de los organismos (compuestos
genotóxicos). Su objetivo primordial es, pues, detectar y entender las
propiedades de los agentes físicos y químicos genotóxicos que
producen efectos hereditarios desde deletéreos hasta letales. Es, por lo
tanto, una ciencia esencialmente multidisciplinaria que pretende
establecer la correlación que existe entre la exposición a agentes
xenobióticos y la inducción de alteraciones genéticas tanto en las
células germinales como en las células somáticas de los organismos, y
definir a partir de ello los efectos que las toxinas ambientales producen
sobre la integridad genética de los seres vivos.

Como ya mencionamos, la genética es una ciencia joven que nace


formalmente con el redescubrimiento, a principios de nuestro siglo, de
las investigaciones realizadas por el monje agustino Gregorio Mendel.
Los científicos de principios de siglo se preguntaron acerca de la
naturaleza del gene, y así realizaron experimentos para tratar de
determinar cómo los factores externos podrían producir cambios en el
orden genético natural. Surgió entonces el término mutación, adoptado
por Hugo de Vries en 1901 para describir los cambios morfológicos que
observó en las plantas polipétalas del género Oenothera (prímula) que
él estudiaba. Este investigador propuso que el "conocimiento del
principio general de las mutaciones y la inducción artificial de las
mismas podrían producir variedades superiores de animales y plantas
cultivadas". El mismo De Vries también sugirió en 1904 que los rayos
X, descubiertos desde 1895 y capaces de penetrar en las células vivas,
podrían emplearse para alterar las partículas hereditarias de las células
germinales.

Años más tarde fue posible evaluar la habilidad de varios agentes


oxidantes para producir mutaciones en algas y en hongos, lo que
marcó el inicio de una serie de preguntas que se hicieron los científicos
en las décadas sucesivas, en torno a la producción artificial de
mutaciones por medio de agentes físicos y químicos como inductores.
En 1927 Herman Muller demostró de manera inequívoca que las
radiaciones ionizantes son capaces de producir alteraciones genéticas
en la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) y definió a las
mutaciones como los cambios en la cantidad, cualidad y arreglo de los
genes. Muller también desarrolló técnicas cuantitativas para medir en
este organismo la proporción de mutaciones inducidas, y llamó la
atención de la comunidad científica al sugerir que las radiaciones
podrían producir cambios en las células somáticas de los tejidos, y en
los que se dividen activamente podrían producirse distintos tipos de
cáncer, incluyendo las leucemias.

Poco tiempo después, al inicio de la década de los años cuarenta,


Charlotte Auerbach (1942) demostró que el gas mostaza, utilizado
como arma química durante la segunda Guerra Mundial, es
mutagénico; un año después se demostró que el uretano empleado
como agente antineoplásico es también capaz de inducir mutaciones
en organismos de bioensayo. Con estos y otros descubrimientos fue
posible orientar las investigaciones hacia el conocimiento de la
interacción entre los agentes químicos y el material genético.

La investigación inicial en el campo de la mutagénesis, es decir, con


mutaciones inducidas, antes de que se descubriera e identificara cuál
era la base química de la herencia, estuvo motivada por el deseo de
los científicos de entender la estructura y la función del material
genético. De hecho, Charlotte Auerbach postuló en 1947 que "si se
asume que una mutación es un proceso químico, entonces el
conocimiento de los agentes que son capaces de iniciar este proceso
arrojará una luz no sólo sobre la reacción misma sino también acerca
de la naturaleza del gene, el otro compañero de la reacción".

Muy pronto se estableció que algunos agentes terapéuticos de uso


común, tales como drogas y estimulantes, producen alteraciones en
los cromosomas. El genetista Joshua Lederberg propuso en 1962 que
se hicieran estudios genéticos para tratar de determinar si una gran
variedad de sustancias químicas que producen mutaciones en los
microorganismos representan o no un riesgo potencial para las células
germinales de los seres humanos. Lederberg propuso que en las
pruebas toxicológicas de rutina se incluyeran ensayos de mutagénesis,
antes de que los productos salieran al mercado y se emplearan
masivamente. Esta propuesta no tardó en convertirse en una medida
de protección necesaria, la cual fue adoptada en muchos países
industrializados.

Posteriormente se demostró que muchos agentes químicos


representan un riesgo tan o más importante que las radiaciones en la
producción de alteraciones genéticas heredables. Asimismo, surgió la
preocupación de que algunas enfermedades hereditarias que se
observan en las poblaciones pudieran tener un origen ambiental.

A finales de los setentas se demostró la correlación que existe entre la


inducción por diversos agentes químicos de mutaciones, o
mutagénesis, y el desarrollo de algunos tipos de cáncer, o
carcinogénesis. Esta correlación se estableció debido a que la mayoría
de los carcinógenos interactúan directa o indirectamente con los ácidos
nucleicos, y por lo tanto tienen la capacidad de producir cambios
heredables.

EFECTOS ADVERSOS DE LAS MUTACIONES

Las mutaciones se producen tanto en las células germinales como en


las células somáticas. Las consecuencias de una y otra son distintas,
en términos de la población y del individuo. Los cambios que se
generan en los gametos pueden provocar esterilidad en el individuo
portador o bien fijarse en el material genético, lo cual se traduce en
cambios heredables (mutagénesis). Si las mutaciones se producen en
células somáticas el individuo puede desarrollar enfermedades, o bien
iniciar el proceso canceroso (carcinogénesis). Los cambios genéticos
también pueden provocar durante el desarrollo embrionario
alteraciones en el embrión, proceso conocido como teratogénesis
(Figura 25).

Figura 25. Efectos adversos de las mutaciones.

LA MUTAGÉNESIS

Las alteraciones heredables inducidas en las células germinales están


bien documentadas en organismos empleados en bioensayos. De
hecho, gran mayoría de agentes genotóxicos se han detectado a través
de los cambios transmisibles a las generaciones sucesivas. Una vez
que se fija una mutación, ésta resulta ser tan estable como la
secuencia original.

Sin embargo, entre los seres humanos no ha sido posible detectar los
efectos de ningún agente genotóxico en relación con el nacimiento de
niños portadores de alteraciones genéticas. La frecuencia espontánea
de alteraciones genéticas en la población humana es muy alta.
Alrededor del 2% de los niños recién nacidos portan una mutación, sea
puntual o bien cromosómica. Para mostrar el efecto de algún
compuesto genotóxico se requiere del análisis de poblaciones muy
grandes, y de la comparación con un grupo testigo que solamente
estuviera expuesto a "genotoxinas naturales". Sin embargo, en el
mundo moderno esta situación no se presenta, ya que prácticamente
todos los individuos estamos expuestos a diversos agentes químicos o
físicos altamente reactivos. Por esto, el nacimiento de un niño con
alteraciones genéticas no prueba que los padres estuvieron expuestos
a un agente genotóxico. Esto significa que es muy difícil establecer
relaciones causa-efecto a partir de casos aislados. Como veremos más
adelante, las investigaciones que se realizan con animales en el
laboratorio solamente permiten establecer estimaciones del riesgo
genético potencial.

LA TERATOGÉNESIS

Los agentes genotóxicos que provocan alteraciones durante el


desarrollo embrionario se conocen desde la tragedia ocasionada por la
talidomida, que en 1962 provocó el nacimiento de 10 000 niños
malformados en Alemania, Japón y otros países. La droga sedativa
ejerce sus efectos nocivos entre los días 35 y 50 del embarazo, pero
no produce ningún efecto en el embrión en desarrollo antes o después
de este periodo.

Hoy día se conocen muchos factores que alteran el desarrollo y


producen niños malformados. Entre ellos destaca el genético, debido a
la herencia de genes o combinaciones cromosómicas, la exposición a
radiaciones, las enfermedades virales (como la rubeola) y a diversos
agentes químicos que han mostrado ser teratógenos en animales de
laboratorio en ciertas etapas del desarrollo, específicamente durante la
formación de los órganos del cuerpo, u organogénesis (Figura 26).
Figura 26. Orígenes de las malformaciones embionarias.

Sin embargo, el número de teratógenos químicos conocidos para los


seres humanos es muy reducido; la mayoría pertenece al grupo
utilizado en la quimioterapia del cáncer.

LA CARCINOGÉNESIS

La inducción de cáncer provocado por la exposición crónica a


sustancias químicas fue originalmente descrita por Percival Pott en
1775, quien descubrió la aparición de cáncer de escroto en algunos
limpiadores de chimeneas. El médico inglés estableció la inducción de
tumores por exposición a agentes cancerígenos (hollín), propuso la
prevención por medio de la reducción a la exposición y comprobó la
sensibilidad individual, ya que no todos los deshollinadores
desarrollaban cáncer de escroto. A principios del siglo XX se hicieron
experimentos con animales de laboratorio, los cuales demostraron que
el alquitrán, que contiene grandes cantidades de hidrocarburos
aromáticos policíclicos, genera tumores. Asimismo se demostró que
otro grupo de compuestos, las aminas aromáticas, producen cáncer de
vejiga. Otros compuestos con gran potencia carcinogénica fueron
descubiertos durante los experimentos realizados para provocar cáncer
experimentalmente, como ocurrió con las diferentes nitrosaminas.
Algunos ejemplos de estos carcinógenos se muestran en la figura 27.
Figura 27. Ejemplos de carcinógenos.

La característica más importante de los carcinógenos químicos es que


al llegar al tejido blanco reaccionan con receptores específicos y dejan
una huella duradera en éstos, de manera que una sola dosis puede
alterar a largo plazo algunas células. Las dosis sucesivas se suman a
los efectos iniciales, provocando la multiplicación desordenada de las
células y el desarrollo de un tumor.

La palabra cáncer designa de manera genérica a una serie de


enfermedades que se originan en distintas estirpes celulares
somáticas, tales como las células epiteliales (carcinomas), las células
que generan a las sanguíneas (leucemias), y los que ocurren en los
tejidos de soporte (sarcomas). Un rasgo común de las células
cancerosas es que tienen alterados los mecanismos normales de
división celular.

Se ha podido establecer que las células somáticas normales, al


transformarse en malignas, pasan por diferentes fases. La huella
duradera puede ser una mutación, y la pérdida de la heterocigosis
celular producto de la recombinación mitótica inducida, o los cambios
en el número y en la estructura de los cromosomas, son factores que
inician el proceso canceroso. Las células iniciadas permanecen en el
organismo en latencia durante tiempos variables, y después crecen y
se desarrollan de manera autónoma, en presencia de compuestos
químicos promotores, generándose así la progresión tumoral o
neoplasia. Una vez que un tumor se establece, se vasculariza, es decir,
se llena de vasos sanguíneos. La progresión tumoral está modulada
por una serie de factores, siendo el más importante el inmunológico.
La invasión a otros tejidos, o metástasis, se realiza a través del
sistema linfático; es decir, los nódulos linfáticos están relacionados con
la respuesta inmune a la neoplasia. En la figura 28 se muestra un
esquema del proceso.
Figura 28. Resumen del proceso canceroso.

Algunos compuestos químicos de acción carcinogénica son


genotóxicos, es decir, actúan a través de su interacción con los ácidos
nucleicos. Otros carcinógenos presentan mecanismos de acción no
genéticos, u epigenéticos, entre los que son bien conocidos los efectos
de plásticos implantados en el organismo, del asbesto que destruye a
los lisosomas, y de los medicamentos inmunosupresores como la
azatropina, que actúan como promotores (Figura 29).

Figura 29. Carcinogénesis química.

LOS AGENTES GENOTÓXICOS Y EL DAÑO GENÉTICO

Como ya vimos, la inducción de daño genético por exposición a


agentes genotóxicos es un proceso que se realiza en varios pasos.
Durante el proceso, el agente xenobiótico ingresa al organismo, se
absorbe, se distribuye y atraviesa las membranas. Una vez dentro de
la célula, el agente químico puede ser reactivo por sí mismo (de acción
directa), o bien puede ser activado por las enzimas metabólicas, en
cuyo caso es de acción indirecta y se llama promutágeno. Se da
entonces la interacción con el ADN, que puede ser reparada eficiente o
ineficientemente de manera tal que el daño genético inicial se fijará o
no, expresándose en las diferentes estirpes celulares, tal como se
muestra en el esquema de la figura 30.

Figura 30. Los agentes genotóxicos y el daño genético inducido.

METABOLISMO DE LOS AGENTES GENOTÓXICOS

En realidad, la gran mayoría de los agentes genotóxicos son inertes en


los seres vivos. Es a través de las enzimas metabólicas que las
genotoxinas son biotransformadas a productos más reactivos, o
electrofílicos, capaces de interactuar con diversas macromoléculas
celulares, tales como las proteínas y los ácidos nucleicos. Ya
mencionamos en el primer capítulo la gran diversidad que existe entre
los organismos en cuanto a funciones metabólicas se refiere. Los
procariontes son incapaces de bioactivar promutágenos, y entre los
eucariontes existen diferencias importantes en cuanto a la capacidad
metabólica; recordemos que cada especie desplegó durante la
evolución un grupo particular de enzimas para neutralizar los efectos
nocivos de las toxinas naturales de origen vegetal. De hecho, las
enzimas metabólicas muestran diferencias considerables en los
diferentes órganos del individuo, entre los individuos de la misma
especie y entre las diferentes especies. La actividad enzimática varía
en el individuo dependiendo de la edad, el sexo, factores nutricionales,
niveles hormonales y otros factores biológicos.

En principio, el conjunto de enzimas de los eucariontes hidroliza, oxida


y reduce compuestos extraños, reacciones que se llevan a cabo en el
sistema de citocromos P-450 que se encuentran en el citoesqueleto y
en el retículo endoplásmico de las células con núcleo. Los productos
intermedios así generados en ocasiones se conjugan con proteínas,
formándose compuestos altamente reactivos. Es decir, en las células
existen numerosas enzimas que activan a los promutágenos, pero
también otras enzimas que desintoxican e inactivan a los productos
intermedios: el equilibrio entre estas dos funciones celulares es el que
en última instancia determina el potencial genotóxico del promutágeno
(compuesto químico inerte que requiere ser metabolizado,
transformándose así en un compuesto electrofílico y por lo tanto
reactivo).

En la figura 31 se muestra la activación inicial de algunos


promutágenos. Muchos de ellos pasan por diversos procesos
metabólicos, generándose varios productos intermedios. El compuesto
electrofílico terminal es el que va a interactuar con los átomos
nucleofílicos del ADN (los sitios nucleofílicos de las bases nitrogenadas
son los centros que pueden ser atacados por moléculas electrofílicas,
por ejemplo el nitrógeno 7 y el oxígeno 6 de la guanina).

Figura 31. Activación metabólica de algunos promutágenos.

Es importante mencionar que existen también compuestos químicos


que no son carcinógenos, pero que potencian el efecto de
carcinógenos. Estos agentes químicos se llaman cocarcinógenos y
suelen actuar en la etapa de promoción tumoral.

LA INHIBICIÓN DEL METABOLISMO

Durante el metabolismo normal de las células se generan radicales


libres que suelen ser muy reactivos y, por lo tanto, potencialmente
muy dañinos. Los organismos han desarrollado mecanismos, que por
cierto están muy conservados evolutivamente, para atrapar a los
radicales libres. Entre estos mecanismos están diversas enzimas que
catalizan la conversión de oxígeno reducido (O-2 ) a peróxido de
hidrógeno (H2O2) y de éste a agua y oxígeno (H2O + O2), y otros como
el glutatión, que reacciona directamente con los compuestos
electrofílicos de acción directa, o con los producidos durante el
metabolismo.

Así tenemos que los radicales libres se forman como productos


intermedios en los procesos bioquímicos naturales. Se piensa que las
enfermedades degenerativas como la arterioesclerosis, el cáncer y el
envejecimiento celular se deben en gran medida a la pérdida de la
capacidad enzimática de las células para atrapar radicales libres.

En los alimentos que ingerimos normalmente existen mutágenos y


antimutágenos, y durante el metabolismo se generan compuestos
mutagénicos, como las nitrosaminas, que se producen en el estómago
al reaccionar los nitritos que se emplean como aditivos de alimentos
con las aminas presentes en la carne. Es un hecho conocido que la
dieta y los hábitos diarios de la persona influyen notablemente en el
tipo de cáncer que los individuos desarrollan. Evidencias
experimentales han mostrado que la ingesta diaria de vitaminas como
la A, C, E, y los betacarotenos, que son cofactores que atrapan
radicales libres, protegen a los individuos en contra de los efectos
nocivos de los radicales libres. Los mecanismos de acción de estas
vitaminas son variados, el tocoferol o vitamina E puede interferir
durante la formación de nitrosaminas, atrapa-radicales libres, al igual
que la vitamina C y los beta-carotenos, y la vitamina A suprime la fase
de promoción tumoral.

INTERACCIONES CON EL ADN

Los productos reactivos generados a través del metabolismo


interactúan con el ácido desoxirribonucleico, produciéndose lesiones
premutagénicas, o aductos, que en muchos casos se fijan y producen
mutaciones puntuales en el ADN, tales como sustituciones de bases,
transiciones y transversiones, o bien mutaciones de corrimiento de
marco de lectura. Algunos ejemplos de estos tipos de mutágenos se
comentaron en el capítulo II.

Sin embargo, en muchos casos, las lesiones premutagénicas son


eficientemente reparadas por enzimas que funcionan en los
organismos para mantener la integridad y fidelidad de los ácidos
nucleicos. Se piensa que las enzimas que intervienen en los procesos
de reparación aparecieron pronto en la evolución, ya que están
presentes en las bacterias.

Los mecanismos de reparación pueden funcionar antes o después de la


replicación del ADN. Su eficiencia varía, ya que pueden reparar
eficientemente, es decir, sin errores, situación que se presenta cuando
la exposición a agentes genotóxicos es baja; o bien reparar de manera
ineficiente, promoviendo errores en el ADN, lo que depende de la
saturación del primer mecanismo y que generalmente ocurre cuando
hay exposiciones altas (Figura 32).

Sin embargo, ambos mecanismos se ven afectados por numerosas


variables además de la exposición. Dependen también de la estructura
química del mutágeno, del tipo de aducto formado y de la cantidad de
daño inducido.

Una vez establecidos estos principios generales de interacción de los


agentes genotóxicos con las macromoléculas celulares, analizaremos
los tipos de agentes tóxicos y los efectos biológicos y genéticos que
producen en los seres vivos.

Figura 32. Mecanismos de reparación del ADN.

LAS RADIACIONES

Las radiaciones han estado presentes en la Tierra desde que nuestro


planeta se formó. Hoy en día existen fuentes naturales y artificiales de
radiaciones electromagnéticas, tanto ionizantes como no ionizantes.
Las radiaciones ionizantes son aquellas radiaciones electromagnéticas
que al pasar por un medio producen iones. Las radiaciones naturales
provienen del Universo, del Sistema Solar y de la corteza terrestre; las
artificiales las produce el ser humano.

Röetgen descubre en 1895 los rayos X y un año después Becquerel


encuentra que los cristales de uranio emiten radiaciones. En 1898 los
esposos Curie aislaron de la pechblenda el radio, que emite partículas
alfa, beta y gamma. Hoy día se obtienen elementos radiactivos
artificiales por bombardeo de neutrones.
Las radiaciones de longitud de onda corta no visibles, como los rayos X
y los rayos gamma, de 0.1 a 10 amstrongs (la luz visible tiene
longitudes de onda 10 000 veces mayores) tienen la propiedad de
penetrar las células, ponerse en contacto con los átomos y provocar la
emisión de electrones, convirtiéndolos en átomos ionizados, como los
radicales. La emisión de electrones de los isótopos radiactivos
conforman los rayos beta, y los rayos alfa son emitidos por sustancias
radiactivas como el radón. Los protones se producen en generadores
nucleares y los neutrones se originan en los reactores atómicos (Figura
33).

Figura 33. El espectro electromagnético.

Al atravesar las células, las radiaciones ionizantes se ponen en


contacto con los átomos y moléculas nucleofílicas y les arrancan
electrones, de modo que las moléculas así ionizadas son incapaces de
realizar sus funciones normales. Los efectos biológicos de las
radiaciones están íntimamente relacionados con el tipo de radiación y
con la dosis o cantidad absorbida, la cual se traduce en el número de
pares de iones generados por la exposición. La unidad con la cual se
miden es el roentgen, que es igual a 2.08 x 10 9 pares de iones por
cm3. Es decir, las radiaciones son agentes directos, ya que son capaces
de interactuar con las macromoléculas celulares en general y con los
ácidos nucleicos en particular, provocando roturas en la doble hélice y
en los cromosomas, lo cual altera la estructura original.

Las fuentes naturales de radiaciones ionizantes son variadas, e


incluyen las radiaciones cósmicas, las emitidas por los radionúclidos
que se encuentran en la corteza terrestre, y las que se originan por los
radioisótopos. Los minerales radiactivos constituyen la fuente principal
de radiaciones naturales, y entre ellos los más importantes son el
potasio 40 y el uranio 238, que tienen una vida media de 1.3 x 10 9 y
4.5 x 10 9 años, respectivamente. La vida media de un compuesto o de
un elemento es el tiempo que transcurre hasta tener sólo la mitad de
la cantidad inicial de material. Ello significa que estos minerales han
estado siempre presentes en la corteza terrestre.
Por otra parte, el radón es un gas que se produce durante el
decaimiento de algunos materiales radiactivos, y por ser inestable
emite rayos alfa. Este gas se encuentra en grandes cantidades en los
hogares mal ventilados en los cuales se emplea calefacción o aire
acondicionado. De hecho, ésta es la fuente principal de radiación
natural para los seres humanos.

Las radiaciones ionizantes también son artificiales, producto de


diversas actividades humanas. Entre éstas se incluyen las que resultan
de los ensayos nucleares, las radiaciones producto del manejo de
material radiactivo y las recibidas con fines médicos y terapéuticos.

En el periodo comprendido entre 1945 y 1983 se realizaron en el


mundo alrededor de 1 500 explosiones nucleares, produciéndose
cantidades importantes de sustancias radiactivas después de cada
explosión. Estas se depositarán en la superficie de la Tierra y entrarán
a la cadena alimenticia a través de los moluscos, de las raíces de las
plantas, o se depositarán directamente en el follaje.

Como es bien sabido, hoy día los rayos X se emplean en la medicina


con fines de diagnóstico, de manera que la dosis que cada ser humano
recibe por esta fuente depende de la frecuencia con que se realizan
estos exámenes. Los dentistas y los médicos radiólogos deben tomar
precauciones especiales, tales como usar chalecos protectores y estar
separados de la fuente de rayos X durante la toma de las placas. Las
pruebas que emplean núcleos radiactivos, en medicina nuclear,
generan dosis menores de radiación y, por supuesto, el número de
individuos expuestos a este tipo de prueba es mucho menor. Los seres
humanos también se ven expuestos a radiaciones con fines
terapéuticos, o radioterapia. En estos casos, la dosis recibida suele ser
alta, pero por este medio se han salvado muchas vidas de pacientes
con cáncer.

Los efectos genéticos de las radiaciones ionizantes fueron descubiertos


en organismos empleados para el bioensayo, y se encontró que aun a
dosis bajas son agentes mutagénicos muy eficientes. En la mosca de la
fruta, Drosophila melanogaster, dosis de 25 r producen una frecuencia
de mutaciones similar a la basal o espontánea, mientras que en los
roedores se ha demostrado que dosis bajas de radiación producen
efectos muy severos en los embriones en gestación. Por esto se
recomienda a las mujeres embarazadas no exponerse durante las
primeras semanas de desarrollo intrauterino a radiografías
innecesarias, ya que el estado embrionario es más radiosensible que el
adulto.

Entre las anomalías más frecuentes que se inducen al irradiar


experimentalmente a embriones in utero está la microcefalia, las
cataratas y la hidrocefalia. La exposición a radiaciones ionizantes
puede producir cáncer, de los cuales el más frecuente suele ser la
leucemia, cuando hay exposición a dosis altas.

Las radiaciones no ionizantes son las que tienen longitudes de onda de


100 a 1 000 veces mayores que las ionizantes. En este grupo se
incluye la luz visible, la infrarroja y la ultravioleta. Esta última tiene
una longitud de onda que es absorbida de manera eficiente por los
ácidos nucleicos y, por lo tanto, es capaz de provocar cambios
fotoquímicos importantes en esta macromolécula.

La fuente natural de luz ultravioleta es el Sol, pero la mayor parte de


la radiación UV del Sol no entra a la Tierra porque es absorbida en la
estratosfera por el ozono, que se forma en esa capa atmosférica por
acción de los rayos UV. Actualmente la capa de ozono estratosférico se
ha ido destruyendo en algunas zonas del planeta por efecto de las
emisiones de los aviones, de los carburantes y del clorofluorocarbono,
que se emplea como propulsor y como antirrefrigerante.

Los rayos ultravioleta interactúan con las proteínas y los ácidos


nucleicos. En estos últimos producen dimerizaciones de pirimidinas, tal
como se observa en la figura 34. De todas estas reacciones, la que une
dos moléculas adyacentes es la más importante. Este efecto se repara
eficientemente. Sin embargo, la alta incidencia de cáncer de piel se ha
asociado a exposiciones prolongadas a la luz ultravioleta, baños de Sol
o por la destrucción de la capa de ozono que permite la entrada de
mayor cantidad de radiación UV. De hecho, se ha calculado que una
reducción del 5% de la capa de ozono incrementaría hasta 20% la
frecuencia de cáncer de piel entre los seres humanos.

El estudio de los efectos genéticos de la luz ultravioleta permitió


descubrir los diferentes procesos enzimáticos de reparación del ácido
desoxirribonucleico. La enzima que interviene en la reparación por
fotorreactivación depende de la luz. Esta enzima repara el dímero de la
hebra de ADN, y a expensas de la hebra complementaria no dañada se
restaura la secuencia original. El proceso de corrección de dímeros
también se logra por enzimas que operan en la oscuridad, que también
restituyen la información original.
Figura 34. Efectos genéticos de la luz ultravioleta.

Entre los seres humanos existe una enfermedad rara de carácter


recesivo, llamada xeroderma pigmentosa. Debido a que estos
individuos carecen de las enzimas que reparan los daños inducidos por
la luz ultravioleta, tienen alta incidencia de cáncer de piel. El origen de
la enfermedad se determinó, de hecho, gracias al estudio de las células
en cultivo de estos individuos.

El análisis genético de las mutaciones inducidas por la luz ultravioleta y


los sistemas de reparación asociados en muchos tipos de células,
permitieron establecer que desde su origen, los organismos
desarrollaron mecanismos que les permitieron reparar los daños
inducidos por radiaciones y agentes químicos naturales. Estos
mecanismos se han conservado y transmitido a todos los
descendientes celulares a través de la evolución. Es claro que la vida
no hubiera durado mucho tiempo si no se hubieran desarrollado
conjuntamente los mecanismos libres de errores que permiten a las
células y organismos neutralizar los efectos adversos de la radiación
solar.

Los pacientes con xeroderma pigmentosa que no pueden reparar el


daño inducido por la luz ultravioleta, son un claro ejemplo del
problema que representa para la supervivencia la ausencia de los
mecanismos de reparación.

LOS COMPUESTOS QUÍMICOS GENOTÓXICOS

Ya hemos mencionado que los seres vivos han estado expuestos desde
su origen a numerosas toxinas de origen natural. Vimos también que a
través de la evolución orgánica; se fueron desarrollando mecanismos
de protección en contra de los efectos adversos de las mismas.

Sin embargo, a partir de la Revolución Industrial del siglo XVIII se


comenzó a producir en grandes volúmenes no sólo maquinaria, sino
diversos productos químicos, de manera tal que hoy día se calcula que
la industria ha generado alrededor de 100 000 productos que se
utilizan ampliamente, y que ingresan al mercado cada año cerca de 2
000 productos nuevos. Muchas de estas sustancias tienen un potencial
reactivo al ponerse en contacto con los seres vivos.

Desde el punto de vista genotóxico se han valorado alrededor de 10


000 sustancias químicas y los resultados indican que cerca de 1000
son genotóxicas. También se han identificado entre estos agentes
químicos a grupos capaces de interactuar en las células con
macromoléculas vitales, entre los que se incluyen a los pesticidas, los
metales, los aditivos de alimentos y los derivados de la combustión
incompleta de productos energéticos, como el carbón y las gasolinas.

LOS PESTICIDAS

El empleo de productos químicos sintéticos en las prácticas agrícolas


se incrementó notablemente a partir de la segunda Guerra Mundial.
Aunada al uso de fertilizantes, la utilización de pesticidas fue la
responsable de la revolución verde, al permitir la erradicación de
plagas para los cultivos con valor alimenticio. Su empleo también ha
permitido el control de insectos responsables de epidemias severas,
como la malaria y ciertas encefalitis. Sin embargo, su uso
indiscriminado ha provocado graves desórdenes ecológicos en el
planeta. En los años setenta se reconoció el daño que provoca la
utilización a gran escala de estos productos químicos, no sólo en el
ambiente sino en la salud pública, lo que provocó que en EUA y en
otros países se promulgaran leyes que regulan la producción,
distribución y uso de agroquímicos.

Uno de los primeros pesticidas utilizados en Europa fue el piretreno,


que Marco Polo llevó de China a finales del siglo XIII. La nicotina se
usaba en Europa en el siglo XVIII para controlar insectos no deseados,
y en el siglo XIX el hombre ya empleaba diferentes sales de diversos
metales para controlar plagas en los cultivos.

Aunque los pesticidas suelen ser selectivos para el organismo que


combaten, también son nocivos (aunque en menor grado) para otras
especies. En el hombre son tóxicos tanto por envenenamiento
accidental agudo, como por exposiciones crónicas. Por ejemplo, en los
trabajadores expuestos ocupacionalmente durante la producción, o
durante el trabajo en el campo, la contaminación por pesticidas se
debe al uso inapropiado y a la falta de medidas de protección. En el
mundo moderno los seres humanos estamos expuestos a la acción de
pesticidas, ya que existen residuos de éstos en los alimentos que a
diario ingerimos.

Hay diversas clases de pesticidas, y entre éstos están los insecticidas,


raticidas, acaricidas, herbicidas, etcétera.
Entre los insecticidas mejor conocidos por su acción se encuentra el
DDT, diclorodifeniletano, que fue desarrollado en 1945 para controlar a
los mosquitos portadores de malaria. Se estima que este insecticida
salvó tantas vidas humanas como las que murieron durante la segunda
Guerra Mundial (unos 30 millones de personas). El DDT es un veneno
de contacto que afecta al sistema nervioso central de los insectos, pero
en animales de laboratorio, como las ratas expuestas de manera
crónica, produce cambios en el hígado. El DDT es insoluble en agua,
pero soluble en las grasas corporales, y entra a la cadena trófica
porque se acumula en las plantas. En los mamíferos el insecticida
produce estimulación del sistema nervioso central e interfiere con dos
transmisores nerviosos, la acetilcolina y la norepinefrina. El DDT altera
el transporte de los iones Na+ y K+ en las membranas nerviosas e
interfiere con el metabolismo energético que se requiere para este
transporte. Sin embargo, debido a los efectos adversos que provocan y
a su alta persistencia en el medio ambiente, el uso de los pesticidas
organoclorados, como el DDT, se ha ido reduciendo en todo el mundo.

Los pesticidas organofosforados, como el paratión, son mucho más


tóxicos que los organoclorados. Sus efectos suelen acumularse en los
organismos sometidos tanto a exposiciones agudas como crónicas. Su
toxicidad se debe en gran medida a la inhibición de las enzimas
colinesterasas, que en las células son las responsables de hidrolizar la
acetilcolina hasta colina y acetato. La acumulación de acetilcolina en
las células provoca la estimulación excesiva de los nervios, efecto que
llega a ser letal.

Este mecanismo de acción se debe a que la acetilcolina y los


insecticidas organofosforados tienen el mismo sustrato, la
acetilcolinesterasa. En el caso del neurotransmisor, la degradación se
realiza por hidrólisis; sin embargo, cuando el sustrato es un compuesto
organofosforado, éste se mantiene unido a la enzima y se forma un
complejo, que aunque puede hidrolizarse lentamente, tiende a
provocar la acumulación de acetilcolina en las células.

Muchos insecticidas, tanto organoclorados como organofosforados, han


mostrado ser mutagénicos en diferentes sistemas de prueba, ya que
inducen tanto micro como macrolesiones en los ácidos nucleicos.

Los primeros herbicidas fueron desarrollados en los años 1930-1940.


La mayoría tiene actividades similares a las hormonas que se
presentan en las plantas, por lo que los herbicidas no representan
problemas serios para el ambiente, pues no son residuales, excepto los
elaborados a base de arsénico, que son muy persistentes.

Entre los seres humanos, las intoxicaciones por herbicidas suelen ser
accidentales. Por ejemplo, el paraquat es un herbicida de contacto que
se emplea para erradicar los plantíos de mariguana, y puede provocar
la muerte cuando es ingerido accidentalmente por los trabajadores
expuestos ocupacionalmente, produciendo fibrosis pulmonar
progresiva. El mecanismo de acción se descubrió al tratar a animales
experimentalmente, y al observar que se generan radicales libres,
cuya acumulación produce la peroxidación de los lípidos de las
membranas. Ello implica, por supuesto, que el paraquat es también
mutagénico.

La mayoría de los raticidas son cardiotóxicos y eméticos, y suelen ser


altamente persistentes y muy tóxicos para los mamíferos.

Por otra parte, muchos de los fungicidas se elaboran a base de


mercurio, el cual ha sido utilizado para este fin desde 1915.

En las poblaciones humanas ha habido diversos episodios de


intoxicación masiva por ingestión de alimentos contaminados con este
fungicida.

LOS METALES

La historia del hombre está íntimamente ligada al uso de diferentes


metales. Durante el neolítico, o Edad de piedra, los metales entonces
conocidos como el cobre, la plata, el oro y el hierro, se empleaban de
la misma forma que la piedra o la madera para la manufactura de
herramientas y armas. Seguramente entre los primeros artesanos
profesionales de la historia estaban los forjadores, quienes
descubrieron que a altas temperaturas los metales se fundían y
moldeaban. Los etruscos utilizaron diversas aleaciones de metales, y
los cretenses fundaron su riqueza en el comercio con el estaño. En la
Edad Media se llegó a producir hierro colado y se descubrió la pólvora,
lo que le permitió a los hombres de aquella época fabricar nuevas
máquinas de artillería. Durante la Revolución Industrial, los ingleses
consiguieron el acero fundido y emplearon diversos metales tales como
el zinc, el níquel y el platino.

La mayoría de los elementos que se encuentran en la corteza terrestre


son metales. Algunos de ellos son esenciales para las células, ya que
intervienen como cofactores en reacciones enzimáticas, o porque
forman parte constitutiva de importantes macromoléculas (Figura 35).

La exposición del hombre a diversos metales en cantidades elevadas,


por fuente alimenticia, por inhalación o por el agua de consumo diario,
se debe a las altas concentraciones naturales, a la contaminación de
las fuentes, al empleo de utensilios de cocina metálicos, a la
persistencia y bioconcentración de metales empleados como
pesticidas. La exposición ocupacional de los obreros metalúrgicos hizo
evidente las relaciones entre la exposición y el desarrollo de algunos
neoplasmas. Posteriormente fue posible establecer el vínculo entre los
niveles elevados de metales en la atmósfera provenientes de los
residuos industriales y de las gasolinas, con el desarrollo de
enfermedades crónicas y degenerativas entre los seres humanos.

Metal Funciones

Cromo III Metabolismo de los lípidos y de la glucosa.

Cobalto Forma parte de la vitamina B12.

Síntesis de hemoglobina. Cofactor para las


Cobre enzimas: como la catalasa pero-oxidasa y
citocromo-oxidasa.

Estronio Calcificación de los huesos y de los dientes.

Hierro Biosíntesis del grupo hemo.

Magnesio Síntesis de proteínas y ácidos nucleicos.

Síntesis de ácidos grasos, colesterol y


Manganeso
fosforilación.

Cofactor de las enzimas que participan en la


Molibdeno fijación del nitrógeno atmosférico en las
bacterias.

Selenio Antioxidante para los lípidos.

Reduce los niveles de colesterol y fosfolípidos


Vanadio
en el hígado.

Presente en varias enzimas: polimerasas,


Zinc.
deshidrogenasas peptidasas y anhidrasas .
Figura 35. Metales esenciales y sus funciones en la célula.

La inhalación de metales es la ruta de exposición más efectiva para su


acumulación en los animales. Sin embargo, también se presentan
efectos tóxicos por contacto dérmico y de las mucosas. Se ha
demostrado que muchos metales son mutagénicos y carcinogénicos en
mamíferos, entre ellos el cadmio, que se emplea ampliamente en la
industria durante la elaboración de pigmentos, de insecticidas y de
otros productos. Una fuente adicional de exposición al cadmio es por
las emisiones de los motores de combustión interna; y este elemento
se encuentra también en el humo del cigarro.

El cromo es un metal esencial en cantidades muy pequeñas para los


seres vivos; en el organismo se transforma de cromo VI a cromo III.
En cantidades elevadas este metal interactúa con los ácidos nucleicos
produciendo micro y macrolesiones, sarcomas, carcinomas y
adenocarcinomas.

El plomo es un metal que se encuentra en la atmósfera en cantidades


elevadas, sobre todo en zonas urbanas. En forma orgánica, como el
tetraetilo de plomo, se utiliza como antidetonante para las gasolinas en
los vehículos de combustión interna. El metal interfiere con la
biosíntesis del grupo hemo de las hemoglobinas, ya que compite con el
hierro, que es el metal característico del grupo y se incorpora en su
lugar.

Metal Efecto genotóxico

Cáncer de piel, efectos sobre la reproducción,


Arsénico
mutagénico.

Cadmio Mutagénico, sarcomas.

Cromo Cancer pulmonar, mutagénico.

Níquel Carcinoma nasal, mutagénico.


Anemia, linfomas, carcinomas y sarcomas renales,
Plomo
mutagénico.

Figura 36. Algunos metales pesados y sus efectos genotóxicos en los seres
vivos.

El mercurio es eficientemente transformado en los seres vivos, y


tiende a acumularse en la cadena alimenticia. Se conocen varios casos
de intoxicación en humanos por metil-mercurio, debidos al consumo de
pescados contaminados. En la figura 36 se muestran los efectos
genotóxicos de algunos metales pesados.

LOS SOLVENTES ORGÁNICOS

Los solventes orgánicos y sus vapores son comunes en el ambiente


moderno tanto en el trabajo como en los hogares. Los obreros que
trabajan en la manufactura de solventes están expuestos a cantidades
elevadas de los mismos, como los trabajadores de tintorerías, los
carpinteros, los pintores, los impresores y prensistas. En las casas
muchos solventes se emplean en los trabajos domésticos.

La exposición voluntaria por adicción a solventes entre los seres


humanos es alta. La fuente principal de exposición a alcohol etílico es
la bebida. El alcohol etílico se metaboliza en el organismo, formándose
acetaldehído, un compuesto altamente reactivo que es mutagénico, y
cuya acumulación provoca la destrucción del hígado. El alcohol etílico
atraviesa la barrera placentaria, por lo que la adicción y sus efectos
adversos afectan al embrión en gestación. Los efectos del alcohol en
los seres humanos están asociados al tipo de exposición, aguda o
crónica, a las cantidades ingeridas, y a factores nutricionales. Su
ingestión está asociada a la acumulación en el hígado de lípidos,
triglicéridos, y a la movilización de corticoesteroides y catecolaminas.

LOS ADITIVOS DE ALIMENTOS

Como hemos visto, el alimento que a diario consumimos es una mezcla


compleja de sustancias, donde coexisten mutágenos y antimutágenos,
de origen tanto natural como artificial (residuos de pesticidas), así
como algunos otros compuestos que se añaden intencionalmente con
el propósito de conservar el alimento, y que en principio no tienen
valor nutritivo. La sal ha sido utilizada para estos fines desde la época
de los egipcios, 3000 a.c. Actualmente se usan con este propósito
alrededor de 2 500 sustancias (Figura 37) cuya estructura química
comprende desde compuestos inorgánicos simples hasta orgánicos
muy complejos.
Tipo Compuesto químico

Ácidos / álcalis Ácido cítrico

Buffers Carbonatos

Colorantes Tartacina

Conservadores Nitrato de sodio

Edulcorantes Sacarina

Emulsificantes Ésteres grasos de polietilen sorbitol

Estabilizadores Gomas vegetales

Propelentes Óxido nitroso

Saborizantes Cianamaldehído

Figura 37. Clases de aditivos de alimentos.

Por lo general los aditivos de alimentos no representan un grupo de


sustancias que provoquen daños mayores que los productos naturales
encontrados en los alimentos. Si bien es cierto que debe probarse su
toxicidad antes de exponer a los seres humanos a ellos, también es
verdad que es muy difícil reproducir con animales de laboratorio
condiciones tales como dosis, tiempo de exposición y consumo a los
que el hombre se somete.

LOS PRODUCTOS NATURALES


Las toxinas de origen natural que producen los animales, las plantas y
distintos microorganismos son muy reactivas y muy potentes, ya que
aun en cantidades extremadamente pequeñas son muy tóxicas.

La mayoría de las toxinas de origen animal son enzimas, y producen


diversos efectos en la bioquímica celular y en la fisiología de los
organismos. Los alcaloides son quizá las toxinas vegetales naturales
más potentes que se conocen desde el punto de vista genotóxico.
Cantidades tales como micromoles (micro = millonésima de la unidad
= 10-6) producen mutaciones puntuales y cromosómicas en los
organismos empleados en el bioensayo.

Por ejemplo, las aflatoxinas son un grupo de micotoxinas producidas


por el hongo Aspergillus flavus. Este hongo crece en condiciones de
humedad favorables en los granos almacenados. De los cuatro
isómeros que se conocen de estas micotoxinas, la aflatoxina B1 es un
potente carcinógeno del hígado, en cantidades como partes por billón
(ppb). En la dieta de algunos países africanos llegan a encontrarse
hasta partes por millón (ppm) de la micotoxina, lo que explica la alta
incidencia de cáncer hepático en esos países. La aflatoxina B 1 requiere
ser metabolizada; el producto intermedio, un epóxido, se une
covalentemente a proteínas y ácidos nucleicos. Este metabolito
intermedio es el responsable de la necrosis del hígado. En la figura 38
se observa la fórmula de algunas aflatoxinas y del metabolito reactivo
de la aflatoxina B1.

Figura 38. Fórmula de las aflatoxinas B1 y G1 y metabolito intermedio de la


aflatoxina B1.

Entre los antibióticos, que los microorganismos desarrollaron para


defenderse de otros seres vivos, algunos han mostrado ser potentes
mutágenos y carcinógenos. De hecho, muchos de ellos se emplean
ampliamente en la medicina y en la quimioterapia del cáncer. Por
ejemplo, la mitomicina C que se extrae de Streptomyces caesipitosus
tiene propiedades de antibiótico y de agente antitumoral. Se emplea
en el tratamiento de adenocarcinomas, leucemia mielocítica crónica y
en la enfermedad de Hodgkin; también se emplea después de la
irradiación o de la cirugía de sarcomas, epiteliomas y carcinomas. Este
antibiótico requiere ser metabolizado, y el producto electrofílico actúa
como agente alquilante monofuncional o bifuncional; si éste es el caso
entonces se une covalentemente al ADN produciendo ligamientos
cruzados intra e interbanda, especialmente en el O6 de la guanina
(Figura 39).

Figura 39. Fórmula de la mitomicina C

LAS MEZCLAS COMPLEJAS

La gran variedad de carcinógenos naturales o sintéticos que existen en


el ambiente se encuentran formando mezclas complejas. La producción
y uso de compuestos orgánicos sintéticos tales como los plásticos, las
drogas y los pesticidas, así como la producción y uso de fuentes
variadas de energía y la movilización de sustancias naturales han
generado problemas que hoy día se consideran globales, incluyendo el
calentamiento de la Tierra y el efecto invernadero, la destrucción de la
capa de ozono y el aumento en la radiación ultravioleta, la lluvia ácida
y la desertificación de los pulmones naturales, y por último, la
distribución ubicua de compuestos carcinogénicos.

En las mezclas complejas, los compuestos químicos pueden interactuar


por suma, generándose una potenciación, o bien de forma antagónica,
la que se traduce en una disminución o cancelación total de efecto.

Los efectos biológicos y genéticos de los carcinógenos se han


determinado en el laboratorio empleando organismos de prueba, pero
aún se desconocen las consecuencias que a largo plazo puedan
producir en los seres humanos los compuestos químicos y sus mezclas
presentes en la biosfera.

LA CONTAMINACIÓN AMBIENTAL

La contaminación ambiental de origen natural no es un problema


nuevo. De hecho ha estado presente desde que hace más de 3 500
millones de años aparecieron en nuestro planeta las primeras células
capaces de utilizar la energía solar en la formación de compuestos
orgánicos, a partir de agua y bióxido de carbono, o fotosíntesis.
Mediante este proceso las cianobacterias liberan oxígeno (O2) a la
atmósfera, y se ha calculado que la cantidad de oxígeno hace unos 2
500 millones de años era de 1%, actualmente es del orden del 20%. A
su vez, el oxígeno liberado por los organismos permitió la aparición de
seres vivos que requieren de este gas para desdoblar los compuestos
orgánicos que ingieren, en el proceso conocido como respiración
aerobia. El oxígeno surgió, pues, ¡como un contaminante de origen
biológico!

Lo que hoy día preocupa a los científicos es la contaminación artificial,


es decir, la producida por el hombre, que ha generado una gran
cantidad de compuestos reactivos que están presentes en la biosfera
como resultado de los procesos industriales y de la combustión
incompleta de las fuentes energéticas, carbón y gasolinas.

En términos generales, la calidad del ambiente en un país depende de


relaciones tales como la densidad de población, el uso de los recursos,
las condiciones geográficas, los patrones de desarrollo económico, la
administración política y las actitudes sociales. Por esto, la
contaminación ambiental ha ido ligada al desarrollo y a la tecnología
del mundo moderno, y sus efectos no sólo se reducen a malestares
fisiológicos, sino que se ha demostrado que influyen
considerablemente en la calidad de vida y en la salud del hombre.

Hoy día se conocen muchas de las causas que generan el problema y


gran parte de los efectos que se producen en el nivel biológico, y
aunque la naturaleza está provista de mecanismos de autopurificación,
su capacidad es finita. Es decir, rebasados ciertos límites se generan
desequilibrios en los ecosistemas que pueden ser permanentes. Como
todos los seres vivos comparten el espacio y compiten por los
recursos, existen interrelaciones entre todos ellos, de manera que si
existe un desequilibrio ambiental, éste afectará tarde o temprano a
todos los miembros del sistema biológico.

El ser humano es el único animal capaz de modificar el ambiente, pero


su utilización indiscriminada de los recursos naturales, el empleo del
producto terminado y el desecho del residuo al ambiente, han
generado severos problemas en contra de prácticamente todos los
ecosistemas naturales.
Los procesos industriales utilizan agua y energía en grandes cantidades
y las fábricas emiten desechos que descargan al aire y al agua. Estos
desechos suelen contener contaminantes primarios que en la biosfera
se concentran o reaccionan con otros elementos, produciéndose así
contaminantes secundarios. En el campo, el empleo de pesticidas
persistentes ha provocado la contaminación del suelo y la
bioacumulación en la cadena alimenticia. Las fuentes de energía,
carbón y gasolinas, son fuentes adicionales de contaminación.

El paso del mundo en vías de desarrollo al mundo desarrollado, debe ir


ligado a la toma de conciencia por parte del hombre como integrante
de su entorno, a la utilización racional de los recursos naturales, a la
conservación y autorregulación del ambiente, y a la implementación de
medidas preventivas que nos permitirán obtener los beneficios de la
naturaleza a través de la defensa y respeto hacia el entorno natural.

La contaminación ambiental es la presencia en la biosfera, es decir, en


el agua, en el aire y en la tierra, de cantidades elevadas de agentes
extraños a ella, los cuales perjudican la vida de todos los organismos
al degradar la calidad de los recursos naturales y de la salud y el
bienestar humanos.

Así, en términos generales, la contaminación ambiental artificial se


origina por las complejas y muy variadas interrelaciones del hombre
con su medio. El Homo sapiens es el único organismo que ha podido
controlar, pero también deteriorar, degradar y depredar el medio, al
grado que es la única especie de la cual hoy depende la vida y su
calidad en este planeta.

Como es bien sabido, a partir de la Revolución Industrial se empezó a


utilizar maquinaria accionada por combustibles provenientes de restos
fósiles: el carbón que en el siglo XVIII se utilizó para las máquinas de
vapor, los trenes y los barcos, y el petróleo que empezó a emplearse a
principios del siglo XX con la construcción de autos y aviones. Ambas
fuentes de energía, una vez extraídas deben ser refinadas para
obtener un amplio rango de productos utilizados en la combustión, sea
térmica o interna.

La emisión a la atmósfera de gases producto de la combustión


incompleta de las fuentes de energía, carbón y petróleo, genera gases
como el monóxido de carbono (CO), el cual desplaza al oxígeno de la
sangre; los óxidos de nitrógeno (NOx) que al combinarse con el agua
presente en la atmósfera forman ácido nítrico, que es un irritante de
los ojos y la nariz; óxidos de azufre (SOx) que producen la lluvia ácida,
responsable en gran medida de la muerte de árboles y bosques; los
hidrocarburos aromáticos policíclicos que reaccionan con los óxidos de
nitrógeno en presencia de luz solar, formándose ozono, que es un
irritante pulmonar que provoca asma y enfisema; y las partículas en
suspensión.
La emisión de estos gases puede reducirse considerablemente si se
logra la combustión completa de las gasolinas instalando convertidores
catalíticos en los vehículos automotores y produciéndose emisiones
menos dañinas de bióxido de carbono, nitrógeno y agua.

La energía necesaria en la vida diaria para calentar nuestras casas y


tener luz en oficinas y hogares, produce 500 millones de toneladas
globales de bióxido de carbono. Un tanque de gasolina, por ejemplo,
genera 200 kg de bióxido de carbono. Las emisiones de este gas a la
atmósfera (como producto de la combustión) y las emisiones de
clorofluorocarbono (empleado como refrigerante en el aire
acondicionado de los autos) son los responsables de los cambios
climáticos y del calentamiento de la Tierra (efecto invernadero). Se ha
calculado que este efecto provocará un incremento global en la
temperatura terrestre de 0.3ºC por década, lo que tendrá una
consecuencia significativa para los recursos naturales y para el
hombre.

La demanda global de fluidos fósiles es 100 000 veces mayor que la


tasa en que se forman, por lo que es necesario crear otras fuentes
opcionales para la obtención de energía, tales como la utilización de
etanol y gashol (mezcla de etanol y gasolina), que mejoraría
significativamente la calidad del aire.

LA CONTAMINACIÓN DEL AGUA

El agua es un compuesto esencial para la vida de todos los


organismos. Es el principal componente de las células; 70% del peso
corporal del hombre lo constituye este elemento; en las plantas y
moluscos 90% de su peso es agua. Es la molécula más abundante en
la superficie de la Tierra: los océanos, lagos y ríos contienen alrededor
de 1 500 millones de km3.

Para su subsistencia diaria, el hombre requiere de cerca de 2.5 litros


de agua, ya que es el medio en el cual se llevan a cabo todas las
funciones metabólicas. Si se suma el agua que un ser humano emplea
en su higiene y uso doméstico diario, entonces la cantidad requerida
llega a ser de 50 litros.

La contaminación de las aguas se calcula midiendo la cantidad de


oxígeno disuelto en ella. En las aguas naturales viven numerosas
bacterias aeróbicas, mientras que en las aguas contaminadas crecen
preferentemente bacterias anaeróbicas, que despiden el olor putrefacto
característico en ellas.

La contaminación del agua tiene diferentes fuentes. Las aguas


residuales son producto tanto de la vida urbana diaria, como de la
industria. Las aguas residuales urbanas contienen alrededor de 50 kg
de materias sólidas/habitante/año. La industria utiliza en sus procesos
diferentes cantidades de agua, y las industrias que más contaminan el
recurso por la generación de aguas residuales son la petroquímica, la
del carbón, y la de la celulosa y papel. Otra fuente de contaminación
del agua es la generada por los plaguicidas.

La regeneración de las aguas es un proceso natural, siempre y cuando


la cantidad de contaminantes no rebase ciertos limites. Las aguas
residuales provocan cambios muy severos en el recurso, los cuales se
manifiestan en que se hace imposible la vida de los organismos
acuáticos al carecer de las condiciones necesarias para llevar a cabo
los procesos biológicos vitales. Por otra parte, el aumento en la
temperatura conlleva a un aumento en el consumo de oxígeno, lo cual
rompe el equilibrio del ecosistema.

El agua se contamina cuando existen cantidades elevadas de nitratos,


fluoruros, hidrocarburos, metales pesados, detergentes y pesticidas.
Cuando los nitratos están presentes en cantidades elevadas en el agua
de consumo humano, producen la metahemoglubinemia infantil, que
se debe a la presencia de metahemoglobina en la orina, un producto
de la combustión incompleta de la hemoglobina. Por otra parte, los
fluoruros se utilizan en el agua para prevenir las caries dentales; sin
embargo, su presencia en concentraciones grandes produce dientes
amarillos, efecto que se conoce como fluorosis crónica.

Los hidrocarburos se encuentran frecuentemente en las aguas como


producto residual de las industrias, de los barcos y de los accidentes
de la industria petroquímica. El petróleo vertido en el mar ocasiona
daños severos ya que impide la oxigenación de las aguas, lo que
provoca la muerte de las especies que en él viven. La contaminación
de este recurso por metales es conocida, y un episodio notable fue el
que ocurrió en Japón entre 1956 y 1971, cuando se vertieron al mar
las aguas residuales de una fábrica de acetaldehído y grandes
cantidades de metilmercurio. El metal se fue bioacumulando en la
cadena alimenticia hasta llegar a la comunidad de pescadores, que se
vio severamente afectada al ingerir pescado contaminado.

Los detergentes utilizados para uso doméstico o clínico pueden irritar


la piel, ya que eliminan los aceites naturales presentes en ella. Los
desechos vertidos al agua generan la contaminación del recurso, ya
que por regla general los detergentes interfieren con muchas funciones
celulares. También en muchos casos provocan metahemoglobinemia.

Las aguas residuales generan la contaminación de riachuelos, arroyos,


ríos, lagos, mares y aguas continentales y favorecen la aparición de
organismos anaeróbicos y patógenos. En las aguas continentales
puede haber productos químicos residuales de pesticidas, fertilizantes
y materias orgánicas que favorecen el crecimiento de poblaciones de
moluscos y otros organismos acuáticos, generándose un grave
desequilibrio en las poblaciones naturales.
LA CONTAMINACIÓN DEL AIRE

La contaminación del aire no es un problema reciente, ya que el uso de


combustibles está ligado a la vida del hombre en la Tierra. Existen
diversos antecedentes históricos de los efectos de la contaminación
atmosférica sobre los seres vivos. Sin embargo, para todos es evidente
la forma en que este problema se ha agravado a finales del siglo XX.

La atmósfera es la envoltura gaseosa que rodea a la Tierra, tiene una


altura de alrededor de 2 000 kilómetros, y se divide para su estudio en
varias capas:

La tropósfera es la capa inferior y densa, y tal vez la más importante


ya que en ella se encuentra el aire que respiramos. En esta capa se
desarrollan los fenómenos meteorológicos que determinan el clima;
también aquí se producen los vientos. Mide alrededor de 40 km, y la
temperatura desciende 1ºC por cada 100 metros de altitud hasta llegar
a los 20 km, en donde se encuentra la tropopausa.

La estratosfera mide alrededor de 60 km y es la capa que filtra las


radiaciones ultravioleta e infrarrojas del Sol. Aquí la temperatura
disminuye en función de la altura.

La termosfera es la capa más alejada de la superficie de la Tierra y en


ella la temperatura aumenta hasta llegar a los 500ºC, ya que es la
capa donde se absorbe la radiación solar por oxígeno molecular y
nitrógeno; el aire, por tanto, está ionizado (Figura 40).

Altura en Km.

120 Mesósfera

100 Termósfera Termósfera

80 Mesopausa

60 Estratopausa

40 Estratósfera Estratósfera
20 Tropopausa

0 Tropósfera Tropósfera

SUPERFICIE TERRESTRE

Figura 40. Capas de la atmósfera.

El aire que respiramos es una mezcla de gases que se encuentra en un


equilibrio dinámico (Figura 41).

Los componentes naturales del aire intervienen en diferentes procesos


biológicos, tales como la fotosíntesis, la respiración y la combustión del
alimento para la obtención de la energía en los seres vivos.

La forma más visible de notar que el aire está contaminado es la


presencia de smog, palabra que se acuñó originalmente en Inglaterra
para describir la combinación entre humo (smoke) y niebla (fog).
Actualmente esta palabra se emplea como sinónimo de la
contaminación ambiental debida a las emisiones de los autos y de las
fábricas que se modifican bajo condiciones climáticas.

De hecho, existen dos tipos de smog: 1) el reductor, que contiene


altos niveles de partículas en suspensión y de dióxido de azufre, que
resulta de la combustión incompleta de las fuentes de carbono y que
se combina con temperaturas bajas y niebla; y 2) el fotoquímico y
oxidante, que contiene grandes cantidades de óxidos de nitrógeno,
hidrocarburos y ozono. Este último se origina por reacciones
fotoquímicas en la atmósfera entre los óxidos de nitrógeno que en
presencia de la luz solar liberan oxígeno atómico (O), el cual reacciona
con el oxígeno molecular (O2) que se encuentra en la atmósfera,
formándose ozono (O3). En la figura 42 se muestra un esquema de los
tipos de smog.

Componente Volumen (%)


Nitrógeno 78

Oxígeno 21

Argón 1

Bioxido de carbono 0.03

Neón trazas

Criptón trazas

Helio trazas

Figura 41. Componentes del aire.

Tipo de smog Contaminantes

Reductor Óxidos de azufre (SOx)

Partículas en suspensión

Oxidante Óxidos de nitrógeno (NOx)

Hidrocarburos

Ozono (reacción fotoquímica)

Figura 42. Tipos de smog.


Sin embargo, en zonas muy contaminadas están presentes los dos
tipos de smog en forma de mezclas complejas. En los países
industrializados, el smog está conformado por 52% de monóxido de
carbono, 18% de óxidos de azufre, 12% de hidrocarburos aromáticos
policíclicos, 10% de partículas en suspensión y 6% de óxidos de
nitrógeno. Los efectos que estos compuestos producen en la salud
humana se conocen debido a diversos episodios de exposición aguda
que se han presentado en diferentes lugares del mundo en los últimos
50 años.

Se han calculado los límites tolerables o umbral por debajo de los


cuales los contaminantes ambientales no producen efectos fisiológicos;
rebasados estos límites la población empieza a sufrir molestias, y en
cantidades elevadas pueden producirse severos daños en la salud de la
población.

El monóxido de carbono se produce por el uso de combustibles fósiles


como fuente energética. La combustión incompleta del carbono en los
vehículos de combustión interna genera este producto y, por lo tanto,
su acumulación está en relación directa al tráfico vehicular. La mayor
parte del monóxido de carbono ambiental proviene de esta fuente
vehicular. Los efectos que este gas produce en la salud humana son
variados, desde daños en el sistema nervioso y cardiovascular, hasta
dolores de cabeza, fatiga, somnolencia y en casos severos, la muerte.

Estos efectos se deben a que el monóxido de carbono afecta el


transporte normal de oxígeno en la sangre. La hemoglobina es la
proteína que se combina en los pulmones con el oxígeno que
respiramos, formándose oxihemoglobina, que es la encargada de llevar
el oxígeno a todas las células del organismo; si llega monóxido de
carbono a los pulmones se establece una combinación de CO y Hb
llamada carboxihemoglobina que interfiere con el transporte normal de
oxígeno. La afinidad de la hemoglobina por el CO es 200 veces mayor
que su afinidad para el oxígeno.

El grupo de los óxidos de nitrógeno lo conforman el bióxido de


nitrógeno, el monóxido de nitrógeno, el ácido nítrico y los nitratos.
Todos ellos se originan en la combustión del petróleo, las gasolinas, el
carbón, el gas que se emplea en la cocina y también por el humo del
cigarro. La exposición crónica a óxidos de nitrógeno que ingresan al
organismo por inhalación llega directamente a los pulmones, donde
pueden producir cambios semejantes a los que genera el enfisema
pulmonar; también reducen la respuesta inmunológica de los
pulmones, lo que se traduce en una disminución en la resistencia
natural a las infecciones respiratorias.

Los óxidos de nitrógeno (NOx) se generan como residuos de las plantas


de energía eléctrica, por la calefacción y por los motores de
combustión interna. Reaccionan con el agua que existe en la
atmósfera, produciéndose ácido nítrico. Al ponerse en contacto con la
atmósfera el NO se oxida y da al smog su color pardo tan
característico. La reacción es lenta, pero si hay otros contaminantes
como el ozono, se acelera.

Los óxidos de azufre (SOx) se producen por la combustión del carbón,


por la refinación del petróleo en la industria petroquímica, por la
industria metalúrgica y por las termoeléctricas que utilizan combustible
rico en azufre. Los vehículos de combustión interna generan también
este contaminante, aunque en menor cantidad. Los óxidos de azufre
reaccionan en la atmósfera y producen ácido sulfúrico, que es el
responsable de la lluvia ácida, tan nociva para las plantas, y
responsable también en gran medida de la desertificación de los
pulmones urbanos y de las zonas boscosas del planeta. La lluvia ácida
ha sido la causa principal de la corrosión de los monumentos históricos
y de los edificios en las zonas urbanas.

Los óxidos de azufre producen irritación de las mucosas y efectos


cardiovasculares; no se ha podido comprobar que provoquen daños
pulmonares. Sin embargo, el bióxido de azufre produce
broncoconstricción en las personas asmáticas, aun a concentraciones
muy bajas.

El bióxido de carbono presente en el aire se oxida, formándose ácido


sulfúrico, el cual en presencia de amonio produce sulfatos de amonio.
Los sulfatos y el ácido sulfúrico forman partículas de diámetro muy
pequeño que se acumulan en los pulmones y permanecen en ellos
durante varios meses antes de ser eliminadas. Estas partículas
producen efectos patológicos importantes, aunque hay que resaltar
que su efecto suele ser reversible.

Los hidrocarburos se originan por la combustión incompleta de las


gasolinas y del diesel de los vehículos automotores, por los incendios
forestales, por la evaporación de solventes orgánicos y por los
procesos industriales. Producen efectos nocivos principalmente en
plantas y animales a 500 ppm. Los hidrocarburos aromáticos
policíclicos son eficientemente bioactivados en los seres vivos (como
vimos en el capítulo III). Los metabolitos intermedios electrofílicos
reaccionan con los ácidos nucleicos, por lo cual muchos de ellos son
potentes mutágenos y carcinógenos. En los seres humanos los
hidrocarburos aromáticos policíclicos son extremadamente tóxicos.

Las partículas en suspensión, sean sólidas o líquidas, se generan por la


calefacción, el uso de aerosoles y por los procesos industriales. Son las
responsables del aspecto brumoso del aire. El principal efecto que
producen en el hombre es la irritación de las mucosas. En animales de
laboratorio, las partículas en suspensión, que contienen
fundamentalmente metales pesados, producen cáncer pulmonar y
mutaciones en las células germinales.
El ozono es, como ya mencionamos, un contaminante secundario. La
concentración de ozono en el aire se mantiene constante cuando
coexisten los óxidos de nitrógeno, los hidrocarburos y la luz solar. Por
esta razón, la concentración máxima de ozono en la atmósfera se
encuentra al mediodía y la mínima por la noche. También, como es
lógico, los niveles de ozono son muy variables, de acuerdo con las
estaciones del año. Es un agente oxidante y por lo tanto muy nocivo
para los seres vivos, reacciona con las proteínas celulares, genera
peroxidación de los lípidos y ligamientos cruzados con diversas
macromoléculas en animales de laboratorio.

En los seres humanos, niveles medios de ozono producen irritación


ocular, reducción en la agudeza visual y, en individuos con problemas
asmáticos y pulmonares, aumenta el consumo de oxígeno.

LA CONTAMINACIÓN DEL SUELO

La capa superficial del suelo se llama tierra arable, la capa subyacente


se denomina subsuelo. En los suelos agrícolas existen cuatro
elementos muy importantes que son la arcilla, la arena, la caliza y los
elementos orgánicos.

La arcilla proporciona al suelo su plasticidad; la arena su porosidad; la


caliza modifica las propiedades físicas del suelo y la materia orgánica o
humus está formada por los vegetales en descomposición y da origen
a los nitratos y ácido carbónico que tienen propiedades fertilizantes.

El suelo es el depósito natural de los contaminantes provenientes del


aire y del agua, en donde se sedimentan y por efecto de los vientos se
dispersan. El agua presente en el suelo favorece la penetración de los
contaminantes a las plantas, en donde se acumulan.

El suelo tiene también la capacidad de disolver algunos contaminantes


y de neutralizar a los ácidos provenientes de la contaminación
atmosférica. Sin embargo, esta capacidad tiene un límite.

La práctica de enterrar desechos sólidos tóxicos es muy peligrosa, ya


que el agua de la lluvia y de la nieve penetra en los suelos y dispersa
las sustancias químicas que ahí se encuentren.

EL RIESGO GENÉTICO

Como hemos mencionado, en la vida moderna es muy alta la


exposición a agentes químicos ambientales potencialmente nocivos.
Por lo tanto debe establecerse el riesgo que representa para el ser
humano y para su salud la continua exposición a los mismos. Una vez
identificado el problema, mediante modelos biológicos es posible
determinar las relaciones dosis-respuesta, calcular la exposición y
tomar medidas administrativas y políticas apropiadas para su manejo.
El control se establece de diferentes maneras, tomando en
consideración circunstancias peculiares tales como los costos y
beneficios sociales, los costos económicos asociados a las medidas de
control, la tecnología disponible para ejercer el control, el grado de
concientización de la población y la comunicación que se establece
entre los científicos, los productores, el gobierno, los consumidores, los
trabajadores y la población abierta.

El proceso de evaluación del riesgo y su manejo debe realizarse por


medio de los organismos gubernamentales que establecen las
decisiones políticas para controlar el riesgo asociado a la exposición de
la población a agentes tóxicos. El proceso, por lo tanto, consta de dos
pasos: el primero consiste en evaluar el riesgo y el segundo permite
decidir qué se debe hacer para reducir la exposición a los agentes
tóxicos, con el propósito de proteger la salud pública.

La evaluación del riesgo es, por lo tanto, una aproximación organizada


que permite valorar los datos científicos y responder dos tipos de
preguntas: 1) ¿qué tan probable será que un evento ocurra?, y 2) si
ocurre, ¿qué resultados tendrá en términos cuantitativos? Esta
aproximación ha sido utilizada durante mucho tiempo para estimar el
riesgo asociado a diversas actividades humanas tales como la
seguridad en el transporte, la seguridad de las plantas nucleares y la
exposición a radiaciones. En algunos países se está empleando este
enfoque para estimar el riesgo asociado a la exposición a agentes
químicos ambientales.

La exposición a agentes químicos ambientales y la estimación del


riesgo genético que éstos representan se realiza en cuatro etapas: 1)
la identificación del problema; 2) el establecimiento de los modelos de
dosis-respuesta; 3) la estimación de la exposición; y 4) la
caracterización del riesgo.

La identificación del problema se realiza por medio de estudios


epidemiológicos y de estudios de laboratorio, utilizando los diferentes
sistemas de prueba in vivo o in vitro, los que permiten establecer y
caracterizar el efecto potencial que se provocaría en las poblaciones
humanas expuestas.

Los modelos de dosis-respuesta se caracterizan por ser de dos tipos:


efectos con umbral y efectos sin umbral. Las dosis asociadas a efectos
con umbral permiten determinar la dosis que se requiere para producir
un daño dado, es decir, no existe un riesgo significativo para la salud
humana hasta que se llega a cierta dosis y por lo tanto se determinan
los factores de seguridad, o también las llamadas dosis de referencia.
Los efectos sin umbral representan riesgos reales, ya que existe un
riesgo asociado con cualquier exposición. Sin embargo, este modelo
está asociado a diferentes valores tales como el tiempo de exposición,
diferentes procesos farmacocinéticos, tales como la absorción y
distribución del agente químico en el cuerpo, la ruta de exposición y la
vía de ingreso al organismo, la tasa de mutación, la proporción de
proliferación celular y otros.

Una vez establecida la estimación del riesgo deben tomarse las


decisiones políticas para su manejo. Existen diferentes factores que se
toman en consideración para decidir qué tanto riesgo es posible
aceptar. Estos incluyen consideraciones tales como los costos y
beneficios sociales, los costos económicos asociados a las medidas de
control y la tecnología disponible para establecer el control. Por lo
tanto, la estimación del riesgo y su manejo es un proceso que se ve
afectado por diferentes restricciones legales y circunstancias de índole
práctica.

El manejo del riesgo puede realizarse para exposiciones crónicas y


bajas, o bien para exposiciones agudas y altas. En este último caso
hablamos de los accidentes que obviamente requieren de un manejo
rápido y consistente, estableciéndose las áreas que requieren ser
evacuadas, la medición de la dosis y la identificación de los efectos
sobre la salud humana. Por ejemplo, en el caso de las exposiciones
crónicas y bajas en el control de la calidad del aire, la lista de
contaminantes ambientales peligrosos para la salud es muy grande, y
por lo tanto es necesaria la reglamentación de las fuentes emisoras.

Los cientos de agentes químicos presentes en el aire como


contaminantes poseen diferentes propiedades químicas, tales como su
reactividad, su potencia y su persistencia en el ambiente; por esto,
algunos agentes químicos representan un riesgo mayor que otros
contaminantes. Así, los hidrocarburos aromáticos policíclicos, que son
tan ubicuos en el ambiente, tienen una potencia tres órdenes de
magnitud mayor que, por ejemplo, el cloruro de vinilo.

En el caso de los pesticidas, las estimaciones del riesgo se basan en


estudios realizados con los diferentes sistemas de prueba, con los que
puede establecerse si estos son o no carcinógenos. Por ejemplo, el
clorobenzilato, que es empleado como pesticida en los cultivos de
cítricos, es un carcinógeno humano. La exposición en la población
abierta es muy baja, del orden de uno en un millón, pero el riesgo de
cualquiera manera existe, y por lo tanto su empleo debe regularse. En
cambio no se demostró que el amitraz, otro pesticida que es utilizado
en los cultivos de pera y manzana, sea carcinógeno, y por lo tanto su
empleo no está prohibido. Otros pesticidas, como el heptacloro, que es
un carcinógeno hepático muy potente que además se bioacumula y se
almacena en el tejido adiposo del hombre, está fuera del mercado en
muchos países donde existe el control para su uso.

Con estos ejemplos se ve claramente que el proceso de evaluación del


riesgo empieza con la producción de datos, en los cuales se basa el
análisis científico que permite estimar los riesgos para la salud, tanto
en términos cualitativos como cuantitativos. El manejo de los riesgos
comprende consideraciones sociales, legales y económicas. La
comunicación de los riesgos es también un factor importante, ya que la
población cada vez más está desempeñando un papel activo en los
problemas derivados de la contaminación que afectan la salud pública.

EL RIESGO-BENEFICIO

El riesgo se refiere a la posibilidad de que suceda un daño. En otros


casos, el riesgo se refiere al efecto que una determinada exposición
puede provocar. Por supuesto, el riesgo también se establece en
términos del individuo, o bien en términos de la población expuesta.

El beneficio se refiere al bien que se recibe en términos sociales como


resultado de los avances tecnológicos y en contra de los riesgos que
puedan producir; por lo tanto, el beneficio siempre está asociado al
riesgo.

Como hemos venido mencionando, la exposición natural a agentes


mutagénicos y carcinogénicos es muy alta. Muchos agentes químicos
han mostrado ser genotóxicos; por supuesto, en algunos casos el
empleo de agentes terapéuticos establece el dilema riesgo-beneficio. El
problema se da cuando un agente ha mostrado ser mutagénico, pero
su empleo en la medicina es importante para curar o mejorar la salud.

Por ejemplo, el metronidazol, que se emplea para combatir la


amibiasis, es mutagénico en casi todos los organismos de prueba. A
pesar de ello, en países como el nuestro, en los que las diarreas son
una de las cinco causas más importantes de muerte en los infantes, el
agente terapéutico se emplea por periodos cortos de tiempo, con el
propósito de restablecer la salud.

Muchas otras drogas que son empleadas en la quimioterapia del cáncer


son mutagénicas, ya que interactúan directamente con los ácidos
nucleicos. Estas drogas no son selectivas. Las células cancerosas se
originan a partir de células que fueron normales, y por lo tanto ambas
estirpes celulares son similares y susceptibles a los mismos agentes.
La mayoría de los compuestos químicos empleados en la terapia del
cáncer producen efectos colaterales adversos en las células normales.

Los criterios normativos del riesgo se establecen tomando en cuenta


diversos parámetros, todos basados en el análisis previo con animales
de laboratorio; así, por ejemplo, se establecen los niveles permitidos
de exposición ocupacional, los límites máximos de concentración de
agentes químicos en el ambiente abierto, etcétera.

El análisis del costo-beneficio se basa, en términos generales, en el


criterio de que los beneficios que se obtengan deben siempre exceder
el riesgo o costo. Es decir, las decisiones acerca de una exposición se
toman considerando el costo-beneficio, estableciéndose así que los
riesgos sean aceptablemente reducidos, bajo las condiciones
particulares de exposición.

Por otro lado, la repercusión que tiene un accidente normalmente se


extiende más allá de los efectos dañinos sobre las personas expuestas,
o sobre las propiedades dañadas. Los efectos a largo plazo de los
accidentes son difíciles de medir, no sólo por la aparición de
enfermedades a largo plazo, sino por la repercusión que tiene en el
entorno natural.

Sin embargo, la identificación de un factor de riesgo no siempre es la


causa para su eliminación del ambiente, ya que en la vida moderna las
demandas y beneficios de un producto están íntimamente
relacionadas.

La epidemiología es la ciencia que estudia la forma de distribución de


los problemas de salud, de las enfermedades en la población y de los
factores que influyen en su distribución. La idea de que el ambiente
influye en la distribución de las enfermedades es muy antigua, ya que
el mismo Hipócrates habla de la importancia de los factores
ambientales sobre las enfermedades. Así, en su libro Sobre aires,
aguas y lugares, menciona que para estudiar la medicina deben
considerarse las estaciones del año, la colocación de los vientos, la
calidad y características del agua y el género de vida del ser humano.

La epidemiología se estudia en tres etapas distintas: la recolección de


datos de una población, la descripción de las asociaciones encontradas,
el análisis de los datos recolectados, la experimentación con
organismos de laboratorio y el establecimiento de las medidas
preventivas para la población en estudio.

Por lo tanto, los estudios epidemiológicos relacionados con problemas


de contaminación ambiental y de la genética toxicológica son vitales
por sus alcances y aplicaciones. La asociación entre factores de riesgo
y la manifestación de efectos nocivos permite establecer medidas de
control adecuadas. La extrapolación de los resultados obtenidos en
estudios con organismos de bioensayo para predecir el riesgo de
cáncer en los seres humanos tiene valor en cuanto a la potencia de un
agente, y en términos generales, en cuanto a las características
cualitativas del mismo. Así, por ejemplo, la relación que existe entre la
potencia de un agente y la toxicidad aguda que provoca, puede
establecer una correlación válida acerca de su carcinogenicidad. La
sacarina, que es un sustituto del azúcar ampliamente utilizado, tiene
una toxicidad aguda muy baja y es un carcinógeno muy débil a
concentraciones muy altas. Por otro lado, la dioxina es un pesticida
muy tóxico en exposiciones agudas y se ha demostrado que es un
potente carcinógeno en roedores expuestos a ella aun a
concentraciones muy bajas. Sin embargo, aunque estas correlaciones
existen para muchos compuestos químicos, otros no la manifiestan,
como el dibromo etileno, que es altamente carcinógeno a dosis que no
producen ninguna toxicidad.

Por otra parte, en lo que se refiere a las relaciones entre dosis


administrada y efectos biológicos encontrados, un buen ejemplo es el
del formaldehído, que a concentraciones altas induce cáncer nasal en
las personas expuestas. A concentraciones bajas, sin embargo, no se
produce ningún efecto. Esta relación se debe a la capacidad de las
células de reparar el daño provocado en concentraciones bajas,
mientras que en concentraciones altas se induce proliferación celular y
cáncer.

I V . C Ó M O S E I D E N T I F I C A N L O S
A G E N T E S G E N O T Ó X I C O S

LOS SISTEMAS BIOLÓGICOS DE PRUEBA

LOS sistemas de prueba se idearon con el propósito de evaluar en


organismos de bioensayo los efectos producidos por agentes químicos
ambientales, a los que el hombre está expuesto.

La producción de alteraciones hereditarias podría ser el resultado de la


exposición crónica a agentes químicos poderosos, aun en
concentraciones bajas. Como ya vimos, las mutaciones son cambios
abruptos heredables en la composición y arreglo de los genes, los
cuales están formados por ácido desoxirribonucleico. La mayoría de las
mutaciones producen efectos deletéreos, otras efectos con poca o
ninguna consecuencia y otras son ventajosas para el organismo. La
magnitud de la proporción espontánea de mutación, la manera en que
la selección actúa en las diferentes combinaciones génicas, y el
tamaño y la estructura de las poblaciones humanas son suficientes
para mantener una fuente rica de variabilidad. Sin embargo, una
proporción de mutación grande y artificialmente creada es
potencialmente capaz de producir una declinación en la salud genética,
a menos que exista una selección grande en contra de los genes
mutantes deletéreos. Este tipo de selección ocurre en las poblaciones
naturales, pero en las poblaciones humanas la eficiencia de la medicina
moderna tiende a reducir la selección en contra de los caracteres
deletéreos.

Muchos genetistas creen que los genes constituyen el más preciado


bien hereditario, y que cualquier deterioro en su calidad puede
producir un decremento en la calidad de vida. El progreso en el control
de las enfermedades infecciosas y en los procedimientos para detectar
e identificar los desórdenes genéticos han revelado un residuo muy
importante de desórdenes genéticos en las poblaciones humanas.
Un gran número de los pacientes que ingresan a hospitales e
instituciones de salud ha revelado el origen genético de algunas de las
enfermedades, de modo que el médico puede aliviar los síntomas de la
enfermedad, mas no curarla. La gran variedad de mecanismos por los
cuales los agentes físicos y químicos a los cuales estamos expuestos
inducen mutaciones hace prácticamente imposible proponer esquemas
generalizados de protección ante ellas, a no ser el impedir quedar
expuestos a ellas.

Este tipo de consideraciones son las que han llevado a los genetistas a
buscar sistemas de prueba capaces de detectar a los mutágenos
ambientales. Sin embargo, resulta obvio que cuando los efectos de un
aumento en la tasa de mutación en el hombre sean evidentes, el daño
genético ya habrá ocurrido. Es posible también que gran parte del
daño genético inducido pase inadvertido, ya que muchas mutaciones
deletéreas están presentes en la poza génica humana. Por ello, en
muchas ocasiones no es fácil identificar a la mutagénesis ambiental
como la causa específica de anormalidades observadas en las
poblaciones, pero gracias al empleo de los sistemas de prueba sí es
posible identificar a los agentes químicos potencialmente mutagénicos
antes de que provoquen un daño genético.

Las características que debe tener todo sistema de prueba son


básicamente la sensibilidad y la capacidad de reproducirse. La
sensibilidad de un sistema de prueba se define como la capacidad del
sistema para detectar con facilidad y precisión estadística un pequeño
efecto mutagénico inducido. La capacidad de reproducción implica la
similitud de respuesta de un sistema en y entre laboratorios. Esto se
logra solamente con el establecimiento de protocolos estandarizados y
entrenando al personal para que adquiera niveles técnicos
competentes. Esta capacidad de reproducción es también deseable en
la forma de respuestas similares entre los diferentes sistemas, lo cual
permitiría llegar a interpretaciones confiables de los datos positivos y
negativos. Sin embargo, las diferencias en cuanto a organización y
metabolismo entre procariontes y eucariontes hacen muy difícil la
uniformidad en la respuesta.

Con la excepción de algunos virus, el material genético de todos los


organismos es el ácido desoxirribonucleico, el cual se presenta en
forma desnuda (procariontes) o asociado a proteínas (encariontes).
Las mutaciones son eventos que en principio pueden detectarse en
todos los organismos. El significado de una respuesta mutacional se
hace más evidente en los organismos cuya genética se conoce
extensivamente, ya que la respuesta puede representar uno o varios
tipos de alteración genética.

La mutación es por lo tanto un error y consiste en diferentes tipos de


cambios del material genético. La severidad de la mutación dependerá
tanto de la importancia del gene alterado como de la naturaleza misma
de la mutación. Por lo tanto, los diferentes sistemas de prueba deben
detectar todo tipo de mutaciones, incluyendo aquellas que tienen
efectos menores sobre la función génica. Los tipos de mutaciones que
requieren ser detectadas, aunque no necesariamente de manera
simultánea son:

1) Las mutaciones génicas entendidas como sustituciones de pares de


bases, adiciones o supresiones. Las adiciones y supresiones pueden
inactivar a un gene, lo que dependerá de la naturaleza misma del gene
que se trata. Sin embargo, este tipo de alteraciones permiten al
individuo sobrevivir y reproducirse, con lo cual las mutaciones génicas
se establecen y se heredan a las siguientes generaciones.

2) Las alteraciones en la integridad del ADN. Éstas son medibles a


través de la formación de aductos (lesiones premutagénicas),
ligamientos cruzados intra e interbanda y rompimientos de una o dos
hebras. Estas alteraciones pueden ser reparadas enzimáticamente, y si
esto ocurre no constituyen mutaciones heredables.

3) Los cambios en la segregación cromosómica, lo que provoca


cambios numéricos que comúnmente ocasionan una falta de equilibrio
genético drástico, y letalidad en las etapas tempranas del desarrollo.
Sin embargo, hay cambios numéricos viables, tales como la
monosomia (presencia de un solo cromosoma de un par), y la trisomia
(presencia de un cromosoma por triplicado).

4) Los cambios en la integridad cromosómica o estructurales, que


consisten en supresiones, duplicaciones, inversiones y translocaciones.
Las supresiones pequeñas, en condición homóciga (alelos idénticos), y
las grandes, en condición heteróciga (alelos distintos), son deletéreas
y provocan desde el desarrollo de enfermedades genéticas en los
individuos afectados hasta letalidad. Los rearreglos estructurales
pueden ser detectados citológicamente, ya que comprenden porciones
grandes de los cromosomas, y en organismos de bioensayo adecuados
pueden detectarse cambios en las relaciones de ligamiento.

Aunque en la actualidad existen más de 150 sistemas de prueba,


solamente se utilizan unos pocos para evaluar agentes químicos
ambientales. De los más comúnmente empleados se utilizan los que
detectan mutaciones, rompimientos cromosómicos (clastogenia) y
recombinación mitótica (recombinación en células somáticas), por
varias razones: detección de mutaciones en células germinales,
predicción de la carcinogénesis, investigación de las propiedades
bioquímicas de los compuestos y para cumplir con los reglamentos de
los organismos reguladores. Estos sistemas son:

1) Microorganismos. Detecta alteraciones heredables.


2) Prueba microsomal. Tecnología in vitro que permite la activación de
promutágenos en presencia de organismos indicadores (como
Salmonella).

3) Prueba de micronúcleos. Los fragmentos cromosómicos o


cromosomas con centrómero inactivado no se incorporan a las células
hijas.

4) Prueba del locus específico. Método para detectar y medir las


proporciones de mutación en un locus recesivo.

5) Daño al ADN. Detecta rompimientos en una hebra, ligamientos


cruzados inter o intrabanda, y otros.

6) Reparación del ADN. Rastrea la reparación del ADN.

7) Síntesis no programada de ADN. Detecta la síntesis de ADN durante


fases no sintéticas.

8) Inhibición del ADN. Detecta la inhibición en la síntesis del ADN.

9) Conversión génica. Se recobran marcadores desiguales que resultan


del intercambio durante la recombinación.

10) Recombinación mitótica. Pérdida de la heterocigosis y


recombinación intragénica (dentro del gene).

11) Análisis citogenético. Células o líneas celulares en cultivo para


determinar aberraciones cromosómicas.

12) Intercambio de cromátidas hermanas. Detecta el intercambio de


ADN en cromosomas en metafase entre los productos de réplica en loci
homólogos.

13) Pérdida de cromosomas y no disyunción. Mide la falta de


separación de cromosomas durante la mitosis o la meiosis.

14) Mutaciones en células somáticas de mamíferos. Utiliza la inducción


y aislamiento de genes en células de mamíferos en cultivo,
identificando los cambios genéticos.

15) Prueba de letales dominantes. Mide los cambios genéticos


inducidos de manera dominante, que matan al cigoto. En mamíferos,
la reducción en el tamaño de la camada, midiendo y contando el
número de implantes que sobreviven.

16) Prueba vía el hospedero. Usa dos especies diferentes, como


mamíferos y bacterias, para detectar cambios heredables causados por
la conversión metabólica de los agentes químicos administrados en
una especie huésped de mamífero.
17) Morfología del esperma. Apariencia anormal del esperma.

18) Prueba de translocaciones heredables. Transmisión de una


translocación de una generación a la siguiente.

19) Transformación oncogénica. Utiliza criterios morfológicos para


detectar diferencias citológicas entre células normales y tumorales.

20) Capacidad inhibidora de los fagos. Emplea una bacteria lisogénica


(bacteria que lleva un fago temperado) para detectar cambios en las
características genéticas de no infecciosos a infecciosos.

21) Análisis de fluidos corporales. Usa dos especies; la sustancia se


administra al hospedero, del cual se toma y se prueba in vitro,
midiéndose la tasa de mutación en la especie receptora.

Para que un agente químico sea lanzado al mercado debe conocerse


antes su toxicidad, su destino ambiental y el uso al que va destinado.
Sin embargo, si un agente químico ya está en el comercio deben
definirse y cuantificarse los datos en cuanto al riesgo genético que
conlleva su uso.

Existen dos formas o aproximaciones para probar agentes químicos:

A) Aproximación en hilera, que es muy utilizada para probar gran


número de sustancias.

B) El empleo de una batería de pruebas.

Para el primer caso se emplea una sola prueba que debe ser rápida,
confiable y barata. Los agentes son eliminados con base en la
respuesta, así que pocas sustancias, las positivas, se dejan para ser
evaluadas con pruebas más costosas y definitivas. Con la segunda
aproximación se eliminan los agentes no genotóxicos, ya que muestran
ser inactivos en todas las pruebas empleadas.

Por definición, un agente genotóxico es aquel que produce una


respuesta positiva en cualquier bioensayo que se emplee y que mida
cualquier punto genético terminal. Sin embargo, aunque un agente
muestre ser genotóxico en un sistema o en una batería de pruebas no
por eso representa un riesgo real para la salud, pero sí un riesgo
potencial.

Un agente será no genotóxico cuando muestre ser inactivo en


cualquier sistema de prueba que mida los diferentes tipos de
genotoxicidad.

En última instancia los sistemas de prueba miden la habilidad de una


sustancia para producir un efecto genotóxico de tipo cualitativo, de
modo que éstos indican un probable riesgo para el hombre.
El análisis de riesgo comprende el desarrollo de estimados
cuantitativos de mutaciones transmisibles. Este tipo de pruebas mide
el daño en células germinales y los efectos en las progenies de los
individuos tratados.

La batería de pruebas seleccionada debe ser capaz de identificar a los


agentes que tienen una afinidad específica por el ADN; debe tener una
capacidad metabólica apropiada, ser reproducible y transferible entre
laboratorios.

Selección de la dosis

La dosis es un criterio importante en el estudio de los agentes


genotóxicos. Está la dosis de exposición, que es aquella a la que se
exponen los organismos, expresada como concentración x tiempo; la
dosis farmacológica, que es la cantidad que ingresa al individuo que se
expresa en cantidad/peso corporal; la dosis blanco, que es la cantidad
que llega al núcleo; la dosis molecular, que es la cantidad que se
asocia con los sitios críticos de interacción en los ácidos nucleicos; la
dosis colectiva poblacional, que es el promedio de exposición x del
número de individuos expuestos; y la dosis genética significativa, que
es la dosis que reciben las células germinales y que potencialmente
puede afectar a la siguiente generación.

El empleo de condiciones impropias durante el tratamiento es una de


las causas más comunes por las que se obtienen respuestas
artificiales.

Las concentraciones sujetas a prueba deben ser lo suficientemente


altas como para mostrar un efecto fisiológico en las células blanco,
pero no tan altas como para producir efectos celulares secundarios que
puedan confundir la interpretación de los resultados. Por ejemplo, las
células de mamíferos en cultivo son particularmente susceptibles a la
mutación y transformación causada por niveles iónicos o de pH que
excedan las concentraciones fisiológicas normales.

La mayoría de los organismos vivos han desarrollado mecanismos para


ajustarse a los cambios rápidos que ocurren en su ambiente. Así, las
bacterias sujetas a cambios rápidos de pH sobreviven regulando el
transporte de iones hacia adentro y hacia afuera de la célula. En los
mamíferos, la regulación del pH se lleva a cabo no sólo por transporte
iónico, sino también mediante un grupo muy complejo de atenuadores
(buffers) orgánicos que existen en el suero y otros fluidos tisulares.

La reducción del pH en células de mamíferos en cultivo hasta niveles


de 5.5 ± 0.5 produce efectos genotóxicos que se expresan en forma de
rompimientos cromosómicos y mutaciones. Los cambios en los niveles
osmóticos de los medios de cultivo también afectan la integridad de las
células en cultivo. Los iones de sodio y de potasio en niveles superiores
de 400 mOs/kg producen daño cromosómico, mutaciones y
transformaciones celulares. Ashby (1988) sugiere un mecanismo a
través del cual los altos niveles de iones monovalentes reemplazan al
ion divalente de magnesio en la cromatina, lo que produce
rompimientos. Distintos experimentos han demostrado que este
mecanismo es dependiente de un umbral que está en los 400 mOs/kg.

Dosis-respuesta y citotoxicidad

La respuesta de los sistemas de prueba ante los agentes genotóxicos


está dada por los receptores moleculares, con los cuales el agente
químico interactúa para producir un efecto cuyo grado está
determinado por la concentración del agente en el sitio reactivo.

Al inicio de cualquier experimento que pretenda entender los efectos


de agentes químicos ambientales, se debe establecer el rango de dosis
por emplear y la citotoxicidad del compuesto. Sin embargo, algunos
agentes químicos son virtualmente no tóxicos y se selecciona la dosis
con base en otros criterios. Los experimentos preliminares de toxicidad
generan curvas de supervivencia que son muy útiles para la selección
de las concentraciones que se van a emplear. El criterio toxicológico
más frecuentemente empleado es la concentración letal media, que
como ya vimos está definida como aquella que produce la mitad de
individuos o células muertas por el tratamiento. A partir de ella se
eligen dos o tres concentraciones más, con el objeto de obtener la
curva dosis-respuesta. Por ello, la utilización de concentraciones muy
altas seleccionadas con base en la muerte celular puede ser muy
inapropiada para algunos agentes químicos.

Muchos agentes químicos tienen un rango de actividad muy estrecho,


que suele coincidir con la solubilidad, el pH u otros factores tales como
la osmolaridad. Otras sustancias químicas presentan un rango corto de
respuesta en función de la dosis, lo que hace el análisis muy difícil.
Este tipo de respuesta se debe a restricciones celulares en la
permeabilidad y a otros factores que limitan la respuesta.

Testigos

Como sucede en toda disciplina científica, en los experimentos de


genética toxicológica es necesario emplear testigos o controles. Estos
son de dos tipos: concurrentes e históricos. Los testigos concurrentes
son los que se corren en paralelo con los experimentos, utilizando los
vehículos o solventes empleados en la preparación y administración del
agente sujeto a prueba. Éste es el control negativo. Además, a veces
se utiliza un control positivo, que está constituido por aquellas
sustancias de referencia cuya respuesta produce un efecto conocido en
el sistema. Los controles históricos suelen estar conformados por los
datos obtenidos a través del tiempo por un grupo de trabajo, con un
determinado sistema de prueba y son muy valiosos, especialmente
cuando el tamaño de la muestra de un control concurrente es muy
pequeño; el empleo de este tipo de controles permite tomar decisiones
adecuadas en cuanto a la respuesta del agente sujeto a prueba.

Análisis de datos

El análisis de datos debe hacerse en dos fases. La primera es la


matemática, que permite evaluar y determinar estadísticamente los
datos obtenidos. La segunda fase consiste en determinar el significado
biológico de esos datos en función de los mecanismos de acción del
agente, del riesgo potencial que representa su exposición, de las
concentraciones necesarias para obtener una respuesta, etcétera.

Batería de pruebas ideal

La selección de la batería de pruebas que se va a utilizar debe hacerse


cuidadosamente, tomando en consideración los siguientes puntos:

1) Las pruebas seleccionadas deben incluir diversos niveles


filogenéticos, al menos células de dos tipos: procariontes y
eucariontes.

2) La combinación de las pruebas debe detectar más de un tipo de


daño genético que mida diferentes mecanismos de genotoxicidad.

3) Deben incluirse pruebas in vivo e in vitro.

4) Las pruebas in vitro deben poder detectar los metabolitos activos


que se producen por la bioactivación de los agentes.

Mediante la aplicación de los resultados obtenidos en una batería de


pruebas es posible establecer el riesgo de las poblaciones humanas
expuestas a un determinado agente químico. La estimación potencial
del riesgo se expresa en niveles de preocupación, más que en los
aumentos esperados de enfermedad, lo cual concierne a la estimación
real del riesgo.

Los niveles de preocupación en cuanto a la genotoxicidad de los


agentes en función de las pruebas utilizadas y de la etiología de las
enfermedades humanas, son:

1) Ensayos que miden la inducción de mutaciones génicas y de


mutaciones cromosómicas, tanto numéricas como estructurales.

2) Ensayos que miden los intercambios de cromatidas hermanas,


recombinación, reparación del ADN, rompimiento de una banda y
ligamientos cruzados.

3) Ensayos que miden la formación de aductos o la inhibición en la


síntesis del ADN o de su réplica.
V . C O N C L U S I O N E S

EL HOMBRE ha ejercido una gran influencia sobre el equilibrio ecológico.


Durante mucho tiempo vivió adaptado a la naturaleza de la cual
dependía, al igual que el resto de los seres vivos, y de ella obtuvo los
elementos necesarios para su supervivencia: frutos, raíces, tubérculos,
caza y pesca. Las primeras alteraciones provocadas por el hombre al
medio natural surgieron cuando descubre el fuego y pasa de ser un
organismo errante a uno sedentario, practica la agricultura talando y
quemando montes e inicia el pastoreo.

Todo ello provocó la destrucción de la vegetación y generó


modificaciones en el clima. Durante la Edad Media se inició la
utilización masiva de la madera, con lo cual continuó la tala de los
bosques.

Sin embargo, es a partir de la Revolución Industrial cuando se empieza


a agravar el problema del uso indiscriminado de los recursos naturales,
de la contaminación de la biosfera y de la destrucción de grandes
extensiones de bosques.

Hoy día, en los albores del siglo XXI, y como consecuencia del aumento
de la población mundial, de la distribución desigual de la misma, que
se encuentra concentrada en las urbes y macrociudades, de la
pobreza, de la industrialización y de la emisión a la biosfera de
diversos residuos producto de las actividades cotidianas del hombre,
los seres vivos estamos expuestos a numerosas sustancias físicas y
químicas, que como hemos mencionado, pueden provocar severos
cambios genéticos.

Algunos contaminantes no son biodegradados, y por tanto entran a la


cadena alimenticia en un proceso de acumulación, el cual puede
ilustrarse con ejemplos variados. Así, cuando los residuos que
contienen restos radiactivos de vida media larga se descargan
incidental o accidentalmente a medios acuáticos (lagos, ríos y mares),
el fitoplancton fija parte de esa radiactividad. En este estado temprano
de acumulación, la radiactividad ya representa un riesgo. La
acumulación de material radiactivo en la cadena trófica continuará en
moluscos, crustáceos y peces. Al final de este proceso de amplificación
el riesgo genético será muy grande.

Este ejemplo puede aplicarse a numerosos contaminantes, como los


pesticidas, los que además modifican algunos procesos comprendidos
en la evolución, tales como la mutación, la recombinación, la selección
y los mecanismos de aislamiento reproductivo de las poblaciones. La
selección artificial puede tener consecuencias graves para las
poblaciones naturales, ya que la destrucción de especies sensibles
genera la proliferación de otras especies, en ocasiones no deseadas, lo
que lleva a que el equilibrio natural se rompa.

La vigilancia y seguimiento de las poblaciones humanas suele hacerse


para personas ocupacionalmente expuestas en diversas industrias. Sin
embargo, aun en estos casos, los estudios epidemiológicos suelen ser
muy complejos debido a varias razones, entre ellas las diferencias
intrínsecas entre una industria y otra, la naturaleza misma de las
genotoxinas, la exposición a mezclas complejas en las cuales algunos
componentes reaccionan entre sí para producir una sustancia
mutagénica, o bien a que las mezclas suelen contener sustancias muy
tóxicas que enmascaran a otras menos tóxicas, pero altamente
mutagénicas, y la dosis absorbida por cada trabajador que también es
muy variable.

Además, las poblaciones muestreadas deben compararse con


poblaciones control (no sometidas a los mismos riesgos), lo cual, como
mencionamos, es difícil debido al estilo de vida de los seres humanos,
a las infecciones virales y a las frecuentes enfermedades que aquejan
a la población abierta.

En la década de los ochenta quedó bien establecida la correlación que


existe entre la carcinogénesis y la mutagénesis, esta información se
obtuvo principalmente a través de los sistemas de bioensayo de corto
plazo. Las transformaciones metabólicas por las cuales pasan la
mayoría de los promutágenos a los que los seres vivos estamos
expuestos ocurren in vivo, de manera que la investigación de
sustancias genotóxicas que inducen cáncer en células en cultivo
(después de añadir la fracción microsómica) permite sostener esta
correlación.

Sin embargo, la adición de la fracción microsómica in vitro resulta ser


un modelo aproximado de lo que realmente ocurre in vivo, y no es
posible conocer la respuesta en relación con las diferentes rutas de
administración, su distribución en el cuerpo, la excreción y las
características enzimáticas de cada tejido, lo cual está en relación con
el metabolismo.

En el momento actual existe una buena correlación entre la


carcinogénesis y la mutagénesis, siendo de alrededor del 80%, el 20%
restante lo conforman un grupo de sustancias que son carcinogénicas
por mecanismos epigenéticos que, por cierto, ningún sistema de
prueba genético puede detectar.

La selección del órgano y del organismo que funciona como donador de


la fracción microsómica es otro criterio por considerar. En algunas
ocasiones se obtiene una transformación con una especie de mamífero,
pero no con otra (rata y ratón), es más, si la fracción se prepara a
partir de células hepáticas se obtiene una respuesta distinta a la que
se obtendría si ésta se preparara a partir de células pulmonares. Esto
se debe a la especificidad de algunos agentes genotóxicos en cuanto al
órgano blanco.

También debe tomarse en cuenta la estructura química de los


compuestos. En 1988 Ashby y Tennant, con la información entonces
disponible, analizaron las relaciones estructura química-actividad
genotóxica de 222 compuestos y propusieron que existen alrededor de
20 estructuras que pueden considerarse como genotóxicas.

Es obvio que muchas moléculas muy reactivas tienen usos definidos y


limitados. También ha quedado claro que las sustancias que se van a
distribuir masivamente deben pasar antes por una batería de pruebas
genéticas, ya que en términos sociales y de salud es preferible
prevenir y controlar que curar.

En este sentido es indispensable definir los estándares de exposición,


con los límites de confianza, para las sustancias que muestran un
umbral en su respuesta. El proyecto de descontaminar el ambiente es
ciertamente muy ambicioso; hoy día resulta ser un problema global.
Sin embargo, el uso o la presencia sistemática de contaminantes
ambientales por arriba de los límites del umbral ya establecido
requiere de políticas organizadas y muy estrictas de control, las que
permitirán ir limpiando la biosfera e ir reduciendo la exposición de los
seres vivos a toxinas ambientales potencialmente genotóxicas.

B I B L I O G R A F Í A

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C O N T R A P O R T A D A

Los seres vivos estamos expuestos a la acción de numerosos agentes


que son potencialmente tóxicos. El daño que causan puede ser de
naturaleza física, química o biológica y, en algunos casos, genética. La
mayoría de las sustancias químicas presentes en el medio ambiente
tienen origen artificial, esto es, han sido producidas por el hombre. Al
lado de éstas conviven cientos de venenos naturales que son
producidos por microorganismos, hongos, plantas y animales que
resultan también muy tóxicos para los seres vivos.

Muchas toxinas son conocidas desde la antigüedad, tanto en el viejo


como en el nuevo mundo. Afirma Rosario Rodríguez Arnaiz que,
"durante la Edad Media el arte de envenenar con fines políticos se
convirtió en un culto". También, desde fechas remotas, se ha
trabajado para encontrar los antídotos que palien la acción del veneno.

En Las toxinas ambientales y sus efectos genéticos la autora analiza


las fuentes de exposición de los seres vivos a las toxinas ambientales,
cuál es la respuesta de los organismos y la manera como las toxinas se
mueven dentro del organismo invadido. A continuación estudia la
forma como los compuestos genotóxicos —aquellos capaces de
interactuar con el material genético— pueden causar efectos
hereditarios que en ocasiones son causales de muerte, como la
mutogénesis (alrededor del 2% de los niños recién nacidos portan una
mutación) o la terrible carcinogénesis, esto es, el cáncer.

Las radiaciones naturales o artificiales, constituyen un peligro muy


actual. Su efecto puede sintetizarse así: cuando atraviesan las células
entran en contacto con los átomos y moléculas nucleofílicas y les
arrancan electrones, de modo que las moléculas así ionizadas quedan
incapacitadas para realizar sus funciones normales.

El proyecto de descontaminar el ambiente es, ciertamente, muy


ambicioso, mas la presencia sistemática de contaminantes por arriba
del umbral ya establecido requiere de políticas bien organizadas y
estrictas de control que permitirán ir limpiando la biósfera y reducir la
exposición de los seres vivos a toxinas potencialmente genotóxicas.

Rosario Rodríguez Arnaiz cursó su licenciatura, maestría y doctorado


(biología) en la Facultad de Ciencias de la UNAM, donde también ejerce
la docencia. Es coordinadora del Laboratorio de Genética de la
facultad, así como coordinadora general del Departamento de Biología.
Ha escrito numerosos artículos en revistas nacionales e
internacionales. La autora es miembro del Sistema Nacional de
Investigadores (1990).
Diseño original: Carlos Haces / Diseño de portada: Teresa Candela /
Fotografía: Cecilia Lemus

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