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REVISTA SOCIALISTA PRIMERA PARTE

AL ASIGNAR LOS RECURSOS EL MERCADO TRAJO EL DERRUMBE, PERO EL CAPITALISMO


TIENE SALIDA

Carlos Ábalo

La actual crisis financiera internacional tiene que observarse desde una apreciación coyuntural, estructural y de largo
plazo. El poder económico, la cultura imperante y los medios obstruyen una discusión abierta, así que una de las más
oportunas funciones sociales de este momento es difundir lo más posible los debates y las discusiones sobre estos
temas, que, como veremos, estarán profundamente enraizados con nuestros destinos personales.

Pareciera que la crisis mundial fuera menos importante que su manifestación local o que resultara exógena a nuestra
realidad. La organización económica mundial está en crisis y nos afecta porque no podemos menos que estar dentro del
orden mundial. No es sólo una cuestión financiera sino estructural, por su magnitud, la forma que ha adquirido y su
repercusión en la producción y los ingresos y si estuviéramos más comprometidos con el sistema financiero
internacional no estaríamos mejor sino peor. Y como están en juego los bancos, la capacidad reguladora y la solvencia
de los estados nacionales, el empleo y el devenir social, es ante todo un problema político. Está en crisis el sistema
mundial capitalista, lo que no significa que va a desaparecer sino que se ha puesto en marcha un proceso de largo
alcance (1) que nos obliga a estudiar con cautela el terreno que podríamos transitar en los próximos años.

Muchos analistas suponen que la crisis será superada en poco tiempo y aún hay quienes propugnan salidas que no
harían más que profundizarla, lo que revela que la macroeconomía de la ciencia oficial no cuenta con instrumentos
idóneos para entender el fenómeno. Tampoco se puede creer que el derrumbe de los mercados será definitivo porque la
necesidad de atenuar su costo social y reciclar el sistema provocará una reacción para impedirlo. Para eso hay que ver
el sentido en el que se mueven la sociedad y las tendencias internas que recrea el capitalismo. Para tener una idea de la
magnitud del problema digamos que el PBI mundial de 2007 fue de 54 billones (millones de millones) de dólares
corrientes y que el endeudamiento global lo supera en por lo menos veinte veces (2). En lo que atañe al capital, existen
fondos desregulados con créditos 30 veces superiores a sus patrimonios aunque la mayoría afronte riesgos mucho
menores. Pero si una parte medianamente importante de la deuda se encontrara en riesgo por sí misma o por efecto
dominó, ¿se puede creer que la insolvencia no se propagará sobre otros activos, como lo estamos viendo? Aunque la
magnitud de los rescates es impresionante, los pasivos incobrables son inalcanzables y los primeros amenazan con crear
una inflación mundial inédita que, si no se presenta, es por la desvalorización de capitales y la recesión.

1 EL CAPITALISMO

El modo de producción capitalista está regido por la ganancia y no por la producción. Se produce sólo cuando hay
ganancias. La doctrina económica del capitalismo justifica el orden social existente, pero ésta es la conmoción más
grande de su historia y la doctrina oficial no tiene respuestas explicativas ni políticas superadoras. Se interpreta la crisis
como una imprudente aplicación de políticas, en un presunto equilibrio natural. De hecho, la acumulación de
ganancias da lugar a la acumulación de capital, de donde emana el poder económico y se controla y condiciona a las
instituciones, incluso mediante el pensamiento único para analizar la sociedad y la economía. De allí surge el supuesto
de que existe un equilibrio en la economía cuyas incógnitas se pueden develar y resolver mediante fórmulas
matemáticas. La realidad es que no hay una economía en equilibrio sino una acumulación de capital que provoca
grandes desequilibrios periódicos, por lo que sólo desentrañando sus características se descubren los significados y las
posibilidades del modo de producción dominante, en el que vivimos, y se puede entender la política de cada estado
nacional dentro del capitalismo global, que estará al servicio exclusivo de la acumulación mundial, o –en el mejor de
los casos- tratará de combinar sus exigencias con las de la Nación y las necesidades de sectores más amplios de la
población.

La mayoría desprovista de capital vive de un salario, un ingreso ínfimo frente al de los dueños de empresas, acciones,
bancos o extensiones de tierra significativas. Y hay salarios altos para el personal calificado o de la alta burocracia.
Entre los desposeídos se agregan quienes reciben una jubilación o un subsidio y los desempleados y marginados.

En el primer cuarto de siglo de la última posguerra tuvieron lugar los años de oro del capitalismo (3): hubo en los
países industrializados o en los que lograron un cierto desarrollo una clase media en ascenso y una aristocracia obrera
que, en función de sus relativos privilegios, impidieron la formación de bloques populares o frenaron los reclamos y las
propuestas de los trabajadores. La crisis actual y las posibles respuestas que encuentre el capitalismo, al requerir una
recomposición de sus beneficios, completará la regresión en los ingresos que tuvo lugar después, a partir de los años
setenta (que interrumpieron la mejora generalizada de los años de oro) y volverán a crecer la pobreza, el desempleo y la
marginación, esta vez en el centro y en la periferia. En la Argentina, el retroceso de la periferia de los setenta tuvo su
expresión concreta en la dictadura militar que implantó el estado terrorista de 1976 a 1983. La dictadura militar cayó
pero su política económica continuó. La primera sostuvo al régimen en peligro; la segunda sirve a sus intereses.

Desde los setenta hasta el presente los ingresos se concentraron en detrimento de la mayoría de la población mediante el
saqueo financiero, el sobreendeudamiento y la tecnología reductora de empleo y de salarios. En la Argentina tuvieron
más importancia los dos primeros factores que el último y por esa razón el país sufrió un retraso adicional, pero con la
actual crisis financiera internacional los mismos economistas del sistema se empiezan a preguntar si el mundo no está
repitiendo la historia de la Argentina (4). En lo sucesivo, es muy posible que las soluciones se orienten cada vez más a
la introducción de nuevas tecnologías ahorradoras de trabajo, sin descartar que en la transición hacia esa
recomposición del capitalismo subsistan por mucho tiempo las burbujas financieras destinadas a estallar.

La burbuja que acaba de explotar en la economía global fue obra de la acumulación desenfrenada de capital, que es la
forma normal de desarrollo de la sociedad capitalista. Por eso el Estado tiene que regular la acumulación privada, ya
que la sola dinámica del mercado lleva al desastre. La última gran crisis mundial se produjo hace ochenta años,
después del derrumbe bursátil de 1929 (5), nacido de una relativamente módica burbuja en comparación con la actual, y
la recesión que la siguió continuó con una guerra mundial con cien millones de muertos, la devastación de Europa y
Japón, el primer bombardeo atómico y la nueva hegemonía económica de Estados Unidos en un mundo por primera vez
dividido entre dos superpotencias que promovían dos sociedades diferentes. La recuperación del sistema capitalista
sobrevino después de transcurridos quince años del crack de 1929.

Los años de oro mejoraron el nivel de vida en casi todo el mundo. Muchos países dejaron de ser colonias (6), pero casi
todos ellos integraron una periferia que no pudo terminar de industrializarse (7) y que, pese a la bonanza, vio
incrementar su brecha de ingresos y de desarrollo respecto a las naciones industrializadas. La Unión Soviética pudo
avanzar sobre el Este de Europa como una combinación del reparto resultante del conflicto y de la formación de frentes
populares, lo que movió a Estados Unidos a movilizar sus recursos económicos, financieros y militares para impedirlo.
La inmediata posguerra trajo también el dominio del Partido Comunista en la revolución nacionalista y campesina de
China. Los dos grandes países comunistas labraron la base de su desarrollo posterior mediante una economía estatal
semidesconectada del mercado mundial, repitiendo en condiciones especiales el encierro inicial en que las naciones que
ya se habían industrializado prepararon su posterior integración al mercado mundial. Alemania y Japón resurgieron
como las dos grandes economías que seguían a Estados Unidos, la Unión Soviética se les aproximó en los setenta y en
Europa se impuso el capitalismo con Estado de bienestar, para frenar la expansión del socialismo hacia Occidente. Al
principio, los regímenes de Europa del Este eran incipientes democracias populares, pero a medida que aumentaba la
presión de Occidente y el Este copiaba a la burocracia soviética, se fueron transformando en regímenes policiales
represivos. En los años setenta tuvieron lugar los primeros grandes aumentos del precio del petróleo (8) y la guerra de
Vietnam, que condujo a la primera gran derrota militar de Estados Unidos. Los petrodólares acumulados por los países
productores se depositaron en bancos situados fuera de Estados Unidos (eurodólares) y contribuyeron de manera
sustancial a modificar el sistema financiero mundial y el modo de acumulación del capital (9). La acumulación de
capital ya tenía un alcance global a través de las empresas transnacionales y los grandes bancos, y a partir de entonces
se expandió y profundizó, con una creciente integración productiva desigual del mundo y los años de oro terminaron
porque la tasa de ganancia del capital había decrecido peligrosamente, poniendo en peligro la acumulación capitalista.
Para revertirlo había que terminar con el Estado de Bienestar, reducir la capacidad de ingreso de los asalariados,
aumentar el desempleo, el trabajo en negro y la marginación, recurrir al saqueo financiero y acelerar el cambio
tecnológico para incrementar la productividad, ampliar el capitalismo y acelerar la integración mundial. En la
Argentina, además de degradarse el empleo y el ingreso, la opción del saqueo financiero superó a la de la renovación
tecnológica.

La integración mundial estaba obstaculizada por los países del socialismo real con una economía de base estatal
relativamente desconectada del conjunto global. La guerra era imposible porque la paridad de fuerzas sólo garantizaba
la destrucción mutua, que empalidecería la que siguió a las dos guerras mundiales. Al alcanzar su máximo crecimiento,
la economía soviética empezó a retroceder por las renovadas posibilidades de acumulación del capitalismo, su giro
financiero, las nuevas tecnologías, la generación de armas proveniente del cambio tecnológico y el deterioro del propio
régimen burocrático soviético. La Unión Soviética y China ya estaban distanciadas. China temía una invasión soviética
y quizá ya sospechara que la vía del aislamiento –que Samir Amín denominaría después desconexión- se estaba
terminando, por lo que llegó a un acuerdo con Estados Unidos y se empezó a preparar para su incorporación al mercado
mundial y así alcanzar una tecnología más avanzada y financiar su expansión, en combinación con el propósito
norteamericano de profundizar la división del campo socialista y aislar a la Unión Soviética.

A su vez, la masa de capital disponible por medio del nuevo sistema financiero modificó la economía estadounidense
(10) que reformuló su complejo militar. Su productividad industrial comparada creció, porque el costo de alcanzar la
punta tecnológica pasó a ser en gran parte un gasto del complejo militar financiado por el resto del mundo y el
sistema del dólar. El nuevo armamento y su alto costo era lo único que se podía esgrimir para vencer a la Unión
Soviética. Cuando, en pocos años, este país pasó del desarrollo acelerado al retroceso, se reveló incapaz de alcanzar las
cotas de producción y de productividad necesarias para su economía y su defensa militar. La declinación soviética tuvo
lugar durante los ochenta y el socialismo real se derrumbó a principios de los noventa, acelerando la reunificación
alemana y la constitución de Europa del Este como semiperiferia capitalista de Europa Occidental.

Hay que saber por qué el capital financiero ha llegado a dominar la estructura del capitalismo y conocer las grandes
líneas de la transformación financiera internacional para entender cómo se originó la economía de burbuja que acaba de
explotar con la nueva crisis mundial.

Con el aumento de la producción, el crédito se hace cada vez más necesario para superar la limitación de los capitales
individuales. Pero si no se puede enfrentar el costo de la expansión se termina creando una insolvencia en cadena que
actúa como una forma de sobreproducción. Justamente, entre las fracciones del capital, las de predominio financiero
tienen mayor aptitud para acumular sin trabas. La acumulación corriente de capital encuentra fácilmente sus límites en
la producción, porque para sortearlos hay que ganar en la competencia, innovar, conquistar nuevos mercados y
encontrar suficiente demanda. Siempre es más fácil desprenderse de un título que de una empresa: ésa es la ventaja del
capital financiero. Por eso en la economía capitalista mundial la proporción de capital financiero con respecto al
capital total es cada vez mayor y cada vez tiene menos importancia relativa el conjunto de lo que se invierte en
producción material, aunque para captar rentas financieras es imprescindible que la economía sea cada vez más
productiva y que incorpore capital tecnológico cada vez más diferenciado.

La concentración y centralización capitalistas puso en manos de los bancos como impulsores del crédito el dominio de
grandes áreas de la producción, especialmente la industrial (11) y el capital financiero se volvió políticamente
dominante. El Estado se muestra incapaz de regularlo cuando se expande y debe salvarlo con rescates que paga el
conjunto de la sociedad. Si bien este capital es el que mejor se adapta para acumular, sólo con el derrumbe quedan a la
vista sus riesgos y la condición ficticia de su valorización. El capital financiero es mucho más que capital bancario de
crédito necesario para la producción y el consumo: es el capital de los grandes bancos y fondos de inversión, ligado a
industrias y con fuerte poder político en los países industrializados. Con las reformas financieras de los setenta (12),
ese capital emite dinero mediante el crédito y promueve la acumulación sin límites. Los dueños de ese gran capital
constituyen una verdadera oligarquía financiera presente sobre todo en los grandes bancos y fondos de inversión,
muchos de los cuales fueron salvados por los rescates, aunque algunos de ellos desaparecieron (Lehman Brothers) (13).
Los grandes perdedores se alejaron de la dirección de los bancos de inversión, aunque sus principales accionistas y
directivos recogieron premios formidables y otros estafaron cifras multimillonarias a otros inversores. La rápida
acumulación financiera tiene una inmediata consecuencia en la concentración de la riqueza (14). El 1% más rico de la
población estadounidense dispone del 70% de la riqueza de su país por stock de capital. La abrupta concentración de la
riqueza se evidencia en que dicho 1% tenía sólo el 57% después de terminada la crisis de las punto com y el 37% en
1998 (15). La quiebra de capital tecnológico con la caída de las punto com, en 2001 muestra que todavía en ese
momento el capital tecnológico estaba subordinado al capital financiero.

La oligarquía financiera ha organizado corridas contra reservas en divisas en estados nacionales para acrecentar sus
stocks. La crisis monetaria europea de 1992 desplazó fondos hacia bancos quebrados estadounidenses y George Soros
se hizo famoso por haber quebrado la libra esterlina. Lo hizo, entre otras cosas, para resguardarla como moneda
independiente y preservar negocios no controlados y demasiado poco claros.

A su vez, la expansión financiera se basa en un sistema monetario, que es el soporte del sistema crediticio. Hasta la
Primera guerra mundial funcionó el patrón oro (16) adicionado a la libra esterlina, que ataba la creación de dinero a
la disponibilidad de metal, y el crédito bancario dependía del multiplicador de dinero regulado por los bancos,
controlados en muchos casos por los bancos centrales. El oro es un metal ideal para ser empleado como moneda porque
se puede subdividir conservando un valor proporcional homogéneo. El billete de papel, en cambio, representa al valor:
no lo tiene por sí sino por la fe que le tiene el público (es fiduciario). Durante los regímenes de convertibilidad con
metales, el oro funcionaba como reserva y el billete de papel circulaba respaldado por él. El patrón oro rigió las
transacciones internacionales hasta el interregno entre las dos grandes guerras y luego de la crisis de los treinta ya no se
pudo reponer de manera definitiva. En 1922, en Génova, una convención de naciones lo sustituyó por el Gold Exchange
Standard (GES) (patrón cambio oro) (17), que incorporó las divisas a las reservas, como ya lo había hecho Gran
Bretaña con la libra esterlina, y las monedas nacionales no divisas se empezaron a respaldar en éstas. El patrón cambio
oro todavía imponía un límite para la acumulación capitalista y es mejor para ella que el patrón oro porque la
acumulación no puede estar sujeta a los límites que impone la disponibilidad de metal.

Estados Unidos acumuló excedentes monetarios hasta que, al finalizar la Segunda guerra mundial, con la destrucción
de sus aliados y de los vencidos, se convirtió en el máximo proveedor de armas, industria, alimentos y créditos de unos
y otros, y disponiendo del 75% del oro mundial (18), impuso el GES en la modalidad de Bretton Woods, con el dólar
funcionando a la par del oro porque su economía tenía la máxima productividad y producía todo. La expansión de la
postguerra se financió con el sistema de Bretton Woods, que constituyó un virtual patrón dólar (19).

El 15 de agosto de 1971 el presidente Nixon suspendió la convertibilidad del dólar con el oro, y el comercio y el
movimiento internacional de capitales se financiaron con la emisión de dólares más el crédito derivado de ésta y con los
dólares creados contablemente por la banca internacional dominada por las grandes entidades financieras de Estados
Unidos, Gran Bretaña y, en menor medida, del resto de Europa. Era el fin de Bretton Woods y el comienzo de un modo
de acumulación de capital con eje en el capital financiero. Antes, el tipo de cambio fijo estaba defendido por fuertes
controles en los flujos de capitales entre países y en los mercados financieros internos. La inconvertibilidad del dólar
con el oro permitió desregular los flujos internacionales de capital. Esta transformación financiera iba a generar las
bases para la plena creación privada de dinero, que tendría lugar mediante la gran banca privada en un ámbito
global, a salvo de las regulaciones nacionales, lo que a su vez precipitó la ruptura de las paridades fijas, la volatilidad
cambiaria y la expansión del crédito. Las consecuencias no se hicieron esperar: en julio de 1972 la libra esterlina
empezó a flotar contra el dólar y luego le siguió el yen y las otras monedas europeas. El poder económico era, cada vez
más, un poder financiero. Los grandes bancos que en la preguerra constituyeron la oligarquía financiera mundial
dominante -y que después parecieron declinar ante los dueños de las grandes transnacionales productivas- mantuvieron
su cetro y su indiscutida articulación con las grandes industrias (el capital financiero, según Lenin), provocando una
rápida concentración de poder en Estados Unidos y en los mayores países capitalistas.

La universalización del crédito constituyó una burbuja mundial y sobreendeudó a los países periféricos, que tomaron
los créditos creyendo que el aporte de capitales de préstamo los industrializaría. Pero el intercambio comercial, aunque
creció más que el producto, permaneció sujeto al proteccionismo y los subsidios agrícolas de los países centrales, lo
que siguió limitando las exportaciones primarias de la periferia, pese a la apertura que se le impuso a sus
importaciones, lo que contribuyó a trabar el pago de los créditos. La periferia siempre aprovechó la crisis y la guerra
para industrializarse, pero el margen proporcionado por el intercambio era insuficiente y, si se financiaba con capital,
terminaba complicando los pagos, salvo pocos ejemplos debidos a razones políticas, como las que impulsó a Estados
Unidos a dar grandes créditos a Europa y a países del sudeste asiático para debilitar la influencia del comunismo vecino
a ellos. Las trabas y dificultades para renovar los créditos condujeron en los años ochenta a la crisis de la deuda, (20)
reciclada en una burbuja creciente que incrementó los pasivos de la periferia en beneficio de los bancos acreedores, con
refinanciaciones logradas a costa de más apertura industrial sin reciprocidad para las exportaciones agrícolas y políticas
de ajuste destinadas a frenar una inflación que tenía su origen último en las limitadas exportaciones de productos
básicos y las reducidas reservas internacionales. Los ajustes de los países periféricos conducían a devaluar y contener la
inflación restringiendo la emisión, el crédito y el gasto público, lo que frenaba al crecimiento y reducía los salarios y el
empleo, orientando los recursos al pago de la deuda, a facilitar las transferencias de las empresas transnacionales y a
elevar el ingreso de los grandes productores primarios y del comercio de exportación. La expansión financiera global
posterior fue tan grande que en la actualidad la deuda externa representa sólo 2% del total del endeudamiento mundial.
El resultado fue una década perdida para América Latina. Al contrario de lo que sucedió en los años de oro, a partir
de los setenta y por más de un cuarto de siglo se deterioró la economía y la sociedad en la periferia, aunque los ritmos
de crecimiento y los niveles de ingreso tomaron cursos diferentes en cada país.

2 LA GLOBALIZACION DEL CAPITALISMO

La globalización del capitalismo supone una dirección predominante que no involucra a todas las grandes fracciones
del capital como lo había imaginado Kautsky (21) con su teoría del superimperialismo, sino que existe un predominio
de porciones considerables de capital que pueden ser identificadas y que promueven una dirección política en el
mundo a través de los grandes países industrializados, que no anula la competencia en gran escala, salvo para el
capital ilegal o mafioso que tiene su juego propio como modo particular de acumulación primitiva en espera de su
futuro desarrollo. Las grandes rivalidades de intereses, en las que se jugaban también los predominios de los grandes
estados nacionales, ocasionaron las guerras mundiales de 1914-1918 y 1939-1945. Pero la concentración y
centralización del capital y su extrema financierización construyó un frente común de la burguesía mundial contra el
ex estado soviético y cualquier forma de socialismo. En esas condiciones, las rivalidades subsisten sin llegar a nuevas
guerras entre grandes estados, pero aun con la acumulación en una escala mundial, el impulso de cada capital
proviene en gran medida de su Estado nacional y de su territorio, desde donde debe saltar a la competencia mundial
integrándose a un bloque de poder no homogéneo, como lo insinúa Negri, (22) pero tampoco irreversiblemente
enfrentado, dado que las diferencias se zanjan en la lucha competitiva, que incluye la innovación tecnológica. Al
mismo tiempo, cuanto más se extiende el capitalismo mundial, deja más intersticios para los capitales menores; los
mercados emergentes como bases para la expansión del capital son parte de ese fenómeno.

En un capitalismo mundial con múltiples polos de acumulación de diferente magnitud, si hay una moneda nacional
que funge como moneda mundial y va adquiriendo el carácter de única, el país que la emite –Estados Unidos-
impone su predominio y se vale de su divisa –el dólar- para captar plusvalía del resto del mundo y compensar en
algo su propio descenso de la tasa de ganancia, de modo que existe una renta derivada del uso del dólar que permite
apropiarse de parte de las ganancias de los demás. En el capitalismo global predomina el saqueo a través de rentas
extraordinarias, que pueden ser ficticias. En esas condiciones, parecería que lo más racional sería una conducción
multilateral basada en un acuerdo monetario internacional, pero el capitalismo no se guía por lo racional sino por
relaciones de fuerza sólo sometidas a la dinámica del sistema. El capitalismo ya se ha extendido a todo el planeta,
pero el modo de producción capitalista, que es el capitalismo en su estado más desarrollado y desprovisto de resabios
precapitalistas, aún no se ha generalizado, (23) mientras las diferencias entre países se recrean por el desarrollo
desigual.
En el capitalismo global con predominio financiero aparecen cuatro tendencias a destacar. La primera es la crisis,
que deja de ser periódica y se convierte en continua. La segunda es la expansión de los mercados. En la actual crisis
global, la expansión de los mercados emergentes continúa en forma paralela a la crisis y se expresa como un
desacople que no es absoluto sino relativo. La tercera tendencia es la introducción de un capital cada vez más
diferenciado al que genéricamente podemos llamar capital tecnológico (24), que se encamina a contrarrestar la
tendencia decreciente de la tasa de ganancia por el aumento de la productividad basado en la diferenciación del
trabajo y de los salarios combinado con un menor uso relativo de la fuerza de trabajo disponible, lo que promueve
más desempleo, el empobrecimiento de las capas de menores ingresos (incluida una parte de la clase media) y una
creciente marginación social muy presente en los grandes conglomerados urbanos; en muchos casos suelen crearse
dos polos políticos multiclasistas enfrentados: en uno de ellos se aglutinan las fuerzas políticas conservadoras, que a
veces son más afines al cambio tecnológico. La cuarta tendencia es lo que Marx llamaba la pauperización de los
trabajadores, que es su empobrecimiento relativo (25) entendido como una brecha creciente entre los ingresos de los
capitalistas y de los que no disponen de capital. En la actualidad observamos una dirección orientada hacia el
deterioro del nivel de vida, como consecuencia del impulso destinado a frenar la tendencia decreciente de la tasa de
ganancia con nueva tecnología y saqueo financiero. Queda por ver cuál de estas dos modalidades será la
predominante, lo que también será definido por el desenvolvimiento de la crisis mundial.

En el análisis de largo plazo, la crisis internacional parece iniciar el fin de la hegemonía norteamericana (26) y de su
conducción unilateral y la lenta transición hacia un multilateralismo que relativizará el papel del dólar, incrementará
la regulación financiera, estimulará al capital tecnológico y posibilitará una expansión de los nuevos mercados. La
crisis acotará transitoriamente la expansión de los emergentes, limitándola durante un período determinado,
reforzando en lo inmediato el nuevo deterioro en los ingresos y en el empleo.

Las políticas de respuesta a la crisis de la fracción dominante del capitalismo mundial (financiero estadounidense)
promoverán una reiteración de las burbujas financieras pero no ya como norma central sino como salida, lo que
implicará una mayor apelación al capital tecnológico. La crisis financiera es económica porque implica un descenso
de la tasa de ganancia. Para contrarrestarlo, el único camino posible es introducir más tecnología ahorradora de
mano de obra, lo que incrementará la explotación social y el final del Estado de Bienestar en los países que podían
sustentarlo, con una concentración mayor en los ingresos, que inevitablemente acompaña a la concentración del
capital. Los nuevos mercados emergentes, con costos menores, son esenciales sobre todo si se trata de un capital que
puede deslocalizarse de sus lugares de mayor expansión (27). La duda es cómo se combinarán estos fenómenos.

Antes de la llegada de Barak Obama a la Casa Blanca imperaba en Estados Unidos una visión más conservadora de
la crisis, que consistía en superarla sin modificar las condiciones de desenvolvimiento del capitalismo global y
manteniendo por todos los medios posibles el unilateralismo norteamericano: reincorporación de Francia a la OTAN,
sistema de defensa antiproyectiles, instalación de radares en Polonia y la República Checa, revitalizando bajo otras
formas la Guerra fría y profundizando la ofensiva contra Rusia en el Cáucaso, punto neurálgico para el tránsito del
petróleo y del gas ruso a Europa. En América está el plan mexicano de llegar a una administración privada con capital
estadounidense de las carreteras y el petróleo, que implicaría la privatización parcial de Pemex (Petróleos Mexicanos)
y, en América del Sur, la resistencia a la constitución del Banco del Sur y nuevos problemas políticos. Si el objetivo
fuera crear dificultades a los BRIC no sólo habría problemas con Rusia sino con China e India y aun con Brasil y el
Mercosur. La reunión del G-20 y la intervención de Obama anuncian cambios en la política estadounidense con el
resto del mundo.

3 LA ECONOMIA DE BURBUJA, SU ESTALLIDO Y LA CRISIS FINANCIERA, MONETARIA Y PRODUCTIVA

La burbuja nace del sobreendeudamiento y de la sobrevaloración ficticia de los activos. La expansión de los créditos
otorgados inicialmente por los bancos a partir de los eurodólares se generalizó, pese al estallido de la burbuja de 1987
en Japón (28). En los noventa crecieron mucho los créditos y la valorización de acciones en los mercados bursátiles.
Los inversores valúan las acciones y los títulos y los bancos prestan según la calificación de la gran banca de
inversión. La valorización y la asignación de créditos (asignación de recursos por parte del mercado) se hace con la
óptica con que los inversores ven la realidad: cuando cunde el optimismo por mayores ganancias, se extralimita la
valorización de las acciones y la concesión de créditos, y cuando bajan los precios y se incrementa la mora en los
créditos, se acentúan las bajas en las bolsas y la contracción crediticia. Tarde o temprano, la realidad se impone. En la
permanente inflación y deflación de activos, propia del desequilibrio de la acumulación, un ciclo se sucede al otro, y
cuando hay una gigantesca marea de valorización sigue después otra no menor de desvalorización. La acumulación
en gran escala y fuera de los límites reales crea las condiciones para la crisis en gran escala, que es lo que estamos
viviendo.

Cuando la supervaloración se vuelve insostenible, la burbuja estalla o se desinfla, y sobreviene la crisis. La burbuja
es una inflación de precios de los activos, a la que sigue una contracción posterior por una deflación por deuda. La
hiperinflación mundial latente golpea sobre los precios de diversa manera en cada país, pero está contenida por la
deflación de deuda, que es la caída del valor de los activos, debido a que sus poseedores tratan de desprenderse de
los títulos bajando los precios porque ellos y otros acreedores no pueden pagar sus deudas. El capital ficticio surge
de la valorización exagerada de los títulos durante el auge, al margen del movimiento productivo. Pero ese capital no
se revela como ficticio hasta que la burbuja se pincha o se contrae (29). Mientras dura la burbuja no se sabe cuál es el
verdadero valor de los activos. El mercado es tan ciego en el alza como en la baja. La inflación de los activos,
seguida después por su deflación, lleva a la recesión. La burbuja se forma cuando la curva de agregados financieros
crece con mucha más velocidad que la producción, pero cuando la velocidad con que crecen los agregados
monetarios supera a la de los agregados financieros, se está en presencia de un colapso, porque es necesaria una
emisión potencialmente hiperinflacionaria para compensar las pérdidas del capital desvalorizado.

4 CRISIS DEL DÓLAR, DEFICIT GEMELOS Y PRECIOS DE LOS ALIMENTOS Y DEL PETROLEO

La crisis del dólar fue una consecuencia derivada de la crisis del capitalismo mundial: la baja de la tasa de ganancia
y el aumento del gasto militar que agranda los déficit gemelos (de la cuenta corriente y el fiscal) de Estados Unidos,
sostenidos gracias a la venta de bonos del Tesoro, que se mantiene por el respaldo del Estado norteamericano y la
falta de otra moneda nacional que funcione como moneda mundial. De ahí la expansión de las burbujas y el traslado
del eje de la industria manufacturera masiva a China y Asia, que producen a costos más bajos. Para evitar las
presiones inflacionarias y mantener la actividad, la Fed redujo las tasas de interés desde fines de septiembre de 2007
y allí el dólar se hizo aún menos atractivo para los inversores, depreciándose y valorizando al euro y otras monedas.
El temor a la depreciación llevó a los gobiernos y los inversores a la venta de los bonos del Tesoro, lo que depreció
más al dólar y agravó el déficit estadounidense. Ante la baja del dólar, los productores de petróleo y de alimentos
elevaron sus precios en dólares, iniciando una ola mundial de alza de precios, y parte de la inversión especulativa se
colocó en la adquisición de futuros y derivados de esos productos, presionando aún más sobre el alza de sus precios.

El sistema de crédito basado en el dólar para la expansión del capital muestra que el sistema económico mundial tal
como se presenta en la actualidad no puede funcionar sin la dirección del Estado norteamericano (30) y ésta es una
característica que se impuso en los años setenta y que también aparece cuestionada en la crisis actual.

El período de caída del dólar acababa de concluir y el dólar volvió a apreciarse, pero no de manera definitiva
porque la deuda de ese país es imposible de pagar. El dólar se aprecia porque la venta de títulos requiere moneda,
pero su apreciación con respecto al oro es más endeble, porque éste tiene valor propio. El capital financiero ganador,
que sorteó la crisis de desvalorización de activos y del dólar, quedó en condiciones de comprar a menores precios
los capitales perdedores, aunque todavía deberán sortear nuevos derrumbes de valores y cambios en el valor del
dólar. Hasta ahora, el gobierno de Estados Unidos ha logrado trasladar parte de su crisis al resto del mundo
mediante la depreciación y la revaluación del dólar, que todavía puede considerarse transitoria. Las subas y las bajas
del dólar se deben también a que los bonos nominados en dólares les sirven a los Estados nacionales para enfrentar
con sus reservas internacionales la volatilidad de los tipos de cambio y a los inversores privados para contar con parte
de un patrimonio garantizado por el Estado norteamericano. Cuando los chinos quisieron comprar una gran empresa
petrolera privada estadounidense, el Congreso vetó el acuerdo. Si lo hubiera hecho un país periférico habría sido
desaprobado por las grandes instituciones y los medios, que casi no difundieron el episodio.

La crisis se traslada a la periferia porque al alza en los precios de las commodities -que son sus principales productos
exportables- se sucede una baja de esos precios y una menor entrada de divisas a los países productores. La suba del
dólar acompaña la baja de las acciones y de las materias primas, aunque estas últimas no están en caída libre, ya
que la mayor actividad de China y Asia del Pacífico requiere un mayor abastecimiento, un fenómeno que neutraliza
parcialmente la crisis mundial. Si bien los precios de las materias primas no podían estar tan altos, sólo a medias
eran una burbuja. Son también una muestra de la expansión de largo plazo del conjunto de la demanda mundial, de
los mercados emergentes y de su relativo desacople. Las alzas previas de los alimentos permitieron eludir por primera
vez los efectos depresivos impuestos por el proteccionismo y los subsidios agrícolas de los países industrializados. La
mayor demanda global potenció también la de energía y elevó el precio del crudo en función de cálculos basados en
un necesario y más próximo empleo de energía alternativa. Esos aumentos fueron parte de la amenaza inflacionaria
neutralizada luego por el derrumbe, los menores gastos de consumo, la retracción de la inversión y la recesión. Pero el
alza de precios de los granos y del petróleo fue potenciada por la especulación con sus futuros y derivados, lo mismo
que la posterior baja. La periodista estadounidense Ann Davis reveló que los especuladores representaban más de la
mitad de las apuestas al futuro del crudo en la Bolsa Mercantil de Nueva York y que la institución que supervisa los
mercados de futuros y opciones de commodities para el Congreso estadounidense podría haber manipulado los
precios a favor de los especuladores, algo que ya había sugerido la mismísima Lehman Brothers.

5 DEL ESTALLIDO DE LA BURBUJA AL RESCATE

A principios del nuevo siglo, la expansión de las punto com empezó siendo un fenómeno derivado del cambio en la
modalidad de producir y del uso cada vez más extendido de la informática (31) en la producción, la administración y
los consumos. Los bancos de inversión adquirieron sus acciones y cuando los balances de las empresas tecnológicas
empezaron a decaer, iniciaron las ventas de los títulos y se salvaron de un daño mayor. Los más perjudicados fueron,
sobre todo, accionistas y empresas de la informática. Después que se desinflara la de las empresas punto com,
apareció la nueva burbuja inmobiliaria, en la que intervinieron capitales salvados del derrumbe, sumados a quienes
compraron viviendas alentados por bajos tipos de interés, concedidos incluso a solicitantes de poca solvencia. La
nueva valorización masiva benefició al corazón de la oligarquía financiera, los bancos de inversión, que compraron
títulos hipotecarios en alza y, basados en su garantía, los usaron como un activo para generar nuevos créditos. Los
precios llegaron a un tope, sobrevaluando los activos de la banca de inversión con la ayuda interesada de las
calificadoras, pero cuando la demanda de crédito se frenó porque los bancos subieron las tasas de interés (debido al
mayor precio de las propiedades y a la necesidad de compensar riesgos por moras) y los tenedores de hipotecas no
pudieron pagar, empezó la venta de propiedades y cayeron sus precios. Entonces los bancos de inversión
comenzaron a vender sus activos y los derivados vinculados, y esta vez muchos de ellos quedaron atrapados. Para
acrecentar los capitales y asegurar especulativamente las operaciones se sobredimensionó la compra venta de
futuros y de los derivados (32) de esas operaciones, que son apuestas a variaciones en las tasas de interés o los tipos
de cambio ligados con las operaciones principales y así, con estos instrumentos, los bancos de inversión inflaron una
burbuja mucho mayor que la de las hipotecas. Cuando en septiembre de 2008 Lehman Brothers, cuarto banco de
inversiones estadounidense, anunció sus pérdidas, empezaron las grandes caídas bursátiles, que se repitieron
periódicamente desde entonces. La magnitud de la burbuja y el entrelazamiento de las hipotecas con los derivados
afectaron al conjunto del sistema financiero. Los derrumbes aparentemente inexplicables traducían la inseguridad del
mercado. La gran burbuja desembocó en la mayor quiebra financiera conocida. Algunos bancos e inversores que
ganaron (entre ellos Soros y el JP Morgan Chase) compraron a otros quebrados y algunos tuvieron que ser
nacionalizados, porque al extenderse las quiebras se requirieron salvatajes del Estado. Muchos ganadores criticaron al
Tesoro porque el gobierno evitó que los precios cayeran más y no les facilitó fondos para comprar, pero de otra
manera habría más concentración de riqueza. Entre los grandes bancos seminacionalizados está el Citigroup. El déficit
fiscal estadounidense se acrecentó y mientras los recortes impositivos favorecieron a los ricos, la mayor presión fiscal
deprime el consumo y la inversión.

La recesión sigue al derrumbe, porque la pulverización del valor de los activos hace imposible transformarlos en
capitales para inversión o en respaldo de créditos para la producción, y –si se trata de ahorros- habrá menos
consumo y éste, a su vez, quedará sujeto a la incertidumbre del empleo. Incluso, la recesión se ahonda cuando el
Estado emplea recursos para el rescate que estaban destinados a desarrollo e infraestructura. Estados Unidos y los
otros grandes países centrales respondieron con rescates consistentes en préstamos a los deudores para que éstos
paguen a los banqueros y a los acreedores, beneficiando a los que ganaron (porque los precios de sus activos podrían
haber bajado más y, quizá, sumarse a los que perdieron).

Como continuación y parte del rescate, al fortalecerse transitoriamente la moneda estadounidense el poder financiero
rastrilla dólares de todo el mundo, devaluando a otras monedas, sobre todo a las más afectadas por la baja
internacional de los precios de las commodities: es otra forma de traslado de la crisis. Esos dólares están destinados a
recomponer una base de acciones a valorizarse. En esto consiste la vacilante recuperación de los mercados que
empezamos a vivir en la que aún subsiste la modalidad imperante del capital financiero. Con las diferencias
realizadas y con el auxilio de los rescates, más la liquidez que captan al fugarse de las colocaciones nacionales tratan
de comprar a precios bajos los activos de sus colegas perdedores.

Desde que se iniciaron los rescates, los Estados europeos han concedido menos que Estados Unidos. Otorgaron
auxilios con condiciones: posesión de acciones, representación en los consejos de administración y más regulación en
la política general, y la mayoría apoyaba una arquitectura financiera más regulada en la reciente reunión del G-20.
Estas diferencias podrían deberse a que el electorado europeo es más permeable a posiciones reformistas y a que, si el
rescate recreara sucesivas burbujas, ninguna moneda podría soportarlo, salvo el dólar apoyado en la virtual captura
del sistema monetario internacional, aunque con una sucesión de burbujas y crisis continuadas, lo que explicaría por
qué Gran Bretaña, el mayor aliado de Estados Unidos, estuvo más inclinada al control y la regulación pese a que
ejerce jurisdicción sobre muchos centros off-shore. En la perspectiva de un exclusivo dólar fiduciario, éste dominaría
los off-shore y la libra esterlina perdería su ya limitado poder y –en las condiciones actuales del control político y
militar de Estados Unidos- el dólar sería también la única moneda capaz de soportar tamaña emisión de bonos. La
crisis también hizo aparecer diferencias en la eurozona pues cada país trata de auxiliar su propio sistema financiero
nacional antes que el europeo. En Estados Unidos, el sentido del rescate se modificó con la llegada de Obama a la
Presidencia. El gobierno de George Bush sólo conducía a reproducir la burbuja. Durante meses, los rescates tuvieron
poca influencia en frenar las bajas bursátiles, pues éstas resurgían inmediatamente. Obama mantuvo el rescate a los
bancos y el Estado siguió absorbiendo activos tóxicos, pero impuso un control sobre el capital rescatado, como en la
seminacionalización del 36% del Citigroup, que escandalizó a Wall Street. Obama (33) también facilitará la
rehabilitación de algunas industrias, para atenuar el desempleo y la duración de la recesión y, sobre todo, alentará la
incorporación de nuevo capital tecnológico en el mediano plazo y en ramas decisivas como la energética, para
contrarrestar la caída de la tasa de ganancia. Su política atenúa el poder de la oligarquía financiera, muy influyente
en el Partido Demócrata, mediante Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes. La perspectiva
tecnológica se aprecia en la inversión pública en energías alternativas y en alentar el acceso a la educación superior
con auxilio presupuestario. Aunque la política de Obama acelerará la salida, la situación no tendrá una mejora
sustancial enseguida. La mejora se podrá medir por la combinación de los cuatro factores decisivos de la economía
mundial de inicios del Siglo XXI (la crisis, los nuevos mercados, el capital tecnológico y la presión política que ejerza
el empobrecimiento). Queda por ver cómo se desarrollará la crisis, cuál es el grado de desacople o de expansión de los
nuevos mercados y en qué medida avanzará el capital diferenciado.

Si el rescate se encaminara a reproducir la burbuja en un marco de crecimiento más limitado, entrañaría una recesión
en el mundo, con graves padecimientos sociales y crisis políticas. Aunque el rescate atenúe el derrumbe bursátil,
habrá persistentes turbulencias. Desde una perspectiva más general, está en juego el orden mundial, que tendría que
pasar a una conducción multilateral alternativa al unilateralismo norteamericano (no a la conducción global planeada
por el capital financiero, que no es otra cosa que un gobierno mundial por él dirigido y un unilateralismo más
drástico). Una salida posible para el sistema consistiría en reestructurar el sistema financiero con rescates selectivos,
nacionalizar parte de los bancos, controlar la emisión crediticia y los agregados financieros, aumentar levemente las
tasas de interés en los países industrializados para atraer a los depositantes al sistema bancario, alentar la producción y
la infraestructura, promover el capital tecnológico, reducir los gastos militares y el déficit fiscal norteamericano y
emplear parte de esos fondos en infraestructura y tecnología, promover la expansión de los mercados emergentes y el
reparto consensuado de crédito internacional para energía y desarrollo, con un sistema monetario de nuevo Bretton
Woods, pero no con un patrón oro clásico, que limitaría el crédito productivo y generaría una recesión y una iliquidez
socialmente imposible de soportar, que beneficiaría también al capital financiero.

La recesión se hizo inevitable en el conjunto mundial para volver a valores más reales los capitales sobrevaluados. El
FMI había calculado la recesión internacional de este año en 0,6% pero la entidad duplicó ese valor a 1,3% el 22 de
abril último, dentro de los pronósticos presentados para el World Economic Outlook. Según esos cálculos, que no
deben ser tomados como exactos ni neutrales, Japón y Alemania presentarían las mayores bajas (6,5 y 5,6%) y la zona
euro sería la región global más afectada, con una retracción de 4,2%, mientras que Estados Unidos tendría una caída
de 2,8%. China e India encabezan el relativo desacople no reconocido teóricamente en el informe, ya que para la
primera hubo un cálculo de crecimiento de 6,5%, ofreciendo un apoyo a los emergentes, sobre todo a los más
vinculados a la expansión china. Según el FMI, Brasil descendería 1,3% y la Argentina 1,5%, con recuperación para
2010. El Ministerio de Economía argentino desmintió los cálculos para el país y los atribuyó a que “se basan en datos
poco confiables de consultoras privadas”, ya que el Banco Central estableció como previsión promedio un
crecimiento de 1,8% para el primer trimestre, de 0,8% para el segundo y de 0,9% para el tercero, y una expansión
anual de 0,9%, que se elevaría a 2,3% en 2010. Estos pronósticos se basan en encuestas entre privados, pero el Banco
Central destaca que hasta ahora la consultora que más acertó en las previsiones (Ecolatina) tiene una estimación de
baja de 2,5% a 3% (34). Sin embargo, el FMI está modificando otra vez sus pronósticos: reconoce que China
terminará creciendo más y que arrastrará a otros emergentes y esa expansión, a su vez, mejorará el
desenvolvimiento de la economía mundial. El desacople relativo no reconocido se revela con más fuerza que lo
esperado y presenta una nueva oportunidad para la Argentina. La ventaja que tuvo la Argentina en los últimos cinco
años y que el FMI no reconoce y genera su encono es que el país no tuvo caída bancaria porque desalentó el ingreso
especulativo de capitales, aunque el efecto negativo de la crisis se presentó en la reducción de los precios agrarios
(que igual se mantendrían relativamente altos), de las exportaciones y de la producción industrial. También influyó
positivamente el mayor gasto público en energía, que los consultores privados desestiman pese a que no se
cumplieron los pronósticos de grandes interrupciones energéticas, sobre todo si se las compara con las producidas en
los noventa, aunque –obviamente- persisten los descensos en la producción y en las reservas de crudo y gas natural.

6 EL CAPITAL TECNOLÓGICO DIFERENCIADO

Aún no se puede deducir exactamente cuál sería el comportamiento del capital tecnológico diferenciado. En principio,
una caída de la industria tradicional puede ser –desde el punto de vista del capital más avanzado- una oportunidad
para reestructurarla de raíz. A su vez, el capital financiero podría preferir un gran desarme de la industria tradicional,
para hipotecarla con sus créditos y darle otra orientación, pero inevitablemente esa dirección estará influida por el
capital tecnológico, única vía para incrementar la plusvalía del capital productivo, fuente de la regeneración
capitalista e incluso de las rentas financieras. Otra cuestión es qué magnitud tendrá la expansión y profundización del
capitalismo en los mercados emergentes más dinámicos, vía para expandir los negocios y reducir los costos.

La profundización del capital diferenciado estará también determinada no sólo por las políticas estatales sino por las
tendencias intrínsecas del capitalismo. El capital diferenciado no es un bloque sino un conjunto de subsistemas (35),
de diferente intensidad tecnológica. El cambio tecnológico en Estados Unidos y las naciones avanzadas será más lento
pero más integral, porque abarcará al conjunto productivo, pero en los emergentes se dará particularmente a través de
las partes o componentes. Para tener una idea aproximada se puede recurrir al comercio internacional, ya que la
medida del cambio la dará el mercado mundial. El avance tecnológico no está expresado sólo en productos
completos. Cada vez más, la producción industrial es mundial, integrada por partes de muy diversa procedencia,
hasta el punto que la mitad del intercambio se explica por ese tipo de comercio (36), sobre todo para los mercados
emergentes. Los mayores productores de partes concentran las de más alta tecnología y ensambles con una tecnología
de avanzada generación y la situación de cada país es muy diferente. Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong
reúnen las exportaciones de partes de más elevada tecnología entre los emergentes; China produce desde las partes
más simples y rudimentarias a bajo costo hasta algunas de tecnología muy avanzada, con un rápido avance en estas
últimas. En Filipinas, por lo contrario, predominan las de tecnología menos diferenciada. En este comercio, la
Argentina tiene poca significación aunque hay algunos sectores (el espacial y el nuclear y las válvulas) con buenas
perspectivas, pero, por ejemplo, en la maquinaria agrícola, donde se presentan ejemplares muy avanzados para el
conjunto mundial, predominan los productores individuales y no la producción estandarizada, por lo que existe el
peligro de que la inventiva nacional que atrae la atención internacional sea copiada para organizarla en forma en
retroceso relativo, cada vez más estandarizada y seriada, más acorde con la reducción de costos y la permanente
innovación. Muy pocos rudimentos de clusters se organizan de esta manera. Por así decirlo, la producción de
excelencia tecnológica tiene un componente artesanal que pronto debe pasar a una etapa superior para reforzarse.
México es un ejemplo de productor de partes expuesto a la competencia. Fue la primera gran maquiladora de la
industria estadounidense, pero no evolucionó con la debida rapidez a constituirse en centro de nueva tecnología, por
lo que sigue siendo un proveedor pasivo.

Estas son algunos de los aspectos de la situación creada que hay que considerar, ya que, en la acumulación mundial,
no se sabe hasta qué punto puede haber coincidencia en algunos objetivos entre el capital tecnológico y el financiero.
Claro que no es lo único: el establishment estadounidense, expresado en el nuevo gobierno presidido por Obama (el
Estado allí ha sido hasta ahora el gran articulador del capitalismo mundial) tendrá que volver a integrarlos a partir de
las consecuencias de la crisis. En realidad, este artículo trata de conducir a analizar las formas en que pueden
articularse las respuestas, en la que cada país y cada sector social tendrán sus apuestas y sus posibilidades, a veces no
de manera conciente. La reconversión que prepara el establishment norteamericano se supone que mantendrá un
gran espacio para el capital financiero pero necesariamente con una mayor apelación al capital tecnológico. Los
tiempos de esta reconversión no se pueden pronosticar ahora, pero ese camino, con más gravitación del capital
tecnológico, abre las puertas a una expansión de los emergentes que pasa sustancialmente, en las actividades
relacionadas con la punta tecnológica, esenciales en esta reconversión, por la producción de componentes, en los
que se establecerá una gran competencia entre ellos y de ellos con los centros tradicionales, que –a diferencia de los
emergentes- disponen del predominio de la tecnología de conjunto (y de la venta de patentes). Pero la difusión
tecnológica amplía el radio de acción del capitalismo y favorece a los emergentes, a condición de que la dirección
política de estos países sepa donde situarse en el contexto mundial, aproveche esa circunstancia y la desarrolle
diversificando sus posibilidades y apelando a la constitución de regiones mundiales (el Mercosur tiene la posibilidad
de ser una de ellas). La difusión tecnológica y la ampliación del radio de acción del capitalismo se hacen más
posibles que nunca en una situación en que, por la magnitud de su mercado, China (y con ella el Asia del Pacífico)
arrastra a otros países emergentes estableciendo un circuito llamado a cobrar gran dinamismo, lo que se revela en
la rápida reformulación de los pronósticos de crecimiento para China. El secreto estriba en que allí el avance
capitalista está impulsado por el Estado (lo que supone una reformulación para el sistema mundial) y contempla un
escenario futuro que constituye, a la vez, una cuña y una posibilidad para el capitalismo tradicional. Es una
posibilidad porque acelera la salida de la crisis y ofrece nuevos mercados. Es una cuña porque China copia
tecnología, pero renueva y avanza en gran parte sobre tecnología propia, facilitado por la magnitud de su mercado
interno y, por consiguiente, con un impacto expansivo sobre los mercados proveedores de Asia, como el Mercosur.
Así, este rumbo de expansión del capitalismo mundial tiende a impulsar las regiones globales y a apurar el avance
tecnológico en Estados Unidos al mismo tiempo que prepara las condiciones para un multilateralismo estructural al
sistema, con lo que empiezan a verse los caminos de salida de esta crisis a la vez que el multilateralismo deja de ser
una categoría política para convertirse en una característica estructural de la mutación del capitalismo.

El capitalismo lleva incorporada la crisis, de la misma manera que cualquier otro sistema, porque la crisis no es sólo
un posible punto final sino una forma de evolucionar. Más que el final, lo que se aprecia es la reformulación dictada
por la propia dinámica del conjunto del sistema, a la que deben atenerse las estrategias políticas y de las clases
dominantes como parte inseparable del conjunto global. En lo sucesivo nos ocuparemos de efectuar una lectura para
la Argentina, que combine la presencia de la crisis mundial con el conflictivo ascenso social y político de la burguesía
agraria concentrada en la Región Centro. Y esa lectura no podrá desprenderse de lo que sucede en el Mercosur,
llamado a constituirse en una región mundial por su dinámica de polo agroalimentario combinado con la presencia de
Brasil como uno de los BRIC. Así como no aparece un punto final para el capitalismo como sistema mundial fuera de
una lógica doctrinaria que no encuentra sus sostenedores sociales de la misma manera que en los dos siglos previos,
tampoco hay forma de articular las posibilidades nacionales sin tomar en cuenta el cuádruple desafío mundial (la
crisis, la expansión de los mercados emergentes, la innovación tecnológica y la presión social). Es la única manera
que la actual especialización agroalimentaria argentina, sus islas de tecnología avanzada y el mismo modelo
productivo pueda encontrar un camino de industrialización definitiva y cambio tecnológico en estrecha asociación
con Brasil y con los restantes países del Mercosur ampliado aprovechando la expansión chino asiática. El encuadre
exclusivamente nacional no es ya un punto de partida para dar una respuesta a los desafíos del sistema mundial. De la
misma manera podría decirse que el encuadre ideológico nacido de la crítica al capitalismo del siglo XIX no conduce
a la crítica más apta para entender el capitalismo del siglo XXI.

Buenos Aires, 1º de mayo del 2009.

NOTAS
(1) – La actual crisis financiera mundial tiene su propia lógica, pero se la aprecia mejor en una perspectiva de
largo alcance al estilo de FERNAND BRAUDEL, “Civilización material, economía y capitalismo”, 3 tomos,
Alianza Ed., Madrid, 1984; IMMANUEL WALLERSTEIN, “El moderno sistema mundial”, Siglo XXI, 3
tomos, Madrid y México, 1979, 1984 y 1998, y GIOVANNI ARRIGHI, “El largo siglo XX”, Akal, Madrid,
1999. Un análisis de la economía de burbuja en ROBERT BRENNER – “The Boom and the Bubble” (Verso,
Londres, 2002). Hay traducción al castellano con deficiencias: “Turbulencias en la Economía Mundial”
Lom, CENDA y Encuentro XXI, Santiago de Chile, 1999 y “Una crisis devastadora en ciernes”, en “Sin
Permiso”, ene-feb 2008.
(2) - Banco Mundial, FMI (“World Economic Outlook”) y Banco Internacional de Pagos de Basilea.
(3) - ANGUS MADDISON, “Las fases del desarrollo capitalista”, El Colegio de México y FCE, México,
1986, “La economía mundial en el siglo XX”, FCE, México, 1992, y “La economía mundial 1820-1992,
Análisis y Estadísticas” (OCDE), París, 1997 (versión en español), y HERMAN VAN DER WEE,
“Prosperidad y crisis. Reconstrucción, crecimiento y cambio”, 1945-1980”, Crítica Grijalbo, Barcelona,
1986.
(4) - Entre ellos PAUL SAMUELSON, en el Congreso de Economía de México, 1979.
(5) - CHARLES P. KINDLEBERGER, “La crisis económica 1929-1939”, Crítica, Grijalbo, Barcelona, 1985,
esp. caps. 5 a 8 y 14; BERNARD GAZIER, “El crac del 29”, Globus, Madrid, 1994, y EUGEN VARGA,
“La crise économique sociale, politique”, Editiones Sociales, París, 1976.
(6) - ANKIE HOOGVELT, “Globalization and Post Colonial World”, Palgrave, 1997.
(7) - SAMIR AMÍN, “El desarrollo desigual”, Fontanella, Barcelona, 1975, y “La acumulación en escala
mundial”, Siglo XXI, México, 1975.
(8) - JEAN-MARIE CHEVALIER, “La baza del petróleo”, Laia, Barcelona, 1974; M. MASSARAT, “Crisis
de la energía o crisis del capitalismo”, Fontana, Barcelona, 1979; JEAN PIERRE ANGELIER, “La renta
petrolera”, Terra Nova, México, 1980, y ROBERTO CENTENO, “El petróleo y la crisis mundial”, Alianza
Universidad, Madrid, 1982, caps. V a VIII.
(9) – ITZHAK SWARY Y BARRY TOPF, “La desregulación financiera global”, FCE, México, 1993. Después
de una visión panorámica y de una reseña del sector financiero en distintos países industrializados, en la
Segunda parte hay un análisis comparado global.
(10) – NORMAN GLICKMAN y DOUGLAS WOODWARD, en “Los nuevos competidores”, Gedisa,
Barcelona, 1994, enfocan este cambio a través de la inversión extranjera.
(11) – RUDOLF HILFERDING, “El capital financiero”, Tecnos, Madrid, 1963. Escrito en 1909, para el autor,
el capital financiero representa una relación cada vez más estrecha entre el capital bancario e industrial y fue
atacado por el estalinismo, que le adjudicó sin fundamento suponer en su argumentación el paso de la libre
concurrencia a una organización planificada de la producción que volvería inútil el socialismo. JAIME
ESTÉVEZ y SAMUEL LICHTENSZTEJN (comp.), “Nueva fase del capital financiero”, Nueva Imagen,
México, 1981, contiene estudios de diversos autores sobre la internacionalización financiera y su presencia en
América Latina.
(12) – ENRIQUE PALAZUELOS, “La globalización financiera. La internacionalización del capital financiero a
finales del siglo XX”, Síntesis, Madrid, 1998, y FRANCOIS CHESNAIS (comp.) “La mundialización
financiera”, Losada, Buenos Aires, 1999, esp caps 3 (ROBERT GUTTMANN, “Las mutaciones del capital
financiero”), 6 (RICHARD FARNETTI, “El papel de los fondos de pensión y de inversión anglosajones en el
auge de las finanzas globalizadas”), 7 (PIERRE SALAMA, “La financiarización excluyente: las lecciones que
brindan las economías latinoamericanas”) y 8 (FRANCOIS CHESNAIS, “Mundialización financiera y
vulnerabilidad sistémica”).
(13) – DEAN BAKER - “Los restos de una bancarrota incontrolada: el abandono de Lehman”, “Sin Permiso”,
num 4.
(14) - HARRY BRAVERMAN – “Trabajo y capital monopolista. La degradación del trabajo en el Siglo XX”,
Nuestro Tiempo, México, 1984.
(15) – Datos de MICHAEL HUDSON.
(16) – EDWIN WALTER KEMMERER, “Oro y patrón oro”, Sudamericana, Buenos Aires, 1947.
(17) – ROBERTO MARTÍNEZ LE CLAINCHE, “Curso de Teoría Monetaria y del crédito”, UNAM, México,
1968 y LIGA DE LAS NACIONES, “Experiencia monetaria internacional”, México, 1945.
(18) – En 1948 era de 70%. ABRAHAM GUILLÉN, “El imperialismo del dólar”, Peña Lillo, Buenos Aires,
1962, Cap. V.
(19) – En el sentido de que el dólar, como expresión del poder de Estados Unidos después de la Segunda guerra
mundial, fijaba el precio del oro. A partir de la suspensión de la convertibilidad del dólar con el metal, la moneda
estadounidense tuvo dos devaluaciones seguidas y los mercados financieros globales marcaron en lo sucesivo la
paridad del dólar con el oro.
(20) – LUIS VITALE, “Historia de la deuda externa latinoamericana y entretelones del endeudamiento
argentino”, Sudamericana Planeta, Buenos Aires, 1986. Caps. VI, XII y XIII.
(21) – KARL KAUTSKY suponía que se iba a llegar a un acuerdo tanto entre los capitalistas como entre los
Estados y el imperialismo dejaría de tener como característica la rivalidad entre grandes naciones, que conducía a
las guerras mundiales.
(22) – MICHAEL HARDT y ANTONIO NEGRI, “Imperio”, Paidós, Buenos Aires, Barcelona, México, 2002,
en la Tercera Parte (“Los pasajes de la producción”): el Imperio sería una organización supranacional como
única lógica de dominio contrapuesta al imperialismo, que era la soberanía de los grandes estados nacionales –
nacida con la edad moderna- con extensión fuera de sus propias fronteras.
(23) – ROSA LUXEMBURGO, “La acumulación del capital”, Buenos Aires, 1968; esp. en los caps. VII, XVIII
y XXV a XXXI interpreta que no hay absoluta correspondencia entre producción y realización, como surge de
Marx (por esa cuestión Lenin polemizó con ella) lo que para la autora tiene que ver con un modelo de
acumulación de capitalismo terminado o puro, apoyado en dos clases básicas (burguesía y proletariado) y arguye
que la reproducción ampliada sólo es posible en la perspectiva de nuevos mercados exteriores de productores
mercantiles no capitalistas. El desarrollo desigual del capitalismo global ofrece esa posibilidad en los mercados
capitalistas emergentes diferentes de los desarrollados.
(24) – PABLO LEVÍN – “El Capital Tecnológico”, Parte Segunda: “Tesis en el marco del capital
indiferenciado” y Parte Tercera: “Tesis en el marco del capital diferenciado”, Catálogos, UBA, Facultad de
Ciencias Económicas, Buenos Aires, 1997. En una próxima oportunidad nos detendremos en la revolución
tecnológica en marcha, que conduce a la automatización y semiautomatización de los procesos de trabajo con
gran incremento de la productividad y degradación generalizada del papel de los trabajadores sobre la base de
que la mayor productividad genera un gran desempleo justo cuando se crea la oportunidad de que la humanidad
pueda beneficiarse con una menor jornada laboral y una ampliación del ocio. Por eso, las innovaciones en marcha
tienen una gran importancia política y reabren la discusión sobre el socialismo en medio del vaciamiento cultural,
a la vez que el impacto sobre el sistema global se traduce ya en la crisis de la hegemonía estadounidense y en la
expansión de nuevos mercados emergentes, que han sido, junto con el cambio tecnológico y su impacto entre los
trabajadores y en la sociedad, los cuatro factores decisivos que definimos en este trabajo.
(25) – ERNEST MANDEL, “Marx, la crise actuelle et l’avenir du travail humain”, en “Quatrième
Internationale”, número dedicado a “Mouvement ouvrier et défi technologique” (preparado a principios de
1986). La tendencia a la pauperización de los trabajadores siempre es relativa con respecto a los poseedores de
capital, ya que -aunque mejoren los salarios- en el capitalismo siempre se profundizan los contrastes sociales
porque la concentración de capital provoca al mismo tiempo la concentración de los ingresos, pero en la
depresión o en la ausencia de sindicatos o de una lucha para resistir el retraso de los salarios, la pauperización
puede ser absoluta. ROMAN ROSDOLSKY, “Génesis y estructura de El Capital de Marx. Estudios sobre los
Grundrisse”, Siglo XXI, México, 1978. El tema se trata aquí
(26) – GIOVANNI ARRIGHI plantea que es el principio del fin de la hegemonía nortemericana y el primer paso
hacia un mayor grado de unilateralismo.
(27) – ISAAC MINIAN (editor), “Transnacionalización y periferia industrializada”; en el vol. II, la parte I trata
de la relocalización de la industria. El conjunto de tres volúmenes abarca la transformación estructural de los
países industrializados, la restricción del desarrollo en los semiindustrializados y la influencia de la nueva
tecnología en distintas ramas.
(28) – ROBERT BRENNER, “La expansión económica y la burbuja bursátil”, en “New Left Review” (en
castellano), núm. 6, Madrid, 2000, p. 72. Sobre la depresión que siguió a la ruptura de la burbuja de la bolsa de
Tokio, R. TAGGART MURPHY, “La crisis económica del japón”, en “New Left Review” (en castellano), núm.
2, Madrid, 2000, p. 83, y sobre la situación previa de la economía japonesa, PAUL M. SWEEZY la sintetiza en
“Perspectiva del Japón”, en “Monthly Review” en español, vol. 4, núm.2, noviembre de 1980, Barcelona, p. 33.
(29) – CARLOS ÁBALO, “La crisis y el porvenir del capitalismo no se explican sólo por la lógica de ‘El
Capital’, pero sin ella son incomprensibles”, en “Herramienta” núm. 6, Buenos Aires, Otoño 1998.
(30) – MICHAEL HUDSON, “Super Imperialismo. La estrategia económica del Imperio norteamericano”,
Dopesa, Barcelona, 1973. Ya en esa obra, el autor insiste en que el capitalismo mundial tal como está es
inseparable del dominio político de Estados Unidos. Para la actualidad: HUDSON - “'Sostener el dólar' ha
llegado a ser sinónimo de subsidiar la adicción del Ejecutivo norteamericano a la diplomacia militar
hegemónica”, “Sin Permiso”, 25 de mayo de 2008.
(31) – MANUEL CASTELLS, “La era de la Información”, Alianza, Madrid, 1997. En el vol.1, (“La sociedad
red”), los cap. 3 y 4 se ocupan de la empresa red y de la transformación del trabajo y del empleo.
(32) – MÓNICA PEDROSA, “Los mercados financieros internacionales y su globalización”, AC Thomson,
Madrid, 2003, en el cap. 6 (“Los mercados de futuros”, primera parte, de pp. 197 a 209, ofrece una explicación
técnica de los derivados, con cifras hasta 2001 y detalle de los instrumentos de ese tipo negociados en bolsa y en
los mercados no organizados.
(33) – BARAK OBAMA, entrevista de David Leonhardt en “The New York Times”, publicada por “Clarín”,
Buenos Aires, 3 de mayo de 2009, pp.20 a 22, que tuvo lugar el 14 de abril pasado, después que el presidente
estadounidense hablara en la Universidad de Georgetown. Allí había dicho que el país necesitaba romper el ciclo
de burbuja y crisis y que iba a proponer nuevos cimientos para la Nación basados en mejores escuelas, energía
alternativa, atención sanitaria más accesible y un Wall Street más regulado. Luego, en la entrevista, habló de más
créditos para las empresas grandes y pequeñas, dijo que era una aberración “que las ganancias de las empresas
del sector financiero” representaran “un porcentaje demasiado alto de nuestra rentabilidad, cosa que ocurrió
durante toda la última década” y que “es importante entender que parte de esa riqueza, en primer lugar, era
ilusoria” y que “lo que ocurrió en Wall Street en los últimos diez o quince años era insostenible… como lo que
ocurrió durante el boom de las punto com”, que “Wall Street ya no será la mitad de la economía”, que “…esta
crisis debe enseñarnos ciertas lecciones sobre la importancia de la regulación de los mercados financieros” y
que no quería que “cada graduado universitario con aptitudes hacia la matemática termine siendo un operador
de derivados”. En cuanto al “desafío que tenemos en la educación es asegurarnos de que desde el jardín de
infantes hasta el último año de escuela los chicos aprendan el tipo de habilidades que los hagan competitivos y
productivos en una economía tecnológica moderna”. Con respecto a los otros centros capitalistas afirmó: “Los
países que van a competir en el largo plazo con nosotros en la economía global –China, India, la Unión
Europea, Brasil, Corea-, los países que están produciendo la mano de obra más educada, cuyo sistema
educativo da importancia a las ciencias y las matemáticas, los países que puedan traducir esa formación
tecnológica o científica en aplicaciones tecnológicas, van a tener una ventaja significativa en la economía”.
(34) – “Clarín” y “La Nación”, Buenos Aires, 23 de abril de 2009.
(35) – PABLO LEVÍN, op. cit., 3ª. Parte, esp. p. 325 hasta el final, hay conceptos clave, todavía no discutidos,
que fundamentan la era del capitalismo tecnológico, en la que el primero pierde su carácter moderno y la
sociedad civil se desvanece, lo que también sirve para comparar con HARDT-NEGRI y con CASTELLS, lo que
no podemos abarcar aquí.
(36) – ISAAC MINIAN, "Nuevos condicionantes internacionales de la industrialización", en JORGE
EDUARDO NAVARRETE (coord.), “Miscelánea global. Tareas internacionales de México”, UNAM, México,
2008.

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