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Cuando el ordenamiento jurídico trata de regular la donación (doni datio) ha de

considerar dos órdenes de cuestiones divergentes: de un lado ha de reconocer el


derecho a que el titular disponga de sus bienes -onerosa o gratuitamente- y partiendo
de esta premisa ha de canalizar los nobles afanes de generosidad, el deseo de hacer
el bien, ser benéficos, altruistas, agradecidos..., a la par que no desconocer que la
gratuidad puede tener intenciones menos nobles: de vanidad, de ambición, de obtener
a su vez beneficios, o de recibir honores; pero de otra parte el D. tiene que poner los
medios necesarios para evitar la inexperiencia del donante, sus impulsos irreflexivos
que precipiten su generosidad aun con las más nobles intenciones y más aún la
esplendidez incontrolada, la dilapidación, el derroche o despilfarro sin freno, la
prodigalidad incluso y todavía más los móviles determinantes torpes, inmorales o la
captación de la voluntad... Por lo que a lo largo del ordenamiento positivo se hacen
constantes referencias a las libertades, a los actos gratuitos, a la donación. Veámoslo,
profundizando en los dos órdenes de cuestiones apuntados.

I. Dentro del primer orden de aspiraciones que la ley desea encauzar y proteger puede
señalarse: la regulación amplia y matizada de la donación en los arts. 618 y ss. (tanto
que en algunos artículos puede apreciarse cierta contradicción, así en cuanto al
momento de perfección de la donación según se observa comparando el 623 con el
629, lo que puede interpretarse -en sentido más favorable al donatario- entendiendo
que hasta que la aceptación no se pone en conocimiento del donante éste puede
revocarla, pero con la aceptación ya la donación existe y produce sus efectos
normales e incluso si fallece el donante, sin conocer la aceptación, queda irrevocable;
en este sentido, ley 161 Navarra) y en relación con esto la consideración favorable a la
donación obligatoria -en un principio negada por el T.S. ante la dicción de los artículos
609, (al separar la donación como modo adquisitivo de la propiedad de los «ciertos
contratos mediante la tradición») y 618, regulador de la donación traditoria y a la
donación liberatoria o de condonación de deuda (cuyo prototipo es la remisión o
condonación, V.); el derecho de aquél a quien se pide la devolución de lo cobrado de
no hacerlo si prueba que la entrega se hizo «a título de liberalidad o por otra causa
justa» (art. 1.901); la alegación del «oficio de piedad y sin ánimo de reclamarlos»
cuando el pago se exige por el no obligado legalmente a prestar alimentos al
alimentista que los recibió de aquél (art. 1.894); el criterio legal respecto a la donación
a una persona por sus méritos o por los servicios prestados al donante que no
constituyen deudas exigibles al mismo (arts. 1.274 y 619), o el de la donación con
carga o gravamen impuesto al donatario: ha de ser inferior al valor de lo donado (arts.
619 y 622); el enfoque dado a las donaciones ofrecidas al menor o al pupilo (art. 166
en patria potestad, art. 272.1, en tutela); así como la permisión de las donaciones con
cláusula de reversión a favor de personas distintas del donante con el límite de las
sustituciones fideicomisarias (art. 781), la posibilidad de que sean favorecidos quienes
ni siquiera se hallan concebidos a la muerte del donante (art. 641) y posiblemente
cabe considerar factible -a pesar del argumento a contrario del artículo 627- la
donación directa al nasciturus, que puede ser aceptada inmediatamente por sus
futuros padres (en este sentido, ley 154.1.ª, Compilación Navarra), y en otro orden, la
consideración de la donación de inmuebles encubierta bajo el manto de compraventa
en escritura pública como válida (criterio no unánime con todo).
II. Dentro del segundo orden de cuestiones expuesto cabe poner de relieve aspectos
como los siguientes:

1. Medidas tendentes a proteger la voluntad del disponente, su necesaria reflexión y la


moderación equilibrada al desprenderse de bienes sin correspectivo, así: la exigencia
legal de la capacidad de contratar y disponer (art. 624); la sanción de nulidad de las
donaciones entre cónyuges; la necesidad de la aceptación por el donatario y de su
notificación al donante (arts. 623, 29, 30 a 33), lo que revela el carácter contractual
-con peculiaridades de régimen- de la donación; el criterio de la jurisprudencia al poner
el acento en el móvil determinante de la donación para considerar válidos actos
aislados de gratuidad por sociedades mercantiles, por no ser incompatibles con el
ánimo o fin de lucro o incluso poder coadyuvar a él (D.G.R. 2 de noviembre de 1966);
la exigencia rigurosa de forma (art. 632 respecto de muebles, 633 en inmuebles: para
su validez, escritura pública); las causas de revocación (por supervivencia o por
supervivencia de hijos, 644; por incumplimiento de cargas impuestas al donatario, 647:
«condiciones»; por ingratitud del mismo, 648); la limitación del ámbito objetivo de la
donación de bienes presentes del donante como máximo (los futuros sólo pueden
donarse en el supuesto del art. 1.314) y ello con tal que se reserve lo necesario parta
vivir en un estado correspondiente a sus circunstancias (arts. 634 y 35); la no
obligación del donante al saneamiento de lo donado, salvo en la donación por razón
de matrimonio (art. 1.340), o caso de donación onerosa en que el donante responde
de la evicción hasta la concurrencia del gravamen (art. 638); la posibilidad de
reservarse el donante la facultad de disponer del algunos de los bienes donados o de
alguna cantidad con cargo a ellos (art. 639), o la reversión de lo donado (pactada, art.
641; establecida por la ley caso de fallecimiento del descendiente donatario sin
posteridad, art. 812); o la prohibición de disponer el donatario (art. 27 L.H.); el
sometimiento del pródigo (que puede serlo por causa de donaciones excesivas,
desproporcionadas, incluso aunque fuere con fines de piedad o beneficencia) a
curatela (arts. 294 y ss.); el criterio de un sector doctrinal de considerar improbable el
que quepa otorgar a un representante un poder general para donar -no para aceptar
donaciones, claro es- por el carácter intuitu personar de la donación (analogía con el
art. 670 en testamento) y la necesidad de que en cada caso sea el titular del
patrimonio quien pondere méritos, necesidades, afectos... para donar o no y con qué
extensión en su caso; el considerar que el poder para disponer o para enajenar en
general no incluye el hacer donaciones; el criterio interpretativo de las circunstancias
accidentales de los contratos gratuitos caso de dudas de imposible aclaración según
las reglas legales, al considerar el artículo 1.289 que aquéllas se resolverán «a favor
de la menor transmisión de derechos e intereses»; o el de la donación a varias
personas conjuntamente: no se da el derecho de acrecer entre los llamados al mismo
tiempo, si alguno no acepta la donación ofrecida, salvo que el donante disponga lo
contrario, conforme al artículo 637: puede afirmarse, por tanto, -a la vista de lo
expuesto y la necesidad de que el animus donandi aparezca nítidamente que la
donación no se presume: en todo pacto o negocio transmisivo se presume la
onerosidad (de ahí, por ejemplo, que en el acuerdo conyugal de atribución de
ganancialidad del art. 1.355.1, siga siendo de aplicación -de no constar lo contrario- el
art. 1.358, con lo que el cónyuge aportante del numerario o los bienes conserva
derecho al reembolso). Todo ello recuerda una sabia aplicación de la antigua regla ne
quid nimis.

2. Medidas para proteger la voluntad y la necesaria reflexión del donatario al aceptar:


así, respecto a las donaciones condicionales u onerosas, no pueden ser aceptadas por
quienes no tienen capacidad para contratar sin la intervención de sus legítimos
representantes (art. 626), por lo que a sensu contrario interpretado, sí podrán los
incapaces para contratar -si tienen capacidad natural al menos- aceptar donaciones
simples, no condicionales ni onerosas, y caso del niño o del demento -incapaces de
consentir-, si de hecho se encuentran en poder de lo donado a ellos sin intervención
de sus legítimos representantes, hay que entender aplicable el artículo 1.304: el
incapaz no está obligado a restituir sino en cuanto se enriqueció con la cosa.

A la vez se posibilita donación al concebido: puede ser aceptada por el que


legítimamente representaría al nasciturus si ya hubiere nacido (art. 627), y -como se
señaló- el que en definitiva puedan ser favorecidos quienes ni siquiera están
concebidos al fallecer el donante (por la vía de la reversión del artículo 641 o la ley 154
Navarra).

3. Medidas protectoras del patrimonio del donante en evitación de perjuicios y


cumplimiento de deberes familiares: la simple cita del deber de alimentos entre
parientes, la evitación de la prodigalidad, o de la reducción por inoficiosidad de las
donaciones en perjuicio de las legítimas de los heredero forzosos, y la misma
existencia del instituto legitimario (arts. 806 y ss.), bastaría para comprender el sentido
de esta protección legal, pero la ley profundiza mucho más: la exigencia del
consentimiento de ambos cónyuges para la validez de los actos a título gratuito de
bienes gananciales (art. 1.378, excepto «liberalidades de uso») y el que sena los
bienes gananciales aunque los gane un solo cónyuge (art. 1.347, núms. 1 y 3), o la
posibilidad de impugnación de las enajenaciones gratuitas o las realizadas en fraude
de los derechos del cónyuge caso de régimen de participación (arts. 1.433 y 34), son
ejemplos de lo apuntado, como lo son en otro aspecto, aunque enlazado con la
atmósfera de vinculación familiar, la reversión mortis causa por ellos a sus
descendientes si éstos mueren sin posteridad (art. 812), y digno de destacarse es, en
la vertiente protectora de los derechos de ascendientes y parientes directos: la
revocación de la donación por supervivencia de hijos (art. 644), el rígido criterio del
derecho anterior respecto a las donaciones entre cónyuges (arts. 1.334 y 35 hoy
derogados); el del artículo 1.324 respecto a la confesión de privatividad por un
cónyuge en beneficio de otro; la obligación de reservar del artículo 811 ([...] «adquirido
por título lucrativo de otro [...] a favor de los parientes [...]») o la del cónyuge binubo
(«[...] adquirido [...] por donación u otro cualquier título lucrativo [...]», arts. 968 y 980);
la agregación contable de las donaciones al relictum a efectos de la justa fijación de la
legítima de los herederos forzosos (art. 818);la exigencia de colacionar lo recibido:
«por [...] donación u otro título lucrativo [...]», arts. 1.035, interpretativo de la voluntad
del causante de la herencia, son simples muestras de que la ley no olvida los peligros
que la donación puede llevar consigo.
Y combinando el interés familiar con el del donante (asegurar un posible cambio de
voluntad dispositiva) es destacable la interpretación jurisprudencial de la partición
practicada por el causante inter vivos: no estamos ante la donación-partición del
Derecho francés; tiene que apoyarse aquélla en testamento por lo que es siempre
revocable (a pesar de la dicción del art. 1.271, el 1.056.1, exige que la partición la
haga el testador). Por ello en estos casos suele acudirse a donaciones a los
descendientes con reserva del usufructo simultáneo y sucesivo a los ascendientes.

4. Medidas legales protectoras de los derechos de los acreedores del donante en base
al artículo 1.911 (nemo liberalis nisi liberatur): también basta con recordar la existencia
de la acción revocatoria o pauliana (arts. 1.291.3 y 1.111, con la presunción de fraude
a los acreedores de toda enajenación de bienes a título gratuito del art. 1.297), luego
reafirmada por el legislador caso de quiebra por el C. de C., o con el criterio de la
antigua «presunción Murciana», de la que asoma una atisbo en la presunción, en
beneficio de los acreedores, caso de concurso o quiebra de un cónyuge casado en
régimen de participación (art. 1.442 C.C.). Además, la protección del cobro de las
deudas del donante se trata de completar con medidas como la del artículo 642; no
perjudicarán a los acreedores, del donante las donaciones que éste otorgue con
posterioridad a la fecha del hecho o acto del que nazca el crédito de aquéllos, siempre
que carezcan de otros recursos legales para su cobro, dice en tal sentido el art. 340 C.
Cataluña) o la del no perjuicio a los acreedores por la confesión de privatividad hecha
por el cónyuge deudor a favor de su consorte del artículo 1.324.

Para evitar perjuicio al que lucha damno vitando, se le prefiere frente al adquirente
gratuito (lucro captando) y así se establece la protección más débil de la fe pública a
los adquirentes a título gratuito del titular registral (arts. 34 y 37 L.H.).

5. Medidas protectoras del orden social y del interés público: en un mundo donde
prevalece el interés, el do ut res, minorar el patrimonio sin nada a cambio puede
infundir sospecha de móviles ilícitos, a veces en contra del interés público -piénsese
en las limitaciones que la ley de 1964 impone a las asociaciones en cuanto a la
capacidad para recibir donaciones si no son asociaciones de «utilidad pública» (art. 9
ley y 16 R). o el criterio jurisprudencial ante el principio nemo auditur propriam
turpitudinem allegans (arts. 1.305 y 6) respecto a las donaciones con el fin de tener,
prolongar o terminar relaciones inmorales (aplicando el principio general de devolución
de lo donado del 1.303)-. En otros casos se trata de frenar la amortización de los
bienes en contra del principio de libre tráfico de los mismos (así en la donación con
cláusula de reversión a favor de personar distintas al donante, la aplicación del límite
de las sustituciones fideicomisarias del art. 641, al igual que si la donación es de la
ruda propiedad a una persona y el usufructo a otra u otras del artículo anterior, tiene el
fundamento apuntado).
Ello aparte del interés público en que nadie por donar quede en la indigencia.

Lo expuesto además se completa con el criterio fiscal aplicable a las donaciones


(dejando aparte la bondad o la exageración del tratamiento legislativo): el que tributen
por la escala de las herencia, y no como los contratos onerosos, es altamente
significativo del parecer del legislador acerca de la contemplación de las liberalidades
en general.

III. La terminología legal. Precisión del concepto de donación. Con lo expuesto se ha


contemplado el criterio legal acerca de la donación -que atiende a los diferentes
intereses frecuentemente encontrados y que trata de conciliar en lo posible-, pero hay
que precisar ahora su concepto y caracteres específicos.

¿Qué negocio es éste que por una parte el donante ha de respetar lo dispuesto sin
correspectivo (no hay quid pro quo), pero no responde caso de evicción o de vicios
ocultos y el donatario adquiere una propiedad que es revocable por causa legalmente
establecidas, entre ellas su misma ingratitud para con el donante?

Veamos:

1. El C.C. habla con frecuencia de «donación u otro título lucrativo o gratuito»:


artículos 680, 1.035, 1.274, 1.346.2, 1.894, 1.901..., y de «mera liberalidad» o de «acto
de liberalidad»: artículos 1.274, 618, 1.924. Conviene precisar los conceptos: cuando
el 1.274 refiere la causa de los contratos de pura beneficencia a la mera liberalidad del
bienhechor, está queriendo referirse a los contratos gratuitos en general: a aquéllos en
que -a diferencia de los onerosos- el servicio o beneficio que se da no se retribuye, no
tiene correspectivo (así el comodato, el mutuo sin interés, el depósito gratuito, el
mandato no retribuido o el servicio realizado sin nada a cambio); «bienfecho que
nasce de nobleza, de bondad de corazón quando es fecha sin ninguna premia» definía
el Rey Sabio la donación, cuando por su generalidad se refería propiamente ala
liberalidad). Pero la gratuidad o liberalidad por sí sola no implica que exista ya d. p.,
para que haya donación es necesario, además, que el patrimonio del atribuyente
disminuya -se empobrezca- en una proporción exactamente valuable a favor del
beneficiario, que correlativamente se enriquece, y ello puede hacerse tanto separando
algo del patrimonio propio para atribuirlo a otro (entrega de una cosa o cantidad,
constitución gratuita de un usufructo o servidumbre...), como aumentando el pasivo
(asumiendo la deuda ajena con renuncia a repetir, constituyendo gratuitamente una
renta vitalicia a favor de tercero, art. 1.807...), con lo que un patrimonio se empobrece
en una cuantía determinada. Es decir, la donación exige, en definitiva, la prestación de
cosas o derechos a favor del donatario, con convenio sobre la causa donandi (arts.
618 y 1.262); la atribución patrimonial al beneficiado, sin correspectivo, en suma, con
ánimo de liberalidad.
Con precisión define en el sentido expuesto la donación el Código italiano, vigente:
«contrato por el cual, por espíritu de liberalidad, una parte enriquece a la otra,
disponiendo en su favor de un derecho suyo o asumiendo contra ella misma una
obligación».

IV. Supuestos concretos que requieren estudio específico.

La realidad de la vida demuestra que en ocasiones no estamos ante la donación que


regula el C.C. al parecer, pero de hecho sí se da el empobrecimiento-enriquecimiento,
el animus donandi (más o menos difuso, encubierto o matizado según los supuestos) y
la aceptación del beneficiado con la datio patrimonial, pudiendo además existir
intereses contrapuestos en el supuesto (de la familia o de los acreedores del
transmitente fundamentalmente). Comprobémoslo.

1. Liberalidades de uso (regalos en ocasión de efemérides, boda y también la


limosna): aun matizados por el «uso social», son donaciones, aunque -por el motivo
determinante concreto- no se sujetan a muchas reglas restrictivas de la donación:
revocación, reducción por inoficiosidad o rescisión por fraude. El art. 1.343 contempla
algún aspecto peculiar -en sede de revocación- de las donaciones por razón de
matrimonio en la línea señalada. Lo mismo puede decirse de la propina que se da al
que se paga el servicio prestado.

2. Donación onerosa y donación remuneratoria: ya señaladas sus características (art.


619), el desafortunado artículo 622 da pie a que los criterios doctrinales hayan sido
divergentes: la donación remuneratoria y la onerosa o con carga inferior al valor de lo
donado, son donaciones (art. 619: «es también donación [...]»; lo es la onerosa en lo
que exceda del valor del gravamen impuesto, como señala el 622 aunque
equivocadamente referido a la remuneratoria). Donaciones, pero con un régimen
específico: en la remuneratoria por el 1.274 -al menos podría entenderse en lo que sea
proporcionado al servicio o beneficio que se remunera-, la no sujeción a colación ni a
revocabilidad de los arts. 644 y 647, como no está afecta a la presunción de fraude de
los artículos 1.297 y 643 ya expuestos y 880 C. de C., y en la onerosa o modal: las
reglas de capacidad y de forma de la donación le son de aplicación (precisamente a
«las cargas que debe satisfacer el donatario» se refiere el art. 633), y las específicas
del 638 (en evicción, propia de los contratos onerosos: hasta la concurrencia del
gravamen); 626 en aceptación de la donación onerosa por personas que no pueden
contratar y 647 sobre revocación por incumplimiento de cargas.

3. Por lo expuesto, no hay donación sin empobrecimiento patrimonial del que


gratuitamente sirve o beneficia a otro, como se apuntó al hablar de la liberalidad como
género: el 618 exige la disposición gratuita de una cosa (doni datio). Como tampoco la
hay si el empobrecimiento patrimonial no es definitivo e irreversible, sino diferido para
después del fallecimiento del disponente (el C.C. exige la disposición gratuita
inmediata, lo único que cabe es aplazar su ejecución efectiva o material hasta el
fallecimiento del que ya jurídicamente no puede disponer del bien porque lo ha
donado: y es que las donaciones que hayan de «producir sus efectos por muerte del
donante» han quedado -según la interpretación más seguida del artículo 620-
refundidas con los legados y la forma testamentaria por tanto exigen). Tampoco hay
donación por el carácter indudablemente contractual de ésta (a pesar de la dicción
«acto» que el influjo napoleónico trasluce en nuestro art. 618) cuando se realiza un
acto gratuito unilateral, no negocial (que exige es claro la aceptación del que se
beneficie sin correspectivo): así, en la incorporación -edificación, plantación o siembra-
en terreno ajeno hecha sin ánimo de reclamar los materiales propios o el trabajo
realizado, en la renuncia unilateral de un crédito (no la condonación, que la aceptación
del deudor exige), o en cualquier otro caso en que de hecho se enriquece o se
produce el aumento del patrimonio ajeno, pero el favorecido obtiene tal aumento
patrimonial sin su consentimiento (la renuncia a la herencia gratuita, si es a favor de
uno o más de los coherederos y no de todos, del art. 1.000.2, es supuesto que reúne
en principio los caracteres propios de la donación).

Ahora bien, aunque en puridad se considera que en supuestos como los citados no
hay donación, si en el caso concreto se demuestra la eadem ratio, se aplicarán por
analogía normas propias de aquélla, para evitar consecuencias injustas (así, las
cautelas que protegen en la donación a legitimarios o a los acreedores del donante). Y
en otros supuestos ha de profundizarse más para precisar si -en todo o en parte-
existe realmente donación y por tanto es aplicable -total o parcialmente- el régimen
concreto y restrictivo que la ley establece para este instituto.

4. Donaciones indirectas.

Si en la realidad de la vida, como consecuencia de un acto unilateral, no negocial, se


produce de hecho un empobrecimiento patrimonial pare el autor del acto con un
enriquecimiento correlativo para un tercero, nos hallamos ante un supuestos que
-aunque apuntado-, conviene ahora terminar de precisar, sobre todo al ponerlo en
relación con la donación indirecta. En ésta, sin darse la forma de la donación típica (la
de los arts. 618 y ss.), sino un negocio jurídico distinto, las partes sí convienen que en
y a través de él también se produzca el resultado práctico de la donación típica.
¿Cómo precisar las ideas ante la múltiple variedad de supuestos posibles?

En primer lugar, caso de actos unilaterales en que de hecho resulte enriquecido el


patrimonio ajeno, sin acuerdo entre las partes implicadas sobre el carácter liberal del
aumento patrimonial a costa del empobrecimiento del atribuyente, ya se ha señalado
que en puridad -al no haber tal acuerdo negocial sobre la cosa y la causa- no hay
donación, sin perjuicio de que a fin de evitar el enriquecimiento injusto en contra del
que actúa de damno vitando (legitimarios o acreedores), si se prueba la eadem ratio,
pueda analógicamente aplicarse las normas protectoras de la donación típica a favor
de los terceros perjudicados por el resultado práctico producido.

Despejado lo anterior, sí es clara la existencia de supuestos reales en los que con un


medio técnico-jurídico distinto a la donación típica se persigue obtener idéntico
resultado económico y práctico que con aquélla; así, si por ejemplo se satisfacen las
primas de un seguro de vida con tercero beneficiario (fuera de supuestos en los que
pueda entenderse predominante un deber de socorro familiar), o se paga la deuda
ajena sin intención de repetir, o se da gratuitamente el dinero para que el accipiens
adquiera y ponga a su nombre un bien (frecuentemente los ascendientes a los
descendientes...), el resultado práctico es idéntico al de la donación, mas no el medio
jurídico elegido. Indirectamente hay donación, como la hay aunque la explicación y
encaje hayan parecido insuficientes en el clásico supuesto del negotium mixtum cum
donatione en el que celebrado un negocio oneroso hay acuerdo entre las partes de
que una recibe una prestación notoriamente inferior a la que a su vez hace (así, en la
«compraventa amistosa»), pues -sin perjuicio de la causa onerosa- existe a la vez
también causa donandi como resultado buscado y obtenido con el «precio de amigo»
(con lo que a su vez se diferencia de la donación disimulada o encubierta bajo
aparente compraventa, por ejemplo). La diferencia con la donación onerosa o con
carga es por ello clara: en ésta -a diferencia del supuesto que aquí se contempla- la
estructura del acto de liberalidad está puesta al servicio de una finalidad en parte
onerosa; en el negotium mixtum cum donatione la estructura de los negocios onerosos
está puesta al servicio de una finalidad en parte lucrativa.

Es obvio que el ordenamiento jurídico no puede permanecer indiferente ante el efecto


económico que se consigue con la donación indirecta: sería una invitación al
abandono de las normas legales sobre la donación típica, directa, con su régimen
restrictivo a favor del mismo donante o de los terceros, si aquélla escapara a todo
control. Pero a la vez, la existencia de otra causa verdadera y lícita, distinta a la causa
donandi y junto a ésta (arts. 1.274 y 1.276) hace que la donación indirecta exceda del
marco trazado por los artículos 618 y 619; es decir, que pese a cualquier conveniencia
de política jurídica, a falta de contrato de donación no rigen las correspondientes
exigencias formales de aquél, ni las relativas a la capacidad de donar o las que
restringen la amplitud objetiva de la donación típica (normas ligadas al medio técnico
empleado y que el ordenamiento no puede extender a cualquier negocio del que
indirectamente pueda resultar una donación).

Por lo expuesto, en fin, las normas que en el C.C. tratan de proteger a los terceros sí
deben ser de aplicación al negocio que indirectamente produzca el resultado práctico
de donación y en cuanto lo produce, así: las establecidas a favor de legitimarios y de
acreedores (en ocasiones la ley habla de «donación u otro título lucrativo» para que no
escape en definitiva ningún supuesto atributivo que en puridad deba comprenderse
conforme a la ratio normativa, así en el 1.035), o las que protegen intereses de
terceros muy cualificados (la revocación del 644), e incluso -por la razón íntima del
deber de gratitud ínsito en la doni-datio, aun indirecta- la revocación por causa de
ingratitud del donatario del artículo 648. Con lo que intereses en juego, técnica jurídica
y realismo se tratan de armonizar, sin que justicia y seguridad a la vez padezcan
detrimento injustificado.

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