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Pero la juventud actual continua gozando de pocas oportunidades debido a las dificultades
educativas, económicas y laborales, lo que demora su incorporación plena a la vida adulta.
Por tanto, el problema juvenil lo crea la sociedad, sus relaciones enfermas y la propia
patología estructural, siendo los jóvenes quienes padecen el problema y la principal víctima.
Si deseamos cambiar esta realidad habrá que conocer los síntomas que revelan una
patología social. Esas características que manifiestan el problema juvenil podemos resumirlas
en:
- La cultura del ocio tiende a incrementar el consumismo, convirtiendo las necesidades reales
en necesidades artificiales manipuladas por las grandes compañías del negocio (teléfono
móvil, música, ropa).
- Necesidad de aumentar el periodo de formación por la imposibilidad de acceso al proceso
productivo.
Ante esta perspectiva, la animación juvenil no consistirá en fabricar actividades para los
jóvenes, sino facilitarles los medios para que sean ellos mismos quienes pongan manos a la
obra para poder desarrollar su personalidad e identidad; en definitiva:
- Que sean protagonistas de la solución de sus problemas: profesión, empleo, estudios, ocio,
autonomía...
EL EDUCADOR DE CALLE
¿Qué es la calle?, ¿quiénes pasan en la calle una gran parte de su tiempo?, ¿qué vivencias se
dan en la calle?, ¿qué hacen en la calle niños y jóvenes?, ¿qué abunda y qué sobra?, ¿puede
ser la calle un ámbito educativo?...
Cada vez más se conoce y reconoce la importancia y la función que desarrolla el Educador de
Calle entre los chicos y jóvenes en situaciones de marginación e inadaptación social, aunque
también se apuesta ya por la prevención desde edades tempranas o con otros colectivos en
situación de riesgo.
Su modo de relacionarse vendrá dado por sus propias peculariedades y las circunstancias
concretas de las personas entre las que está y con las que va a trabajar. No existen límites
para su creatividad, por lo que se requiere un alto grado de flexibilidad, improvisación,
imaginación e ilusión. De ahí que al Educador de Calle deba ser un animador optimista,
seguro y dado a las relaciones interpersonales. Pero sobre todo deberá ser una persona
abierta a la formación permanente, un autodidacta, capaz de superar la ignorancia que lleva
a algunos educadores a repartir recetas mágicas con total impugnidad.
Así, pues, el Educador de Calle, irá contrastando lo que aprende, lo que dice , lo que
experimenta y vive para poder elaborar sus propias conclusiones. Y después servir de
interlocutor de chicos marginados, temidos muchas veces, para ayudarles a reflexionar y
hacerles de puente por el que buscar soluciones.
Antes de ejercer como tal, el Educador de Calle debe conocer, entre otras: