You are on page 1of 24
CONSIGLIO NAZIONALE DELLE RICERCHE ISTITUTO DI STUDI SULLE CIVILTA ITALICHE E DEL MEDITERRANEO ANTICO RIVISTA DI STUDI FENICI FONDATA DA SABATINO MOSCATI XXXI, 2 + 2003 ESTRATTO PISA - ROMA ISTITUTI EDITORIAL] E POLIGRAFICI INTERNAZIONALI MMV SOMMARIO Joni B. Tsinxin, Ethnic and Political Changes in Near Asia and the Fate of Phoenicia at the Dawn of Phoenician History Hans-Perer MULLER, Philologische und Religionsgeschichtliche Beobachtungen zur Géttin Tin- nit Juan AxtoNto Martin Ruiz, ALEJANDRO Pérez-Matumpres Lanpa, JaN RaMOn Garcia Carrerero, Tumba de cimara de la necrépolis fenicia de Gibralfaro (Malaga, Esparia) (Anexo I: Manet MonreRo, Andlisis de los restos de fauna; Anexo Il: ALFONSO PaLomo Lavsurw - Victor SMrrH FERNANDEZ, Andlisis de los restos antropoldgicos) NOTE E DISCUSSIONI Donaretta Satv1, Monte Urpinu faceva parte della Karalis punica? Pirro BaRTOLONt, Un vaso caliciforme da Bitia RECENSIONI E SCHEDE Maria Luisa FamA, Vincenzo Tusa, Le stele del Meilichios di Selinunte (SERGIO RIBICHINI) Giovannt Bruzzt, Il guerriero, Voplita, il legionario. Gli eserciti nel mondo classico (PERO BARTOLONI) BIBLIOGRAFIA. 31 (1.1.2002 - 31.XI1.2002), a cura di Massimo BorTo, LORENZA CAMPANELLA, FEDERICO Mazza, SERGIO RIBICHINL Rivista pr Stup1 Fenict, Sommari dei supplementi Cottezione pr Stupt Fenict, Elenco dei volumi 1-42 + 1973-2002 109 123 139 161 169 173 75 7 199 203 TUMBA DE CAMARA DE LA NECROPOLIS FENICIA DE GIBRALFARO (MALAGA, ESPANA) Juan Antonto Martin Ruiz ALgjanpRo PEREZ-MALUMBRES LANDA Juan Ramon Garcia CARRETERO Malaga 1. INTRODUCCION L construccién de un gran aparcamiento subterraneo en pleno centro de la capital malaguefia, en una zona conocida como Mundo Nuevo, en la vaguada entre la colina donde se alza la Aleazaba islimica y el monte Gibralfaro con el castillo homénimo (Fic. 1), propicié la realizacién de unas obras que afectaron a una sepultura que result6 parcial- mente destruida, a pesar de que durante las mismas se habia llevado a cabo, con anterio- ridad a nuestra presencia, una vigilancia ar- queolégica bajo la direccién de C. fiiiguez. Lo cierto es que, entre los dias 20 de noviem- bre del 2000 y 15 de enero de 2001, pudimos realizar una intervencién arqueolégica de ur- gencia que incluia la excavacién de lo que re- staba del enterramiento, consistente en un hi- pogeo que habia sido destruido en dos de sus laterales, asi como su cubierta, conservandose algo mejor la parte baja. Los restos que pudi- mos documentar se cifien al muro perimetral del aparcamiento, del que apenas pudimos constatar una minima parte de su extensién. Sin embargo, nos consta que no fue ésta la ‘inica tumba existente, pues también fueron destruidos otro hipogeo y varias estructuras de menor monumentalidad, entre las que pudo haber alguna en urnas tipo Cruz del Negro. ‘Ademés de los restos documentados en la exca- vacién, contamos con dos fotografias en for- mato digital realizadas por uno de los técnicos Fic. 1. Plano de situacién, 1: hipogeo, 2: zona de Campos Eliseos (Fuente: A. Pérez-MaLuMBRés). RStFen, xxxt 2+ 2003 140 JUAN ANTONIO MARTIN RUIZ ET ALIE de la obra que muestran el estado en el que se encontraba el hipogeo con fecha 30 de agosto de 2000, es decir, dos meses antes de que se nos requiriera para su excavacion, y que son de gran utilidad para su reconstruccién. Aiin asi, ¥ a pesar de los dafios sufridos que nos privan de disponer de toda la informacion existente, creemos que los datos obtenidos son de un elevado interés para el estudio del mundo funerario fenicio no sélo en la antigua Malaca, sino que nos permiten entrever cue- stiones de gran trascendencia para el estudio de otras zonas colonizadas por estos navegan- tes orientales, como podremos comprobar en las paginas que siguen. 2. LA ESTRATIGRAFIA El desarrollo de la excavacién evidenci6, en un area excavada que comprendia 42 m. cuadra- dos, la existencia de una secuencia estratigrafi- ca relacionada tanto con la fase de construc- —— ST yar CAS (afer one Fic. 3. Hipogeo con localizacién de los enterramientos (Fuente: A. Péinez-MaLumpnts). TUMBA DE CAMARA DE LA NECROPOLIS FENICIA DE GIBRALFARO 141 Fic, 5. Seccién transversal de la cimara Fic, 6. Detalle del acceso al hipogeo (Fuente: A. Pérez-MatuMsres). (Fuente: A. PéRez-MaLuMres). 12 JUAN ANTONIO MARTIN RUIZ. ET ALIE Fic. 7. Planta de la tumba 1 y niveles superiores (Fuente: A. Pérez-MALUMBRES). cin del hipogeo como con la posterior amor- tizacién del conjunto. La zona sufrié la intru- sion de un pozo medieval de 15 m. de didme- tro, colmatado por rellenos entre los que hay restos de animales, cenizas y ceramicas musul- manas datables en el siglo XI d.C. Los materiales que componen las matrices de todos los estratos son los propios del pie- demonte, como esquistos descompuestos 0 en bloque junto a otros procedentes de arro- yadas, caso de las arcillas y guijarros, aunque no limpios del todo sino con cerimica, por desgracia muy fragmentada. Pese a encon- trarse relativamente cerca de la roca madre de la ladera, la estratigrafia no presenta fuer- tes buzamientos, salvo el estrato inferior exca- vado (U.E. 53), de tierra roja y pequefios frag- mentos de esquisto, que sigue la pendiente del promontorio. Los estratos superpuestos a éste, sobre los que se construyé el hipogeo y en los que se abrié la fosa que alberga los enterramientos inferiores, estin formados por una gruesa capa de arcilla amarilla (U.E. 43), a la que se superpone tierra roja con fragmen- tos muy menudos de esquistos (U.E. 42) y, sobre ella, otro grueso estrato de arcilla roja depurada con hasta 25 cms. de potencia (U.E. 41). Elestrato superior de tierra roja con esqui- sto (U.E. 12), que contiene la cimentacién de los muros superiores de la camara, offece ya numerosos restos de material cerimico. 3. La TUMBA DE CAMARA Como decimos, s6lo pudo excavarse parcial- mente. Se trata de una estructura de piedra (Fcc. 2-11) de la que se han conservado tni- camente los muros que confluyen en la esqui- nna suroeste, desde una cota de 6,89 m.s.n.m.; al sur la delimita un muro de mamposteria de pizarra con un paramento muy bien enrasa- do, cuyo ancho tiene 57/60 cms., del cual se conservan 2,30 m. del paramento interior y unos 3,20 en total. El muro de la entrada esta TUMBA DE CAMARA DE LA NECROPOLIS FENICIA DE GIBRALFARO 143 Fic. 8. Planta de las tumbas 2 y 3 (Fuente: A. Pénez-Matusnes) orientado al oeste, a favor de la ladera, y fue erigido mediante sillares de travertino calza- dos con mampuestos. Se conserva una altura de 1,20 m., con un sillar vertical y restos de otro superpuesto, y una longitud de 1,50 m.; el sillar horizontal, junto con algunas rocas. que indican el nivel de acceso se encuentran a una cota de 6,06 m.s.n.m., y tampoco aqui se aprecian estratos buzados, por lo que la entrada seria a dicho nivel. Existen atin restos de un muro (U.E.M. 50), que hace esquina con la entrada. En esta zona, especialmente frente al vano de la entrada y junto a otro muro que hace esquina al exterior se localizan numerosos hallazgos relacionados en los superiores (en la U.E. 8, 10 y 11), con la fase de amortizacion y la tumba 1, asi como con otros niveles de construccién en las cotas de base de los muros (UE. wy 14). Dentro de la cémara se detectaron hasta cuatro enterramientos, todos ellos de inhu- macién, aunque con muy desigual estado de conservacién. La tumba 1 se situaba en la entrada junto al sillar vertical que flanquea la puerta. El cadaver apoyaba sobre una serie de piedras irregulares asentadas encima de una capa de arcilla muy limpia con algunos guijar- ros, que llega a apoyar sobre el sillar horizon- tal. Se conservan tan s6lo parte de las piernas de un individuo en dectbito supino, si bien lo exiguo de la muestra imposibilita su estudio antropolégico. Por lo que respecta a la segunda sepultura, podemos sefialar que se localizé al este del sillar de la entrada con una orientacién norte- sur, en sentido transversal a las siguientes. Su fosa, cortada en los estratos precedentes, est cubierta parcialmente y delimitada en los tres laterales conservados por una capa de mortero de cal que en parte aparece en posicién incli- nada y curvada, quizds por estar caida y en el fondo de la fosa, cal que encontramos también sobre el cadaver. Este corresponde a una mujer 144 JUAN ANTONIO MARTIN: RUIZ ET ALI Fic. 9. Planta de la tumba 4 (Fuente: A. Péirez-MaLumsres). segtin los estudios realizados por V. Smith y A. Palomo de la Universidad de Malaga, la cual se colocé en posicin deciibito supino con los pies al sur y la cabeza al norte. Tan sélo se ha podido documentar adecuadamente la parte inferior del cuerpo, a partir de las vértebras lumbares, ya que el resto fue destrozado por Ja maquina. La base de la fosa la forma una capa de 2 cms. de grosor, constituida por grava de pizarra muy bien nivelada que, a su vez, apoya sobre un encachado de piedras de me- diano tamafo. Su mitad norte descansa sobre la fosa que albergaba las sepulturas 3 y 4. La diltima sepultura contenia dos indivi- duos masculinos. Consiste en una fosa rectan- gular, de unos 2 m. de largo por 0,5 de ancho, en cuyo extremo oeste tiene un entrante rectangular. Se encuentra delimitada por muretes de mamposterfa de pizarra, cuyo interior se revocé de arcilla amarillenta que se recubre con otra capa de mortero de cal y arena, y debié estar cubierta por sillares. Este tercer cadaver aparece, a diferencia de los anteriores, en deciibito lateral izquierdo, en una postura un tanto forzada. La pierna de- recha estaba ligeramente encogida con la rodilla derecha hacia arriba. Justo debajo de éste encontramos otro esqueleto (que hemos denominado tumba 4) también en dectibito lateral izquierdo, ambos separados por una capa de color marr6n, de 1-2 cms. de grosor, formada por arcilla y madera descompuesta, de forma similar a lo que sucede en las tum- bas 21 y 66a de Jardin, las cuales tenian una cubierta de madera y adobe sobre sus sillares (ScHUBART — Maass-LINDEMANN 1995, Pp. 62). Asi pues, se han documentado un total de cuatro enterramientos en el interior de la camara, el mas antiguo (n° 4), es el ubicado en el fondo de la fosa y se trata de un varén. de poco ms de veinte afios que media 1,63 m. cuyo brazo izquierdo es mas pequefio de lo normal, resultado tal vez de una posible frac- tura en la infancia, lo que provocé un mayor TUMBA DE CAMARA DE LA NECROPOLIS FENICIA DE GIBRALFARO 145 esfuerzo del brazo derecho. Le sigue el situa- do sobre éste dentro de la misma fosa (n° 3), otro hombre con la misma estatura que supe- 16 los cincuenta afios y padecié artoritis en las rodillas. Algo mas tardio es el situado en la fosa transversal (n° 2), una mujer que fallecié con mis de cincuenta afios, en tanto el mas reciente es el n° 1, del que no se ha podido determinar su edad o sexo, segin hemos sefia- lado con anterioridad. Como decimos, éste fue el ultimo difunto enterrado, muy cerca de la puerta y, casi con toda seguridad, con los pies hacia la misma. Precisamente a este momento corresponde el cierre de la camara. En efecto, depositado boca abajo sobre el sillar horizontal se hallé gran parte de un mortero, sobre el cual se habian colocado una serie de piedras de me- diano tamafio, sistema nada extrafio en el Ambito semnita pues lo encontramos con diver- sas cronologfas en puntos como Trayamar (Scrusarr - NiEMEYER 1976, p. 121) 0 Gouraya (TeeRa Gaspar 1979, p. 100). La fecha del sellado se situaria en tomo al 4oo a.C., tenien- do en cuenta la cronologia que aporta el mortero, la cual coincide con Ia del enterra- miento n° 4. Ya comentamos anteriormente la existen: cia de dos fotografias que mostraban el as- pecto exterior del hipogeo en su parte poste- rior antes de su destruccién. Estas fueron obtenidas introduciendo la camara digital por una abertura cuadrada, bien ejecutada, que se abria en un muro que cerraba el sepulcro por el lado opuesto a la entrada. En las imagenes obtenidas se observa el interior de la fosa que albergaba las sepulturas 3 y 4, de la que se distinguen uno de los laterales de mamposte- ria, que debe ser el sur, conservado en toda su altura ya que sostiene una serie de sillares (que parecen de travertine, como los que conformaban la entrada), los cuales debian corresponder a la cubierta de dicha fosa y, a su vez, a parte del piso de la camara superior del hipogeo. Dicha fosa no aparece colmata- da en su totalidad al estar protegida por las estructuras murarias. Una cuestién delicada es la existencia, en la parte posterior de la cdmara, de una abertura que iba directamen- Fic, 10, Fosa que contenia los enterramientos 3 y 4, con imagen de este tiltimo (Fuente: A. Pénez-Matumers). tea la fosa que albergaba los cadaveres 3 y 4, y en la que nos detendremos al comentar el ritual fanerario. No tenemos certeza sobre la forma de acce- so al hipogeo, si bien al estar los estratos natu- rales muy horizontales y no mostrar eviden- cias de haber sido alterados, podriamos apun- tar, s6lo a titulo de sugerencia, que la entrada pudo practicarse a través de una rampa. Lamentablemente, la destruccién provoca- da por las obras nos impide describir el aspecto que tendria su cubierta, pues nos consta que Jas cdmaras fenicias podian mostrar cierres a dos aguas, abovedados o planos (Martin Rurz 1995, P. 195), lo que hace que no nos decante- mos en uno u otro sentido, Si hipotetizamos que la fosa que sigue la orientacién del hipogeo estuviera situada apro- ximadamente en su centro, éste tendria un an- cho de norte a sur de unos 2,9 m. y una longi- 146 JUAN ANTONIO MARTIN RUIZ ET ALIL Fic. 11, Plantas y secciones de la tumba 2 (Fuente: A. Pérez Mavumares) tud de unos 4,5 m., siempre en el caso de que el muro posterior con abertura fuese al mismo tiempo, como pensamos, el cierre de la cdmara y de la fosa, por lo que la superficie total con- struida del mismo seria de unos 13 metros cua- drados, si bien estos datos deben tomarse con la debida prudencia por las causas ya resefiadas. 4. EL MATERIAL ARQUEOLOGICO A continuacién procederemos a describir los distintos objetos recuperados en el transcurso de la excavacién, estable- ciendo su agrupacién cro- nolégica segtin su posicién estratigrafica, aunque para algunos, como los hallados en él encofrado, este extre- mo resulta imposible. He- mos preferido estudiarlos segiin el lugar de donde pro- ceden, puesto que para al- gunos de ellos carecemos de un contexto preciso con el que asociarlos, en tanto otros fueron exhumados fuera del hipogeo y algunos mas en su interior. Comenzaremos con los artefactos recogidos bajo el encofrado que rodeaba la zona en la que pudimos ac- tuar y en la que los restos antiguos, trasladados de su contexto original, estaban mezclados con otros moder- nos. Estos comprenden unos pocos fragmentos ceramicos fenicios, griegos ¢ ibéricos (Fi. 12). Los primeros corre- sponden aun cuenco con en- gobe rojo al interior y en el borde junto a un lebrillo pin- tado de los siglos VLV a. de C. Las piezas de bariz ne- gro dtico son una base de un cuenco o pitera Lamb. 21 0 22 y un plato de pescado de Ja forma Lamb. 23 (Lamso- GLIA 1952, pp. 170-172). La primera podria corresponder por sus dimen- siones al fondo de una patera con palmetas estampilladas y decoracion de ruedecilla data- ble en el siglo IV. Al material ibérico pertene- cen un Anfora de borde recto y engrosado al interior, tipo bien conocido en ios yacimientos indigenas del interior que presenta numerosas variantes y que se vienen datando entre los siglos V-IV a. C. (PeRDiGuERo L6PEz 1994, p.7), ademés de un vaso cerrado con cuello alto estrecho con decoracién pintada al borde. TUMBA DE CAMARA DE LA NECROPOLIS FENICIA DE GIBRALFARO 147 El enterramiento nim. 1 (Fic. 13) contaba con un ajuar integrado, al menos, por un cuenco con bamiz rojizo de borde apuntado casi completo, un plato de pescado, otro de jarro de boca trilobulada y un fragmento de mortero, Los elementos que mejor nos sirven para su datacién son el mortero y el plato de pescado. Si atendemos a las caracteristicas de sus bordes, cabria situar el primer vaso hacia fines del siglo V-principios del IV a. C., tenien- do presente para ello la evolucién sefialada para estas piezas en El Castillo de Dofia Blan- ca (Rutz Mara 1987, p. 311), si bien en el taller AE-20 de Ibiza se sittian en el segundo cuarto de esta tiltima centuria (Ramén Torres 1990- 91, pp. 265-266), siendo ésta la primera vez que se constata la aparicién de morteros en contextos funerarios fenicios de Andalucia. El plato nos levaria a la primera mitad del siglo IV si seguimos los datos facilitados por este mismo yacimiento (Ruiz Mara 1987, pp. 304- 306) y la seriacién establecida para los platos de la necrépolis granadina de Puente de Noy (Huras Jiménez ~ MOLINa FajaRbo 1986, p. 501). En consecuencia, y a pesar del pésimo estado de conservacién, parece factible situar este primer enterramiento entre las tiltimas décadas del siglo V a.C. y los comienzos de la siguiente centuria, hacia el 400 a.C., tal vez algunos afios més tarde. Debajo del primer individuo, ya en los ni- veles de cimentacién, encontramos un frag- mento de una jarra pintada con un motivo en forma de estrella que nos recuerda los que portan algunos ejemplares de Jardin (ScHu- BART — Maass-LINDEMANN 1995, P. 131), asi como parte de una pulsera o brazalete de bronce (Fic. 13). Por lo que respecta al ajuar que acompajia- ba al segundo cadaver, podemos decir que estaba integrado por un pendiente de oro, aun cuando originariamente creemos que de- bieron ser dos, perdiéndose el otro a causa de os destrozos provocados por las obras, lo que ha determinado también que éste esté roto (Fic. 14). Se trata de un pendiente hueco, con tun peso de 5,7 grs., y forma doblemente amor- cillada realizado a partir de una sola lamina, el cual presenta un engarce para las orejas Fic. 12, Materiales provenientes del encofcado (Fuente: J. R. Garcia). hecho en bronce. Junto a los aretes de engar- ce lleva otros (uno a cada lado), para colgar en ellos algiin tipo de aditamento decorativo. Esté decorado con tres bandas, las exteriores con meandros y la central con puntos que fueron trazados con un buril desde el reverso de la lamina. La tercera persona estaba enterrada con un fragmento de un cuenco y dos pendientes, cada uno con 5,9 grs, de peso, en el que las «morcillas», creemos que también huecas, s6lo son visibles en su parte interna, puesto que al exterior se ados6 una lamina con decoracién de tres bandas paralelas, con un ancho total de 9,3 mm., delimitadas por cuatro hileras de hilos. En cada banda se aprecian puntos rea- lizados mediante el martilleo del reverso de Ja lamina. El cierre conservado muestra dos pequefias laminas que se cierran en bucle y una serie de hilos de oro enrollados (entre 48 Fig. 13. Ajuar de la tumba 1 y hallazgos del interior del hipogeo (Fuente: J. R. Garcia). once y dieciséis) (Fi. 15). De gran interés para la datacién de esta tumba es la existencia de un fragmento del borde y otro de pared ca- renada y asa de un anfora Mafia A-1 (MaNA 1951, Pp. 204-205), tipo T.10.1.2.1 de J. Ramon (Ramon Torres 1995, pp. 230-231), datable ha- cia el siglo VI a. C. (Fic. 16) La ultima pareja de pendientes la forman los descubiertos en el enterramiento nim. 4, con 4a gis. de peso cada uno, los cuales estaban formados a partir de una doble «morcilla» sim- ple y un sistema de hilos (once vueltas) en la parte proxima al cierre, que fue realizado igual- mente en bronce (Fics. 16-17). Desde un punto de vista tipoldgico estas pie- zas pueden incluirse en el grupo IIl3.C de M. Almagro Gorbea (ALMAGRO GoRBEA 1986, p. JUAN ANTONIO MARTIN RUIZ ET ALI 34),enel que recoge los pendientes amorcillados con engarce en espiral Conocemos algu- nos pendientes pa- recidos a los halla- dos en las tumbas 3 y 4, aunque a veces con un sistema de cierre distinto, pro- venientes de la ne- crépolis de Villari- cos, en concreto los hipogeos del grupo Jde Astruc (Astruc 1951, lam.xLt; ALMA- GRO GORBEA 1986, p. 108), asi como del santuario de Can- cho Roano y la ne- crépolis ibérica de La Bobadilla en Jaén (Aranecur Gasc6 2000, pp. 261 294), con una fecha que comprende los glos VI-Va.C.;cabe recordar que esta forma de pendien- tes no se haya entre elrepertorio del tal- ler gaditano (Perea CaveDa 1986, pp. 310-312), siendo Villaricos el nico yacimiento fenicio de Ja Peninsula Ibérica donde se habfan documen- tado hasta ahora Asi pues, y en consonancia con lo expuesto, consideramos que los enterramientos 2, 3 y 4 deben datarse en el siglo VI a. C., sin que nos sea posible sugerir una cronologia mis preci- sa para cada uno de ellos, fecha que no desen- tona con la que ofrecen los restos situados fuera de la cmara. E] material més abundante fue el recogido al exterior del hipogeo junto a su entrada, como son un fragmento de un vaso cerrado de engobe rojo que muestra un posible grafito, tal vez la letra h, asi como restos de platos, alguno sin tratamiento decorativo, como su- TUMBA DE CAMARA DE LA NECROPOLIS FENICIA DE GIBRALFARO. 49 Fic. 14. Ajuar de las tumbas 2 y 3 (Fuente: J. R. Garcia). cede con los de pescado, cuyas caracteristicas son similares al hallado dentro del hipogeo, asi como otros tres cubiertos de engobe rojo con tonalidades rojizas y castafias (Fic. 16), en una ocasién con un grafito, también la letra h (CUNCHILLOs — Zamora 2000, p. 37), que suele interpretarse como la abreviatura de un nom- bre propio (FUENTES EsaNot 1986, p. 51). S6lo uno de los tres platos conserva completo su borde, que mide 45 mm., de ancho y 20,5 cms. de diametro, medidas que no desentonan con las que ofrecen los niveles de habitat excava- dos en la ladera de la Alcazaba, bajo el teatro romano y que han sido datados en el siglo VI a.C. (GRAN-AYMERICH 1991, p. 63), si bien he- mos de tener presente que hasta la fecha care- cemos de una seriacién completa de este tipo de piezas tan utilizadas para establecer paré- metros cronolégicos, algo que resulta del mayor interés por cuanto recientes estudios han advertido de las variaciones métricas que pueden presentar de un yacimiento a otro (AUBET SEMMLER 1999, p. 45), atin dentro de una tendencia general que resulta valida. Hay, igualmente, fragmentos de pithoi (Fic. 18) con asas geminadas pintados con color rojo, los cuales pueden mostrar lineas en negro sobre este fondo. Aunque se habia indicado que su presencia en las necrépolis fenicias no era habitual (Maass-LINDEMANN 1986, P. 237), lo cierto es que en la actualidad podemos citar varios ejemplos, como serian Lagos (AuBET et alii 1991, pp. 42-43), Jardin (Maass-LINDEMANN 1995, Pp. 139-140), Cortijo Montafiez (AuBET SEMMLER et alii 1995, p. 226) y Campos Eliseos (Martin Ruiz — PéRez-MALuMBrES LANDA 2001, . 304). ‘Algo mas numerosas son las énforas (Fico. 18, 20), con bordes que podemos incluir en los tipos T.10.1.2.1y T.11.2.13 de J. Ram6n (Ramon Tor- RES 1995, p. 235), los cuales podemos asimilar, re- spectivamente, a las formas Mafié A-1 y Maiié- Pascual A-4 (MANA 1951, pp. 204-205), con unas cronologias bien definidas para ambos tipos segiin sus caracteristicas, como sonel siglo Via. . para las primeras y el V para las segundas, Contamos con un fragmento de borde de un vaso tipo Cruz del Negro (Fic. 18), ajuzgar por el caracteristico baquetén que muestra en su cuello. Este tipo de vasos suele aparecer en las necr6polis conteniendo las cenizas del di- funto, si bien en nuestro caso no parece darse esta finalidad, aunque por noticias transmiti- das por operarios de la obra en las proximi- dades debieron existir otros que también con- tenian enterramientos. 150 JUAN ANTONIO MARTIN RUIZ ET ALIT Fic. 15. Pendientes de oro del enterramiento 3 (Fuente: J. SANCHEZ). Otras piezas (Fic. 18) son los lebrillos con borde de seccién triangular, como el apareci- do en el encofrado, pero esta vez sin decorar, y un fragmento de pendiente de bronce que parece corresponder a un hezem. Podemos citar un fragmento de fondo de una copa atica de barniz. negro destinada al consumo del vino, tal vez perteneciente al tipo Céstulo (Fic. 19). Exenta al exterior mue stra un circulo concéntrico alrededor de un punto del mismo color (Gracia 1994, p. 190). Se han encontrado también varios fragmen tos de morteros (Ficc. 20-21), en algtin caso lo bastante completo como para permitimos re- construir su perfil totalmente, como sucede con uno que fue depositado directamente sobre el sillar horizontal que facilitaba el ac- ceso al hipogeo. Sus fondos extemos presen: tan una serie de surcos concéntricos en tanto. los bordes, largos y planos, estan ligeramente inclinados hacia el interior. No queremos olvidar las ollas (Fics. 21-22), entre las que podemos diferenciar dos grupos: las que presentan un borde exvasado al exte- rior y las que muestran en el borde un resalte en el interior para la tapadera, en alguna oca- sion asimilables a las denominadas ollas con «asa de empalme horizontal» o de , estas tlti- mas habituales en contextos de los siglos V-IV a.C., como vemos en el taller ibicenco ya cita- do (Ram6n Torres 1990-91, p. 280), la tumba 13, dela necrépolis sur de Tharros (Morina Fajar- DO 1984, pp. 86-87) 0 la necrépolis de Solunto (Greco 2000, pp. 1321-1322), si bien en el san- tuario dedicadoa la diosa Astarté de Tas Silg en Jaisla de Malta, se encuentran desde el siglo IV en adelante (AMapast Guzzo 2000, p. 182). Contamos también con un vaso cerrado casi completo con una linea de color negro en el arrangue del cuello (Ficc. 22-23), Uno de los grupos cerémicos mas abundan- tes es el de los cuencos (Fic. 22). Los hay semiesféricos con el borde redondeado, apun- tado vertical o algo inclinado hacia dentro, vertical con un engrosamiento, e inclusive de seccién triangular, todos ellos carentes de de- coracién. Otros tipos de restos son los faunisticos, de Jos que hablaremos a la hora de intentar re construir el ritual, y los malacolégicos, muy escasos, consistentes en algunas conchas ma- rinas (acantocardia tuberculata, murex brandaris y ostrea edulis), 4. EL RITUAL FUNERARIO El anilisis de estas cuestiones queda mediati zado por el deficiente estado de conservacién de la sepultura que nos impide analizar en su totalidad una valiosa informacion sobre el TUMBA DE CAMARA DE LA NECROPOLIS FENICIA DE GIBRALFARO 151 O O DB B= CB &s Fic. 16. Ajuar de las tumba 4 y materiales de engobe rojo del exterior (Fuente: J. R. Garcia), tema, De cualquier forma, podemos sefialar la presencia del rito inhumador en todos los enterramientos, tanto si nos referimos a los que datamos en el siglo VI a. C. como al perteneciente al siglo V-IV, lo que nos habla acerca de una continuidad en este punto Sin embargo, esta uniformidad desaparece en lo concemiente a la orientacién de los individuos, pues el nim. 1 presentaba un sen- tido este-oeste, en tanto el 2 lo hacia con una orientaci6n norte-sur con los pies en este tl timo sentido y el tercero volvia a tener la que presumiblemente asignamos al mim.1, aun- que en dectbito lateral en vez de supino, algo que contrasta con la que muestra la iiltima inhumacién, la primera que se deposit y que, si bien esta situada en dectibito lateral izquierda y tiene una orientacién este-oeste, se ha invertido la colocacién de los pies y la cabeza Sobre la disposicién de los exiguos restos de ajuar poco podemos decir, salvo que los frag- mentos de anfora del enterramiento 2 se en- contraban en la parte central de la fosa y que algunos fragmentos del ajuar del nim. 1 esta- ban en la zona de los pies, sin olvidar que los pendientes de oro se encontraron, como es légico, junto al craneo. Resulta interesante comprobar cémo la uti- lizacién de pendientes, en esta ocasi6n elabo- rados con un metal noble, caso del oro, es independiente del sexo que tenga la persona 0 del hecho de que sufran una minusvalia, pues Jos emplearon tanto los dos hombres como la mujer, con la tinica distincién de que el ejem- plar que portaba esta ultima mostraba un mayor grado de decoracién y un tamafio algo mis grande, aspectos que, por otro lado, tam- poco tienen gran trascendencia, Cabe citar la existencia de una ofrenda, contemporanea a la construccién de la tumba en el siglo VI, consistente en un perro adulto de tamafio mediano, mayor de un afio, cu- bierto con lajas y piedras que fue colocado de forma paralela a la entrada del hipogeo pega do al mismo en su cota de cimentacién, el cual fue sometido a altas temperaturas, pero que, tras los anilisis efectuados por M. Mon- 152 JWAN ANTONIO MARTIN: RUIZ. ET ALI Fic. 17. Pendientes del enterramiento 4 (Fuente: J. SAncitz). tero de la Universidad Auténoma de Barcelo- na, sabemos que no fue consumido. A la misma cota, junto al perro y entre abundan- tes cenizas, encontramos los restos fragmen. tados de, al menos, dos nforas Mafid A-1, ademas de parte de un hezem de bronce y tres fragmentos de hierro de un objeto indetermi- nado que, como todos los anteriores, tampo- co mostraba signos de haber estado en con- tacto con las llamas. El hipogeo fue erigido con una orientacién este-oeste, con la puerta dirigida hacia el po blado, hecho que resulta ser usual en las ne- cr6polis de origen semita de Andalucia (Ra- ‘Mos SaINz 1986, pp. 32-33). A pesar de ser varios los enterramientos exi stentes, s6lo podemos diferenciar dos momen tos distintos en cuanto a las ofrendas deposi- tadas al exterior del mismo. En un primer momento, que datamos en el siglo VI a. C., cabe situar las anforas Mafia A-t, pithoi, vasos Cruz del Negro, platos y el vaso cerrado cu- er <= Fie, 18. Exterior del hipogeo: pithoi, anforas Maia A+, vaso Cruz del Negro, lebrillos y hezem (Fuente: J. R. Garcia), TUMBA DE CAMARA DE LA NECROPOLIS FENICIA DE GIBRALFARO 153, biertos de engobe rojo, con un claro predomi- nio de las formas cerradas sobre las abiertas, si bien hemos de tener presente a este res- ecto, al igual que acontece con los restos mas recientes, que su estudio puede presentar cier- taaleatoriedad dadas|as circunstancias del hal- lazgo. Ya a fines del siglo V-principios del IV a. C., tenemos las anforas Majid-Pascual A-q para sa- laz6n de pescados, ollas, cuencos, morteros, platos de pescado, jarros y ceramica griega de- stinada al consumo del vino, igualandose el mimero de formas abiertas y cerradas, siendo ahora cuando aparecen los restos malacolégi- cos, ademas de un ave que ha sido imposible identificar, un buey adulto con més de dos afios que no fire quemado y parte de una cabra joven que si experimenté los efectos de las llamas, animales que en ningtin caso fueron consumi- dos como indican los anilisis realizados, Respecto a la abertura posterior que apare- ce recogida en la fotografia, pensamos, con las debidas reservas puesto que corresponde a la zona destruida, que pudo servir para realizar libaciones desde el exterior, las cuales Megarian hasta el interior del hipogeo, mas exactamente hasta la fosa més antigua. Se trataria de una practica ritual que puede ra- strearse tanto en cmaras funerarias como en otros tipos de tumbas, caso de las cistas de sillares excavadas en Cadiz, donde aparecen también oquedades destinadas a tal fin (Ra- Mos SaINz 1986, pp. 120-121). 5. CONCLUSIONES Ala vista de los restos conservados, podemos decir que se trata de un hipogeo que estuvo en uso desde el siglo VI a.C. hasta aproxima- damente el 4oo a. C.; con una planta rectan- gular muestra una gran originalidad en cuan- toa la mezcla de técnicas constructivas utili- zadas, cuya conjuncin no conociamos hasta ahora en la arquitectura funeraria fenicia de la Peninsula Ibérica y en la que se llega a reutilizar algun de material, como sucede con uno de los sillares. Un aspecto que consideramos de gran inte- rés es el caracter individual de los enterra- mientos, que queda marcadamente explicita- “TN —- Fic. 19. Anforas Mafié-Pascual A-4, copa griega, plato y morteros del exterior (Fuente: J. R. Garcia). do por la construccién de fosas, al menos en los casos mas antiguos. Este hecho establece cierta relacién con la tumba 66 de Jardin (Scuu- BART ~ MAAss-LINDEMANN 1995, pp. 90-98), también datada en el siglo VI a. C., asi como algunas tumbas de cimara de Ibiza, Malta y Cartago, con cronologias que arrancan desde esa misma fecha y alcanzan el siglo I a.C. (TeyERA GasPaR 1979, pp. 126-127; FERNANDEZ 1980, p. 9; 1986, p. 159), y en las que también se lleva a cabo este proceso de individualiza- cin de las sepulturas, si bien hemos de indi- car que hasta ahora desconociamos la existen- cia en el Mediterraneo occidental de estruc- turas con estas caracteristicas. A pesar de observarse el tinico uso de la inhumacién como rito funerario, cabe advertir la diversidad existente en cuanto a las orienta- ciones con que fueron depositados. Sin embar- go, no parecen advertirse grandes transforma- ciones en cuanto al ritual seguido en estos siglos, y elloa pesar de que se ha propuesto que 154 JUAN ANTONIO MARTIN RUIZ ET ALI Fic. 20. Morteros y ollas del exterior de la cimara (Fuente: J. R. Garcia). lapretendida crisis que habria sacudido al mun- do fenicio durante el siglo VI a. C. propiciaria tun cambio sustancial que se habria hecho pal- pable en el siglo V a. C., como tampoco existe un tratamiento diferencial en funcién del sexo u otros condicionantes fisicos. En definitiva, nos encontramos ante un nue- vo hipogeo, el primero conocido en lo que fue la antigua Malaca, que entronca con la tradicién que representan las tumbas de mara de Trayamar o Puente de Noy, algo mis antiguas que ésta. Debié estar en funcio- namiento durante un par de centurias, aun- que su destruccién parcial nos imposibilita determinar el mimero de individuos que con- tenia entre las fosas y el que yacia junto ala entrada, Parece fuera de duda el papel relevante que los individuos aqui enterrados debieron jugar dentro de su comunidad, como ya se ha sefia- lado para otras tumbas de cmara (AUBET SEM- MLER 1994, P. 286; JIMENEZ FLORES 1996, p. 104). Considerados panteones familiares, lo cierto es que desconocemos el papel exacto que tu- vieron, pues a menudo olvidamos que, junto a estos poderosos comerciantes que sin duda existieron, también tenemos constancia de que en la sociedad fenicia habia sacerdotes, altos TUMBA DE CAMARA DE LA NECROPOLIS FENICIA DE GIBRALFARO 155 Ge eS Fic. 21. Olllas del exterior (Fuente: J. R. Garcia). Fic, 22. Vaso cerrado y cuenco del exterior (Fuente: J. R. Garcia), fancionarios, miembros de familias reales, etc., cuya evidencia en el registro arqueolégico de estos asentamientos occidentales es, hasta el momento, minima por no decir nula. No queremos finalizar estas paginas sin co- mentar su relacién con otro punto cercano donde también se han documentado enterra- mientos fenicios. Nos referimos a la zona de Campos Eliseos, situada en la ladera meridio- nal del cerro de Gibralfaro, y donde se han excavado un total de 23 sepulturas de los siglos VI, II a.C. y 1 d.C. (Martin Ruiz — PéREZ-Matumsres LANDA 2001, pp. 301-303), tres de ellas pertenecientes al siglo VI a.C., consistentes en inhumaciones en decibito la- teral derecho dentro de fosas. La escasa distancia que los separa, apenas 350 m. en linea recta, parece sefialar la exi- stencia en toda la ladera de esta colina de una amplia necropolis, creemos que la principal de Malaca, y en la que él rito inhumador re- sultar ser tinico por ahora, frente a otros pun- tos, como la zona de El Ejido (Marorca Mayorca ~ RAMBLA TORRALRO 1999, Pp. 317- Fig, 25. Vaso cerimico del exterior del hipogeo (Fuente: A. Pérez-MALUMBRES). 156 JUAN ANTONIO MARTIN RUIZ ET ALIE 318), donde se detectaron algunas tumbas de incineracién datadas también en el siglo que nos interesa, sin que por €! momento se ha- yan descubierto enterramientos del momen- to en que se cerré esta camara, aunque a este respecto cabria recordar la aparicién en una tumba en otro sector de esta misma necr6po- lis, a principios del siglo pasado, de una figu- rita de oro del dios Bes y un uschebti de fayen- za (RODRIGUEZ DE BERLANGA 1995, p. 162), el cual ha sido datado en el siglo V a. C. (Ga- MER-WALLERT 1978, pp. 231-232). ANEXO I ANALISIS DE LOS RESTOS DE FAUNA. Mazer Montero Barcelona Gracias al estudio detallado de los huesos de ani- males recuperados durante la excavacién podemos acercamos a las diferentes modalidades de produc- cién y explotacién de los recursos animales, apor- tando nuevos elementos ala hora de interpretar el sistema y organizacién socioeconémica de los di- stintos grupos humanos. Estos estudios cobran im- portancia a la hora de aproximarnos a las distintas practicas religiosas y ceremoniales en las que, sin duda, los animales desempefiaron un lugar desta- cado. METopoLoGia La determinacién anatémica y especifica junto a Ja variabilidad de cada especie en cuanto a sexo, edad, etc., de los restos recuperados ha sido rea- lizada cotejando los atlas ostedlogos de Barone (1976), Schmid (1972), Pales y Lambert (1971) y Lavocat (1966), asi como mediante la consulta directa de la coleccién arqueozoolégica de refe- rencia del Laboratorio de Arqueozoologia de la Universidad Autonoma de Barcelona, Las especies morfolégicamente proximas (ovis aries/capra hircus) han sido diferenciadas siguien- do los criterios establecidos por Boessneck (1980), Payne (1973) y Prunel y Frish (1986) DBTERMINACION DE LA EDAD DE LA MUERTE Se han utilizado los siguientes criterios discrimi- nantes a) Dentici6n. Se ha recurrido a la cronologia de Ja erupci6n y reemplazamiento dentario (compo- sicién de dientes deciduales y definitivos) (Scrap 1972; HABERMEHL 1980), y a la evaluaci6n del gra- do del desgaste dentario (Grant 1982; PAYNE 1973). 'b) Esqueleto apendicular. Se ha observado el estado de epifisacién de los huesos (epifisis fusio- nadas y epifisis no fusionadas) (BARONE 1976; SiL- VER 1980). Osteomerria Hemos realizado este andlisis conforme a la siste- matizacion y terminologia de von den Driesch (1976), modificada en algunos elementos por el laboratorio de Arqueozoologia de la U.A.B., sola- mente se han seleccionado los animales que han legado a edad adulta. Meropotocia DEL ANALISIS TAFONOMICO Segiin sea el proceso de formacién de los yaci: mientos, un hueso esta sometido a alteraciones producidas por dos tipos de agentes modificado- res: naturales y antrépicos. Entre los primeros se incluyen aquellos derivados de la accién de orga- nismos biologicos (planas, animales), si como los relacionados con factores atmosféricos o sedimen- tolégicos. Por otra parte, las modificaciones an- trépicas se producen como consecuencia de la adquisicién, mantenimiento, preparacién y con- sumo de alimentos de origen animal. Ambos tipos de agentes se manifiestan a través de trazas 0 alteraciones caracteristicas, que pue- den ser reconocidas mediante el examen macro y microsc6pico. Las trazas antrépicas revisten un especial interés, ya que constituyen un testimo- nio directo de la manipulacién humana de los recursos faunisticos. RESULTADOS DEL ANALISIS TAXONOMICO Los restos recuperados en el exterior de la entrada del hipogeo son escasos y estaban depositados directamente sobre el suelo. Los taxones repre- sentados pertenecen integramente a animales domésticos. Setenta de los restos documentados pertenecen aun perro adulto, mayor de un afio, de tamafio ‘mediano. Estos corresponden a: seis vértebras cer- vicales, dos de ellas en conexién, diversos fragmen- tosde cuerpo de vertebra caudal yun fragmento de TUMBA DE CAMARA DE LA NECROPOLIS FENICIA DE GIBRALFARO 157 sacro, dos mas de maxilares con denticién, un frag- mento de palatino, el zygomatico izquierdo y de- recho, un fragmento de nasal, el frontal y el tempo- ral, asi como veinte pequefios fragmentos no deter- minables del créneo, treinta de cuerpo de costillas, dos fragmentos de acetabulo, eos del Col de Ilium. y dos fragmentos (epifisis proximal y diffisis proxi- ‘mal) del fémur izquierdo. Junto a éstos, se localiza~ ron el metatarso izquierdo y un fragmento de didfi- sis de radio correspondientesa un buey adulto, con, mis de dos afios, y un fragmento de hueso de ave que no ha podido ser identificado a nivel especifico. RESULTADOS DEL ANALISIS TAFONOMICO Se han detectado modificaciones ocasionadas por dos tipos de agentes naturales: ~ Biolégicos, efectos producidos por las raices de las plantas (vermiculaciones). — Atmosféricos y sedimentarios, en algunos restos Oseos se aprecian las caracteristicas propias de los procesos de sedimentacién especificos. Las alteraciones de cardcter antrépico se ha- brian producido durante el proceso de combu- stién, que afecta a todos los restos éseos, a exce- pcién del metatarso de buey. Los restos del perro presentan una alteracién térmica debida a un pro: ceso de combustién de alta intensidad, por el cual adquieren un color castafio oscuro, mientras que Ja mandibula de cabra s6lo ha estado parcialmen- te expuesta al fuego, no habiéndose hallado nin- gun otro signo de manipulacién humana. CONSIDERACIONES FINALES La baja intensidad de fracturacién antrépica, a exce- peién del crineo del perro, y la inexistencia de trazas antrépicas en el conjunto del material estudiado, permite sugerir que los restos faunisticos no son producto de los procesos de consumo alimentario, Por otra parte, los diferentes grados de altera- cién térmica evidencian un tratamiento diferen- cial entre especies y partes especificas, pues mien- tras que los restos del perro han sido sometidos a altas temperaturas, la mandibula de cabra ha estado en contacto con el fuego de forma parcial y los restos de buey no han suftido alteraciones de caracter térmico. ‘Asi mismo, este tipo de alteraciones pudieron haber sido producidas por una incineracién de los animales o posiblemente de determinadas partes de ellos en los rituales funerarios. BiomeTRia MT (metatarso) Especie LM Ap aPp AD Ad Asd APSd Bos taurus 94.2 9.53 8.14 15.63 20.01 19.91 10.44 ANEXO II ANALISIS DE LOS RESTOS ANTROPOLOGICOS ALFONSO PaLomo Lausuru : Victor SMITH FERNANDEZ Barcelona Inpivipvo N° El individuo n° 1 presenta un estado de conser- vacin muy deficiente. Los otros tres individuos aparecidos en la excavacién muestran, en gene- ral, un estado de conservacién ésea regular, vién- dose afectados por la masa de arcilla hiimeda que los envuelve y que ha contribuido a su descal- cificacién, haciendo vulnerable el tejido esponjo- so de determinados huesos. Aparece completo Uinicamente el esqueleto n° 4 y el resto se han hallado incompletos, presentando el n° 3 una fuerte desarticulaci6n y fragmentacién de la par- te superior del cuerpo. Inpivipvo N° 2 Estado del esqueleto: Su estado de conservacién es regular, habién- dose preservado la prictica totalidad del cuerpo, salvo el crineo y cintura escapular. Entre los numerosos fragmentos éseos desarticulados ha sido posible hallar parte del maxilar izquierdo con tres piezas dentarias. Se encontraba en decabito supino y en conexién anatémica. Sexo: Las caracteristicas graciles de los huesos y la morfologia pélvica es la propia del sexo femenino. Ha sido posible deducir la edad de la muerte a partir del aspecto de la superficie auricular del flion, siguiendo las propuestas de Buikstra y Ube- laker (1994), por lo que el individuo superaria los cincuenta aiios. No ha resultado factible proceder a la osteome- tria de los huesos largos con el objeto de obtener la estatura del cuerpo. Tampoco han sido halla- das, en el presente estudio preliminar, claras sefia~ les patolégicas. 158 JUAN ANTONIO MARTIN: RUIZ ET ALIT InpIviDUO N° 3 Estado del esquelet Presenta un mal estado de conservacién, apa- reciendo los huesos muy fragmentados, si bien las extremidades inferiores se encuentran practica- mente completas, salvo los pies. El cuerpo se muestra en posicién anatémica en decibito late- ral izquierdo, resultando significativo el desplaza- miento con ligera flexién de la pierna izquierda. Sexo: La robustez de las extremidades inferiores y las caracteristicas de la linea aspera del fémur indican que el individuo era del sexo masculino. Edad: La presencia de osteofitos muy desarrollados en las vértebras, asi como de sefiales de artrosis en las, articulaciones de ambas rodillas, vienen a manife- star que se trataba de un individuo de edad avan- zada, probablemente por encima de los 50 afios. Estatura: Laestatura en vida debié ser de 1,63 m., siguien- do a Manouvrier (1983), a partir de las medidas de Ja tibia derecha, como tinico hueso en condicio- nes de ser medido, Patologias: La meseta tibial derecha manifiesta osificacién de la cépsula articular en su punto anteroextemo, con un tubérculo de Guerdy muy marcado (inser- cin del muisculo tensor de la fascia lata y cintilla ilio-tibial). Insercién del tendén rotuliano muy sefialada y en posicién externa, y una zona de porosidad en la superficie articular de la glenoide externa, lo que denota un grado importante de artrosis en la parte externa de la articulacién de la rodilla derecha. La tibia izquierda presenta osificacién de la cépsula articular en su punto posterointerno, mo- strando porosidad en la superfice de la glenoide interna, lo que denota un grado importante de artrosis en la parte interna de la articulacién de la rodilla izquierda, Este conjunto de alteraciones se podrian inter- pretar como el resultado- de una deformacién por torsién tibial, en este caso bilateral y asimétrico. Esta patologia presenta una agrupacién familiar aunque no se le conoce una base hereditaria. Inpivipuo N° 4 Estado del esqueleto: Su estado de conservacién es regular. El cuer- po, en conexién anatomica, se halla completo en posicién de dectiito lateral izquierdo, Sexo: Las caracteristicas sexuales masculinas se han podido inferir a partir de la pelvis, siendo perfecta- ‘mente visible la morfologia del agujero obturador y la rama isquiopubiana, Resulta sorprendente el minimo desgaste de las piezas dentarias, frente a la presencia de los terceros molares. La edad de muerte podria si- tuarse en fechas ligeramente posteriores a los 20, afios. Estatura: Por las medidas aportadas por el fémur derecho él individuo debié medir 1,63 m., siguiendo para ello las tablas propuestas por Manouvrier (1983). Patologias: Se ha apreciado una dismetria entre el miem- ‘bro superior izquierdo, cuyo htimero ha arrojado ‘una medida de 28,1 cms. (el derecho se encuentra incompleto) y las extremidades inferiores. La ex- tremidad en cuestién ha presentado una longitud muy inferior ala esperada en relaci6n a la extraida de las extremidades inferiores. La respuesta po- dria encontrase en un escaso desarrollo de este miembro como resultado de una fractura en edad infantil, Estrés ocupacional La marcada cresta del supinador corto del cit- bito derecho, a diferencia de la del izquierdo vie- ne a indicar un uso habitual del brazo derecho sobre el izquierdo, que no presenta esta circun- stancia, pudiendo suponer que durante la vida desarroll6 un importante trabajo manual. ABREVIATURAS BIBLIOGRAFICAS ALMAGRO GoRBEA 1986 = M. ALMAGRO GoRREA, Orfebreria fenicio-piinica del Museo Arqueolégico Nacional, Madrid 1986. Amapast Guzzo 2000 = M. G. AMaDast Guzzo, Quelques tessons inscrits du sanctuaire d’Astarté d Tas Silg: Actas del IV Congreso Internacional de Estudios Fenicios y Ptinicos, CAdiz 2000, pp. 18% 196. ARANEGUI Gasc6 2000 = C. ARANEGUT Gascé, Argantonio. Rey de Tartessos, Sevilla 2000. Astnuc 1951 = M. AsTRUC, La necrépolis de Villar cos, Madrid 1951 ‘AuBET et alii 1991 = M*. E. Auer — A. CZaNERTZKI ~ C. Dominausz — I Gamer-WaLtert ~ L. Treitis6, Sepulturas fenicias de Lagos (Vélez- Mélaga, Malaga), Sevilla 1991. ‘AuBET SexeMLER 1994 = M*. E. AUBET Sewaiter, Tiro ‘ylas colonias fenicias de Occidente, Barcelona 1994". ‘AUBET SEMMLER 1999 = M*. E. user Senter, La secuencia arqueo-ecolégica del Cerro del Villar: La cerimica fenicia en Occidente: centros de produccién ‘y comercio, Alicante 1999, pp. 41-68. TUMBA DE CAMARA DE LA NECROPOLIS FENICIA DE GIBRALFARO 159 Avset SeMMLER et alii 1995 = M’. E. ABET Sema- LER—G. MAass-LINDEMANN —J. A. MarTiN Rutz, La necrbpolis fenicia del cortijo de Montatiez (Gua- dathorce, Médlaga): Cuadernos de Arqueologia Me diterrdnea, 1 (1995), Pp. 257-238 Barone 1976 = R, BARONE, Anatomie comparée des ‘mammiferes domestiques, Paris 1976. BOESSNECK 1980 = J. BOESSNECK, Diferencias osteols ‘gicas entre las ongjas (ovis aries) y cabras (cabra hhircus): Ciencia en Arqueologia, México 1980, pp. 338-366, BROTHWELL 1981 = D. R. ROTHWELL, Desenterran- do huesos. La excavacién, tratamiento y estudio de restos del esqueleto humano, Madrid i981 Bursrra — UsetaKer 1994 = J. E. BuiKstRA ~ D. H, Usstaer, Standards for Data Collection from Human Skeletal Remains, Arkansas 1994 Campino — Vives 1981 = D. Camprtio ~ E. Vives, ‘Manual de Antropologia Biolégica para arqueélo- 190s, Barcelona 1081. CUNCHILLOS ~ ZAMORA 2000 = J. L. CuNCHILLOs ~ JA. Zamora, Gramatica fenicia elemental, Barce- Jona 2000* FernAnpEz 1980 = J. H. FERNANDEZ, El hipogeo de Can Pere Catala des Port (Sant Vicent de Sa Cala), Ibiza 1980. FERNANDEZ 1986 = J. H. FeRnAnpez, Necrépolis del Puig des Molins (Ibiza): nuevas perspectivas: G. pst OLMo - M*. E. Auset SemMteR (coords.), Los fenicios en la Peninsula Ibérica (= AuOr, 3 {1985)), Sabadell 1986 (1), pp. 149-175. Furnes EstaNo1. 1986 = M*. J. FuntEs EstaSor, Corpus de las inscripcionesfenicias, pinicas y neopt- nicas de Espaiia, Madrid 1986. (Gamer WALLERT 1978 = I. GameR-Wattert, Agyp- tische und dgyptisierende Funde von der Iberischen Halbinsel, Wiesbaden 1978. Gaacta 1994 = F. Gracia, Las copas de Castulo en la Peninsula Tbérica. Problemética y ensayo de clasifica- cidn: P. CaBrera ~ R. OLMos ~ E. SANMARTi (co- ords.), Iberos y griegos: lecturas desde diversidad. ‘Simposio Internacional celebrado en Ampurias, 3 al 5 de Abril de 1991 (= Huelva Arqueolégica, 13, 1 [1992)), Huelva 1994, pp. 175-200. GraN-AvMenicH 1991 = J. M.J. GRan-AYMERiCH, Le secteur du théétre au pied de U'Alcazaba: documen- tation archéologique: Malaga phénicienne et puni- que. Recherches franco-espagnoles 1981-1988, Paris 1991, PP. 57-92. Grant 1972 = A. Grant, The Use of Toothwear as 4 Guide to the Age of Domestic Ungulates: Ageing and Sexing Animal Bones from Archaeological Sites (= BAR, 109), London 1972, pp. 91-108. Greco 2000 = C. Greco, La necropoli punica di Solunto: Actas del IV Congreso Internacional de Estudios Fenicios y Pinicos, Cadiz 2000, pp. 1319- 1335. Hapsrasta, 1980 = K. H. Hansen, Die Alterbe- stimmung bei Haus- und Labortieren, Berlin 1980. Huertas Jiménez — MOLina Fajarpo 1986 = C. Huertas Jiménez —F, Mouina Fajaxno, Tipolo- ‘gia de la cerdmica deta necrépolis fenicio-piinica de ‘Puente de Noy en Almuiiécar (Granada): XIV Con- greso Nacional de Arqueologia, Zaragoza 1986, pp. 497-506. Jiménez FLORES 1996 = A. M. JIMENEZ FLORES, Ritual funerario y sociedad en las necrépolis fenicias de época arcaica de la Peninsula Ibérica, Ecija 1996. LamBoctia 1952 = N. Lampocuia, Per una classifica- zione preliminare della ceramica campana: Actes du F Congrés Intemational d'Etudes Ligures, Bordi- ghera 1952, pp. 139-206. Lavocar 1966 = R. Lavocar, Faunes et flores préhi- storiques de l'Europe occidentale: Atlas de Préhistoi- 1e, Ill, Paris 1966. Maass-LINDEMANN 1986 = G. Maass-LINDEMANN, Vasos fenicios de los siglos VIII-VI en Espatia. Su procedencia y posicién dentro del mundo fenicio occidental: G. pet Otmo ~ M*. E. AuseT SEMM- LER (coords.), Los fenicios en la Peninsula Ibérica (= AuOr, 3 (1985]), Sabadell 1986 (1), pp. 227-240. Manouvaier 1983 = L. Manouvein, La détermina- tion de la taille d’aprés les grands os des membres: ‘Mémoires de las Societé d’Anthropologie de Paris, 4 (1983), PP. 347-402. Mafia 1951 = J. M’. Maita, Sobre tipologia de dnforas piinicas: VI Congreso Arqueolégico del Sudeste Espaiiol, pp. 203-210. Marrix Rurz 1995 = J. A. Martin Ruz, Catdlogo documental de los fenicios en Andalucia, Sevilla 1995. Martin Ruiz ~ Pérez-Macumares Lanpa 2001 JA. Manin Ruiz ~ A. Pérez-Mazumeres Lan- pa, La necrépolis de Campos Eliseos (Gibralfaro, Malaga): Comercio y comerciantes en la Historia Antigua de Mélaga (siglo VII a.C. - aito 7 d.C.), Malaga 2001, pp. 299326. Mayorca MayorGa — RaMBia TORRALBO 199% |. Mayorca Mayorca - A. Ramsia TorRALBo, Memoria del sondeo arqueoligico realizado en El Ejido. Malaga: Anuario Arqueolégico de Andalucia 1994, Sevilla 1999, pp. 315-324. MoutNa Fajarvo 1984 = F. Mouina Fajarpo, La necrdpolis sur de Tharros: RStFen, 12. (1984), pp. 77-101. Paves ~ LAMBERT = L. Paces - C. LAMBERT, Atlas ostéologiques des mammiféres, Paris 1971 PayNe 1973 = S. PAYNE, Kill of Patterns in Sheep and Goats: the Mandibles fiom Asvan Kale: Anatolian Studies, 23 (1973), pp. 281303. PERDIGUERO LépEz 1994 = M. PerpiGuERO LépEz, 160 JUAN ANTONIO MARTIN RUIZ ET ALIL Un homo alfarero de época ibérica en Aratispi (Cau- che el Viejo, Antequera): Jdbega, 74 (1994), pp. 314. Perea Cavepa 1986 = A. Perea Cavepa, La orfebre- ria piinica de Cadiz: G. pL. OLMo ~ M°. E. AUBET ‘SeMMLER (coords.), Los fenicios en la Peninsula Ibérica (= AuOr, 3 [1985]}, Sabadell 1986 (1), pp. 295-322. PRUNEL ~ Frist 1986 = W. PRuNEL ~ H. J. Frist, ‘A Guide for the Distinction of Species, Sex and Body side in Bones of Sheep and Goat: Journal of Archae- ological Science, 13 (1986), pp. 567-577. RamOn Torres 1990-91 = J. RAMON Torres, Barrio industrial de la ciudad pimnica de Ibiza: el taller AE- 20: Cuadernos de Prehistoria y Arqueologia Castel- lonenses, 15 (1990-91), pp. 247-285, RAMON ToRRES 1995 = J. Ramon Torres, Las dn {oras fenicio-pinicas del Mediterraneo central y oc- cidental, Barcelona 1995. RaMos Sainz 1986 = M*. L. Ramos Sanz, Estudio sobre el ritual funerario en las necrépolis fenicias y piinicas de Ia Peninsula Ibérica, Madrid 1986. Ropnicurz DE BERLANGA 1995 = M. Ropricuez De BERLANGA, Catdlogo del Museo Loringiano (1903), Malaga 1995. Ruiz Mara 1987 = D. Rutz Mara, La formacién de la cultura turdetana a través del Castillo de Doita Blanca: Iberos. Actas de las I Jornadas sobre el ‘mundo ibérico, Jaén 1987, pp. 299-334, Scrap 1972 = E. Scummp, Atlas of Animal Bones. Tierknochatlas, London-New-York 1972. Scuupart ~ NiemevEr 1976 = H. Scuusart —H. G. Niemeyer, Trayamar. Los hipogeos fenicios y el asentamiento en la desembocadura del rio Algarrobo (= EAB, 90), Madrid 1976. ScuuBarT ~ Maass-LINDEMANN 1995 = H. ScHu- Bart — G. Maass-LinpeMann, La necrépolis de Jardin (Vélez-Mélaga, Mélaga): Cuadernos de Av- queologia Mediterrinea, 1 (1995), pp. 57- Sunver 1980 = I. A. Suwver, La determinacién de la edad de los animales domésticos: Ciencia en Arqueo- logia, México 1989, pp. 289-309. ‘Teypra Gaspar 1979 = A. Tayena Gaspa, Las tum- bas fenicias y piimicas del Mediterrinco occidental. Estudio tipolégico, Sevilla 1979. UBELAKER 1989 = D. H. Une1-aker, Human Skeletal Remains. Excavation, Analysis, Interpretation, Chicago 1989. VON DEN DRigscit 1976 = A. von DEN Drissci, A Guide Measurement of Animals Bones from Archa- cological Sites, Harvard 1976.

You might also like