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En el universo e imagen del mundo esbozado no hay ente que tenga el ser de
América, como tal, no existe, a pesar de que la masa de tierras no sumergidas a
la cual andando el tiempo acabará por concedérsele ese sentido y ser.
Colón vive y actúa en el ámbito de un mundo en que América era una posibilidad
futura, pero de la que él ni nadie tenía idea, pues el proyecto que Colón somete a
los reyes no se refiere a América (ni en ninguno de sus cuatro viajes).
Los viajes de Colón no podían ser “ viajes a América” porque la interpretación del
pasado no tiene efectos retroactivos. Afirmar lo contrario es despojar a la historia
de la luz con que ilumina su propio devenir, privando a sus hazañas de su propio
dramatismo.
No es difícil determinar por qué los reyes católicos toman la empresa de Colón en
desmedro de Portugal1, por un lado por la rivalidad existente entre ambos reinos
y por otro lado, el hallazgo del Cabo de Buena Esperanza.
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En este sentido la corona de castilla tiene poco que perder y muchísimo que ganar.
Las capitulaciones firmadas con Colón (1492) presentan la empresa como de
mera exploración oceánica, por lo que no se tiene por qué excluir el objetivo
asiático. En este sentido, la corona de España ve la oportunidad de ejercer un
acto de soberanía sobre las aguas del océano.2
A Colón no solo se le admira por la osadía, habilidad y tesón, sino también por el
inesperado desenlace, pues revela a un mundo atónito la existencia de un
inmenso e impredecible continente llamado América, pero ni Colón ni nadie
sabían de eso.
Cuando Colón avista tierra los días 11 y 12 de octubre de 1492 tuvo la certeza de
haber llegado a Asia o más bien a los litorales del extremo oriental de la Isla de la
Tierra, de donde vienen los servidores del gran Khan, buscando a Cipango para el
oro y piedras preciosas.
La codicia del navegante colmaba de riquezas nunca antes vistas (oro, piedras
preciosas, especias y otros productos naturales del más alto precio), pero la
desnudez de los pobladores y la ausencia de palacios y ciudades que debería
haber encontrado en nada conmueven su fe.
Colón no solo cree que había llegado al otro extremo de la Isla de la Tierra sino
que lo que averiguó fue interpretado por él como prueba empírica de esa
creencia, pues al no encontrar la opulencia buscada, renueva la esperanza de
encontrarla detrás del próximo cabo.
En este sentido podemos decir que el significado histórico y ontológico del viaje
de 1492 consiste en que se atribuyó a las tierras que encontró Colón el sentido
de pertenecer al orbis terrarum. Este es el punto de partida para ver de qué
2
La capitulación no consiste en modo expreso de la finalidad asiática del viaje, sino que
aparezca de modo expreso una declaración del señorío español por sobre el océano.
manera se va a pasar de un ser a otro, y en esto consiste lo que el autor
denomina como “la invención de América”.
La corona se preocupa de obtener por parte de la Santa Sede un título legal que
ampare todos sus derechos, asegurar jurídicamente el señorío sobre estas
tierras, pero como para obtener el título era forzoso precisar su objeto, la
cancillería española se ve obligada a pronunciarse sobre a quién verdaderamente
pertenecen estas tierras.
En efecto, las tierras halladas por Colón fueron oficialmente definidas a instancia
y sugerencia de la Corona, según la Bula Intercaetera de 1493, la que considera
como “islas y tierras firmes” a aquellas ubicadas en “las partes occidentales del
mar océano hacia los indios”. Cabe destacar que con esta fórmula no se deja
afuera la posibilidad de que las tierras a las cuales se refiere fuesen asiáticas,
pues falta por determinar lo que se entiende por “partes occidentales”.
Los teóricos no dan cabida a las afirmaciones de Colón, pues sus premisas son
cuestionables, discutibles, debido a que no presenta pruebas empíricas
suficientes que apoyen su posición. No es que se niegue que Colón haya logrado
establecer contacto con la parte extrema oriental de la Isla de la Tierra y que por
consiguiente haya aportado regiones asiáticas.
Pedro Mártir considera que Colón hace un “viaje feliz” no porque admita que
logró el extremo de la Isla de la Tierra sino porque de ese modo se empezaba a
tener conocimiento de esa área de la tierra, comprendida entre el Quersoneso
Áureo y España, tierras que han permanecido ocultas desde el principio de la
creación y que por este motivo llama el nuevo hemisferio. Estima que la creencia
de Colón es inaceptable porque la magnitud de la esfera parece indicar lo
contrario. A juicio de Pedro Mártir la distancia recorrida por Colón es insuficiente
para haber alcanzado el extremo oriental de la Isla de la Tierra. Conoce el dilema
existente acerca de la longitud del orbis terrarum y concede a Colón el hecho de
que pueda estar en lo cierto, por lo que en su obra DECADAS señala:
4. Las tierras encontradas por Colón bien podían ser las Antillas y tierras
adyacentes, es decir, un archipiélago atlántico que nada tenía que ver con
regiones asiáticas.
Pedro Mártir acuña la expresión de novus orbis, sostiene la idea de que se trata
de algo de que no se había tenido conocimiento antes, aludiendo al hemisferio
como un mundo, sin prejuzgar acerca si las tierras halladas formaban parte de un
orbis distinto al orbis terrarum, o si eran parte de éste.
a. La imagen que se tiene previamente del orbis terrarum, una isla cuya
longitud hace posible la hipótesis.
Lo decisivo es que se reconoce el litoral sur, que los naturales llaman “Tierra de
Cuba”, tierra que Colón en su viaje anterior había sospechado que se podía tratar
de tierra firme de Asia, por lo que no tarda en interpretar como indicio fehaciente
de la índole asiática de la tierra.
Colón hizo que todos los tripulantes de la armada declararan bajo juramento y so
pena de castigos que la costa que habían explorado no podía ser la de una isla
por su tamaño.
Las promesas de Colón resultan ser un falso señuelo, pues por ejemplo, la
existencia de oro cosechable como fruta madura requiere de esfuerzo y sudor en
minas. El clima suave se ve opacado por huracanes que provocan naufragios, y
los mansos pobladores eran malos para trabajar y cubrir tributos. Además se les
considera adoradores de satanás
Para el tercer viaje colombino (1498) Colón toma el proyecto de navegar hacia el
sur hasta alcanzar regiones ecuatoriales en derechura al poniente. Pretendía ver
si podía topar con las tierras que el rey de Portugal mencionaba, y por otro lado,
pretendía establecer contacto con los litorales de Asia y buscar el paso del
océano indico. Pero esto trae consigo una sorpresa desconcertante pues tras
alcanzar el paralelo 9 de latitud norte y recorrerlo aportó una isla densamente
poblada por gente de mejor “hechura”. Llega a la isla “La Trinidad”.
Lo que sorprende es que Colón no hubiese invocado en este lugar sus
conocimientos de la geografía de Marco Polo que vino a aumentar y corregir,
pues según él, sabía las nociones de Tolomeo.
El nuevo mundo intuido por Colón no era propiamente eso sino parte del mismo y
único mundo de siempre. Las ideas de Colón carecían de toda probabilidad de ser
aceptadas por dos razones decisivas:
2. La idea de separar las dos masas de tierra que obligaba a admitir un nuevo
mundo no era necesaria para explicar los hechos revelados hasta entonces
por la experiencia.
Las conjeturas de Colón en el sentido de que existía una gran masa de tierra que
penetraba el hemisferio austral quedo establecida fuera de duda. La posibilidad
de un paso marítimo al océano índico en el trecho aún inexplorado permanece
abierta, pues al contrario de lo pensado por Colón esa no era la única salida para
dar razón al paso al océano indico que había empleado Marco Polo a su regreso a
Europa.
Su flota zarpa desde Lisboa el año 1501 con destino a las regiones
subecuatoriales nuevamente halladas. En esta ocasión se quiere alcanzar el
extremo sur de la penetración más meridional de Asia, abriga la esperanza de
visitar en este viaje las regiones que había reconocido Alvarez Cabral en su
reciente navegación a la India.
En 1501 la armada portuguesa en que iba Vespucio alcanzó la costa del Brasil.
Persuadidos los navegantes de hallarse en regiones del litoral asiático inician la
exploración en las comarcas, las que caen bajo el señorío portugués.
Es lícito designar un nuevo mundo a los países que visitó durante el viaje por dos
razones:
2. Por opinión común el hemisferio sur solo estaba ocupado por el océano.
Vespucio concibe inequívocamente las tierras que exploró como una entidad
geográfica distinta del orbis terrarum. La verdadera novedad del caso radica en
que se trata de unas tierras australes habitables y de hecho, habitadas.
Colón pensó que había hallado una masa de tierra firme austral separa de la
masa de tierra firme septentrional no porque lo hubiese comprobado
empíricamente sino porque así lo exigía su idea previa acerca de que esta última
era el extremo oriental asiático de la isla de la tierra. concibe la existencia de un
nuevo mundo obligado por la exigencia de salvar la verdad de su hipótesis
anterior.
Vespucio pensó que había explorado los litorales de una masa de tierra firme
austral separada de la masa de la tierra firme septentrional porque lo comprueba
empíricamente, ya que era imposible seguir suponiendo que aquella masa fuera
parte de Asia, a pesar de que esta era su idea previa. A diferencia de Colón,
concibe la existencia de un mundo nuevo a pesar y en contra de su hipótesis
anterior, pues Vespucio supone que la masa de tierra firme que exploró no podía
ser asiática pero si existe una separación marítima entre las dos masas de tierra,
donde la masa meridional es una entidad geográfica distinta de la isla de la
tierra, por lo que resulta posible suponer lo mismo respecto de la masa
septentrional. Si no existiese esta separación marítima entonces sería necesario
admitir que ambas masas constituyen una entidad geográfica distinta de la isla
de la tierra.