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LA INVENCION DE AMERICA/EDMUNDO O´GORMAN

TERCERA PARTE: EL PROCESO DE LA INVENCION DE AMERICA

En el universo e imagen del mundo esbozado no hay ente que tenga el ser de
América, como tal, no existe, a pesar de que la masa de tierras no sumergidas a
la cual andando el tiempo acabará por concedérsele ese sentido y ser.

Colón vive y actúa en el ámbito de un mundo en que América era una posibilidad
futura, pero de la que él ni nadie tenía idea, pues el proyecto que Colón somete a
los reyes no se refiere a América (ni en ninguno de sus cuatro viajes).

Los viajes de Colón no podían ser “ viajes a América” porque la interpretación del
pasado no tiene efectos retroactivos. Afirmar lo contrario es despojar a la historia
de la luz con que ilumina su propio devenir, privando a sus hazañas de su propio
dramatismo.

La mayoría de los historiadores parten con una América a la vista ya constituida,


pero el autor parte de un vacío, donde América no existe.

El proyecto de Colón era el de atravesar el océano en dirección de occidente para


alcanzar desde España los litorales del extremo oriental de la Isla de la Tierra,
para poder unir a Europa con Asia.

La forma esférica de la tierra, afectaba al conjunto de las masas de agua y de


tierra, siendo la premisa fundamental: tratándose de un globo un viajero podía
llegar al oriente del orbis terrarum navegando hacia occidente, pero el problema
era averiguar si efectivamente el viaje era realizable dados los medios con que
se contaba, por lo que Colón aprovecha la indeterminación respecto al tamaño
del globo terráqueo y acerca de la longitud de la Isla de la Tierra, por lo que
acaba persuadiéndose que el globo era mucho más pequeño de lo aceptado y
que el orbis terrarum era mucho más largo de lo que se pensaba. En este
sentido, cuanto mayor fuese la longitud de la Isla de la Tierra y menor la
circunferencia del globo más breve sería el espacio oceánico que tendría que
salvarse.

Colón extremó tanto la pequeñez del globo en su afán de convencerse y de


convencer a los demás, siendo sus argumentos más perjudiciales que favorables,
pues para el hombre informado de la época lo único que merecía consideración
seria era la posible proximidad de las costas atlánticas entre Asia y Europa.

No es difícil determinar por qué los reyes católicos toman la empresa de Colón en
desmedro de Portugal1, por un lado por la rivalidad existente entre ambos reinos
y por otro lado, el hallazgo del Cabo de Buena Esperanza.

La empresa encuentra apoyo porque España puede obtener alguna o algunas de


las islas que la cartografía medieval ubicaba en el Atlántico y que nada tenían
que ver con el archipiélago adyacente a las costas de Asia.

1
En este sentido la corona de castilla tiene poco que perder y muchísimo que ganar.
Las capitulaciones firmadas con Colón (1492) presentan la empresa como de
mera exploración oceánica, por lo que no se tiene por qué excluir el objetivo
asiático. En este sentido, la corona de España ve la oportunidad de ejercer un
acto de soberanía sobre las aguas del océano.2

A Colón no solo se le admira por la osadía, habilidad y tesón, sino también por el
inesperado desenlace, pues revela a un mundo atónito la existencia de un
inmenso e impredecible continente llamado América, pero ni Colón ni nadie
sabían de eso.

Cuando Colón avista tierra los días 11 y 12 de octubre de 1492 tuvo la certeza de
haber llegado a Asia o más bien a los litorales del extremo oriental de la Isla de la
Tierra, de donde vienen los servidores del gran Khan, buscando a Cipango para el
oro y piedras preciosas.

Sin mayores pruebas, Colón se persuade de que ha llegado a Asia, pero lo


extraordinario no es que Colón se haya convencido de que estaba en Asia sino la
circunstancia de haber mantenido esta creencia durante toda la exploración a
pesar de que no pudo comprobar nada de lo que esperaba.

La codicia del navegante colmaba de riquezas nunca antes vistas (oro, piedras
preciosas, especias y otros productos naturales del más alto precio), pero la
desnudez de los pobladores y la ausencia de palacios y ciudades que debería
haber encontrado en nada conmueven su fe.

Colón no solo cree que había llegado al otro extremo de la Isla de la Tierra sino
que lo que averiguó fue interpretado por él como prueba empírica de esa
creencia, pues al no encontrar la opulencia buscada, renueva la esperanza de
encontrarla detrás del próximo cabo.

Conceptualmente el significado del viaje de exploración de 1492 no pasa de ser


una hipótesis, pues Colón piensa haber llegado a la Isla de la Tierra a priori, pues
Colón no da beneficio a la duda, a pesar de que no encuentra nada de lo que
esperaba ver. La suposición de Colón es de tal índole que le resultaba
invulnerable a los datos de la experiencia.

En lugar de estar dispuesto a modificar su opinión, de acuerdo con los datos


revelados por la experiencia, se ve constreñido a ajustar esos datos de un modo
favorable a aquella opinión arbitraria que fueron menester. Colón postula su
hipótesis ya no como una idea sino como una creencia, una creencia ciega. Por lo
que podemos pensar que frente a la actitud de Colón estamos frente a alguien
que no solo piensa que ha llegado al extremo oriental del orbis terrarum sino que
también lo cree firmemente.

En este sentido podemos decir que el significado histórico y ontológico del viaje
de 1492 consiste en que se atribuyó a las tierras que encontró Colón el sentido
de pertenecer al orbis terrarum. Este es el punto de partida para ver de qué

2
La capitulación no consiste en modo expreso de la finalidad asiática del viaje, sino que
aparezca de modo expreso una declaración del señorío español por sobre el océano.
manera se va a pasar de un ser a otro, y en esto consiste lo que el autor
denomina como “la invención de América”.

La actitud de la Corona está normada por un interés primordial: el de asegurar de


hecho y derecho los beneficios que pudiesen reportarle los hallazgos de Colón,
por lo que se preocupa de equipar y enviar una armada para organizar la colonia,
iniciar su explotación y proseguir las exploraciones. Lo que importa es que las
tierras halladas resulten provechosas.

La corona se preocupa de obtener por parte de la Santa Sede un título legal que
ampare todos sus derechos, asegurar jurídicamente el señorío sobre estas
tierras, pero como para obtener el título era forzoso precisar su objeto, la
cancillería española se ve obligada a pronunciarse sobre a quién verdaderamente
pertenecen estas tierras.

A primera vista no se advierte la dificultad, pues lo aconsejable sería respaldar la


creencia del almirante, de hecho, eso hacen los reyes en un primer entusiasmo,
como se advierte por las felicitaciones y la premura por enviarle de regreso,
reconociendo en Colón a su almirante, gobernador y virrey de las “islas que se
han descubierto en las Indias”, es decir, en Asia. Pronto se repara en el peligro de
que Colón podía estar equivocado, y en tal caso, un título amparando las
regiones asiáticas no protegería derechos sobre las tierras efectivamente
halladas.

En efecto, las tierras halladas por Colón fueron oficialmente definidas a instancia
y sugerencia de la Corona, según la Bula Intercaetera de 1493, la que considera
como “islas y tierras firmes” a aquellas ubicadas en “las partes occidentales del
mar océano hacia los indios”. Cabe destacar que con esta fórmula no se deja
afuera la posibilidad de que las tierras a las cuales se refiere fuesen asiáticas,
pues falta por determinar lo que se entiende por “partes occidentales”.

A esta exigencia responden la línea alejandrina de partición y luego las


negociaciones de Tordesillas, la célebre declaración contenida en la bula Dudum
siquidem en que se incluyen para España derechos sobre tierras insulares o
continentales en Asia.

Los teóricos no dan cabida a las afirmaciones de Colón, pues sus premisas son
cuestionables, discutibles, debido a que no presenta pruebas empíricas
suficientes que apoyen su posición. No es que se niegue que Colón haya logrado
establecer contacto con la parte extrema oriental de la Isla de la Tierra y que por
consiguiente haya aportado regiones asiáticas.

Pedro Mártir considera que Colón hace un “viaje feliz” no porque admita que
logró el extremo de la Isla de la Tierra sino porque de ese modo se empezaba a
tener conocimiento de esa área de la tierra, comprendida entre el Quersoneso
Áureo y España, tierras que han permanecido ocultas desde el principio de la
creación y que por este motivo llama el nuevo hemisferio. Estima que la creencia
de Colón es inaceptable porque la magnitud de la esfera parece indicar lo
contrario. A juicio de Pedro Mártir la distancia recorrida por Colón es insuficiente
para haber alcanzado el extremo oriental de la Isla de la Tierra. Conoce el dilema
existente acerca de la longitud del orbis terrarum y concede a Colón el hecho de
que pueda estar en lo cierto, por lo que en su obra DECADAS señala:

1. Aristóteles y Séneca eran autoridades a favor de la relativa cercanía entre


Asia y Europa

2. La presencia de papagayos en las tierras halladas es un indicio favorable


para la creencia del navegante.

3. Era desacertada su idea de que la isla Española (Santo Domingo y Haití)


eran el Ofir mencionado en la biblia.

4. Las tierras encontradas por Colón bien podían ser las Antillas y tierras
adyacentes, es decir, un archipiélago atlántico que nada tenía que ver con
regiones asiáticas.

Pedro Mártir acuña la expresión de novus orbis, sostiene la idea de que se trata
de algo de que no se había tenido conocimiento antes, aludiendo al hemisferio
como un mundo, sin prejuzgar acerca si las tierras halladas formaban parte de un
orbis distinto al orbis terrarum, o si eran parte de éste.

Si la hipótesis de Colón fue recibida con escepticismo, se aceptaron los


fundamentos en que se apoyaba:

a. La imagen que se tiene previamente del orbis terrarum, una isla cuya
longitud hace posible la hipótesis.

b. La supuesta excesiva longitud de la Isla de la Tierra no se impone como


una verdad indiscutible sino como una posibilidad, como una noción que
puede ser modificada de acuerdo a la experiencia, por lo tanto, sujeta a
prueba.

La prueba que se le pide a Colón, puede ser consecuencia de éxito o fracaso de


lo que está en juego, pues Colón ya ha regresado a España y se ha discutido su
hallazgo y sus opiniones. Está ad portas de emprender su segunda travesía y aún
no ha descubierto América, porque sencillamente, América no existe todavía.

Al respecto el escenario que se nos presenta es de una imagen estática y finita


de un universo que creado en perfección todo lo que hay en él existe de un modo
inalterable, donde el hombre es inquilino de una isla que no debiera existir,
donde prisionero vive en una condición de siervo temeroso y agradecido. Pero he
aquí un hombre que ha cruzado el océano, donde las tierras que halló no son sino
extremas regiones de esa misma isla que Dios en su bondad, le asigna al género
humano para su morada. No es casualidad que se de América el escenario como
el país de la libertad y del futuro, y el hombre americano como el nuevo Adán de
la cultura occidental.

Se requiere que Colón pruebe su creencia, mostrar que no se trata de un


archipiélago sino de una extensa masa de tierra correspondiente al litoral del
orbis terrarum, por lo que es necesario mostrar que los literales mostrados por
Colón responden a esta exigencia. Sin embargo, esto no es suficiente pues debe
existir un rasgo que identifique a la Isla de la Tierra o a los litorales de Asia,
localizar el paso marítimo que permitiera entrar al Océano Indico.

El segundo viaje colombino es el 25/09/1493, el que desde un punto de vista


político y mercantil, la expedición resulta un desengaño, pues Colón no pudo
cumplir lo que su imaginación espera, los indígenas no eran dóciles vasallos,
pues habían asesinado en masa a la guarnición cristiana que había dejado el
almirante en Navidad, y por otro lado, el oro no aparece en ninguna parte.
Cipango no aparece por ninguna parte, por lo que la expedición cae en
descrédito.

Lo decisivo es que se reconoce el litoral sur, que los naturales llaman “Tierra de
Cuba”, tierra que Colón en su viaje anterior había sospechado que se podía tratar
de tierra firme de Asia, por lo que no tarda en interpretar como indicio fehaciente
de la índole asiática de la tierra.

Colón hizo que todos los tripulantes de la armada declararan bajo juramento y so
pena de castigos que la costa que habían explorado no podía ser la de una isla
por su tamaño.

El regreso fue penoso, después de incontables peligros la flota surgió en Jamaica,


circunnavegó la isla y de allí pasó a la costa meridional de la Española. Al llegar a
su cabo más oriental Colón anuncia la intención de cruzar a la isla de San Juan.

Las promesas de Colón resultan ser un falso señuelo, pues por ejemplo, la
existencia de oro cosechable como fruta madura requiere de esfuerzo y sudor en
minas. El clima suave se ve opacado por huracanes que provocan naufragios, y
los mansos pobladores eran malos para trabajar y cubrir tributos. Además se les
considera adoradores de satanás

La exploración, explotación y colonización quedaron abiertas al mejor postor y a


la codicia de quien se sintiese tentado a probar fortuna.

Bernáldez queda convencido de que la Tierra de Cuba formaba parte de Asia


según los dichos de Colón, pero también existe la opinión contraria por parte de
Lucerna.

El segundo viaje de Colón tiene el sentido de ser un primer intento de aportar la


prueba que se requería para demostrar que había logrado establecer la conexión
entre Europa y Asia por la ruta de Occidente, pero esto fue un intento fracasado.

Para el tercer viaje colombino (1498) Colón toma el proyecto de navegar hacia el
sur hasta alcanzar regiones ecuatoriales en derechura al poniente. Pretendía ver
si podía topar con las tierras que el rey de Portugal mencionaba, y por otro lado,
pretendía establecer contacto con los litorales de Asia y buscar el paso del
océano indico. Pero esto trae consigo una sorpresa desconcertante pues tras
alcanzar el paralelo 9 de latitud norte y recorrerlo aportó una isla densamente
poblada por gente de mejor “hechura”. Llega a la isla “La Trinidad”.
Lo que sorprende es que Colón no hubiese invocado en este lugar sus
conocimientos de la geografía de Marco Polo que vino a aumentar y corregir,
pues según él, sabía las nociones de Tolomeo.

De acuerdo a la tesis de Colón, se podía explicar la existencia de la tierra recién


hallada, pero su argumento supone la continuidad de esos litorales de la isla de
Cuba, que el almirante concebía como las costas de Asia. Su tesis afirma la
unidad geográfica de toda la tierra no sumergida, o sea, la isla de la tierra, la que
ocupaba las seis séptimas partes de la superficie del globo, por lo que ya no
existiría donde supone Colón, el paso marítimo al océano índico, y toda su idea
de que en Cuba comenzaba la costa del Quersoneso Aureo se venía abajo porque
en lugar de esa península había esta nueva insulada tierra austral.

Pero esta idea para Colón ya no se trata de regiones pertenecientes a la isla de la


tierra sino uno de esos orbis alterius mencionados por los paganos, pero
rechazados por los padres de la iglesia y por las doctrinas escolásticas más
modernas. En estas tierras Colón piensa haber hallado el paraíso terrenal. El
motivo que obligaba a Colón a pensar que se trataba de una tierra firme de gran
extensión era la necesidad de explicar el golfo de agua dulce como resultado de
algún río que tendrá en él su desembocadura.

El nuevo mundo intuido por Colón no era propiamente eso sino parte del mismo y
único mundo de siempre. Las ideas de Colón carecían de toda probabilidad de ser
aceptadas por dos razones decisivas:

1. La teoría cosmográfica de Colón para justificar la existencia del paraíso


terrenal en las regiones recién halladas resulta un disparate científico.

2. La idea de separar las dos masas de tierra que obligaba a admitir un nuevo
mundo no era necesaria para explicar los hechos revelados hasta entonces
por la experiencia.

El conjunto de exploraciones de Colón revela la existencia del enorme litoral


que es hoy la costa atlántica septentrional de América del Sur, desde el golfo
de Darién hasta el cabo extremo oriental de Brasil. Los nuevos hallazgos no se
prolongaron más allá de estos extremos, no se establece una continuidad y
conexión de esas costas con las de la tierra septentrional reconocida.

Las conjeturas de Colón en el sentido de que existía una gran masa de tierra que
penetraba el hemisferio austral quedo establecida fuera de duda. La posibilidad
de un paso marítimo al océano índico en el trecho aún inexplorado permanece
abierta, pues al contrario de lo pensado por Colón esa no era la única salida para
dar razón al paso al océano indico que había empleado Marco Polo a su regreso a
Europa.

LA FIGURA DE AMERICO VESPUCIO

Su flota zarpa desde Lisboa el año 1501 con destino a las regiones
subecuatoriales nuevamente halladas. En esta ocasión se quiere alcanzar el
extremo sur de la penetración más meridional de Asia, abriga la esperanza de
visitar en este viaje las regiones que había reconocido Alvarez Cabral en su
reciente navegación a la India.

El propósito del viaje de Vespucio consiste en navegar hacia las costas


subecuatoriales reconocidas durante la exploración que hizo al mando de Ojeda,
mismas que consideraba ser costas asiáticas. Logrado este objetivo pretendía
proseguir con el viaje costero en busca del lugar donde pudiera pasar al océano
indico, localizado este paso, deseaba continuar la navegación en demanda de la
India, y en el límite, llegar hasta Lisboa por la vía del cabo de Buena Esperanza,
completando por primera vez la circunnavegación al globo.

En 1501 la armada portuguesa en que iba Vespucio alcanzó la costa del Brasil.
Persuadidos los navegantes de hallarse en regiones del litoral asiático inician la
exploración en las comarcas, las que caen bajo el señorío portugués.

Sin embargo, la exploración pierde su carácter oficial, a manera que toma un


carácter de viaje de transito. Lo importante es que no hallaron el tan deseado
paso, pero se averigua que aquella costa se prolongaba sin término hasta las
regiones tempestuosas vecinas al círculo antártico.

El pensamiento de Colón en su último y cuarto viaje establece en su lettera


rarissima que deja de buscar el paso de mar al océano índico, motivo principal
del viaje. Deja de lado la noción de haber encontrado el paraíso terrenal, pues
para Colón todo pertenece al continente asiático.

Vespucio con el motivo de la inesperada comprobación de que la tierra firme que


había explorado se prolongaba hacia el polo antártico, señala que estas tierras
no pueden ser parte del litoral asiático porque de lo contrario, no se podía dar
cuenta del acceso marítimo empleado por Marco Polo para pasar al océano
índico, solo se trataba de una tierra firme separada por el mar del orbis terrarum.

Es lícito designar un nuevo mundo a los países que visitó durante el viaje por dos
razones:

1. Nadie supo antes que existían

2. Por opinión común el hemisferio sur solo estaba ocupado por el océano.

Vespucio concibe inequívocamente las tierras que exploró como una entidad
geográfica distinta del orbis terrarum. La verdadera novedad del caso radica en
que se trata de unas tierras australes habitables y de hecho, habitadas.

Colón pensó que había hallado una masa de tierra firme austral separa de la
masa de tierra firme septentrional no porque lo hubiese comprobado
empíricamente sino porque así lo exigía su idea previa acerca de que esta última
era el extremo oriental asiático de la isla de la tierra. concibe la existencia de un
nuevo mundo obligado por la exigencia de salvar la verdad de su hipótesis
anterior.

Vespucio pensó que había explorado los litorales de una masa de tierra firme
austral separada de la masa de la tierra firme septentrional porque lo comprueba
empíricamente, ya que era imposible seguir suponiendo que aquella masa fuera
parte de Asia, a pesar de que esta era su idea previa. A diferencia de Colón,
concibe la existencia de un mundo nuevo a pesar y en contra de su hipótesis
anterior, pues Vespucio supone que la masa de tierra firme que exploró no podía
ser asiática pero si existe una separación marítima entre las dos masas de tierra,
donde la masa meridional es una entidad geográfica distinta de la isla de la
tierra, por lo que resulta posible suponer lo mismo respecto de la masa
septentrional. Si no existiese esta separación marítima entonces sería necesario
admitir que ambas masas constituyen una entidad geográfica distinta de la isla
de la tierra.

A fin de cuentas, la exploración realizada por Vespucio logra convertirse en la


instancia empírica que abre la posibilidad de explicar las tierras que se habían
hallado en el océano de un modo distinto del obligado por el planteamiento
inicial.

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