Thompson

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e * Tee 7 x ¢ | HK ER. THOUPIN: le Hrimacin Be be dok olncia on Swloteng, Parana, Chie, 18). PREFACIO Pone en el mismio nos distintos. Aqui habia sastrés y all las clases trabajadoras. ; Por clase, entiendo un fenémeno hist6rico que unifica una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados, tanto por lo que se re- flere a la materia prima de la experiencia, como a la conciencia. Y su- brayo que se trata de un fendmeno histérico, No veo la sestructurasy ni siquiera como una «categoriae, sino como al zado puede darnos no nos puede dar una de la deferencia o del am tar siempre encarnada en gente real y en un contexto real. Ademds, no podemios tener dos clases distintas, cada una con una existe ‘pendiente, y luego ponerlas en relaciOn la una con Ja otra. No podemos tener amor sin amantes, ni/deferencia sin squires ni braceros. Y Ia clase XIV LA FORMACION DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA, cobra existencia cuando algunos hombres, de resultas de sus experien- cias comunes (heredadas o compartidas), sienten y aticuan lw identi dad de sus intereses a la ver comunes a ellos mismos y frente a otros hombres cuyos intreses son distntos (y habitualmente opuestos a) los suyos. La experiencia de clase estéampliamente determinada por las relaciones de producciéa en las que los hombres nacen, 0 en las que entran de manera involuaiatia. La conciencia de clase es la forma en Ue ae expresan estas experiencis en vérmings eulturales: encarnadas en traiciones, sistemas de valores, ideas y formas i i bien la experiencia aparece como algo determinado, late fo Io esté, Podemos ver tna cieraldgica en las respuestas de ge 0s lborales similares que tienen experiencigs similares, pero no po. demos formular ninguna ley.-La concieicia de clase surge del mismo ido que Marx le dig en sus pro- Dios escrites de tipo histéxico, aunque el error vicia muchos de los re- Cientes escritos emarxistasy. Se supone que .” El problema re- cul es la mejor forma de que a sellas se la pueda demos'pensar de este modo. «Ella» no existe, ni para tener un interés ‘0 una conciencia ideal, ni para yacer como paciente en la mesa de ope raciones del ajustadar. Ni podemos poner las cosas boca abajo como hha hecho un autor que (en un estudio sobre la clase, que manifiesta una preocupacién obsesiva por la metodologia hasta el punto de excluir del in de clase real en_un contexto histérico real) Las clases se basan en las diferencias de poder legitimo asociado a certs posiciones, es decir, en la estructura de papeles sociales con res- ecto a sus expectativas de autoridad .., Un individuo se convierte en miembro de una clase cuando juega un papel social relevante desde el punto de vista de la autoridad ... Pertenece a porque ocupa una posicida en una organizaciGn social; es decir, 1a pertenencia de clase se ideriva de la pogesisn de’ un papeT socal El problen es, por supuesto; como exe navi ley a tener exe Foci y como i organizacin sci! determinaa (con sus de st idad) Hegé a exi Yes- tos son problemas histrics, $i detenemo la historia en un punto de- termina, entones no hay cles sino simplemente una muliud de individuos con una multitud de experiencias, Pero si oBservamos a esos ‘hombres a lo largo de-un periodo suficiente de cambio social, obser- varemos pat cagiones, sus ideas y us insituciones. La clase Ja definen los hombres mientras viven sa propia i alo, esta es su nica definiidn, XVI___LA FORMACION DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA Si he mostrado,una comprensién insuficiente de las preocupaciones. ‘metodoldgicas de ciertos socidlogos, espero sin embargo que este libro sea considerado como una contribuci6n a Ja comprensidn de la clase, Porque estoy convencido ce que no podemos|comprender la clase @ me- fos que la Yeamos como una formacién social y cultural que surge de procesos que sGlo pueden estudiarse mientras se resuelven por si mis mos 2 lo largo de un perfodo hist6rico considerable. En los: afios que van entre 1780 y 1832, la mayor parte dela poblacisn trabajadora i ‘glesa lleg6 a sentir una identidad de intereses comin a ella misma y frente a sus gobcrnantes y patronos. Esta clase gobernante estaba muy dividida, y de hecho s6lo gané cohesion a lo largo de los mismos aftos Porgue se superaron ciertos antagonismos (o, perdieron su importanci ‘elativa) frente a una clase obrera insurgente. De modo que en 1832 la presencia de Ia clase obrera era el factor ms significative de la vida politiea britanica, El libro esta escrito del siguiente modo. /En'la Primera parte estu- dio las tradiciones populares con.continuidad en el siglo xvi, que tu- vieron influencia en In agitaci6n jacobina de la década de 1790. En la Segunda parte paso de las influencias subjetivas a las objetivas: las ex- petiencias de grupos de obreros durante la Revolucién industrial, que ‘en mi opinidn tienen una significacién especial. También intento hacer luna estimacién del caracter de la nucva disciplina del trabajo industrial, y la pelacién que la iglesia metodista puede tener con aguélla. En la Tercera parte, recojo la historia del radicalismo plebeyo y Ia lleva a ira- vyés del ludismo hasta la época heroica del final de las guerras napoled- nicas, Al final, rato algunos aspectos de teorfa politica y de la concien- |” cia de clase en las décadas de 1820 y 1830, Esta obra es més un conjunto de estudios sobre temas relacionados, {que una narraci6n contiomada. Al seleccionar estos temas he sido cons. ciente, a veces, de que escribfa contra In antoridad de ortodoxias pre- dominantes. Estd la ortodoxia fabiana, en la que se considera a la pean mayorfa de la poblacién obrera como victimas pasivas del laissez fai- ve, con la excepcicn de un puiiado de organizadores clarividentes (se- fialadamente, Francis Place). Esté la ortodoxia de los historiadores de 4a economia empirica, en la que se considera a los obreros como fuer- a de trabajo, como inmigrantes o como datos de las series estadisti- cas, Bsti la ortodoxia del «Pilgrim's Progress», sepin la cual el persodo estd salteado por los pioneros-precursores del Welfare State, los pro- enitores de una Commonwealth socialista, o (ands reciencemente) 10s PREFACIO xv . primeros ejemplares de las relaciones industriales racionales. Cada und de estas oriodoxias tieie cierta validez. Todas han afiadido algo & nues tro eohocimiento. Mi desacuerdo con la primera y la segunda se debe due tienden a oscurever la acciéin de los ebreros, el grado en que con-, tribuyéron con esfuerzos conscientes a hacer |a historia. Mi desacuer- do con la tervera es que interpreta Ia historia bajo la luz de las preo- cupaciones posteriores y no como de hecho ocurrieron. Sélo se recuerda a los victoriosos (en el sentido de aquellos cuyas aspiraciones ‘anticipaban la evolucién subsiguiente). Las vias muiertas, las eausas per- didas y los propios perdedores se olvidan ‘Trato de rescatar al pobre tejedor de medias, al tundidor ludita, al sobsoleto» tejedor’en telar manual, al artesano «utSpico», e incluso al iluso seguidor de Joanna Southeott, de la enorme prepotencia de la pos- teridad. Es posible que sus oficios artesanales sus tradiciones estu- viesen muriendo. Bs posible que, su hostilidad hacia cl nueva industria lismo fuese retrégrada. Es posible que sus ideales comunitarios fuesen fantasias. Es posible que sus conspiraciones insurreccionales fugsen te- ‘merarias. Pero ellos vivieron en aquellos tiempos de agudos trastornas, sociales, y nosotros s10. Sus aspiraciones eran vilidas en términos de su propia experiencia; y, si!fueroi victimas de la historia, siguen, al condenatse sus propias vidas, siendo victiraas Nuestro tinico criterio no deberia scr si las acciones de un hombre estén 0 no justificadas a Iu luz’ de Ia evolucién posterior, Al fin y al cabo, nosotros mismos no estamos al final de la evolucién social. En algunas de las causas|perdidus de las gentes de 1a Revolucién industrial podemos descubrir percepciones de males sociales que tenemos toda- via que sanar. Ademés, la mayor parte del mundo esté todavia hoy su- friendo problemas de. industrializaciin y de formacién de instituciones democriticas, andlogas en muchas formas a nuestra propia experien- cia durante la Revolucidn industrial. Todavia se podrfan ganar, en Asia © en Africa, causas que se perdieron en Inglaterra, Finalmente una nota de disculpa para los lectores escoceses y ga- leses. He omitido estas historias, no por chauvinismo, sino por respe: to, Precisamente porque 1a clase es una formacién tanto cultural como cconsmica, he sido cauteloso en| cuanto a generalizar més alld de la ex “periencia inglesa. (He tomado en consideracién a los irlandeses, no en Trlanda, sino como inmigrantes en Inglaterra.) La historia de Escocia, en particular, es tan terrible y atormentada como Ia nuestra, La agita- clon jacobina en Escocia. fue. mAs intensa y mds heraiga. Pero la his- XVIIL LA HORMACION DE LA CLASE OBRERA EN INGLATERRA. toria escocesa es sensiblemente diferent, El calvinismo no era lo iis- mo qué el metodismo, aunque es dificil decir cusl era peor a pricipios del siglo xXx. En Inglaterra no ten{amos un campesinado comparable Jos eiigzantes de las Highlands y la cultura poplar era muy distin~ ta, Es posible, al menos hasta la década de:1820, considerar como algo dlstinto las expetiencias inglesay escocesa, puesto que los vineulos Ge tipo sindical y politica eran pasajeros e inmaduros. Tite libro se escribis en el Yorkshire, y a veves est ilustrado con fuentes det West Riding, Mis més efusivos agradecimientos son para Ja Universidad de Leeds y para el profesor S.G. Raybould por pera tirme, hace algunos afos, iniciar la inyestigacién que ha dado lugar a este libro; y alos administrudores de Leverhime por ln concesién de hina beca de investigacién que me ha permitido completa el trabaio. También he aprendido mucho de-los que participaban en mis clases re- ducidas, con quienes he discutido muchos de os temas que aqui se tra- tan. También merecen mis agradecimientos los autores que me han per mitido citar fuentes manuseritas.y con derechos de autor; los agradecimientos partieulares se encuentran al final de la primera edi-_ én del libro. ‘Tengo que dar tambign las gracias a muchos otros. Christopher Hill, el profesor Asa Briggs y Joha Saville criticaron partes de libro cuan- do an era un borrador, aunque no son responsables en modo alguno de mis opiniones, R.W. Harris mostré una gran paciencia editorial eutando el libro sobrepasé el limite de péginas de la coleccién para la que habfa sido encargado en un primer momento. Perry Anderson, De- (fis Ba, Richard Cob, Henry Collins, Derik Crossley, Tim Eight el doctor E,P. Hennock, Rex Russell, el doctor John Rex, el doctor E. Sigsworth y H.O.B. Swift me han ayudado en diferentes aspectos..Y tainbién tengo que dar las gracias a Dorothy Thompson, historiadora con quien estoy relacionade por el accidente del matrimonio, He dis~ cutido cada uno de los capftulos con ella, y he estado cn situacién in- ‘mejorable para tomar prestadas no s6lo sus ideas, sind material de sus ‘cuadernos de notas. Su colaboracién no se encuentra en este 0 aquel as- pecto particular, sino en la forma-en que se-ha enfocado todo el problema, Halifax, agosto de 1963, PREFACIO A LA EDICION DE 1980 Cuando Vietor Gollancz Luby yo firmamos tn contrato, en agosto de 1959, era para'tealizar un libro sobre Ia «Politica de la clase ebre- a, 1790-1921», que iba a tenet waproximattimente 60.000 palabras de extensidn». Este es, supongo, el primer capitulo de aque! libro, y es toy agradecido a los editores porque recibieron mi voluminoso y desa- Iijado manuscrito con buen humor y de forma alentadora. Si miro ha- cia atrés me quedo’ perpiejo al darme cuenta’ de cuindo y como se escribid este libro, puesto que eit 10s atios 1959-1962 estaba también profundamente implicado en el trabajo de Ia primera Nueva Izquicrda, la Campana en favor del Desarme Nuclear, ctoctera. Eseribir esta obra sélo fue posible porque alguna paste de la investigacién se habia ya rea- lizado durante los diez afos anteriores, mientras trabajeba dando cla- ses particulares a grupos feducidos de alumnos en el West Riding Sin uda, la discusion y 1a actividad politica practica de diversos tipos me estimularon a enfocar los problemas de conciencia politica y de orga- nizacién, de cierta forma. ‘Muchos lectores-han observado que e] libro esté estructurado en una critica de goble vertiente: por un lado, de las ortodoxias positivistas que fentonces dominaban en las escuelas de historia econdmica més conser- ‘vadoras: ortodoxias que tltimamente se venden bajo el nombre de steo- ria de la modernizacién; por el.otro, de una cierta ortodoxia «marxistan (cuya influencia disminuia por aquel entonces en este pats), que cref {que Ja clase obrera era In creaci6n, més o menos espontdnes, de las nuevas fuerzas productivas y felaciones de produccién, Algunos eriti~ cos pertenecientes a la primera opinidn consideraron que el libro era escandaloso, ¢ hice una réplica a algunas de sus erticas en un’pastscrip- tum a lo edicidn de-Pelican de 1968 (reimpresa aqui), no porque pie |se que mi libro debe estar fuera del alcance de la critica, sine porque

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