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y juego global
Estereotipos nacionales Por Exequiel Klopman Maestría en Creación y
en las mascotas de Seminario Ciudad y Comunicación Cultural
los Juegos Olímpicos, Cultura Contemporánea Fundación Walter Benjamin
1980-2008 Profesora Alicia Entel Universidad CAECE
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Por Exequiel Klopman Maestría en Creación y
Seminario Ciudad y Cultura Comunicación Cultural
Contemporánea Fundación Walter Benjamin
Profesora Alicia Entel Universidad CAECE
I. Introducción 1
V. Conclusiones 10
Bibliografía y referencias 11
Documentación visual 12
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Identidad nacional y juego global
Estereotipos nacionales en las mascotas
de los Juegos Olímpicos, 1980-2008
I. Introducción
Sotades venció en la carrera de larga distancia y se proclamó Cretense, como en verdad era.
Pero en el siguiente Festival fue sobornado para reclamar su premio en nombre de la ciudad de Éfeso.
Por este acto fue desterrado de Creta.
Pausanias, Descripción de Grecia.
Elegimos los grandes eventos deportivos internacionales como objeto de análisis cultural bajo
dos influencias principales: el recientemente finalizado Mundial 2010 de la FIFA en Sudáfri-
ca, y la lectura simultánea del libro La Modernidad Desbordada del indio Arjun Appadurai, que
señala varios puntos de entrada al tema de las identidades nacionales en el contexto de la
migración global de las personas y las imágenes reflejada en el paisaje complejo y dislocado,
que construyen los medios de comunicación masiva.
Mientras absorbíamos estas ideas era imposible no alternar por un lado el goce del espectácu-
lo de la competencia deportiva, presentado como un acontecimiento épico, con la reflexión
sobre las múltiples puestas en juego de la imaginación para representar las identidades na-
cionales por parte no sólo de las instituciones organizadoras y participantes sino sobre todo
de los fans del deporte de todos los continentes, reunidos durante 4 semanas en las calles y los
estadios –en este caso de Sudáfrica– y frente a las pantallas de TV en todo el planeta.
Con nuestra atención recorriendo una constelación aún demasiado amplia de conceptos –in-
cluyendo el espectáculo globalizado como grado máximo de la industria cultural, la iden-
tidad nacional y la corporativa, la geopolítica y el diseño– el primer estímulo del Mundial
de Fútbol nos condujo a su hermano mayor y de algún modo más legítimo en tanto preten-
de representar de modo más fiel la herencia del ancestro cultural común: nos referimos al
Movimiento Olímpico moderno.
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Las Olimpíadas son los eventos cuatrienales organizados por el Comité Olímpico Internacio-
nal (COI); y en un nivel similar a los Mundiales de fútbol son industrias culturales globales
que generan una enorme circulación simbólica y material a través del turismo, las licencias
de transmisión televisiva, el esponsoreo, la publicidad y el merchandising. Todo esto corre
en paralelo, como veremos más adelante, con el habitual uso político del imaginario olím-
pico, como una competencia ideológica entre distintos actores políticos (Estados, ONGs) en
simultáneo con la competencia deportiva en sí misma. Cada deportista o equipo participante
compite identificado con la federación de un país, que a su vez está afiliada y sigue las normas
de la corporación internacional según la Carta Olímpica que regula también a los eventos y
los comités organizativos: una estructura con ejes globales y locales, permanentes y coyuntu-
rales, rica para el análisis institucional.
En busca de objetos específicos, visibles y acotados para delimitar un corpus visual elegimos
a las mascotas. Las mascotas representando a equipos o competencias son un objeto habitual
en varios deportes, y en el caso de los eventos deportivos internacionales son productos de
diseño que funcionan como personificaciones nacionales; es decir que condensan en uno o
varios personajes, ciertos rasgos estereotipados de la identidad del país anfitrión. Este recur-
so también forma parte central de la comunicación oficial del evento, en animaciones para la
difusión televisiva y la producción de merchandising; que a través de licencias de reproduc-
ción son una fuente importante de ingresos económicos para la organización.
Este es sólo un ejemplo entre muchos de cómo un evento deportivo internacional puede ser
hoy, con ayuda de los medios de comunicación, el escenario de estrategias discursivas comple-
jas y enfrentadas. Esto contrasta con el espíritu olímpico de la antigüedad, de paz y desnudez,
que los griegos sentían brotar de una fuente mítica. Vamos a profundizar en la historia de
uno de los dos eventos deportivos internacionales más importantes de la actualidad.
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Un antiguo festival sagrado
Este panhelenismo se puede ver como una forma incipiente de internacionalismo: los juegos
sólo estaban abiertos a ciudadanos griegos, pero estos llegaban de todas las polis y de colonias
a lo largo del Mar Mediterráneo. A pesar de este énfasis en lo individual, de la tregua olím-
pica y del valor asignado a la gloria deportiva en sí misma, la política y el comercio estaban
siempre presentes. La 104a Olimpíada fue presidida por los Arcadios y los Pisatanos; cuando
los Eleanos reconquistaron Olimpia declararon nulos los juegos previos. Hay también registro
de atletas sobornados para reclamar su victoria en nombre de una polis distinta de la suya
natal, de la que a su vez eran desterrados.
Además de la excelencia atlética, los festivales olímpicos proveían una ocasíon a los griegos
para producir logros duraderos en la arquitectura, las matemáticas, la escultura y la poesía. 3
Un hiato de 15 siglos nos lleva a la segunda etapa histórica de este evento cultural: los Juegos
Olímpicos modernos (desde 1896). Es importante retomar esta línea histórica a partir de la
figura del promotor de este revival: el parisino Pierre Frédy, Baron de Coubertin (1863-1937).
Este pedagogo e historiador de origen aristocrático y formación jesuita tuvo a la educación
como preocupación fundamental, en particular el rol de la actividad física en la escolaridad.
Luego de recorrer escuelas de Inglaterra donde el rugby era el deporte principal, escribió que
“el deporte organizado puede crear moral y fuerza social”. Como historiador idealizaba los valores
de la Grecia clásica, viendo un valor en el hecho de que las antiguas olimpíadas alentaban
la competencia entre atletas y artistas amateurs y no profesionales (si bien los antiguos com-
petidores griegos eran premiados económicamente por sus polis de origen). También veía la
antigua práctica de la tregua sagrada en torno al deporte como un elemento potencialmente
promotor de la paz en la era moderna, apoyado en lo que Coubertin entendía como la tenden-
cia de la competencia atlética a propiciar el entendimiento entre las culturas.4
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También son creación de De Coubertin los símbolos olímpicos como los 5 aros entrelazados
representando los cinco continentes (p. 13), y la frase “más alto, más rápido, más fuerte”. No así
la antorcha olímpica, ideada por el alemán Carl Diem para los Juegos Olímpicos de Berlín de
1936 con el gobierno nazi como anfitrión.
Un dato significativo es que hacia principios del siglo XX el olimpismo se consideraba una
competencia aristocrática de atletas amateurs, capaces de autofinanciar su participación.
La aparición de atletas del bloque comunista, esponsoreados estatalmente, ayudó a volver
obsoleto el paradigma elitista original. 6 El mismo proceso explica que hacia mediados de la
década del 20 se haya dado la última participación de un deportista sin afiliación con ningu-
na delegación nacional. Aún así el Comité Olímpico Internacional tiene standards más laxos
en la validación de representaciones nacionales que la mayoría de los otros juegos interna-
cionales, ya que permite la formación de Comités y delegaciones olímpicas en territorios que
legalmente forman parte de otros países, como Puerto Rico, Bermuda o Hong Kong. 5 A través
de 29 ediciones, las Olimpíadas han crecido de una participación de 241 atletas de 14 países en
1896 en Atenas a 10.500 de 204 países en 2008 en Beijing.
Desde 1972, un recambio en la dirigencia del COI ha llevado a una apertura del Movimiento
Olímpico a la televisación y el esponsoreo. La membresía en el Programa Olímpico, que desa-
rrolló la “marca olímpica”, permite a las corporaciones tener prioridad para asociar su ima-
gen a la de los Juegos y cuesta 50.000.000 de dólares anuales. 7 La difusión de los medios de
comunicación ha llevado la audiencia global de las recientes ediciones a los miles de millones
de televidentes.
El Comité Olímpico Internacional es hoy una corporación con sede en Lausanne, Suiza, que
incluye como miembros a los 205 Comités olímpicos nacionales. El COI está a cargo de liderar
la organización de los Juegos cada 4 años, es dueño de los derechos de uso de los símbolos olím-
picos, y actualiza y publica la Carta Olímpica, el documento constitucional del Movimiento. 8
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Más adelante, Williams distingue tres aspectos dentro de cualquier proceso cultural que per-
miten comprender los procesos de interconexión de significados, valores y prácticas y el ma-
terial sobre el que operan; los denomina tradiciones, instituciones y formaciones 11. Aplicare-
mos más adelante estos conceptos al análisis de nuestro objeto.
Analizando un espectáculo deportivo global protagonizado por atletas representando los co-
lores de instituciones internacionales, que compiten en el campo y también en los medios de
comunicación, nuestro punto de vista también requiere un nivel de análisis sobre las estra-
tegias discursivas de estas instituciones en los vectores de la Identidad, la Cultura, la Acción,
la Comunicación y la Imagen. En Imagen Corporativa en el siglo XXI 12 Joan Costa describe a la
empresa como una de las células de una red enorme en el mundo de los valores emergentes. A medida que
varias corporaciones ofrecen distintas cantidades de lo mismo, el cómo la empresa hace lo que
hace es más importante que lo que la empresa hace. La noción de identidad corporativa se ha
afirmado en tanto que la estrategia de la diferenciación por excelencia. 13
Completando el marco teórico, encontramos un tercer lente importante para analizar el Mo-
vimiento Olímpico desde lo cultural, en sus paisajes ideológicos y mediáticos, como trabajo de
la imaginación, e incluso como una diáspora de identidades nacionales en una escala reduci-
da en tiempo y espacio.
En su libro la Modernidad Dislocada 15, Arjun Appadurai describe el fenómeno del ahora global,
el momento moderno caracterizado por un quiebre profundo entre el pasado y el presente,
observado en los medios de comunicación y los movimientos migratorios como los ángulos
principales donde se produce un trabajo de la imaginación que es un elemento fundamental
de la subjetividad moderna. El diálogo entre el ritual y la imaginación, a través de los medios
electrónicos de comunicación, se apropia de la cultura de masas. 16
Appadurai señala la diferencia entre la noción esencialista de “la cultura” como sustantivo,
que parece privilegiar las ideas del estar de acuerdo, estar unidos y de lo compartido por todos, y la
otra propiedad, contrastiva por sobre la sustantiva, en el sentido adjetivo de “lo cultural”;
una dimensión de los fenómenos donde la atención se dirige a la diferencia que resulta de
haberse corporizado en un lugar y una situación determinados. Esto lleva al problema de la
tensión entre la homogeneización y la heterogeneización cultural, tensión que produce fe-
nómenos políticos complejos. Como marco de partida para explorarlos se sugiere un corte en
distintos planos: los paisajes, llamados así por su forma irregular y fluida. De estos paisajes nos
importan en particular los mediáticos y los ideológicos.
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Los paisajes mediáticos, circulando con un alcance y una velocidad que se multiplican gracias
a la tecnología de la comunicación electrónica, proveen un complejo y enorme repertorio de
imágenes, narraciones y paisajes étnicos a espectadores de todo el mundo; y mezclan así los
mundos de las mercancías culturales, las noticias y la política.
Los paisajes ideológicos también consisten en secuencias complejas de imágenes, en este caso
con mensajes directamente políticos y que frecuentemente tienen que ver con las ideologías
de los Estados y las contraideologías de los movimientos orientados a disputar todo o alguna
parte del poder de los Estados. En este paisaje suele predominar una visión del mundo ilus-
trada, basada en términos sancionados por su valor positivo como la libertad, la igualdad y el
ubicuo término democracia.
Estos flujos culturales no son sólo de información sino también de personas, a través de los
grandes y pequeños fenómenos migratorios. Las diásporas y los fenómenos de desterritoriali-
zación, sumadas al mensaje de apertura en los medios de comunicación, ejercen una presión
sobre los Estados a mantenerse abiertos de alguna manera para seguir el ritmo del consumo
de mercancías y espectáculos. Pero a su vez los deseos que motivan estos consumos pueden
chocar con el interés del Estado que puede ver amenazado su control sobre las ideas de lo
nacional y lo popular. 17
En este marco teórico hemos definido conceptos como cultura y civilización, instituciones,
tradición y formaciones, identidad corporativa, y flujos culturales globales. A continuación
aplicaremos este marco al análisis de nuestro tema.
Ahora bien, para establecer efectivamente esta tradición es necesaria una institución: una
estructura formal que incorpora estos significados y valores dentro de un proceso social to-
6
tal. Este rol corresponde al COI, una organización que se encarga de confirmar y reforzar
los significados y valores del olimpismo y asegurar y supervisar la realización periódica de
sus actividades. El COI se presenta como líder del Movimiento Olímpico Internacional. Este
Movimiento se puede clasificar según la tríada de Williams, como la formación del olimpismo:
denomina a todo aquello que sostiene y se rige por el ideal olímpico, incluyendo atletas, fede-
raciones, comités locales, aunque el Movimiento en sí no tiene una entidad formal (p. 12).
Según Joan Costa, existieron dos etapas o nacimientos de la marca comercial: uno en la an-
tigüedad con la práctica de los fenicios de “marcar” los recipientes con sus productos, y un
segundo nacimiento, que ubica en la primera década del siglo XX con la aparición de los pro-
fesionales de la identidad empresarial 18. Ambos ciclos son coetáneos con la era clásica y la era
moderna de las Olimpíadas, respectivamente. De la primera era, aún se conservan medallas
acuñadas con motivos olímpicos, conmemorando a un atleta exitoso. En cuanto al olimpismo
moderno, El COI es dueño de un sistema de imágenes y elementos de una identidad corpora-
tiva contemporánea e inconfundible.
La institución que organiza los Olimpíadas en cada ciudad es el Comité Olímpico local. A pesar
de ser formalmente una organización no gubernamental, los Comités locales dependen siem-
pre del soporte económico del Estado municipal y local, además del sector privado a través del
esponsoreo. Por esto la imagen de cada Olimpíada adhiere a los símbolos del olimpismo , pero
diferenciándose de ediciones anteriores con referencias la identidad nacional del país anfi-
trión. En los vectores de la identidad, la cultura, la acción, la comunicación y la imagen, los
organizadores construyen para el público internacional que interactúa con los Juegos tanto
presencialmente como a través de los medios de comunicación, percepciones y experiencias
que forman una síntesis mental que proyectarán al mundo una imagen nacional a través del
prisma de los valores olímpicos, buscando incidir positivamente en las actitudes y opiniones
del público internacional respeto del país organizador.
Las mascotas olímpicas son un objeto que busca sintetizar la imagen de cada Olimpíada; a
través de dibujos animados y de merchandising son vehículos de los estímulos, significados y
valores que el Comité Olímpico local quiere proyectar con una naturaleza psicológica múlti-
ple: subjetiva, perceptiva, experiencial, funcional y emocional al mismo tiempo; típicamente
se logra esto a través de personajes con una personalidad amigable que cumplen un rol rela-
cional con el público, en especial pero no sólo con los más jóvenes.
La organización de la olimpíada siguiente cuatro años más tarde recayó en la ciudad estado-
unidense de Los Ángeles, relegada por el COI en favor de Moscú en el concurso anterior. La
mascota de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles fue Sam, el águila olímpica (p.16). Este diseño de
la Compañía Walt Disney fue elegido por el Comité organizador local entre 3 finalistas. 21 Sam
representa un águila calva, animal emblemático del gobierno estadounidense. El lenguaje
gráfico es de los típicos personajes de Disney, con Scrooge McDuck (Mc Pato o el Tío Patilludo)
como antecedente más cercano. En su indumentaria destaca una galera con franjas rojas
y blancas, en el estilo del Tío Sam (la personalización nacional más popular de los Estados
Unidos), con un campo azul en la base que contiene el símbolo de los aros olímpicos en color
blanco. Al igual que en el ejemplo del oso Misha, se produce una síntesis de significados y va-
lores positivos para el emisor: símbolos de nacionalidad, esta vez con un acento en la riqueza
material: Un rasgo coherente con la conducta corporativa del Comité de Los Ángeles teniendo
en cuenta que los Juegos de 1984 fueron la primera Olimpíada de la era moderna en resultar
económicamente superavitaria.
Esto nos lleva a una tercera dimensión de análisis, observando el Movimiento Olímpico como
centro de una variedad de flujos culturales a nivel global.
El paisaje olímpico
El ahora global según Arjun Appadurai es el momento moderno caracterizado por un quiebre
profundo entre el pasado y el presente, observado en los medios de comunicación y los movi-
mientos migratorios como los ángulos principales donde se produce un trabajo de la imagi-
nación que es un elemento fundamental de la subjetividad moderna. Con la particularidad
de que la dimensión migratoria de una Olimpíada se reduce al movimiento de las distintas
delegaciones y una gran cantidad de público por un lapso de apenas semanas, podemos ver
como en los Juegos Olímpicos un diálogo entre el ritual ancestral actualizado y la imagina-
ción moderna, a través de los medios electrónicos de comunicación, ingresa en la cultura
de masas. También puede suceder que las imágenes de los Juegos, puestas a circular por los
medios masivos de comunicación, sean rápidamente reinstaladas en los repertorios locales de
la ironía, el enojo, el humor o la resistencia (ver p. 18). Arjun Appadurai se refiere a las expe-
riencias colectivas multiplicadas por los medios que propician las prácticas de hermandades
desterritorializadas en torno al deporte o al internacionalismo, y justamente invoca como
ejemplo de esto a los efectos transnacionales de las Olimpíadas. Estas comunidades, dice, po-
seen la complejidad adicional de que posibilitan el entrecruce de experiencias del gusto y la
política, como sucedió claramente con el oso Mishka y el águila Sam.
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La teoría de la modernidad clásica, tanto en lo ético como en lo metodológico, se apoya en la
prominencia del Estado-Nación. Esto se refleja en el olimpismo en el hecho de que, a pesar de
que según la tradición y la Carta Olímpica los Juegos no son competencias entre países sino
entre atletas individuales o en equipos, en la realidad las delegaciones representan territorios
políticamente constituidos. Esto se apoya en parte en una acepción sustantiva o esencialista
de la “cultura”, que parece privilegiar las ideas del estar de acuerdo, estar unidos y de lo compartido
por todos, mientras parece desviar la atención de las visiones del mundo y la agencia de aque-
llas personas o grupos que son marginados o dominados, incluso a pesar de la relativa laxitud
del COI, que ya mencionamos, en su acepción de lo que constituye un terriotorio con derecho
a participar diferenciadamente. A esta concepción esencialista, se contrapone una propiedad
contrastiva por sobre la sustantiva, el sentido adjetivo de “lo cultural”; una dimensión de los
fenómenos donde la atención se dirige a la diferencia que resulta de haberse corporizado en
un lugar y una situación determinados. En el contexto olímpico, estas diferencias que expre-
san o sientan las bases para la formación y movilización de identidades de grupo han tendido
más a chocar que a armonizar con el espíritu promovido por la organización; pensamos en el
ejemplo –extremo pero muy representativo– de los dos atletas negros norteamericanos reali-
zando el saludo de las Panteras Negras desde el podio en los Juegos de Mexico en 1968; ambos
atletas fueron despojados de sus medallas y lo “cultural” de su actitud no fue reconocido fue-
ra de los movimientos políticos afroamericanos sino hasta quince años después.
Llevando esta problemática al contexto de los flujos culturales globales, aparece el problema
central de las interacciones globales en la actualidad, que es la tensión entre la homogenei-
zación y la heterogeneización cultural. A cada ejemplo vemos como esta tensión produce
fenómenos políticos complejos durante y en el lapso entre las Olimpíadas, y como marco
de partida para explorar estos fenómenos podemos seguir junto a Appadurai haciendo un
corte en distintos planos: los paisajes, llamados así por su forma irregular y fluida. De estos
paisajes nos importan en particular en nuestro caso los mediáticos y los ideológicos tal como se
observan en el contexto de los eventos olímpicos.
El paisaje mediático que delinea el olimpismo, circulando con un alcance y una velocidad que
se multiplican gracias a la tecnología de la comunicación electrónica, provee un complejo y
enorme repertorio de imágenes de la competencia deportiva, con narraciones y múltiples
etnicidades frente a espectadores de todo el mundo; en una mezcla de los mundos de las mer-
cancías culturales, las noticias y la política.
El movimiento Olímpico tiene también sus propios paisajes ideológicos: secuencias complejas
de imágenes, con mensajes que se cuelan entre los pliegues de lo estrictamente deportivo con
significados directamente políticos que frecuentemente tienen que ver con las ideologías de
los Estados y las contraideologías de los movimientos orientados a disputar todo o alguna
parte del poder de los Estados.
Estos flujos culturales cuya circulación es propiciada por los grandes eventos deportivos in-
ternacionales no son sólo de información sino también de personas, a través de el relativa-
mente pequeño fenómenos migratorio que significa la convivencia de las delegaciones de
deportistas, asistentes, dirigentes y público, pequeñas diásporas amplificadas por los medios
de comunicación. Esta desterritorialización, sumada al mensaje de apertura del olimpismo y
los medios de comunicación, ejercen una presión sobre los Estados anfitriones a mantenerse
abiertos de alguna manera para seguir el ritmo del consumo y el espectáculo. Pero a su vez los
deseos que motivan esta circulación pueden chocar con el interés del Estado que puede ver
amenazado su control sobre las ideas de lo nacional y lo popular, como sucedió en Beijing en
2008, sobre todo en relación con la libertad de la prensa extranjera.
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V. Los juegos y los límites
Reflexiones finales
Entendemos que el tramo moderno de la historia de los Juegos Olímpicos refleja los principa-
les procesos históricos del siglo XX. La cantidad de acontecimientos olímpicos ricos para el
análisis histórico, social y simbólico excede en mucho las posibilidades de esta monografía.
Pero el objeto elegido confirmó nuestra asunción inicial en el sentido de que ofrece múltiples
entradas con las llaves teóricas utilizadas.
El interés por los objetos de diseño nos llevó a enfocarnos en las mascotas olímpicas como
producto cultural, y hemos visto cómo estos objetos superficialmente simples y amigables
también pueden ser personajes, voluntariamente o no, de la estrategia política. Las mascotas
olímpicas abrevan, de manera más lineal o más compleja, en los estereotipos nacionales del
país anfitrión, acentuando sus rasgos positivos en una función relacional, y mostrando en
un sólo objeto la tensión entre lo homogéneo –los rasgos constantes que responden a la ins-
titución olímpica– y lo heterogéneo –los rasgos específicos que la organización local quiere
mostrar. Para más complejidad y ofreciendo más sustancia al análisis, estos personajes son
reapropiados también por los discursos políticos disidentes (pp. 15, 17, 19).
En un balance más amplio y abstracto de lo analizado, la dinámica que marca a este movi-
miento cultural es la de las tensiones y las contradicciones entre el ideal fundacional, humanista
y romántico, que surgió de la imaginación del barón De Coubertin y apuntaba a la concordia
entre las culturas a través de la superación deportiva individual por un lado, y las realidades
de las condiciones materiales de la práctica organizacional por otro. A lo largo de un siglo, las
Olimpíadas pasaron de ser un encuentro de amateurs aristocráticos que solventaban su propia
participación en un evento organizado por una institución igualmente elitista, de origen
académico y sin un capital propio, a un negocio cultural global con cientos de millones de
televidentes en todo el mundo, atletas altamente profesionalizados representando a países
interesados en reflejar sobre sí el prestigio del oro olímpico, regulado por una de las corpo-
raciones internacionales más influyentes del mundo deportivo, y con un apoyo financiero
inmenso de parte de los estados anfitriones y las empresas patrocinantes. Evidentemente, se
puede valorar este proceso desde puntos de vista muy distintos y contradictorios.
Elegimos destacar que este crecimiento sostenido debe significar que la identidad olímpica
se ha tenido que negociar para adaptarse a la dinámica de las realidades políticas y así con-
servar su viabilidad como evento multideportivo, internacional y cuatrienal, pero a la vez,
tanto el mundo del deporte como las grandes marcas y sobre todo las audiencias globales han
seguido encontrando –más allá de la intromisión inevitable de la política y el comercio– un
valor y un significado en esos 5 aros de colores entrelazados, en el ritual de la antorcha, las
competencias espectaculares entre atletas de todas las razas y la superación constante de los
récords.
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Bibliografía
Referencias
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VI. Documentación visual
12
El Baron Pierre de Coubertin en 1915
Símbolo Olímpico
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Victor Chizhikov
© Comité Organizador
Juegos Olímpicos 1980
Olimpijskij miwka
Mishka el Olímpico
XXII Moscú 1980
El oso era utilizado como personificación de la nación rusa desde la época de los zares y, como
metáfora identificatoria, sobrevivió indemne la revolución comunista. Tanto antes como des-
pués “las garras del oso ruso” eran una imagen recurrente en la sátira política occidental para
referirse a la amenaza expansionista de Moscú.
Los Juegos Olímpicos de 1980 tuvieron como sede a la capital soviética, en plena Guerra Fría.
El Comité Olímpico eligió a Moscú como sede postergando a otra ciudad oferente, Los Angeles
(que sería sede en 1984). Estos Juegos fueron boicoteados masivamente por un bloque de
países liderados por los EEUU, en protesta por la invasión soviética de Afganistán.
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A través del gesto presente en el objeto, es posible inferir la intención del actor emisor, el
estado soviético: revertir el estereotipo del oso feroz y temible por uno suave y amigable.
Una particularidad de Mishka es que fue la primera mascota de unos Juegos Olímpicos en
ser un éxito comercial por sí misma. El muñeco de peluche fuer producido bajo licencia en el
mismo país que lideró el boicot contra los Juegos de Moscú desde las antípodas ideológicas
de la época.
Finalmente, Misha sobrevive como símbolo del comunismo, cargado de ironía por el devenir
histórico y la misma ternura de su gesto.
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C. Robert Moore
(The Walt Disney
Company)
© 1980 LA Olympic ComiteeTM
TM
Sam the Olympic Eagle
Sam el águila olímpica
XXIII Olimpíada Los Angeles 1984
Sam representa un águila calva, animal emblemático del gobierno estadounidense. El len-
guaje gráfico es de los típicos personajes de Disney, con Scrooge McDuck (Mc Pato o el Tío
Patilludo) como antecedente más cercano. En su indumentaria destaca una galera con fran-
jas rojas y blancas, en el estilo del Tío Sam (la personalización nacional más popular de los
Estados Unidos), con un campo azul en la base que contiene el símbolo de los aros olímpicos
en color blanco.
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En términos de Joan Costa, se produce una síntesis de significados y valores seleccionados
por el emisor: símbolos de nacionalidad, esta vez con un acento en la riqueza material: Un
rasgo coherente con la conducta corporativa del Comité de Los Ángeles teniendo en cuenta
que los Juegos de 1984 fueron la primera Olimpíada de la era moderna en resultar económi-
camente superavitaria.
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Han Meilin
© Comité Organizador
Juegos Olímpicos 2008
福娃
Fu Wa TM
XXIX Olimpíadas Beijing 2008
Los Fu Wa (literalmente muñecos de la buena suerte) son 5 como los emblemáticos aros de
colores: Beibei, Jingjing, Huanhuan, Yingying, y Nini. Los 5 nombres juntos forman la frase
“Bienvenido a Beijing”. Su creador, Han Meilin, recibío inicialmente libertad creativa en el en-
cargo, pero luego debió incluir diseños y fauna autóctonos a pedido de los funcionarios del
Comité organizador. Han Meilin llegó a dibujar mil bocetos de los Fu Wa, y finalmente renegó
del resultado.
Notablemente, se crearon parodias críticas de los Fu Wa. Amnesty International creó para su
campaña Uncensor China, a Nu Wa (joven violento), un mono amordazado. Por su parte la
ONG Dream for Darfur, creó un dibujo animado denunciando la complicidad china en el geno-
cidio de Darfur, llamado Gen Gen (por Genocidio).
http://www.amnesty.ca/archives/features_prototype.php?month=7&year=2008
19 http://www.dreamfordarfur.org/