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Iconoclasta
Es irrefutable que un instrumento como la arquitectura pueda definir la cuidad, que
refleje sus condiciones sociales y culturales; aun así, la aceptación casi voluntaria de
las medidas y propuestas para el desarrollo de la misma ciudad, dejan al descubierto
que no toda iniciativa tiende a la contribución de la arquitectura como definición de
nuestra cultura, y por el contrario tiende a la exposición de sí misma como
protagonista.
El concurso que permite a la arquitectura ser una herramienta urbanística de
desarrollo debiera plantearse bajo premisas inequívocas, premisas que expongan el
interés publico y un avance en la profesión como contribución social y cultural.
La afirmación “[…] arquitectónicamente la ciudad de Medellín carece de un símbolo.
Una obra que la haga destacar entre el resto de las ciudades del mundo” planteada
en las bases del concurso para El Museo de la Ciudad, riñen y desconocen el valor de
la arquitectura hecha en la ciudad de Medellín y fomenta el abandono histórico y
artístico, desligándose de la responsabilidad estética y simbólica para con nuestro
estado cultural, para basar una ambición formalista, reforzada con un funcionalismo
retórico y pseudo social.
La discusión que se plantea aquí no se enfoca en cuestionar sí este tipo de inversión
por parte de la administración publica debiera ser canalizado de distinta manera,
mas sí en la formulación para lo que se considera el ‘destino formal’ de dicha
inversión, sus bases teóricas y practicas, que en suma, debieran representar una
reflexión profunda de las capacidades de la edificación como bien común en este
caso, y la responsabilidad urbanística del nuevo edificio.
Si bien alguna de la arquitectura icónica se entiende como positiva en una reflexión
retrospectiva, el eslogan que promueve el ‘nuevo icono arquitectónico para la
ciudad de Medellín’ con unas bases tan débiles, encaja dicha intervención mas como
un producto de mercadeo ‐que requiere una materialización icónica‐ capaz de ser
seductiva en términos comerciales; que a generar un espacio “[…] que busca dar a
conocer el Medellín inédito y anónimo a la comunidad mundial y a sus propios
habitantes”. Una afirmación que además se desvanece con el programa
arquitectónico propuesto y la colección a ser expuesta descrita en los documentos
de las bases, llenas de generalidades y vaguedad funcional.
El espíritu icónico, para que?
“Los iconos en la arquitectura contemporánea se caracterizan por su expresiva
autonomía y desconexión con su contexto”; Josep Lluis Mateo reconoce además que
si bien en un principio la arquitectura monumental [icono] representaba un
momento singular para la comunidad, hoy en la ciudad contemporánea la
arquitectura icónica continua avanzando a ser un fenómeno promotor de la
diferencia y de la distancia, aun cuando la masa cultural apele por la cercanía, por la
repetición, diferente al fenómeno de lo “único”.1
La promoción de arquitectura icónica puede fácilmente caer en la retórica –como en
este caso‐ apelando a nociones simplistas de la cultura local [que mejor pretexto que
El Museo de la Cuidad plagado de objetos estáticos] y programáticamente
redundante; esto es, plantear un icono sobre un icono, que como en la simple
aritmética, resulta en negativo.
Urbanísticamente ridículo se plantea la caricaturización de lo real. La torre que
conforma el museo pretende izarse justo entre el cerro y el Río Medellín,
representando lo que por naturaleza e historia ya existe, y simplificando de manera
reductiva, somete la condición de interacción de los habitantes con la ciudad
mediante un contenedor que restringe dicha capacidad a recorridos horizontales
limitados y mecanismos de circulaciones verticales distrayendo el propósito principal
del museo. El volumen ideal planteado en las bases del concurso intenta replicar lo
que el cerro ya es para la ciudad, incluyendo sus características topográficas,
funcionales y representativas.
Los objetivos y características arquitectónicas que se piden para el Museo de la
Ciudad, describen a modo de resumen un lugar ya conocido. El Cerro Nutibara como
mirador y lugar de representatividad local, la posición geográfica privilegiada, la
proporción y relación con el resto de la ciudad, el desarrollo en altura, etc. Objetos
de valor patrimonial, he incluso, especulando en el desarrollo del recorrido interior
para el museo usando rampas, se estaría describiendo la carretera que sube al
mirador del cerro. El objeto del concurso no es más que la síntesis artificiosa de un
hecho urbano consolidado que no propone un avance programático ni un aporte
urbanístico considerable, más que el ser un objeto impactante visualmente, un icono
sin espesor reflexivo; una piel espectacular llena de elementos históricos locales
estáticos.
El concurso, con sus bases, plantea la creación de un exterior impactante, y su
interior, una bodega de referencias vernaculares inconexas con el Medellín
contemporáneo; al final, un interior sin interés.
El icono del icono en este caso, es entonces, una parodia arquitectónica vacía y
visualmente impresionista, sugerida de manera autoritaria y condenada a una
limitada contribución con el paisaje urbano consolidado de la ciudad de Medellín.
Incluso entendiendo que el concurso arquitectónico es una herramienta de
pensamiento y discusión, el resultado previsto desde las bases fomenta un
entusiasmo incondicional al protagonismo de la obra por la obra misma2, y el
conformismo de los participantes a recibir sin cuestionar las actuaciones urbanísticas
y de dominio publico. Aquí, se nos presenta la idea de crear un icono basado en
1
MATEO, Josep Lluis. ICONOCLASTIA, News from a post‐iconic World. Architectural papers IV. Actar, Barcelona,
2009. Pag. 5
2
Como sugiere Hans Ibelings : “[…] en resumen, estos iconos son el Paris Hilton de la arquitectura: son famosos
simplemente porque son famosos y no porque posean algún contenido real o significante”. TA. En: Globalisation
of Nothing, ICONOCLASTIA,Ibis. Pag.20
ideales de espíritu materialista, producto de la reflexión superficial y la inercia de
desarrollos, que en cambio, han sido muy afortunados en la ciudad de Medellín.
Como reacción a este fenómeno, es necesario exponer las preocupaciones ‐un
estado de crisis‐ que involucran el planeamiento de la ciudad y el avance de la
profesión como herramienta soporte de las trascendentes demandas de nuestro
tiempo, y mirar mas allá de la vanidad insaciable en que se encuentra nuestra
profesión.
Juan Camilo Medina