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El MAL conocido y aún menos querido

SINDROME de FATIGA CRÓNICA


Por Jose Luis

Capítulo 2.

Yo mientras tanto

Los días transcurren.


Desde mi visita con el “Dr House” hasta ahora, han pasado 4 meses y
unos 10 desde que empecé con la enfermedad. Corre el 2004

Lo peor que llevo es la falta de memoria. No soy capaz de acordarme


de ningún actor de cine, ni de tele, ni de los facilotes y eso exaspera a
mi mujer, Carmen.

-¿Quién es ese?
- ¿Quién es quién?
Señalo la pantalla de la tele pero en ese momento están haciendo
anuncios.
- Si el que hizo esa película que iba de un camarero, guaperas,
que hacía cocktails…
- Si, Tom Cruisse, Pablo, cómo es posible que no te acuerdes de
Tom Cruisse!?

El cansancio lo llevo también mal. Sigo


trabajando en la multinacional farmacéutica
en la que llevo casi 9 años, pero ya no soy
capaz de llevar lo que llevaba antes, ni cómo
lo llevaba. Permanezco horas sentado en mi
despacho delante del ordenador, buscando y
buscando y buscando…

Cuando llego a casa, cada día, es como si


estuviese pasando una fuerte gripe, una
gripe descomunal que me ataca entero y no
me queda otra que estirarme en la cama. Mi
humor ha cambiado. Respondo mal a mi
mujer y a mi hijo Kevin. No estoy para nadie.
No llamo a los amigos. Ellos tampoco me
llaman ya. No veo a mis padres. He dejado de asistir a cumpleaños,
comidas familiares o Navidades. No sé lo que me pasa. Bueno, si que
lo sé pero no me gusta.

Después de mi experiencia con el “Dr House” y de haber devorado


cientos de kilos de plátanos en pocas semanas mi estado de salud
sigue siendo lamentable. Peor incluso que hace unos meses.
Internet no me ofrece nada salvo un Instituto de mi ciudad, de un tal
Dr Gula, curioso nombre, en el que puedes autodiagnosticarte tu
enfermedad en cuatro pasos.

- Um, veamos!:

Cansancio extremo con una duración igual o mayor a seis meses:


Tengui!
Insomnio: Tengui!
Picor de ojos: Tengui!
Problemas gastroinstestinales, diarreas, estreñimiento: Tengui!
Sensación de calor: Tengui!
Mareos: Tengui!
Niebla mental: Dificultad para coordinar frases o para encontrar la
palabra adecuada. Tengui!

Aprieto el Intro. Me aparece


la figura de un Dr Virtual -
¿será la imagen cibernética
del Dr Gula?-, que me dice:

- “En un porcentaje del


99,22% es probable
que padezca SFC”
Bueno, en casi un año de
enfermedad tengo ya dos
diagnósticos. Uno, el que de
forma acertada o no pero
“real” me sugirió el “Dr
House” médico de cabecera
y “experto en Fibromialgia,
como me pudo demostrar”,
al que no podía hacer
demasiado caso tras el fuerte
“tapón” que me originó la ingesta industrial de bananos, y la otra,
cibernética que me había ofrecido el “Dr Gula” que me deciía que
todo apuntaba hacía dónde yo creía. ¿Tenía SFC?!!!
Capítulo 3.-
El último verano

Pasó el verano y la cosa no desaparecía, todo y haber probado


diferentes “terapias naturales” que unos y otros, con la mejor de las
intenciones me habían propuesto, desde la acupuntura –que dolió
realmente-, a las plantas medicinales, el yoga, el taichí, la meditación
trascendental , los masajes o la reflexoterapia.

Era más pobre, eso si, pero estaba igual de enfermo. Además el calor
me incomodaba muchísimo y todo y pasar las vacaciones en una
bonita casa de pescadores en una isla del Mediterráneo,
prácticamente no dejaba la sombra del Hall y nuestras idas a la playa
fueron contadísimas.

Yo el primero esperaba que una vacaciones podrían sanarme. Pero no


fue así.

Recuerdo cómo empezó todo. De golpe. Como una gripe. Estaba en el


Laboratorio y empecé a encontrarme mal, como si estuviese
“cogiendo algo”.

-Toni –le comenté al encargado- me marcho que creo “que la he


pillao”

Llegar a casa y acostarme.


No llegaba a 38 ºC. Me dolía la cabeza y los huesos.

Fue un “trancazo” no demasiado fuerte y a los 3-4 días ya me


encontraba perfectamente. Recuerdo que nos fuimos al pueblo de
Carmen a pasar unos días con unos amigos en el Prepirineo. Hicimos
un par de excursiones buscando las altas montañas, los fríos lagos,
grandes caminatas de más de 6 horas sin notar ningún signo de
cansancio.

Ese verano fue movido. Desde allí nos fuimos hasta un pueblo de
Castellón dónde nos esperaban mis suegros con Kevin. Pocos días.
Recaída. Recuerdo a Kevin llamándome desde la piscina, desde
dentro del agua y yo estirado sin poder moverme. Me marché yo sólo
a Barcelona y Carmen y Kevin se quedaron. Ya iba mal, tanto que me
equivoqué al entrar en Barcelona y me desvié por la Diagonal. Acabé
en el Camp del Barça. El espectáculo impactaba. Decena de travestis
semidesnudos se exhibían en medio de la vía. Coches parados,
ventanillas entreabiertas, pechos, culos, fiebre, cansancio, no sé que
me pasa, me pican los ojos.

Al poco me remitieron los síntomas de nuevo.


Después marchamos a nuestra Isla. Era el verano
justo antes de empezar las obras de nuestra casa de
pescadores, el faro, la ilusión de mi vida.

Estábamos de ahorro y el Hotel “Los Tiburones” un


dos estrellas con lavabo en el baño pero sin aire
acondicionado no se podía decir que fuese de lujo, aunque si que era
la primera vez que íbamos de hotel juntos y la verdad, nos encantó.

Todo y las goteras en la habitación y en el salón principal un día de


fuerte lluvia –era ya principios de Septiembre- y los grandes platos de
alubias con chorizo y huevos fritos que se comían los seguidores del
Liverpool FC, no puedo achacar mi enfermedad a dicho
establecimiento –imaginaros el titular “Sindrome de Fatiga Crónica
provocado en un turista por ingerir ingentes cantidades de alubias
con chorizo y huevos fritos para desayunar en un dos estrellas de la
costa este de la isla de Pandora...-“, fueron mis últimas vacaciones
antes de caer enfermo definitivamente. Kevin era pequeño y todavía
conservo una foto en la cartera de Kevin con Carmen abrazados en el
balcón del hotel, al atardecer.

El viaje de vuelta lo hicimos en submarino. Bueno, es lo que viene a


ser viajar en un rápido con una mar fuerza 8 e intentar llegar a
destino en el tiempo prometido por la naviera -3 horas y media-. Las
tres biodraminas salvarón mi dignidad como “viejo lobo de mar”
delante de mi familia y del resto del pasaje, pero el mareo me duró
un par de días.
Ya en casa los efectos del mareo, la biodramina y el cansancio
produjeron un cóctel que no me ha abandonado hasta ahora.

Nunca más volvimos al hotel “Los


Tiburones” plagado de Ingleses sin
camisetas, tatuados hasta las orejas y
con fuertes intoxicaciones etílicas a
partir de las 21 h (la cena se servía a
partir de las 6 de la tarde) ni tampoco
hemos vuelto a coger “el rápido” que
más que Balearia se debería de llamar
“Batidora” por motivos obvios.
Capitulo 4.-
Los grandes hospitales

La rutina continuaba. Salvo Carmen


el resto de personas cercanas a mi
no “se creían mi enfermedad”.

En el trabajo nadie lo sabía. Aquello


era la jungla. Yo había entrado
desde abajo, como Técnico para un
pequeño turno de noche que se
montó para aliviar la producción
ante la demanda del mercado
asiático.

Mi entrada no fue demasiado triunfal.


Fui el segundón, el pollo que eclosiona tarde del huevo y que intenta
ser lanzado al vacío por su hermano que nació antes y que ya tiene
unos días de vida.

Todavía me acuerdo. Entré en la sala. Grande, limpia, ruidosa. Me


dirigí hacía el que me habían dicho que iba a ser mi jefe. Era alto y
con un gorro ridículo, a lo romano, pero que le venía estrecho y le
hacía la cabeza todavía más pequeña. Junto a él el pollo que había
nacido horas antes pero que ya reclamaba lo que era suyo y que me
miró horrorizado como iba ineludiblemente desplazándome con pasos
erráticos hacia ambos:

- Hola, soy Pablo, el del turno de noche.


- Vaya, no sabía que iban a contratar un técnico sólo para el
turno de noche? –contestó Norberto, “el jefe”
- Pués si –contesto Alfredo con voz nasal asintiendo al mismo
tiempo con la cabeza-

Ellos siguieron a lo que estaban y yo me encontré en un ambiente


extraño, en un nido que no era el mío y con una sensación de que la
cosas no había hecho más que empezar. Me decía no obstante, que lo
importante ya estaba hecho.

Ah! Si, lo de los Hospitales.

Una buena amiga, Carla había sido secretaria de dirección de uno de


los Grandes Hospitales de Barcelona, el Clónico y Provincial de la
Provincia de Barcelona. En dicho hospital había un Servicio de
Fibromialgia todo y que la lista de espera rondaba el año y medio.

Mi amiga Carla contactó con la secretaria del especialista y pude ser


visitado en 3 meses. Ya sé que no está bien, pero si el Titanic se
hunde todos buscaríamos el camino de los botes, y yo ya llevaba
más de un año haciendo tocar la trompeta con la banda del barco.
Además los plátanos me provocaban zarpullidos y el Servicio que
ofrecia el Dr Gula (de pago, por supuesto) no acababa de gustarme,
no sabía el por qué, seguro del todo irracional, pero no me infundía la
más mínima confianza.

Y como siempre, desde la antesala paso a la consulta del médico, Dr


González Puertas ,especialista en Fibromialgia y Sindrome de Fatiga
Crónica, anunciaba un cartel junto a la puerta

- ¿Tú dirás?
-
El Dr González Puertas era un médico de mediana edad, no
podríamos decir que joven pero tampoco viejo, pelo entrecano y
complexión fuerte.

- Pues verá –tenía que comenzar a explicar mi historia y no sabía


bien cómo tenía que hacerlo. Me encontraba ante un verdadero
especialista, uno de los pocos especialistas de toda España –
bueno se podrían contar incluso ahora con los dedos de una
mano- y no quería salir de allí con otro cargamento de plátanos.
Tomé aire.
- Pues vera –repetí- me empecé a encontrar mal hace cosa de un
año y medio…

Él no me miraba. De pronto se levantó y se dirigió a un habitáculo


anexo a la sala.
- Pero dime, dime –me grito desde la sala contigua-
Ya era difícil hablar con alguien que no te mira o que sólo mire el
ordenador, intentar explicar un año y medio de enfermedad hablando
al hombre invisible me resultaba incómodo, casi más que cuando te
hacen desnudar de cintura para abajo.

- No, le decía –cada vez tenía que gritar más- que empezó todo
como una gripe y….-finalmente me levanté de la silla y fui en su
busca. Estaba intentando hacer funcionar una pluma
estilográfica sacudiéndola en el aire como si fuera un
termómetro de mercurio, sobre una fregadera.
- Perdona, dime, maldita pluma siempre se atasca cuando tengo
que escribir.
Seguro que no fue él. Me suele pasar a
menudo, pero cuando pierdo la
concentración, el interés, me cuesta
retomar los temas, y más desde que
ando con “la niebla mental”…
Estuvimos charlando sobre la pluma,
sobre los bolígrafos también. Yo le
propuse que le pasara agua a presión
con una jeringuilla o casi mejor alcohol,
que a mi me funcionaba con los rotuladores cuando ya no escribían.
Escribió por fin mi nombre. Pablo Roderas Gasull.

Yo ya había perdido el Norte y como siempre hablaba de cosas de las


cuales nunca debería haber hablado.

- Pero, ¿tienes problemas para vestiste, para lavarte, para hacer


las tareas de la vida cotidiana? –después de arreglar la
estilográfica la entrevista había cogido otros derroteros, nada
científicos-
- No, no, yo no tengo problemas para nada de eso.
- Y dolores.
- Ninguno. Nunca he tenido dolores, ahora tampoco.

Lanzado como iba no me planteé la idoneidad de mi próxima


pregunta y la lancé como si de un derechazo de tenista se tratara.

- ¿Por qué la fibromialgia y el Síndrome de Fatiga Crónica son


enfermedades diferentes, verdad?
- En absoluto –dijo de forma implacable- Son la misma
enfermedad, pero cada enfermo es un mundo y hay unos,
mayoritariamente mujeres que padece fibromialgia y otros, en
los que el porcentaje está más igualado, que acaba sólo con
Sindrome de Fatiga Crónica. Pero el origen es el mismo –
sentenció-
- Ya pero yo nunca he tenido dolores.
- Si, ya, por ahora.

Todo este tiempo esperando a tan ilustre doctor y me estaba diciendo


que el pan y el vino eran lo mismo. Pero, ¿cómo era posible que
enfermedades que cursaban de maneras tan y tan diferentes fueran
consideradas como una sóla.? No sería que ¿ante la falta de
especialistas los Reumatólogos quisieran abarcar bajo el mismo
paraguas enfermedades completamente diferentes que les había
venido rebotadas por casualidad y por falta de interés general entre
los facultativos?
Lo tenía todo perdido. Había ido a cazar
perdices al Serengeti, con mi escopeta
conejera y los leones estaban a punto de
devorarme, y repliqué:

- Verá, yo de siempre he hecho mucho


deporte. Hace no demasiado “me
curé” de una taquicardia haciendo
jogging que es lo que hago ahora,
aunque más suave, una media hora
cada noche y la sensación que tengo
mientras lo hago es buena, es como
si estuviese curado todo y que al día
siguiente estoy fatal, pero creo que
si fuese constante podría llegar a
cur….-no me dejó acabar. Me echó
amablemente diciéndome que él
tenía una larga lista de espera, que
tenía pacientes con fuertes dolores y un alto grado de
dependencia y que lo mío era muy leve.

Salí por la puerta cabizbajo.¿ Leve?. ¿Serían los quilos de plátanos los
que provocaron mi deria footinera, que hizo que el doctor con buen
criterio dudase de la gravedad de mi estatus?, o ¿sería el tiempo
perdido en arreglar la pluma el que provocó que nuestra entrevista se
acabará de golpe con un estrepitoso:?!

- Eres un poquito HIPOCONDRÍACO!


-

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