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LOS PROBLEMAS DEL DISEÑO INDUSTRIAL MEXICANO

Roberto Manuel Gómez Soto

El diseño industrial es una actividad que reúne teoría y praxis y que consiste en el
arreglo o “composición” de formas que deben resultar funcionalmente coherentes
con alguna necesidad social (real o creada), generando artículos cuya
característica productiva pertenece al dominio de la proyectación y manufactura
industriales.

El diseño industrial es un arte, es una ciencia y es un oficio. El profesional del D.I.


es entonces un artista en tanto esteta y creador, es un tecnócrata en cuanto a su
metodología proyectual científico - económica y es un artífice en tanto que debe
equilibrar la forma y la función de los objetos.

A partir de la Revolución Industrial y la subsecuente consolidación de los estados -


nación del “primer mundo”, los procesos productivos en serie permitieron la
industrialización de los objetos. Los sistemas de la acumulación económica
pudieron entonces justificar las consecuencias de la “sociedad de consumo” como
una supuesta “democratización” de los bienes y satisfactores materiales.

Pero no solamente bastó para los empresarios industriales y comerciales el atender


la producción de objetos que amplían su función de utilidad real, se tenían que
inventar necesidades (para ampliar así mismo los mercados),y para ello se valieron
de los diseñadores y los publicistas. Es en este punto donde los países
industrializados se apropian del diseño (que había surgido de preceptos artístico -
estéticos), para vincularlo a su aparato cultural - ideológico a través de políticas
concretas como la fundación o patrocinio de escuelas e institutos.

En nuestro país la formación profesional académica del D.I. cuenta tan sólo con
poco mas de un cuarto de siglo, mientas que los frutos de la vanguardia del aparato
académico de la Bauhaus (la primera escuela de Diseño), se remonta a mas de 75
años, lo que evidentemente representa de entrada un considerable retraso.
Independientemente de lo que para la práctica y el consumo del diseño representa
éste atraso, me propongo enumerar una serie de factores que han obstaculizado el
desarrollo del D. I. en México a tal grado que en el mercado parece inexistente.

¿Dónde está el diseño industrial mexicano? O mas correctamente: ¿Dónde están los
productos diseñados por mexicanos? Habrá quienes con razón digan que en la casas
de los mismos diseñadores (o de sus familiares o amigos). Hace algunos años
apareció en algunas librerías una especie de catálogo o directorio de diseñadores
mexicanos. Contiene las referencias y “creaciones” de unos 30 ó 40 profesionales
en el área. La mayoría de las muestras son de productos gráficos (logotipos,
ediciones, etc.) y también algunos muebles y objetos, pero prácticamente todos
los ejemplos son fotografías de maquetas o ilustraciones. ¿Qué significa esto? Que
esos diseños no han sido producidos industrialmente. ¿Sirve de algo el diseño si éste
se limita a concebir y a proyectar y nunca se concreta en la producción industrial?

Si revisamos algunas áreas específicas como el mobiliario habitacional (popular e


impopular, de interés y desinterés social) o los electrodomésticos (¿quién les puso
ese nombre?), algunos objetos de uso diverso (incluyendo los puramente
ornamentales), notaremos que prácticamente ninguno es diseño hecho por
mexicanos salvo algunas excepciones en la cerámica y algunos mas del mobiliario
urbano.
A modo de esquema teórico, y para abordar de manera más clara la problemática
de la falta de concreción de productos diseñísticos mexicanos en la realidad de
mercado, me auxiliaré del modelo de W. Ogborn, donde postula que el individuo
está rodeado de tres “medios ambientes” que interactúan con él y entre sí: El
medio ambiente natural (la biosfera), el medio ambiente tecnológico y el medio
ambiente social. Como estos medios, sus sistemas y subsistemas son
intradependientes, un cambio en una parte cualquiera afectará por consecuencia a
la otras, y como la labor del diseñador implica tratamientos teórico - prácticos en
estos tres medios, es de suponer que las condiciones de ellos en México no han
permitido la aplicación de las metodologías del diseño productivo y se ha caído en
la mera especulación.

EL DISEÑO Y EL MEDIO AMBIENTE NATURAL

La biosfera es la fuente única de materias primas para la producción. El artículo 27


constitucional otorga el patrimonio y el dominio directo de los recursos naturales a
la Nación, dictando políticas para su aprovechamiento. De este modo se faculta al
Estado de otorgar concesiones a particulares “de acuerdo con lo prescrito por las
leyes reglamentarias, procurando siempre el mayor beneficio para la sociedad
”para realizar su explotación. Sin embargo, sabemos que los beneficios han sido
para otro tipo de sociedades y no la que se da a entender en nuestra carta magna:
el pueblo sobre el que supuestamente descansa la susodicha soberanía.

El pueblo (el usuario mexicano) ha tenido que conformarse con productos de diseño
fabricados con una gama de materiales muy pobre y limitada. Las mejores
intensiones del diseñador se ven frustradas ante el hecho de esta carencia
paradójica. Tenemos (¿teníamos?) selvas y bosques de maderas preciosas y no
tanto. Sin embargo, ¿quién puede disponer ahora de un mueble de caoba? ¿Hace
cuánto que no vemos roble o encino? Y por lo tanto, ¿quién los podría diferenciar?

Una exploración rápida por el mercado del mueble popular (no el de las galerías
Chippendale, por supuesto) nos enfrenta al hecho de que solamente tenemos
madera de Oyamel (un pino mexicano no tan fino como el canadiense y de muy
bajo costo cuya madera se usa por los albañiles para cimbras), y una serie de
“aglomerados” (aserrín aglutinado y comprimido), es decir, desperdicio de madera.

Para que no fuera tan notoria esta deficiencia, el empresario mueblero creó por la
década de los 70 (Cuando hizo crisis el hecho de que la mayoría de la producción
maderera se comenzó a exportar), el llamado mueble “estilo colonial”. Sin duda
una forma elegante de vendernos la idea de lo “mexicano”. Estos muebles no son
coloniales (pues entonces tendríamos que hablar de barroco o churrigueresco), son
rústicos, es decir, de poca aplicación tecnológica y precios bajos. Para las elites se
hace lo mismo, pero se agrega valor con el toque “nais” de la madera “apolillada”.

Otro material que está fuera del alcance del diseñador es el plástico. Resulta
igualmente paradójico que siendo México un país petrolero, no tenga la
infraestructura para procesar el “oro negro” y en vez de exportar derivados
exporte crudo. Existen alrededor de 11000 plásticos de ingeniería (industriales), y
sin embargo, el proyectista mexicano debe conformarse con unos 50 que se pueden
adquirir en nuestro mercado y unos 100 que pueden importarse (¡de Taiwan!) de
modo rentable, todos los demás son incosteables.

Algo semejante sucede con los metales; el cobre y el aluminio son caros, los
férreos incluyendo el acero, los encuentra el diseñador en muy limitadas
presentaciones y de las aleaciones mejor no hablamos, ya que requieren
tecnologías productivas con las que no cuenta el grueso de la planta industrial
mexicana. Tal vez la excepción sean los pétreos cuya disponibilidad ha permitido el
desarrollo en ciertas aplicaciones del diseño en la cerámica y el vidrio.

Como puede entenderse, en nuestro país no se cuenta con provisiones


diversificadas de materias primas que permitan al diseñador hacer su quehacer
propositivo, por lo que cae en la repetición, limitado por el material que se puede
elegir, y no por el que se debe. Aparejada a esta problemática, tenemos la falta
generalizada de conocimientos en cuanto al aprovechamiento, conservación y
aprecio de los recursos naturales renovables y no renovables, es decir, la misma
fuente concreta de que dispone el diseñador para materializar sus proyectos, esta
restringida por el uso y el abuso.

El conocimiento sobre las características, tipos y propiedades de los materiales por


parte de los diseñadores y usuarios es sumamente pobre. Un ejemplo: ¿Qué
consumidor podría juzgar objetivamente un producto de diseño si en principio el
término calidad es interpretado casi siempre por durabilidad y por otro lado, se le
bombardea con artículos desechables? Tendríamos también que hablar de
consideraciones ecológicas (una moda forzosa pero necesaria).

Todo lo anterior nos da ya un panorama problemático, sin embargo, estos no han


sido los únicos obstáculos.

EL DISEÑADOR INDUSTRIAL Y EL MEDIO AMBIENTE TECNOLÓGICO

El desarrollo de la tecnología es parte de todo proceso social, es la aplicación


sistemática del saber científico y otros saberes organizados en tareas prácticas, es
una fuerza dinámica y crucial para el cambio en el mundo moderno y es
indispensable la comprensión de su papel en la determinación política, económica
e ideológica de cualquier país.

Todos los gobiernos han estado tan deseosos como la industria de usar las
innovaciones tecnológicas como elemento de poder y de cambio. La tecnología
impulsa nuevos métodos de producción y los nuevos productos y servicios
resultantes son factores importantes de desarrollo económico. El cambio
tecnológico esta relacionado con el proceso de industrialización que incluye el
surgimiento de sociedades basadas en el modo de producción capitalista, el
mercado de masas, el comercio internacional y finalmente la globalización.

Salvo en el caso de algunos aspectos de la minería, en México no existe una


verdadera tradición tecnológica, por lo tanto, la forzosa manifestación que debería
tener en la industria es mínima. Prácticamente ninguna planta industrial opera con
tecnologías nacionales, además de lo primitivo de la misma, pues el 80 ó 90% de la
planta industrial instalada en México. son microindustrias (es decir, changarros o
tallercitos familiares) que dedican su actividad a procesos manufactureros o de
maquila, en vez de abordar los métodos de producción en serie de bienes de
capital o transformación (como los nuevos amos industriales: Japón, Taiwan, Hong
Kong, etc.), el 10 ó 15% corresponden a pequeñas y medianas industrias (empresas
con menos de 100 empleados) y las restantes son industrias de verdad, sin
adjetivos. Vivimos pues en la era preindustrial (es decir, apenas saliendo de la
artesanía). El requisito para el diseño industrial exista, es que haya un proceso
industrial de por medio, no solamente operarios fabricando productos
improvisadamente, “sacando las chambas”.
Veamos en brevísimo panorama de las políticas económicas en nuestros gobiernos
post-revolucionarios, a modo de tener una idea de los lineamientos que se han
seguido en materia de economía e industrialización y su influencia en la
reproducción de los medios de producción, en las fuerzas productivas, y a fin de
cuentas en la dependencia tecnológica implícita en la dependencia financiera que
se quiera o no, repercute en la posibilidad de tener diseño nacional.

A pesar de los intentos de Don Porfirio que generaron un cierto auge en la industria
(textiles, los ingenios azucareros, las desfibradoras de henequén), los altos precios
sociales pagados en el esfuerzo por industrializar al país, y la entrega de las
finanzas nacionales al extranjero, el México de principios de siglo no se encontraba
en posición ventajosa con respecto a la tecnología. Como sucede hasta la fecha,
prácticamente había que comprarla toda al exterior si se intentaba crear una
industria (en la forma de máquinas, herramentales, procesos y Know-How).

Los gobiernos posrevolucionarios siguieron las mismas estrategias:

Elías Calles dio apoyo a la capital extranjero, principalmente estadounidense,


Obregón repitió el esquema, pero además fundó la SEP con la intención de superar
el atraso de las masas que representaba un obstáculo para la modernización de las
estructuras capitalistas (mano de obra calificada). Portes Gil pudo hacer frente a la
crisis económica mundial. Ortíz Rubio apoyó a capitalistas nacionales y extranjeros
pero muchas fábricas cerraron. Con Abelardo Rodríguez se implanta el salario
mínimo (sin duda una conquista empresarial mas que laboral).

Cárdenas acentúo la intervención del estado en la economía para promover el


desarrollo económico, sobre todo el industrial, aunque entró en conflicto con los
empresarios, fundó el IPN para formar cuadros técnicos nacionales, implantó la
educación socialista, organizó cámaras industriales y de comercio, fundó el Banco
Nacional Obrero de Fomento Industrial. Como resultado de estas y otras acciones el
nacionalismo democrático de la burguesía industrial mexicana, alcanzó su máxima
expresión.

Avila Camacho reorientó la política oficial hacia la derecha y alentó la inversión


privada, así como la penetración de capital foráneo con lo que se incrementó la
dependencia comercial y financiera. Alemán dio inicio a la política de Desarrollo
Estabilizador (participación del sector público en el desarrollo económico, unión de
monopolios con el estado, dominación oligopólica de la producción, proceso de
acumulación de capital dependiente del exterior, aparatos burocráticos estatales),
y lleva a cabo la institucionalización del autoritarismo presidencial, cuyo proyecto
económico confundió el auge de la burguesía con el bienestar general y se abrieron
de par en par las puertas al capital transnacional. Ruiz Cortínez continuó la política
de desarrollo estabilizador de consecuencias nefastas en el largo plazo.

López Mateos siguió al pie de la letra las indicaciones para el “desarrollo” que
estableció la Alianza para el Progreso de Kennedy (supuesta ayuda para América
Latina a cambio de no afectar intereses norteamericanos), continuó el
endeudamiento y la inversión extranjera y algo desastroso para el ya posible
diseño: se reorietaron las inversiones públicas hacia sectores primarios de la
industria (eléctrico, petrolero, siderúrgico, etc.), es decir, energéticos y materias
primas en lugar de bienes de capital, y se dejó libre el terreno a paticulares para
invertir en la industria de la transformación, por supuesto las transnacionales
desplazaron casi totalmente al capital privado nacional.
De Diaz Ordaz podemos decir que su principal objetivo fue acelerar el crecimiento
económico para poder asegurar al capital altas tasas de ganancia, lo que se logró a
costa de endeudamiento, desigualdad social y un incremento en la dependencia
con el exterior. Echeverría Alvarez aplicó la política económica del Desarrollo
Compartido que reforzó la dependencia comercial, financiera, cultural y
tecnológica aun con la reforma educativa. En el sexenio de López Portillo, se
generó el rezago del ramo manufacturero, se dispararon las importaciones (sobre
todo de artículos suntuarios), hubo una alarmante fuga de capitales, se dieron a
conocer el fallido plan Nacional de Desarrollo Industrial y la Alianza para la
Producción (altas ganancias para empresarios, bajos salarios para los
trabajadores). De la Madrid institucionaliza los “pactos de concertación” y estimula
los procesos industriales de maquila, pero no los de bienes de capital, la
dependencia tecnológica es casi total, a pesar (¿o gracias?) al Conacyt.

Salinas de Gortari nos propuso pertenecer “al mercado mas grande del mundo”,
después de romper con la participación estatal en el sector empresarial que
regresa a los particulares, una vez mas se especula con las oportunidades que
tendría la industria mexicana, en esta ocasión frente al Tratado de Libre Comercio
de Norteamérica. Con Zedillo se firmaron muchos otros tratados (al término de su
gestión con la Comunidad Económica Europea), sin embargo dejo a criterio del
lector el responderse ¿En que han contribuido estos audaces ejercicios
protocolarios al desarrollo real de la industria en México?

Como puede deducirse, la concentración económica transnacional ha determinado


modelos de desarrollo y medios de producción dependientes que limitan la
industrialización general del país, el desarrollo de tecnologías propias y por
consiguiente, una pobre participación del diseño industrial.

EL DISEÑADOR Y EL MEDIO AMBIENTE SOCIAL

Los aspectos analizados en el apartado anterior, nos conducen directamente al


campo social. Sería difícil caracterizar las diferentes capas sociales mexicanas, en
términos del consumo o aprovechamiento de los productos del diseño industrial.
Tendríamos que hacer un análisis cultural de estos grupos atendiendo a las
costumbres, actitudes, hábitos de compra y uso de los objetos de consumo.

Los sectores agrupados en la denominada “clase media”, son influyente mayoría en


esta clasificación económica un tanto arbitraria. Encontramos idiosincrasias y
necesidades expresadas en fenómenos generales y particulares, desprendida de
una manera sui generis de utilizar los productos del diseño, tal como la convivencia
(¿promiscuidad tipológica?) de diferentes clases de objetos y estilos en un mismo
ámbito.

Echemos un vistazo a una típica cocina clasemediera en el que coinciden por una
parte, el horno de micro-ondas, la olla de vapor, sartenes de peltre, cazuelas de
barro y por otra, el molcajete, la licuadora y el “pica lica”. Esto no tendría nada
de raro si no fuera por el hecho de que todos estos artículos conservan su valor de
uso de modo igualmente extensivo y en ocasiones indistinto, como calentar las
tortillas en el comal o en un “microwave oven General Electric Plus”.

Evidentemente, la compra de estos productos no correspondió estrictamente a


cubrir las necesidades básicas operativas como el simple procesamiento de los
alimentos, Al valor original de uso, se agrega un valor de signo a los objetos cuando
satisfacen otras necesidades un tanto subjetivas como el estatus social manifestado
a través de la demostración de un determinado poder de compra.

Las clases medias reafirman su postura arribista a través de la imitación de


actitudes características de los ricachones: Aculturación, consumismo fetichista de
estereotipos de “estilo”, pseudo relaciones de poder e influencia, enajenación,
culto a lo material, y otras patologías sociales. El clasemediero (para quien están
dirigidos los medios de publicitación y distribución masiva de productos
industriales), imagina que al adquirir ciertos artículos y usuarlos de cierta manera,
logra codificar y apropiarse los “valores” de lo que se considera es progresar y
“escalar al éxito”.

Se construye una utopía sobre los valores de signo y cambio de los objetos que
entran en contradicción con las necesidades reales y el entorno social específico.
Se subliman los requisitos vivenciales y se recurre a motivaciones tan primitivas
como el adorno. El hombre es un animal que se adorna, y extiende el ornato
personal a su hábitat próximo y no tanto. Para reafirmar socialmente su posición
de clase, el hombre se adorna. Muchos productos artesanales en su oportunidad y
ahora prácticamente todos los industriales, han sido creados para tal fin, y de
paso, llenar algunas necesidades estéticas particulares. ¿Han tomado en cuenta
esto los diseñadores mexicanos al plantear sus diseños? (Cuando ha existido la
oportunidad por supuesto).

Un refrigerador proyectado por competentes equipos de ingenieros y diseñadores


(en algún otro país por supuesto), en los que se han cuidado todos los detalles
constructivos, funcionales y estético - formales, en nuestro contexto verá
enriquecida su iconografía al lucir un ejército de figuritas con imán; los transportes
públicos portan todo tipo de calcomanías, peluches, zapatitos de bebé y hasta
prendas íntimas femeninas en miniatura (entre otras cosas); la videocasetera se
engalanará con una funda de PVC con leyendas mercantiles impresas en “vibrantes
colores”; y la misma televisión - totem adquiere un encantador toque rococó con la
carpetita tejida a ganchillo, la cual servirá a su vez de base a una figurita de
cerámica (imitación porcelana) en tonos pastel.

Participamos, querámoslo o no, en este fenómeno de “des - semantización” de los


objetos como resultado de subjetivos conceptos, influencias y modas del “gusto”, y
de valor agregado al uso de los objetos cuando ahora se convierten, además en
exhibidores de otros objetos. Parece ser que el D.I. mexicano no ha distinguido
totalmente procesos como éstos en sus propuestas concretas, contribuyendo así a
la permanencia del analfabetismo visual generalizado de la sociedad.

La oportunidad de trascendencia que tuvo el magnífico diseño mexicano (tanto


oficialista como contestatario) de hace mas de 30 años con motivo de los Juegos
Olímpicos (y la agitación política generada por estudiantes e intelectuales),
solamente se logró concretar en la Arquitectura y en el Diseño Gráfico. En el
Diseño Industrial no pasó nada; y eso que entre los funcionarios estaban (y siguen
estando) Pedro Ramírez Vázquez y Mario Vázquez Raña; entre otras cosas,
miembros del clan “Hermanos Vázquez” y propietarios además del ahora
maquillado K2 (cados), Muebles Briones y otros negocitos donde se trafica con el
diseño industrial en su modalidad de mueble.

De todo esto toman ventaja los mercaderes. Resulta entonces más fácil
convencernos de que el único diseño que vale la pena es el que viene de afuera.
Nos ensartan el “stylig” derrochador y el “confort” de los vecinos de allá arriba; la
“funcionalidad” alemana; el “glamour” francés; la “artisticidad” italiana; la
“tecnología” japonesa; la “racionalidad” nórdica; y así por el “estilo”.

Las fronteras culturales se han vuelto permeables y se reformulan concepto como


la noción de identidad. He aquí otra dificultad para establecer los principios de un
diseño mexicano “moderno”, aunque sea de modo conceptual: una propuesta
independiente a los reglamentos y decretos, a los Tratados de Libre Comercio, a
los bombardeos propagandísticos y proselitistas de la oficialidad y otras exigencias
consecuentes al liberalismo social de la monarquía sexenal en turno.

La identidad social no es retórica abstracta, es un conjunto complejo de procesos


cambiantes que dependen de las condiciones materiales de producción, y por lo
tanto, de parámetros financieros, estructuras tecnológicas y complejas decisiones
económico - políticas.

En lo que respecto al D. I., es clara su participación en la conformación de la


identidad social. Al formar parte de los sistemas de comunicación (no verbal) y
poseer lenguajes (y retórica) propios, puede ser vehículo de mensajes con
significados y significantes específicos para el espectador o usuario. En este
sentido, en México sólo hemos querido escuchar el canto de las sirenas (los
consorcios transnacionales), que han dictaminado las formas diseñísticas que deben
imperar en todas las naciones que se precien de ser tan “modernas” como ellas.

Diseño estandarizador para una cultura reduccionista uninacional. El mismo modelo


de grabadora para la sierra de Oaxaca, Los Angeles y Beirut, aunque la música sea
diferente. Diseño mediatizado, Diseño “homogeneizador”, que se adueña de
nuestro mercado tomando ventajas sobre nuestra situación económica post - crisis:
de nuestra creencia de que todo lo extranjero es mejor; de nuestra costumbre de
querer comprar barato aunque no gocemos de ninguna garantía de lo que
compramos; de nuestra cómplice tolerancia a las imitaciones, falsificaciones y
adaptaciones de lo original; de los empresarios que ven en cada negocio una
“tranza” que les permita recuperar su inversión y sus utilidades de un día para otro
(o mejor aún, ganar sin invertir); de los industriales que no planifican su
producción ni reconocen su falta de calidad, y no aceptan la asesoría profesional
de los diseñadores (¿para qué?); de los políticos que toman las decisiones
importantes y que tampoco saben con qué demonios se come eso del D. I., y no lo
mencionan ni para adornar sus discursos.

EL DISEÑADOR INDUSTRIAL MEXICANO Y LOS PRODUCTOS

Por supuesto que existen diseños industriales mexicanos de trascendencia social


que han sido producidos masivamente, sin embargo, son sumamente escasos,
además de poco originales o auténticos y mal concebidos. Revisemos algunos.

Dina Nacional (paraestatal desahuciada), nos condenó a los transportes públicos


con asientos de resina con fibra de vidrio. Un sólo viaje por parte del lector en
algún transporte con estos asientos; como los nuevos autobuses (con todo y su forro
de calcomanía por todos lados lo que lo convierte en un caso de diseño aparte); en
los trolebuses (en donde los que van sentados no alcanzan a tocar el piso); o en el
metro, me ahorraría el ilustrar aquí las consecuencias de los asientos rígidos, duros
e incómodos, en vehículos sin suspensión, sobre calles tapizadas de baches y topes.

Padecemos estoicamente el necesario tormento de incrustarnos en los asientos de


los microbuses (para cuerpecitos de pigmeos). Después de golpearse la cabeza con
el techo, pisar a todos los pasajeros, no nos explicamos por qué todos tienen que
bajar por adelante si la parte trasera tiene otra puerta. Las carrocerías de los
microbuses que tan eficiente y cordialmente conducen los profesionales “peseros”,
son diseños mexicanos construidos en México. ¿No les interesamos a los diseñadores
lo suficiente como para que se tomaran la molestia de medirnos? ¿A las
dependencias oficiales encargadas tampoco se le ocurrió dictar unas normas
mínimas que regulan el diseño y construcción de las carrocerías del transporte
donde pasamos unos buenos ratos todos los días? ¿A quién le importa que al hacer
las adaptaciones para la nueva carrocería, el motor quedará dentro del vehículo,
con lo que conductor y pasajero reciben las nocivas emanaciones
democráticamente?.

Acordes con la modernidad, quedaron los ejes viajes que nos regaló el versátil
Hank González. En tiempos récord, dio tiempo aún de equipar a estas vialidades
con interesante mobiliario urbano. Los “postes” construidos con armaduras
tubulares a manera de bastidores rectangulares, estaban diseñados con las mejores
intenciones, pero con pocos conocimientos de nuestro modus operandi urbano.
Estos “postes” debían ser los soportes que contendrían las casetas telefónicas; los
depósitos para “basura de mano” (¿Que es eso?); las señalizaciones viales
informativas, preventivas y restrictivas de diferentes clases; y hasta “refugiatones”
para las paradas de los autobuses.

En la teoría, la solución presentada cumplía formal, estructural y estéticamente


varias necesidades urbanas, pero los diseñadores no contaron con que: por
extrañas razones, a Teléfonos de México le conviene tener sus propios postes; que
los vecinos se cansan de esperar los recolectores e inundan con bolsas del “super”
llenas de basura, la zona aledaña al poste; que cada institución, negocio o paisano
“diseña” sus propios señalamientos y los pone en donde, como, y del tamaño que
su criterio les indica, es decir, como se les da la gana; que solamente hay como
tres trolebuses (una especie de dinosaurios eléctricos en vías de extinción), en creo
tres rutas que transportan a los únicos tres pasajeros que pueden darse el lujo de
perder toda la mañana en un sólo trayecto (si es que no falla la energía eléctrica);
que los semáforos que se compraron son de tamaños diferentes a los espacios
destinados para ello, y entonces hubo que amarrarlos con alambres a los tubos;
que los refugiatones son mas bien el refugio de la publicidad porque los transportes
hacen las paradas en cualquier lado, menos en el lugar señalizado por este
implemento urbano. Ah, también se instalaron “vialetas” de plástico color naranja,
para delimitar el carril del autobús en contrasentido. Duraron menos que un
suspiro (aunque algo de tiempo después el último de los Regentes se lució con unos
topecitos amarillos que también duraron lo que su desempeño como Secretario de
Turismo).

Otro caso: se instalaron casetas telefónicas de acero inoxidable de diseño


mexicano. Un elemento modernizador más en esta urbe, gracias a su geometría de
prismas modulares virtuales hexagonales y a su costoso material. Se instalan por
cientos por toda la ciudad, en grupos de dos, tres o más, sustentaban toscos
teléfonos de avanzada tecnología digital. Soluciones de diseño para problemas
sociales concretos: la comunicación telefónica pública doméstica a internacional.
Muy bien, pero ¿Porqué ninguno de estos teléfonos servía? ¿ Por qué una compañía
realiza proyectos que requieren inversiones cuantiosas e instala casetas que nadie
va a utilizar? O que si tiene la suerte de poder hacerlo, no hallaba donde
recargarse a escribir un dato, ni donde dejar momentáneamente las cosas para
operar el aparto, o que si estaba lloviendo, la única opción era mojarse, o que la
información telefónica de la caseta se caiga o se borre. En fin, podríamos seguir
con ejemplos.

¿Donde están las diseñadores industriales mexicanos? Como decía cierto personaje
de una famosa campaña política: Trabajando Manuel, trabajando...
Aproximadamente al 80% se dedica al Diseño Gráfico.

Léase por favor los siguientes ejemplos entre líneas: por una parte el nombre del
CODIGRAM: Colegio de Diseñadores Industriales y GRAFICOS de México; o el de un
importante despacho: Diseñadores Industriales, S. A., que no se dedica al diseño
industrial, sino al diseño gráfico PARA la industria. Desde los nombres se intenta
aparentar y esconder nuestra triste realidad de exiliados profesionales
(advenedizos o arrimados nos dirían los diseñadores Gráficos más corteses); ni
modo.

Existe un buen número de D.I.’s que si laboran en la producción industrial. Apoyan


procesos de ingeniería para producción de partes y componentes (engranes,
moldes, etc.), pero no inciden en el diseño de objetos terminados de consumo
social. Hacen diseño aislado y no integral. Otros colegas fundan empresas propias
en las que se fusilan los modelos de las revistas americanas o europeas de
decoración para sacar las versiones de “petatiux” que podemos ver en algunos
bazares y tianguis que proliferan como la verdolaga.

Unos pocos trabajan en la burocracia. Se les ha contratado para dar formalidad


diseñísticas a los proyectos gubernamentales de “interés social” (FONACOT,
INFONAVIT, sindicatos, etc.), es decir, para “gente jodida” que sabe que no puede
exigir calidad por lo que está pagando y que tiene que conformarse con lo que las
“conquistas sociales” (como Solidaridad o Progresa) se dignen darle. Hay otros
muchos más (como un servidor), que se dedican cómodamente al “sufrido
apostolado” de las actividades docentes, reproduciendo conciente o
inconcientemente en los futuros diseñadores, los esquemas de la formación
academicista.

Existen todavía algunos más, cuya forma particular de venderse consiste en


adaptar (y adoptar), procesos industriales (de medio cachete, pero muy “baras”)
de las potencias industriales extranjeras, donde ya están caducos, descontinuados
y en decadencia. Es el caso de “Sus amigos”, que no sólo fusila y refritea “ad
nauseam” los modelitos alemanes de comprobado éxito comercial hace algunas
décadas por aquellos sitios, sino que “moderniza” y “perfecciona” los procesos a
fin de abatir los costos: grapas en lugar de clavos, remaches donde debería haber
tornillos, plástico que a fuerza de comerciales con decadentes “comediantes” se
hace creer es mejor que la madera natural, metales únicamente pulidos, pero que
“dan el gatazo” de cromados...

Diseñadores que de alguna manera traicionan su profesionalismo, abaratando los


procesos con la mira de generar mas utilidades para la empresa, en detrimento de
la calidad y el tiempo de vida útil de los productos. Friéguese nuestro querido
“usuario”, ¿Para qué tanta devoción que nos enseñaron a guardarle en la
Universidad? A fin de cuentas, “el consumidor no es el que manda, y a mí me pagan
para que haya buenos negocios; ni que fuéramos del DIF”. La Verdad es que el
diseño ha estado siempre del lado del billete.

Pero no todo es color de hormiga. Existen dos áreas donde sí se está haciendo D. I.
en México: La industria carrocera y la de stands, displays y exhibidores para
exposiciones o puntos de venta. Júzguelos usted mismo.
EL DISEÑO MEXICANO Y LA PROPUESTA

Todo lo expuesto hasta aquí, debe servirnos para entender que el problema del D.I.
en México no es nuevo ni sencillo, y se debe en gran medida a erráticas políticas
gubernamentales y a diversos rasgos particulares y complejos de nuestra cultura,
no atendidas adecuadamente. No se han dado en ningún momento las condiciones
económico - tecnológicas mínimas y suficientes para salir de la premodernidad
industrial y de este modo, poder apropiar procesos diseñísticos integrales que
devengan en productos de correspondencia plena con requerimientos reales (tanto
objetivas: el nivel y forma de vida, como subjetivas: gustos “barrocos y
tropicales”) de los grupos sociales mexicanos.

Como es de notarse, cambiar esto no puede depender exclusivamente de los


diseñadores industriales, sin embargo, somos nosotros los responsables y obligados
de iniciarlos. El Diseñador Industrial Mexicano debe borrar y olvidar las definiciones
elitistas y excluyentes con que se le ha encasillado, y debe ser totalmente
consciente y crítico de su importancia social. Debe ser un analista permanente de
las características concretas de su entorno, es decir, debe comprender las nuevas
formas culturales híbridas, los procesos socio - económicos destacados por la
concreción de nuevas geografías económicas y las cambiantes manifestaciones del
presente.

El Diseño Industrial Mexicano, debe ser capaz de expresar los valores auténticos de
los diferentes grupos sociales y de este modo, participar concretamente en el
progreso, debe educarse y educar. El D. I. debe ser ante todo un humanista
científico, cuyo dominio material sean los objetos y la tecnología. Debe ser un
intelectual capaz de mediar entre las decisiones financiero - productivas de los
empresarios industriales y las verdaderas necesidades de los consumidores -
usuarios.

El D. I. debe encontrar nuevas opciones, concretadas en objetos, a fin de brindar


verdaderas soluciones. El D. I. debe proponer mejores usos para los recursos
naturales. Debe optimizar las relaciones forma - función de los objetos a fin de
reconsiderar los supuestos “beneficios” de la sociedad del consumo y del desecho.
El D. I. debe comprender, que la finalidad del diseño no es puramente mercantil
(no es comprar y vender) sino también cubre espectativas humanas. Que para que
el diseño industrial sea, tiene que existir un proceso industrial, y en consecuencia,
proyectos sistemáticos coherentes a tales fines, por lo tanto, su labor no tiene
nada que ver con la improvisación. El diseño mexicano no está ni en el “ingenio del
mexicano” aplicado a los productos, ni en los pedidos “sobre diseño”, que más bien
son “sobre capricho”.

El D. I. mexicano debe pugnar por genera mejores metodologías conceptuales,


creativas y técnico - productivas que garanticen objetos con valores de uso
coherentes con su función y utilidad, valores de cambio y justos y estables, y
valores de signo que incidan en procesos motores de autodeterminación y no en la
inercia de la omnipresente aculturación globalizadora y la “privatización”.

Roberto Gómez Soto, diseñador industrial, maestro en artes visuales, canditado a doctor en Bellas
Artes e iniciador del arte digital en México. Actualmente coordina la Unidad de Posgrado y Educación
Continua de la Escuela de Diseño del INBA, UPEC; catedrático en el ITESM, Campus Ciudad de México.  

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