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RECLUSIÓN EN MÉXICO

(supervivencia)
NADA TEME MÁS EL HOMBRE
QUE SER TOCADO POR LO
DESCONOCIDO. DESEA SABER
QUIÉN ES EL QUE AGARRA; LE
QUIERE RECONOCER, AL MENOS,
PODER CLASIFICAR. EL HOMBRE
ELUDE SIEMPRE AL CONTACTO
CON LO EXTRAÑO. DE NOCHE O
A OSCURAS, EL TERROR ANTE UN
CONTACTO INESPERADO PUEDE
LLEGAR A CONVERTIRSE EN
PÁNICO. NI SIQUIERA LA ROPA
PUEDE OFRECER SEGURIDAD:
QUÉ FÁCIL ES DESGARRARLA,
QUÉ FÁCIL PENETRAR HASTA LA
CARNE DESNUDA, TERSA E
INDEFENSA DEL AGREDIDO …
ELÍAS CANETTI
• Se sabe que la cárcel nace
conjuntamente con una serie de vicios
que hasta la actualidad prácticamente
siguen siendo los mismos, incluso los
modelos arquetípicos abiertos y
“naturales” no han podido evitar las
severas críticas, por lo que ante su
fracaso la cárcel se endurece, juega su
última carta a formas más rígidas de
control y vigilancia.

• La prisión, insertada como lo está dentro


del proceso social, es una imagen de los
entrecruzamientos entre los aparatos de
seguridad y los circuitos de corrupción
que vive toda América Latina.
Hoy es un saber del sentido
común el hecho de reconocer
procesos y flujos que se
encuentran imbricados en estas
estructuras formales
constituyendo una compleja
unidad. Las prácticas en el
interior del establecimiento
carcelario deben explicarse como
resultado de una dinámica
compleja.

Se encapsula doblemente al
sujeto, pues no sólo se le priva
de mayor libertad física sino
también se le inscribe dentro de
una imagen, se le otorga un lugar
y una posible identidad.
Hay infinitas •Si se quebrantan fácilmente valores
transacciones informales que
se realizan dentro de la prisión. como la vergüenza y el pudor es
precisamente porque se diluye la
privacidad bajo la interferencia del
grupo y la institución. El encuentro y el
enfrentamiento reducen la distancia
que cada cuerpo requiere para su
movilidad.

•Como todo combate, éste se llevará a


cabo bajo condiciones estresantes, lo
que obviamente provocará cambios en
la conducta que no se observarían en
caso de reproducirse la especie en
condiciones “normales”.
En la estancia en donde vivo (la número 7), he pasado varias experiencias;
una de ellas es que llegué hasta la enfermería por no haber lavado los
trastes. Pero no porque no haya querido hacerlo sino porque no había
jabón. Como tenía amistad con la persona que vivía –bueno, eso creía-
pensé: regresando de la visita familiar los lavo. Cuando llegué mi
compañero me dijo que buscara “donde llegarle” por lo que me tuve que
salir. Me cambié, pero se me olvidaron algunas cosas y al siguiente día fui
por ellas. Él no quería que las tomara y me empujaba queriéndome sacar
de la estancia. Yo no me aguanté y lo desconté. Nos empezamos a pelear,
nada más que él tomó la plancha y me golpeó la cabeza, también me
golpeó con el arco (herramienta para calar cuadros), me hicieron 40
puntadas. Hice mi cambio de dormitorio y ahora cada rato se me pierden
las cosas: cortaúñas, extensiones, jabón, pasta dental, trastes. Volví a
pelearme, pero de nada sirvió. En la estancia donde estoy viven dos
internos que fuman marihuana, ellos se quedan todo el día ahí, no
trabajan, no estudian, pero ¿qué tal se pierden las cosas? Los trastes
sucios, al baño no le echan agua, se duermen con la grabadora encendida
hasta las dos de la mañana y no dejan dormir…
• Como se observa, el menor de los
detalles cotidianos es magnificado
por el encierro y muchas veces un
error es pagado severamente. En
prisión se alteran los usos del
espacio, la percepción del tiempo,
la organización de las actividades
formales.

• En la cárcel, la disputa por droga y


otro tipo de objetos es una
resultante del funcionamiento de
la institución penitenciaria.
Paralelamente a los enfrentamientos
existen roles definidos dentro de cada
dormitorio y que dan cuenta del
mando y jerarquía de unos prisioneros
sobre otros. Así, cada estancia tiene
una “mamá del cantón” quien decide
aceptar, o en su defecto, correr a
cualquiera de los presos bajo su
mando. A él se le prepara la comida y
se le tiene ropa limpia y planchada.
Cuando entra o sale de su estancia
suele expresar frases como “ya llegué
vieja”, o “ya me voy vieja”

Los presos denominan a los


primodelincuentes con el epíteto de
“tiernos”. Este aprendizaje de la
supervivencia otorga la habilidad para
descifrar intenciones o reconocer las
emociones.
“No todo mundo tiene punta, porque si te
llegan a agarrar con una automáticamente
es apando, pero al menos cada celda tiene
una punta, para cuidarse entre todos; tú
tienes que cuidar la integridad de tu celda
para que no cualquier güey llegue ahí a
robarte, debes ver por todos. En población,
en cambio, es cada quién para su santo;
ahí, si no le avientas ribete vales madre. Sin
embargo, en todos los espacios te
encuentras expuesto. N o debes confiar ni
de tu sombra, no puedes platicar tus cosas
ni a tu mejor amigo, porque aquí es todo
interés. Los sentimientos hay que hacerlos
a un lado y enterrarlos, aquí no hay
confianza, sólo hay mucha envidia y tu
mejor cuate se puede corromper”
Grupos y personas cumplen
ciertas funciones que permiten
explicar la dinámica del
encierro, es decir, de la
extorsión y criminalización: los
“burros” o “cheques” (quienes
cargan o pagan el muerto), los
“erizos” (población miserable),
los “padrinos” (narcos, ex
funcionarios), los
“coordinadores”, los “lacras” o
“monstruos”
(multirreincidentes), los
“tiernos” (primodelincuentes),
los “violados” y los
“violadores”, los
“homosexuales,” la “mamá del
cantón” (estancia), los
“petroleros” (quienes
distribuyen la droga), “jefe”,
“padre” o “padrecito”, “pinches
monos” (custodio); “chiva”,
“oreja” o “borrega” (delator); el
“rajado” (quien tiene miedo)

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