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SI CHAVEZ

GANA…

Carlos Blancos
Twitter @carlosblancog

En las elecciones pautadas para 2012 Hugo


Chávez concurrirá más averiado que nunca
antes, el único problema es saber si la
oposición estará para ese momento mejor o
peor que él. Como se sabe, hay experiencias en las que el caudillo baja, baja, baja
y luego, supuestamente de manera inesperada, sube; desde luego con la nunca
bien ponderada pequeña ayuda de sus amigos y de las trampas.

La idea de que Chávez desciende y su descenso es continuo e inevitable ha


demostrado su falsedad. La pregunta esencial es por qué un sector de la
población que está disgustado con el líder y con su gobierno puede terminar
apoyándolos; por qué hay quienes pueden estimar que a pesar de que lo que
representa el actual Presidente debe ser superado, se vota por él. Estas
respuestas no se encontrarán en la acción del gobierno sino en la de la oposición.

Elecciones paranormales

Un hecho sobre el cual han insistido varios analistas políticos es la necesidad de


apreciar las elecciones en el contexto del autoritarismo y del militarismo
prevalecientes. No es que los dirigentes de los partidos no sepan lo obvio sino que
han adoptado como estrategia de combate la acción electoral como si fuera
realizada en tiempos de acentuada normalidad.
Esa estrategia deja bien claro que una cosa es la calle y sus conflictos, mientras
que la acción electoral es el centro de su atención. Las razones para esa
aproximación tienen que ver con varios elementos, algunos sorpresivos. Hay
partidos cuyo interés esencial es ganarles a los otros en la oposición para lograr
que un miembro de su organización sea el candidato presidencial.

En este explicable propósito se suele perder el filo de la confrontación con el


régimen. No es sólo que no se transmite un real aliento unitario sino que la
búsqueda de recursos financieros y propagandísticos, la estrategia de opinión
pública y la actitud de los dirigentes, enfatiza las diferencias; posiciones que se
hacen perceptibles a pesar de las invocaciones unitarias.

Un tema no definido es el de la actitud que debe tenerse frente a Chávez. Los


asesores suelen recomendar no confrontarlo directamente para no estimular el
espíritu de cuerpo en el chavismo; insisten en centrarse en su obra más que en su
figura, además de tener un trato con pinzas para eludir todo tipo de confrontación.

Así resultan precandidatos que es posible que capturen simpatías de aquí y de


allá, dado su estilo inofensivo y sedado. Sin embargo, hay que imaginarse a un
candidato más o menos lento, cuidadoso, preocupado por no espantar a nadie, en
una confrontación con Chávez, cuerpo a cuerpo.

Es posible que la estrategia que permite ganar la candidatura sea exactamente la


que le abra el camino a la derrota. Se argumenta que el candidato opositor desde
el vamos tendría amarrados a los más radicales, a los opositores más intensos y
antiguos, por lo cual no valdría la pena tratar de reconquistarlos. Inexcusable error
porque la sensación de una política equivocada podría estimular, al menos en un
sector, la idea de que no tiene sentido votar en una estrategia que se podría
asumir como perdedora.

Una política blanda tiene la tendencia a dejar de lado los reclamos por cambios en
la composición del Consejo Nacional Electoral, la actualización y depuración del
Registro Electoral, el papel de los militares y de las milicias en el proceso, la
automatización en todas sus fases, entre otros temas relevantes. Confiar la
determinación de las condiciones electorales a las reuniones entre dirigentes y
CNE, sin promover iniciativas contundentes desde la calle, puede volver a dejar en
paños menores el esfuerzo opositor.

El pasado y el futuro

El relato del régimen ha vendido que el pasado democrático venezolano es una


vergüenza respecto a la que Chávez ha actuado como el purgante necesario. Este
cuento se ha comprado en la posición y la actitud de varios dirigentes opositores, y
sobre todo en aspirantes a la candidatura. No sólo comienzan a ofrecer lo mismo
que ofrecen los que hoy gobiernan -claro, sin sus “errores”- sino que se quedan
sin lo que podría ser lo más fuerte de su oferta que es lo que Venezuela fue capaz
de construir y desarrollar en la democracia.

Por supuesto que hubo los errores, las desviaciones y los vicios que, entre otras
cosas, hicieron posible a Chávez, pero la única manera de aceptarlos es mediante
la autocrítica de los actores. Asumir la democracia de los 40 años de modo
autocrítico es la mejor credencial que pueden presentar quienes quieren sustituir
al caudillo de esta hora.
La razón más íntima por la que ningún partido político quiere comprometerse a la
defensa de la democracia que Venezuela construyó durante 40 años es que la
única manera de hacerlo es mediante una poderosa crítica a sus vicios. Al no
aceptarlo de este modo, los dirigentes ofrecen un futuro sin pasado, es decir, un
futuro falso.

El cuento de que los partidos que se comen a mordiscos fuera de los reflectores
van a construir la sociedad de la paz, el progreso y el amor, no es que sea
insincero sino que carece de credibilidad. Por supuesto que la autocrítica no es la
payasada empleada por los comunistas desde siempre para complacer a Stalin al
confesar pecados no cometidos; la que se requiere es la que reconoce los errores
de ayer, y hoy cambia radicalmente sus prácticas.

La imposibilidad de ofrecer un futuro deseable, creíble, capaz de emocionar, se


sustituye con programas de gobierno abstractos que proponen cambios en las
instituciones pero dejan de lado los problemas concretos. Por ejemplo, se habla de
transformar (o dejar de lado) a Pdvsa, pero, ¿qué pasará con los miles que fueron
expulsados de allí? Se habla de la reinstitucionalización de la FAN, pero, ¿qué
deberá hacerse con los mandos militares actuales? ¿Qué conducta se tendría con
con las autoridades judiciales de hoy? ¿Es pensable una asamblea constituyente?

Por supuesto que todas estas preguntas tendrán diferentes respuestas porque
dependen de las condiciones específicas en las que la transición, ya comenzada,
se desarrolle, pero responder acerca del sentido que tendrían daría carne y hueso
a ofertas y propuestas.

El fraude
El fraude ha sido ingrediente de todos los procesos electorales bajo el chavismo.
Al inicio, con las manos libres y luego con más dificultades dado el grado de alerta
que hay que reconocer han tenido los partidos y los representantes de la sociedad
civil en diferentes jornadas electorales. Pero ha existido. Es el desmedido
ventajismo oficial, el uso inescrupuloso de los recursos públicos, la transformación
de resultados o su ausencia en forma completa como en el caso del referéndum
de 2007. Además, el ejercicio del terror como instrumento para torcer la voluntad
de segmentos importantes de votantes que no quieren perder sus empleos o los
magros recursos que provienen de las “misiones”. Enfrentarse a estos elementos
no debilita sino contribuye a hacer más vigorosa la respuesta popular

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