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-¿Dónde
podemos encontrar todo lo que exige el Sultán? -preguntó a su
hijo. Tal vez el genio de la lámpara pueda ayudarnos -contestó
Erase una vez una viuda que vivía con su hijo, Aladino. Un día, un Aladino.
misterioso extranjero ofreció al muchacho una moneda de plata a Como de costumbre, el genio sonrió e inmediatamente obedeció
cambio de un pequeño favor y como eran muy pobres aceptó. las órdenes de Aladino. Instantáneamente, aparecieron cuarenta
-¿Qué tengo que hacer? -preguntó. briosos caballos cargados con cofres llenos de zafiros y
-Sígueme - respondió el misterioso extranjero. esmeraldas.
El extranjero y Aladino se alejaron de la aldea en dirección al Esperando impacientes las ordenes de Aladino, cuarenta Jinetes
bosque, donde este último iba con frecuencia a jugar. Poco tiempo ataviados con blancos turbantes y anchas cimitarras, montaban a
después se detuvieron delante de una estrecha entrada que caballo.
conducía a una cueva que Aladino nunca antes había visto. -¡Al palacio del Sultán!- ordenó Aladino.
- ¡No recuerdo haber visto esta cueva! -exclamó el joven- El Sultán muy complacido con tan magnifico regalo, se dio cuenta
¿Siempre ha estado ahí? de que el joven estaba determinado a obtener la mano de su hija.
El extranjero sin responder a su pregunta, le dijo: Poco tiempo después, Aladino y Halima se casaron y el joven hizo
-Quiero que entres por esta abertura y me traigas mi vieja lámpara construir un hermoso palacio al lado del del Sultán (con la ayuda
de aceite. Lo haría yo mismo si la entrada no fuera demasiado del genio claro esta). El Sultán se sentía orgulloso de su yerno y
estrecha para mí. Halima estaba muy enamorada de su esposo que era atento y
-De acuerdo- dijo Aladino-, iré a buscarla. generoso. Pero la felicidad de la pareja fue interrumpida el día en
-Algo más- agrego el extranjero-.No toques nada más, ¿me has que el malvado brujo regreso a la ciudad disfrazado de mercader.
entendido? Quiero únicamente que me traigas mi lámpara de -¡Cambio lámparas viejas por nuevas! -pregonaba. Las mujeres
aceite. El tono de voz con que el extranjero le dijo esto ultimo, cambiaban felices sus lámparas viejas.
alarmó a Aladino. Por un momento pensó huir, pero cambió de -¡Aquí! -llamó Halima-. Tome la mía también entregándole la
idea al recordar la moneda de plata y toda la comida que su madre lámpara del genio.
podría comprar con ella. Aladino nunca había confiado a Halima el secreto de la lámpara y
-No se preocupe, le traeré su lámpara, - dijo Aladino mientras se ahora era demasiado tarde.
deslizaba por la estrecha abertura. El brujo froto la lámpara y dio una orden al genio. En una fracción
Una vez en el interior, Aladino vio una vieja lámpara de aceite que de segundos, Halima y el palacio subieron muy alto por el aire y
alumbraba débilmente la cueva. Cual no seria su sorpresa al fueron llevados a la tierra lejana del brujo.
descubrir un recinto cubierto de monedas de oro y piedras -¡Ahora serás mi mujer! -le dijo el brujo con una estruendosa
preciosas. carcajada. La pobre Halima, viéndose a la merced del brujo,
"Si el extranjero solo quiere su vieja lámpara -pensó Aladino-, o lloraba amargamente. Cuando Aladino regreso, vio que su palacio
esta loco o es un brujo. Mmm, ¡tengo la impresión de que no esta y todo lo que amaba habían desaparecido. Entonces acordándose
loco! ¡Entonces es un...!” del anillo le dio tres vueltas.
-¡La lámpara! ¡Tráemela inmediatamente!- grito el brujo -Gran genio del anillo, ¿dime que sucedió con mi esposa y mi
impaciente. palacio? -preguntó.
-De acuerdo pero primero déjeme salir -repuso Aladino mientras -El brujo que te empujo al interior de la cueva hace algunos años
comenzaba a deslizarse por la abertura. regresó mi amo, y se llevó con él, tu palacio y esposa y la lámpara
-¡No! ¡Primero dame la lámpara! -exigió el brujo cerrándole el paso -respondió el genio. Tráemelos de regreso inmediatamente -pidió
-¡No! Grito Aladino. Aladino.
-¡Peor para ti! Exclamo el brujo empujándolo nuevamente dentro -Lo siento, amo, mi poder no es suficiente para traerlos. Pero
de la cueva. Pero al hacerlo perdió el anillo que llevaba en el dedo puedo llevarte hasta donde se encuentran. Poco después, Aladino
el cual rodó hasta los pies de Aladino. se encontraba entre los muros del palacio del brujo. Atravesó
En ese momento se oyó un fuerte ruido. Era el brujo que hacia silenciosamente las habitaciones hasta encontrar a Halima. Al
rodar una roca para bloquear la entrada de la cueva. verla la estrechó entre sus brazos mientras ella trataba de
Una oscuridad profunda invadió el lugar, Aladino tuvo miedo. ¿Se explicarle todo lo que le había sucedido.
quedaría atrapado allí para siempre? Sin pensarlo, recogió el anillo -¡Shhh! No digas una palabra hasta que encontremos una forma de
y se lo puso en el dedo. Mientras pensaba en la forma de escapar -susurró Aladino. Juntos trazaron un plan. Halima debía
escaparse, distraídamente le daba vueltas y vueltas. encontrar la manera de envenenar al brujo. El genio del anillo les
De repente, la cueva se lleno de una intensa luz rosada y un genio proporciono el veneno. Esa noche, Halima sirvió la cena y sirvió el
sonriente apareció. veneno en una copa de vino que le ofreció al brujo. Sin quitarle los
-Soy el genio del anillo. ¿Que deseas mi señor? Aladino aturdido ojos de encima, espero a que se tomara hasta la última gota. Casi
ante la aparición, solo acertó a balbucear: inmediatamente este se desplomo inerte. Aladino entró presuroso
-Quiero regresar a casa. a la habitación, tomó la lámpara que se encontraba en el bolsillo
Instantáneamente Aladino se encontró en su casa con la vieja del brujo y la froto con fuerza.
lámpara de aceite entre las manos. Emocionado el joven narro a -¡Cómo me alegro de verte, mi buen Amo! -dijo sonriendo-.
su madre lo sucedido y le entregó la lámpara. ¿Podemos regresar ahora?
-Bueno no es una moneda de plata, pero voy a limpiarla y -¡Al instante!- respondió Aladino y el palacio se elevo por el aire y
podremos usarla. floto suavemente hasta el reino del Sultán. El Sultán y la madre de
La esta frotando, cuando de improviso otro genio aun más grande Aladino estaban felices de ver de nuevo a sus hijos. Una gran
que el primero apareció. fiesta fue organizada a la cual fueron invitados todos los súbditos
-Soy el genio de la lámpara. ¿Que deseas? La madre de Aladino del reino para festejar el regreso de la joven pareja. Aladino y
contemplando aquella extraña aparición sin atreverse a pronunciar Halima vivieron felices y sus sonrisas aun se pueden ver cada vez
una sola palabra. que alguien brilla una vieja lámpara de aceite.
Aladino sonriendo murmuró: FIN
-¿Porqué no una deliciosa comida acompañada de un gran postre?
Inmediatamente, aparecieron delante de ellos fuentes llenas de
exquisitos manjares. Caperucita Roja
Aladino y su madre comieron muy bien ese día y a partir de
entonces, todos los días durante muchos años. Aladino creció y se Había una vez una niña llamada Caperucita Roja, ya que su
convirtió en un joven apuesto, y su madre no tuvo necesidad de abuelita
trabajar para otros. Se contentaban con muy poco y el genio se le regaló una caperuza roja. Un día, la mamá de Caperucita
encargaba de suplir todas sus necesidades. Un día cuando Aladino la mandó
se dirigía al mercado, vio a la hija del Sultán que se paseaba en su a casa de su abuelita, estaba enferma, para que le llevara
litera. Una sola mirada le bastó para quedar locamente enamorado en una
de ella. Inmediatamente corrió a su casa para contárselo a su cesta pan, chocolate, azúcar y dulces. Su mamá le dijo: "no
madre: te
-¡Madre, este es el día más feliz de mi vida! Acabo de ver a la apartes del camino de siempre, ya que en el bosque hay
mujer con la que quiero casarme. lobos".
-Iré a ver al Sultán y le pediré para ti la mano de su hija Halima
-dijo ella. Caperucita iba cantando por el camino que su mamá le
Como era costumbre llevar un presente al Sultán, pidieron al genio había dicho y ,
un cofre de hermosas joyas. Aunque muy impresionado por el de repente, se encontró con el lobo y le dijo: "Caperucita,
presente el Sultán preguntó: Caperucita, ¿dónde vas?". "A casa de mi abuelita a llevarle
-¿Cómo puedo saber si tu hijo es lo suficientemente rico como para pan,
velar por el bienestar de mi hija? Dile a Aladino que, para chocolate, azúcar y dulces". "¡Vamos a hacer una carrera!
demostrar su riqueza debe enviarme cuarenta caballos de pura Te dejaré
sangre cargados con cuarenta cofres llenos de piedras preciosas y a ti el camino más corto y yo el más largo para darte
cuarenta guerreros para escoltarlos. ventaja."
Caperucita aceptó pero ella no sabía que el lobo la había todas las aves quien tenga la gallardía y belleza del señor
engañado. cuervo.
El lobo llegó antes y se comió a la abuelita.
El ave, sobre su rama, se esponjaba lleno de satisfacción. Y
Cuando ésta llegó, llamó a la puerta: "¿Quién es?", dijo el en su
lobo fuero interno estaba convencido de que todo cuanto decía
vestido de abuelita. "Soy yo", dijo Caperucita. "Pasa, pasa el animal
nietecita". "Abuelita, qué ojos más grandes tienes", dijo la que estaba a sus pies era verdad. Pues, ¿acaso había otro
niña plumaje
extrañada. "Son para verte mejor". "Abuelita, abuelita, qué más lindo que el suyo?
orejas
tan grandes tienes". "Son para oírte mejor". "Y qué nariz Desde abajo volvió a sonar, con acento muy suave y
tan grande engañoso, la voz
tienes". "Es para olerte mejor". "Y qué boca tan grande de aquella astuta zorra:
tienes". - Bello es usted, a fe mía, y de porte majestuoso. Como que
"¡Es para comerte mejor!". si su
voz es tan hermosa como deslumbrante es su cuerpo, creo
Caperucita empezó a correr por toda la habitación y el lobo que no habrá
tras entre todas las aves del mundo quien se le pueda igualar
ella. Pasaban por allí unos cazadores y al escuchar los en
gritos se perfección.
acercaron con sus escopetas. Al ver al lobo le dispararon y Al oír aquel discurso tan dulce y halagueño, quiso
sacaron demostrar el
a la abuelita de la barriga del lobo. Así que Caperucita cuervo a la zorra su armonía de voz y la calidad de su
después de canto, para
este susto no volvió a desobedecer a su mamá. Y colorín que se convenciera de que el gorjeo no le iba en zaga a su
colorado plumaje.
este cuento se ha acabado.
Llevado de su vanidad, quiso cantar.
amable y
El cuervo callaba. Miró hacia abajo y contempló a la zorra,
El Flautista de Hamelin
Hace mucho, muchísimo tiempo, en la próspera ciudad de
sonriente.
Hamelín,
-Tenga usted buenos días -repitió aquella, comenzando a
sucedió algo muy extraño: una mañana, cuando sus gordos
adularle de
y
esta manera - Vaya, ¡que está usted bien elegante con tan
satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron
bello
las calles
plumaje!
invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas
partes,
El cuervo, que, como ya sabemos era vanidoso, siguió
devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y
callado, pero
la
contento al escuchar tales elogios.
comida de sus bien provistas despensas. Nadie acertaba a
-Sí, sí prosiguió la zorra. Es lo que siempre digo. No hay
comprender
entre
la causa de tal invasión, y lo que era aún peor, nadie sabía
qué
hacer para acabar con tan inquitante plaga. habitantes y sus bien repletos graneros y bien provistas
despensas,
Por más que pretendían exterminarlos o, al menos, protegidas por sus sólidas murallas y un inmenso manto de
ahuyentarlos, tal silencio y
parecía que cada vez acudían más y más ratones a la tristeza.
ciudad. Tal era
la cantidad de ratones que, día tras día, se enseñoreaba de Y esto fue lo que sucedió hace muchos, muchos años, en
las esta desierta
calles y de las casas, que hasta los mismos gatos huían y vacía ciudad de Hamelín, donde, por más que busquéis,
asustados. nunca
encontraréis ni un ratón ni un niño.
Ante la gravedad de la situación, los prohombres de la
ciudad, que
veían peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones,
FIN
convocaron al Consejo y dijeron: "Daremos cien monedas
de oro a
quien nos libre de los ratones".
Afuera, unos niños de la calle jugaban bajo la lluvia. Fueron El niño se puso muy feliz cuando supo que su soldadito de
ellos plomo
quienes encontraron al soldadito de plomo cabeza abajo, había aparecido. El soldadito, por su parte, estaba un poco
con el fusil aturdido. Había pasado tanto tiempo en la oscuridad.
clavado entre dos adoquines. Finalmente, se
dio cuenta de que estaba de nuevo en casa. En la mesa vio
-¡Hagámosle un barco de papel! -gritó uno de los chicos. los mismos
Llovía tan juguetes de siempre, y también el castillo con el lago de
fuerte que se había formado un pequeño río por los bordes espejos.
de las Al frente estaba la bailarina, apoyada en una pierna. Habría
calles. Los chicos hicieron un barco con un viejo periódico, llorado
metieron al soldadito allí y lo pusieron a navegar. de la emoción si hubiera tenido lágrimas, pero se limitó a
mirarla.
Ella lo miraba también. Para todas las faenas había que acudir al mayor; no
obstante, cuando
De repente, el hermano del niño agarró al soldadito de se trataba de salir, ya anochecido, a buscar alguna cosa, y
plomo había
diciendo: que pasar por las cercanías del cementerio o de otro lugar
tenebroso
-Este soldado no sirve para nada. Sólo tiene una pierna. y lúgubre, el mozo solía resistirse:
Además, -No, padre, no puedo ir. ¡Me da mucho miedo!
apesta a pescado. Pues, en efecto, era miedoso.
En las veladas, cuando, reunidos todos en torno a la
Todos vieron aterrados cómo el muchacho arrojaba al lumbre, alguien
soldadito de contaba uno de esos cuentos que ponen carne de gallina,
plomo al fuego de la chimenea. El soldadito cayó de pie en los oyentes
medio de solían exclamar: «¡Oh, qué miedo!». El hijo menor, sentado
las llamas. Los colores de su uniforme desvanecían a en un
medida que se rincón, escuchaba aquellas exclamaciones sin acertar a
derretía. De pronto, una ráfaga de viento arrancó a la comprender su
bailarina de significado.
la entrada del castillo y la llevó como a un ave de papel -Siempre están diciendo: «¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo!».
hasta el Pues yo no
fuego, junto al soldadito de plomo. Una llamarada la lo tengo. Debe ser alguna habilidad de la que yo no
consumió en un entiendo nada.
segundo. Un buen día le dijo su padre:
-Oye, tú, del rincón: Ya eres mayor y robusto. Es hora de
A la mañana siguiente, la criada fue a limpiar la chimenea. que
En medio aprendas también alguna cosa con que ganarte el pan.
de las cenizas encontró un pedazo de plomo en forma de Mira cómo tu
corazón. Al hermano se esfuerza; en cambio, contigo todo es inútil,
lado, negra como el carbón, estaba la lentejuela de la como si
bailarina. machacaras hierro frío.
-Tienes razón, padre -respondió el muchacho-. Yo también
FIN tengo ganas
de aprender algo. Si no te parece mal, me gustaría
aprender a tener
miedo; de esto no sé ni pizca.
La Gallina de los Huevos de Oro El mayor se echó a reír al escuchar aquellas palabras, y
Érase un labrador tan pobre, tan pobre, que ni siquiera pensó para
poseía una sí: «¡Santo Dios, y qué bobo es mi hermano! En su vida
vaca. Era el más pobre de la aldea. Y resulta que un día, saldrá de él
trabajando nada bueno. Pronto se ve por dónde tira cada uno». El
en el campo y lamentándose de su suerte, apareció un padre se
enanito que le limitó a suspirar y a responderle:
dijo: -Día vendrá en que sepas lo que es el miedo, pero con esto
-Buen hombre, he oído tus lamentaciones y voy a hacer no vas a
que tu fortuna ganarte el sustento.
cambie. Toma esta gallina; es tan maravillosa que todos los A los pocos días tuvieron la visita del sacristán. Le contó el
días padre
pone un huevo de oro. su apuro, cómo su hijo menor era un inútil; ni sabía nada,
El enanito desapareció sin más ni más y el labrador llevó la ni era
gallina capaz de aprender nada.
a su corral. Al día siguiente, ¡oh sorpresa!, encontró un -Sólo le diré que una vez que le pregunté cómo pensaba
huevo de ganarse la
oro. Lo puso en una cestita y se fue con ella a la ciudad, vida, me dijo que quería aprender a tener miedo.
donde -Si no es más que eso -repuso el sacristán-, puede
vendió el huevo por un alto precio. aprenderlo en mi
Al día siguiente, loco de alegría, encontró otro huevo de casa. Deje que venga conmigo. Yo se lo desbastaré de tal
oro. ¡Por forma, que
fin la fortuna había entrado a su casa! Todos los días tenía no habrá más que ver.
un Se avino el padre, pensando: «Le servirá para
nuevo huevo. despabilarse». Así,
Fue así que poco a poco, con el producto de la venta de los pues, se lo llevó consigo y le señaló la tarea de tocar las
huevos, campanas. A los dos o tres días lo despertó hacia
fue convirtiéndose en el hombre más rico de la comarca. medianoche y lo
Sin embargo, mandó subir al campanario a tocar la campana. «Vas a
una insensata avaricia hizo presa su corazón y pensó: aprender lo que
"¿Por qué esperar a que cada día la gallina ponga un es el miedo», pensó el hombre mientras se retiraba
huevo? Mejor la sigilosamente.
mato y descubriré la mina de oro que lleva dentro". Estando el muchacho en la torre, al volverse para coger la
Y así lo hizo, pero en el interior de la gallina no encontró cuerda de
ninguna la campana vio una forma blanca que permanecía inmóvil
mina. A causa de la avaricia tan desmedida que tuvo, este en la
tonto escalera, frente al hueco del muro.
aldeano malogró la fortuna que tenía. -¿Quién está ahí? -gritó el mozo. Pero la figura no se movió
FIN ni
respondió.
-Contesta -insistió el muchacho- o lárgate; nada tienes que
hacer
aquí a medianoche-. Pero el sacristán seguía inmóvil, para
Juan sin Miedo que el
Érase un padre que tenía dos hijos, el mayor de los cuales otro lo tomase por un fantasma.
era listo El chico le gritó por segunda vez:
y despierto, muy despabilado y capaz de salir con bien de -¿Qué buscas ahí? Habla si eres persona cabal, o te
todas las arrojaré
cosas. El menor, en cambio, era un verdadero zoquete, escaleras abajo. El sacristán pensó: «No llegará a tanto», y
incapaz de continuó impertérrito, como una estatua de piedra. Por
comprender ni aprender nada, y cuando la gente lo veía, tercera vez
no podía por le advirtió el muchacho, y viendo que sus palabras no
menos de exclamar: «¡Este sí que va a ser la cruz de su surtían
padre!».
efecto, arremetió contra el espectro y de un empujón lo noche. Como arreciara el frío, encendió fuego; pero hacia
echó medianoche
escaleras abajo, con tal fuerza que, mal de su grado, saltó empezó a soplar un viento tan helado, que ni la hoguera le
de una servía de
vez diez escalones y fue a desplomarse contra una gran cosa. Y como el ímpetu del viento hacía chocar entre
esquina, donde sí los
quedó maltrecho. El mozo, terminado el toque de cuerpos de los ahorcados, pensó el mozo: «Si tú, junto al
campana, volvió a su fuego,
cuarto, se acostó sin decir palabra y se quedó dormido. estás helándose, ¡cómo deben pasarlo esos que patalean
La mujer del sacristán estuvo durante largo rato ahí arriba!».
aguardando la
vuelta de su marido; pero viendo que tardaba demasiado, Y como era compasivo de natural, arrimó la escalera y fue
fue a desatando
despertar, ya muy inquieta, al ayudante, y le preguntó: los cadáveres, uno tras otro, y bajándolos al suelo. Sopló
-¿Dónde está mi marido? Subió al campanario antes que tú. luego el
-En el campanario no estaba -respondió el muchacho-. Pero fuego para avivarlo, y dispuso los cuerpos en torno al fuego
había para
alguien frente al hueco del muro, y como se empeñó en no que se calentasen; pero los muertos permanecían
responder inmóviles, y los
ni marcharse, he supuesto que era un ladrón y lo he llamas prendieron en sus ropas. Al verlo, el muchacho les
arrojado advirtió:
escaleras abajo. Vaya a ver, no fuera el caso que se tratase -Si no tienen cuidado, los volveré a colgar.
de él. Pero los ajusticiados nada respondieron, y sus andrajos
De veras que lo sentiría. siguieron
La mujer se precipitó a la escalera y encontró a su marido quemándose. Se irritó entonces el mozo:
tendido -Puesto que se empeñan en no tener cuidado, nada puedo
en el rincón, quejándose y con una pierna rota. hacer por
Lo bajó como pudo y corrió luego a la casa del padre del ustedes; no quiero quemarme yo también.
mozo, hecha Y los colgó nuevamente, uno tras otro; hecho lo cual, volvió
un mar de lágrimas: a
-Su hijo -se lamentó- ha causado una gran desgracia, ha sentarse al lado de la hoguera y se quedó dormido.
echado a mi A la mañana siguiente se presentó el hombre, dispuesto a
marido escaleras abajo, y le ha roto una pierna. ¡Llévese cobrar las
enseguida cincuenta monedas.
de mi casa a esta calamidad! -Qué, ¿ya sabes ahora lo que es el miedo? -No -replicó el
Corrió el padre, muy asustado, a casa del sacristán, y puso mozo-.
a su ¿Cómo iba a saberlo? Esos de ahí arriba ni siquiera han
hijo de vuelta y media: abierto la
-¡Eres una mala persona! ¿Qué maneras son ésas? Ni que boca, y fueron tan tontos que dejaron que se quemasen los
tuvieses el harapos
diablo en el cuerpo. que llevan.
-Soy inocente, padre -contestó el muchacho-. Le digo la Vio el hombre que por aquella vez no embolsaría las
verdad. Él monedas, y se
estaba allí a medianoche, como si llevara malas alejó murmurando:
intenciones. Yo no -En mi vida me he topado con un tipo como éste.
sabía quién era, y por tres veces le advertí que hablase o Siguió también el mozo su camino, siempre expresando en
se voz alta su
marchase. idea fija: «¡Si por lo menos supiese lo que es el miedo! ¡Si
-¡Ay! -exclamó el padre-. ¡Sólo disgustos me causas! Vete por lo
de mi menos supiese lo que es el miedo!». Lo escuchó un
presencia, no quiero volver a verte. carretero que iba
-Bueno, padre, así lo haré; aguarda sólo a que sea de día, y tras él, y le preguntó:
me -¿Quién eres?
marcharé a aprender lo que es el miedo; al menos así -No lo sé -respondió el joven.
sabré algo que -¿De dónde vienes? -siguió inquiriendo el otro.
me servirá para ganarme el sustento. -No lo sé.
-Aprende lo que quieras -dijo el padre-; lo mismo me da. -¿Quién es tu padre?
Ahí tienes -No puedo decirlo.
cincuenta monedas; márchate a correr mundo y no digas a -¿Y qué demonios estás refunfuñando entre dientes?
nadie de -¡Oh! -respondió el muchacho-, quisiera saber lo que es el
dónde eres ni quién es tu padre, pues eres mi mayor miedo,
vergüenza. pero nadie puede enseñármelo.
-Sí, padre, como quieras. Si sólo me pides eso, fácil me -Basta de tonterías -replicó el carretero-. Te vienes
será conmigo y te
obedecerte. buscaré alojamiento.
Al apuntar el día embolsó el muchacho sus cincuenta Lo acompañó el mozo, y, al anochecer, llegaron a una
monedas y se fue hospedería. Al
por la carretera. Mientras andaba, iba diciéndose: entrar en la sala repitió el mozo en voz alta:
«¡Si por lo menos tuviera miedo! ¡Si por lo menos tuviera -¡Si al menos supiera lo que es el miedo!
miedo!». Oyéndolo el posadero, se echó a reír, y dijo:
En esto acertó a pasar un hombre que oyó lo que el mozo -Si de verdad lo quieres, tendrás aquí buena ocasión para
murmuraba, y enterarte.
cuando hubieron andado un buen trecho y llegaron a la
vista de la -¡Cállate, por Dios! -exclamó la patrona-. Más de un
horca, le dijo: temerario lo ha
-Mira, en aquel árbol hay siete que se han casado con la pagado ya con la vida. ¡Sería una pena que esos hermosos
hija del ojos no
cordelero, y ahora están aprendiendo a volar. Siéntate volviesen a ver la luz del día!
debajo y Pero el muchacho replicó:
aguarda a que llegue la noche. Verás cómo aprendes lo -Por costoso que sea, quisiera saber lo que es el miedo;
que es el para esto
miedo. me marché de casa.
-Si no es más que eso -respondió el muchacho-, la cosa no Y estuvo importunando al posadero, hasta que éste se
tendrá decidió a
dificultad; pero si realmente aprendo qué cosa es el miedo, contarle que, a poca distancia de allí, se levantaba un
te daré castillo
mis cincuenta monedas. Vuelve a buscarme por la mañana. encantado, donde, con toda seguridad, aprendería a
Y se encaminó al patíbulo, donde esperó, sentado, la conocer el miedo
llegada de la
si estaba dispuesto a pasar tres noches en él. Le dijo que el brasas aún encendidas, las sopló para reanimar el fuego y
Rey se sentó
había prometido casar a su hija, que era la doncella más nuevamente a calentarse. Y estando así sentado, le vino el
hermosa que sueño,
alumbrara el sol, con el hombre que a ello se atreviese. con una gran pesadez en los ojos. Miró a su alrededor, y
Además, descubrió
había en el castillo valiosos tesoros, capaces de enriquecer en una esquina una espaciosa cama. «A punto vienes»,
al más dijo, y se
pobre, que estaban guardados por espíritus malos, y acostó en ella sin pensarlo más.
podrían Pero apenas había cerrado los ojos cuando el lecho se puso
recuperarse al desvanecerse el maleficio. Muchos lo habían en
intentado movimiento, como si quisiera recorrer todo el castillo.
ya, pero ninguno había escapado con vida de la empresa. «¡Tanto
A la mañana siguiente, el joven se presentó al Rey y le dijo mejor!», se dijo el mozo. Y la cama seguía rodando y
que, si moviéndose,
se le autorizaba, él se comprometía a pasarse tres noches como tirada por seis caballos, cruzando umbrales y
en vela en subiendo y
el castillo encantado. bajando escaleras. De repente, ¡hop!, un vuelco, y queda la
Lo miró el Rey, y como su aspecto le resultara simpático, le cama
dijo: patas arriba, y su ocupante debajo como si se le hubiese
-Puedes pedir tres cosas para llevarte al castillo, pero venido una
deben ser montaña encima.
cosas inanimadas. Lanzando al aire mantas y almohadas, salió de aquel
A lo que contestó el muchacho: revoltijo, y,
-Deme entonces fuego, un torno y un banco de carpintero exclamando: «¡Que pasee quien tenga ganas!», volvió a la
con su vera del
cuchilla. fuego y se quedó dormido hasta la madrugada.
El Rey hizo llevar aquellos objetos al castillo. Al anochecer A la mañana siguiente se presentó el Rey, y, al verlo
subió tendido en el
a él el muchacho, encendió en un aposento un buen fuego, suelo, creyó que los fantasmas lo habían matado.
colocó al -¡Lástima, tan guapo mozo! -dijo.
lado el banco de carpintero con la cuchilla y se sentó sobre Lo escuchó el muchacho e, incorporándose, exclamó:
el -¡No están aún tan mal las cosas!
torno. El Rey, admirado y contento, le preguntó qué tal había
-¡Ah! ¡Si por lo menos aquí tuviera miedo! -suspiró-. Pero pasado la
me temo noche.
que tampoco aquí me enseñarán lo que es. -¡Muy bien! -respondió el interpelado-. He pasado una,
Hacia medianoche quiso avivar el fuego, y mientras lo también
soplaba oyó de pasaré las dos que quedan.
pronto unas voces, procedentes de una esquina, que Al entrar en la posada, el hostelero se quedó mirándolo
gritaban: como quien
-¡Au, miau! ¡Qué frío hace! ve visiones.
-¡Tontos! -exclamó él-. ¿Por qué gritan? Si tienen frío, -Jamás pensé volver a verte vivo -le dijo-. Supongo que
acérquense ahora sabrás
al fuego a caliéntense. lo que es el miedo.
Apenas hubo pronunciado estas palabras, llegaron de un -No -replicó el muchacho-. Todo es inútil. ¡Ya no sé qué
enorme brinco hacer!
dos grandes gatos negros que, sentándose uno a cada Al llegar la segunda noche, se encaminó de nuevo al
lado, clavaron castillo y,
en él una mirada ardiente y feroz. Al cabo de un rato, sentándose junto al fuego, volvió a la vieja canción: «¡Si
cuando ya se siquiera
hubieron calentado, dijeron: supiese lo que es el miedo!». Antes de medianoche se oyó
-Compañero, ¿qué te parece si echamos una partida de un
naipes? estrépito. Quedo al principio, luego más fuerte; siguió un
-¿Por qué no? -respondió él-. Pero antes muéstrenme las momento
patas. de silencio, y, al fin, emitiendo un agudísimo alarido bajó
Los animales sacaron las garras. por la
-¡Ah! -exclamó el muchacho-. ¡Vaya uñas largas! Primero chimenea la mitad de un hombre y fue a caer a sus pies.
se las -¡Caramba! -exclamó el joven-. Aquí falta una mitad. ¡Hay
cortaré. que tirar
Y, agarrándolos por el cuello, los levantó y los sujetó por más!.
las Volvió a oírse el estruendo, y, entre un alboroto de gritos y
patas al banco de carpintero. aullidos, cayó la otra mitad del hombre.
-He adivinado sus intenciones -dijo- y se me han pasado las -Aguarda -exclamó el muchacho-. Voy a avivarte el fuego.
ganas de Cuando, ya listo, se volvió a mirar a su alrededor, las dos
jugar a las cartas. mitades
Acto seguido los mató de un golpe y los arrojó al estanque se habían soldado, y un hombre horrible estaba sentado en
que había su sitio.
al pie del castillo. -¡Eh, amigo, que éste no es el trato! -dijo-. El banco es mío.
Despachados ya aquellos dos y cuando se disponía a El hombre quería echarlo, pero el mozo, empeñado en no
instalarse de ceder, lo
nuevo junto al fuego, de todos los rincones y esquinas apartó de un empujón y se instaló en su asiento.
empezaron a Bajaron entonces por la chimenea nuevos hombres, uno
salir gatos y perros negros, en número cada vez mayor, tras otro,
hasta el llevando nueve tibias y dos calaveras, y, después de
punto de que ya no sabía él dónde meterse. Aullando colocarlas en
lúgubremente, la posición debida, comenzaron a jugar a bolos. Al
pisotearon el fuego, intentando esparcirlo y apagarlo. El muchacho le
mozo entraron ganas de participar en el juego y les preguntó:
estuvo un rato contemplando tranquilamente aquel -¡Hola!, ¿puedo jugar yo también?
espectáculo hasta -Sí, si tienes dinero.
que, al fin, se amoscó y, empuñando la cuchilla y gritando: -Dinero tengo -respondió él-. Pero sus bolos no son bien
«¡Fuera redondos.
de aquí, chusma asquerosa!», arremetió contra el ejército Y, cogiendo las calaveras, las puso en el torno y las modeló
de debidamente.
alimañas. Parte de los animales escapó corriendo, el resto -Ahora rodarán mejor -dijo-. ¡Así da gusto!
los mató, Jugó y perdió algunos florines; pero al dar las doce, todo
y arrojó sus cuerpos al estanque. De vuelta al aposento, desapareció de su vista. Se tendió y durmió
reunió las tranquilamente. A la
mañana siguiente se presentó de nuevo el Rey, curioso por -Una de ellas es para los pobres; la otra, para el Rey, y la
saber lo tercera, para ti. Dieron en aquel momento las doce, y el
ocurrido. trasgo
-¿Cómo lo has pasado esta vez? -le preguntó. desapareció, quedando el muchacho sumido en tinieblas.
-Estuve jugando a los bolos y perdí unas cuantas monedas. -De algún modo saldré de aquí -se dijo.
-¿Y no sentiste miedo? Y, moviéndose a tientas, al cabo de un rato dio con un
-¡Qué va! -replicó el chico-. Me he divertido mucho. ¡Ah, si camino que lo
pudiese condujo a su aposento, donde se echó a dormir junto al
saber lo que es el miedo! fuego.
La tercera noche, sentado nuevamente en su banco, A la mañana siguiente compareció de nuevo el Rey y le
suspiraba mohíno y dijo:
malhumorado: «¡Por qué no puedo sentir miedo!». -Bien, supongo que ahora sabrás ya lo que es el miedo.
Era ya bastante tarde cuando entraron seis hombres -No -replicó el muchacho-. ¿Qué es? Estuvo aquí mi primo
fornidos llevando muerto, y
un ataúd. Dijo él entonces: después vino un hombre barbudo, el cual me mostró los
-Ahí debe de venir mi primito, el que murió hace unos días. tesoros que
-Y, haciendo una seña con el dedo, lo llamó: hay en los sótanos; pero de lo que sea el miedo, nadie me
-¡Ven, primito, ven aquí! ha dicho
Los hombres depositaron el féretro en el suelo. El mozo se una palabra.
les Dijo entonces el Rey:
acercó y levantó la tapa: contenía un cuerpo muerto. Le -Has desencantado el palacio y te casarás con mi hija.
tocó la -Todo eso está muy bien -repuso él-. Pero yo sigo sin saber
cara, que estaba fría como hielo. lo que
-Aguarda -dijo-, voy a calentarte un poquito. es el miedo. Sacaron el oro y se celebró la boda. Pero el
Y, volviéndose al fuego a calentarse la mano, la aplicó joven
seguidamente príncipe, a pesar de que quería mucho a su esposa y se
en el rostro del cadáver; pero éste seguía frío. Lo sacó sentía muy
entonces satisfecho, no cesaba de suspirar: «¡Si al menos supiese lo
del ataúd, se sentó junto al fuego con el muerto sobre su que es
regazo, y el miedo!».
se puso a frotarle los brazos para reanimar la circulación. Al fin, aquella cantinela acabó por irritar a la princesa. Su
Como camarera le dijo:
tampoco eso sirviera de nada, se le ocurrió que metiéndolo -Yo lo arreglaré. Voy a enseñarle lo que es el miedo.
en la Se dirigió al riachuelo que cruzaba el jardín y mandó que le
cama podría calentarlo mejor. Lo acostó, pues, lo arropó llenaran un barreño de agua con muchos pececillos. Por la
bien y se noche,
echó a su lado. Al cabo de un rato, el muerto empezó a mientras el joven dormía, su esposa, instruida por la
calentarse y camarera, le
a moverse. Dijo entonces el mozo: quitó bruscamente las ropas y le echó encima el cubo de
-¡Ves, primito, cómo te he hecho entrar en calor! agua fría
Pero el muerto se incorporó, gritando: con los peces, los cuales se pusieron a coletear sobre el
-¡Te voy a estrangular! cuerpo del
-¿Esas tenemos? -exclamó el muchacho-. ¿Así me lo muchacho. Éste despertó de súbito y echó a gritar:
agradeces? Pues te -¡Ah, qué miedo, qué miedo, mujercita mía! ¡Ahora sí que
volverás a tu ataúd. sé lo que
Y, levantándolo, lo metió en la caja y cerró la tapa. En esto es el miedo!
entraron de nuevo los seis hombres y se lo llevaron.
-No hay manera de sentir miedo -se dijo-. Está visto que no
FIN
me La Lechera
enteraré de lo que es, aunque pasara aquí toda la vida. Hace mucho tiempo, en una granja rodeada de animales,
Apareció luego otro hombre, más alto que los anteriores, y vivía la joven
de Elisa. Una mañana de verano se despertó antes de lo
terrible aspecto; pero era viejo y llevaba una larga barba acostumbrado.
blanca. ¡Felicidades, Elisa! - le dijo su madre -. Espero que hoy
-¡Ah, bribonzuelo -exclamó-; pronto sabrás lo que es miedo, las vacas den mucha leche porque luego irás a venderla al pueblo
pues vas y todo el dinero que te den por ella será para ti. Ese será mi
a morir! regalo de cumpleaños.
-¡Calma, calma! -replicó el mozo-. Yo también tengo algo ¡Aquello sí que era una sorpresa! ¡Con razón pensaba
que decir Elisa que
en este asunto. algo bueno iba a pasarle! Ella que nunca había tenido
-Deja que te agarre -dijo el ogro. dinero, iba a
-Poquito a poco. Lo ves muy fácil. Soy tan fuerte como tú, o ser la dueña de todo lo que le dieran por la leche. ¡Y por si
más. fuera
-Eso lo veremos -replicó el viejo-. Si lo eres, te dejaré poco, parecía que las vacas se habían puesto también de
marchar. acuerdo en
Ven conmigo, que haremos la prueba. felicitarla, porque aquel día daban más leche que nunca!
Y, a través de tenebrosos corredores, lo condujo a una Cuando tuvo un cántaro grande lleno hasta arriba de rica
fragua. Allí leche,
empuñó un hacha, y de un hachazo clavó en el suelo uno la lechera se puso en camino.
de los Había empezado a calcular lo que le darían por la leche
yunques. cuando
-Yo puedo hacer más -dijo el muchacho, dirigiéndose al oyó un carro del que tiraba un borriquillo. En él iba Lucia
otro yunque. hacia el
El viejo, colgante la blanca barba, se colocó a su lado para pueblo para vender sus verduras.
verlo -¿Quieres venir conmigo en el carro? - le preguntó.
bien. Cogió el mozo el hacha, y de un hachazo partió el - Muchas gracias, pero no subo porque con los baches la
yunque, leche
aprisionando de paso la barba del viejo. puede salirse y hoy lo que gane será para mí.
-Ahora te tengo en mis manos -le dijo-; tú eres quien va a -¡Fiuuu...! ¡vaya suerte! - exclamó Lucía -. Seguro que ya
morir. sabes
Y, agarrando una barra de hierro, la emprendió con el viejo en lo que te lo vas a gastar.
hasta Cuando se fue Lucía, Elisa se puso a pensar en las cosas
que éste, gimoteando, le suplicó que no le pegara más; en que
cambio, le podría comprarse con aquel dinero.
daría grandes riquezas. El chico desclavó el hacha y lo Ya sé lo que voy a comprar: ¡una cesta llena de huevos!
soltó. Esperaré
Entonces el hombre lo acompañó nuevamente al palacio, y a que salgan las pollitos, los cuidaré y alimentaré muy
en una de bien. y
las bodegas le mostró tres arcas llenas de oro:
cuando crezcan se convertirán en hermosos gallos y - ¡Tú bromeas! Yo soy muy lenta y la carrera no tendría
gallinas. emoción.
Elisa se imaginaba ya las gallinas crecidas y hermosas y Aunque, ¡quién sabe!
siguió - ¿Como? Pobre animalucho. Supongo que no te imaginarás
pensando qué haría después. competir
- Entonces iré a venderlos al mercado, y con el dinero conmigo. Apostaría cualquier cosa a que no eres capaz.
que gane - Iré el domingo a la carrera.
comprará un cerdito, le daré muy bien de comer y todo el Una vieja tortuga le dijo:
mundo - Tu eres lenta pero constante...; la liebre veloz, pero
querrá comprarme el cerdo, así cuando lo venda, con el inconstante
dinero que ve tranquila y suerte, tortuguita.
saque, me comprará una ternera que dé mucha leche. El domingo amaneció un día espléndido. En el campo de
¡Qué maravilla! los deportes
Será como si todos los días fuera mi cumpleaños y tuviera reinaba una gran algarabía.
dinero - ¡Vamos, retírate! - le gritaban algunos a la tortuga. Pero
para gastar. la
Ya se imaginaba Elisa vendiendo su leche en el mercado tortuga, aunque avergonzada no se retiró.
y La liebre, después de recorrer un trecho se echó a dormir y
comprándose vestidos, zapatos y otras cosas. cuando
Estaba tan contenta con sus fantasías que tropezó, sin despertó siguió riendo porque la tortuga llegaba entonces a
darse su lado.
cuenta, con una rama que había en el suelo y el cántaro se - ¡Anda, sigue, sigue! Te doy un kilómetro de ventaja. Voy
rompió. a ponerme
-¡Adiós a mis pollitos y a mis gallinas y a mi cerdito y a a merendar.
mi La liebre se sentó a merendar y a charlar con algunos
ternera! ¡Adiós a mis sueños de tener una granja! No sólo amigos y
he perdido cuando le pareció se dispuso a salir tras la tortuga, a quien
la leche sino que el cántaro se ha roto. ¿Qué le voy a decir ya no
a mi se la veía a lo lejos.
madre? ¡Todo esto me está bien empleado por ser tan Pero, ¡ay!, la liebre había sido excesivamente optimista y
fantasiosa! menospreciado en demasía el caminar de la tortuga,
Y así es como acaba el cuento de la lechera. Sin porque cuando
embargo. cuando quiso darle alcance ya llegaba a la meta y ganaba el
regresó a la granja le contó a su madre lo que había premio.
pasado. Su Fue un triunfo inolvidable en el que el sabio consejo de una
madre era una madre muy comprensiva y le habló así: anciana
- No te preocupes, hija, cuando yo tenía tu edad era igual y la preciosa virtud de la constancia salieron triunfales una
de vez más.
negocios
fantasiosa que tú, pero gracias a eso empecé a hacer
FIN
parecidos a los que tú te imaginabas y al final. logré tener La Princesa y el Guisante
esta Érase una vez un príncipe que quería casarse, pero tenía
granja. La imaginación es buena sí se acompaña de un que ser con
poco de cuidado una princesa de verdad. De modo que dio la vuelta al
con lo que haces. mundo para
Elisa aprendió mucho ese día y a partir de entonces tuvo encontrar una que lo fuera; pero aunque en todas partes
cuidado encontró no
cuando su madre la mandaba al mercado. pocas princesas, que lo fueran de verdad era imposible de
Adaptación de la fábula de La fontaine. saber,
porque siempre había algo en ellas que no terminaba de
FIN convencerle.
Así es que regresó muy desconsolado, por su gran deseo
La liebre y la tortuga de casarse
En el centro del bosque había un amplio círculo, libre de con una princesa auténtica.
árboles, Una noche estalló una tempestad horrible, con rayos y
en el que los animales que habitaban aquellos contornos truenos y
celebraban lluvia a cántaros; era una noche, en verdad, espantosa. De
toda clase de competiciones deportivas. pronto
En el centro de un grupo de animales hablaba la bonita y golpearon a la puerta del castillo, y el viejo rey fue a abrir.
elegante Afuera había una princesa. Pero, Dios mío, ¡qué aspecto
Esmelinda, la liebre: presentaba
- Soy veloz como el viento, y no hay nadie que se atreva a con la lluvia y el mal tiempo! El agua le goteaba del pelo y
competir de las
conmigo en velocidad. ropas, le corría por la punta de los zapatos y le salía por el
Un conejito gris insinuó, soltando la carcajada y hablando tacón
con y, sin embargo, decía que era una princesa auténtica.
burlona ironía: «Bueno, eso ya lo veremos», pensó la vieja reina. Y sin
- Yo conozco alguien que te ganaría... decir
- ¿Quien? - Preguntó Esmelinda, sorprendida e indignada a palabra, fue a la alcoba, apartó toda la ropa de la cama y
la vez. puso un
- ¡La tortuga! ¡La tortuga! Todos los allí reunidos rompieron guisante en el fondo. Después cogió veinte colchones y los
a reír a carcajadas, y entre las risotadas se oyeron gritos de: "¡La puso
tortuga y la liebre en carrera!, ¡Frente a frente! sobre el guisante, y además colocó veinte edredones sobre
En el centro del grupo la liebre alzó su mano para ordenar los
silencio. colchones. La que decía ser princesa dormiría allí aquella
- ¡Qué cosas se os ocurren! Yo soy el animal más veloz del noche.
bosque y A la mañana siguiente le preguntaron qué tal había
nadie sería capaz de alcanzarme. dormido.
Y se alejó del lugar tan rápidamente como si tuviera alas -¡Oh, terriblemente mal! -dijo la princesa-. Apenas si he
en los pegado ojo
pies. La liebre se dirigió al mercado de lechugas, pues la en toda la noche. ¡Sabe Dios lo que habría en la cama! He
tortuga dormido
era vendedora de la mencionada mercancía, y se aproximó sobre algo tan duro que tengo todo el cuerpo lleno de
a la tortuga magulladuras.
contoneándose: ¡Ha sido horrible! Así pudieron ver que era una princesa de
- Hola tortuguita, vengo a proponerte que el domingo verdad, porque a través de veinte colchones y de veinte
corras conmigo edredones había notado el guisante.
en la carrera. La tortuga se le quedó mirando boquiabierta. Sólo una auténtica princesa podía haber tenido una piel tan
delicada.
El príncipe la tomó por esposa, porque ahora pudo estar Tan buena maña se dio el chicuelo, que consiguió el alto
seguro de precio que
que se casaba con una princesa auténtica, y el guisante se había propuesto. Soltó el borrico, tomó el dinero y puso
entró a tierra
formar parte de las joyas de la corona, donde todavía por medio.
puede verse, a La gente del pueblo se fue arremolinando en torno al
no ser que alguien se lo haya comido. ¡Como veréis, éste sí eleganteasnito.
que fue un auténtico cuento! ¡Que elegancia! ¡Qué lujo! -decían las mujeres.
FIN importante no
-El caso es... -opuso tímidamente el panadero-, que lo
dulce voz.
Y así se casaron la ratita presumida y el gato blanco de
FIN
Los dos juntos fueron felices y comieron perdices y colorín Las tres hijas del Rey
colorado Erase un poderoso rey que tenía tres hermosas hijas, de las
este cuento se ha acabado. que
FIN estaba orgulloso, pero ninguna podía competir en encanto
con la
La venta del Asno menor, a la que él amaba más que a ninguna.
Erase un chicuelo astuto que salió un día de casa dispuesto Las tres estaban prometidas con otros tantos príncipes y
a vender eran
a buen precio un asno astroso. Con las tijeras le hizo felices.
caprichosos Un día, sintiendo que las fuerzas le faltaban, el monarca
dibujos en ancas y cabeza y luego le cubrió con una convocó a
albarda recamada toda la corte, sus hijas y sus prometidos.
de oro. Dorados cascabeles pendían de los adornos, -Os he reunido porque me siento viejo y quisiera abdicar.
poniendo música a He pensado
su paso. dividir mi reino en tres partes, una para cada princesa. Yo
Viendo pasar el animal tan ricamente enjaezado, el alfarero viviré
llamó a una temporada en casa de cada una de mis hijas,
su dueño: conservando a mi
-Qué quieres por tu asno muchacho? lado cien caballeros. Eso sí, no dividiré mi reino en tres
-iAh, señor, no está en venta! Es como de la familia y no partes
podría iguales sino proporcionales al cariño que mis hijas sientan
separarme de él, aunque siento disgustaros... por mí.
Se hizo un gran silencio. El rey preguntó a la mayor: -Me alegro de verte, padre. Pero traes demasiada gente y
¿Cuánto me quieres, hija mía? supongo que
-Más que a mi propia vida, padre. Ven a vivir conmigo y yo con cincuenta caballeros tendrías bastante.
te -¿Cómo? exclamó él encolerizado-. ¿Te he regalado un
cuidaré. reino y te
-Yo te quiero más que a nadie del mundo -dijo la segunda. duele albergar a mis caballeros? Me iré a vivir con tu
La tercera, tímidamente y sin levantar los ojos del suelo, hermana.
murmuró: La segunda de sus hijas le recibió con cariño y oyó sus
-Te quiero como un hijo debe querer a un padre y te quejas.
necesito como Luego le dijo:
los alimentos necesitan la sal. -Vamos, vamos, padre; no debes ponerte así, pues mi
El rey montó en cólera, porque estaba decepcionado. hermana tiene
- Sólo eso? Pues bien, dividiré mi reino entre tus dos razón. ¿Para qué quieres tantos caballeros? Deberías
hermanas y tú despedirlos a
no recibirás nada. todos. Tú puedes quedarte, pero no estoy por cargar con
En aquel mismo instante, el prometido de la menor de las toda esa
princesas tropa.
salió en silencio del salón para no volver; sin duda pensó -Conque esas tenemos? Ahora mismo me vuelvo a casa de
que no le tu hermana. Al
convenía novia tan pobre. menos ella, admitía a cincuenta de mis hombres. Eres una
Las dos princesas mayores afearon a la menor su desagradecida.
conducta. El anciano, despidiendo a la mitad de su guardia, regresó al
-Yo no sé expresarme bien, pero amo a nuestro padre tanto reino
como de la mayor con el resto. Pero como viajaba muy des-pacio
vosotras -se defendió la pequeña, con lágrimas en los ojos-. a causa de
Y bien sus años, su hija segunda envió un emisario a su hermana,
contentas podéis estar, pues ambicionabais un hermoso haciéndola
reino y vais a saber lo ocurrido. Así que ésta, alertada, ordenó cerrar las
poseerlo. puertas
Las mayores se reían de ella y el rey, apesadumbrado, la de palacio y el guardia de la torre dijo desde lo alto:
arrojó de -iMarchaos en buena hora! Mi señora no quiere recibiros.
palacio porque su vista le hacía daño. El viejo monarca, con la tristeza en alma, despidió a sus
La princesa, sorbiéndose las lágrimas, se fue sin llevar más caballeros
que lo y como
que el monarca le había autorizado: un vestido para diario, nada tenía, se vio en la precisión de vender su caballo.
otro de Después,
fiesta y su traje de boda. Y así empezó a caminar por el vagando por el bosque, encontró una choza abandonada y
mundo. Anda se quedó a
que te andarás, llegó a la orilla de un lago junto al que se vivir en ella.
balanceaban los juncos. El lago le devolvió su imagen, Un día que Gorro de Junco recorría el bosque en busca de
demasiado setas para
suntuosa para ser una mendiga. Entonces pensó hacerse la comida del soberano, divisó a su padre sentado en la
un traje de puerta de la
juncos y cubrir con él su vestido palaciego. También se hizo choza. El corazón le dio un vuelco. ¡Que pena, verle en
una aquel
gorra del mismo material que ocultaba sus radiantes estado!
cabellos rubios El rey no la reconoció, quizá por su vestido y gorra de
y la belleza de su rostro. juncos y
A partir de entonces, todos cuantos la veían la llamaban porque había perdido mucha vista.
"Gorra de -Buenos días, señor -dijo ella-. ,Es que vivís aquí solo?
Junco". -Quién iba a querer cuidar de un pobre viejo? -replicó el rey
Andando sin parar, acabó en las tierras del príncipe que fue con
su amargura.
prometido. Allí supo que el anciano monarca acababa de -Mucha gente -dijo la muchacha-.
morir y que Y si necesitáis algo decídmelo.
su hijo se había convertido en rey. Y supo asimismo que el En un momento le limpió la choza, le hizo la cama y
joven aderezó su pobre
soberano estaba buscando esposa y que daba suntuosas comida.
fiestas -Eres una buena muchacha -le dijo el rey.
amenizadas por la música de los mejores trovadores. La joven iba a ver a su padre todos los domingos y siempre
La princesa vestida de junco lloró. Pero supo esconder sus que tenía
lágrimas un rato libre, pero sin darse a conocer. Y también le llevaba
y su dolor. Como no quería mendigar el sustento, fue a cuanta
encontrar a comida podía agenciarse en las cocinas reales. De este
la cocinera del rey y le dijo: modo hizo
-He sabido que tienes mucho trabajo con tanta fiesta y menos dura la vida del anciano.
tanto En palacio iba a celebrarse un gran baile. La cocinera dijo
invitado. ¿No podrías tomarme a tu servicio? que el
La mujer estudió con desagrado a la muchacha vestida de personal tenía autorización para asistir.
juncos. -Pero tú, Gorra de Junco, no puedes presentarte con esa
Parecía un adefesio... facha, así
-La verdad es que tengo mucho trabajo. Pero si no vales te que cuida de la cocina -añadió.
despediré, con que procura andar lista. En cuanto se marcharon todos, la joven se apresuró a
En lo sucesivo, nunca se quejó, por duro que fuera el quitarse el
trabajo. disfraz de juncos y con el vestido que usaba a diario
Además, no percibía jornal alguno y no tenía derecho más cuando era
que a las princesa, que era muy hermoso, y sus lindos cabellos bien
sobras de la comida. Pero de vez en cuando podía ver de peinados,
lejos al hizo su aparición en el salón. Todos se quedaron mirando a
rey, su antiguo prometido cuando salía de cacería y sólo la
con ello se bellísima criatura. El rey, disculpándose con las princesas
sentía más feliz y cobraba alientos para sopor-tar las que
humillaciones. estaban a su lado, fue a su encuentro y le pidió:
Sucedió que el poderoso rey había dejado de serlo, porque -Quieres bailar conmigo, bella desconocida?
ya había Ni siquiera había reconocido a su antigua prometida. Cierto
repartido el reino entre sus dos hijas mayores. Con sus cien que
caballeros, se dirigió a casa de su hija mayor, que le salió había pasado algún tiempo y ella se había convertido en
al una joven
encuentro, diciendo: espléndida.
Bailaron un vals y luego ella, temiendo ser descubierta, En cuanto a las otras dos ambiciosas princesas, riñeron
escapó en entre sí y
cuanto tuvo ocasión, yendo a esconderse en su habitación. se produjo una guerra en la que murieron ellas y sus
Pero era maridos. De tan
feliz, pues había estado junto al joven a quien seguía triste circunstancia supo compensar al anciano monarca el
amando. cariño de
Al día siguiente del baile en palacio, la cocinera no hacía su hija menor.
más que
le había
hablar de la hermosa desconocida y de la admiración que
FIN
demostrado al soberano. Los Siete Cabritillos
Este, quizá con la idea de ver a la linda joven, dio un En una bonita casa del bosque vivía mamá cabra con sus
segundo siete
baile y la princesa, con su vestido de fiesta, todavía más cabritillos. Una mañana mamá cabra le dijo a sus hijos que
deslumbrante que la vez anterior, apareció en el salón y el tenía que
monarca ir a la ciudad a comprar y de forma insistente les dijo:
no bailó más que con ella. Las princesas asistentes, "Queridos
fruncían el hijitos, ya sabéis que no tenéis que abrirle la puerta a
ceño. nadie.
También esta vez la princesita pudo escapar sin ser vista. Vosotros jugad y no le abráis a nadie". "¡Sí mamá. No le
A la mañana siguiente, el jefe de cocina amonestó a la abriremos a
cocinera. nadie la puerta." La mamá de los cabritillos temía que el
-Al rey no le ha gustado el desayuno que has preparado. Si lobo la
vuelve a viera salir y fuera a casa a comerse a sus hijitos. Ella,
suceder, te despediré. preocupada, al salir por la puerta volvió a decir: "Hijitos,
De nuevo el monarca dio otra fiesta. Gorra de Junco, esta cerrar
vez con su la puerta con llave y no le abráis la puerta a nadie, puede
vestido de boda de princesa, acudió a ella. Estaba tan venir el
hermosa que lobo." El mayor de los cabritillos cerró la puerta con llave.
todos la miraban.
El rey le dijo: Al ratito llaman a la puerta. "¿Quién es?", dijo un cabritillo.
-Eres la muchacha más bonita que he conocido y también "Soy
la más dulce. yo, vuestra mamá", dijo el lobo, que intentaba imitar la voz
Te suplico que no te escapes y te cases conmigo. de la
La muchacha sonreía, sonreía siempre, pero pudo huir en mamá cabra. "No, no, tú no eres nuestra mamá, nuestra
un descuido mamá tiene la
del monarca. Este estaba tan desconsolado que en los días voz fina y tú la tienes ronca." El lobo se marchó y fue en
siguientes busca del
apenas probaba la comida huevero y le dijo: "Dame cinco huevos para que mi voz se
Una mañana en que ninguno se atrevía a preparar el aclare." El
desayuno real, lobo tras comerse los huevos tuvo una voz más clara. De
pues nadie complacía al soberano, la cocinera ordenó a nuevo llaman
Gorra de a la puerta de las casa de los cabritillos. "¿Quién es?". "Soy
Junco que lo preparase ella, para librarse así de regañinas. yo,
La vuestra mamá." "Asoma la patita por debajo de la puerta."
muchacha puso sobre la mermelada su anillo de Entonces
prometida, el que un el lobo metió su oscura y peluda pata por debajo de la
día le regalara el joven príncipe. Al verlo, exclamó: puerta y los
-jQue venga la cocinera! cabritillos dijeron: "¡No, no! tú no eres nuestra mamá,
La mujer se presentó muerta de miedo y aseguró que ella nuestra mamá
no tuvo tiene la pata blanquita." El lobo enfadado pensó: "Qué
parte en la confección del desayuno, sino una muchacha listos son
llamada Gorra estos cabritillos, pero se van a enterar, voy a ir al molino a
de Junco. El monarca la llamó a su presencia. Bajo el pedirle al molinero harina para poner mi para muy
vestido de blanquita." Así lo
juncos llevaba su traje de novia. hizo el lobo y de nuevo fue a casa de los cabritillos. "¿Quién
-De dónde has sacado el anillo que estaba en mi plato? es?",
-Me lo regalaron. dice un cabritillo. "Soy yo, vuestra mamá." "Enseña la
-Quién eres tú? patita por
-Me llaman Gorra de Junco, señor. debajo de la puerta." El lobo metió su pata, ahora
El soberano, que la estaba mirando con desconfianza, vio blanquita, por
bajo los debajo de la puerta y todos los cabritillos dijeron: "¡Sí, sí!
juncos un brillo similar al de la plata y los diamantes y Es
exigió: nuestra mamá, abrid la puerta." Entonces el lobo entró en
-Déjame ver lo que llevas debajo. la casa y
Ella se quitó lentamente el vestido de juncos y la gorra y se comió a seis de los cabritillos, menos a uno, el más
apareció pequeño, que
con el mara-villoso vestido de bodas. se había escondido en la cajita del reloj.
-Oh, querida mia! ¿Así que eras tú? No sé si podrás
perdonarme. El lobo con una barriga muy gorda salió de la casa hacia el
Pero como la princesa le amaba, le perdonó de todo río,
corazón y se bebió agua y se quedó dormido al lado del río. Mientras
iniciaron los preparativos de las bodas. La princesa hizo tanto mamá
llamar a cabra llegó a casa. Al ver la puerta abierta entró muy
su padre, que no sabía cómo disculparse con ella por lo nerviosa
ocurrido. gritando: "¡Hijitos, dónde estáis! ¡ Hijitos, dónde estáis!".
El banquete fue realmente regio, pero la comida estaba Una
completamente voz muy lejana decía: "¡Mamá, mamá!". "¿Dónde estás,
sosa y todo el mundo la dejaba en el plato. El rey, hijo mío?".
enfadado, hizo "Estoy aquí, en la cajita del reloj." La mamá cabra sacó al
que acudiera el jefe de cocina. menor de
-Esto no se puede comer -protestó. sus hijos de la cajita del reloj, y el cabritillo le contó que el
La princesa entonces, mirando a su padre, ordenó que lobo había venido y se había comido a sus seis hermanitos.
trajeran sal. Y La mamá
el anciano rompió a llorar, pues en aquel momento cabra le dijo a su hijito que cogiera hilo y una aguja, y
comprendió cuánto juntos
le amaba su hija menor y lo mal que había sabido salieron a buscar al lobo. Le encontraron durmiendo
comprenderla. profundamente.
La mamá cabra abrió la barriga del lobo, sacó a sus hijitos, El dueño del teatro quiso quedarse con pinocho, pero tanto
la lloró el
llenó de piedras, luego la cosió y todos se fueron pobre muñeco que le dio unas monedas y lo dejó marchar.
contentos. Al
rato el lobo se despertó: "¡Oh¡ ¡Qué sed me ha dado De vuelta a casa, se fue con el zorro y el gato, dos astutos
comerme a estos ladrones, sin atender a grillo.
cabritillos!". Se arrastró por la tierra para acercarse al río a
beber agua, pero al intentar beber, cayó al río y se ahogó, Le llevaron al campo de los milagros y le dijeron que si
pues no enterraba
podía moverse, ya que su barriga estaba llena de muchas y allí sus monedas se haría muy rico. Pinocho les creyó y se
pesadas quedó sin
piedras. Al legar a casa, la mamá regañó a los cabritillos monedas. Cuando se dio cuenta del engaño, decidió volver
diciéndoles que no debieron desobedecerla, pues mira lo a casa,
que había pero una paloma le dijo que Gepetto había ido a buscarle al
pasado. mar.
FIN En el camino se encontró con muchos niños que se dirigían
al país de
los juguetes. Al instante olvidó sus promesas y se fue con
ellos.
Los Tres Cerditos Lloró arrepentido hasta que un hada buena se compadeció
En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran de él. El
hermanos. El hada le devolvió su aspecto, pero le advirtió:
lobo siempre andaba persiguiéndoles para comérselos.
Para escapar - Cada vez que mientas te crecerá la nariz.
del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa.
El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse Pinocho y grillo salieron hacia el mar en busca de Gepetto.
a Allí se
jugar.El mediano construyó una casita de madera. Al ver toparon con un tiburón gigante, que se los tragó.
que su
hermano pequeño había terminado ya, se dio prisa para ¡Qué sorpresa encontrar a Gepetto en el estómago del
irse a jugar animal! Gracias
con él.El mayor trabajaba en su casa de ladrillo.- Ya veréis a que el tiburón bostezó, pudieron escapar. Cuando
lo que llegaron a la
hace el lobo con vuestras casas- riñó a sus hermanos playa, sanos y salvos, el hada transformó a Pinocho en un
mientras éstos niño de
se lo pasaban en grande. carne y hueso. Y desde aquel día, siempre se portó bien.
El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su
casita FIN
de paja, pero el lobo sopló y sopló y la casita de paja
derrumbó.El Pulgarcito
lobo persiguió también al cerdito por el bosque, que corrió Érase una vez un pobre campesino. Una noche se
a encontraba sentado,
refugiarse en casa de su hermano mediano. Pero el lobo atizando el fuego, mientras que su esposa hilaba sentada
sopló y sopló junto a él.
y la casita de madera derribó. Los dos cerditos salieron Ambos se lamentaban de hallarse en un hogar sin niños.
pitando de -¡Qué triste es no tener hijos! -dijo él-. En esta casa
allí.Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, siempre hay
llegaron a silencio, mientras que en los demás hogares hay tanto
la casa del hermano mayor.Los tres se metieron dentro y bullicio y
cerraron alegría...
bien todas las puertas y ventanas. -¡Es verdad! -contestó la mujer suspirando-. Si por lo
El lobo se puso a dar vueltas a la casa, buscando algún menos
sitio por el tuviéramos uno, aunque fuese muy pequeño y no mayor
que entrar. Con una escalera larguísima trepó hasta el que el pulgar,
tejado, para seríamos felices y lo querríamos de todo corazón.
colarse por la chimenea. Pero el cerdito mayor puso al Y entonces sucedió que la mujer se indispuso y, después
fuego una de siete
olla con agua. El lobo comilón descendió por el interior de meses, dio a luz a un niño completamente normal en todo,
la si
chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se exceptuamos que no era más grande que un dedo pulgar.
escaldó.Escapó de -Es tal como lo habíamos deseado. Va a ser nuestro hijo
allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el querido.
bosque. Y debido a su tamaño lo llamaron Pulgarcito. No le
Se cuenta que nunca jamás quiso comer cerdito. escatimaron la
FIN el momento
comida, pero el niño no creció y se quedó tal como era en