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El teatro pertenece a todos; existe para la gente y le habla a ella; es una institución democrática,
pertenece fundamentalmente al pueblo; constituye una capilla de la emoción, enseña una verdad
transparente; deposita en la sensibilidad de un público el mensaje del hombre para el hombre
mediante la expresión de lo trágico o lo cómico; prepara para la vida; desafía intelectualmente;
vigoriza las experiencias vitales; hace las cosas reales sin serlo; sintetiza todas las artes, como son:
el movimiento corpóreo y los gestos de la danza; el ritmo, la melodía y la armonía de la música; la
métrica y las palabras de la literatura y la línea, la masa y el color de las artes espaciales: la
escultura, la pintura, el dibujo y la arquitectura. También es resultado de una cooperación,
reciprocidad e interacción de elementos tales como: dramaturgo, actor, técnico, director, productor y,
por supuesto, el público.
Esperamos ser partícipes –a través del presente repertorio, así como de los
subsiguientes- de la labor artística-pedagógica que cada profesor, interesado en
educar la sensiblidad de sus alumnos, desarrolla en cada escuela.
Cada uno de estos guiones están listos para ser llevados a escena, para ser
representados por alumnos y profesores, sabedores que a través del teatro podemos
encontrarnos más fácilmente con la imaginación, la creatividad, los valores, la
sensibilidad y, lo que es mejor, con nosotros mismos al experimentar la relación con
un personaje, con nuestros compañeros, con un público y con una historia, quizá muy
semejante a la nuestra.
CONTENIDO
Viento Sur
Ignacio Retes
Fábula del buen hombre y su hijo
Mireya Cueto
Las Naranjas
adaptación de Jorge Segura de Las aceitunas de Lope de Rueda
La deuda pagada
León Felipe
Diálogo Ilustre
Salvador Novo
Mi Toñita
A. L. Jáuregui
La manta
adaptación de un cuento de El Decamerón de Bocaccio
Pastorela del Norte
El Tío (seudónimo)
El espíritu de la Navidad
Margarita Robleda
El banquete de los muertos
Antonio Argudín
Tres pantomimas
Pedro Pérez Oliva
Alguien va a morir esta noche
Alfonso Sastre
Los muertos antes de muertos
Constancio S. Suárez
Sólo para mujeres... ¿dónde está San José?
Sergio Guillermo Román del Real
¡Negocios! ¿Negocios?
Juan Jiménez Izquierdo
¿Por qué esta obra de teatro?
FICHA TÉCNICA:
SINOPSIS:
Viento Sur nos transporta a los últimos días de Emiliano Zapata en algunos lugares del Estado
de Morelos donde nuestro general presiente su trágico final. La representación da inicio
con tres monólogos a cargo de tres personajes neutros: el viejo, la mujer y el joven,
quienes desde su perspectiva detallan el asesinato del caudillo y las repercusiones
derivadas del acto.
En las escenas siguientes los diálogos entre los zapatistas son pesimistas augurando el final
del Ejército del Sur, que ya desmembrado y reducido a unos cuantos contingentes andan a
salto de mata con el temor e ser aprehendidos y con el constante sentimiento de impotencia.
Una carta de Guajardo con la propuesta de unirse a los zapatistas parece ser la solución para
el caudillo del sur, aunque más de uno lo previene del carácter traicionero del federal.
Aún así, Zapata acepta en sus filas al felón Guajardo quien, después de hacerle una
demostración de fidelidad, tomando Jonacatepec, lo invita a comer a Chinameca. Algo
presiente Emiliano, pero aún así, después de pasar con su muchacha parte de la noche, se
dirige a la hacienda donde va a suceder lo inevitable: el 10 de abril a media mañana, Zapata
cae acribillado por las balas disparadas a quemarropa.
VIENTO SUR
Ignacio Retes
Teatro Trashumante. Tomo I. Compilación: Héctor Azar. Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1974. pp. 86-101.
PERSONAJES
Cancioneros / Viejo / Mujer / Joven / Antonio / Zapatista 1 / Emiliano Zapata /
Zapatista 2 / Guajardo / Muchacha
VIEJO .- ...cuando lo mataron, la gente decía que no, que no lo habían matado ... Yo tampoco
lo quería creer, fui a esperarlo a la entrada de Cuautla, por el río, por el mismo camino
que va al pueblo donde nació ... Lo traían amarrado sobre un caballo y la cabeza le
colgaba por un lado, pero no se veía bien. Lo llevaron a la Presidencia Municipal, frente
a la inspección de policía, y allí sí todos pudimos verlo ... ¡Cómo no iba a ser él. ¡Ni los
que lo conocían de lejos lo dudaron ... ! Lo mataron a la segura, tirándole al cuerpo, y
su cabeza había quedado sin heridas ... Ahí estaba: era él, Zapata. Milio, como lo
llamábamos los que lo conocimos desde niño-. La gente no se miraba entre sí. Nada
más veía a Zapata y luego bajaba los ojos ... Los soldados nos obligaron a desfilar,
pero llegaban otros y otros a mirar a Milio ... Se juntaron miles ... Parecía como si
Zapata hubiera tenido amigos por todo el mundo ... Ahí lo tuvieron dos días
completitos, hasta que lo enterraron el Domingo de Ramos ... Le cavaron hondísimo a
la fosa, como si tuvieran miedo de que se les escapara ... ¡Cómo se les iba a escapar,
si tenía más de treinta balazos en el cuerpo ... ¡
MUJER.- ... yo sabía que lo iban a matar ... Fui a decírselo mero donde estaba acampado, a
un paso de Chinameca. Llegué a la víspera y alcancé a hablar con él, pero no me lo
quiso creer ... Por más que le dije, no me lo quiso creer ... Hasta se burlaba de todas
las cosas que le iba contando ... Allí nos amaneció y de allí salió con su gente, rumbo a
donde lo habían de matar ... A medio día, cuando sonó la balacera en Chinameca, yo
sabía que lo estaban matando ... No tardó en pasar de huida la gente de Emiliano,
cargando a sus heridos, porque los habían emboscado, pero Emiliano no pasó. En la
tarde sí lo vi ... Lo iban cuidando como si estuviera vivo. Me arrodillé a la orilla del
camino y me puse a rezar ... Su cabeza pasó campaneándose frente a mi cabeza, así,
frentito una de otra y ya no quise mirar más ... Cerré a los ojos y se fue alejando la
tropa. Después, ya nochecito, pasó galopando un caballo sin jinete. Dicen que era el
caballo de Emiliano, que le andaba buscando entre los cañaverales. En todo los
ranchos nos pasamos rezando la noche entera ... Fue una noche muy clara, se veía
bien lejos; a Emiliano no le costaría trabajo encontrar el camino del cielo ...
JOVEN.- .... Emiliano Zapata murió el 10 de abril de 1919, a los cuarenta años de edad. Yo no
lo conocí. He recorrido el Estado de Morelos, las ciudades, los pueblos, las rancherías
donde acampaban los zapatistas, caseríos perdidos en las laderas de la sierra:
Jonacatepec, Anenecuilco, Yocapixtla ... parecen nombres inventados por pájaros.
Conozco el estado. En Morelos, el pueblo excava en el recuerdo, en busca de sueños,
de imágenes de Emiliano Zapata. Hay ancianos que aseguran que no murió, que fue
otro el hombre asesinado en la hacienda de San Juan Chinameca ... Hay quienes
afirman que pudo escapar, que se perdió por un camino que sólo él conocía. Todavía
ahora, al acampar en cualquier caserío, cuando se escucha el relincho nocturno de un
caballo tendido al galopar por los cañaverales, la gente aguza los oídos y se calla hasta
que se pierde el galope en la distancia ... Allí va Emiliano, piensan. Ante la ingenuidad
y belleza del mito se levanta la indiferencia de la historia: Zapata murió asesinado. El
crimen obedeció a motivos políticos, en aquella sucia hora revolucionaria en que la
traición acabó con los caudillos ... Los sueños de Zapata quedaron acribillados allá en
Chinameca, pero el sur levantó un viento que conmovió a los hombres y a los
pueblos ... Zapata, viento sur, carabina y jilguero, vuela por los cielos de la geografía
mexicana. Aquí están, fragmentos de un tiempo inolvidable: los últimos días de
Emiliano Zapata.
El joven cambia de posición los bancos y cajones. Al mismo tiempo, aparece un zapatista por
el fondo y se sienta, sin hacer caso de la presencia del joven. Otro zapatista llega lentamente.
Momentos después, inician la conversación.
ANTONIO.- ... sería bueno que se lo fuéramos diciendo. Al fin y al cabo se ha de enterar.
ZAPATISTA.- Ayer yo le hablé de esas cosas y ni me respondió. Nos vamos quedando solos y
él ... como que no se da cuenta.
ANTONIO.- Sí se da, ¡cómo que no! Cada vez que sabe que nos matan a alguno, como que le
brillan más los ojos, y se voltea y se va ... Aunque no diga nada, ha de pensar lo
mismo que nosotros ...
ZAPATISTA.- ¿Y qué piensa tú?
ANTONIO.- Pues ... que estamos refundidos en la sierra, que si antes éramos miles y miles,
ahora le seguimos unos cuantos, que no tenemos parque, que hemos perdido muchos
hombres ... ¡Huy ... tantas cosas!
ZAPATISTA.- ¿Y qué piensa tú?
ANTONIO.- Pues eso que te estoy diciendo.
ZAPATISTA.- ¿Nada más?
Antonio se vuelve y mira profundamente al zapatista. Éste permanece inmóvil.
ANTONIO.- Nada más ... Que se me hace que en dos o tres días vamos a ser todavía menos.
Si lo dudas vete y entrégate a los pelones, pero vete de una vez, porque entre más te
tardes, más te tardas.
ZAPATISTA.- Nos van a copar ... en cuanto se dejen venir por varios lados acaban con
nosotros ... ¿Con qué les vamos a responder? Ayer se nos volteó Aurelio Campos,
pero antes se han volteado muchos: Victoriano Bárcenas se nos huyó con 600
hombres, y eso le pudo mucho a mi general ... y así todo el tiempo; la semana pasada
nos mataron 40 hombres y él se queda callado porque sabe que lo mismo va a
sucedernos a todos.
ANTONIO.- Si lo dudas, vete, te estoy diciendo, pero no me cuentes esas cosas ... Yo
las conozco mejor que tú.
Se miran un momento e inclinan la cabeza. El joven se adelanta unos pasos hacia el público.
JOVEN.- ... conversaciones semejantes se repetían en los campos de Zapata durante los
últimos tiempos. El desengaño, la fatiga, impulsaban a estos hombres a la traición, o –
en el mejor de los casos- a la indiferencia. Los ideales de Zapata yacían allá, en el
fondo de los años de lucha, desvanecidos entre el polvo y la sangre, apenas algo más
que recuerdo que se van olvidando. La lista de los vendidos, de los desertores,
golpeaban los oídos de los zapatistas con un ritmo de muerte. Era la muerte propia, la
de cada uno, la que se acercaba en la columnas de los carrancistas, era el miedo,
deteriorado, antes que los cuerpos, las convicciones y los ideales ...
Zapata, lentamente, aparece por el fondo. Queda en pie, silencioso, junto a Antonio y el
zapatista.
... faltos de parque, reducidos los contingentes, los hombres de Zapata andaban a salto
de mata, viajando de un rancho a otro en la oscuridad de la noche ... Plazas que
habían sido reducto y sustento del zapatismo estaban en manos de sus enemigos.
Arrinconado en las sierras del sur, Zapata esperaba el momento de lanzarse otra vez al
ataque, pero cada hombre que desertaba, cada hombre que caía, reducían sus
posibilidades ... Fueron muchos los vencidos, fueron muchos los traidores ...
ANTONIO.- ... Aurelio se nos huyó con nueve hombres, mi general ...
ZAPATA.- ... No ha de ser el último, Antonio ... era de lo que no saben morirse pronto ... no se
imagina que así, de huida, va a andar más muerto que vivo ... ¿de qué le va a servir,
entonces?
ZAPATISTA.- ¿Y si se fue a entregar a los carrancistas?
ZAPATA.- ¡Allá él! Cuando hagamos cuentas –porque esas cuentas se hacen, aunque todos
estemos muertos- va a salir debiendo mucho. Ése y otros, y entre esos otros el tal
Victoriano Bárcenas, que hasta el nombre de traidor le pusieron.
ANTONIO.- De Victoriano, no sé; anda con las fuerzas de Guajardo, pero a Aurelio le conozco
el modo, ha de haber jalado parta el rumbo de Talquiltenango. Si usted lo ordena, mi
general, trataremos de alcanzarlo ...
ZAPATA.- No ... aquí nos quedamos ... y el día menos pensado lo vamos a ver colgado de
cualquier arbolito.
ZAPATISTA.- Yo creo que se fue a entregar a los carrancistas.
ZAPATA.- ¿Y qué ... ? Ya dije que no ha de ser el último ¿no? Para mediados de este año
vamos a ser menos todavía ... muchos menos. . .
ANTONIO.- Al principio, también éramos menos, y nos iba mejor. A mí también me gusta eso
de que seamos pocos, mi general. Cuando empezamos, hace años, con unos cuantos
hombres traíamos a los federales a mal traer. Allí andaban por todo el estado sacando
la lengua.
ZAPATISTA.- Sí, pero ya nos conocen. Antes, nosotros los sorprendíamos en los caminos o
en los ranchos. Ahora, son ellos los que nos emboscan ... Ya ven lo que le pasó a
Castañeda, y luego a Arnulfo, y a Camilo paredes y a tantos otros. . . Los carrancistas
están esperando que salgamos de la madriguera. Allí están parados frente a nosotros,
en Cuautla, y en Jojutla, y en Jonacatepec ... Nada más nos están esperando ...
ZAPATA.- ¿Tienes miedo?
ZAPATISTA.- Yo le hablo, mi general. . . a veces lo dudo y si me da miedo, como le estaba
diciendo a Antonio ... Creo que me van a matar y ya se me anda olvidando hasta por
qué le entré con ustedes ... Llevamos años y años peleando y todos los gobiernos de
México se nos han echado encima. Ninguno de los hombres del Centro nos ha hecho
fuertes ... y si no, nada más cuente, señor: usted sabe. . .
ZAPATA.- Eran políticos. . . Son políticos, son políticos, muchacho; no piensan como nosotros.
. . Ellos quieren el poder, la presidencia. . . Nosotros no, nosotros queremos trabajar la
tierra. No les pasa por la cabeza que un hombre quiera nada más eso: vivir y morir en
una casa, a la orilla de un campo sembrado. . . la idea es tan sencilla que los espanta.
No lo dudes, muchacho, aunque te vayan a matar mañana. . .
ZAPATISTA.- Antes, nos hablaba más, mi general. . . Yo creo que es por eso que se nos han
huido las gentes; porque lo ven callado. . .
ZAPATA.- . . . Porque yo también he dudado, muchacho. . . No de lo que quiero –de eso estoy
seguro- sino de poder conseguirlo. Me duele haber llevado a tantas gentes al
matadero. . . se quedaron allá, a la orilla de los campos, pero sin casa y sin sembradío.
. . Muchos me miraban antes de morir como preguntándome que qué había pasado, y
yo no supe responderles nada.
ANTONIO.- Yo estoy convencido de que nosotros no, de que nosotros no vamos a ver nada de
eso, pero a lo mejor a otros les toca la de buenas.
ZAPATISTA.- ¿Otros? Serán los carrancistas. . .
ANTONIO.- No. . . yo estaba pensando en los hijos. . .
ZAPATISTA.- Pues conmigo ha de ser para muchos, porque los tengo regados por todos los
pueblos. . . No lo dudo, mi general, eso déjelo para nosotros y háblenos de cuando en
cuando, porque si usted lo duda, entonces sí, los pelones nos acaban en un chico rato.
Entra otro zapatista, hombre de edad madura y le entrega una carta a Zapata. Éste lee.
OTRO.- Ese hombre no es de fiar, mi general ... ¿Qué porque se anda peleando con su gente,
se les va a voltear y se junta con nosotros? ... Se me hace que no es verdad ...
Mientras Zapata lee y sus hombres callan, el joven se adelanta unos pasos.
JOVEN.- La carta fue una de las primeras que se cruzaron entre Zapata y el que había de ser
su verdugo, el coronel federal Jesús María Guajardo. En pocos documentos se
descubre tan sutil, tan refinado proceso de acercamiento para no despertar sospechas
en unas relaciones que habrían de culminar con la traición. La carta dice a la letra:
El joven saca una copia, mientras el propio Zapata sigue enfrascado en la lectura.
“C. Jefe de la revolución del Sur, don Emiliano Zapata; donde se encuentre, mi muy
señor mío: por su carta fechada en Cuenca, el 21 de los corrientes, quedo enterado de
la invitación que se ha servido hacerme para que me una a sus tropas, a fin de que ya
a sus órdenes trabaje por la causa que tiene por objeto el mejoramiento de la gran
familia mexicana. Yo manifiesto a usted que en vista de las grandes dificultades que
tenemos Pablo González y yo, estoy dispuesto a colaborar a su lado, siempre que se
me den garantías suficientes para mí y mis compañeros, a la vez, mejorando mis
circunstancias de revolucionario, que en esta ocasión, como en otras, se trata de
perjudicarme sin razón justificada. Cuento con elementos suficientes de guerra, así
como con municiones, armas y caballada, tengo en la actualidad otro regimiento a mis
órdenes, así como elementos que solo esperan mi resolución para contribuir a su
movimiento. En espera de sus letras y suplicándole una reserva absoluta sobre este
asunto tan delicado, quedo su afectísimo, seguro servidor. El Coronel Jesús María
Guajardo.”
El joven se hace a un lado, Zapata dobla la carta y la regresa al hombre que la trajo.
ZAPATA.- ... Si Guajardo habla de otro regimiento a sus órdenes, ha de ser el que está en
Tlaquiltenango ... Juntos han de ser como 1,200 hombres, bien armados y bien
montados.
OTRO.- Mi general, Guajardo no lleva ni tres meses pelando contra nosotros, y en tan poco
tiempo nos ha dado mucha guerra. Si matara solo soldados, pues para eso estamos,
pero él entra a un pueblo, saquea las trojes, quema las siembras y al salir deja
columpiándose de los árboles a muchos inocentes. . .
ZAPATA.- Sí, ya lo sé. Si sólo él lo hiciera, pero lo hacen todos. . .
OTRO.- ¡Cómo voy a creer que un hombre de confianza de Pablo González se nos quiera
juntar así de repente ... ¡
ZAPATA.- ¡Cómo íbamos a creer que tantos de los nuestros se nos voltearan ... ¡ ¡Cuándo
pienso en Bárcenas, y en ... ¡
OTRO.- Pero es que andamos de malas, mi general. Lo que sea de cada quien, nos están
pegando fuerte por todos lados, y uno entiende que los cobardes saquen el bulto. Pero
ellos están ganando. ¿Cómo, si están ganando, uno de sus hombres de confianza nos
habla de que quiere pasarse con nosotros? Yo no lo creo, mi general.
ZAPATA.- Ha tenido dificultades con sus jefes, con Pablo González especialmente, y eso lo
sabíamos antes de su carta. De ser así, se entiende que quiera cambiar de camisa ...
Y por qué no suponer que un hombre que piensa como nosotros, quiere lo que
nosotros; también entre ellos hay hombres que nacieron en el campo, que fueron
peones encasillados en las haciendas que quieren que las cosas cambien.
OTRO.- Guajardo no es de esos ... Nació rico y sigue pensando como rico ... en el fondo, ese
hombre nos desprecia, mi general. Nada más imagínese de lo que se habrá enterado
estando con Victoriano Bárcenas ...
ZAPATA.- Bueno, ya veremos ... por lo pronto, hay que contestarle. . .
ZAPATISTA.- Ese Guajardo ... ¿qué querrá? ... Nos ha matado harta gente. .
ANTONIO.- Desde hace años hay hombres que se voltean para uno y otro lado. Guajardo es
de esos ...
ZAPATISTA.- Yo que mi general me iba con tiento. Si viene, habrá que desconfiarle las
primeras semanas.
VIEJO.- ¡Yo lo vi, Milio ... ! Mandó fusilar a 59 hombres de Victoriano ...
ANTONIO.- Bueno fuera que hubieran sido 59 pelones, pero eran zapatistas renegados. Los
mandó matar para congraciarse con usted, mi general ... Pero, ¿qué trabajo le costó?
Al fin y al cabo no era su gente ... ¿Y para qué dejó ir a Victoriano? A un jefe no se le
puede matar así como así; los federales les han dado garantías a todos los que se
pasan a su lado.
ZAPATA.- ¿Estás seguro de que los fusilados eran gente de la que se nos fue con Victoriano?
VIEJO.- ¿Yo lo vi, Milio ... ! Los fusiló delante de todo el pueblo, dizque como escarmiento por
unos desmanes.
ANTONIO.- Esos desmanes también los hace la gente de él, los pelones ... ¿A cuántos
pelones fusiló?
ZAPATA.- Guajardo tenía instrucciones mías. Por principio, que desarmara a la gente de
Bárcenas. Si los fusiló, yo hubiera hecho lo mismo, por traidores.
ANTONIO.- Mi general, usted trae metido entre ceja y ceja a Victoriano. No vaya a ser que por
andar tras él nos metamos en un enredo.
ZAPATA.- ... Necesito gente; necesito parque y Guajardo me ofrece 20 mil cartuchos. No
podemos mandar a pelear a nuestros hombres con cuatro balas en la cartuchera.
VIEJO.- Pues ... tú ordenas, Milio.
ZAPATA.- Vamos pensándolo bien ... Mañana le respondo a Guajardo. . .
Zapata se aleja de sus hombres. Éstos se retiran lentamente y desaparecen. Zapata queda
solo, observado desde un extremo por el joven. Zapata se sienta en un cajón.
ZAPATA.- ... ¿Por qué no me entienden ... ? Desde hace nueve años que digo y vuelvo a decir
las mismas cosas, y no me entienden ... Ni mi gente, ni los del otro bando ... no me
oyen, nomás se me echan encima ... Se los he dicho con buenas razones ... Se los he
dicho a balazos ... Les he repetido hasta el cansancio que no quiero nada para mí ... ¡Y
se me echan encima ...! ¡No me oyen ...! ¡Nueve años gritando ...! ¡Nueve años
matándonos unos a otros! Y no les importa ... Yo cuento mis muertos, y no acaba la
hilera de cruces y de nombres que apenas recuerdo ... A mí sí me importa ... Yo soy
mis muertos, mis soldados muertos y mis peones y mi pueblo ... Se llaman con todos
los nombres del calendario, y allá quedaron, desparramados en los llanos ... Yo soy
todos aquellos que murieron conmigo ... Yo soy todos aquellos que no querían morir.
¡Y a mí sí me importan! ¡Pero ellos no me oyen y se me echan encima ...! ¡Se los he
dicho a gritos, mis muertos lo dicen a gritos ...! que nos dejen vivir en la tierra, vivir en
la paz de la tierra; sembrar allí, amar a una mujer allí, al lado de la tierra, del amigo, del
hermano ... Y en lugar de zurcos hemos abierto tumbas, y en los cañaverales sigue la
emboscada, y por los caminos avanzan los hombres que no saben oír, y tengo que
matarlos, y ellos me van a matar a mí ... Pero mis balas saben a tierra, y las de ellos
saben a mugre ...
JOVEN.- Mi general ... si usted pudiera volver a empezar, ¿qué cambios, qué reformas haría
en su política?
ZAPATA.- Yo no sé de política, mi amigo ...
JOVEN.- Bien ... si volviera, digamos, a redactar el Plan de Ayala ...
ZAPATA.- Lo redactamos –para decirlo como usted lo dice-, lo redactamos muchos. . .
JOVEN.- ¿Qué postulados suprimiría usted, o cuáles agregaría para ...
ZAPATA.- ¡No ...! ¡Ni le quito ni le pongo ... ¡ Nada más pondría con letras grandotas eso de
“que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, entrarán en
posesión de los pueblos o de los ciudadanos ...“ esa es mi política, por si usted quiere
enterarse.
JOVEN.- Sólo en contadas ocasiones ha estado usted de acuerdo con los gobiernos del
Centro; ¿No implica esa posición una especie de orgullo, de terquedad, mi general?
ZAPATA.- Orgullo no, mi amigo; pero claro que soy terco: Madero no me oyó; a Huerta ni
hablarle quise y a Carranza no lo oigo ... ¡Claro que he sido terco!
Sale Antonio.
ZAPATA.- Que Feliciano Palacios se prepare para ir a ver a Guajardo; luego hablo con él.
ZAPATISTA.- Muy bien, mi general.
MUJER.- ... Que nos dejen hablar solos, Emiliano; sea quien sea, el que tiene orejas tiene boca
...
ZAPATA.- ¿A qué horas saliste de Cuautla?
MUJER.- Temprano, no desconfíes ...
ZAPATA.- ¿Cómo te dejaron pasar?
MUJER.- Les di la vuelta. ¿O qué crees que uno pasa derecho como los arrieros de Guajardo?
ZAPATA.- ¿Cuáles arrieros?
MUJER.- De los que te vengo a contar cosas ...
Con una señal, Zapata le ordena a Antonio que se vaya. Éste obedece.
ZAPATA.- Gracias por tus noticias mujer ... Anda, que te den algo.
MUJER.- ¡Emiliano, yo ya cumplí ...! ¡Allá tú si no me crees, pero cuídate ...! Que te quieren
matar, tú lo sabes. Llevan nueve años tratando de matarte en combate y no han
podido. Pero con la traición es otra cosa. Emiliano ... ésa llega, podía haber llegado
ahorita, si yo trajera un arma ...
ZAPATA.- Gracias, mujer ...
ZAPATISTA.- Acaba de llegar un parte, mi general: Guajardo se pasó con nosotros. Atacó a
los federales en Jonacatepec y tomó la plaza.
ZAPATA.- Ahora sí, ahora si se van aclarando las cosas. Gracias, mujer ...
MUJER.- ¿Para qué me das las gracias, Emiliano ...? Ojalá que de veras se aclaren las cosas,
pero cuídate ... Ellos te quieren matar ...
GUAJARDO.- Dígale a mi general que el coronel Jesús María Guajardo viene a ponerse a sus
órdenes.
JOVEN.- ... Guajardo se presentó ante Zapata para rendirle parte de la toma de Jonacatepec.
Su biografía histórica es mínima: en Michoacán, al mando de sus fuerzas se distinguió
por las tropelías efectuadas en contra de la población civil. Trasladado a Morelos, a
punto de ser enjuiciado por los tribunales militares por ciertos actos inconfesables, se
comprometió acabar con zapata, para limpiar su hoja de servicios. Cobraría, además,
50 mil pesos si entregaba o hacía morir al caudillo. Guajardo murió alrededor de un año
más tarde, fusilado por traición, en la ciudad de Monterrey ...
ZAPATA.- Tómelo, general. Ya verá como en media hora se siente muy bien.
GUAJARDO.- Muchas gracias. De veras, no lo apetezco.
ZAPATA.- Con eso se cura, se lo aseguro ...
GUAJARDO.- Perdóneme si me niego, mi general. Yo sé que no me caería bien. . .
ZAPATA.- Mañana a primera hora, nos vemos en Chinameca ... ¡Llano pelón: nunca me ha
gustado!
JOVEN.- Poco resta decir ... Esa noche, Zapata se separó de sus hombres, como lo hacía con
cierta frecuencia –sobre todo en los últimos tiempos-. Caminaba solo un buen rato por
las veredas del rumbo, a veces a pie, a veces en un caballo que dejaba ir al paso con
la rienda suelta ... fueron las horas últimas de Emiliano, únicas verdaderamente suyas;
horas en que por más que uno diga, o piense o invente, quedaron allá, en el fondo se
sus ojos, secretas e intransferibles para siempre ...
Se escucha una voz femenina que llama a intervalos . ¡Milio ...! ¡Milio ...! ¡Milio ...!
Quizá entonces llegó a decir palabras que nunca se le oyeron, o acarició el murmullo o
el gemido de una voz de mujer recostada a su lado ... Se cuentan cosas ... Si esas
horas secretas lo hicieron feliz, ojalá las haya vivido intensamente. . .
Reaparece Zapata.
JOVEN.- “Eché a caminar por la noche cerrada”, eso dijo, poco después sonó la fusilería.
Desde su muerte, Zapata ha caminado mucho. No ha llegado todavía. Pero algún día
ha de llegar, llegará al corazón de México. Buenas noches.
APAGÓN
FÁBULA DEL BUEN HOMBRE Y SU HIJO
Mireya Cueto
(El lenguaje de las artes. Teatro y poesía. Pichardo, Galván y otros. Editorial Prentice Hall, México, 1999. pp. 29-30)
El Campesino se sube al burro y caminan otro poco. Entra en escena una mujer con su
canasta.
Escena 4 El campesino se apea y el niño se sube al burro. Avanzan otro poco. Entra un
hombre viejo.
Niña. (Se acerca al burro) ¡Qué burrito tan lindo! ¿Cómo se llama?
Hijo. Se llama Guamuchi.
Niña. ¡Pobre Guamuchi! ¡Miren nomás qué cara de cansancio! ¡Qué ocurrencia!
Montarse los dos sobre el pobre burro. (Va saliendo) ¡Pobre burrito!
Escena 7
Campesino. (Un poco impaciente) y ahora, ¿qué vamos a hacer hijo?
Hijo. Yo creo que esa niña tiene razón, papá, Guamuchi se ve muy cansado. Para
que ya nadie nos vuelva a criticar, ¿qué tal si cargamos al burro?
Campesino. Como tú digas. A ver qué pasa.
Escena 8 Los dos se apean del burro y lo cargan. Caminan con bastante trabajo y
nuevamente aparecen el Caminante, doña Petra, el Viejo y la niña.
TELÓN
LAS NARANJAS
(Adaptación de Jorge Segura del “paso” Las Aceitunas original de Lope de Rueda.)
PERSONAJES
CASIMIRO, esposo viejo / PETRA, su mujer / CUCA, la hija / FELIPE, vecino
(Por supuesto que se puede introducir, en donde el director crea conveniente, música norteña,
de preferencia de Los Montañeses del Alamo;se sugieren Las Delicias, Monterrey chotis,
Ramona, Angelita o Las Tres Conchitas)
CASIMIRO. (Entrando) ¡Válgame Dios, cómo llueve! Si hasta parece que el cielo se
quiere hundir y que las nubes se quieren venir para abajo. ¡Qué hambre
traigo! Vamos a ver que es lo que ha hecho de comer mi mujer. (Pausa)
¡¿Qué?! pero si todos duermen. ¡Ah, maldita sea! (Grita) ¡mujer!
¡muchacha! ¡Petra! ¡Cuca! ¡¿Me oyen?!
CUCA. (Entrando) ¡Cálmese padre! ¿Qué fuerza es que rompa las puertas y dé de
gritos.
CASIMIRO. ¡Mira como vengo! y nadie me contesta . . . ¿dónde está tu madre?
CUCA. Fue a la casa de la vecina a ayudarle a coser el vestido de boda de
Remedios.
CASIMIRO. A coser . . . a coser. . . para el chisme es para lo que se juntan. ¡Ve a
llamarla y dile que se venga répidito! . . . ¡¡Anda!! (Sale Cuca).
PETRA. (Aparece) Ya, ya, ya estoy aquí . . . ¡Mira nomás qué mojado vienes!
CASIMIRO. Vengo hecho una sopa y traigo un hambre feroz. Mujer, por tu vida, dame
algo de cenar.
PETRA. ¿Y que diablos quieres que te de, si no me has traido nada de despensa
desde hace varios días?
CUCA. (Entrando) ¡Padre mío, qué mojada viene la leña que trajo!
PETRA. Anda muchacha, corre a freir un par de huevos para que cene tu padre y
luego le preparas la cama. Oye, marido ¿y te acordaste de plantar el naranjo
que tanto te he pedido que plantes?
CASIMIRO. ¿Pues por qué crees que me tardé? Bien plantado está.
PETRA. Qué bien, qué bien . . . ¿y dónde lo plantaste?
CASIMIRO. Allí, junto a la higuera, precisamente dónde, si te acuerdas, nos dimos el
primer beso.
CUCA. (Entrando) Ya puede pasar a cenar, ya está lista la mesa.
PETRA. Marido, ¿sabes que estoy pensando? Que el naranjo que plantaste hoy, de
aquí a tres años nos dará unos doscientos kilos de naranjas y plantando
naranjos aquí, acá y acullá dentro de veinticinco o treinta años, tendremos
un naranjal hecho y derecho, como Dios manda.
CASIMIRO. Eso es verdad y no deja de ser lindo.
PETRA. Mira, marido ¿y sabes también que he pensado? que entre tú y yo
recogeremos la cosecha, tú las acarrearás en el burrito y Cuca las venderá
en la plaza. Y mira, muchacha, que te mando que no des el kilo a menos de
cinco pesos.
CASIMIRO. ¿Cómo que a cinco pesos? ¿No ves que es muy caro? y luego tendremos
cargo de conciencia. Y hasta nos pueden llevar a la cárcel por abusivos.
Basta pedir tres pesos por kilo.
PETRA. Calla, marido, que el naranjo no es un naranjo cualquiera, lo trajimos de
Montemorelos.
CASIMIRO. Pues aunque sea de Montemorelos, basta con pedir lo que yo te digo.
PETRA. No me contradigas. Mira, muchacha, que te mando que no vayas a vender
el kilo a menos de cinco pesos.
CASIMIRO. ¿Cómo que a cinco pesos? ¡Ven acá, muchacha! ¿Cuánto vas a pedir?
CUCA. Pues . . . a como usted diga, padre.
CASIMIRO. ¡Tres pesos!
CUCA. Así lo haré, padre.
PETRA. ¿Cómo que así lo haré, padre? ¡Ven acá muchacha!: ¿cúanto has de pedir?
CUCA. Lo que usted mande, madre.
PETRA. ¡Cinco pesos!
CASIMIRO. ¿Cómo que cinco pesos? Mira, Cuca, si no haces lo que te mando, te voy a
dar más de cincuenta cintarazos . . . ¿A cómo las vas a vender?
CUCA. (Llorando) A como usted dice, padre.
CASIMIRO. ¡A tres pesos! y ya no se diga más.
CUCA. Así lo haré, padre.
PETRA. ¡Ah, no! esto no ha terminado todavía. ¿Cómo te atreves a contradecir a tu
madre, ¡toma! (la golpea) ¡toma! ¡y vas a hacer lo que yo te mando! (el padre y
la madre estrujan a la pobre Cuca).
CASIMIRO. Deja a la muchacha.
CUCA. ¡Ay, madre! ¡Ay, padre! ¡qué me matan! ¡auxilio!
FELIPE. (Entrando, alarmado por los gritos) ¿Qué pasa vecinos? ¿Qué es esto? ¿por
qué maltratan así a la muchacha?
PETRA. Ay, vecino, este mal hombre que quiere dar las cosas a menos precio y
quiere echar a perder mi patrimonio: ¡Unas naranjas que son así, como
toronjas!
CASIMIRO. Yo juro, por los huesos de mi madre, que en gloria esté, que no son aún ni
como los limones.
PETRA. Sí son.
CASIMIRO. No son.
FELIPE. Calma, vecinos, háganme el favor de entrar y calmarse. Señor vecino,
¿dónde están las naranjas? Enséñemelas, quizás yo pueda comprarlas,
siempre y cuando sean menos de cien kilos.
CASIMRO. No, señor; no es como usted piensa, las naranjas no están aquí en la casa,
sino en la huerta.
FELIPE. Bueno, vamos a verlas. Yo se las compraré, siempre y cuando tengan un
precio justo.
CUCA. Mi madre quiere cinco pesos por kilo.
FELIPE. Me parecen caras.
CASIMIRO. ¿Verdad que sí, vecino?
CUCA. Y mi padre quiere vender el kilo a tres pesos.
FELIPE. Eso me parece más razonable. ¿Me podrían mostrar una?
CASIMIRO. ¡Ay, vecino, no me entiende! Hoy, hace apenas una horas, he plantado el
naranjo y dice mi mujer que de aquí a tres años tendremos unos doscientos
kilos y que ella las recogería, y que yo las acarrearía, y que Cuca las vendería
en la plaza. Ella está aferrada a que hay que vender a cinco pesos el kilo y yo
no estoy de acuerdo, pero sigue terca. Ese es el problema.
FELIPE. Pues, qué problema tan divertido. Las naranjas, puede decirse que aún no
están plantadas y ya se ha llevado la muchacha una buena tunda.
CUCA. ¿Qué le parece, señor?
CASIMIRO. No llore, mi’ja. La muchacha, señor, es puro oro. No llore mi’ja, le prometo que
le voy a comprar un vestido y zapatos con las primeras naranjas que se
vendan y ahora, vaya a calentarme la cena que ya se ha de haber enfriado.
FELIPE. Y usted, vecino, entre y haga las paces con su mujer.
CASIMIRO. Si, vecino. Gracias y adiós.
FELIPE. ¡Ay, Señor! ¡Qué cosas vemos en esta vida que nos ponen a reflexionar sobre
lo que hacemos a diario! Las naranjas no están ni siquiera en embrión y ya se
han peleado por ellas. Bueno, lo mejor es que de fin a mi visita.
TELÓN
Secretaría de Educación en Nuevo León / Subsecretaría de Educación Básica / Dirección de Secundaria
Coordinación Técnica de Educación Secundaria / Expresión y Apreciación Artísticas / Teatro
LA DEUDA PAGADA
León Felipe
(Pasos y entreméses en el teatro hispano. Promotora de Ediciones y Publicaciones. México, 1974. pp. 94-110.)
Personajes
Juglarón / El Rey / Portero 1 / Portero 2 / Hombre del ganso / Simplicio / Verdugo / Consejero
JUGLARÓN. Este es un cuento anónimo, sin autor y sin fecha. Viejo como el miedo. En él se
dice que pagar una deuda es una acción más antigua que la historia. Nació en el tiempo oscuro
y escondido en que aún no se conocía el calendario y los relatos comenzaban siempre como
las parábolas: había una vez, por aquellos dìas . . . , quiero decir que nació en la época de
María Castaña, una vieja historiadora a la que le han atribuido muchos embustes y patrañas.
Calumnias todo. Mari-Castañas es más veraz y respetable que la historia metódica. Suya es
esta sentencia:
Si atentamente miras
has de hallar en la vida atrocidades . . .
las historias repletas de mentiras . . .
y las fábulas llenas de verdades.
Entra Simplicio con unos graciosos pasos de ballet. Lleva una bolsa de monedas en la mano
que hace sonar al ritmo de la música de fondo. Baila y tararea esta copla: “La canción de la
bolsa”.
Entra el hombre del ganso que marcha hacia el mercado, con una cesta al brazo, asombrado
se sienta en el pretil. Pausa.
Simplico pasa bailando junto al hombre del ganso, agitando la bolsa y repitiendo su canción.
Le entrega la bolsa al hombre, le arrebata el ganso y comienza a danzar con el ganso en los
brazos. Es “La danza del ganso. La otra era “La danza de la bolsa”. La música de fondo
marcará la diferencia de los ritmos. Simplicio, mientras danza, tararea la nueva canción.
OSCURO
Decorado: La entrada al palacio del Rey. Es una puerta ojival con un gran aldabón. Llega
Simplicio con el ganso en los brazos. Entra danzando y cantando.
Se abre la puerta y aparece el gran portero, el portero 1, quien debe ser el más grande de
todos los porteros, incluyendo a San Pedro. Es un portero ducho en cobrar alcabalas.
OSCURO
Decorado: La puerta del trono. Hay un letrero que dice: “Esta puerta es la del trono”.
Custodiándola hay otro portero: el Portero 2. Llega Simplicio y lo saluda reverentemente.
Entra Simplicio.
OSCURO
Decorado: El trono. El Rey está sentado en el sitial. Aun lado, el consejero, y al otro, el
verdugo. Entran Simplicio y los dos porteros, un poco a hurtadillas y se colocan a cada lado de
Simplicio.
Uno de los porteros se lo lleva al Rey, que lo toma y lo ve con gran atención.
El verdugo sacude sus disciplinas de cuero y toma por el brazo a Simplicio, pero éste
escurriéndose se acerca más al trono para explicar.
TELÓN
Secretaría de Educación en Nuevo León / Subsecretaría de Educación Básica / Dirección de Secundaria
Coordinación Técnica de Educación Secundaria / Expresión y Apreciación Artísticas / Teatro
DIÁLOGO ILUSTRE
Salvador Novo
en In Ticitezcatl o el espejo encantado, colección Ficción num. 67, Universidad Veracruzana, Xalapa, México, 1966. pp.
165-173.
PERSONAJES
Alfonso Reyes
Ramón López Velarde
RAMÓN. Gracias. pero no recuerdo, señor, que nos tuteáramos. Yo, verá usted...
VOZ. ¡Muchacho! Puedo llamarte así, a tus treinta y tres años, desde mis setenta cumplidos;
aunque me hubieras alcanzado si... Pero acá todos rompemos el turrón. Más
vale así, si hemos de convivir –es un decir- por toda una eternidad... ¡Qué
gusto me da verte! A tu fallecimiento, yo me hallaba en Madrid, cero, o en
París... No pude conocerte en persona, pero... Soy Alfonso –Alfonso Reyes-.
RAMÓN. Honradísimo. Yo le admiraba mucho, señor...
ALFONSO. Llámame Alfonso. Llevo aquí cerca de cuatro años. Conozco a todos los
inquilinos de este... condominio. Ya te los iré presentando. Pero háblame de ti:
de la ceremonia de tu mudanza entre nosotros. ¿Brillante? ¿Te satisfizo?
RAMÓN. Completamente inesperada. Se la agradezco mucho al Presidente Obregón.
ALFONSO. ¿Obregón? ¡Fue López Mateos! ¿El mismo que me enterró a mí!
RAMÓN. Perdón. Confundo la cronología. Cuarenta y dos años de residencia y olvido en
el Francés... Fue una sorpresa, casi una zozobra verme exhumado y conducido
a una ceremonia tan...emotiva.
ALFONSO. Debe haberlo sido. Mi sepelio fue también muy lucido. Pero a mi me trajeron
aquí directamente, y en seguida. Los tiempos han cambiado, Ramón. Ahora
somos ilustres desde en vida. El trámite es simple y expedito; antes de aquí
canonizarnos, nos canonjizan en El Colegio Nacional. Ser miembro suyo es
como una graduación de ilustrísimo, como advenir a un título o conseguirse un
pasaporte. Ya de ahí, directamente acá, simplemente como un refrendo o una
jubilación. Pero sigue. Perdón por la interrupción. Hablabas de tu ceremonia.
RAMÓN. Me conmovió realmente. escuché una voz conocida, pero que salía de un
cráneo alopécico en el que me fue difícil restituir imaginariamente, como un
bisoñé, la cabellera undosa del joven poeta de mis tiempos.
ALFONSO. Sería Carlitos –Carlitos Pellicer-. ¿Recitó una oda?
RAMÓN. No precisamente. Dio lectura poética a un discurso fúnebre de José Gorostiza.
Muy bello, muy cordial. A Gorostiza lo conocí más que a Pellicer. Dirigía El
Maestro, una excelente revista publicada por Vasconcelos, y en la que apareció
mi poema de La Suave Patria. Acababa él de publicar sus Canciones para
Cantar en las Barcas. Era un joven pálido, de quieta voz, de pelo untado... Muy
amigo del joven Jaime Torres Bodet y de Ortiz de Montellano...
ALFONSO. A mi me pronunciaron muchas oraciones fúnebres. Una, Jaime. ¿Asistió a tu
ceremonia, sin duda?
RAMÓN. Sí, en silencio. Ha cambiado poco, fuera de las canas y los anteojos. Creo
que... ¿sigue en Educación?
ALFONSO. Sí. Sigue en Educación.
RAMÓN. Me conmovió verlo. En mis tiempos acababa de ganar una Flor Natural. Y era
secretario de Vasconcelos.
ALFNSO. ¿Quién más estuvo?
RAMÓN. Mucha gente a quien no conozco. Y, claro, mis hermanos. Imagino que todos
mis amigos de entonces habrán muerto: el vate Frías, Rafael López, Artemio...
¿Están aquí?
ALFONSO. Esos no; pero aquí hallarás a muchos de tus contemporáneos.
RAMÓN. Me gustará saludarles.
ALFONSO. Tenemos todo el tiempo del mundo. Cerca de mi departamento –vivo en el 34-
está el de Enrique González Martínez. Graduado del Colegio Nacional; como
Azuela, y Orozco, y... Enrique y yo nos visitamos con frecuencia. Él me recibió.
Aquí nos recibimos, como en la Academia. Y a él lo trajeron siete años antes
que a mi.
RAMÓN. Admiro mucho a González Martínez. Me gustaría verlo.
ALFONSO. El pobre Enrique tiene vecinos inusitados. Donato Guerra a un lado, y José
María Mata al otro. Yo, para visitarlo, tengo que saludar al paso a dos militares:
un coronel de nombre horrible, Litipichía, que resulta haber sido, el primer
inquilino de este lugar desde su erección en 1876 -¡Ni tú ni yo habíamos
nacido!- y el general Donato Guerra, con su nombre de calle céntrica.
RAMÓN. ¿Hay muchos militares?
ALFONSO. Yo he contado hasta 25, con los cuatro aviadores –Rovirosa, Sidar, Sarabia,
Carranza- aquí aterrizados. Pero en 64 que ya somos contigo –pronto seremos
65, pues ya han venido a fumigar el departamento que destinan al doctor Mora-
los militares no hacen mayoría, ni en realidad son vecinos molestos. De cuando
en cuando hacen sus juntas, sus complots; redactan planes, nos miran por
encima de sus galones... Pero son tolerables. Y últimamente, parece que su
gremio no ha contribuido mucho a la sobrepoblación de la Rotonda. Ahora los
alojan en otra más exclusiva, condominio de lujo, digamos: en el Monumento a
la Revolución. Allí está Carranza, por ejemplo. Supongo que a don Lázaro le
han de tener ya su reservación.
RAMÓN. No conozco a don Lázaro. Bonito nombre. Bíblico.
ALFONSO. Los militares, aunque no en mayoría, se han instalado estratégicamente. Como
que nos custodian. Diego, por ejemplo, está entre dos de ellos: Calixto Bravo y
Jesús González Ortega.
RAMÓN. ¡Diego Rivera! Lo alcancé a conocer. Cuando iba dar mi clase en la
Preparatoria, él estaba trepado a un andamio, decorando el Anfiteatro. ¿Siguió
pintando?
ALFONSO. Sigue haciéndolo aquí. Ya visitaremos juntos su Miquicalli. Se ha puesto a
escarbar y ha sacado docenas de ídolos, con solo estrirar la mano. Y a Orozco:
¿lo conociste? José Clemente. Aquí está, también entre dos generales: Manuel
González y José Ceballos. Ponerlo junto al mutilado general, me parece de mal
gusto, pero...
RAMÓN. ¿Y sus vecinos de usted?
ALFONSO. ¡Ay, Ramón, si supieras! A un lado, ese Litipichía. Apenas si nos saludamos. Y
al otro, ¡la verborrea caudalosa de Chucho Urueta! Lo bueno es que Urueta
hace poco caso de mí. Tenemos una idea de lo griego tan diferente, que no
acabaríamos de discutir. Pero por fortuna él se dedica a cortejar a su vecina
del otro lado. Y así me libro de él.
RAMÓN. ¿Vecina? ¿Hay, pues, mujeres?
ALFONSO. Dos hasta ahora. A una vas a tenerla relativamente cerca; calle por medio. Vive
en el 63, tú en el 64, pero en, digamos, segunda fila. Es Angela Peralta, la
famosa ruiseñora mexicana de quien habrás oído... cantar. Todavía a veces,
hace sus gorgoritos.
RAMÓN. ¿Y la otra? ¿La de Urueta?
ALFONSO. La Peralta está... ¿entre quiénes crees? ¡Merecido se lo tienen! ¡Entre Amado
Nervo y el viejito Urbina!
RAMÓN. Una vecindad muy musical.
ALFONSO. ¿Oyes eso?
RAMÓN. Sí... ¿qué es?
ALFONSO. Estrellita. La canta la Peralta.
RAMÓN. ¿Y quién se la toca?
ALFONSO. El propio autor. Ponce. es tu vecino inmediato, el que habita en el 63.
RAMÓN. Suena bonita. Evocador.
ALFONSO. Va en gustos. Te iba a decir quién es la otra... hembra ilustre: la vecina de
Urueta.
RAMÓN. Sí. ¿Quién es?
ALFONSO. Virginia, la Fábregas; departamento 36. A mi me toca cerca. Tan grandota. Me
acomplejaría –si no estuviera ya acostumbrado-... Bien; basta de preámbulos.
¿Ves ya bien? ¿No encuentras oscura esta morada?
RAMÓN. También yo estoy hecho a las sombras. Menos pobladas, empero. Nunca
pensé –yo que sólo canté de la exquisita...
ALFONSO. Bello, muy bello tu poema. Partitura del íntimo decoro. Díaz Mirón se muere de
envidia por ese endecasílabo. U, I, O. Preciosa acentuación.
RAMÓN. Un actor lo leyó en la ceremonia. López, como yo.
ALFONSO. Esos son otros López. Aquí te han preparado una recepción, a la que debo ya
conducirte.
RAMÓN. ¿Una recepción?
ALFONSO. Un velorio literario. Una velada del Liceo Altamirano. No tengo que
recomendarte que hagas de tripas corazón y que aguantes con buena cara lo
que te espera. Llevarla bien con todos fue siempre mi norma. Y aquí hay que
hacerlo a fuerza. Pero quizá te quieras instalar, asearte un poco... Yo pasaré
por ti. La cosa está anunciada para cuando yo les avise de tu llegada. Antes
preferí advertirte –y saludarte a solas, como el decano al revés; el último en
llegar, antes de ti.
RAMÓN Gracias. En realidad, sí, apetezco tenderme un rato. Ha sido usted muy
amable.
ALFONSO. Dentro de una hora vendré por ti. Hasta pronto. Y que descanses.
RAMÓN. Hasta... siempre
OSCURO TOTAL
MI TOÑITA
A. L. Jáuregui
(Teatro Escolar Mexicano. A.L. Jáuregui. Editorial Avante, México, 1992. pp.136-139.)
TELÓN
LA MANTA
Adaptación del cuento del mismo nombre de El Decamerón
Teatro Infantil. Varios autores. Editorial Everest, España, 1985. pp 64-69
PERSONAJES
Esposo / Esposa / Abuelo / Niño
(Comedor de casa pobre. Comiendo, en torno a una mesa, el Esposo, la Esposa y un niño, hijo
de ambos.)
(El Esposo y la Esposa se miran avergonzados ante las palabras del niño; luego bajan la
cabeza, sin saber qué decir. El Esposo, de repente, se levanta y cae de
rodillas ante el Abuelo, sollozando.)
TELÓN
NOTA
La acción de la obra se propone en un escenario sin decorados especiales, para ubicar los
acontecimientos se propone apoyarse en las entradas y salidas de los personajes, sus
desplazamientos, así como la utilería que lleven consigo dependiendo la situación. Se deja el
manejo de estos elementos al director, para que en completa libertad decida como emplearlos.
En el campo los pastores se juntan después de sus faenas diarias, algunos llevan montones de
leña, otros comida. Se van cobijando con sarapes. Todos se van sentando alrededor del Viejo
Pastor. De pronto, entran corriendo y jugando Pablito y Rosita.
SUSANA: ¡Como quiera no se pasen de lumbres! (Al Viejo Pastor) Bueno, pos hay que
ver que tiene usté razón, se ven rechulos cuando tan jugando. Pero hay que
saber ponerles el alto a su tiempo, pa' que no se vuelvan unos pingos.
MIGUELA: Ay si, (imitándola) "ponerles el alto", si bien que me echó bronca cuando me
los iba a sonar cuando rompieron mi cerca.
SUSANA: Pos claro, pa' regañarlos, nomás su mamá. Además apenas y le rompieron un
palito de su cerca.
CELESTINO: (Despertándose) ¡Éjele! cómo que le echaron a perder un palito. ¡A su edad!
MIGUELA: Usté no se meta zonzo, ni quien le está hablando. ¿Y qué tiene mi edad?
VIEJO: Ya tuvo suave, párenle a sus broncas. No les digo. La noche es pa' star en
Santa paz unos con otros, y no pa' starse peleando y menos con motivo de los
niños.
GILA: Pos es que de repente ¡ah cómo molestan!
BATO: Todo lo preguntan y en todo se meten, son rete metiches ¿verdá? (le da un
codazo a Rosagante que abraza a Blasa sin que nadie se dé cuenta)
ROSAGANTE: ¿Eh? Sí, sí claro. ¿Qué?
BLASA: De los güercos menso, de como se meten donde no se deben.
ROSAGANTE: Ah pos si. Yo les he tenido que dar uno que otro coscorrón pa' que no
suelten sopa.
Los niños que han estado escuchándolos mientras jugaban, se detienen y se sientan para
verlos discutir.
SUSANA: ¡Cómo que coscorrones! Pos quién eres tú. ¿Y de qué habrían de soltar sopa?
BLASA: Ejem, de nada, de nada, si el decía de tirar sopa cuando comen.
SUSANA: ¿Y desde cuándo 'tás tú cuando ellos comen sopa?
GILA: (Le da un golpe a Blasa) Ya no riegues más la manteca.
MIGUELA: Miren que las ‘stoy viendo gürcas locas, pero donde me entere de una, van a
ver.
VIEJO: Ya párenle, a poco creen que se ven muy bien dijiéndose cosas, de todas
maneras ya todos se saben todo. Ustedes Bato y Rosagante y Blasa y Gila, a
poco no se acuerdan de cuantas veces impedí que se los sonaran sus
mamaces. Todos hemos sido niños, ¿ya no se acuerdan?. Miren nomás como
los tienen (señala a los niños), ya hasta se sosegaron de estarlos escuchando,
ya los han de haber hecho sentir culpables. (los niños apenas levantan la vista,
todos están callados y bajan la cabeza), bueno ya mejor vamos a dormir todos
pa' continuar mañana con el trabajo.
Todos se acuestan, antes de acostarse Rosita y Pablito se sonríen. Todos duermen. Entran
por un costado Lucifer y su segundo, un diablillo ladino.
LUCIFER: Bueno, bueno, ya estamos aquí. De modo que éste es el grupo de pastores.
DIABLILLO: Pues no parecen la gran cosa, son apenas unos menesterosos.
LUCIFER: No acostumbro subestimar a nadie pero creo que éstos se subestiman solos,
ni siquiera se respetan entre ellos. Si no es por ese anciano ya se hubieran
separado todos, lo bueno es que apenas le hacen caso.
DIABLILLO: ¡Uy, qué feo huelen! Sinceramente no creo que hiciera falta que tu vinieras,
alguien como tú atendiendo estos asuntos pues... como que no.
LUCIFER: Lo sé, lo sé. Pero el hecho de que nuestros espías haya mencionado que el
mismo Arcángel venía para acá obliga a que me haga cargo en persona de
esto.
DIABLILLO: ¿Y qué vamos a hacer?, ¿Dormir con ellos? ¡Por Dios! ¡Ay!
LUCIFER: ¡Estúpido!, no menciones eso siquiera.
DIABLILLO: Perdón amo.
LUCIFER: Está bien, pero a la otra puedes decir: Por mí, es decir: ¡Por Satán!
DIABLILLO: Sí, sí me gusta, hay que hacerlo decreto.
LUCIFER: Oh no es para tanto, me halagas.
DIABLILLO: Bueno pero ¿qué vamos a hacer?
LUCIFER: Esperar. Eso es lo que vamos a hacer: esperar.
DIABLILLO: Eso es muy aburrido.
LUCIFER: Pues te aguantas y te callas, no queremos despertar a nuestros pastores. No
podemos hacer nada hasta que venga el Arcángel, solamente reconocer
terreno, tenemos la ventaja de que nadie sabe que estamos aquí. Así que hay
que escondernos. Vamos. (Sale del escenario).
¡Pastores!
Mantened el alma abierta.
Los pastores, que los han escuchado arrobados, se han ido incorporando mientras el Arcángel
hablaba. Parlotean todos emocionados y al mismo tiempo.
VIEJO: Calma, calma todos. Ya oyeron lo que el enviado del Señor dijo. Hay que 'star atentos.
BATO: Sí, pero pos ¿cómo le vamos a'cer?
MIGUELA: Yo creo que hay qu'irlo a buscar, no sea que se vay'ir a otro lado.
CELESTINO: Yo creo qui'ai que dormirnos y esperar a mañana. Ya Dios dirá.
MIGUELA: Pero si ya Dios dijo, no seas arrastrado. Pienso que todos estos en vez de 'star
echadotes, deberían ir a buscarlo, no seya que se pierda en el monte.
VIEJO: Puede que seya una buena idea. ¡Bato, Rosagante y Celestino! vayan por unas
mechas y láncence a buscar por alrededor.
PABLITO: Mamá, mamá, ¿pero, cómo quieren irlo a buscar, si ni siquiera saben cómo
es?
SUSANA: ¡Ay, mi'jito, tú no hagas preguntas, estas son cosas de grandes.
MIGUELA: Hay qui organizar un fiestón pa' recibirlo. ¡Blasa, Gila!, hay que reunir fruta y
dulces pa' cer una piñata y . . .
CELESTINO: Y ai' qui mandar traer algo pa' tomar . . .
MIGUELA: Ah, viejo zonzo, nomás pensando en chupar. (Lo piensa un poco) Pero pus si,
ai' qui traer algo.
ROSITA: Mamá, Pablito tiene razón. ¿Cómo vamos a preparar tantas cosas si ni
siquiera sabemos quién es y qué le gusta?
SUSANA: Ay, mi'jita, no te metas.
VIEJO: Momento, los niños puede que tengan razón, a lo mejor nos 'tamos adelantando un
poco, yo considero . .
MIGUELA: No hay nada que hablar, lo mejor es tener todo dispuesto para organizar la
bienvenida, ¿verdad?
TODOS: (Menos el viejo y los niños) Pus si.
MIGUELA: Bueno, pus 'ai que repartirnos el trabajo, que todos hombres vayan a buscarlo
por el monte, bueno, menos usté (al Viejo Pastor) que no es hombre.
VIEJO: ¿Cómo?
MIGUELA: Digo . . . que no es hombre joven pa' andar en estos trotes.
VIEJO: Ah.
MIGUELA: Tú tampoco Celestino, mejor vas a traer algo de tomar.
CELESTINO: Yo con gusto.
MIGUELA: Pero lo trais y no en la panza. Gila y Blasa, ya les dije: dulces y frutas pa' la
piñata.
GILA: Si má.
BLASA: Si ma.
PABLITO: Oigan, el Arcángel dijo que tuviéramos la'lma abierta.
SUSANA: ¡Mi'jito!
MIGUELA: ¿Y eso qué?
PABLITO: Pos que si todos vamos a andar haciendo cosas, no nos vamos a dar cuenta
de cuando llegue; Él vendrá cuando menos lo esperemos.
MIGUELA: No entiendo.
ROSITA: Quiere decir que tenemos que esperar una señal, a eso se refería el Arcángel.
VIEJO: Eso puede ser cierto.
MIGUELA: Tonterías. Lo que deben hacer los niños es ayudar a su mamá, ella va a ser la
encargada de juntar la leña y poner los adornos. Así que . . . ¡todos a trabajar!
VIEJO: Y yo ¿qué voy a hacer?
MIGUELA: Usté se queda ai' onde no estorbe.
VIEJO: ¿Y tú qué vas a hacer?
MIGUELA: ¿Yo? . . . pues, este . . . alguien tiene que ver que todo salga bien.
VIEJO: Pero . . .
MIGUELA: Nada. Cada quien a los suyo. ¡Vamos!
Todos salen, menos el Viejo Pastor que se queda unos momentos pensando, luego sale.
Vuelven Lucifer y el Diablillo.
LUCIFER: Vaya, vaya . . . Ya nada es como antes, poco es lo que tenemos que hacer
aquí, los mismos pastores se encargan de echar a perder la llegada del hijo de
Dios.
DIABLILLO: Así es mi amo, todos se fijan en lo suyo y nadie escucha a las voces sensatas.
LUCIFER: Todos le hacen caso a la . . . señora ésa. Sin embargo hay que mantener
vigilados a los mocosos esos, no vaya a ser que puedan darse cuenta de algo.
Con unas pocas y oportunas intervenciones, nuestro éxito estará asegurado.
DIABLILLO: Nuestro éxito será la derrota del cielo.
LUCIFER: Un momento, acabo de decir que no será "nuestro" éxito.
DIABLILLO: ¿Cómo?
LUCIFER: Como lo oyes, he decidido que será solo . . . ¡mi éxito! Eso se oye mucho
mejor . . . ¿no crees?
DIABLILLO: Ya lo decía yo . . . este sí . . . suena muy bonito.
LUCIFER: Perfecto, pero ya no me adules, que no me gusta, además me apena, tú sabes
que soy muy penoso. Mira, aquí vienen esos pastorcillos de los que
hablábamos. Hay que vigilarlos. (Ambos se esconden).
PABLITO: Esas son tontejadas, ¿tú crees que al hijo de Dios le va a gustar llegar a un
pachangón como el que quieren organizar?
ROSITA: Pos no, pero ¿qué le vamos a 'cer? Todos dicen que son cosas de gente
grande.
PABLITO: Si Él estuviera aquí, seguro nos escuchaba.
ROSITA: Claro, y no le gustaría ver lo que los grandes están haciendo en su nombre.
PABLITO: Ya todos han de estar pensando en lo que le van a pedir, pero si creen . . .
ROSITA: ¡Mira!
PABLITO: Pérate, que 'stoy hablando.
ROSITA: Pérate tú . . . mira.
PABLITO: ¿Qué cosa?
ROSITA: Allá, en el cielo.
PABLITO: ¡Qué lucesota!
ROSITA: Es una estrella.
PABLITO: Es un lucero.
ROSITA: Está arriba de aquí cerca. Esa debe ser la señal que esperábamos, la que dijo
el Arcángel.
PABLITO: Es an'ca la posada, ¡vamos pa' llá!
ROSITA: Sí, ya debe 'star por llegar.
Salen corriendo. Lucifer y el Diablillo, que han observado todo, salen de su escondite.
LUCIFER: Esos chiquillos, pueden causar más problemas de los que imaginé.
DIABLILLO: Sí, resultaron más observadores que los demás.
LUCIFER: ¡Pronto! Debes llegar a la posada antes que ellos y, sobre todo, antes que el
hijo de Dios; a ver que se te ocurre o inventas, pero debes impedir que ellos se
den cuenta de todo. Mientras, yo me aseguraré de mantener el engaño en los
pastores.
DIABLILLO: Si, mi amo.
LUCIFER: Date prisa.
Salen cada uno por distinto lado. Pablito y Rosita llegan por atrás.
ROSITA: Pos es que, mire . . . un enviado del Señor, el Arcángel, se apareció ante
todos anunciando venía el Hijo de Dios para enseñarnos el perdón y el amor
entre todos los hombres para llegar al cielo.
DIABLILLO: Ooohhh, ¡qué interesante! ¿qué puedo hacer para ayudar? Todo esto es tan
conmovedor.
PABLITO: Verá, el Arcángel dijo que mantuviéramos nuestras almas abiertas, así
estábamos, esperando una señal.
ROSITA: Sí, y nosotros creemos que es ese lucero que `sta en el cielo.
DIABLILLO: (Volteando hacia arriba) ¿Luz? ¿Cuál luz? ¡Ah, ésa! Pero si es sólo una
estrella como cualquiera.
ROSITA: Pero está indicando este lugar.
DIABLILLO: ¿Ah, sí?
PABLITO: El Hijo de Dios llegará por aquí, ¿usted no ha visto nada?
DIABLILLO: No, la verdad no.
ROSITA: Pos mantenga su alma abierta y también sus ojos que no ha de tardar en
llegar.
DIABLILLO: ¿Mi alma? Qué cosas . . . quiero decir que por supuesto que lo haré.
PABLITO: Qué bien, pues entonces quédese aquí y espérelo, mientras nosotros dos
vamos por los otros pastores.
Entra Lucifer vestido elegantemente, lo van siguiendo el resto de los pastores quienes están
fascinados con él. Todos hablan al mismo tiempo.
LUCIFER: Silencio, silencio todos. Hagan fila por favor, voy uno por uno. A ver usted, el
anciano.
VIEJO: Pos cómo vamos a 'star seguros que usted es el Hijo de Dios.
TODOS: ¡Buuuuu!
LUCIFER: Tranquilos, por favor . . . tranquilos, al hombre ya le falla el cerebro, es por la
edad. Hay que perdonarlo todos.
VIEJO: Un momento . . .
MIGUELA: ¡Cállese! ¿No le basta con haberle faltado al respeto? (a Lucifer) le ofrecemos
nuestras disculpas por esto, si luego luego se nota quien es usted, tan
elegante y tan distinguido.
LUCIFER: Por favor, no hace falta . . .
MIGUELA: Además también queremos darle la bienvenida e invitarlo a la fiesta qu e
haremos en su honor.
LUCIFER: Es un placer para mí . . .
CELESTINO: Vamos a tener mucho que comer y mucho que tomar.
MIGUELA: ¡Celestino, compórtate!
LUCIFER: No se apure amable señora, el hombre este me ha caído muy bien, es bueno
que haya mucho de todo, de hecho quiero pedirles que en mi honor coman y
beban mucho para que todos estén muy contentos, es . . . palabra de . . .
(batallando para pronunciar)
D . . i . . . o . . . s.
CELESTINO: Ah, pos qué padre.
Lucifer y el Diablillo salen por donde se fueron los pastores. Del otro extremo se asoma el Viejo
Pastor y los observa irse. Sale también. Entran Pablito y Rosita visiblemente emocionados.
Se acercan todos y se secretean, se ponen de acuerdo y salen. Entran todos los pastores
seguidos por Lucifer y el Diablillo, los encabezan el Viejo Pastor y Susana.
Todos los pastores salen hacía el establo menos Rosita, Pablito, Susana y el Viejo Pastor.
Pone delante suyo al Diablillo para protegerse de los pastores que avanzan dispuestos a
lincharlos.
Cuando ya parece que los van a agarrar, aparece un celeste resplandor; es el Arcángel.
Salen todos felices y cantando alabanzas. Puede colocarse al final un nacimiento donde todos
queden alrededor.
F I N
EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD
Margarita Robleda
(Talleres Artísticos para niños. Margarita Robleda. Editorial Diana, México, 1984. pp. 63-68.)
PERSONAJES:
NOPALTZIN / DIABLO / JOSE / MARIA / CAMPESINO
CORO
Procesión pidiendo posada
Instrumentos de apoyo:
Pantalla / 3 Proyectores / Iluminación / Transparencias
NOPALTZIN: Bueno, bueno; tal vez los adultos ya estén muy echados a perder. Pero los
niños. ¡Fíjese qué hermosos villancicos!
VOZ EN OFF: “A través del tiempo he logrado que navidad sea sinónimo de muchas
cosas, menos de lo que debe ser. No ha sido fácil; me ha tomado muchos
años, pero al fin lo he logrado”.
VOZ EN OFF: “Ahora la gente se felicita y no saben por qué. Unicamente es una excusa
para brindar”.
VOZ EN OFF: “He hecho creer a la gente que los regalos caros son los únicos que
muestran aprecio”.
VOZ EN OFF: “Lo único que le importa a esa gente es tragar y tragar, beber y beber”.
NOPALTZIN: Bueno, tal vez a faltado un poco de información de nuestra parte. Navidad
quiere decir nacimiento; es el nacer del hombre nuevo en nuestro corazón.
Nos impulsa al amor a nuestra persona y a los demás. es posible que este
año hayamos fallado, pero existe un niño que cada año pide posada en
nuestro corazón y nos da esperanza de que el año venidero seremos
mejores personas: hijos, padres, vecinos, ciudadnos . . .
DIABLO: Y si la burra al pozo . . .
NOPALTZIN: Bueno, señor del egoísmo y de la discordia. Usted ya se echó su rollo ¿no?,
entonces deme chance.
DIABLO: Si no hay más remedio . . .
VOZ EN OFF: Esta historia sucedió hace más de dos mil años, en un pequeño pueblo de
Nazaret, llamado Belén. El país se hallaba dominado por los romanos
quienes obligaron a cada persona a ir a su pueblo natal para registrarse.
José y María llegaron cansados y hambrientos después de su largo
recorrido. Como eran muy pobres no tenían dinero para hospedarse en el
mesón. Además, María esperaba un bebé en cualquier momento y
necesitaba recogimiento y soledad. José recordó de pequeño conocer unas
cuevas a la salida del pueblo donde solían guardar a los animales en
invierno. Después de desechar algunas por estar demasiado sucias, eligió
una donde por lo menos estarían protegidos del frío.
Allí, en un pajar, en medio de algunos animales que le daban calor, nació
Jesús, el hombre más grande de la historia.
En medio de esa pobreza, vino Él a hablar de amor y paz, de justicia social
y de hermandad.
Por eso navidad quiere decir nacimiento, nacimiento del hombre nuevo.
Entonces sí digamos: ¡Felicidades!
DIABLO: Bueno, eso está bastante bonito; pero sucedió hace dos mil años . . .
NOPALTZIN: El espíritu de navidad renace cada año y seguirá así por los siglos de los
siglos.
DIABLO: ¡Nopaltzin! Eres más terco que yo, y eso es mucho decir.
NOPALTZIN: Pues yo insisto en lo mío: sucedió hace dos mil años y continúa sucediendo.
DIABLO: Pues yo te juro lo contrario: la navidad murió hace tiempo. (Grito de Tarzán)
¡Gané!, ¡gané!
NOPALTZIN: (Al público) Ustedes tienen la palabra: ¿opinan que éste ha triunfado?
PUBLICO: ¡¡Nooooo!!
NOPALTZIN: ¿Ves?
DIABLO: Para que vean tú y todos ustedes que están equivocados, yo les propongo
algo.
NOPALTZIN: A ver.
DIABLO: Hace dos mil años es mucho tiempo. Hoy en día yo le daría posada a José y
María, a pesar de festejar lo que tú llamas navidad.
NOPALTZIN: De acuerdo, dos mil años de mensaje algo deben haber dejado.
DIABLO: Pero si pierdes, aceptarás que el espíritu de navidad ha muerto y tú tendrás
que buscar otro trabajo.
NOPALTZIN: De acuerdo.
(Oscuro)
NOPALTZIN: El espíritu de navidad a pesar del comercio. (El diablo haciendo una rabieta
y se va) ¡Paz a los hombres de buena voluntad! y entonces sí, ¡Feliz
Navidad!
TELÓN
Personajes
SERAFINA, calaca romántica, nieta de Basílica.
BASÍLICA, calaca tragona, madre de Barrabasa.
BARRABASA, calaca enojona.
OFIDIA, calaca envidiosa, arrimada de las anteriores.
PALOMITA, calaca niña, hermana de Serafina.
SERAPIO, muerto fresco, prometido de Serafina.
SERAFINA. ¡Qué emoción! Hoy es nuestra noche. Noche de todos los Santos, Noche de
Muertos. Y mi Serapio ya debe haber traído mis ofrendas y estará esperando
que yo vaya a él . . . Ay, y yo en esta fachas. ¡Debo darme una manita de gato!
No se vaya a espantar de verme en este estado . . . aunque no hay mucha
diferencia: yo traigo la calavera a la vista y él por dentro. Pero calavera tiene,
como todos. Me pondré un poquito de colorete y me pintaré, los labios no,
porque no tengo, pero sí las quijadas. ¡Ay! ¿y si no viene? Tal vez ya olvido el
juramento que nos hicimos de estar juntos para siempre. Tal vez ya encontró
otra y anda con ella. ¡Ay, no, eso sería mi muerte! Ah, pero si me es infiel voy
por él y le jalo las patas. Claro que sí. Y en cuanto a la otra . . que se cuide.
TELÓN
Secretaría de Educación en Nuevo León / Subsecretaría de Educación Básica / Dirección de Secundaria
Coordinación Técnica de Educación Secundaria / Expresión y Apreciación Artísticas / Teatro
PANTOMIMAS
Textos de Pedro Pérez Oliva, director del grupo de mímica Los Comediantes
FRUTA VERDE
Aparece un actor. Camina con pasos sigilosos mirando en todas direcciones como si temiera
algo. Se detiene ante una alambrada. Intenta pasar y, al separar los alambres, se pica con las
púas. Vuelve a intentarlo, pero se le engancha la ropa. Forcejea. Finalmente consigue pasar.
Se aproxima a un árbol frutal. Toma una fruta y la come con fruición. Toma otra, pero tiene
gusano y . . . la tira. Vuelve a tomar otra, pero está verde. La come sin dejar de vigilar; pero de
pronto algo anda mal en el estómago. Se da cuenta que es por culpa de la fruta verde que está
ingiriendo. La tira al tiempo que se toca el estómago. Inicia la salida lentamente con gestos de
dolor y de ansiosas ganas por ir al baño. Logra llegar hasta la alambrada. Intenta salir pero
vuelve a engancharse. Forcejea . . . y el estómago no le responde y claro . . . sucede lo
inevitable.
LA MOSCA
Un hombre lee el periódico tranquilamente. Se muestra interesado por una noticia seria. Ahora
lee algo realmente trágico. Sigue pasando las páginas. Encuentra algo intrascendente. Su
rostro refleja todos los matices de las noticias. Ahora lee un chiste muy gracioso. Vuelve a
ponerse serio al ver algo que le interesa mucho. . . . pausa larga mientras lee. Una mosca
viene a interrumpirle. Él la advierte, pero no le hace caso. Continúa leyendo. La mosca insiste
en molestarlo. . . él le da un manotazo para ahuyentarla y continúa la lectura, pero la mosca no
desiste en su empeño. Más enfurecido intenta ahuyentarla de nuevo para proseguir la lectura
que tanto le interesa. Vuelve de nuevo la mosca; él la mira con odio y se decide a terminar con
ella de una vez. Comienza a doblar el periódico hasta convertirlo en el arma que ha de aniquilar
a tan molesto visitante. La persigue hasta aniquilarla. Una vez abatida y en el suelo se acerca
aella para pisarla. Sonríe satisfecho. Vuelve a su asiento y desdobla de nuevo el periódico para
seguir leyendo. Pero, apenas reinicia su lectura, otra mosca inicia sus ataques; él cree que es
la misma y la mira como si fuera un fantasma . . .
INOCENCIA
Aparece un niño saltando y jugando. Encuentra una colilla, intenta fumar, pero tose y la tira.
Con las manos en los bolsillos camina como aburrido, pateando una lata, una piedra, un . . . Se
aproxima un coche y se detiene. Se agacha a recoger su bote con agua y su trapo. Comienza
a lavar el parabrisas con movimientos rápidos y eficaces. Al terminar recibe una propina del
conductor. Se alegra. Contento se dirige a un puesto de baratijas. Compra un tirador
(resortera). Se dispone a cazar gorriones. Junta varias piedrecitas y busca su primera pieza.
Después de varios intentos logra darle a un pajarillo. Corre a donde cayó. Al comprobar que lo
ha matado, siente una gran pena. Intenta revivirlo. Lo acaricia, lo mima, le da calor con el
aliento, lo echa a volar, pero al ver que no puede intenta devolverlo al nido. Al no conseguirlo
decide enterrarlo. Hace un hoyo con las manos. Lo deposita en el hoyo y lo cubre con tierra.
Después busca una rama y hace una cruz que coloca sobre la tumba. Reza . . .
PERSONAJES:
WALTY, muchacho, hijo de Tell.
HEDWIG, esposa de Tell.
GUIILERMO TELL, cazador de la provincia de Uri.
GUARDIA 1 / GUARDIA 2 / GOBERNADOR / PRIMER HOMBRE DE URI / SEGUNDO
HOMBRE DE URI / GENTE DEL PUEBLO
CUADRO V
(Llega Walty. Es un muchacho de unos dieciocho años.)
(Tell y Walty salen. Hedwig sigue llorando. El hombre de Uri está de pie, quieto y sombrío. Se
hace el oscuro.)
CUADRO VI
(La plaza. El sombrero en la pica. Aparece Tell con Walty. Tell ha armado su ballesta y apunta
al sombrero. Dispara. El sombrero cae atravesado.)
(En este momento se oye el rumor de gente que se acerca y ladridos de perros.)
WALTY. Papá, ¿no oyes? ¡Debe ser el Gobernador que vuelve de caza!
TELL. (Exaltado.) ¡Es lo que yo quería! ¡El Gobernador! ¡A eso he venido!
WALTY. ¡Papá, papá! Tenemos que irnos . . , huir de aquí . .! Estamos a tiempo . . .
¡Nos van a matar!
TELL. Alguien va a morir esta noche, hijo. Pero todavía no se sabe quién.
(Escucha el rumor que se acerca. Entran hombres de la escolta del Gobernador. Entra el
Gobernador. Los guardias, aterrorizados, se acercan a él arrastrándose como larvas.)
(Rumores de todos.)
(A la luz de las antorchas, la escena resulta extraña, fantasmal. Walty se acerca a su padre.)
TELL. Ya lo ves, Walty. Es como un teatro. Hay muchos ojos indiferentes puestos
en nosotros.
WALTY. Sí, padre.
TELL. (Señala hacia el público.) Nos mira mucha gente. Están haciendo la
digestión de una buena cena. No les importa lo que ocurra.
WALTY. Así es, padre.
TELL. ¿Te das cuenta? Somos tan sólo un espectáculo en el que a ellos les toca
aplaudir o silbar.
WALTY. Sí, padre.
TELL. A nosotros nos toca ser heridos . . . o muertos.
WALTY. No estés triste, padre. Yo no estoy triste.
TELL. Yo tampoco. Sólo me duele que nadie acuda a socorrernos.
WALTY. Estamos solos, padre.
TELL. No hay nadie que pueda ayudarnos en el mundo.
WALTY. Nadie. (Un silencio.) Así que hay que estar tranquilos. No hay esperanza.
Aunque gritáramos hasta rompernos la garganta, no vendría nadie. Así que
¿para qué gritar? Da mucha tranquilidad no tener esperanza. (Un silencio.)
TELL. Entonces, ¿debo intentarlo?
WALTY. Sí.
TELL. (Grita.) ¡Puedo matarte!
WALTY. Vamos a ver.
TELL. (Casi solloza.) ¡Walty, no me atrevo a disparar sobre ti!
WALTY. Si aciertas, volveremos a casa abrazados. Mamá no sabrá nunca nada.
Volveremos riendo como si hubiéramos bebido un poco. Mamá nos
reprenderá y le diremos que no volveremos a hacerlo nunca. Nos
echaremos a dormir y mañana será un día como otro cualquiera. Todo esto
nos parecerá una pesadilla tonta. Adelante. Estoy dispuesto.
TELL. ¡Walty, si te mato . . . !
WALTY. Entonces, sea lo que Dios quiera.
(Walty está quieto, lejos de su padre. Alguien coloca sobre su cabeza una manzana. Tell carga
su ballesta. Hay un silencio absoluto. Tell apunta. Baja su arma.)
(Vuelve a apuntar. Dispara. Todas las miradas se vuelven hacia Walty, que vacila. Cae al suelo
pesadamente. Gritos.)
(Alguien levanta en una pica la cabeza del Gobernador. La escena se vuelve rojiza.)
PERSONAJES
Doña Renovación
Doña Circunsición
Don Atenógenes
Cristeto (muerto)
Don Romualdo
Dos músicos convidados
(La escena en un pueblo de México. Sala decente; puertas al foro; mesa redonda, con un
quinqué encendido; una cómoda y sillas.)
Escena primera
(Don Atenógenes y doña Renovación.)
RENOVACIÓN. Es preciso, Atenógenes, que te vayas preparando para pasado mañana, que
es el día de muertos, ya ves que se tiene que poner la ofrenda en el panteón para
Cristetito; hay que comprar con anticipación las ceras, porque a última hora se
encarecen mucho. Te acordarás del año pasado, que nos vimos en muchas fatigas y
trabajos para que nos las diesen baratas. Y esto por dejarlo todo al tiempo. ¡El pobre
de mi Cristetito es el que lo sufre luego! ¡Ay, hijo de mis entrañas! (Llora.)
ATENÓGENES. ¡Eh! ¿qué es eso? ¿Ya empiezas a chillar? ¡Caracoles! ¡Todo lo compones
con dar de gritos!
RENOVACIÓN. Sí . . . ¡Cómo tu corazón es de tepeguaje y no tienes sentimientos!
(Llorando.) ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! . . . Cómo tú no querías a tu hijo . . . ¡Ay, pobre Cristetito!
ATENÓGENES. ¡Bastante lo quise y lo sentí mucho más, caracoles! Pero no me gustan los
aspavientos como a tí.
RENOVACIÓN. Sí . . . ¡Aspavientos! ¡Aspavientos! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! (Llora.)
ATENÓGENES. ¿Qué demonios consigues con los chillidos? ¿Ha de resucitar con eso?
Además, ¡ya tiene más de tres años debajo de la tierra!
RENOVACIÓN. ¡Y aunque tuviera mil! ¡Yo no lo he de olvidar nunca! ¡Era tan mono . . . y tan
buen mozo! ¡Ay! ¡Ay! Era el pobre bizquito sólo de los dos ojos, pero esto le
agraciaba mucho. ¡Ay!, ¿por qué se moriría mi Cristetito?
ATENÓGENES. Pues, hombre, no me lo avisó. ¡Eh!, ya déjate de lagrimones y vamos a
pensar con seriedad en la ofrenda; quiero que quede muy elegante, muy elegante,
para que nadie tenga que criticarnos. Mira: cuatro ceras de a onza, una corona de
zempazúchil, una cazuela de buen mole verde; pero de guajolote, ¿estás? De
guajolote, como estás acostumbrada a hacerme . . . el día de mi santo . . . con
mucha, mucha manteca, almendrones, perejil, pepitas de pimiento y . . .
RENOVACIÓN. Sí, hombre, sí, sí. ¡Carambas! Ya lo sé que ha de llevar todo eso.
ATENÓGENES. Te digo que no quiero que nos murmuren. ¡Ah! Bastantes golletes y
chocolate y tejocotes y calabazas y chayotes . . .
RENOVACIÓN. ¡Ay, ay! Tanto . . . Tanto que le gustaban al pobrecito los chayotes. ¡Hasta
con todo y espinas se los comía!
ATENÓGENES. Por eso precisamente lo hago.
RENOVACIÓN. ¡Ay, ay!, mi serafincito. (Llora.) ¡Cuánto diera por volverte a ver!
ATENÓGENES. Bien sabes que eso no es posible.
RENOVACIÓN. Teniendo fe, todas las dificultades se allanan.
ATENÓGENES. ¡Ah! . . . ¿Conque te encaprichas en verle?
RENOVACIÓN. ¡Sí, sí, porque sufro mucho sin su adorable presencia! ¡Ay, ay! Bizquito de
mi vida.
ATENÓGENES. ¡Caracoles, Renovación! ¡Cómo te gusta renovar pesares! ¡Eh! Ya me
marcho. Voy a comprar a la tienda de la esquina algunas cosillas.
RENOVACIÓN. ¿Para la ofrenda? Sí, sí, anda, anda.
ATENÓGENES. Y cuidado con seguir chillando. Pronto vuelvo. ¡Adiós . . . primorosa! (Le
hace un cariño.)
RENOVACIÓN. ¿Eh? ¡Estáte quieto! (Vase Atenógenes.)
Escena segunda
RENOVACIÓN. ¡Ay, Jesús! ... ¡Cristetito de mi corazón! ¡Hace tres años que te perdí! Ya
parece que lo veo con su sombrerito de bola y sus botines bayos, y oliendo todo a
amizcle ... ¡Ay! Era el pobre muy aseadito ... muy lagartijo. ¡Eso sí ... y vaya, que
más de una docena de muchachas, las más bonitas del pueblo, estaban locas de
pasión por mi hijo! ¡Ay, ay!, ¡pobrecito!, ¡ay, ay! (Llora.) Ahí está Concha, su prima,
¡que lo diga! Ya se iba a suicidar por él. Se comió tres colas de alacrán, una caja de
cerillos y un jabón. Por fortuna la atendieron pronto, que si no, se hubiera retemuerto
en el acto. No, no, si ya digo: Cristetito causaba furor con las mujeres y a veces ...
¡Hasta con los hombres! ¡Ay, Jesús! Si era muy mono ... muy mo-no ... muy
remono...
Escena tercera
(Dicha y don Atenógenes seguido de un mozo que trae muchos envoltorios, botes y una
corona de zempoazúchil.)
ATENÓGENES. (A mozo.) Pon todo eso aquí, sobre la mesa. (El mozo lo hace.) Toma. (Le
da una moneda al mozo que se va.)
RENOVACIÓN. ¿Pero qué es eso, Atenógenes.
ATENÓGENES. Es una gran sorpresa que te preparaba. Esta mañana han llegado de
México nuestras buenas amistades. Doña Circunsición y su esposo don Romualdo.
De casualidad los vi en la calle y los he convidado a cenar esta noche con nosotros.
Por eso he comprado todas estas cosas. Mira ... sardinas, carne fría, cangrejos, jamón
del diablo.
RENOVACIÓN. (Saltando espantada.) ¡Ave María Purísima!
ATENÓGENES. No, no te espantes, mujer, así se llama este jamón americano. ¡Ah!
También traje ...
RENOVACIÓN. ¡Buena la has hecho! ¿Qué necesidad teníamos de mortificarnos! Y luego el
pago va a ser de que nos critiquen. ¡Ya verás! Y sobre todo, que yo no quiero fiestas
ahora. ¡Bastante tengo con el recuerdo de Cristetito!
ATENÓGENES. ¡Y vuelya otra vez! ¡Caracoles! No quitas el dedo del renglón.
RENOVACIÓN. Preciso ... como a tí no te ...
ATENÓGENES. Pues mira: todo sale a la medida. Con esta reunioncilla, te distraerás,
porque también van a venir otros amigos, y dos músicos con guitarra y bandolón ...
nada de etiquetas, todo familiar, ¿estás?
RENOVACIÓN. ¡Músicos! ¡Amigos! ¡Ave María Purísima! ¡No, ni pensarlo, yo no quiero
fandangos! ¿Lo entiendes? Y si vienen, los corro ...
ATENÓGENES. ¡Caracoles, mujer! ¡Sé razonable! Todos son muy buenas gentes. ¡Y
además, que ya están invitados y no deben dilatar!
RENOVACIÓN. ¿Y para qué traes la corona de zempoazúchil desde ahora? Pasado
mañana ya no sirve.
ATENÓGENES. No, Renovación, ésta es para adornar el mantel.
RENOVACIÓN. ¡Qué yo no quiero fiestas! ¡Ya te lo dije!
ATENÓGENES. Te vas a distraer, mi cielito!
RENOVACIÓN. ¡Que yo no quiero distracciones! Lo que to quiero es a mi Cristetito. ¡Ay!
¡ay! ¡ay! (Llora.) ¡Yo deseo verle! ¡Sí! ¡sí!
ATENÓGENES. ¡Caracoles, mujer! ¡Como no vayamos a desenterrarle! ¡Eh! Basta ya de
pensar en eso; alegra esa cara que ya vendrán los convidados.
RENOVACIÓN. ¡Y qué me importa! Ay, ay, ven Cristetito, ven, encanto mío, ven ...
ATENÓGENES. ¡Mujer, que nos vas a agriar la fiesta!
RENOVACIÓN. ¡Y qué me importa! Ven, hijo mío; yo quiero verte. ¡Ven mi bizquito
adorado! ¡Ay!, ¡ay!, ¡ay! (Llora.)
ATENÓGENES. ¡Pero, Renovación, calla esa boca; no seas imprudente!
RENOVACIÓN. ¡Ven, Cristetito, ven mi querubín! (Se oyen tres golpes secos en la puerta.)
ATENÓGENES. Ahí están ya, doña Circunsición, don Romualdo y todos ... Anda,
Renovación, límpiate esos ojos... ¡ríete pronto!... (Vuelven los golpes en la puerta.)
Voy... voy a abrir.
CRISTETO. (Dentro con voz hueca y confusa.) ¡Puedo entrar sin que me abran!
ATENÓGENES. ¿Has oído, Renovación? Esa voz es desconocida. ¿Quién es? (Preguntando
muy fuerte.)
CRISTETO. (Dentro.) ¡Soy Cristeto!...
RENOVACIÓN. (Asustada.) ¡Mi hijito! ¡Mi hijito!... ¡Ah!... (Con gran espanto.)
ATENÓGENES. ¿Lo ves, mujer, lo ves? ¿Qué te decía yo? ¡Por tu maldita imprudencia!
¡Estamos perdidos! ¡Indudablemente viene a llevarnos! Y tú, tú sola tienes la culpa.
CRISTETO. (Dentro.) ¡Ustedes me han llamado!
ATENÓGENES. Yo no... yo no... Renovación, tu madre... ésa ha sido. (A Renovación.) ¿Ya
lo ves, ya lo ves, endiabladísima?
CRISTETO. (Dentro.) ¿Me dan permiso?
ATENÓGENES. (Con miedo a su mujer.) ¿Qué dices? ¿Lo dejamos entrar o no? Es mejor
que entre porque de lo contrario nos va a ir más mal. (Gritando con miedo.) ¡A...
adentro!
Escena cuarta
(Dichos y Cristeto en traje negro, con su cabeza hecha ya calavera.)
Escena última
(Dichos, doña Circunsición, don Romualdo, dos músicos y algunos invitados.)
PERSONAJES
Virgen María / Arcángel Miguelina / Arcángel Gabriela / Satanela / Ana (coqueta) / Isabel
(chismosa) / Nohemí (avariciosa) / Sara (envidiosa) / Rebeca (dominante)
PRIMER ACTO
Campamento de pastores con fogata al centro y algunas cazuelas y jarros para preparar
alimentos. Vestuarios típicos de pastores, Época del nacimiento de Cristo. La escena está
vacía. Entra Satanela temblando de frío, se dirige a la fogata y se calienta con placer. Habla
hacia el público.
SATANELA. ¡Que frío! ¿Por qué no escogería el Redentor el tibio verano para nacer? ¿o,
al menos, otras tierras con clima benigno en donde no me atormentara el
gélido invierno? Estoy comenzando a sospechar que todo esto fue fríamente
planeado porque no quieren diablos aquí. ¡Qué desconsideración! Al menos
estos simpáticos pastores aman el calor. ¡De buena gana me pasaría la vida
aquí!
Cristo nacerá esta noche en Belén y yo deberé impedir que allá vayan los
estos pastores, haré que estén cansados, con ganas de divertirse, les
ofreceré ricos bocados, frescos vinos y cervezas, haré que sus ojos se
cierren con arenas de pereza y al oído les murmuraré: “mañana, tal vez,
cuando amanezca...”
Salen todas menos Ana que se queda recogiendo algo junto al fuego. Entra Satanela cuando
Ana va a salir.
SEGUNDO ACTO
(El portal de Belén. María con el Niño, solos. Puede estar Gabriela)
MARÍA. (Cantando)
A la ro, ro, niño
a la ro, ro, ro
Duérmete mi niño
duérmete, mi amor...
Señora Santa Ana,
¿por qué llora el niño?
Por una manzana
que se le ha perdido.
Vamos a la huerta
y cortaremos dos,
una para el niño
y otra para Dios.
A la ro, ro...
Sssh, se ha dormido.
¡Qué bello es mi niño
el sol ha nacido
es lluvia y rocío
que los cielos abiertos
sobre el surco esparcieron
Sssh, se ha dormido
por favor no hagan ruido.
Dejen por hoy que descanse.
Mucho trabajo le espera,
hoy es apenas un niño,
dejen que sus ojos cierre.
MARÍA. (Caminando hacia el público, explicando) Ustedes acaban de ver esta especial
pastorela que titulamos “Sólo para mujeres” o “Dónde está San José”. En ella
quisimos marcar lo que es una verdad muy triste: los hombres huyen de
aquello que es importante. No asisten ni participan en juntas y reuniones de la
escuela. Y en lo religioso, ni se diga, es de lo que menos quieren saber.
Siempre tiene excusas a manos llenas y siempre tienen pretextos, sobre todo
cuando se trata de las cosas de Dios.
Unos porque trabajan mucho, otros porque están cansados, otros tiene
negocios más importantes. Hay la mala costumbre de creer que las custiosnes
religiosas son solo para las mujeres y los niños y que los hombres, por sus
responsabilidades, están exentos de ellas.
Señores que están presentes, jóvenes, amigos nuestros, Dios cuenta con
ustedes, quiere que de vez en cuando se acuerden de él y lo visiten. Así que
ya no busquen más pretextos. Imaginen lo que pasaría si ustedes quedaran
fuera del plan salvador de Dios.
Den a Dios un poquito del mucho tiempo que le dedican al futbol, a los amigos,
al trabajo, a la televisión... sólo un poquito, pero que nunca suceda que no
tengan un tiempito para responder a todo ese gran amor que Dios nos tiene.
¡Qué tanto será! que “nadamás” DIO SU VIDA POR TI. ¡FELIZ NAVIDAD!
¡NEGOCIOS! ¿NEGOCIOS?
farsa para jóvenes de Juan Jiménez Izquierdo
Libro de texto: Expresión y Apreciación Artísticas. Introducción al Teatro de Áurea Aguilar y Evelia Bersitáin. Ediciones
Pedagógicas, México, 1996. pp.143-162
PERSONAJES
Calavera José / Calavera Felipe / Calavera Pancho / Calavera Pedro / Fantasma Michael /
Fantasma John / Fantasma Tom / Fantasma Jim / Diablo Cereza / Diablo Frambuesa /
Chaneque Jeremías / Bruja Florencia Siempreviva
CUADRO UNO
Escena 1
En una calle se encuentran dos casas de madera enfrente una de otra, una está habitada por
calaveras, que se encuentran cantando y bailando.
Escena 2
Al terminar de bailar tres calaveras se asoman por la ventana. En la otra casa están llegando
unos fantasmas con sus maletas.
CALAVERA FELIPE. Dejen ver; ¿dónde he visto algo parecido? ¡Ah! ¡Ya recuerdo!
Traigan el periódico.
Escena 3
Entran a otro cuarto, se apaga la luz de su casa. En la casa de enfrente ya terminaron de
mudarse. Hablan con acento inglés.
Escena 4
Se dedican a armar una máquina. Todos bailando; al terminar se van metiendo uno por uno; se
apagan las luces. En medio de las dos casas aparecen dos diablos.
Entra Cereza a la casa de las calaveras y saca un costal. Frambuesa entra a la otra casa y
saca también un costal.
Escena 5
Está amaneciendo en la casa de las calaveras. Están despertando.
Escena 6
Se sientan todos tristes y pensativos. En la casa de los fantasmas ya están despiertos y se
encuentran haciendo ejercicios de gimnasia.
Tom se mete a buscar el papel y la pluma, y al darse cuenta que no está el costal, sale
corriendo.
Salen los fantasmas a la calle, al igual que las calaveras, encontrándose en medio de la calle
los dos bandos.
Escena 7
Se retiran los dos grupos a sus casas.
Pedro se queda observando por la ventana, Felipe y José se paran cerca de la puerta.
Los fantasmas Michael y John se meten a unos botes. Tom los jala y los deja afuera.
C. PEDRO. Ya sale uno de ellos; esperen, sólo va a sacar los botes de basura.
C. FELIPE. Se está perdiendo tiempo, hay que idear algo para salir sin ser vistos.
C. PANCHO. Si cavamos un túnel por allá.
C. FELIPE. Es muy tardado.
C. PANCHO. Qué haremos, qué haremos.
C. JOSÉ. Ya sé
C. FELIPE. ¡Qué! Di rápido.
C. JOSÉ. Pongan atención: tú, Pancho sacas la ropa a tender y nosotros nos metemos en
los canastos; cuando tiendas la ropa, ésta nos cubrirá el frente y así podremos
escapárnosles, fácil, ¿no?
C. FELIPE. Creo que va a dar resultado, no perdamos tiempo.
Las calaveras Felipe y José se meten en dos canastos que contienen ropa. Pancho los saca a
la calle donde se dedica a tender la ropa.
Conforme Pancho va tendiendo la ropa, los botes y los canastos se van moviendo, al terminar
de tender, los canastos corren por el lado derecho y los botes por el izquierdo.
OSCURIDAD TOTAL
CUADRO II
Escena 8
En el bosque se encuentra un árbol y en la copa se halla una plataforma cubierta con ramas.
Salen los diablos.
Escena 9
Entra un duende tocando una flauta.
JEREMÍAS. (Deja de tocar) Qué calor, me acostaré un rato bajo la sombra de este árbol. Ay,
qué cansado me siento.
FRAMB. (Asomándose) Se está durmiendo, ¿por qué escogería este lugar?
CEREZA. Hay que esperar a que esté bien dormido.
FRAMB. No, mejor hasta que se vaya.
CEREZA. ¿Y si no se va?
FRAMB. Se tiene que ir.
CEREZA. ¡Se nos va a hacer tarde!
FRAMB. ¿Y qué quieres que haga, que baje y nos vea Jeremías?
CEREZA. Nada más me acuerdo de lo que le hicimos, y no aguanto la risa.
FRAMB. ¿Qué estará pasando en el pueblo? Me congelo de curiosidad.
CEREZA. Ahora que hicimos un buen trabajo, no podemos gozarlo.
FRAMB. Guarda silencio, ya se levantó
JEREMÍAS. Ese olor a azufre no me deja estar tranquilo, la contaminación ya llegó hasta el
bosque, no puede ser posible (camina para el lado derecho). Aquí el olor es distinto
(pausa) ¿Huele a heliotropos? ¿Qué haré . . . ? (Corre y se sube al árbol. Ve a los
diablos) ¡Ustedes aquí!
FRAMB. ¡Hola! Don Jeremiítas, cómo está usted . . .
CEREZA. Qué milagro que se deja ver . . .
FRAMB. ¿No pudo dormir? No se apure, aquí le tenemos estos costalitos, muy blanditos.
JEREMÍAS. No, gracias; qué amables son, pero los tengo en mi poder y no se me van a
escapar.
CEREZA. Discúlpenos, no fue nuestra culpa, sólo queríamos calentarnos.
JEREMÍAS. Sí, con mi colchón, que casualidad; no puede dormir uno tranquilo con ustedes
sueltos.
Escena 10
Entra la Bruja cantando.
BRUJA.Soy la flor,
más alumbrada
por el sol
en todo el universo
no hay una como yo,
las rosas y margaritas
me tienen envidia a mí
por ser la más bonita
en todo este jardín.
(Viendo unas flores) ¡Oh! Si son azafranes, o tulipanes, no puede ser; no son de esa
forma. ¿Qué serán? ¿Petunias, geranios, claveles o amapolas? No. Tampoco
alhelíes. Pero parecen dalias . . . Lo más conveniente es consultar en mi
enciclopedia floral. (Saca un libro y se sienta a leerlo)
FRAMB. ¿Quién es?
JEREMÍAS. ¿No la conocen? Es la famosa bruja perfumista, florista y cosmetóloga,
Florencia Siempreviva.
CEREZA. Deja llamarla.
JEREMÍAS. ¡No!
CEREZA. ¡Por qué?
JEREMÍAS. Es que su olor no lo soportarían.
FRAMB. ¡Y qué! Háblale, Cereza.
JEREMÍAS. Espera, es que anhela ser mi novia.
FRAMB. ¿Ella tu novia? ¡Pues no está mal!
CEREZA. ¿Y por qué no le haces caso?
FRAMB. Harían buena pareja.
JEREMÍAS. Ya lo sé, pero yo soy alérgico al perfume, me causa ronchas por todo el cuerpo,
y también odio las flores.
FRAMB. Voy a hablarle y a decirle que aquí estás.
CEREZA. Sí, sí, va a ser bien divertido.
JEREMÍAS. Esperen, hagamos un convenio.
FRAMB. Tú dirás.
JEREMÍAS. Si me dejan estar aquí y no le dicen nada a ella, los perdono.
FRAMB. Está bien, para que veas que somos buenas gentes, digo buenos diablos, aquí te
dejamos, nosotros nos bajamos.
JEREMÍAS. No, ustedes se esperan hasta que ella se vaya.
FRAMB. Nosotros no podemos esperar, tenemos prisa. Con su permiso, déjenos pasar.
JEREMÍAS. (Arrancando una rama) Si ustedes dan un paso más, los muelo a golpes.
FRAMB. Sólo era una broma, señor.
Jeremías saca una reata y amarra a los diablos; él se atora la punta en el cinturón y camina
hasta los costales.
JEREMÍAS. (Gritando) ¡Eh! ¿Qué pasa? ¡Ay! me la van a pagar, ¡diablos locos!, ¡diablos
mugrosos! ¡diablos roñosos! Suéltenme. Les estoy hablando, par de tarados.
BRUJA. ¡Qué sucede! Si es don Jeremías, ¿qué boca de dragón es esa? Está usted frente a
una dama.
JEREMÍAS. Me la van a pagar, diablos tarados.
BRUJA. Mi petunio, en qué situaciones se encuentra, parece una amapola apachurrada.
JEREMÍAS. Suéltenme, suéltenme, me la van a pagar, van a ver quién soy yo enojado . . .
¿qué no me oyen? . . . suéltenme.
BRUJA. (Caminando alrededor de él, aventándole flores) Me quiere, mucho, poquito, nada,
me quiere . . . ¡mucho!
JEREMÍAS. ¡Me la van a pagar!
BRUJA. Espere, lo voy a desatar, se me está poniendo color crisantemo. (Lo desata)
JEREMÍAS. (Cae) Déjeme, bruja loca, déjeme.
BRUJA. Ay, aplastó mis capuchinas.
JEREMÍAS. (Levantándose) Nada más salgo de ésta y van a ver quién soy yo.
BRUJA. (Lo agarra) Mi diente de león, te fabriqué un aroma especial para tí, es fabuloso,
huélelo. (Lo rocía con el perfume)
JEREMÍAS. Por favor, señora, suélteme.
BRUJA. Espere, no se vaya, espere, espere. (Lo persigue)
Entra la Bruja.
Escena 11
Entran por el lado derecho las calaveras y por el izquierdo los fantasmas.
Claveras y fantasmas corren entre el público, todos confundidos; regresan corriendo los seis al
mismo lugar sin lograr esconderse nadie.
Escena 12
Entra Jeremías.
JEREMÍAS. Con su permiso jóvenes. (Gritando) Diablos ya vine, denme los costales.
FRAMB. Ya echó todo a perder.
C. JOSÉ. ¡Ladrón! Danos nuestro costal o te rompo la cara.
JEREMÍAS. Yo no robé nada.
F. MICHAEL. Tú tienes nuestro costal, regrésanoslo.
JEREMÍAS. Esperen, yo no sé nada.
C. FELIPE. Cálmate, José, déjalo hablar.
C. JOSÉ. Siempre con tus cobardías. ¡Dame el costal!
JEREMÍAS. Déjenme hablar.
F. MICHAEL. Te escuchamos.
JEREMÍAS. Los costales que ustedes buscan, los tienen los diablos. Ellos me los iban a
regalar.
FRAMB. No seas mentiroso, tú nos dijiste que te los cuidáramos.
JEREMÍAS. Ustedes le creen a ese par de parásitos improductivos.
C. JOSÉ. Lo que si es verdad, es que los costales se encuentran arriba y yo voy a subir por
ellos.
FRAMB. Acuérdate que tenemos sarampión.
C. JOSÉ. Yo estoy vacunado, ayúdame, Felipe.
FRAMB. ¿Vas a subir? Mejor ahórrate el trabajo; aquí ya no están los costales; los vendimos
a la bruja Siempreviva.
CEREZA. Corran, todavía la pueden alcanzar y recuperar sus costales.
FRAMB. Vayan rápido, Jeremías sabe donde vive.
JEREMÍAS. A mi no me metan en sus líos, yo no conozco a esa señora.
C. JOSÉ. Voy a cerciorarme si dicen la verdad.
FRAMB. ¡Estamos perdidos!. Si suben, les prendo fuego a los costales.
F. JOHN. Serán capaces.
C. FELIPE. ¡Sí! ¿cómo los haremos bajar?
JEREMÍAS. (Cantando) Parece que va a llover, el cielo se está nublando, parece que va a
llover, los diablos están temblando. (Lo repite junto con las calaveras)
F. MICHAEL. ¿De verás? Hay que esperar entonces. Y creo que va a llover duro.
CEREZA. Frambuesa, nos vamos a mojar.
FRAMB. Si no se van inmediatamente, vamos a prenderle fuego a sus costales.
C. JOSÉ. Hagamos un trato: dennos un costal, el que contiene azúcar, el otro quémenlo o
hagan lo que quieran con él y los dejaremos tranquilos.
F. MICHAEL. El azúcar es más fácil de vender que las semillas, nadie se las va a comprar,
mejor regrésenoslas.
C. JOSÉ. El azúcar, si llueve, se mojará y no les servirá de nada.
JEREMÍAS. Regreso en un momento, voy por una sorpresa. (Sale)
F. MICHAEL. Les compramos el costal con semillas. ¿Cuánto quieren por él?
FRAMB. ¿Cuánto nos dan?
CEREZA. Decídanse rápido, nos puede agarrar la lluvia.
F. MICHAEL. Les damos cien dólares por los dos costales.
C. JOSÉ. ¡Nosotros doscientos pesos por uno!
CEREZA. Ofrezcan, a la una, a las dos.
F. MICHAEL. Doscientos dólares.
C. JOSÉ. Doscientos cincuenta pesos.
CEREZA. ¿No dan más, fantasmas? Entonces se los vendemos a ellos.
F. JOHN. Esperen, no se dan cuenta que nosotros les damos dólares y cada dolar vale casi
diez pesos; si lo multiplican por los doscientos obtendrán la fabulosa cantidad de dos
mil pesos por los dos costalitos.
FRAMB. ¡Son de ustedes!
F. MICHAEL. Está bien, bájenlos.
FRAMB. Pero paguen primero, no es que desconfiemos de ustedes.
C. FELIPE. Será posible que paguen por lo que les robaron.
F. MICHAEL. No hay otra forma de recuperarlos.
C. JOSÉ. Van a perder bastante.
F. JOHN. ¡No! Ya con la materia prima en nuestro poder, subiremos el costo de venta al
público y recuperaremos lo invertido.
F. MICHAEL. Y como no vamos a tener competencia . . .
C. FELIPE. Pero su producto nadie lo conoce y como lo van a vender tan caro no se los van
a comprar.
F. MICHAEL. Veremos. ¿Ustedes qué van a hacer? Nosotros tendremos su materia prima.
C. JOSÉ. Estamos perdidos, todo por culpa de ese par de ladrones. (Gritando) De ellos se
salvaron pero de nosotros no. Vamos a esperarnos a que llueva y no los dejaremos
bajar por nada del mundo.
CEREZA. Frambuesa, ¿qué hacemos?
FRAMB. Si no corren a las calacas, no les vendemos nada de costales, ¿entendido?
F. MICHAEL. Eso complica más las cosas.
C. JOSÉ. Nadie nos moverá de aquí y el que trate porbará mis golpes, cuídame la espalda,
Felipe.
FRAMB. No les tengan miedo, ¡cobardes!
CEREZA. Decídanse pronto, que no tardará en llover.
F. JOHN. Hagamos un convenio, nosotros pagamos lo convenido a los diablos, pero como
no van a tener en que trabajar nosotros les ofrecemos empleo con un buen sueldo,
con la condición de que los dejen ir, ¿qué les parece?
C. FELIPE. ¿Y qué labor vamos a desempeñar?
F. JOHN. Fácil, sólo fabricar calaveritas de azúcar.
C. FELIPE. Para que ustedes las vendan y obtengan toda la ganancia, no aceptamos.
F. MICHAEL. A lo mejor, tus amigos sí.
C. FELIPE. Yo decido por ellos.
F. MICHAEL. No sean necios, ¿de qué van a vivir si no tienen trabajo?
C. FELIPE. De nada; para eso estamos muertos. Y no vamos a aumentar su capital.
F. JOHN. ¿Ah, sí? Pero si no tienen materia prima para trabajar, ¿quién les va a dar dinero?
C. FELIPE. Y ustedes sin obreros, ¿quién les va a dar producción?
C. JOSÉ. Y sólo nosotros tenemos la fórmula para fabricarlas.
F. MICHAEL. Son bien tercos, no los convence nadie.
CEREZA. ¿Qué esperan? Nada más están perdiendo el tiempo en chismes.
F. JOHN. Podemos solucionarlo en otra forma.
FRAMB. Ya no podemos esperar más; si no se resuelven rápido, le prendo fuego a los
costales.
CEREZA. ¿Y si nos golpean?
FRAMB. Pierden más ellos. (Gritando) ¿Qué deciden?
F. JOHN. Les propongo otro proyecto, nosotros pagamos lo que piden con la condición de
que acepten unir su negocio con el nuestro y formar una gran sociedad.
C. FELIPE. Puede ser una solución; pero tiene que quedar bien definida nuestra posición.
F. JOHN. ¡Claro! Todo lo haremos legalmente.
C. JOSÉ. Yo no les tengo confianza.
C. FELIPE. (Llama a José y le dice en secreto) Ven, ahorita los aceptamos; teniendo el
azúcar en nuestro poder, rompemos el compromiso, ya que no vamos a firmar nada,
todo va a quedar en palabras.
C. JOSÉ. Hasta que pensaste algo bueno.
C. FELIPE. Está bien, aceptamos.
F. MICHAEL. Dennos los costales.
FRAMB. El dinero primero.
F. JOHN. Como no traemos esa cantidad, les voy a hacer un cheque.
FRAMB. La queremos en efectivo.
F. JOHN. Es igual, lo pueden ir a cambiar a cualquier banco y listo, qué problema es.
FRAMB. Se los acepto, pero que sea de doscientos cincuenta dólares, nos tienen que pagar
el tiempo que perdimos.
F. JOHN. Está bien, ustedes ganan.
F. MICHAEL. ¡Estás loco, cómo les vamos a dar tanto!
F. JOHN. (Lo llama y le habla en secreto) Ven, el cheque va a ser falso.
F. MICHAEL. ¿Pero si se dan cuenta?
F. JOHN. Son tan tontos que no van a saber qué hacer con él. (saca una chequera)
F. MICHAEL. Y a las calaveras qué les vamos a decir.
F. JOHN. Nada, no se los vamos a enseñar.
F. MICHAEL. Aquí está. (Se los enseña)
CEREZA. A ver, deja verlo de cerca . . . con todo este dinero podemos comprar hasta un
calentador eléctrico, para no pasar frío.
F. MICHAEL. Ya que vamos a trabajar juntos, ¿qué nombre le pondremos a la compañía?
C. JOSÉ. ¿Cuál sería bueno?
F. MICHAEL. Ya lo tengo, le pondremos: “Calabazas y Calaveras, S. A.”
C. JOSÉ. No, mejor: “Calaveras y Calabazas, S. A.”
C. FELIPE. Luego lo discuten, lo primero es recuperar los costales.
F. JOHN. Ahí les va el cheque.
FRAMB. ¿Qué clase de cheque es éste?
F. MICHAEL. ¿Qué no lo conocían? Son lo más moderno en nuestro país.
F. JOHN. Y son irrompibles.
C. FELIPE. Es falso.
F. JOHN. No es cierto.
JEREMÍAS. (Entrando) Miren lo que les traigo. Una cubeta con agua.
C. JOSÉ. ¡Agua!
JEREMÍAS. Sí, y está bendita.
FRAMB. Esto no es jugar limpio.
CEREZA. Yo no hice nada, fue Frambuesa el de todo.
FRAMB. ¡Mentiroso! Soy inocente, él fue el de la idea.
CEREZA. Les doy sus costales, pero no me vayana a mojar.
FRAMB. No les des nada, espera, deja prenderles fuego.
CEREZA. Ahí les van, pero no me hagan nada. (Tira un costal)
C. JOSÉ. (Le quita la cubeta) A un lado. (Les avienta el agua)
CEREZA. ¡Ay, ay, esperen, ay!
FRAMB. ¡Qué fría está, ay!
C. FELIPE. Está completo y seco.
F. JOHN. Mojaron nuestro costal. (Sube al árbol por él)
F. MICHAEL. Se va a echar a perder las semillas.
F. JOHN. Voy por él. (Sube rápido)
F. MICHAEL. Sí, pronto.
F. JOHN. (Abre el costal y saca guías de calabaza) Qué mala suerte.
C. JOSÉ. Qué bonito jardín tienen.
F. MICHAEL. ¿Quien fue el de la idea del agua?
C. JOSÉ. (Señalando a Jeremías) Él.
JEREMÍAS. Yo sólo quería ayudarlos.
F. MICHAEL. Mira lo que obtuvimos.
JEREMÍAS. Este . . . creo que ya no me necesitan.
F. MICHAEL. Tú no vas a ningún lado. Me la tienes que pagar.
JEREMÍAS. Adiós, con su permiso.
C. FELIPE. Vámonos, tenemos que trabajar muy duro.