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Uno de los ejes que va a recorrer todo el trabajo será cómo se constituye un
género y cómo cambia, es decir, las fronteras o los espacios de un género. Dónde
un género se convierte en otro. En el pasaje de Ágatha Christie a Dashiell Hamett
el género cambia. De Sherlock Holmes a Philip Marlowe, para usar una dimensión
histórica más larga, todo parece haber cambiado.
Los cambios de un género, entonces, serían un primer problema. Al mismo tiempo
podemos decir que hay situaciones de convivencia. En un mismo momento
conviven registros. Philip Dick, que ha sido adscripto de una manera tradicional a
la ciencia ficción, ha utilizado, sin embargo, fórmulas del género policial. Cómo,
entonces, un género contamina a otro. Borges es un ejemplo de todas estas
contaminaciones.
La segunda cuestión sería enigma y narración. Vamos a discutir el problema del
enigma en un relato. Vamos a tratar de poner en el centro de la discusión el tema
del secreto y de lo no dicho en un texto. Y veremos hasta dónde es posible
discutir este problema del enigma ligado a los procedimientos de la narración.
Nosotros podemos establecer una relación entre enigma y filosofía. Cierto
problema no resuelto y la lógica. Lo que me interesa que tengamos en cuenta es
esta relación más específica entre el hecho de contar un relato y dejar, en ese
relato, un vacío. Algo que no ha sido narrado y que funciona como un enigma. Lo
que quiero decir es que en un relato, en una narración, el enigma, el secreto, a
menudo está en un lugar, es decir, es una problemática que está espacializada,
colocada y representada en un sitio determinado del texto.
Este doble debate, entonces, va a recorrer todo el seminario. En primer término,
el problema, llamémoslo, de la evolución literaria. Por qué no se cuentan siempre
las mismas historias del mismo modo. Yo creo que esa es una de las incógnitas de
la literatura. Las historias son siempre las mismas, pero el modo cambia. Los
géneros, creo, son una excelente manera de entrar en esta discusión.
El género policial tiene la virtud, para nosotros, de ser el único género al que
vemos nacer. El único del que podemos decir que es moderno.
Se constituye en 1841, con los relatos de Poe, y el hecho de que empiece ahí es
una cuestión interesante para el debate. Porque los elementos de la ciencia
ficción son muy arcaicos, por decirlo de algún modo.
En el debate sobre el género policial hay un momento que quisiera señalarles y es
una intervención de Borges en un debate con Caillois. Roger Caillois es un crítico
muy conocido, vive en Buenos Aires durante la guerra y escribe un libro sobre el
género policial que publica en 1941 con la hipótesis conocida de que es posible
ubicar sus antecedentes, por ejemplo, en Las mil y una noches, que se han
descubierto crímenes en textos muy arcaicos. Borges hace la bibliográfica de su
libro y lo ataca de una manera despiadada diciéndole, entre otras cosas, que se
equivoca en el punto central de su hipótesis. No tiene en cuenta, le dice, que el
género nace con Poe. Una cosa es el modelo del relato como investigación, que se
puede encontrar en el origen mismo de la narración, y Edipo rey, de Sófocles,
sería el primer gran relato a partir del cual nosotros podríamos iniciar la larga
serie de la narración como investigación. Pero lo que interesa marcar acá es que
el género policial nace con la figura del detective. De la problemática global de la
narración y de la investigación de un enigma se desprende una figura específica
que está dedicada a descifrar.
El invento genial de Poe, el nacimiento del género, tiene que ver con la aparición
del caballero Dupin, ese personaje cuya función es tan importante
narrativamente. Porque es un personaje diferenciado del narrador, que viene a
cuestionar la omnipotencia del narrador, y que desde el punto de vista de la
historia de la narración, acompaña el momento de transformación de la figura del
narrador y la aparición del punto de vista, cuyo teórico es Henry James, que viene
a plantear el problema de la narración como el de una posición en un espacio. La
narración como una mirada parcial.
El detective es aquel que encarna el proceso de la narración como un tránsito del
no saber al saber. Y pone de manifiesto la pregunta sobre qué sabe el que narra.
Pregunta, por otro lado, que abre paso a la novela moderna.
El detective, entonces, funciona como un personaje que mantiene con el que
narra una relación conflictiva que recorre, por supuesto, la historia del género.
A su vez, el detective es ya no una figura formal sino una figura social. Se
constituye como aquel capaz de enfrentar la problemática de la verdad o de la ley
justamente porque no está asociado a una inserción institucional. Centralmente,
la policía. El detective viene a decir que esa institución, en la cual el Estado ha
delegado la problemática de la verdad y de la ley, no sirve.
El detective es una figura, entonces, que está en tensión con el mundo del
Estado, con lo que —con una ironía seguramente involuntaria— se llama la
inteligencia del Estado. Frente a los servicios de inteligencia del Estado y a la
inteligencia del Estado como tal aparece una inteligencia privada con toda la
carga que tiene lo privado en el mundo moderno. Solamente se constituye como
privado si está fuera de la institución. La otra institución, de la cual el detective —
por suerte— está librado es la familia. Porque si el detective estuviera incorporado
a la estructura familiar, dejaría de cumplir esa función. La sociedad dice: se puede
ser todo lo marginal que se quiera pero la familia es el punto institucional de
anclaje del sujeto con el conjunto de las instituciones. Por eso dice también —y
tiene razón— que la familia es la célula básica de la sociedad.
El detective, entonces, es siempre célibe. En los casos en que no lo es hay
parodia. Es el caso de El hombre flaco, de Hammett, o la última novela de
Chandler, Playback.
Lo que yo trataba de señalar es que el detective se constituye en Poe como una
figura que asocia la posibilidad de intervención, en relación con la verdad y la ley,
a un espacio no institucional. Espacio que yo llamaría doble. Quiero decir que el
detective no está ni en la sociedad de los delincuentes ni en la sociedad de la ley,
en el sentido institucional de la policía. Más bien yo diría que se mueve entre esos
dos campos: sociedad criminal y sociedad institucional.
*
El origen de un género —dice Benjamin— es también su fin. En aquel texto,
entonces, que da nacimiento a un género está todo lo que vendrá y está la obra
maestra que es imposible de superar. Todo el género, en cierto sentido, está en
tres relatos de Poe: “Los crímenes de la rue Morgue”, “El enigma de Maríe Roget”
y “La carta robada”. Son textos que fueron escritos entre 1841 y 1843 y, en un
sentido, podemos decir que definen los problemas que el género policial va a
variar y modular.
Nosotros nos vamos a plantear ahora un problema más general: cómo se
transfigura la problemática de la forma literaria. Vamos a enfrentar este problema
en una perspectiva de larguísima duración, tomando aquellos modos de narrar
que son —podría decirse— anteriores a los géneros, que circulan a lo largo de
toda la historia de la narración y que siguen circulando en el presente: el relato
como viaje y el relato como investigación.
Alguien pasa la frontera y cuenta lo que hay del otro lado. Lo raros que son, lo
diferentes que son, los tipos que hay del otro lado. Uno, en realidad, viaja para
narrar. Y allí se puede pensar, entonces, el origen de la narración. Así como
también se lo puede pensar en la situación del enigma. La investigación de un
futuro que no se conoce.
Vamos a tomar estas dos grandes formas, desarrollando el relato como
investigación, para encontrar en el género policial una primera actualización. Poe
apenas varía lo que es una larga tradición. Pero en esa pequeña variación inventa
un género.
El otro punto es que se trata de un género comercial. Y plantea los problemas
derivados de la tensión entre la alta cultura y la cultura de masas.
Desde Poe, el policial ha sido un género conectado con la problemática de la
escritura para vender. No importa que los textos se vendan o no. Entrar en un
género de esas características quiere decir que se escribe para un mercado
definido, con cualidades específicas.
La hipótesis del seminario es que el género ha encontrado, ahora, un momento de
transformación. Los géneros literarios tienden a combinarse. Al mismo tiempo,
esa relación entre cierto tipo de combinación entre los géneros y la sociedad nos
permitiría hablar y definir a este nuevo estado del género como ficción paranoica,
utilizando un término en su acepción no estrictamente psiquiátrica sino como una
manera de acercarnos al problema de definir una forma que sea a la vez
contenido. Vamos a discutir ciertas características formales y ciertos contenidos
específicos que tendrían en este momento el género policial y los géneros
populares.
* Desgrabación de Darío Weiner de la primera parte del seminario dictado por Ricardo Piglia en la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA y publicado originalmente en 1991 en el diario Clarín.