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La confusión entre significado y uso en los diccionarios

B. APL, 45. 2008 (137-145)

LA CONFUSIÓN ENTRE SIGNIFICADO Y USO EN LOS


DICCIONARIOS
las definiciones de fregar y fregado en el drae

Ramón Trujillo Carreño

“Para ciertas personas —decía Saussure—, la lengua, reducida a su


principio esencial, es una nomenclatura, esto es, una lista de términos
que corresponden a otras tantas cosas”, haciendo ver así que este punto de
vista “supone ideas completamente hechas preexistentes a las palabras”1.
Y es que más allá de la palabra, no existe ninguna idea ni cosa alguna:
“sin la ayuda de los signos, seríamos incapaces de distinguir dos ideas de
manera clara y constante”2. En efecto: las palabras no son los nombres de
cosas preexistentes, porque no existe pensamiento preexistente que pueda
haberlas pensado o concebido: el pensamiento se hace con palabras, con
frases o con textos; es decir, con objetos lingüísticos que ya existen de
antemano. La prioridad existencial la tiene la palabra. Y si no fuera así, no
sería posible la infinita diversidad de las cosas que pueden ser designadas
por cada palabra. Por eso se equivocan los que creen que las metáforas o
las imágenes que inventan los poetas sustituyen, esconden o disimulan los
verdaderos significados de las palabras, buscándoles nuevas situaciones
contextuales: el hecho de que pueda existir un mutilado que no lo sea de
un combate sino de un abrazo, o que no lo sea de la guerra sino de la paz,
se les transforma a algunos en un imposible lógico; en una adivinanza que

1 Cf. Curso de lingüística general, Parte I, cap. I, §1.


2 Cf. Curso de lingüística general, Parte II, cap. IV, §1.

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hay que explicar como “una desviación” del camino natural del idioma,
porque, de acuerdo con el drae, no puede haber mutilados del abrazo
ni de la paz, pues mutilar es “cortar o cercenar una parte del cuerpo, y
más particularmente del cuerpo viviente” o “cortar o quitar una parte o
porción de algo que de suyo debiera tenerlo”. Y, claro, si estas dos cosas
diferentes son el significado de mutilar, parece evidente que Vallejo o no
lo usó bien, o se valió de algún “ardid poético” para decirnos algo que
sí pudiera admitirlo el diccionario3. La explicación de tales usos como
“desviación” o como “metalenguaje” se basa en la creencia primitiva de
que cualquier palabra, como ese mutilar, es el único y verdadero nombre de
los hechos o procesos que describe el diccionario. Esta ingenuidad que
propicia la lexicografía al uso obliga a algunos críticos a intentar justificar
el “error” de Vallejo echando mano de la supuesta lucidez de los autores
del drae. Este es el momento en que el crítico se preguntará qué pudo
querer decir Vallejo, diciendo algo “que no podía decirse”. Entonces irá
al diccionario y se verá obligado a cohonestar lo que éste dice con lo
que dice el poeta, sin darse cuenta de que esa es una tarea imposible,
porque el diccionario no dice realmente lo que es la palabra mutilar, sino
que describe alguna de las cosas que suelen entenderse con ella, que
es algo bien distinto, pues el lexicógrafo no presenta el significado de
la palabra mutilar, sino que sólo considera sus usos más frecuentes. Por
ello, hay que respetar, antes que nada, el principio saussureano de que
la palabra no es el nombre de ninguna cosa precisable: la palabra puede
significar —señalar— todas las cosas existentes, pero no tener significados
diferentes4, porque cada palabra sólo tiene un significado, como ya señaló
Cuervo en el Prólogo de su Diccionario de construcción y régimen.

El problema de los diccionarios es que no definen más que cosas


o clases de cosas, pero no palabras, porque las palabras no son cosas. Las

3 Es notable y, a la vez, perniciosa esa ingenua creencia de que la verdad semántica está
en los diccionarios que, en el fondo, no son más que inventarios de los nombres de las
cosas concretas o abstractas, pero no de los significados.
4 Flor, por ejemplo, sólo es ‘flor’, pero puede significar —señalar como señala un dedo—
a una rosa, a una estrella, a una mujer, a un diamante, etc. Lo único que no puede
hacer es “no significar ‘flor’”: transforma en ‘flor’ a la rosa, a la estrella, a la mujer, al
diamante; pero es siempre, primaria y necesariamente, flor.

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palabras o los textos son formas, en el sentido de que sólo pueden ser lo
que son, con independencia de lo que sugieran a la imaginación de los
que las manejan y emplean. /e/, por ejemplo, es una sola forma fónica
en español, con independencia de que sus realizaciones físicas sean tan
distintas entre sí, como [e, ε, ə, æ] y muchas más que, sin embargo, el
e
hispanohablante oirá siempre y de manera irremediable como /e/. Eso
es, precisamente, lo que sucede con mutilar, que siempre será ‘mutilar’
y que nunca se confundirá con sus referentes particulares, de manera
que, aunque no lo parezca, la palabra mutilado aplicada a la persona que
ha perdido un brazo en la guerra es la misma que la palabra mutilado
aplicada al que ha sufrido la privación de la paz, por ejemplo.

Y, siendo cada palabra una forma, lo primero que hay que descartar
es la mal llamada sinonimia. Es decir, que el hecho de que haya dos o
más palabras para una sola cosa no es un problema del lenguaje, sino de
la relación entre lengua y experiencia. Habría que suponer, por ejemplo,
que si perro significara lo mismo que can, serían lingüísticamente la
misma cosa y tendrían idénticas propiedades idiomáticas una y otra.
Pero no es nunca así: porque ni se dirá acanear, perrino, canera, ni vida
can, en tanto que sí se dirá vida perra, aperrear, perruno, perrera, etc. Las
dos palabras no significan lo mismo: lo único que sí es lo mismo es el
animal al que pueden referirse ambas, aunque no lo harán ni siempre
ni de la misma manera. Por eso la definición semántica de la palabra
no puede ser la definición lógica de una cosa o clase de cosas, que es
lo que hacen por lo general los diccionarios. El diccionario ideal, que
no es un imposible, tendrá que atenerse a los componentes idiomáticos
de cada palabra, señalando luego, en la lista teóricamente infinita de la
variación semántica, cómo y por qué puede referirse cada palabra a tantas
cosas que nada tienen que ver entre sí. El diccionario verdaderamente
científico tendrá que situarse siempre en el plano del idioma —en el valor
idiomático de cada palabra— y explicar desde ahí, y uno a uno, toda la
variedad de referentes a que suele o puede remitir.

Todo lo dicho hasta aquí se refiere a la tónica general de la


lexicografía actual, con las contadísimas excepciones de algunos
lexicólogos o lexicógrafos egregios. La tónica ha sido siempre la confusión

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incomprensible entre significado y cosa significada; es decir, entre palabra y


cosa o referente. Y, puestos en este camino, examinaremos ahora, como
un caso común aunque llamativo, todo lo que dice el drae acerca del
verbo fregar y de su participio fregado; dos formas lingüísticas que presentan
notables diferencias entre los usos españoles y americanos, aunque bien
es verdad que sólo se trata de diferencias de usos y no de significado.

El verbo fregar y su participio fregado tienen una semántica muy


simple que, al parecer, casi no ha desarrollado variantes sino en América.
Veamos lo que nos dice el drae:

- frotar, restregar). tr. Restregar con fuerza


fregar. (Del lat. fricare,
una cosa con otra. || 2. Limpiar algo restregándolo con un estropajo,
un cepillo, etc., empapado en agua y jabón u otro líquido adecuado. ||
3. coloq. Am. Fastidiar, molestar, jorobar. U. t. c. prnl. || 4. vulg. C.
Rica, Hond., Méx. y Ven. Causar daño o perjuicio a alguien. U. t. c. prnl.
¶ MORF. conjug. c. acertar. || ya la fregamos. expr. vulg. Méx. U. para
indicar que algo resultó mal. || ya ni la friegas. expr. vulg. Méx. U. para
indicar a alguien que está siendo muy molesto.

fregado, da. (Del part. de fregar). adj. Am. Cen. y Am. Mer.
Exigente, severo. || 2. Am. Mer., C. Rica, Guat. y Hond. Dicho de una
persona: Majadera, enfadosa, importuna. || 3. Bol., Col., Ecuad. y Perú.
terco (|| pertinaz). || 4. coloq. Col., El Salv. y Ven. arduo (|| muy
difícil). || 5. C. Rica, Ecuad., El Salv., Hond., Méx. y Nic. Bellaco, perverso.
|| 6. Col., C. Rica, El Salv. y Hond. Astuto, taimado. || 7. Guat. y Nic.
Arruinado física, económica o moralmente. || 8. m. Acción y efecto de
fregar. || 9. coloq. Enredo, embrollo, negocio o asunto poco decente.
|| 10. coloq. Lance, discusión o contienda desordenada en que puede
haber algún riesgo imprevisto. || 11. f. Cuba. regañina. || 12. El Salv.
y Hond. Mala pasada, inconveniente grave. || 13. vulg. El Salv. y Méx.
engaño (|| acción y efecto de engañar). || a la ~. loc. adv. vulg. Méx.
a paseo. Me mandó a la fregada. ¡Váyase a la fregada! || de la ~. loc. adj.
vulg. Méx. pésimo. U. t. c. loc. adv. || 2. vulg. Méx. difícil (|| que no se
logra sin mucho trabajo). U. t. c. loc. adv. || estar ~. fr. coloq. Am. Estar

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en malas condiciones de salud y, sobre todo, de dinero. || llevárselo a


alguien la ~. fr. vulg. Méx. encolerizarse. || ser, o servir, lo mismo para
un ~ que para un barrido. frs. coloqs. Ser materia dispuesta para todo,
o para cosas contrarias, como lo sagrado y lo profano, lo serio y lo jocoso,
etc.

Hasta aquí, en fin, lo que dice el diccionario. Intentemos ahora


examinar la cuestión del significado desde el punto de vista de la lengua y
no desde el de las cosas, para lo que, al menos en principio, habrá que dejar
en segundo término las simples variantes; es decir, las acepciones de los
lexicógrafos.

Para empezar, fregar, como cualquier palabra o expresión lingüística,


tiene, como nos enseñó Cuervo, un solo significado que se manifiesta o
realiza en infinidad de variantes contextuales, que no son otra cosa que
las acepciones que encontramos en el diccionario; variantes de un único
significado que podríamos representar provisionalmente como ‘hacer
perder con rudeza5 la apariencia —visible o inteligible— por la que se
reconoce un objeto o persona, cambiando esa imagen por otra diferente’.
El drae define fregar con varias redacciones distintas de una única forma
semántica que, con ser tan frecuente o común, no permite explicar la
totalidad de la variación real de este verbo: “restregar con fuerza una
cosa con otra” (1ª ac.) o “limpiar algo restregándolo con un estropajo,
un cepillo, etc., empapado en agua y jabón u otro líquido adecuado”6 (2ª
ac.). Se ha olvidado que fregar no es el limpiar de la 2ª ac. del drae, porque
mientras que limpiar es añadir “sin rudeza” (esto es, “sin restregar”)
la condición de limpio, que es positiva (‘sin defectos’); fregar es añadir
y poner a la vista —hacer externa— la condición interna desconocida
—positiva o negativa, es decir, diferente (‘sin defectos’ o ‘con defectos’)—
del objeto: fregar a alguien no es limpiarlo ni beneficiarlo7, sino cambiar

5 “Restregar con fuerza” o “limpiar algo restregándolo”, nos dice el drae. Por esto
pongo ahí ‘rudeza’, que es un componente semántico de este signo. Hay siempre en
este verbo un componente causativo, como “de A, hacer B”.
6 Como siempre, sólo se describen cosas o situaciones, nunca significados.
7 Una interpretación también posible, a tono con el sentido de las acepciones “clásicas”
del drae.

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o desnaturalizar su naturaleza perceptible —la manera de intuirlo—,


por lo cual, referido a personas, tiende a tomar el sentido contextual
de ‘poner en mal lugar’ —dañar, fastidiar—; de la misma manera que
al decir de alguien que es fregado se alude a un aspecto inesperado del
objeto personal, a una variación suya, que normalmente se interpreta de
manera negativa. Se trata de variantes diferentes del mismo significado
‘hacer perder con fuerza o rudeza la apariencia —visible o inteligible—
por la que se reconoce un objeto o persona, cambiando esa imagen por
otra diferente’ (ya ‘lo malo’ por ‘lo bueno’; ya ‘lo bueno’ por ‘lo malo’).
La diversa valoración positiva o negativa no pertenece al significado
del verbo, sino que depende de la naturaleza de los referentes: un suelo
fregado —valoración positiva o, en todo caso, neutra— es un suelo que
ha dejado de ser como era o parecía; un hombre fregado —valoración
negativa— es también un hombre que ha dejado de ser como era o como
parecía8.

Incomprensiblemente, el drae “ha rebajado” a la modestísima


condición de “coloquialismos americanos” las variantes que reflejan
con mayor precisión lo que es el significado o constante semántica de la
palabra (‘hacer perder con rudeza la apariencia —positiva o negativa— por
la que se reconoce algo o a alguien’), como sucede en “fastidiar, molestar,
jorobar” (3ª ac.), o en “causar daño o perjuicio a alguien” (4ª ac.).

Un suelo fregado ha perdido la apariencia exterior que tenía o solía


tener, porque fregar es ‘dar una apariencia diferente de la que había’; un
plato fregado, igual; un hombre fregado es un hombre que ha perdido
la apariencia que lo solía caracterizar y por la que lo conocíamos; una
gripe fregada es una gripe más agresiva de lo se espera de esa enfermedad,
etc. De pronto aparecen cosas o personas fregadas o fregados; es decir,
desposeídos de lo que, para nosotros, solía o debía ser su forma propia y
natural. Un hombre fregado se ve como desprovisto de lo que conocíamos
o imaginábamos como su ser natural y por ello lo vemos de pronto como
de mal humor, malo, avieso, vengativo, etc. Estar fregado es hallarse en esa

8 Se suprime la apariencia —lo que “realmente se veía”— y se sustituye por algo


desconocido y diferente.

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situación de pérdida de la identidad con que normalmente reconocemos


una cosa o persona; ser fregado es haber perdido definitivamente esa
identidad o haber dejado de ser la persona que se esperaba que fuera. Se
trata siempre de variantes semánticas del significado de lengua, que deriva
de fricare, que es más o menos ‘restregar, frotar, provocar la pérdida
el estado inicial’. Yo soy fregado, porque, con ser, la condición no tiene
límite (no me correspondo nunca con mi apariencia; soy negativamente
impredecible); mientras que con estoy sí tiene límite y se percibe, por
tanto, como participio, como resultado de algún factor accidental.
Usado con ser, la condición de significado resultativo se hace invisible
a causa del carácter no limitado del significado existencial de ser: se
posee la condición de fregado como condición inherente cuando se ha
perdido la identidad externa, la que se ve a simple vista o con el simple
razonamiento.

Por ello, si sabemos ya que el significado no es de naturaleza


conceptual9, sino intuitiva10, debemos analizar esos artículos
lexicográficos tratando de aproximarnos a esa intuición que se esconde
en cada una de las variantes. No hay que olvidar nunca que los significados
son sólo intuiciones semánticas —no conceptuales— que no se pueden definir
lógicamente mediante conceptos, debido a su naturaleza no referencial
(aunque sí idiomáticamente precisa o concreta). Al contrario de lo que
sucede con las técnicas logicistas del diccionario, debemos aventurar,
siempre provisionalmente, una hipótesis semántica, que, en este caso,
hemos enunciado como ‘hacer perder con rudeza la apariencia —visible
o inteligible— por la que se reconoce un objeto o persona, cambiando
esa imagen por otra diferente’. Se trata de oponer lo visible —acaso una
buena persona o un suelo sucio— a lo no visible —acaso una mala persona
o un suelo limpio—, ya que solemos conocer a las personas o a las cosas

9 Cf. mi “Para una discusión del concepto de campo semántico”, en Gerd Wotjak
(ed.), Teoría del campo y semántica léxica / Théorie des champs et sémantique lexicale, Peter
Lang Verlag, Frankfurt am Main, 1998, pp. 87-125 y “Sobre algunas definiciones
del diccionario”, en Lengua, variación y contexto. Estudios dedicados a Humberto López
Morales, Ed. Arco / Libros, Madrid, 2003, Vol. I, pp. 451-463.
10 Es decir, percibido directamente y sin razonamiento, como se perciben los signos del
lenguaje en el habla normal.

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por lo que queda a la vista y no por lo que realmente son. De ahí que
siempre tendamos a juzgar las cosas por las apariencias hasta que “las
fregamos” al encontrar su verdadera naturaleza ruda y desconocida. Todos
esos sentidos de fregar y de fregado sólo tienen que ver con el resultado
de “borrar” lo que las cosas o las personas parecen, para quedarnos con
imágenes que nos agradan o nos disgustan porque no coinciden con lo
que pensábamos de ellas.

No debemos confundir la lexicografía tradicional, que no hace más


que recuentos lógicos de usos, con el análisis semántico del léxico, que
consiste en una indagación científica de la naturaleza íntima de las raíces,
de los prefijos y sufijos, de los compuestos que llamamos palabras y, en
fin, de los textos. Si queremos hacer semántica y no meras listas de usos,
hemos de tratar de aprehender intuitivamente esa “molécula semántica”
que se esconde en el conjunto completo de todas las acepciones o usos
de una palabra o expresión.

Se equivoca, en fin, la Academia al definir fregar (y, consecuentemente,


sus compuestos y derivados) a partir de uno de sus sentidos menos
indicativos, con lo cual las aparentes definiciones “rectas” hacen pensar
que los usos americanos son “otra cosa” y no lo que realmente son:
proyecciones directas y evidentes del significado invariante de la raíz freg-
(o fric-) [fregar, fregado, fregona, fregadero, fricativo, fricación, etc.], que no es
otro que el que hemos venido viendo: esos usos aparentemente espurios
de fregar y sus derivados aparecen reducidos a acepciones americanas y
coloquiales, como vemos en la 3ª ac. “fastidiar, molestar, jorobar” o, en
la 4ª ac., como vulgarismo de Costa Rica, Honduras, México y Venezuela
“causar daño o perjuicio a alguien”. Vienen luego las expresiones
como ya la fregamos, que aparece definida como vulgarismo mexicano
“para indicar que algo resultó mal”, o como ya ni la friegas, calificado
también como vulgarismo mexicano “para indicar a alguien que está
siendo muy molesto”. Es lamentable que para las supuestas definiciones
“correctas” se hayan utilizado simples usos banales que nada tienen que
ver con el verdadero significado de fregar: es lo que vemos tanto en la 1ª
ac. “restregar con fuerza una cosa con otra”, como en la 2ª ac. “limpiar
algo restregándolo con un estropajo, un cepillo, etc., empapado en agua

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y jabón u otro líquido adecuado”. Al final resulta que la información


verdaderamente importante la encontramos en las acepciones “espurias”,
en tanto que en las “clásicas” no resulta nada visible la compleja significación
de esta importante raíz.

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