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Cuando los hombres sienten que han agotado todos sus recursos y que han llegado al límite
de sus posibilidades, y que la solución de los problemas que se les plantean están por encima de
su capacidad o competencia, están preparados para volverse hacia un Intermediario divino, un
Mediador que intercederá por ellos ante Dios y les traerá una ayuda. Ellos invocan a un Salvador.
A través de todas las religiones y de todas las Escrituras Sagradas del mundo podemos seguir el
hilo de oro de esta doctrina de los Mediadores, Mesías, Cristos y Avatares; relacionando y
vinculando a todas las Escrituras con una fuente central de emanación. El alma humana, en sí
misma, es considerada como intermediaria entre el ser humano y Dios; millones de seres creen
que el Cristo actúa como mediador divino entre la humanidad y la divinidad.
Nos encontramos situados frente a un reto y debemos elegir entre aceptar la Reaparición del
Cristo y asumir la responsabilidad que ello conlleva, o bien desechamos la idea persuadidos de
que no nos concierne. La decisión que tomemos ahora, sin embargo, influenciará definitivamente
el resto de nuestra vida, porque o colaboramos en la medida de nuestras posibilidades con los que
invocan al Cristo y preparan Su reaparición, o bien nos unimos a los que consideran todo esto
como una llamada a los ingenuos y crédulos, y que quizás buscan impedir que los hombres sean
engañados o embaucados por lo que ellos juzgan como un fraude. Tal es la elección que se nos
ofrece. Nuestra decisión dependerá de nuestro sentido de los valores y de nuestra capacidad de
búsqueda intuitiva. Quizá entonces comprenderemos que esta reaparición que se nos ha
prometido está en consonancia con las convicciones religiosas generalizadas y constituye la
mayor esperanza dada a los hombres para traer una verdadera curación a la sufriente humanidad.
3. ¿Qué medidas debo tomar y dónde están los que las tomarán junto conmigo?
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Las páginas que siguen están escritas esencialmente para aquellos que aceptan la realidad
del Cristo, que reconocen la continuidad de la revelación y se sienten inclinados a admitir la
posibilidad de Su reaparición.
Los hombres suelen hacer la pregunta de por qué el Cristo no viene ―con la pompa y el
ceremonial descrito por las iglesias― a demostrar Su poder divino, probando de forma
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convincente la autoridad y el poder de Dios y poner de esta forma, fin a nuestro ciclo de angustia
y de aflicción. Las respuestas a esta pregunta son numerosas. Es necesario recordar que el
objetivo principal del Cristo no será el de demostrar Su Poder, sino el de hacer público el
Reino de Dios que ya existe. Cuando vino anteriormente entre nosotros no lo reconocimos. ¿Hay
alguna garantía de que será diferente hoy?. Podemos preguntarnos ¿por qué Él no sería
reconocido?. Porque los ojos de los hombres están cegados por las lágrimas de la pena de sí
mismos y no por las de la contrición; porque sus corazones están corroídos por un egoísmo que
las angustias de la guerra no ha curado; porque los valores han permanecido igual que los del
Imperio Romano corrupto que vio Su primera aparición, con la única diferencia de que en esa
época eran valores locales y no universales como lo son hoy; y, en fin, porque los que podrían
reconocerLe, que Le esperan y desean Su reaparición, no están dispuestos a hacer los sacrificios
necesarios para asegurar el éxito de Su advenimiento.
Sea cuál sea la amplitud de las necesidades o la importancia de los móviles, el Cristo y la
Jerarquía Espiritual nunca infringe el derecho divino que tienen los hombres de tomar sus propias
decisiones, de ejercer su libre albedrío y llegar a la libertad combatiendo por ella, individual,
nacional o internacionalmente. Cuando la verdadera libertad se expanda en la tierra, veremos el
fin de las tiranías políticas, religiosas y económicas. No quiere decir que ellas serán reemplazadas
por la democracia moderna, porque éste no es hasta la fecha más que un deseo filosófico y un
ideal aun no realizado. Me refiero a ese período que vendrá y que con toda seguridad, el poder
estará confiado a un pueblo esclarecido, que no tolerará el autoritarismo de ninguna iglesia ni el
totalitarismo de ningún sistema político; y no aceptará ni permitirá que ningún grupo de hombres
la emprenda contra otros hombres por lo que deben creer para salvarse, ni qué gobierno deben
aceptar. Cuando la verdad sea enseñada a los pueblos y cuando estos puedan juzgar libremente y
decidir por sí mismos, entonces veremos un mundo mejor.
No es necesario ni esencial que todos estos objetivos deseables, estén realizados antes de
que el Cristo reaparezca entre nosotros. No obstante, es necesario que esta actitud hacia la
religión y la política sea ampliamente considerada como deseable, y que ciertas etapas hayan sido
franqueadas con éxito en el establecimiento de correctas relaciones humanas. Es en este sentido
que trabaja el Nuevo Grupo de Servidores del Mundo y todos los hombres de buena voluntad. Su
primer esfuerzo debe ser el de eliminar el sentimiento de impotencia tan extendido y la impresión
de que los esfuerzos individuales son vanos.
Hay dos importantes factores que condicionan la presente oportunidad; son obstáculos que
si no son eliminados, mucho tiempo pasará antes de que El Cristo pueda retornar. Estos son:
1. La inercia del religioso medio y de los hombres de orientación espiritual de todos los
países de oriente y occidente.
Examinemos estos temas con simplicidad manteniéndolos al nivel donde la mayoría de las
personas piensan y trabajan hoy. Seamos eminentemente prácticos; esforcémonos para ver las
condiciones tal como son. Esto nos permitirá llegar a un mejor conocimiento de nosotros mismos
y de nuestros motivos.
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actuales. La verdad es que él hace tan poco, que probablemente una hora o dos, en veinticuatro,
están consagradas al trabajo del Maestro. Se esconde tras el pretexto de que sus obligaciones
familiares le impiden hacer más y no se da cuenta de que con tacto y con afectuosa comprensión,
su medio familiar puede y debe ser el campo de su victoria. Olvida que no existen
circunstancias en las que el espíritu del hombre pueda ser vencido, o en las que el aspirante no
pueda meditar, pensar, hablar, y preparar el camino para la venida del Cristo, siempre que lo
quiera suficientemente, y con conocimiento del significado del sacrificio y del silencio. Las
circunstancias y el entorno no ofrecen ningún verdadero obstáculo a la vida espiritual.
Quizás se escude tras la excusa de una mala salud, que frecuentemente suelen ser males
imaginarios. Dedica tanto tiempo al cuidado de su persona que las horas que podrían estar consa-
gradas a la obra del Maestro están directa y considerablemente abreviadas. Se preocupa tanto en
que se siente fatigado, o que va a coger un resfriado, o una seudo-enfermedad del corazón, que su
“conciencia del cuerpo” se desarrolla cada vez más hasta dominar finalmente su vida. Entonces
es demasiado tarde para hacer algo. Este caso se da principalmente en las personas que han
pasado los cincuenta años; es una excusa difícil de abandonar, porque muchos se sienten
fatigados o enfermos, y con los años este estado puede empeorar.
El único remedio a esta inercia consiste en olvidarse del cuerpo y encontrar la alegría en
una vida de servicio. No hablo aquí, de enfermedades específicas, ni de serios impedimentos
físicos, a los que hay que prestarles los cuidados adecuados. Hablo a los miles de hombres y
mujeres que sufren porque están tan preocupados del cuidado de sí mismos que desperdician
horas del tiempo que podría estar consagrado al servicio de la humanidad. Aquellos que buscan
preparar el camino para el Cristo deberían renunciar a tantas horas empleadas en innecesarios
cuidados personales y dedicarlas al servicio de la Jerarquía.
Otra excusa que también conduce a la inercia es el miedo que la gente tiene a hablar a los
demás de las cosas del Reino de Dios. Tienen miedo a ser rechazados, de pasar por alguien
extraño o de importunar. Por lo tanto guardan silencio, pierden muchas oportunidades, y nunca
descubren la cantidad de gente que está preparada para abordar estas realidades, recibiendo la
esperanza y sintiéndose reconfortados por lo que puede aportarles el pensamiento de la
Reaparición de Cristo, o beneficiarse de la Luz Espiritual. Esta es esencialmente una forma de
cobardía espiritual, que está tan extendida que es la causa de la pérdida de millones de horas de
servicio a la humanidad.
También existen otras excusas, pero las precedentes son las más extendidas. Si la mayoría
de las personas se liberaran de esos obstáculos, sería tal la cantidad de horas y esfuerzo
suplementario que se dedicaría al servicio del Cristo que la tarea de los que no admiten excusas
se vería aligerada con esa ayuda y la Reaparición del Cristo considerablemente adelantada. Es
esencial, que todas las personas espirituales reconozcan que pueden y deben trabajar en su medio
ambiente, entre las personas con las que están más cercanas y con las que entran en contacto, y
con sus propias posibilidades físicas y psicológicas. Ningún tipo de coacción o excesiva presión
es ejercida al servicio de la Jerarquía. La situación es clara y simple.
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1. La actividad sentida en el “Centro donde la Voluntad de Dios es conocida”. Esta Voluntad-
al-bien que ha conducido a toda la creación hacia una gloria cada vez mayor y hacia una
reacción inteligente cada vez más profunda. Hoy, esta Voluntad se esfuerza
constructivamente por instaurar el nuevo orden mundial, el orden del Reino de Dios bajo la
supervisión física del Cristo. Esto podría considerarse como la exteriorización de la
Jerarquía espiritual en nuestro planeta, y el retorno del Cristo a la actividad visible será el
signo y el símbolo de ella.
3. La humanidad en sí misma, “el centro que llamamos la raza de los hombres”, un centro que
actualmente está sumido en el caos, la agitación, y la confusión, una humanidad dolorosa y
desorientada. Aunque los hombres mentalmente son conscientes de sus posibilidades infi-
nitas, emocionalmente luchan para realizar el plan que ellos estiman el mejor, pero sin
ninguna coherencia y sin comprender que ese plan debe ser el de “un mundo para una
humanidad”. Desean simplemente, una paz de orden sentimental, la seguridad que les
permitirá vivir y trabajar, y la visión de un futuro que satisfaga su sentido confuso de la
presencia divina. Ellos están físicamente enfermos, privados de la mayoría de las cosas
esenciales de una vida normal y sana, atenazados por un sentimiento de inseguridad
financiera y ―consciente o inconscientemente― invocan al Padre en su favor y en favor de
toda la humanidad.
Quizá sea aquí donde reside la mayor dificultad, que parece a muchos como algo imposible
de solucionar. Implica el problema de la sana gestión financiera y la desviación de sumas de
dinero adecuadas por canales que contribuyan con toda seguridad al trabajo de preparación para
el retorno del Cristo. Esto está estrechamente ligado al problema de las correctas relaciones
humanas.
Este problema es, entonces, particularmente arduo, porque no es suficiente que los
trabajadores espirituales del mundo estimulen a las personas a dar (según sus posibilidades), sino
que en muchos casos deben antes que nada presentarles un motivo cuya presencia magnética sea
tal que se sientan impulsados a dar. También tienen que proporcionar la administración, la
fundación o la organización mediante las cuales las donaciones pudieran ser administradas. Esta
tarea presenta una dificultad considerable. El punto muerto en el que nos encontramos en este
momento, no es debido solamente a la novedad del hecho de reunir fondos para preparar el
retorno del Cristo, sino también debido a las actitudes egoístas de la mayoría de aquellos que
poseen las riquezas del mundo y que, suponiendo que den, lo hacen porque eso fomenta su
prestigio e indica su éxito financiero. Naturalmente hay excepciones, pero son relativamente
raras.
1. En los millones de hogares del mundo bajo la forma de salarios, honorarios o herencias.
Todo ello está en la actualidad desigualmente equilibrado y produce una extrema riqueza o
una extrema pobreza.
3. En las iglesias y en los grupos religiosos del mundo entero. Y este dinero (hablando
siempre en términos generales y al mismo tiempo reconociendo la existencia de una
minoría espiritualmente orientada) es empleado para los aspectos materiales de la obra,
para la multiplicación y la conservación de las estructuras eclesiásticas, para los salarios y
los gastos generales. Sólo un pequeño porcentaje se consagra a la enseñanza de las
personas, o para la demostración viviente de la simplicidad “tal cuál es en Cristo”, o para la
difusión de la realidad de Su retorno, que no obstante, constituye desde hace siglos una
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doctrina bien definida por las iglesias. Este retorno ha sido esperado durante siglos, y
habría ocurrido antes si las iglesias y las organizaciones religiosas en todas partes hubieran
cumplido con su deber.
Si los dirigentes encargados de canalizar los recursos del mundo hubiesen tenido una visión
justa de las realidades espirituales, de la humanidad una y del mundo uno, y si su objetivo hubiera
sido impulsar las correctas relaciones humanas, la humanidad encararía hoy un futuro muy
diferente. Nosotros no tendríamos que hacer frente a gastos que se pueden cifrar en billones, para
restaurar físicamente, no sólo el cuerpo de millones de seres humanos, sino también ciudades
enteras, los medios de transporte y los centros encargados de reorganizar la vida humana.
Podemos decir también que si los valores y responsabilidades espirituales que confiere el
dinero (en pequeña o gran cantidad) hubieran sido correctamente apreciados y enseñados en el
hogar y en la escuela, no tendríamos hoy las estadísticas terribles indicando las sumas gastadas en
todos los países del mundo en golosinas, licores, cigarrillos, diversiones, ropas y lujos
innecesarios. Estos gastos se cifran todos los años en cientos de millones de dólares. Una pequeña
parte de este dinero, exigiendo un mínimo de sacrificio, permitiría a los discípulos del Cristo y al
Nuevo Grupo de Servidores del Mundo preparar el camino de Su venida y educar las mentes y
corazones de los hombres de todos los países para establecer correctas relaciones humanas.
Como muchas otras cosas, el dinero ha sido acaparado y utilizado para fines egoístas, ya
sean individuales o nacionales. La guerra mundial de 1914-1945 es la prueba, y a pesar de que se
ha hablado mucho de que hay que “salvar el mundo democrático” y de “hacer la guerra para
acabar con la guerra”, los principales motivos de la guerra fueron la autodefensa y la
autoprotección, la esperanza de ganar, la memoria de odios anteriores, y la recuperación de
territorios. Los años transcurridos desde la guerra han demostrado que esto es así.
Desgraciadamente la Organización de Naciones Unidas debe ocuparse de demandas ávidas, que
le vienen de todas partes, también de maniobras de naciones que buscan prestigio y poder, y la
posesión de los recursos naturales de la tierra (carbón, petróleo, etc.), e incluso de las actividades
secretas de las grandes potencias y de los capitalistas que han creado.
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y un puñado de esclarecidos hombres de estado, de iglesia y educadores, no encontramos en
ningún sitio ese sentido de responsabilidad financiera.
1. Aquellos que ya emplean los recursos financieros del mundo, si entrevén los nuevos
horizontes y se dan cuenta de que el antiguo orden de las cosas está en vías de desaparición.
Los hombres de buena voluntad y de inclinación espiritual deben liberarse de la idea de que
ellos son relativamente inútiles, insignificantes y fútiles. Ellos deben comprender que hoy, en este
momento crítico y decisivo, pueden actuar poderosamente. Las fuerzas del mal están vencidas,
aunque la humanidad no haya aún “sellado la puerta donde se halla el mal”, como el Nuevo
Testamento predijo que ocurriría. El mal busca todas las vías posibles para una nueva ofensiva,
pero nosotros podemos decir con confianza e insistencia que los humildes, clarificados, y
desinteresados existen en numero suficiente para hacer sentir su poder, si ellos lo quieren. En
todos los países, hay millones de hombres y mujeres de orientación espiritual que podrán, de
forma permanente, dirigir el dinero a los nuevos canales, cuando se unan para abordar todos
juntos este problema. Hay en todos los países escritores y pensadores que pueden ayudar
enormemente, y que lo harán si el problema les es presentado convenientemente. Hay estudiantes
esotéricos y personas de iglesia devotas a quienes se puede llamar para ayudar a preparar el
camino de retorno del Cristo, sobretodo si la ayuda que se les pide consiste en utilizar su tiempo y
dinero para establecer correctas relaciones humanas y para acrecentar y difundir la buena
voluntad.
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Condiciones requeridas para el trabajo del Cristo
No se exige una gran campaña para recolectar fondos, sino el trabajo desinteresado de
millares de personas aparentemente sin importancia. Diría que la cualidad esencial es el coraje.
Es necesario mucho coraje para liberarse de la desconfianza, de la timidez y de la repugnancia
que se experimenta manteniendo un punto de vista, sobretodo si es un punto de vista relacionado
con el dinero. Y es aquí donde la mayoría fracasa. Hoy, es relativamente fácil recoger fondos para
la Cruz Roja, para hospitales e instituciones educativas. Pero es extremadamente difícil
recogerlos para extender la buena voluntad o para asegurar el correcto empleo del dinero en favor
de las ideas de construcción del futuro, tales como el retorno del Cristo. Es por ello que digo que
la primera condición requerida es el coraje.
La segunda condición que deben reunir los trabajadores del Cristo, consiste en hacer los
sacrificios y tomar las disposiciones que les permitirán dar hasta el límite de sus posibilidades.
No es suficiente estar bien entrenado para hablar del tema, sino que cada trabajador debe poner
en práctica lo que predica. Si por ejemplo, los millones de personas que aman al Cristo y buscan
poder servir a Su causa, dieran al menos una pequeña suma de dinero al año, habría fondos
suficientes para Su trabajo; entonces aparecerían automáticamente los administradores
necesarios. La dificultad no está en la organización del dinero y del trabajo sino que reside en la
aparente incapacidad de las personas para dar. Por una u otra razón dan poco o nada, incluso
cuando una causa como la del retorno del Cristo les interesa. Temen por el futuro, el deseo de
comprar y de hacer regalos, o bien son incapaces de comprender que la acumulación de
numerosas pequeñas cantidades, terminan por formar grandes cantidades, todo ello obstaculiza su
generosidad para dar, y la excusa que dan siempre parece ser válida. Por lo tanto la segunda
condición requerida es la de que cada uno dé según sus posibilidades.
Tercera, las escuelas metafísicas y los grupos esotéricos, se han preocupado mucho para
atraer dinero para la realización de sus objetivos. Una pregunta surge a menudo: ¿porqué ciertos
grupos religiosos consiguen siempre acumular los fondos necesarios, mientras que otros grupos,
particularmente los grupos esotéricos, no lo logran? ¿Por qué los verdaderos trabajadores
espirituales parecen incapaces de materializar eso que necesitan?. La respuesta es simple: los
grupos y los trabajadores más próximos al ideal espiritual son como una casa dividida contra sí
misma. Su atención está principalmente centrada en los niveles abstractos y espirituales, y
parecen no haber asimilado que el plano físico tiene la misma importancia, aunque se le aborde
desde los niveles espirituales. Las grandes escuelas metafísicas dan mucha importancia a las
presentaciones materiales y están tan concentradas sobre este punto e insisten tanto que obtienen
lo que piden. Deben aprender que la demanda y la respuesta deben estar motivadas por un
objetivo espiritual, y que lo que se ha pedido no debe ser utilizado con fines personales o en favor
de una separada organización o iglesia. En la nueva era que comienza, antes de la reaparición del
Cristo, la demanda de apoyo financiero debe servir para el establecimiento de correctas
relaciones humanas y de la buena voluntad, y no para el crecimiento de cualquier organización
particular. Las organizaciones que piden fondos deben trabajar con un mínimo de gastos
generales y de organización central, y sus trabajadores no deben recibir más que un salario
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mínimo, pero razonable. Actualmente existen pocas de estas organizaciones, pero las que
funcionan ahora pueden dar un ejemplo que sería rápidamente seguido en la medida en que crece
el deseo del retorno del Cristo. Por eso la tercera condición requerida es el servicio a la
humanidad Una.
El trabajo no falta, y son los hombres y mujeres de buena voluntad, de instinto espiritual y
los que tienen un verdadero espíritu cristiano los que deben realizarlo. Ellos pueden inaugurar la
era de la utilización del dinero para la Jerarquía espiritual, y llevar esta necesidad a los dominios
de la invocación. La invocación es la forma más elevada de orar, y es una nueva forma de
dirigirse a la divinidad que el conocimiento de la meditación ahora ha hecho imposible.
LA GRAN INVOCACIÓN
Desde el punto de Luz en la Mente de Dios
Que afluya luz a las mentes de los hombres,
Que la Luz descienda a la Tierra.
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Desde el centro que llamamos la raza de los hombres
Que se realice el Plan de Amor y Luz
Y selle la puerta donde se halla el mal.
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