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INDUCCIÓN GENERAL
CONTENIDO:
1. Evaluación Educativa.
1.1. Concepto de Evaluación Educativa.
1.2. Finalidad de la Evaluación Educativa.
1.3. Rasgos de la Evaluación Eficaz.
2. Enfoques Modélicos.
2.1. Perspectiva centrada en los resultados.
2.2. Perspectiva centrada en los procesos
internos y la realidad estructural y funcional del
centro.
2.3. Perspectiva de mejora institucional.
3. Tipos de evaluación.
3.1. Evaluación analítica – evaluación sistémica.
3.2. Evaluación interna - evaluación externa.
3.3. Evaluación diagnóstica - evaluación de
seguimiento.
Gdl.mx.junio/ 2006
INDICADORES DE EFICACIA ESCOLAR DE LOS CENTROS EDUCATIVOS MARISTAS, Modelo de Evaluación de la Calidad
Educativa, Provincia Marista de México Occiental. Arturo Pérez. Universidad Complutense de Madrid, Madrid. Junio de 2005.
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1. Evaluación Educativa.
“… las incursiones en el territorio de la calidad tienen un cómplice inevitable y valioso: la
evaluación. Evaluación y calidad comparten inquietudes, procesos y decisiones, pero son cuerpos
diferentes que no deben confundirse, precisamente en beneficio de la intención de mejora. Calidad es
aspiración, búsqueda, objetivo, referente… evaluación es conocimiento, datos, certeza, fiabilidad…”
“… la evaluación está antes [y durante] los intentos de calidad. Impregna y condiciona, hasta el punto
de poder afirmarse que todo intento en el ámbito de la calidad depende muy directamente de los
procesos de evaluación que lo acompañen”.1 Podemos afirmar, desde estos referentes, que los
centros pueden y deben ser conocidos en su estructura, su funcionamiento y sus logros,
mediante los adecuados proyectos de evaluación; que es, directa o indirectamente, una
responsabilidad de los equipos directivos,2 pero contar con el apoyo y la participación
corresponsable del resto de la comunidad educativa, es factor determinante y condición primera
del éxito de la misma. La evaluación constituye una garantía de la actividad positiva de la escuela. 3
La exigencia de la evaluación nace, por una parte, de la lógica y, por otra, de la ética4.
1
López Mojarro, M. (1999:12-13).
2
Idem., (1992:23).
3
Casanova, (1992).
4
Santos G., (2001:117)
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5
López Mojarro, M., (1999:50).
6
Escudero, T., (2003:12).
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evolución conceptual que ha sufrido el concepto de evaluación. El concepto clásico tiene relación con
los modelos centrados en el logro de metas. Entre las concepciones centradas en la toma de
decisiones de mejores alternativas encontramos las de Alkin (1969), Stufflebeam y otros (1971),
MacDonald (1976) y Cronbach (1982). Autores relacionados con el concepto centrado en el juicio
valorativo son Scriven (1967), Cronbach (1982), Guba y Lincoln (1982), y House (1989).7
Wilson, J., expresa que la evaluación debe ser parte de un entorno cultural, del continuo vivir
de una institución, donde el personal participa con responsabilidad. La evaluación es “parte de un
proceso de desarrollo continuo que permita una constante adaptación y lograr el éxito en la práctica
cotidiana… Es parte de una nueva visión de las instituciones en las que la participación
corresponsable del personal exige de éstos participar activamente en el desarrollo de la planeación
institucional que les permita asumir dicha responsabilidad”.11 En esta línea, Brighouse, T., et al.,
recalcan la importancia de la participación y del compromiso en la toma de decisiones: “Contar con
ideas, conocimiento objetivo, brinda seguridad y rapidez en la toma de decisiones. Éstas serán más
7
Ídem., p. 22.
8
Ruiz, J. M., (1996:18).
9
López Mojarro, M., (1999:22).
10
Fernández, M.J., et al., (2002:361).
11
Wilson, J. (1992:25-26).
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productivas si son compartidas por todo el personal”.12 De igual modo lo hace López Mojarro al decir
que un proceso de evaluación no debe ser fruto del voluntarismo, individual o de un grupo, sino que
debe partir de la reflexión tomando en cuenta las actitudes y expectativas de los diversos sectores de
la institución13.
La finalidad esencial del proceso de evaluación, como ya hemos expresado, no puede ser un
mero conocimiento de una realidad. La evaluación tiene carácter instrumental para la toma de
decisiones acertadas y oportunas para lograr los fines educativos. Podemos establecer la
finalidad de todo proceso de evaluación en la generación de un conocimiento objetivo que permita
llevar la situación analizada a un mayor nivel de perfeccionamiento, de calidad. Para conseguir este
fin, acciones intermedias esenciales a realizar serán la implantación de procesos de evaluación, la
acertada toma de decisiones y la implementación de planes de mejora.14
Como primer fruto de la evaluación, el conocimiento no puede ser de cualquier género. Cuanto
mayor y mejor sea éste, el potencial de tomar decisiones adecuadas y plasmarlas en proyectos de
mejora será mayor. El origen del conocimiento para la toma de decisiones de mejora no puede seguir
fundado en la mera intuición, en el ojo clínico, en la pura experiencia, en las impresiones personales o
12
Brighouse, et al., (2001:25).
13
López Mojarro, M., (1999:24-25)
14
Ruiz, J. M., (1996:25).
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en la autoridad delegada por las funciones o las estructuras jerárquicas. El conocimiento que ha de
llevarnos a la toma de decisiones debe ser científico, confiable y válido. Siendo el conocimiento
de la realidad analizada el recurso esencial para la toma de decisiones y el diseño de planes de
mejora, debe ser resultado de un sistemático análisis de la realidad, más allá de una subjetiva y
personal percepción.15
15
López Mojarro, M., (1999:21).
16
Lopez Mojarro, M. (1999:24-25).
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a. Elemento Estratégico.
El elemento estratégico resuelve o disminuye los obstáculos de tipo actitudinal, por lo que, “la
falta de atención o la inadecuada estrategia seguida en un proceso evaluativo puede llevar al fracaso
de la evaluación, pudiendo llegar a genera actitudes de duda, interpretaciones equivocadas, falta de
colaboración e implicación del personal, clima inadecuado y, en síntesis, fracaso del proceso que
complicará la toma de decisiones y el establecimiento de los planes de mejora y dificultará, en último
término, la puesta en marca de un nuevo proceso con mayores dificultades que las que se
17
encontrarían en una primera fase”. Su fin es informar, sensibilizar, concienciar, motivar la
participación tanto en la evaluación como en la mejora; en resumen, generar una cultura evaluativa
en el personal de la organización. La estrategia debe asegurar: (a) la claridad en los objetivos, en el
proceso y en la responsabilidad en la implicación del personal, (b) la participación y la
representatividad de los diversos sectores de la comunidad, (c) un mayor nivel de consenso, (d) la
confianza en la ecuanimidad del equipo evaluador, la claridad y veracidad del proceso y (e) la
trascendencia del proceso a través de procesos de mejora.
No debe olvidarse que un proceso de evaluación será beneficioso si logra ser justo, general,
válido, abierto, practicable y eficaz. El cuidado de estos rasgos en la implementación de un sistema
de evaluación puede contribuir a la generación de una nueva mentalidad, de un cambio cultural.
Santos G., advierte de situaciones que pueden suscitarse cuando un proceso de evaluación no es
aceptado y asumido como propio. “Si de entrada el proceso de evaluación tiende a ser rechazado
mayormente lo será, trayendo sus consecuencias, si olvida los rasgos hasta el momento
17
Fernández, M. J., et al., (2002:366).
18
Santos G., (2001:117).
19
Wilson, J., (1992:12).
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b. Elemento técnico.
El elemento técnico, como su nombre lo indica, responde a las cuestiones que garantizan
que el proceso de evaluación es válido y confiable. La evaluación es una actividad esencialmente
técnica, por tanto, requiere de conocimiento, capacidad y experiencia en diversos campos: “sobre
evaluación, funciones, requisitos, utilidades, riesgos…; calidad, sistemas y modelos; centros
educativos, organización, procesos de enseñanza y aprendizaje…; diseños evaluativos y de
investigación; determinación de indicadores; medida, teorías de medida, estudio técnico de
instrumentos, nociones y aplicaciones para ello, métodos de estimación de la fiabilidad y validez,
enmarcados dentro de la teoría de tests, y procedimientos utilizados para otro tipo de técnicas o
instrumentos, como la triangulación; técnicas e instrumentos de recogida de información, en función
de su naturaleza, idiosincrasia, peculiaridades, especificidad de aplicación, elaboración y uso;
técnicas de análisis de datos, desde las más simples a otras más complejas, igualmente necesarias,
interpretación de resultados, valoración, toma de decisiones, planes de mejora integrados y
fundamentados, etc.”.22
20
Santos G., (2001:118).
21
Ídem., p. 104.
22
Fernández, M. J., et al., p. 368.
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generar inquietudes, posibilitar ideas y concretarse en unas decisiones que pretendan mejorar la
realizada analizada”.23 También se considera que un proceso de evaluación es eficaz si define con
precisión, a través de un modelo, sus áreas o elementos a evaluar y considera los recursos
reales disponibles para llevarlo a cabo.
2. Enfoques Modélicos.
Una acción inevitable al pretender implementar un proceso de evaluación es la creación, la
adopción o la adaptación de un modelo de evaluación que permita expresar la realidad, con sus
múltiples relaciones, que se pretende evaluar. Ante la necesaria consideración del propio contexto de
evaluación y respondiendo a cuestiones como la finalidad, el objeto de evaluación, el tiempo, los
agentes, etc., generalmente se llega a adaptaciones de modelos existentes y no a la generación de
modelos como tales. En este sentido, como indica Escudero (1997) debemos hablar, más que de
modelos, de enfoques modélicos.24 Los diferentes enfoques modélicos se definen considerando
elementos como concepto de evaluación, criterios de evaluación, los cuáles a su vez
determinaran aspectos como las estrategias metodológicas a seguir.
De Miguel (1989), considerando los centros escolares como organizaciones, agrupa los
modelos en cinco categorías: (a) centrados en los resultados (outputs), (b) los que enfatizan los
procesos internos, (c) los que postulan criterios mixtos o integradores, (d) los que se centran en
aspectos culturales de la organización y (e) los que evalúan la capacidad de la organización para
autotransformarse (evaluar para cambiar). Posteriormente, proponen una reducción a dos categorías,
la cual resulta útil para distinguir entre la evaluación educativa centrada en la eficacia escolar y la
centrada en la mejora. La primera se enfoca a los resultados y es de carácter sumativa mientras que
la segunda se enfoca a los procesos internos y tiene carácter formativa.25
23
López Mojarro, M., (1999:40-41, 112).
24
Escudero, T., (1997).
25
Ídem.
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Los modelos de entrada – proceso – producto como los de Centra y Potter (1980) y Creemers
y Scheerens (1989) están integrados por variables de tipo sociofamiliar y personal de profesores
y alumnos y procesuales de enseñanza – aprendizaje. La relación que se establece entre estas es
interactiva. El centro no se considera sólo como un componente más de los que contribuyen al
rendimiento, sino que se estima que ejerce un tipo preciso de efectos en combinación con el resto de
las variables. El modelo metodológico que sirve de base es el interactivo, que permite la
inferencia causal y la determinación de los efectos recíprocos entre variables. Para calcular los
parámetros del modelo se utilizan técnicas de análisis de sendas y de ecuaciones estructurales
(Jöreskog, 1978; Kenny, 1979; Long, 1987; Loehlin, 1987). La aplicación de modelos procesuales en
la investigación sobre escuelas eficaces permitió identificar la relevancia de variables como liderazgo,
disciplina y control de los estudiantes, expectativas sobre el rendimiento, tiempo de aprendizaje, etc.,
y las interacciones entre ellas como influyentes en los logros escolares. Los modelos causales
(Yorke, 1987; Stöel, 1987; Fuentes, 1988) postulan una interrelación entre variables en las que
las variables relativas a la organización escolar son intermediarias entre las entradas y salidas.
26
Ídem.
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Miles (1974) habla de diez características de un centro docente sano: objetivos, buenas
comunicaciones, óptima igualación de poder, utilización de recursos, cohesión, moral,
innovación, autonomía, adaptación, equilibrio entre las técnicas de resolución de problemas.
Estás siguen manteniendo validez en el momento de valorar la calidad organizativa y funcional de un
centro educativo ya que definen un marco apropiado de índices indirectos de calidad.
Dentro de esta perspectiva también se pueden encontrar modelos que De Miguel (1989)
denomina modelos culturales. Aún cuando el análisis de la cultura institucional no es, en rigor un
modelo de evaluación, Escudero (1997) afirma que el análisis de la cultura institucional es un
elemento imprescindible en toda evaluación de un centro educativo, como elemento básico de
contextualización y de explicación rigurosa de resultados, y como marco referencial para las
propuestas de mejora.
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participación y de reflexión de los agentes del centro y del uso responsable y colegiado de la
autonomía del centro (Sabirón, 1993; Sancho, 1993; Santos, 1993; Borrell, 1995).
Segundo, aún cuando se cuenta con evidencias de que las acciones motivadas o conducidas
desde el exterior de los centros han tenido menor éxito, no se puede identificar a la evaluación
externa como adversa a la autoevaluación. Errores, dificultades o desventajas propias de cada uno
de estos tipos de evaluación pueden ser superados con una evaluación colaborativa, según expone
De Miguel y otros (1994).
3. Tipos de evaluación.
El punto de partida para categorizar diversos elementos es el establecimiento de un criterio.
Los diversos criterios de clasificación en el campo de la evaluación hacen referencia a aspectos como
la finalidad, la extensión del objeto evaluado, la posición de los agentes evaluadores, el momento de
ejecución, etc.27 Con frecuencia encontraremos que la realidad del contexto educativo o la finalidad
de los proyectos de evaluación requieren de la combinación de éstos.
27
Ruiz, J. M., (1996:21).
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La complejidad que encierra la realidad de una institución educativa no debe ser ignorada o
infravalorada. En ocasiones resulta conveniente realizar evaluaciones de tipo parcial pero aún en
estos casos no se puede perder de vista la globalidad de una institución. A este respecto Ruiz J.
M. (1996) señala: “Aun cuando la evaluación se realice en forma parcial no se debe olvidar que la
explicación de los resultados estará determinada por la globalidad de factores que intervienen en el
desarrollo de las actividades del centro”28.
Los proyectos de evaluación parcial no dejan de ser valiosos frente a los sistémicos, si son
correctamente desarrollados, ya que las múltiples interrelaciones existentes entre los componentes
de las instituciones educativas hacen que las acciones de mejora efectuadas en los componentes
evaluados tengan efectos directos o indirectos, en menor o mayor grado, en aquellos no evaluados.
También, querer iniciar con proyectos de dimensiones que sobrepasen la capacidad puede resultar
contraproducente. Por este motivo indicamos que, la evaluación diagnóstica comienza por definir
adecuadamente el objeto a evaluar. Elegir entre los muchos posibles significa evaluar cada uno de los
objetos de análisis debidamente diferenciado del conjunto de circunstancias del centro. Elegir no es
desechar otros aspectos, sino rechazar una visión desordenada, masiva, inquietante y no motivadora.
Elegir es eludir el agobio de la totalidad y afrontar “lo posible”, entre todo lo necesario. Elegir es
comenzar por el principio e ir avanzando en orden de necesidad o urgencia. Elegir es parcelar las
acciones en una secuencia de prioridades29.
28
Ídem., p. 30
29
López Mojarro, M., (1999:50).
30
Ídem., p. 126.
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Lo ideal sería conseguir lo expresado en el párrafo anterior pero hay realidades que no se
pueden ignorar. La evaluación interna o autoevaluación, salvo contados casos en que las
instituciones disponen de estructuras para este fin, generalmente tendrá que sortear dificultades
como las siguientes. Por lo compleja y frenética que resulta la vida de una institución educativa, una
dificultad generalizada es la pobre disposición real de tiempo con que se cuenta para el análisis, la
reflexión y el desarrollo creativo de mejoras de la propia acción educativa. A esto se debe agregar el
carácter sistemático y riguroso que debe guardar la evaluación a fin de preservar su validez y
confiabilidad, requiere de personas competentes y no siempre las instituciones educativas
disponen de ellas. La opción de voluntariado puede desvirtuar la acción.
Otras dificultades que encontrará la implantación de la evaluación interna son la escasa o nula
concepción de trabajo en equipo, aspecto al que López Mojarro (1999) considera como esencial y
aconseja que la evaluación no deba afrontarse sin una sólida colaboración y un amplio margen de
acuerdos32. Además, se pueden presentar en un proceso de evaluación interna cuestiones como: la
manipulación o autojustificación de las propias acciones, resistencia a la ruptura de la “propia
intimidad”, falta de formación técnica, escasa motivación profesional33.
La evaluación externa es aquella que se realiza por agentes ajenos pero con
conocimiento profundo de las instituciones. Su motivación puede radicar en el cumplimento de
decisiones tomadas por autoridades superiores de una organización o ser el apoyo solicitado
por los propios agentes de una institución que desea evaluar su realidad.
31
Wilson, J., (1992:104)
32
López Mojarro, (1999:157).
33
Ruiz, J. M., (1996:30-31).
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Este tipo de evaluación, aún con las diversas dificultades que encuentra, tiene como tarea
salvar los obstáculos y/o errores en que puede incurrir un sistema de evaluación interna. En
este propósito tiene mucho que ver el rol y la capacidad de los agentes externos de evaluación. Un
agente evaluador externo competente brinda a los protagonistas evidencias y explicaciones de lo que
sucede en la escuela, está en la posición de obtener información relevante y hacer análisis
desinteresados, no es quien decide lo que el centro hace bien o mal, no emite un juicio sino que
ayuda a que los propios del centro lo realicen con más rigor. El evaluador dispone del tiempo para
ese fin, presta un interesante servicio al aprendizaje, a la mejora de la institución. Su contacto con
diversas realidades educativas puede enriquecer la visión y comprensión de la práctica del centro34.
Ante estos dos modos de gestionar un proceso de evaluación consideramos que los mejores
frutos surgirán si se logra un nivel satisfactorio de complementariedad. Tanto la evaluación
interna como la externa ofrecen ventajas y desventajas. Consideramos que el éxito está en lograr un
equilibrio. Como ha señalado Bolívar, A. (1999b, 2000), la gestión basada en la escuela, refiriéndonos
a un estado de autonomía, no asegura por sí misma una mejora si no va acompañada de otros
procesos, apoyos y recursos; esto es un sistema de evaluación externa. Con la combinación
evaluación interna – externa se puede asegurar una equidad o disminuir las diferencias en la calidad
del servicio ofrecido por las diferentes instituciones educativas. Generalmente es evidente el
surgimiento de un sentimiento de amenaza ante un sistema de evaluación externa desde niveles de
jerarquía superior35, pero al combinar estos modelos se pretende superar este gran obstáculo. Se
busca incitar al autoanálisis adecuado y profesional de los propios del centro con el apoyo y guía de
agentes externos competentes.
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La evaluación de diagnóstico tiene como fin el conocimiento, el análisis, del estado actual
de una realidad, es conocer cómo es algo que existe. La aportación de López Mojarro, M., (1999)
con relación a la definición de este tipo de evaluación señala: El diagnóstico, como modo de
evaluación, es una finalidad en sí. Pretende conocer. Intenta un conocimiento con las características
propuestas del hecho evaluador: fiabilidad y eficacia. Aunque este conocimiento termine en sí mimo,
se habría satisfecho el fin propio de la evaluación. Pero si los datos nos aportan una conclusión que
sugiera mejora, la evaluación debería proseguir proyectada, más allá del saber, para generar una
acción en relación con el objeto evaluado37. La evaluación diagnóstica se realiza en un momento
determinado para obtener un conocimiento puntual sobre cómo es o cómo está algo. La evaluación
diagnóstica comienza cuando se percibe la necesidad de conocer algo y termina una vez satisfecho
dicho conocimiento. Será útil en la medida en que este conocimiento genera una mejora38.
Muy afines al concepto de evaluación de seguimiento resultan ser los tipos de evaluación
formativa y la metaevaluación. Ambos tipos de evaluación nos llevan a mejorar los mismos
procesos. Formativa es aquella que se va dando a lo largo del desarrollo de una actividad o proyecto.
La metaevaluación es un proceso de evaluación que se realiza al proceso mismo de evaluación, esto
es evaluar como se ha realizado la evaluación misma.
37
Ídem., p. 50.
38
Ídem., p. 52.
39
Ídem., p. 53, 56.
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