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La amistad según Santo Tomás

Author(s): Marcos F. Manzanedo


Source: Angelicum , 1994, Vol. 71, No. 3 (1994), pp. 371-426
Published by: Pontificia Studiorum Universitas a Sancto Thomas Aquinate in Urbe

Stable URL: https://www.jstor.org/stable/44617610

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La' ¡amistad según Santo Tomás

Intento hacer un estudio completo de la doctrina tomista


sobre la amistad (de orden natural), teniendo presentes casi todos
los textos del Aquinate referentes a dicha doctrina.
La doctrina tomista sobre el amor ya la expuse en dos artí-
culos publicados en la revista « Studium » (').
Prescindo (en la medida de lo posible) de la doctrina espe-
cífica sobre la caridad, que consiste en la amistad sobrenatural
entre Dios y el hombre (y que por eso pertenece a la teología,
y no a la filosofía).
Mi estudio seguirá este orden: definición de la amistad;
sus clases; amor a sí mismo y amistad; la amistad en relación
a las virtudes; sujetos y objetos de la amistad; causas de la
misma; sus efectos y propiedades; relaciones diversas; observa-
ciones, y epílogo.

1. Definición de la amistad

La amistad es una forma de amor, y éste es un a


primero y el más radical de todos.
Como todos los afectos, el amor puede ser: a) de o
sible o de orden inteligible; b ) un acto o una dispo
tual; c) puede ser considerado como moralmente bu
moralmente malo.
Prescindo aquí de la distinción entre el orden consciente
y el inconsciente (propio de la psicología científica), así como
del amor de orden sobrenatural (propio de la sagrada teología).

í1) El amor y sus causas, en « Studium » 25 (1985) 41-69; Efectos y


propiedades del amor, ibidem, 423443.

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La amistad estrictamente dicha es un hábito


sición habitual a amar a otra persona y a senti
ella (como se explicará después).
En griego el amor recibe diversos nombres. Los principales
son èros , philía, y ágape .

1) Eros proviene del verbo eraõ = desear. Propiamente


hablando es un amor desiderativo intenso (el amor del erástes
o del amante, que puede ser sexual o no sexual).
2) Philía proviene del verbo phileõ, que significa amar
en toda su extensión (a hombres, animales, cosas, seres abstrac-
tos), y en sus manifestaciones principales (abrazar, besar, et-
cétera).
a) Originariamente philía significaba el amor a las per-
sonas o cosas « nuestras » o familiares ( oikeía ).
b ) Se extendió después a significar el amor a todas las
cosas consideradas como buenas (aunque no sean nuestras).
c) Más tarde se aplicó a las relaciones afectivas interhuma-
nas, y especialmente a la amabilidad o afabilidad ( 2 ). La cual
puede referirse también a los extranjeros ( xenophilía ), e incluso
a todos los hombres ( philanthropía , que equivale a la humánitas
de los latinos).
d ) Finalmente se usó la palabra philía para significar el
amor mutuo (actual o habitual), conocido y convivido.
Sólo esto último es philía o amicitia en sentido pleno, y
admite diversas formas y perfecciones, como veremos después (3).
Agape viene del verbo agapaõ, que significa amar desintere-

(2) Sobre la virtud de la philía o de la amabilidad, cf. Aristóteles,


Ethica Eudemiana, II, 3, 1221a (ed. Bekker); Ethica Nichomachea , IV, 6,
1126b; Magna Moralia, I, 33, 1192a. Santo Tomás llama a esta virtud « afa-
bilidad », y dice que la amistad propiamente dicha consiste principal-
mente en el afecto, y la afabilidad en las palabras y en la conducta externa
(cf. In I Ethic., lec. 4; I-II, 144,, 1-2, etc.).
(3) Philõtes es una palabra menos común, pero muy afín a philía.
A veces significa la Amistad personificada. Storgé (verbo stergeín) sería
más bien el amor de ternura, común entre los miembros de la misma
familia.

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sadamente. Esta es la acepción más propia, au


en los escritores griegos.
Se usa mucho en el Nuevo Testamento en el sentido de amor
de orden divino (amor de Dios, amor a Dios o en orden a Dios).
La Biblia Vulgata traduce agape por caritas , y agapaõ por diligo .
Nótese que los tres términos citados (eros, philía, agapé) y
sus derivados son sinónimos, aunque tengan diversos matices,
no siempre bien definidos (4).
Amistad es un derivado del latin amicitia . Esta proviene de
amaño. Este vocablo implica un « ímpetu » o impulso vehemente
del ánimo a la unión con algún objeto; un amor que puede
crecer con la costumbre, y transformarse en un « hábito » o en
una disposición habitual (5).
En español (y en latín) hay cuatro términos estrechamente
relacionados entre sí: amor, dilección, caridad, y amistad.
El amor y la dilección son propriamente actos; pero amor
tiene una significación más general, mientras que dilección im-
plica un amor especial o « electivo » (de elígere = elegir).
La amistad estrictamente dicha es cierto hábito o disposi-
ción permanente, como explicamos al inicio de este trabajo.
La caridad se puede tomar de ambos modos: como acto o
como hábito virtuoso.
El amor es el término más común o general, y la caridad
implica cierta perfección del amor. Pues en ella se ama algo
caro, o sea algo de mucho precio, como el mismo nombre lo
indica. Porque carus proviene del verbo carére (carecer). Pues
las cosas de que carecemos o de las que hay « carestía » son
« caras » (muy amadas, y muy « apreciadas » o de gran precio).
De hecho en algunos autores latinos caritas equivale a carestía (6).

(4) Cf. M. A. Bailly, Dictionnaire Grec-Français , Paris, 1910; A. C.


Lidell & R. Scott, A Greek-English Lexikon, Oxford, 1953; A. Nygren,
Eros et Agape, Paris, 1952; C. Spicq, Agapé . Prolégomènes a la théologie
neotestamentaire, Louvain, 1955; J.B. Lötz, Die drei Stufen der Liehe:
Eros-Philia-Agape, Frankfurt a. Main, 1971.
(5) Vide S. Thomas, In VIII Ethic., lec . 3: ibidem, lib. 9, lec. 5.
(6j Cf. S. Albertus Magnus, In III Sent., d. 27, a. 4 ad 1; S. Thomas,
I.II, 26, 3 (cuando cito simplemente el artículo de algún escrito tomista,
me refiero al « corpus » del mismo). Véanse las citas de Cicerón, Séneca,

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Así pues, en latín se debe escribir caritas ,


pues es un término de origen latino (car er e
de origen griego (kháris = gracia).

a. La amistad implica amor de benevolenci


En el amor benevolente amamos un ser (un
sí mismo. Al contrario, en el amor concupisce
en orden al sujeto amante. Así al amigo lo am
mo; los placeres, riquezas y honores los amamo
o para otras personas.
El amor de benevolencia se llama también amor de amistad,
por ser típico de ésta.

« Hay dos clases diversas de amor: uno es el de amistad, y


otro el de concupiscencia. En el segundo amor las cosas de fuera
las atraemos hacia nosotros [con el afecto], amándolas en cuan-
to que nos resultan útiles o deleitables. Pero en el primer amor
sucede lo contrario: nos extendemos ( trahimur ) hacia las cosas
que están fuera de nosotros, pues a quienes así amamos, los
amamos como a nosotros mismos » (7).

El amor amistoso es altruista, y el concupiscente es egoísta.


En el primero se tiende a un bien « sustancial » (la persona a
la que queremos los bienes). En el segundo tendemos hacia bie-
nes « accidentales » (hacia los bienes deseados para un sujeto).
De donde se infiere que el amor amistoso es más perfecto que
el concupiscente (8).
La benevolencia es el principio de la amistad (9). Mas para

Varrón, Festo, etc., en Santiago M. Ramírez, La esencia de la caridad ,


Salamanca 1978, 47-71.
(7) S. Thomas, In Ioannem , 15, lec. 4. « Est autem amor concupiscen-
tiae quo dieimur amare illud quo volumus uti vel frui, sicut vinum vel
aliquid huiusmodi; amor autem amicitiae est quo dieimur amare amicum
cui volumus bonum » ( Quodlib . 1, a. 8).
(8) Véase In De divinis nominibus , 4, lec. 10; In II Sent., d. 3, q. 4,
a. unico; De spe , a. 3; In Ioannem , lugar citado; I-II, 26, 4 ad 1; q. 28,
art. 1-2. Ver otros textos y citas en mi artículo El amor y sus causas,
pp. 51-54.
(9) « El propter hoc Philosophus dicit Ibidem [ Ethica Nic., IX, 5,

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ésta no basta cualquiera clase de benevolencia.


tad es una benevolencia mutua, conocida y co
nicada) (10).

« No cualquier amor es amistad, sino únicamente el amor


de benevolencia, o sea cuando amamos a alguien queriéndole
algún bien. En caso contrario no se da amor de amistad, sino
de concupiscencia. Así sería ridículo decir que uno tiene amistad
con el vino o con un caballo. Pero tampoco basta la benevo-
lencia para constituir la amistad; se requiere además un amor
(i amatio ) mutuo, porque el amigo es amigo para su amigo. Y esa
benevolencia se basa en alguna convivencia o comunicación » (n).

El amor penetra más en las cosas que el conocimiento . Pues


éste se refiere a los objetos en cuanto recibidos en el sujeto
cognoscente; pero aquél se refiere a las cosas en las que « se
transforma » el sujeto amante. Quien ama se une psíquicamente
a lo amado, identificándose así con ello.
Por tanto, el amor incluye la « concupiscencia » o el deseo
de lo amado. Incluye también la « benevolencia », en cuanto
que se desean algunos bienes para la persona amada. Asimismo
entraña la « beneficencia » o el hacer bien a otros. Finalmente
incluye la « concordia » de las voluntades. La cual no excluye
la diversidad o el disenso en cuanto a las cosas especulativas o
de poca importancia (como explicaremos después) (12).
Ya sabemos que al amor implica, de suyo, cierto descanso

1167a] quod benevolentia est principium amicitiae » (II-II, 27, 2). Vide
In III Sent., d. 29, q. 1, a. 3; In IX Ethic., lec. 5.
(10) « Considerandum est quod ad caritatem [et ad amicitiam] tria
pertinent. Primo quidem benevolentia, quae consistit in hoc quod aliquis
recte velit bonum alteri et malum eius nolet. Secundo concordia, quae
consistit in hoc quod amicorum sit idem nolle et velie. Tertio benefi-
centia, quae consistit in hoc quod aliquid benefaciat ei quem amat, et
eum non laedat » (In Ep. ad Rom., 12, lec. 3, inicio).
(n) S. TheoL, II-II, 23, 1. Termina así el texto: « Cum igitur sit aliqua
communicatio hominis ad Deum secundum quod nobis suam beatitudi-
nem communicat, oportet aliquam amicitiam fundari... Amor autem super
hac communicatione fundatus est caritas. Unde manifestum est quod
caritas amicitia auae dam est hominis ad Deum ».
(12) « Amicitiae vel concordiae non répugnât diversitas opinionum,
sed solum diversitas voluntatum » (In III Sent., d. 11, a. 5).

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de la afectividad en el objeto amado.


La « amación » añade cierta intensidad al amor, o como un
« fervor » del mismo. Y la amistad añade dos elementos: a) la
asociación del amante y del amado en el amor; b) el obrar por
elección, y no sólo por pasión. Por lo cual dice Aristóteles que
la amistad se asemeja al « hábito », y la amación a la « pa-
sión » (13).
La benevolencia es semejante a la amistad; pero sólo cons-
tituye un inicio de la misma.
También es distinta de la « amación ». Esta implica un amor
vehemente, que suele crecer con el trato o la costumbre, mien-
tras que la benevolencia suele surgir repentinamente. La misma
benevolencia se convierte en amistad cuando se hace duradera,
mutua, conocida y convivida (14).
« Las cosas inanimadas » (como el vino) no las podemos
amar con amor amistoso. Y esto por dos razones. Ante todo
porque esas cosas sólo las amamos con amor concupiscente.
En segundo lugar, porque en esos objetos es imposible la « re-
damación » o el amor mutuo. Este es esencial en la amistad,
en la cual debemos amar a los amigos por sí mismos, y no por
los bienes que nos procuran.
La amistad es, pues, cierta « conmutación de amor », es
decir una benevolencia mutua comunicada (« no latente »).
Exige siempre alguna comunicación afectiva y efectiva. Por
eso en el lenguaje usual llamamos « amigos » a quienes llevan
una vida comunitaria (luchando juntos, viajando juntos, etc.),
y disfrutan de alguna comunidad de bienes (15).
b. La amistad puede ser considerada como un acto , o co-
mo un hábito ; es decir, como el acto de amar y de ser amado, o

(") Cf. Ibidem , d. 27, q. 1, a. 3, ad 10; q. 2, a. 1.


(14) Vide In IX Ethic.t lec. 5.
(15) In VIII Ethic., lec. 9. Véase In IV Sent., d. 29, q. 1, a. 3, qa. 2 ad 1.
« De ratione amicitiae est quod non sit latens; alias enim non esset ami-
citia, sed benevolentia quaedam; et ideo oporet ad veram amicitiam et
firmam quod amici se mutuo diligant, quia tunc amicitia iusta est et fir-
ma quasi duplicata » (In Ioannem, 13, lec. 7).

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como la disposición permanente debida a dicho


En sentido estricto no incluye solamente alg
también un verdadero « hábito » (una actitud
mos hoy día).
La « amación » es solamente un acto (una pasión); pero la
amistad es también, y más propiamente, un hábito, o sea, una
disposición permanente semejante a los demás hábitos.
Lo cual se prueba porque el amor no incluye (como la amis-
tad) el ser amado, y porque amar a otro por él mismo excede
los límites del apetito sensitivo, pues solamente se puede hacer
por elección y por hábito (17).

2. División o clases de amistad

La división de la amistad se puede hacer según di


damentos, como veremos a continuación.

a. Clasificación según el motivo del amor


Según el motivo determinante del amor son posibles tres
clases de amistad: a) la amistad virtuosa o basada en el bien
honesto; b) la amistad deleitable o fundada en el deleite mu-
tuo; c ) la amistad utilitaria o basada en la mutua utilidad.
En todos esos casos se da esencialmente la amistad, pues
según esas tres especies de bienes podemos amar ( amatio ) y ser
amados ( redamatio ) con amor benevolente, conocido y convivido.
El bien honesto es más perfecto que el deleitable, y este
es superior al útil. Analogamente entre todas las formas de amis-
tad la más perfecta es la primera (amamos a una persona por
sí misma); después viene la segunda (la amamos por el placer),
y finalmente la tercera (la amamos por la utilidad) (18).

(16) « Et sic patet quod amicitia remanet per habitům, etiam operatio-
ne absente» {In VIII Ethic ., lec. 5).
(17) Cf. In VIII Ethic., lec. 5, al fin. Los animales irracionales aman
a otros obligados por el instinto; los hombres pueden amar a otros
por instinto o por elección libre.
(18) Vide In VIII Ethic., lec. 2-4. « Soli boni sunt simpliciter amici;

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« En la amistad útil y en la deleitable se quiere algún bien


para el amigo, y en ese sentido se da en ellas la esencia de la
amistad. Pero ese bien se refiere ulteriormente a la propia
utilidad o al propio deleite. De modo que dichas formas de
amistad se apartan de la esencia de la amistad verdadera o
perfecta, en cuanto que se acercan al amor de concupiscen-
cia » (19).

Existen tres clases de amor: uno tiene como objeto el bien


útil, otro el bien deleitable, y un tercero la virtud (bien honesto).
Solamente el último es un amor verdadero o genuino (un amor
perfecto), pues en él no amamos al prójimo por nuestro interés,
sino por el bien del mismo prójimo (20).
En toda amistad se da alguna delectación y alguna utilidad.
La diferencia está en el fin último de la amistad: en la virtuosa
el amigo es amado últimamente por sí mismo, mientras que en
la deleitable y en la utilitaria es amado (respectivamente) por
el deleite o por la utilidad que procura.
Así en la amistad virtuosa estamos dispuestos a sacrificarnos
por el amigo, prescindiendo de su presencia deleitosa y de las
utilidades que nos acarrea (21).
Es propio de la amistad verdadera o perfecta que el amigo
sea amado por sí mismo. Este puede ser considerado como un
premio ( merces ) de la amistad sólo causalmente (no propia o
formalemente), en cuanto que nos procura alguna utilidad o
algún deleite (22).

alii autem sunt amici secundum similitudinem, inquantum scilicet assi-


milante bonis » ( Ibidem , lec. 4, al fin).
(!?) Summa theol., I-II, 26, 4 ad 3. Vide Opuse. De perfectione vitae
spiritualis, 13. En la terminologia neo-tomista diriamos que entre la
amistad virtuosa, la deleitable y la utilitaria se da una « analogía de atri-
bución intrínseca », siendo la primera el supremo analogado.
(20) Opuse. De duobns praeceptis..., 2. « Virtus vel honestum non est
causa finalis quare amicus diligatur, sed formaliter facit illum diligibile »
(In III Sent.t d. 28, q. 1, a. 1).
(21) Q. De caritate , 11 ad 6.
(22) Cf. In III Sent., d. 29, q. 1, a. 4. « Amicitia non respicit delecta-
tiones et utilitates quasi finem propter quem amicus amatur » (Ibidem,
ad 3).

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b. Otras clases de amistad

Otras clases de amistad se basan en las demás formas de


« comunicación » amistosa, o en las relaciones de igualdad o d
sigualdad entre los amigos.

« Las diversas especies o clases de amistad se basan princi-


palmente en la diversidad de fines, y de ese modo surgen tres
clases de amistad: la utilitaria, la deleitable, y la virtuosa. Se-
cundariamente se basan en las diversas formas de comunicación
que constituyen el fundamento de la amistad. Y según esto
tenemos la amistad de los consanguíneos, la de los conciudada-
nos, y la de quienes viajan juntos. La primera se basa en una
comunicación natural, la segunda en una comunicación civil o
política, y la tercera en la asociación del viaje (peregrinado),
como explica Aristóteles en el Libro Octavo de los Eticos » (23).

La amistad virtuosa, la deleitable y la útil suponen cierta


« igualdad » (la semejanza según la virtud, el deleite o la utili-
dad). Otras amistades suponen cierta « desigualdad », en cuanto
que un amigo es superior al otro. Y tales son las amistades pa-
dre-hijo, anciano-joven, señor-súbdito... Estas amistades difieren
según las diversas relaciones de superioridad, y según el raportē
entre el más y el menos excelente. Y por eso difieren también
en cuanto a las causas y en cuanto a los modos de amor y de
correspondencia. En ellas el amor debe observar cierta « propor-
ción », de modo que el amigo superior sea más amado, y el
inferior ame más (24).
En otro lugar el Aquinate distingue estas tres clases de amis-
tad, basadas en las diversas comunicaciones amistosas:

1 ) amistad « natural » entre los que tienen un origen común


(tales son las amistades entre padres e hijos, así como entre los
demás consanguíneos);
2) amistad « económica » o familiar, que es propia de quie-
nes trabajan juntos en las tareas domésticas ( oikía en griego
significa casa);

(23) II-II, 2, 3, 5. « Ad amicitias quae sunt propter utilitatem quidam


reducunt etiam amicitiam peregrinorum » (In VIII Ethic., lec. 3).
(24) In VIII Ethic., lec. 7.

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3) amistad « política », típica de quienes c


ciudadanos;

4) amistad de la « caridad », que se basa e


ción divina », tal como se realiza en la Igle
amistad se extiende a todos los hombres, i
migos) (25).
Nótese que la amistad de los consaguíneos implica una co-
munidad de sangre (de herencia biológica, diríamos hoy día);
la de los conciudadanos se basa en la comunicación civil o polí-
tica, y la de los « conmilitones » se fundamenta en la unión para
guerrear juntos. Y así sucesivamente.
Así pues, debemos amar especialmente a los consaguíneos
en lo referente a la naturaleza (en la línea del parentesco), a los
conciudadanos en el campo de la convivencia politica, y a los
conmilitones y demás compañeros en lo referente a la actividad
común.
Pero debe notarse que la unión debida a un origen natural
común es la primera y más noble comunicación, porque es de
orden « sustancial », mientras que las demás uniones son añadi-
das y cambiables. Por eso la amistad de los consanguíneos es,
de suyo, la más estable, aunque otras formas amistosas pueden
ser superiores o más perfectas en otros aspectos (2Ä).
Entre los consanguíneos se da una amistad basada en la
comunidad natural de origen, mientras que la amistad política
se fundamenta en la convivencia virtuosa con otros ciudadanos.
La comunidad natural de sangre es la más próxima a la unión
del hombre consigo mismo.
Todos los hombres (incluso los malvados) deben amar su
naturaleza más que los demás bienes. Y deben amar la natura-
leza de sus padres más que otros bienes (si los padres son malos,
los deberán amar para que se hagan buenos) (27).
Entre los « socios » o compañeros se establece la amistad
por libre elección en cuanto a las cosas que se intenta hacer

(25) In III Sent., d. 29, q. 1, a. 6.


(26) Gf. II-II, 26, 8, per totum; De caritate, 7.
(27) In III Sent., d. 29, q. 1, a. 6 ad 1.

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La amistad según Santo Tomás 381

comunitariamente. En ese campo debe prevalecer sobr


tad entre los consanguíneos. Poro, como ya dijimos a
amistad es más natural, anterior, y más estable (28).
Podemos decir que las amistades más importantes entre
personas desiguales son las siguientes (nos referimos a los casos
en que un amigo es « más excelente » que el otro): amistad entre
el varón y la mujer, entre los padres y los hijos, entre el señor
y el siervo, entre Dios y el hombre (29).
La unión o comunicación natural (base de la « amistad na-
tural ») se realiza de dos modos: por la propagación de la especie
(por la procreación), o por la asociación matrimonial del varón
y de la mujer (ordenada a dicha propagación). La unión conjugal
tiene como fin primario la procreación, y como fin secundario
la ayuda mutua y la cooperación (30).
Santo Tomás explica así el « orden de la caridad » (y del
amor en general en la amistad natural).
Absolutamente hablando debemos amar más a los padres
que a los hijos, pues aquéllos son causa eficiente de nuestro ser,
y así son más semejantes a Dios; pero debemos amar más a los
hijos en cuanto partes o prolongación de nosotros mismos (31).
Al padre debemos amarlo más que a la madre, porque en

(28) « Quia amici tia sociorum propria electione contraili tur in his quae
sub nostra electione cadunt, puta in agendis, praeponderat haec dilectio
dilectioni consanguineorum, ut scilicet magis cum illis consentiamus in
agendis. Amicitia autem consanguineorum est stabilior, utpote naturalior
existens, et praevalet in his quae ad naturam spectant » (II-II, 26, 8 ad 1).
(29) Santo Tomás sigue la doctrina aristotélica de la primacía del
varón sobre la mujer, de los padres sobre los hijos, y del señor sobre los
siervos. La amistad entre los hermanos, y la existente entre los parientes,
las considera como amistades entre iguales (amistad de camaradería, o
philía hetairiké). Vide Aristóteles, Ethica Nic., VIII, 14, 1162a; S. Thomas,
Ibidem, lec. 12.
(30) In IV Sent., d. 41, q. 1, a. 1, sol. 1 et 3. «Amicitia quanto maior
est, tanto debet esse firmior et diuturnior. Inter virům autem et uxorem
maxima amicitia esse videtur; adunantur autem non solum in actu car-
nalis copulae, quae etiam inter bestias quandam suavem amicitiam facit,
sed etiam ad totius domesticae conversationis consortium » {Contra Gen-
tiles, III, 123).
(31) En Nápoles suelen llamar a los hijos « pezzi-cuore » o trozos del
corazón.

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la generación humana el primero es el principi


segunda el principio pasivo (32).
Finalmente, los hombres deben amar más a
a las propias esposas en la línea del bien (por ser
del bien mejor, que es la existencia); pero el esp
más a su esposa en el sector específico del matri
Entre el señor y el siervo se da amistad cuand
voluntariamente en lo conveniente para ambos; f
cuando el siervo obra obligado por la ley o por
Según Aristóteles es imposible la amistad en
hombre , porque el primero es infinitamente supe
Así sucede (dice Santo Tomás) en el orden nat
en el plano sobrenatural. Porque la gracia divina
hombre, que lo hace semejante a Dios, convirtié
de éste mediante la « caridad » (como se explicar

3. Amor a sí mismo y amistad

El amor del hombre a sí mismo es tan natural que no


pende de nuestra elección. Es además la causa y el mod
amar a otras personas, con las cuales nos sentimos afecti
identificados (al amigo lo denominamos alter ego).
Es frecuente hablar de la « amistad hacia sí mismo ». Y así
hablan también algunas veces Aristóteles y Santo Tomás (36).

(32) £1 Aquinate sigue la falsa biología antigua, que atribuía a la


hembra una función pasiva o quasi-pasiva en la procreación.
(33) Véase la explicación dada en la Summa theologiae, II-II, q. 26,
art. 1-11 (y en los lugares paralelos). La amistad entre el esposo y la espo-
sa puede ser tan intensa que lleve a no acordarse de los propios padres
(cf. In I saiam , 4, 1).
(34) Cf. In I Politicorum, lec. 4. Aristóteles dice que es imposible la
amistad entre el señor y el siervo en cuanto tales (por razón de la desi-
gualdad excesiva). Pero explica que ambos pueden ser amigos « en cuanto
hombres ». Véase mi artículo La amistad en la filosofía greco-romana,
en « Angelicum » 70 (1993) 347.
(35) Cf. In III Sent., d. 27, q. 1, ao 1-2; In I Ep . ad Cor., 13; I-II, 65, 5;
II-II, 2, 3, 1, per totum, etcétera.
(3ô) Véase especialmente Aristoteles, Ethica Nic., IX, 4, 11 66a- 1166b,

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La amistad según Santo Tomás 383

El amor a sí mismo es natural y laudable; sólo


el amarse demasiado a sí mismo (amor egoísta) (37)
El hombre naturalmente se quiere bien y se des
res bienes (y sobre todo la felicidad). El verdader
sí mismo ( philautós ) es virtuoso, y se ama primaria
los bienes espirituales, que desea compartir con los demás
hombres.
El falso amador de sí mismo (el hombre egoísta) se ama
principalmente en cuanto a los bienes materiales (dinero, pla-
ceres, honores) que pretende reservarse para él. Este es un amor
egoístico y vituperable.
El amigo virtuoso extiende su amor a otras personas ( amor
altruistico ), a las que trata de beneficiar en múltiples maneras.
Si le es posible, se muestra « magnífico », y prefiere vivir « exce-
lentemente » por poco tiempo, antes que « mediocremente » por
muchos años.
Desgraciadamente son pocos los hombres que se aman a sí
mismos y a los demás en el modo citado (38).
El Aquinate explica muy bien que el amor a sí mismo nunca
puede constituir verdadera amistad .
La razón es sencilla. La verdadera amistad es un amor de
benevolencia mutuo, conocido y compartido (y que es estable
cido libremente entre diversas personas). En el amor a sí mism
la misma persona constituye el sujeto y el objeto del amor, sie
do imposible la elección y la redamación propiamente dichas.
« Respecto de sí mismo no se da propiamente la amistad,
sino algo superior a ella. La amistad implica cierta unión, pues
como dice Dionisio, el amor es una fuerza unitiva. Con uno

y cap. 9, 1196b; S. Thomas, Ibidem , lec. 4. « Nec hoc est vanum quod ali-
quis habeat amicitiam ad seipsum, sed naturale est » (In II Politicorum,
lec. 4).
(37) « Quandoque vituperatur aliquis ex hoc quod est philautón, id
est amator suiipsius; sed quando hoc in vituperium dicitur non est hoc
simpliciter amare seipsum, sed magis quam oportet » (In IX Ethic.t lec. 4).
« Amare seipsum quantum ad hominem exteriorem nimis est vitupera-
bile; sed amare seipsum quantum ad hominem interiorem est valde lau-
dabile, et hoc est caritatis » (In III Sent., d. 28, q. 1, a. 6 ad 2).
(38) vide In IX Ethic., lec. 819.

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384 Marcos F. Manzanéelo, O.P.

mismo se da la identidad , que es mayor que la unión. Como la


unidad es el principio de la unión así el amor de sí mismo es
la forma [causa ejemplar] y la raíz de la amistad, pues tenemos
amistad con otros, en cuanto que nos comportamos con ellos
como con nosotros mismos » (39).

El « amigo » amado nunca es el propio yo, sino « otro yo ».


La formula amicus, alter ego aparece en el lenguaje común y
en los escritos de muchos autores. Lo mismo significan otras
frases, en las cuales se dice: « el amigo es la mitad de mi alma »;
«los amigos poseen una sola alma», etcétera.
« Cuando imo ama a otro con amor de amistad le desea el
bien como a sí mismo. Por eso al amigo lo llamamos otro yo
(alter ego). Y San Agustín afirma en el libro IV de las Confe-
siones : "dijo bien de su amigo quien lo llamó la mitad de su
alma" » (40).

Es esencial a la amistad la unión afectiva, que implica que


el hombre considere y trate a su amigo como otro yo, querién-
dole el bien como a sí mismo (41).
Al amigo le podemos y le debemos amar como a nosotros
mismos, pero no en grado mayor (42).

4. La amistad y la virtud

La amistad perfecta se llama « virtuosa », no porque sea


una verdadera virtud, sino porque se basa en la virtud, y sólo

(39) Summa theol., II-II, 25, 4. « Reamatio habet locum in amicitia


quae est ad alterum, non autem in amicitia quae est ad seipsum vel se-
cundum animam vel secundum corpus » (Ibidem, 5 ad 3). Vide In III
Sent., d. 28, q. 1, a. 6; De caritate, a. 7. Véase A. Perotto, Amore e amicizia,
en « Sapienza » 6 (1953) 339-342.
(40) II-II, 28, 1. Vide In IX Ethic ., lec. 4. Véase S. Augustinus, Con-
fessiones, V, 6, PL 32, 698. San Agustín se refiere a Horacio, quien llama
a Virgilio dimidium animae meae (Carmen I, 38).
(41) De caritate, 2 ad 6. « Amicitia ex duobus facit unum per affectum »
(Contra Gent., III, 158). «Amicus est quasi alter ipse; et ideo qui peccat
propter amorem amici videtur propter amorem sui peccare » (I-II, 74,
4 ad 4). Vide Contra Gentiles, III, 153; I-II, 28, 1-2; De malo, 10, 2.
(«) Cf. I-II, 28, 3 ad 7.

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La amistad según Santo Tomás 385

puede darse entre personas virtuosas. Al contrari


imperfecta (deleitosa o utilitaria) puede darse entr
viciosas.
Aristóteles llama también philía o amistad a una virtud
especial, que más bien debería llamarse afabilidad o amabilidad.
Esta virtud nos inclina a tratar amablemente a los demás
en nuestras palabras y obras. El afable evita dos extremos: el
de la adulación, y el de la detracción (ni alaba, ni censura de-
masiado).

Así pues la amistad puede ser considerada:


a) como una relación afectiva especial entre diversas per-
sonas;

b) como un hábito regulador de nuestro trato exte


con los demás hombres.

Sólo en este segundo sentido constituye la amistad una vir-


tud especial (la « afabilidad »)(43).
Por tanto, la amistad estrictamente dicha no es una virtud,
sino una actividad o una disposición habitual consiguiente a la
virtud. Pues del hecho de ser uno virtuoso y amante del bien
(según la recta razón) sigúese el amor a otras personas vir-
tuosas (44).

« Una amistad consiste principalmente en el afecto con que


amamos a otro, y ésta puede ser consiguiente a cualquiera clase
de virtud... Otra amistad consiste solamente, según Aristóteles,
en las palabras y en los actos externos. Y a esta segunda sólo
le conviene la noción de amistad por cierta semejanza, en cuanto
que tratamos de modo conveniente a quienes conviven con
nosotros » (45).

(43) Vide In III Sent ., d. 34, q. 1, a. 2; In II Ethic., lec. 9; Ibidem,


lib. IV, lec. 14; MI, 60, 5; II-II, 23, 3 ad 1; q. 80, a. 1 ad 2; q. 114, 1-2.
Véase Aristoteles, Ethica Nic., IV, 6, 1126b; Petrus Bergomensis, Tabula
Aurea in Omnia Opera Divi Thomae.è., concordantiae, dub. 95.
(44) De caritate, 2 ad 8.
(45) IMI, 114, 1 ad 1. « Haec virtus [affabilitas] est pars iustitiae
inquantum adiungitur ei sicut principali virtuti. Convenit enim cum ius-
titia in hoc quod ad alterum est, sicut et iustitia. Deficit tarnen a ratione
iustitiae quia non habet pienam debiti rationem » ( Ibidem , art. 2).

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386 Marcos F. Manzanéelo, O.P.

Toda amistad supone alguna « igualdad »


amor mutuo. De modo que añade nuevos ele
Para ésta basta la actividad de alguna perso
la amistad no basta dicha actividad; se exige demás que dos
personas se amen mutuamente (46).
La igualdad y la proporción son distintas en la amistad y
en la virtud de la justicia. Porque la amistad es una unión
afectiva que no puede darse entre personas muy desiguales. Por
eso es propio de la amistad disfrutar igualitariamente de la
igualdad ya establecida. La justicia nivela las cosas desiguales,
terminando así un cometido. De modo que la igualdad es lo
último en la justicia, y lo primero en al amistad (47).
Como la justicia exige cierta igualación en cuanto a las
cosas, así la amistad exige lo mismo en cuanto a los afectos.
Nuestro intelecto puede considerar dos cosas diversas como
una sola, y también puede hacer lo contrario (considerar como
cosas diversas la misma cosa). Así sucede cuando « reflecta »
sobre el mismo agente considerándolo según dos aspectos (como
sujeto, y como objeto).
En este sentido se puede hablar de « amistad consigo mis-
mo », más que de justicia hacia sí mismo. Aunque también se
puede hablar metafóricamente de « justicia hacia sí mismo »,
considerando diversas partes (e incluso diversas personas) en
el mismo sujeto agente (48).
Ya vimos que la amistad puede ser considerada como cierta
virtud moral referente a nuestra conducta con otras personas.
Pero también en este sentido es esencialmente distinta de la
justicia. Pues ésta se refiere a las relaciones con otros bajo
aspecto de « deber legal », y la amistad o afabilidad bajo e
pecto de « deber amistoso » y moral, o más bien de benef
gratuito.
Resumidamente podemos decir que la amistad virtuosa no

(46) In VIII Ethic., lec. 5.


(47) Cf. Ibidem, lec. 7.
(48) In III Sent., d. 28, q. 1, a. 6 ad 4. Vide Aristoteles, Ethica Nic.,
V, 15, 1138a. En el mismo sentido decimos que hablamos o dialogamos,
gozamos o nos enfadamos... con nosotros mismos.

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La amistad según Santo Tomás 387

es una virtud especial, pues se funda en el bien hon


las virtudes ( super honéstate virtutum). No toda a
dable u honesta. Y la amistad virtuosa más que virtud es una
disposición habitual ( habitus ) consiguiente a las virtudes (49).

5. La amistad y la caridad

El cristianismo tiene como base esencial la caridad. La cual


consiste en amar a Dios por sí mismo y a todas las cosas crea
en orden a Dios.
La caridad es la reina de todas las virtudes. Santo Tomás
fue el primero en explicar, clara y sistemáticamente, que la c
dad es una « amistad sobrenatural » entre Dios y el hombr
Aquí hablaré casi únicamente sobre las relaciones entre
amistad humana y la caridad (que es una amistad humano-div
El amor es la raíz y el motor de los afectos de orden natu
y la caridad es eso mismo respecto de toda la vida sobren
tural (51).
Nótese que la caridad no implica solamente amor a Dios,
sino también amistad, es decir, amar a Dios y ser amado por
él, así como cierta comunicación familiar con el mismo. Dicha
unión entre el hombre y Dios se inicia en esta vida con la gracia
divina, y se completará después mediante la « gloria » o la feli-
cidad perfecta. Y así la caridad o la amistad con Dios presupone
otras dos virtudes « teologales »: la fe y la esperanza (52).

(49) II-II, 23, 3 ad 1. Véase Aristoteles, Ibidem , VIII, 1, 1155b, y


cap. 13, 1162b. « Sicut amicitia vel caritas respicit in beneficio collato
communem rationem boni, ita iustitia respicit ibi rationem debiti » (II-II,
31. 1 ad 3).
(so) Santiago M. Ramirez ofrece un óptimo resumen de la doctrina
tomista sobre la caridad en el libro La esencia de la caridad , Madrid,
1978. Véase también Antonio Royo Marín, Teología de la caridad , Ibi-
dem, 1960.
(51) « Caritas est radix et finis omnium virtutum » {In Ioannem , 15,
lec. 2). « Caritas est forma virtutum, motor et radix » {De caritate, a. 3).
Vide In III Sent., d. 27, q. 2, a. 4, sol. 3; 'IT-II, 23, 6-8.
(52) Cf. I-II, 62, 5.

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388 Marcos F. Manzanéelo, O.P.

La comunicación sobrenatural entre el ho


se consumará en la « visión beatífica ») con
la amistad sobrenatural llamada caridad (53).

« La amistad de la caridad se basa en la comunicación de


los dones de la gracia. Por eso, según la caridad el hombre
debe amar a Dios más que a sí mismo; pues Dios es el bien
común de todos los seres, y la felicidad consiste en el mismo
Dios en cuanto principio común y fontal de todos los seres
capaces de felicidad » (54).

Según el Aquinate podemos distinguir dos clases de amistad


con Dios. Hay, ante todo, una amistad natural, que se basa en
nuestra unión o comunicación con Dios en cuanto a los bienes
naturales. Hay además una amistad sobrenatural o de carid
que se funda en la unión con Dios mediante la gracia y la glo
Según la primera forma de amistad todo ser creado ama
Dios en cuanto causa primera y sumo bien, y lo desea como
último. La segunda clase de amistad sólo es posible en las « c
turas intelectuales » (en los ángeles y en los hombres); pues
éstas son capaces de conocer, amar y unirse a Dios mediante
la fe, la esperanza y la caridad (5S).
Cuando Santo Tomás habla así (cf. In I Ep. ad Cor., 13,
al fin) no quiere decir que en todas las cosas de la naturaleza
se dé amistad propiamente dicha, ni siquiera verdadero amor.
Ese amor y esa amistad « natural » convienen a todos los seres
(incluyendo los no-cognoscentes). Se trata de una amor impro-
piamente dicho. Algunos lo llaman « amor cósmico » y equivale
a la atracción natural de todas las cosas hacia el bien. Es « l'amor
che move il sole e l'altre stelle », corno dice Dante Alighieri
en el último verso de la Divina Commedia . Es la amistad (amor)

(53) vide II-II, 23, 1 (y los lugares paralelos). «Amor autem super
hac communicatione fundatus est caritas; unde manifestum est quod
caritas amicitia quaedam est hominis ad Deum » {Ibidem). Véase Tomás
de la Cruz, OCD, El amor y su fundamento ontológico según Santo To-
más: estudio previo d la teología de la caridad , Roma, 1956.
(54) S. Theol ., II, 26, 3.
i55) Cf. In I Ep. ad Cor., 13, al fin.

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La amistad según Santo Tomás 389

que se opone a la enemistad (odio) entre los en


todo el proceso dinámico del cosmos según la
pédocles y de otros filósofos (56).
La amistad sobrenatural con Dios constituy
la caridad cristiana. Esa amistad supone el hec
se hizo hombre para librarnos del mal y para
diante la gracia sobrenatural) a ser hijos adop
cipes de la vida divina en la « visión beatífica »

« Lo que más induce al amor de otro es experimentar que


nos ama. El amor de Dios a los hombres tuvo su más eficaz
manifestación en el hecho de que quiso unirse con la humanidad
con unión personal. Porque es propio del amor unir, en lo
posible, el amante con el amado. Para que el hombre pudiera
aspirar a la felicidad perfecta era necesario que Dios se hiciera
hombre. La amistad implica cierta igualdad; de modo que los
sujetos muy desiguales no pueden unirse en verdadera amistad.
Para que se estableciera una amistad familiar entre el hombre
y Dios fue conveniente que Dios se hiciera hombre (pues incluso
naturalmente el hombre es amigo del hombre), a fin de que
conociendo a Dios visiblemente fuéramos atraídos al amor de
las cosas invisibles » (57).

Para evitar algunas dificultades acerca de la esencia de la


caridad, veamos brevemente los objetos principales de esta virtud
teologal (58).

a) Objeto material directo de la caridad son Dios, noso-


tros mismos, y el prójimo; Dios como objeto principal , nosotros
y el prójimo como objetos secundarios.
b) Objeto material indirecto de la caridad son todos los
bienes creados, ordenables a la gloria de Dios (o sea todas las
cosas menos el pecado).

(56) « Ponebat enim Empédocles quod amicitia et discordia sunt pri-


ma rerum moventia; amicitiae autem proprium est quod ex multis faciat
unum, discordiae vero quod ex uno faciat multa » {In I Physicorum, lec. 1,
n. 4 en la ed. leonina). Vide In XII Metaph., lec. 12; In III De anima ,
lec. 3; In De cáelo et mundo , 3, 6; Contra Gentiles , II, 41, etcétera.
(57) Contra Gentiles , IV, 54.
(58) Sigo la exposición de S. M. Ramírez en la obra citada, pp. 76-325.
Vide S. Thomas, De caritate , art. 1 y ss.; I-II, 65, passim.

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390 Marcos F. Manzanedo, O.P.

c) Objeto formal terminativo de la carid


Bien Sumo y como bienaventuranza objetiva
d) Objeto formal motivo de la caridad es
dad sobrenatural del mismo Dios.

Propiamente hablando, hacia sí mismo se puede tener am


pero no amistad.
De todos modos, el amor y la amistad con otros provien
del amor a sí mismo (como explica Aristóteles).
Así pues, uno puede y debe amarse a sí mismo con amor
de caridad, en cuanto que ésta significa el amor a Dios que se
extiende a todas las creaturas (59).
Ya sabemos que la amistad no es propiamente una virtud,
sino algo consiguiente a la virtud. El hombre virtuoso debe amar
especialmente a los semejantes a él. Con la caridad Dios nos
eleva sobre nuestra naturaleza, haciéndonos semejantes a él y
amigos suyos. En este sentido la caridad es una virtud, e incluso
la máxima virtud (60).
El « orden de la caridad » debe ser el siguiente: 1) el amor
a Dios; 2) el amor de sí mismo (en cuanto al alma); 3) el amor
al prójimo (superior al amor de nuestro cuerpo); 4) entre los
prójimos debemos amar primariamente a los mejores y a los
más cercanos a nosotros (los más familiares, los más necesita-
dos, etcétera) (61).

6. Sujetos y objetos de la amistad

Sólo pueden ser sujetos y objetos de la amistad (amigos


que aman, y amigos que son amados) los seres racionales o las

(59) De caritate , 7 ad 11. «Licet amicitia sit communicatio ad alterum


sicut iustitia, tamen amor non de necessitate est ad alterum, qui [amor]
sufficit ad rationem caritatis » ( Ibidem , ad 12). Vide Aristoteles, Ethica
Nic., IX, 8, 1168b.
(60) Cf. De virtutibus in communi, 5 ad 5; De cantate, 2 ad 8. « Caritas
est amicitia; sed aliquid addit supra ipsam, scilicet determinationem
amici, quia est AMUCITIA AD DEUM, qui omnibus est pretiosior et ca-
rior » (In III Sent., d. 27, q. 2, a. 1).
(61) Vide II-II, 44, 8 ad 2. Debe sacrificarse al amor amistoso todo
(menos la virtud).

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La amistad según Santo Tomás 391

personas. Esto se deduce claramente de lo dicho antes acerca


de la amistad propiamente dicha.
Los seres carentes de conocimiento y de afectividad (mine-
rales y plantas) son incapaces de verdadero amor. Además, sólo
pueden ser amados con amor de concupiscencia.
Los animales irracionales pueden amar verdaderamente di-
versas cosas. Pero obran siempre determinados por el « juicio
natural » o por el instinto, y nunca actúan con voluntad libre
(pues carecen de ella). Sólo de ese modo (o sea, en el plano
sensitivo-istintivo) pueden amar y corresponder a quienes los
tratan bien. En este sentido decimos que los animales se aman
unos a otros, y que « el perro es amigo del hombre ».
La amistad sólo puede referirse o tener como objeto las
« creaturas racionales », es decir los seres dotados de intelecto
y de voluntad. Porque hacia ellas puede darse la benevolencia
propiamente dicha, siendo además posibles la correspondencia
en el amor ( redamado ) y la comunicación en las actividades
vitales que implican vivir bien o vivir mal según la fortuna y
la felicidad.
Las creaturas irracionales son incapaces, propiamente ha-
blando, de amar a Dios y de participar en la vida propia de Dios.
Así pues, Dios no ama a dichos seres con amor de amistad,
sino con un amor especial, semejante al « concupiscente » ( amore
quasi concupiscentiae ), en cuanto que los ordena a las creaturas
racionales, y finalmente a sí mismo. Dios obra así, no por necesi-
dad o interés, sino por su bondad y por nuestra utilidad (62).
Estrictamente hablando, la amistad no puede tener como
objeto proprio las virtudes , ni otras clases de accidentes. Ante
todo, porque los accidentes no tienen entidad ni bondad por sí
mismos, sino por los sujetos o las sustancias en que radican.
Si queremos alguna perfección, la queremos siempre para algún
sujeto o sustancia. En segundo lugar, porque toda amistad im-

(62) Summa theol., I, 20, 2 ad 3. « Per amicitiam amatur uno quidem


modo amicus ad quem amicitia habetur, et alio modo bona quae amico
optantur. Primo autem modo nulla creatura irrationalis potest amari »
(II-II, 25, 3). « Amicitia caritatis se extendit ad ilia sola quae nata sunt
habere bonum vitae aeternae » ( Ibidem , ad 3).

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392 Marcos F. Manzanedo, O.P.

plica alguna « sociedad » o comunicación, en


se aman mutuamente y conviven juntos (y es
así se atribuye siempre a las sustancias).
Ciertamente podemos desear diversos accide
perfecciones) para nosotros y para otras pe
amor concupiscente, que se ordena al amor d
palmente amado. En este sentido podemos qu
nuestros amigos, y así también podemos ama
amor de caridad (63).
Lo dicho sobre el amor a los accidentes es t
al amor de los seres sustanciales « irracionales
(minerales, plantas y animales brutos).
Todos estos seres son verdaderos sujetos de
Pero no pueden participar con nosotros en la
humana. Estrictamente hablando, no tenemos hacia ellos amor
de benevolencia, ni tampoco convivencia o concordia en cuanto
al querer y al obrar.
De modo que no podemos amar a los seres irracionales con
caridad en cuanto que ésta significa « amistad ». Sólo podemos
amarlos con caridad en cuanto que los queremos con amor de
« concupiscencia » ordenado al amor amistoso (í4).
La caridad es ima amistad especial, y es amada mediante la
misma caridad. No es amada en sí misma, sino como un bien
(accidental) querido para nosotros mismos y para otros.
Lo mismo debe decirse de otros virtudes, y también de la
felicidad (ÍS).
La comunicación es un elemento esencial en la amistad. Esa
comunicación exige alguna igualdad (al menos proporcional)
entre los amigos.
Por ese motivo no puede darse verdadera amistad entre

(«) In III Sent., d. 28, q. 1, a. 1.


(64) Ibidem , ad 5. « Possunt tamen diligi [entia irrationalia] ex cari-
tate sicut ea ad quae amor quem caritas includit, terminatur, qui est
amor concupiscentiae; sicut amicus amat possessiones et alia sui amici,
non tamen ad ea amicitiam habet » (lugar citado).
(65) II-II, 25, 2. « Amicitia caritatis se extendit ad ilia sola [subiecta]
quae nata sunt habere bonum vitae aeternae » (. Ibidem , 3 ad 3). Véase
S. M. Ramirez, op. cit., pp. 146 y ss.

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La amistad según Santo Tomás 393

personas « muy distantes » o muy diversas, y q


llegar a cierta « igualación » y convivencia.
De ahí que sea imposible, formalmente hablan
entre Dios y los hombres, entre el rey y los súb
libre y el esclavo, entre el muy sabio y el muy
muy virtuoso y el muy vicioso (66).
Pero incluso en esos casos es posible la verdad
si se establece alguna forma de igualación y de
vital entre dichas personas.
Así los hombres puede llegar a tener amistad
caridad) mediante la gracia divina, que en cierto
niza. La experiencia muestra que tiambién, en alg
pecial (como hombres, como conciudadanos, etc
amigos las personas muy desiguales o muy distan
social, científico, virtuoso, etcétera.
Ya sabemos que la caridad es una « amistad so
entre Dios y el hombre. En ella amamos a Dios
pal) por sí mismo, y a otros seres (objetos secund
a Dios.
Toda amistad tiene como objeto primario el bien que cons-
tituye la base de la comunicación amistosa.
La « comunidad política » se refiere principalmente al « prín-
cipe » o al jefe supremo de la ciudad. La amistad de la caridad
mira principalmente a Dios, que constituye el primer principi
de la comunicación en la felicidad perfecta. De modo que a Dios
lo amamos como a fuente o principio primero de la felicidad,
y al prójimo como comparticipante (con nosotros) de la misma
Amamos a Dios con « amor concupiscente » en cuanto que
queremos disfrutar de su presencia. Pero lo amamos más con
« amor amistoso » que con amor de concupiscencia, pues Dios
es un bien más perfecto que la fruición del mismo. De modo que,
absolutamente hablando, a Dios lo amamos por caridad más que
a nosotros mismos (67).

(66) Cf. Aristoteles, Ethica Nic., VIII, 9, 1158a-1159b. Véase el comen-


tario tomista. Ibidem, lec. 7.
(67) Summa theo!., II-II, 26, 2, corpore et ad 3.

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394 Marcos F. Manzanedo, O.P.

Nótese que la caridad pide que el hombre se


mo más que al prójimo (en el orden espiritual). Y por eso no
debemos cometer pecados para librar de ellos a otras personas (68).
Para entender bien esto debemos hacer algunas distinciones.
El hombre debe amarse a sí mismo, más en cuanto a su
naturaleza espiritual que en cuanto a su naturaleza corporal .
Debemos amar más los bienes « interiores » que los « exte-
riores ». Todas las obras virtuosas son bienes de orden interior
o espiritual.
Los bienes exteriores los debemos desear y procurar más
para los amigos que para nosotros mismos (así lo exige la virt
que es el sumo bien humano). En cuanto a los bienes interiores
o espirituales sucede lo contrario: los debemos desear y procu-
rar ante todo para nosotros mismos. Y esto es aplicable también
a evitación de los males corporales y espirituales (69).
La caridad nos obliga a amar a todos los hombres, deseán-
doles a todos la felicidad eterna. Pero debemos amar más a los
más cercanos a nosotros (como los consanguíneos), o más cer-
canos a Dios (como los santos) (70).
Sumariamente poremos decir que la caridad exige el amor
a Dios y al prójimo, a nosotros mismos y a nuestro cuerpo. Todo
ello según el orden indicado al final del párrafo anteriori71).
Sólo Dios debe ser amado como fin último. En la amistad
virtuosa (y sobre todo en la caridad) amamos al prójimo como
a un bien en sí, y no como un bien para nosotros ( volumus il

(68) Ibidem, q. 26, a. 4.


(69) In III Sent., d. 29, q. 1, a. 5. Esta doctrina es clara en el orden
especulativo. Pero en la vida práctica es difícil distinguir entre el hombre
interior y el exterior, entre los bienes espirituales y los corporales. En
la Biblia se dice simplemente: « Amarás a tu amigo (o a tu prójimo)
como a ti mismo ». Vide Lev . 19, 8; Deut. 6, 5; Mat. 22, 37; Marc. 12, 30;
Luc. 10, 27, etcétera.
(70) Cf. II-II, 26, 6-7. Sobre los grados de amor entre los casados y
entre los diversos consanguíneos, véase lo dicho en el párrafo anterior
(división de la amistad).
(71) « Et ideo quatuor sunt ex caritate diligenda, scilicet Deus, proxi-
mus, nos et corpus nostrum» (In III Sent., d. 28, q. 1, a. 7). « Dilectio
suipsius intelligitur quantum ad ea quae ad animam pertinent » (Ibidem,
ad 4). Opinio que es algo artificiosa esta distinción entre el cuerpo y
el alma del hombre.

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La amistad según Santo Tomás 395

bonum, non ipsum nobis). Pero en la amistad


la utilitaria el amigo es amado como un bien
en cuanto que nos procura deleite o utilidad (72).
La suprema felicidad creada o nuestra fruición de Dios (fe-
licidad subjetiva) sólo es amada con amor concupiscente. Este
amor deber ser ordenado al mismo Dios (felicidad objetiva),
como nosotros mismos nos ordenamos a Dios. Pero es verdad
que nuestra felicidad última es lo que más deseamos ( concu
piscimus) para nosotros (73).
La caridad cristiana nos obliga a amar a nuestros enemig
¿Es esto posible? Debemos distinguir. El enemigo no puede
objeto de dilección en cuanto enemigo; pero sí puede y deb
serlo en cuanto hijo de Dios o por orden a él.
Más aun, debemos odiar el odio de nuestros enemigos, y
desear que nos amen.
Amar a amigos y enemigos es más perfecto (e indicativo
una caridad más perfecta) que amar solamente a los amigos
(como hacen los paganos).
Considerando los diversos actos absolutamente, es más per-
fecto amar al amigo que amar al enemigo, y el amor a Dios es
superior al amor de los amigos (pues el amor divino es el motivo
de amar a amigos y enemigos). Pero amar a los enemigos mues-
tra que el hombre tiene una caridad más perfecta (más dispuesta
al sacrificio por amor a Dios)(74).
¿Puede haber amistad entre los hombres y los ángeles? Es
necesario distinguir: no son posibles la comunicación ni la amis-
tad en el orden natural (en cuanto a la vida natural); pero sí son
posibles en el plano sobrenatural (en cuanto a la vida de la gra-
cia), pues todos ellos pueden ser compartícipes de la misma

(72) De suyo el amar al amigo es superior al amar al enemigo , pues


aquél es más digno de amor (por lo mismo es peor odiar al primero
que odiar al segundo). En algún sentido es más perfecto el amar al ene-
migo, pues éste amor sólo está motivado por el amor de Dios, y muestra
claramente la intensidad de nuestra caridad. Vide In III Sent., d. 30,
a. 3; a. 4 ad 4; De caritate , 8; Ibidem, ad 16; II-II, 27, 7, per totum. Véase
S. M. Ramirez, op. cit., 252-254.
(73) Cf. In IV Sent., d. 49, q. 1, a. 2, qa. 1 ad 3.
(74) Ibidem, ad 6 et ad 17.

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vida divina. Esta amistad especial se denom


Con los « demonios » o con los ángeles m
la amistad propiamente dicha, porque no pu
nosotros en el plano natural ni en plano sobrenatural de la
gracia.
Análogamente no podemos amar con amor caritativo a los
hombres condenados a las penas eternas (damnati), pues eso
sería obrar contra la divina justicia (76).
La cuestión de la amistad con las « almas del purgatorio »
y con los bienaventurados del cielo no ofrece alguna dificultad:
los debemos amar en cuanto compartícipes (en mayor o menor
grado) de la vida divina de la gracia (77).
La amistad virtuosa o perfecta sólo puede darse entre los
hombres buenos. Pero la amistad deleitable y la utilitaria pueden
darse entre todas las clases de hombres (78).
Los hombres « malos » o perversos no pueden tener concor-
dia o convivencia pacífica ni consigo mismos ni con otras per-
sonas. Son agitados por deseos contrarios (de orden corporal
y de orden espiritual), y así viven en continua lucha interna. Se
sienten obligados a buscar la compañía y el coloquio con otros
hombres para olvidarse de sus males. No son verdaderos amigos
ni de sí mismos ni de otras personas (79).
Las amistades dependen además de factores varios, como

(75) In III Sent., d. 28. a. 1. a. 3.


(76) Vide II-II, 25, 11, per totum. « In peccatoribus ex caritate debe-
mus diligere náturám, peccatum odire... Náturám daemonum ex cantate
diligere possumus inquantum scilicet volumus illos spiritus in suis natu-
ralibus conservan ad gloriam Dei» (II-II, 25, 11). Véase In III Sent.,
d. 28, q. 1, a. 5.
(77) Los condenados no amarán en el infierno a quienes amaron desor-
denadamente en este mundo, pues la amistad de los malvados se basa
en el Ínteres, v cesa con él (cf. In IV Sent., d. 50, q. 2, a. 1, qa. 4 ad 2).
(7») In VIII Ethic., lec. 4.
(79) In IX Ethic., lec. 4. Santo Tomás sigue en esto la doctrina aristo-
télica (un tanto « maniquea ») de la distinción entre hombres buenos y
hombres malos. Es una distinción insegura. También en los buenos se
dan (aunque en menor grado) algunos malos deseos, así como una lucha
interior entre tendencias contrarias. Esto aparece ya en la Biblia (cf. Gal.
5, 17; Rom. 1, 15), y más claramente en la Psicología moderna.

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La amistad según Santo Tomás 397

son la edad (hombres jóvenes o viejos), el carácter


o severos), la virtud (virtuosos o viciosos), la condición socio-
económica (libres o esclavos, ricos o pobres...).
Los hombres jóvenes suelen ser alegres, optimistas, gene-
rosos y abiertos a los demás. Fácilmente surge entre ellos la
amistad deleitable (pues están muy inclinados a los placeres),
y con facilidad cambian de amigos (porque son inestables en
sus ideas y afectos) ( 80 ).
Muy distinta es la actitud de los ancianos ante la amistad.
Han sufrido muchos desengaños, y por eso suelen ser solitarios
y desconfiados, suspicaces y pesimistas. Por el mismo motivo
tienden a ser tristes y prácticos. De ahí que ordinariamente
tengan pocos amigos, y que busquen especialmente la utilidad
en la amistad (81).
« Los jóvenes gozan mucho coloquiando y fácilmente aceptan
lo que dicen otros, y así con facilidad se hacen amigos. Lo cual
no sucede en los ancianos..., ni tampoco en los hombres severos
o adustos. De modo que los ancianos y los severos pueden ser
benévolos, pero no se hacen verdaderos amigos » (82).

Los hombres virtuosos son los más amados, y los que tienen
más y mejores amigos.
Entre los virtuosos son alabados máximamente los hombres
« liberales » o generosos. Estos no son considerados como los
mejores, pero sí como los más útiles. Así pues, los liberales so
los más amados, no absolutamente y con amistad virtuosa, sin
relativamente y con amistad utilitaria. Resultan útiles en cuan

(80) Cf. In VIII Ethic., lec. 3.


(81) Vide Ihiclem. « Ñeque etiam senes ñeque severi, id est homines
austeri in verbis et convictu, videntur esse amativi , hoc est apti ad amici-
tiam, propter hoc scilicet quod non sunt apti ad amicitiae actum qui est
convivere » (In VIII Ethic., lec. 5).
(82) In VIII Ethic., lec. 6. « In senis parum est amicitiae, quia amor
nutritur per convictum; nullus autem vult diu convivere cum tristibus;
senes autem sunt tristes, et ideo non est cum eis amicitia; item quia
senes diligunt propter utilitatem tantum, sicut iuvenes propter delega-
bile » (In Ep. ad Titum, 2, lec. 2). Esto último es exagerado; sería mejor
decir que los viejos aman principalmente por la utilidad, y los jóvenes
por el placer.

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398 Marcos F. Manzanedo, O.P.

a los bienes exteriores, que suelen ser los más


hombres, y por ese motivo suelen ser también los más famo-
sos (").
En su comentario a la Etica Nicomaquea, Santo Tomás ex-
plica la doctrina aristotélica de que el señor no puede tener
amistad con el siervo en cuanto tal (por la excesiva superio-
ridad del primero sobre el segundo), pero sí puede tenerlo como
amigo en cuanto hombre (pues en cuanto hombres todos somos
semejantes (M).
En su Exposición de la Carta a Filemón, el Aquinate explica
la doctrina cristiana de que el siervo debe ser tenido como
amigo en el afecto, y que el siervo fiel debe ser considerado
como verdadero amigo (8S).

7. Las causas de la amistad

Causa remota de la amistad es la índole social del hombre.


El cual es naturalmente un « animal político ». Está inclinado
e incluso necesitado de asociarse amistosamente con otros para
desarrollar bien su propia naturaleza corporal y espiritual. So-
bre esto insistiremos después al hablar sobre la necesidad de
la amistad (w).
Pero ningún hombre puede ser igualmente amigo de todos.
Necesita elegir o aceptar libremente algunos pocos, con los cuales
podrá establecer una relación habitual de convivencia especial,
llamada amistad (benevolencia mutua conocida y compartida).
Opino que las causas próximas de la amistad se pueden re-
ducir a dos: la semejanza y la complementariedad. Al hombre
semejante a nosotros (en uno o en varios planos) lo considera-
mos como « otro yo » (como verdadero amigo) cuando unidos
con él nos sentimos complementados y enriquecidos mutua-

(83) Cf. II-II, 117, 6 ad 3; In IV Ethic., lec. 1.


(84) In VIII Ethic., lec. 11.
(85) In Ep. ad Philemonem, pròlogo.
(88) Los antiguos decían: « Homo homini naturaliter amicus », y los
modernos afirman que « para el hombre vivir es convivir ».

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La amistad según Santo Tomás 399

mente. Así podemos llegar a sentirnos como « un


cuerpos », como « dos mitades de la misma alma » o de la
misma persona, etcétera. Creo que esos proverbios confirman
lo dicho acerca de las causas próximas de la amistad.
Es claro que las diversas clases de amistad (virtuosa, utili-
taria, deleitable...) tienen sus especiales causas próximas (seme-
janza y complemento en la virtud, en la utilidad, en el deleite...).
La bondad y la belleza (tanto corporal como espiritual) de
las personas nos inclinan a amarlas, y así puede surgir la bene-
volencia mutua, y finalmente la comunicación y la amistad (87).
Cuando observamos que alguien nos quiere bien, natural-
mente surgen en nosotros la gratitud y la benevolencia hacia
esa persona. Y algunas veces ese amor llega a convertirse en
amistad mediante la comunicación vital o la convivencia (88).
Toda amistad se funda en alguna comunicación. La seme-
janza es, de suyo, causa de amor; y la amistad « recta » o virtuosa
se fundamenta en la semejanza y en la comunicación en el bien
honesto (como otras clases de amistad se basan en otras formas
de semejanza y de comunicación) (89).
En el « amor de amistad » la semejanza es siempre causa
de amor. Pues amamos a alguien en cuanto que formamos alguna
unidad con él, y la semejanza es una forma de unidad.
En el « amor de concupiscencia » (tanto útil como deleita-
ble) la semejanza puede ser causa de separación y de odio. Así
sucede cuando surge la « rivalidad » entre los personas, que se
creen perjudicadas por quienes desean los mismos bienes que
ellas. Lo cual es muy común entre los avaros y entre los sober-
bios , que consideran a sus semejantes como rivales y como
enemigos (90).

(87) « Fama est dispositio ad amicitiam, et infamia ad inimiciam »


(II-II, 74, 2).
(«s) Vide MI, 36, 3 ad 3; II-II, 106, 1 ad 3; C.G., 4, 54.
(89) In Ioannem, 13, lec. 7. « Amicitia naturalis fundatur super actum
naturalem, et hic est generatio vel coniunctio maris et feminae; domestica
vel oeconomica super affinitatem » {In Mat., 10, hacia el fin).
(90) Cf. In Ioann., 15, lec. 4. « Simile per se loquendo est amabile;
habet autem odii per accidens, inquantum impeditivum proprii boni »
{In VIII Ethic., lec. 1). Lo semejante es de suyo amable; lo contrario
sólo es amable en cuanto medicinal {Ibidem).

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400 Marcos F. Manzanedo, O.P.

El deleite, y sobre todo el deleite carnal, es causa de la


amistad deleitable a modo de causa final. En la misma amistad
la « visión » de una persona amable suele ser el principio del
movimiento amistoso que nos lleva a desear disfrutar de su
presencia (91).
En la línea de la amistad virtuosa lo que fomenta la virtud
favorece la amistad, y viceversa ( 92 ).
Frecuentemente la semejanza es « hacedora y conservadora »
de la amistad. Se da máximamente entre los hombres virtuosos,
los cuales no pecan ni permiten que pequen sus amigos. Pues
en la amistad virtuosa no se da oposición o contrariedad, sino
máxima semejanza (93).
Toda amistad cesa cuando cesan las causas de la misma:
la semejanza o la complementariedad, la benevolencia mutu
la comunicación benéfica...

8. Necesidad de la amistad

Entre las que podríamos llamar « propiedades d


tad » figura en primer lugar su necesidad .
La amistad es absolutamente necesaria para la felicidad
humana en esta vida terrenal.
Es el más excelente de los « bienes exteriores ». Sin amigos
ni siquiera el hombre más rico ni el más perfecto podría ser
feliz.
Estimamos mucho el honor y la buena fama, porque esto
nos concilia la amistad con otros hombres. La amistad es su-
perior al honor, y el ser amado es mejor que el ser honrado,
como explica bien Aristóteles (94).

(9i) Vide I-II, 31, 6 ad 3.


(92) Cf. II-II, 106, 1 ad 3.
i93) Véase In VIII Ethic., lec. 9.
(94) Vide II-II, 74, 2; Aristoteles, In VIII Ethic., cap. 1 y 8 (1155a,
1159a). « Inter mundana omnia nihil est quod amicitiae dignae praeferen-
dum videatur. Ipsa enim est quae virtuosos in unum conciliât, virtutem
conservât atque promovei...; ipsa est quae maximas delectationes affert,

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La amistad según Santo Tomás 401

En algún modo la amistad se puede reducir a la


la justicia, en cuanto que ambas implican ciertas re
porcionales entre diversas personas.
Entre todos los bienes exteriores el más perfecto
tad. Tanto es así que ninguna persona sensata eligiría tener
todos esos bienes a costa de carecer de amigos.
Es necesaria la amistad en todos los estados y condiciones
del hombre mortal.

a) Los ricos y poderosos tienen necesidad de los amigos:


ante todo para el uso y disfrute de los bienes externos, así como
para ejercer la beneficencia; además necesitan de la ayuda de
los amigos para conservar sus riquezas.
b) Los pobres y necesitados encuentran en los amigos
ayuda y consuelo.
c) Los jóvenes tienen necesidad de verdaderos amigos;
éstos les ayudarán a pasar agradablemente el tiempo y a practi-
car las virtudes, sin caer en el desánimo y en los vicios.
d) Los ancianos tienen muchas deficiencias, y por eso ne-
cesitan especialmente del apoyo de buenos amigos.
é) Los hombres maduros pueden ser más fuertes y per-
fectos con la ayuda de los amigos (como lo muestra la expe-
riencia).
Es natural y necesaria la amistad entre todos los hombres.
Los legisladores deben promover la justicia, y todavía más la
amistad, favoreciendo así la concordia y el progreso de la « ciu-
dad » o de la nación (95).
El hombre es naturalmente social, y no puede ser feliz vi-
viendo solo o aislado de los demás. Quien es afortunado necesita
de amigos para hacerles beneficios, y quien es infortunado ne-
cesita de ellos para ser ayudado.

in tantum ut quaecumque delectabilia in taedium sine amicis vertantur »


(De Regno, I, 11, Opuse. Philos., ed. J. Perrier, 248).
(95) Cf. In VIII Ethic., lec. 1. « De amicitia non solum considerandum
est quod est quoddam necessarium humanae vitae, sed etiam quod est
quoddam bonum, id est laudabile et honestum » (Ibidem, circa finem).

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402 Marcos F. Manzanéelo, O.P.

Nótese que el hombre feliz no tiene ninguna


la amistad utilitaria; pero necesita los « amigos d
las diversiones « honestas ».
Todos tenemos necesidad de la amistad virtuosa , pues de-
bemos deleitarnos en las obras de la virtudes, y compartir el
gozo y el dolor con los amigos. Porque el amigo es otro yo, y
entre los amigos todas las cosas deben ser consideradas como
comunes.

El convivir amigablemente ayuda al obrar


las acciones propiamente humanas se puede
fectamente « en sociedad », o sea, en colabor
La amistad es especialmente necesaria en
aunque sea más laudable en los triunfos.
Los hombres llenos de tristeza siente aliv
de los amigos. Ante todo, porque el peso de
llevadero cuando se reparte con otro o con o
que la presencia del amigo es deleitosa (por
implica que nos estima), y es sabido que al v
disminuye la tristeza (97).
¿Que relación hay entre la amistad y la f
Aristóteles considera solamente la felicidad de este mun-
do (98).

a) En este mundo sólo es posible una felicidad imper-


fecta. En ella no son necesarias la amistad utilitaria (porque
el hombre feliz no necesita ninguna ayuda material), ni la amis-
tad deleitable (pues le basta el deleite del bien obrar); pero sí
es necesaria la amistad virtuosa para la mutua ayuda, tanto
en la vida contemplativa como en la activa.

(96) Vide In IX Ethic., lec. 10. « Solus homo non potest bene gaudere
de aliquo, sed [potest] quando amicos habet secum, participes illius boni
...Hoc enim est proprium amicorum gaudere de bono amici, nec facile
homo dimittit quos diligit » (In Ps. 5, 4). Los tiranos más crueles sienten
necesidad de la amistad, como se ve en la historia de Dionisio, tirano de
Siracusa. « Nec est alicuius tyranni tanta crudelitas, ut amicitia non de-
lectetur » (De Regno, I, 10-11). Cf. Ibidem, IV, 22 (escrito atribuído a
Tolomeo de Lucca).
(97) Cf. In IX Ethic., lec. 19.
(98) Ethica Nic., IX, 4, 1169b.

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La amistad según Santo Tomás 403

b) En la felicidad perfecta del cielo (in patria


lutamente necesaria la compañía de los amigos (por
ces el hombre será esencialmente perfecto y feliz
y el amor de Dios); pero la compañía de otros aña
bre bienaventurado » una perfección accidental ("
En la sociedad humana es indispensable la amistad con
muchas personas y según múltiples niveles.
A la promoción de esa amistad ayudan mucho los enlaces
matrimoniales entre personas de diversos grupos, enlaces que
deben ser favorecidos por las leyes civiles (100).

9. Otras propiedades de la amistad

Entiendo el término « propiedad » en sentido am


que es típico de la amistad, o de algunas formas de
y no constituye su esencia (que consiste en ser un a
volente, mutuo y compartido).
Resumidamente podemos decir que lo más típico de los
amigos (de quienes se aman mutua y conscientemente) es la
identificación afectiva . La cual los mueve a compartir su vida
(pensamientos, afectos, conversación, ayuda mutua, etcétera) ( 101 ).

(") Vide I-II, 4, 8; In IX Ethic., lec. 11; S. Augustinus, De Genesi


ad litteram, 8, 3, PL 34, 399. En el cielo el gozo común hace mayor el
gozo individual de los bienaventurados. Así lo explica el Aquinate: « Qui-
libet habebit omnia bona cum omnibus beat is; nam quilibet diliget alium
sicut seipsum; et ideo gaudebit de bono alterius sicut de suo; quo fit ut
tantum augeatur laetitia et gaudium unius quantum est gaudium omnium »
(In S-vmbolum Avostolorum. 12. Opuse. Theol., ed. Verardo, II. 2 17).
(10°) Cf. Contra Gent., III, 125. Las leyes positivas suelen prohibir el
incesto y la endogamia para favorecer la amistad entre los diversos
grupos y familias (véase IUI, 154, 9).
(101) « Et dicit [Aristoteles] quod nihil est proprium amicorum sicut
convivere... Nam morari simul per diem, id est per aliquod longum tem-
pus cum amicis appetunt etiam beati, id est homines in bonis abundantes,
quibus non convenit quod sint solitarii. Nec possunt simul homines ad
invicem conversari, si non sint sibi mutuo delectabiles et non gaudeant
in eisdem » (In VIII Ethic., lec. 5). « Maxime proprium amicitiae est con-
vivere amicis, ut Philosophus dicit in Nono Ethicorum [12, 1171b]... »
(Summa theol., Ill, 75, 1). Vide In IX Ethic., lec. 14; Contra Gent., IV, 21.

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404 Marcos F. Manzanedo, O.P.

La amistad implica amar y ser amado. A


nevolente y desinteresado es algo activo, y m
cífico que el mero hecho de ser amado . Tod
nes aman a otros, incluso cuando no son amados. Y decimos
que el amor más perfecto es el de las madres, pues éstas aman
a sus hijos aunque no sean amados por ellos ( 102 ).
En todo amor, y sobre todo en el amor amistoso, se da cier-
ta unión afectiva entre el amante y el amado. La unión afectiva
perfecta funda y manifiesta el amor de amistad (en el amor con-
cupiscente sólo se da una unión afectiva imperfecta). La unión
afectiva de los amigos tiende a la unión efectiva o real entre
los mismos. Pues los amigos aspiran a tener los mismos pensa-
mientos y afectos, y tienden a una « comunión » o comunica-
ción total.

« En el amor de amistad el afecto de uno sale complemen-


t amente fuera de sí [éxtasis], porque quiere el bien para el
amigo, y obra como lleno de cuidado y de solicitud por él » (,03).

La amistad virtuosa es la más perfecta , la más desinteresa-


da, la menos común, y la más duradera. Es menos perfecta la
amistad deleitable, y todavía menos la utilitaria. Esta última
es la menos perfecta, la más interesada, la más común, y la
menos duradera.
En el amor amistoso el amante está de algún modo en el
amado, en cuanto que se considera identificado con el mismo
( idem factus amato), mirando como propios sus sentimientos
y su voluntad, sus bienes y sus males (104).
El afecto amistoso debe producir los efectos correspondien-
tes. Y así la caridad cristiana (que implica amor a todos los

(102) Cf. Aristotkles, Ethica Nic., VIII, 9-10, 1159a. « Magis est pro-
prium amicitiae amare quam amari » (S. Thomas, Ibidem, lec. 8) .Véase
Santiago M. Ramirez, op. cit., 331. El cual escribe así: «La misma ley
debe buscarse en la caridad, y aun con mayor perfección y pureza, de
modo que busque antes y más amar que ser amada » (Ibidem).
(103) Summa theol., MI, 28, 3. Véase mi artículo Efectos y propiedades
del amor , en « Studium » 25 (1985) 428436; S. M. Ramirez, op. cit., 358-373.
(104) Vide I-II, 28, 2; Aristoteles, Ethica Nie., IX, 3, 1165b; Rhetorica,
II, 4, 1381a.

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La amistad según Santo Tomás 405

hombres) debe extenderse también a los humanamente conside-


rados como « enemigos » (105).
Conversar con los amigos resulta deleitable . Conocemos así
sus perfecciones o sus bienes, que consideramos como propios.
Es más fácil conocer a otros que conocerse a sí mismo. Por
eso nos deleitamos en conversar con los amigos, más que en
dialogar con nosotros mismos. Pero al hombre virtuoso también
le agrada conversar consigo mismo, reflexionando sobre sus
recuerdos, y pensando en sus esperanzas y en sus propósitos,
como dice Aristóteles (106).
Es propio de la amistad que el amante quiera cumplir los
deseos del amado, en cuanto que considera como propios su
bien y su perfección. Por lo cual se dice que los amigos tienen
el mismo querer (107).
De lo dicho se infiere que la verdadera amistad obliga a los
amigos a compartir los mismos gozos y penas, considerando
como propios los bienes y los males del otro. Con esa comuni-
cación los gozos resultan más intensos y las penas más lleva-
deras.
Esto último se debe a que la condolencia del amigo nos
consuela mucho, pues nos deleita con su presencia y hace más
llevaderas nuestras cargas (como ya explicamos antes) (108).
Nótese que la condolencia del amigo de suyo nos contrista
(pues vemos que sufre); pero no alegra y consuela en cuanto
muestra de un amor sincero (I09).

(l0S) Cf In III Sent., d. 30, q. 1, a. 2. Recuérdese el proverbio español:


« Obras son amores, que no buenas razones ».
(»06) Vide Ibidem, d. 29, q. 1, a. 5 ad 4.
(I07) Contra Gentiles, III, 95. « Est amicorum idem velie et nolle » (In
lob., 1, 21). « Secundum Tullium... amicorum est idem velie et nolle... »
(In I Sent., d. 48, q. 1, a. 3, arg. sed contra 2). Véase M. T. Cicero, De
inventione Rhetoricae, II, 55. Lo mismo se dice en De veritate, 23, 8, s.c. 2).
(»08) Cf. MI, 38, 3; Ibidem, ad 1; In Ep. ad Rom., 12, lec. 3; In lob.,
2, 12; In III Sent., d. 14, q. 1, a. 3 ad 2; In IX Ethic ., lec. 19; Aristoteles,
Ethica Nic., IX, 11, 1171a.
(»09) S. Theol., MI, 38, 3 ad 2; vide In Ep. I ad Thessal. , 2, lec. 2;
In IX Ethic., lec. 13. « Res amici inquantum raepresentat amicum amanti
delectabilis est; inquantum vero substractionem amici ad memoriam re-
ducit tristitiam habet » (In Ioannem, 20, 2).

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406 Marcos F. Manzanedo, O.P.

Debemos ser remisos en buscar el consue


amigo; pero solícitos en ofrecerle nuestro
auxilio. Así mostraremos que nuestro amor
teresado (no).
Los amigos se benefician unos a otros psi
el intercambio de ideas y afectos), y también
el intercambio de diversos bienes materiales). Además, en la
amistad virtuosa, los amigos también se benefician mutuamente
en el orden moral . Todo lo cual sirve para conservar y fomentar
la amistad.
Todas las formas de amistad se conservan y desarrollan
mediante el ejercicio de los actos amistosos, y especialmente
mediante la beneficiencia mutua (1U).
La recompensa ( recompensado ) por los bienes recibidos
debe medirse según la utilidad recibida (amistad utilitaria), se-
gún el placer obtenido (amistad deleitable), o según el afecto
del donante (amistad virtuosa) (112).
En la última amistad se busca más el bien del amigo que
el deleite de su presencia, y está uno dispuesto a hacer muchos
sacrificios por el amigo, renunciando a los propios intereses.
Lo cual no sucede en la amistad deleitable, y menos aún en la
utilitaria (I13).
El sacrificarse por el amigo tiene sus límites y condiciones,
porque el hombre debe también amarse a sí mismo, y no debe
pecar para librar al enemigo del pecado o de otros males (114).
Entre las « señales » o manifestaciones de la amistad figu-
ran la comunicación de los secretos, así como los abrazos y
los besos (115).

(1Jū) Véase In IX Ethic., lec. 13.


(ni) Vide II-II, 28, 1; 31, 1; 106, 1. A la amistad pertenece ayudar al
amigo en el orden de las virtudes, más que en el plano material (cf.
In IV Sent., d. 19, q. 2, a. 1 ad 6).
(112) Véase In IX Ethic., lec. 1; De maio, 13, 4 ad 5.
(»*) Cf. In III Sent., d. 27, q. 2, a. 1 ad 11; d. 29, q. 1, a. 5 ad 4;
d. 35, q. 1, a. 4, sol. 2.
(U4) « Detrimenta corporalia debet homo sustinere propter amicum...
Sed in spiritualibus non debet homo pati detrimentum peccando, ut
proximum liberei a peccato » (II-II, 26, 4 ad 2).
(115) « Amicitiae signum est quod amicus amico suo cordis secreta

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La amistad según Santo Tomás 407

Sufrir la muerte por el amigo es la señal m


la amistad . Pues la vida es el bien temporal q
más. Algunos hombres dieron la vida por sus
cristo murió por redimir a todos los hombre (
El celo ( zelus ) es muy distinto en el amor
y en el amistoso. En el primer amor el celoso busca el bien
propio (el propio placer, la propia utilidad, o el propio honor).
En el segundo amor el celoso defiende y promueve el bien de
la persona amada (117).
El amor sentido hacia el amigo es extensivo a las personas
y cosas vinculadas al mismo. « Los amigos de mis amigos son
mis amigos », dice un proverbio común. El afecto del amante
se fija principalmente en el sujeto amado, y desde éste se extien-
de a otras personas o a otros objetos. Propiamente hablando
la amistad es un amor que se extiende a otras personas. El
amor a sí mismo sólo puede llamarse amistad (o caridad), en
cuanto que nuestro amor a otros procede a modo de « seme-
janza » del amor a nosotros mismos (118).

« Cuando amamos a alguien por sí mismo {secundum se),


ese amor se extiende a los familiares, consanguíneos y amigos
del mismo en cuanto vinculados a él... En la caridad amamos
a Dios por sí mismo, y por motivo de Dios amamos a otros
seres, en cuanto ordenados o vinculados al mismo » (119).

Así pues, al amigo propiamente dicho lo amamos por sí

revelet. Cum enim amicorum sit cor unum et anima una, non videtur
amicus extra cor suum ponere quod amico révélât » (In Ioannem, 15,
lec. 3). Vide In III Sent., d. 27, q. 2, a. 1 ad 1; Contra Gent., IV, 21; In
Ps. 40, 7.
(116) Cf. Compendium theologiae, I, 221; In III Sent., d. 29, q. 1, a. 5
ad 5. « Quando aliquis vi tarn propriam corporalem propter amicum ponit,
non contingit ex hoc quod aliquis plus amicum quam seipsum diligat,
sed quia in se plus di ligi t bonum virtu tis quam bonum corporalem »
(Ibidem, ad 3).
(117) « Et secundum hoc aliquis dicitur zelare pro amicis quando si
quae dicuntur vel fiunt contra bonum amici, homo repellere studet » (I-II,
28, 4).
O**) In III Sent., d. 28, q. 1, a. 6.
(119) De caritate, 5 (cf. Ibidem, ad 11).

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mismo, y a otras personas o cosas las amamos « por exten-


sión » o por causa del amigo.
Tan intensa puede ser la dilección del amigo, que amemos
incluso a nuestros malefactores o enemigos por razón de nues-
tros amigos. De ese modo la caridad cristiana se extiende tam-
bién a los enemigos , a los que amamos en orden a Dios (objeto
directo y principal de dicha virtud) (12°).
Comparando entre sí las diversas formas de amistad cons-
tatamos que la amistad virtuosa es la más perfecta y la menos
común, la menos conflictiva y la más permanente. En ella se
ama a una persona por sí misma, y no por el placer o por la
utilidad que nos procura.
La amistad virtuosa es la más completa , pues además del
bien honesto implica también el deleitable y el útil. Es la más
duradera, porque la persona y el bien honesto son más durables
que las circunstancias personales y que los demás bienes. Es
rara o poco común, porque sólo puede darse entre personas
virtuosas, y éstas abundan poco. Además, porque se requiere
largo tiempo para que los virtuosos se conozcan, se amen y se
traten como verdaderos amigos (121X
Son más comunes la amistad deleitable y la utilitaria , por-
que se pueden extender a numerosas personas. Asimismo estas
amistades fácilmente se cambian o desaparecen. Todo esto por-
que se pueden dar entre diversas clases de personas (virtuosas
o viciosas), y porque el placer y la utilidad pueden extenderse
a muchos sujetos, y pueden variar mucho según múltiples cir-
cunstancias.
Nótese que la amistad deleitable es menos imperfecta que
la utilitaria , pues la primera (común entre los jóvenes) es má

(12°) IKLI, 23, 1 ad 2. « Amicitia honesti non habetur nisi ad virtuosům


sicut ad principálem personam; sed eius intuitu diliguntur ad eum at-
tinentes, etiam si non sint virtuosi. Et hoc modo caritas, quae maxime
est amicitia honesti, se extendit ad peccatores, quos ex caritate diligimus
propter Deum » C Ibidem , ad 3). El cristiano debe amar a los pecadores
porque vienen de Dios, y para que vuelvan a Dios (cf. In III Sent., d. 27,
q. 2, a. 1 ad 8).
(121) Vide In VIII Ethic., lec. 3-4.

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La amistad según Santo Tomás 409

semejante a la virtuosa, y la segunda (frecuen


cianos) es como un comercio o un « negocio »
El número de amigos debe ser más o meno
la amistad exige la benevolencia mutua y com
tiempo. Por eso la amistad propiamente dich
derse a muchas personas. Sólo puede extende
sonas la amistad « política » o de camaradería.
La limitación en cuanto al número de los
en la amistad virtuosa, que es la más exigent
calidad de la comunicación, así como la más p
amor. Por lo cual suele decirse que constituye un verdadero
tesoro (123).
Para la amistad deleitosa bastan pocos amigos. Porque los
amigos deleitables son como « un condimento de la vida », y
por ende no deben abundar mucho.
Tampoco debemos tener muchos « amigos útiles », porque
la abundancia de éstos nos puede esclavizar, exigiéndonos mu-
chos « compromisos sociales » y apartándonos de la actividad
virtuosa (exigida para la amistad auténtica y para la verdadera
felicidad) (124).
Es mala y dañina la amistad entre los hombres perversos .
Los malvados se deleitan máximamente en obrar juntos el mal,
y siendo inestables se hacen cada vez peores.
Es buena y benéfica la amistad de los virtuosos. Esta se
fomenta con conversaciones y con obras buenas. Además, es una
amistad permanente, en la cual unos se complacen y perfeccio-
nan con los buenos ejemplos de los otros (125).
Entre los « tiranos » y sus subditos la amistad es pequeña
o más bien nula. Los súbditos se sienten oprimidos injustamen-

(122) Cf. Ibidem , lec. 6.


(123) Aristóteles decía: « ¡Oh amigos!, non hay ningún amigo... Pre-
guntado qué cosa es el amigo respondió: "Un alma que habita en dos
cuerpos" » (Diógenes Laercio, Vidas de los filósofos más ilustres , trad,
esp., Madrid, 1946, 272 y 273) : « Quién halló un amigo, halló un tesoro »,
se dice en la Biblia ( Sirac , 6, 14).
(124) Cf. In IX Ethic., lec. 12.
(! 25) Véase Ibidem , lec. 14.

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te, de modo que no pueden amar a su opre


esperar ser amado por aquéllos.
Sí es posible la amistad entre los « reyes buenos » y sus
vasallos. Pues esos reyes muestran amar a sus súbditos, y éstos
los aman como a poderosos benefactores. Esa amistad es una
de las causas principales de la estabilidad y de la prosperidad
de un reino (126).

¿Cómo se rompen las amistades?

La amistad virtuosa es, de suyo, indisoluble o permanente,


como ya se explicó anteriormente.
Por el contrario, las demás amistades se « disuelven » o se
rompen fácilmente, sobre todo cuando se trata de uniones mixtas
o « desiguales »; pues entonces surgen múltiples disensiones que
llevan a la ruptura de la amistad.
Así sucede, por ejemplo, cuando el amante busca el deleite,
y el amado o la amada busca el dinero. Y también cuando uno
piensa recibir menor honor, utilidad o placer, del que él mismo
procura a su socio (127).
La presencia continua o frecuente del amigo ayuda a con-
servar la amistad. En cambio, la ausencia prolongada ( diuturna )
produce los efectos contrarios. Porque todos los « hábitos » se
forman, conservan y aumentan con el uso, y se debilitan con
el desuso (128).
Las últimas palabras ( novissima verba) que nos dicen los
amigos antes de alejarse (y especialmente antes de morir) nos
impresionan mucho, y las recordamos a modo de precioso le-
gado o testamento (129).
La muerte del amigo es más sensible que otros dolores mo-
rales, y nos incita más a llorar que otras penas mayores, que

(I26) Vide De Regno, I, cap. 20.


0") Cf. In IX Ethic., lec. 1-2.
(i28) Véase I-II, 48, 2 ad 2. « Unusquisque conservatur per suam cau-
sam; et ideo dicitur in proverbio quod multae amicitiae dissolvuntur ex
hoc quod unus non appellat et non colloqui tur et convivit alteri » (In
VIII Ethic., lec. 5). Vide Ibidem, lec. 13-14.
(129) Cf. In IV Sent., d. 14, q. 1, a. 3, qa. 3 ad 4; III, 73, 5.

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La amistad según Santo Tomás 411

nos afectan menos corporalmente (como es el d


pecados). Pero la facilidad mayor o menor par
también del «temperamento» de cada individu
No dolerse de la muerte de los amigos es se
zón duro o insensible; pero el hombre virtuoso
dolor y las expresiones del mismo »(131).

10. Relaciones de la amistad

Ya expliqué antes las relaciones de la amistad con la


bilidad », con la justicia, y con la caridad. Ahora sólo
algunas precisiones.
La amistad propiamente dicha no es una verdadera
aunque la « amistad virtuosa » suponga y acompañe a d
virtudes.
La afabilidad es una virtud aneja o vinculada a la justicia
como a virtud principal. Sólo se refiere a cosas externas: a tratar
bien a los demás de palabra y de obra(132).
La justicia es una virtud « cardinal » que obliga a dar a
cada uno lo que se le debe. Prescinde del amor in ter per sonai,
que es esencial en la verdadera amistad y en la caridad (I33).
La caridad es una virtud « teologal ». Consiste esencialmente
en la amistad sobrenatural entre Dios y el hombre (134).

(13°) Léase In IV Sent., d. 15, expos, textus, al fin. «Quia amans re-
putat amicum tanquam seipsum, malum ipsius reputat tanquam suum
malum; et ideo dolet de malo amici sicut de suo » (II-II, 30, 1). Véase
Aristoteles, Ethica Nic., IX, 4, 1166a.
(131) In lob, 1, 20. « Videtur autem Apostolus bene concedere tris tari
de mortuis, aliquid tarnen prohibere, ne scilicet inordinate tristentur »
(In Ep. ad Thes., 4, lec. 2).
(132) Léase la Summa theoL, IMI, 114, 1-2.
(133) Véase Ibidem, q. 23, a. 3 ad 1; q. 58, a. 1. « In iustitia commu-
tativa considera tur principali ter aequalitas rei; sed in amicitia utili con-
sideratur aequalitas utilitatis; et ideo recompensai io debe fieri secundum
utilitatem perceptam; in emptione vero secundum aequalitatem rei » (II-
II, 77, 1 ad 3).
(134) Vide MI, 65, 5; II-II, 23, 1; In I Ep. ad Cor., 13, lec. 1. « Quum
amicitia in quadam aequalitate consistât, ea quae multum inaequalia sunt

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Como el objetivo principal de las leyes h


cer la amistad entre los hombres, así el f
divina es el establecimiento de la amistad entre los hombres
y Dios(13S).
Nótese que la paz es causada por la justicia indirectamente,
en cuanto que ésta suprime lo que se opone a aquella. Pero es
producida por la caridad directamente; la caridad produce de
suyo la paz al unir las diversas voluntades mediante el amor(136).
La adulación es una falsificación de la amistad. El adulador
es un egoísta, un falso amigo, que nos alaba para engañarnos y
conseguir su propia utilidad.
A la virtud de la afabilidad se opone la adulación por exceso.
La detracción y la contradicción se oponen por defecto a la
misma virtud. La afabilidad tiende más a agradar que a contris-
tar, y por eso el « litigante » peca más contra ella que el adu-
lador (137).
En la « recompensa » por los beneficios recibidos es nece-
sario tener en cuenta la base de la amistad. Cuando se trata de
la amistad utilitaria el pago se debe hacer según la utilidad de
beneficio recibido. En la amistad honesta debe atenderse a la
voluntad o al afecto del donante. Y lo mismo debe hacerse en
la amistad deleitable (138).
Ya sabemos que la amistad implica siempre alguna « com
nicación » vital, y que las clases de amistad varían según la
clases de comunicación. Ahora bien, toda comunicación inter-
humana tiene alguna semejanza con la comunicación « políti-
ca » o interciudadana. Y es claro que la « política » o el gobierno
de la ciudad debe regular las diversas formas de comunicación
entre los ciudadanos: comunicación en la virtud, en el deleite,
en la utilidad...

in amici tia copulari non posse vielen tur. Ad hoc igitur quod familiarior
amicitia esset inter hominem et Deum, expediens fuit homini quod Deus
fieret homo, quia etiam naturaliter homo homini amicus est » ( Contra
Gent., V, 54).
(135) Cf. Summa theoL, III, 73, 5.
(136) Vide II-II, 29, 3 ad 3.
0") Cf. In X Ethic., lec. 4; IMI, qq. 115-116 (passim).
(US) vide II-II, 106, 5; q. 77, a. 1 ad 3 (cit. antes, en nota 133).

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La amistad según Santo Tomás 413

Entre el rey y los súbditos se da una amistad «


o de mayor « excelencia » por parte del benefactor
(pues los primeros en la escala social deben hacer
beneficios).
Análoga a esa amistad es la existente entre el pa
hijos (amistad paternal).
La amistad entre el esposo y la esposa es semejan
bierno « aristocrático », pues el primero es superio
la segunda. Sin embargo, los varones no deben mandar en las
cosas que son propias de las mujeres.
Cuando el esposo y la esposa son virtuosos, puede darse
entre ellos la « maxima amistad » humana , es decir, una amistad
que es al mismo tiempo virtuosa, deleitable y utilitaria. Además
esa amistad (como el mismo matrimonio) es de suyo indiso-
luble (139).
Debe notarse que la amistad entre los hermanos es afín a
la amistad de camaradería ( amicitia hetáirica), o sea es seme-
jante a la amistad entre los coetáneos. Esta forma de amistad
corresponde al régimen político llamado « timocratico », en el
cual gobiernan los más virtuosos.
La tiranía o la corrupción de la monarquía es el régimen
político más corrompido, y en ella nada hay (o casi nada) de
verdadera amistad.
El amo o el señor no puede ser amigo del siervo si lo con-
sidera como siervo; pero puede ser amigo del mismo si lo con-
sidera como hombre (o como igual en la naturaleza humana).
La « democracia » (corrupción de la « timocracia » según
Aristóteles) puede tener mucho de amistad, cuando en ella se
busca principalmente el bien de los « populares » o de los más
necesitados.
En la « oligarquía » (corrupción de la « aristocracia ») sólo
se da relativamente la amistad, porque en ella se atiende única-
mente al bien de unos pocos; no se atiende al bien de la multitud

(U9) « Gratiae recompensai io attendit magis affectum dantis, quam


effectum » (II-II, 106, 5).

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(como en la democracia), ni al bien de una sol


en la tiranía) (140).
Aristóteles opina que la amistad de los padre
es más perfecta que la de éstos hacia aquéllos.
motivos: a) porque los padres conocen mejor
la familia; b) porque el engendrado es como
prolongación del generante; c) porque el amor
hacia los hijos es anterior al de éstos hacia aqu
Opina también que las madres aman a los hijos más que
los padres . Ante todo, porque están más seguras de que son
hijos suyos. También porque los aman durante más largo tiempo.
Y todo esto a pesar de que la función generativa del padre es
más importante, pues en la generación animal la « materia »
viene de la madre, y la « forma » viene del padre ( 141 ).
Semejante o proporcional a la amistad entre los hermanos
es la amistad entre los consanguíneos (llamados también « pri-
mos hermanos »).
Entre el esposo y la esposa hay una « amistad natural ».
Porque el hombre es naturalmente un animal « político » o so-
cial, y la primera forma de sociedad es la conyugal. Además,
esta sociedad es la más necesaria, porque se ordena primaria-
mente a la procreación y a la cría de los hijos, que son funciones
comunes a todos los animales. Y como la familia es anterior
a la ciudad, sigúese que el hombre es un « animal conyuga
más que un « animal político ».
La amistad conyugal es a la vez deleitable y utilitaria : imp
ca delectación en las relaciones mutuas (especialmente en las
sexuales), y también utilidad para la « autarquía » o para la
suficiencia económica de la vida doméstica. Si ambos esposos
son « virtuosos », la amistad entre ambos será además honesta
o perfecta.

(140) Véase In VIJI Ethic., lec. 11.


(141) « Matres naturali ter plus diligunt filios propter tres rationes.
Primo quia magis laborant in eorum generatione; unde ponunt magis
ibi de suo. Secundo quia magis sciunt quod sunt filii sui quam patres.
Tertio quia statim natos secům tenent et nutriunt, non autem patres »
(In III Sent., d. 30, q. 1, a. 2).

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La amistad según Santo Tomás 415

La presencia de los hijos ayuda mucho a qu


trimonial sea firme y estable. De hecho los es
hijos suelen ser los que más facilmente se sep
El varón y la mujer deben convivir amistosa
dose mutuamente según las exigencias de la ju
mutuo, y según lo pidan las diversas circunstanc
Ordinariamente los padres aman más a sus h
versa . Lo cual se debe a que los primeros se sa
benefician más a los segundos. Es claro que lo más costoso es
también lo más estimado, y que los benefactores aman más a
sus beneficiados, que éstos a aquéllos (143).
De lo dicho se infiere que naturalmente el hombre ama más
al padre y a los consanguíneos de la línea paterna, que a la
madre y a los consanguíneos de la línea materna. También (se-
gún el orden de la naturaleza) ama más a los hermanos que a
las hermanas , pues los primeros imitan más al padre que las
segundas (144).
El parentesco implica una « amistad natural », y debe pre-
valecer en las cosas referentes a la naturaleza; pero la amistad
estricta o « electiva » debe prevalecer en todo lo referente a las
virtudes. Algunos autores dicen que la amistad es la mejor
forma de parentesco, en cuanto que el amigo es como un pariente
al que elegimos y por el que somos aceptados (145).
Nótese que la amistad guarda estrecha relación con la feli-
cidad . Ya vimos antes que nadie puede ser feliz sin tener algún
amigo. La felicidad ( beatitudo ) es amada como el bien supremo

(142) Cf. In VIII Ethic., lec. 12. « In hominibus mas et femina commu-
nicant non solum causa procreationis filiorum, sed etiam propter ea
quae sunt necessaria ad humanam vitam » (Ibidem). Nótese que Aristó-
teles, Santo Tomás y casi todos los antiguos opinaban que el macho
es esencialmente superior a la hembra (y el varón a la mujer); cosa
negada por la biología v la psicología modernas.
(U3) vide IT-II , 26, 12 (« Ut rum homo magis debeat diligere bene-
factorem quam beneficiatum »).
(M4) Véase In III Sent., d. 29, q. 1, a. 7 ad 4-5. Influído por los
prejuicios de su tiempo, el Aquinate no observó que es más frecuente
el caso contrario.
(,4S) Cf. IUI, 26, 6-8; M. T. Cicero, Laelius seu De amicitia, 6, 19.

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416 Marcos F. Manzanedo, O.P.

querido, y el amigo como un sujeto especial para el cual se


desea el bien. En este sentido todo hombre se ama a sí mismo
como a primer amigo. Mediante la caridad amamos a Dios com
a supremo amigo, según explican los teólogos (146).
Para la perfección esencial de la caridad podría bastar el
amor a Dios. Si sólo hubiera un alma humana unida a Dios con
amistad sobrenatural, esa alma tendría caridad y sería capa
de la felicidad eterna (aunque no podría amar al prójimo). Pe
dada la existencia de éste, es claro que el amor al prójimo se
sigue necesariamente del amor a Dios. De modo que la amistad
humana es algo que acompaña y complementa la felicidad por-
fecta(147).

11. Algunas observaciones

Recojo en este párrafo algunas observaciones import


que hace Santo Tomás sobre la amistad en sus diversos e
Es más propio de la amistad amar que ser amado. Y lo
mo debe decirse de la caridad (como ya explicamos ante
hecho en la amistad perfecta amamos al prójimo presci
de la « redamación » o del ser amados por él(148).

Explicaré brevemente la relación entre la unión y e


a) Hay una unión sustancial (una identidad) entre
jeto y el objeto del amor, y ésta es la causa de amarse a sí
b ) Respecto de las cosas distintas del sujeto puede
una unión accidental (unión de semejanza, de pertenenc
tera) que nos impulsa a amarlas.

(146) Vide I-II, 2, 7 ad 2. « Ex caritate magis debet homo diligere


Deum, qui est bonum commune omnium, quam seipsum; quia beatitudo
est in Deo sicut in communi et fontali omnium principio qui beatitudinem
participare possunt » (II-II, 26, 3). Ver S. M. Ramirez, op. cit., pp. 75 y ss.
(147) Véase MI, 4, 8 ad 3; In Symbolům Apostolorum , 12 (cit. en nota
99); Paul Philippe, obra cit. en la bibliografía final (passim).

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La amistad según Santo Tomás 417

ć) El amor mismo es esencialmente una « coaptación »


o unión afectiva .
Esta última unión se asemeja de algún modo a la unión
sustancial antes mencionada. Porque el amigo es considerado
como otro yo (en el amor amistoso), o como perteneciente
al yo (en el amor concupiscente).
d) Hay una cuarta unión, que es efecto del amor: la unión
real accidental con lo amado ( unión de presencia ), a la que
tiende siempre el amor(149).
La igualdad exigida en la amistad es solamente una igualdad
« proporcional » y no una igualdad cuantitativa o de « equipa-
rancia ». De modo que se debe amar y ser amado según las cuali-
dades y demás circunstancias de los diversos amigos.
Así por ejemplo, a Dios y a nuestros padres nunca podremos
darles el amor y el honor debidos ni corresponder con bienes
cuantitativamente iguales; bastará con que correspondamos se-
gún nuestras posibilidades (15°).
« La amistad implica cierta igualdad... La amistad intensa
no se refiere a muchas personas, como explica Aristóteles (151)...
Si la mujer tiene un solo esposo y el varón tiene varias esposas,
la amistad no será igual por ambas partes; no será una amistad
liberal, sino en cierto modo servil » (152).

Es necesario hacer una aclaración. La amistad es una unión


afectiva especial, y no implica una concordia total . Incluye c
cordia en cuanto a las cosas de importancia vital para los ami
gos; pero no en cuanto a los juicios y opiniones de poca impo
tancia práctica.

(148) Cf. In VIII Ethic., lec. 9; II-II, 27, 1 (véase Aristoteles, Ethica
Nic., VIII, 8, 1159a); In III Sent., d. 29, q. 1, a. 3 ad 3. « Diligimus enim
amicos, etiam si nihil nobis debeat inde fieri » (Ibid.).
(149) Vide I-II, 28, 1 ad 2. El Aquinate hace aquí un agudo análisis
de la unión entre el sujeto y el objeto del amor.
("O) cf. In III Sent., d. 29, q. 1, a. 1 ad 2; Ibidem, lib. IV, d. 15,
q. 1, a. 2.
(1S1) Ethica Nie., VIII, cap. 5, passim.
052) Contra Gentiles, III, 24. De hecho en la poligamia una mujer
es tratada como señora, y las demás mujeres como siervas.

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418 Marcos F. Manzanedo, O.P.

Así pues, puede darse verdadera amistad entre personas


con ideas y opiniones diversas en algunas materias. Pues, como
explica muy bien Aristóteles (153), la concordia ( homónoia ) pro-
pia de la amistad no es concordia de opiniones ( homodoxía ),
sino acuerdo o unión en cuanto a las voluntades y la convivencia.
También puede y debe darse la paz (la convivencia pacífica,
diríamos hoy día) entre personas con distintas opiniones, pues
para la paz basta el respeto mutuo de las personas y de los
valores primarios (154).
Entre los hombres virtuosos son fáciles la concordia y la
amistad, pues buscan el bien de los amigos y están dispuestos
a sacrificarse por ellos en la medida de lo posible.
Los hombres malos difícilmente pueden concordar y amis-
tarse con otras personas, porque son muy egoístas y quieren
todos los bienes para sí mismos. No respetan los derechos de
los demás ni las normas de la justicia. Están en continua dis-
cordia con los demás, e incluso consigo mismos (15S).
Dios ama todos los seres , en cuanto que quiere lo bueno o
lo conveniente para ellos. El bien que quiere para sí mismo (es
decir, la « fruición divina ») lo quiere también para las « creatu-
ras racionales » (ángeles y hombres) con voluntad antecedente .
Con voluntad consiguiente o estrictamente dicha quiere ese bien
para los « elegidos ». De modo que ama a estos últimos con amor
de amistad, y a los demás con amor de benevolencia (156).
Ya vimos antes que la caridad es una verdadera amistad
(de orden sobrenatural) entre Dios y el hombre (157).

(153) Op. cit., IX, 6, 1167a.


(154) IMI, 29, 3 ad 2. Vide In II Sent., d. 27, q. 1, a. 3; Ibidem, lib. IV,
d. 13, q. 2, a. 3 ad 1; In Ep. ad Rom., 12, lec. 3. El buen amigo busca nues-
tro bien, más que darnos gusto en todo. « Amicitia consistit in concordia
voluntatum magis quoad finem quam quoad ipsa volita; plus enim esset
amicus febricitanti medicus qui ei vinum negaret propter desiderium
sani tat is, quam si veliet eius desiderio satisfacere de vini potatione » {De
ver., 23, 8 ad 2 in contrarium).
(155) vide In IX Ethic., lec. 6.
(156) cf In III Sent., d. 32, q. 1, a. 2. Aunque entre Dios y las creaturas
hay una distancia infinita, puede darse cierta amistad en cuanto que
Dios está presente y obra entre todas ellas (Vide Ibidem, a. 1 ad 2).
(157) La gracia sobrenatural nos eleva al plano divino; lo cual posi-

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La amistad según Santo Tomás 419

También vimos que el hombre no puede amars


con verdadera amistad ; pues en este caso no hay
interpersonal, sino identidad real entre el amante y
¿ Debemos amar más a los padres , o a los hijos?
do a los padres y a los hijos como « personas » d
amados los padres que los hijos, pues las causas deb
apreciadas que los efectos. Pero considerando a lo
« cosas » o como prolongaciones nuestras, los debemos amar
más que a nuestros padres.
Aristóteles (159) explica que normalmente amamos a los hijos
más que a los padres. Porque a los hijos los consideramos como
« miembros » nuestros, y así también los artistas aman mucho
a sus « hijos » o a sus obras (160).
Pero una cosa es el amor, y otra la amistad estrictamente
dicha. Y según ésta debemos amar a los padres más que a los
hijos. Lo dicho de la amistad se aplica también a la virtud de
la caridad ( 161 ).
La « amistad natural » entre el padre y el hijo exige que éste
no expulse de casa a su gran benefactor (lo que constituiría un
gran pecado). Pero si el hijo es perverso e impenitente, el padre
deberá expulsarlo, o al menos privarlo de los bienes materiales
para obligarlo a volver al buen camino (162).
¿Como debemos amar a nuestros enemigos? No podemos
amarlos « en cuanto enemigos » (en sí mismos o como objetos
directos de amor), pero sí podemos amarlos « por extensión »
o sea en cuanto vinculados a nuestros amigos. Así la caridad
cristiana nos obliga a amar a Dios por sí mismo, y a todos los

bilita la caridad, que es una verdadera amistad entre Dios y el hombre.


Véase In II Sent ., d. 26, q. 1, a. 4 ad 5; Ibidem , lib. III, d. 27, q. 2, a. 4,
qa. 3 ad 3; De ver., 27, 2 et 6, etcétera.
(158) Vide S. Theol., II-II, 25, 4 (y lugares paralelos).
(159) Obra citada, IX, 7, 1168a.
(160) In III Sent., d. 29, q. 1, a. 7 (véase la nota 31).
(161) « Amicitia magis habetur ad patrem quam ad filium, et caritas
similiter, quanvis aliquo modo amor [amor sensibilis] sit magis ad fi-
lios » (In III Sent., lugar cit. en nota anterior).
(162) jn vili Ethic., lec. 14. Santo Tomás expone, sin criticarla, esta
doctrina aristotélica (muy dura y nada cristiana).

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hombres sin excepción por orden a Dios, porq


de Dios y hermanos nuestros (l63).
Ya explicamos antes que de suyo es más per
amigos que a los enemigos (porque sólo aquéll
dos por sí mismos), aunque por parte del mot
sea más meritorio amar a los enemigos (1M).
La amistad se conserva y fomenta con diversa
nes de afecto : con los beneficios (dados y re
besos y abrazos, con las alabanzas, etcétera
minuye con la indiferencia y la lejanía prolo
tracción y la murmuración, y sobre todo con
Acerca de la beneficencia debe notarse lo si
de los benefactores a los beneficiados es natu
al amor de éstos hacia aquéllos. Porque el ben
un artífice (como un padre), y el beneficiado
de aquél (como un hijo). Y es normal que lo
los hijos más que viceversa.
Lo que cuesta mucho esfuerzo es muy apre
Y así los padres aman a sus hijos, y los poetas
A los hijos los aman más las madres que lo
quéllas sufren mucho en la gestación y en la c
y también porque están más seguras de que s
Los beneficiados reciben gratis los bienes,
aprecian poco. Además, algunas veces se sien
de los benefactores y como deseosos de liberarse de su tu-
telaje (165).

(163) Véase especialmente la I<I-II, q. 23, a. 1 ad 2-3. « Malus in seipso


divisus est quia per affectum malitiae impugnai bonitatem naturae, et
secundum hoc dicitur seipsum odire; nos autem malos diligere debemus
quantum ad naturam [humanam] quam habent, non quantum ad mali-
tiam » (In III Sent., d. 28, q. 2, a. 4 ad 5).
(164) Cf. In III Sent., d. 36, q. 1, a. 3, per totum; II-II, 27, 7. El
amor a los amigos es meritorio ante Dios cuando se basa en el amor
a Dios; es más meritorio el amar a los enemigos, porque esto se hace
solamente por caridad v no por amistad natural. Véase II-II, 27, 7 ad 1;
a. 8 ad 2).
(>«) Vide In IX Ethic., lec. 7.

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La amistad según Santo Tomás 421

En la « detracción » o difamación se trata d


fama del prójimo. En la « susurración » o mu
tenta incitar a alguno contra su amigo para separ
El hombre « bilingüe » es un murmurador qu
de lenguaje, uno laudatorio y otro criticón, pa
personas con otras (166).
Nos hieren y nos irritan especialmente los ma
nen de nuestros amigos o beneficiados (los de
sultos, los daños diversos). Porque pensamos que obrar así es
muy contrario a la amistad y gratitud que se nos debe: consi-
deramos ese comportamiento como una « traición » (167).
Las amistades no deben romperse súbitamente cuando sur-
gen dificultades entre los amigos. Debemos esforzarnos por su-
perar las dificultades con una diálogo comprensivo y construc-
tivo; procurando corregir nuestros defectos, y tratando de corre-
gir los de nuestros amigos. La recuperación de la amistad es
más importante que la recuperación de los bienes materiales
(pues la amistad es superior a estos bienes).
Dice el Estagirita que sólo debe romperse la amistad cuando
el antiguo amigo muestra haber caído en una malicia incurable.
Los cristianos debemos ser más optimistas. La perversión puede
ser insuperable según las fuerzas humanas, pero no según la
misericordia divina. Por eso se puede romper algunas veces la
« amistad política », pero nunca se debe romper la « amistad de
la caridad ». Esta última exige amar a todos los hombres de este
mundo ( homines viatores), pero no a los demonios ni a los hom-
bres « condenados » a la pena eterna del inferno (168).
Algunas veces es inevitable el olvido o la pérdida de la amis-
tad, porque se hace muy grande la distancia que separa a los
amigos (por el paso de los años, por la larga falta de comunica-
ción, etcétera).

(166) Cf. II-II, 74, 12, per totum (y lugares paralelos).


(167) Véase I-II, 47, 4 ad 3. Por eso la traición de Judas Iscariote es
considerada como un gravísimo pecado. « Conditio personae Iudae descri-
bitur ex tribus: quia amicus, quia familiaris beneficia tus..., et quia osculo
prodit Christum, quod est signum amicitiae et pacis » (In Ps., 46, 6).
(I68) Vide In III Sent., d. 28, q. 2, a. 4 ad 3; Ibidem, a. 5; Aristoteles,
Etìlica Nic., IX, 3, 1165b.

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Debemos recordar con gozo y favorecer especi


nes han dejado de ser amigos nuestros, a no s
de obrar resulte inaceptable (dice Aristóteles) p
actual del ex-amigo (169).
La reconciliación es la reparación o la reanudación de la
amistad. Esta no puede ser reparada mientras permanezcan ope-
rantes las causas de la disolución.
El ofensor debe ofrecer alguna satisfacción al ofendido. Re-
cordemos que la amistad no exige una igualdad perfecta, sino
solamente proporcional o según las posibilidades de cada sujeto.
Por eso si el ofensor ofrece la satisfacción que le es posible, de-
bemos aceptarlo de nuevo como amigo (como hace Dios con los
pecadores arrepentidos) (17°).

12. Epílogo y conclusión

El amor es el afecto (sensitivo o intelectivo) referente al b


absolutamente considerado, tanto presente como ausente.
En el amor de concupiscencia se ama algún bien (como
riquezas o los placeres) para algún sujeto (para alguna pers
En el amor de benevolencia es amado el mismo sujeto y p
él se quieren diversos bienes.
El amor benevolente es más perfecto que el concupiscen
Y la amistad es la forma más perfecta de amor, pues imp
esencialmente una benevolencia mutua, conocida y convivid
La amistad puede darse tanto en el plano humano o nat
(amistad humana), como en el plano divino o sobrenatural (
tad divina o « caridad »).
La primera amistad ( amistad humana) admite múltiple
visiones. Considerando la base o el motivo de la misma tene-
mos: a) la amistad virtuosa, que es la más perfecta y la meno
común; b) la amistad deleitable, que es menos perfecta y abun
entre los jóvenes; c ) la amistad utilitaria, que es la más imper

(169) Cf. In IX Ethic., lec. 4 (Aristoteles, loco citato).


("<•) In IV Sent., d. 15, q. 1, a. 5, sol. 2

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La amistad según Santo Tomás 423

fecta y abunda mucho (especialmente entre l


Otras divisiones de la amistad se basan en otras formas de
« comunicación » amistosa (amistades entre los consanguíneos
y entre los camaradas, entre los superiores e inferiores, etc.).
Propiamente hablando la amistad no es una virtud. Pero
la « amistad virtuosa » se funda en la virtud. Y toda amistad tiene
alguna relación con la justicia y con la « afabilidad » (pues todas
ellas implican especiales relaciones interhumanas).
La caridad es una amistad sobrenatural entre el hombre y
Dios, fundada en la comunicación de la gracia divina y de la vida
eterna. En esa amistad humano-divina se incluye también el amor
al prójimo, es decir el amor a todos los hombres en cuanto
hijos de Dios y capaces de la felicidad perfecta (visión y amor
de Dios).
La caridad es una verdadera virtud (una virtud teologal), e
incluso la más perfecta de todas las virtudes. Da vida a todas
las demás virtudes en el plano sobrenatural.
La amistad entre los hombres es el bien más necesario y
precioso entre los bienes externos. Sin ella ningún hombre podría
ser feliz en este mundo, y la misma sociedad humana no podría
desarrollarse de modo conveniente.

Producen y aumentan la amistad todas las cosas que favo-


recen el amor y la comunicación vital entre los hombres. La
falta o la deficiencia de esas cosas causan los efectos contrarios,
es decir, la decadencia o la muerte de la amistad. Más rapida
y directamente llevan a esos efectos las cosas que mueven al
odio, es decir, los daños infligidos al amigo (calumnias, detrac-
ción, traición, etcétera).
Ahora trataré de hacer una breve valoración de la doctrina
tomista sobre la amistad.

En los escritos del Aquinate se ofrece un estudio bastante


completo sobre la amistad en la vertiente psicológica y en la étic
en el plano natural y en el sobrenatural. Santo Tomás estudia
el amor y la amistad en un sistema o en un « contexto » filo
fico- teológico, y muestra sus raportēs con la vida humana y con
la vida sobrenatural o divina.

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424 Marcos F. Manzanéelo, O.P.

El Aquinate manifiesta conocer bien los m


de la amistad. Ese conocimiento se basa en
cia y observación, así como en los escritos d
anteriores: Platón, Aristóteles, los estoicos, Cic
Agustín y otros Santos Padres, Boecio, Avi
doro de Sevilla, Alberto Magno... (171).
Creo que el mismo Santo Tomás resume s
tiva de la amistad en esta definición de la misma: « No todo
amor es amistad..., sino solamente el amor de benevolencia...;
el cual implica una mutua dilección, de modo que el amigo es
amigo para el amigo; y esa benevolencia mutua se basa en tma
comunicación especial » (l72).
El Doctor Angelico considera la amistad como la culmina-
ción del amor y como un integrante esencial del vivir humano.
Afecta al entero ser del hombre: cuerpo y alma, diversas poten-
cias cognoscitivas y afectivas (de orden sensible y de orden in-
telectivo), carácter, edad, « hábitos », buenos y malos, etcétera.
Es algo que puede y debe perfeccionar al hombre según
múltiples dimensiones, individual y socialmente, en el orden na-
tural y en el plano sobrenatural.
Sin la amistad el hombre nunca podría alcanzar su plena
perfección ni su verdadera felicidad.
La necesidad y el valor de la amistad tienen como base la
« índole social » del hombre. El cual es naturalmente social, es
decir, destinado a convivir con sus semejantes para poder desa-
rrollarse adecuadamente ( 173 ).

(m) Los autores más citados son Aristóteles, Cicerón y San Agustín.
Nunca cita a Elredo de Rievoulx, ni a Pedro de Blois (cf. Bibliografía
Sumaria, al final de este trabajo). Es sabido que Santo Tomás nunca
cita nominalmente a San Alberto Magno, aunque ciertamente conoce
sus escritos.
(172) II-II, 23, 1 (ver lugares paralelos).
(173) Véase I, 96, 4; I-II, 9, 4; In I Ethic., lee. 1, etcétera. El Aquinate
dice expresamente que la cooperación amistosa es imprescindible para
la vida activa y para la contemplativa (cf. I-II, 4, 8).

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La amistad según Santo Tomás 425

Para el hombre cristiano la amistad perfec


tiene su causa primera en Dios, y a Dios mira como a último
fin (,74).

13. BIBLIOGRAFIA SUMARIA

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Blois, Pedro de, Tractatus de amicitia Christiana , en PL 207, 870-895.
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Egenter, R., Gottesfreundschaft..., Augsburg, 1928.
Elredo de Rievoulx, La amistad espiritual , trad, de Martín M. García,
Madrid, 1969 (cf. PL, 195, 639-702).
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(trad, ital., Milano, 1970).

(174) Todo ser y toda perfección vienen de Dios, y deben volver a


Dios. Vide Contra Gentiles, II, 46; Ibidem, III, 17; Ioannes a S. Thoma,
Cursus théologiens, tomo I, Isagoge (Paris 1931) 146; J. Durantel, Le
rétour à Dieu par l'intelligence et la volonté (Paris 1918), passim.

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