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Doa Uzeada de Ribera Maldonado de Bracamonte y Anaya era baja, rechoncha, abigotada.

Ya no existia razon para llamar talle al suyo. Sus colores vivos, sanos, podian mas que el albayalde y el soliman del afeite, con que se blanqueaba por simular melancolias. Gastaba dos parches oscuros, adheridos a las sienes y que fingian medicamentos. Tenia los ojitos ratoniles, maliciosos. Sabia dilatarlos duramente o desmayarlos con recato o levantarlos con disimulo. Caminaba contoneando las imposibles caderas y era dificil, al verla, no asociar su estampa achaparrada con la de ciertos palmipedos domesticos. Sortijas celestes y azules le ahorcaban las falanges Es el ms alto y fuerte de la clase y el mejor; todo lo que se le pide lo presta. Nunca se re ni habla; permanece quieto en su banco, muy estrecho para l, con la espalda encorvada y la cabeza metida entre los hombros. Toda su ropa le queda ajustada. Lleva la cabeza rapada y usa la corbata siempre torcida. Es buensimo para las matemticas y lleva sus libros cuidadosamente forrados y sujetos con una correa roja. No se enoja nunca, pero pobre del que le diga que lo que l afirma no es verdad. Cuando lo miro me sonre con los ojos, como diciendo:"Somos amigos". Yo lo quiero mucho.

El joven y el lobo (Esopo) Un joven pastor, que cuidaba un rebao de ovejas cerca de una villa, alarm a los habitantes tres o cuatro veces gritando: -El lobo, el lobo! Pero cuando los vecinos llegaban a ayudarle, se rea viendo sus preocupaciones. Mas el lobo, un da de tantos, s lleg de verdad. El joven pastor, ahora alarmado l mismo, gritaba lleno de terror: -Por favor, vengan y aydenme; el lobo est matando a las ovejas. Pero ya nadie puso atencin a sus gritos, y mucho menos pensar en acudir a auxiliarlo. Y el lobo, viendo que no haba razn para temer mal alguno, hiri y destroz a su antojo todo el rebao. Al mentiroso nunca se le cree, aun cuando diga la verdad.

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