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Música:
sin visitar la ciudad. Así, pusieron en hora sus relojes con el Big Ben,
subieron a la Torre de Londres y atravesaron el Tower Bridge sobre el río
Támesis. En el Soho probaron comida y fruta exótica y las coquetas de
Nieves y Noemí se hicieron con braguitas fosforescentes en un bazar chino.
A Miguel lo sacaron arrastras del Spicker Corner, no paraba de discursear a
los sosos paseantes de Hyde Park. Finalmente, a propuesta de Arkaitz y
Mari Mar, que no aguantaban las mordidas de su estómago, en Picadilly
engulleron canapés de patata con mantequilla, hamburguesas y unos
pluncakes.
—¡Vaya comida basura! —afirmó seria Itziar— Si me ve mi aita…
Todos estuvieron de acuerdo en que eran una porquería en
comparación con las delicias que elaboraban con Manolo en cocina. Luego se
inflaron de caramelos, todos salvo Leire que no soporta las chucherías.
Acallados los estómagos, pensaron en los pasajes de avión. Se dieron
cuenta de que era necesario conseguir libras. Éstas no tienen nada que ver
con su masculino, libros, aunque en Londres eran tan necesarias como los
libros, puesto que es la moneda de los ingleses que, un poco raritos, utilizan
libras en vez de euros como el resto de los europeos.
En un bar —pub les llaman ellos—, solicitaban actores en vivo. Cuatro
actuaciones fueron suficientes. Itziar entró dura y enloqueció a los jóvenes
con su rap escolar, Mari Mar les relajó con sus malabares, una canción de
Noemí emocionó y arrancó los aplausos
del público y, como colofón, el baile del
vientre que se marcó Ekaitz mareó a
quienes aún no había mareado la
cerveza. A las once sonó una campana y
todos a la calle. Los ocho salieron con un
considerable fajo de libras y
rechazando mil ofertas de trabajo.
Descansaron en una pensión
sencilla para no levantar sospechas y al siguiente día fueron a una compañía
aérea a comprar los pasajes para volar al sur de Asia, el Lejano Oriente. Con
gestos y un poco de inglés que se le había pegado a Elena de un novio
neocelandés con quien había ligado en San Fermín, solicitaron los billetes de
avión a la escuálida dependienta.
Nieves se dio cuenta de cómo la flaca de la agencia de viajes
telefoneaba a la policía. Lo hizo saber a sus colegas y salieron de estampida
para dirigirse a la estación del tren. Allí, en una máquina automática
consiguieron billetes para París y permanecieron en la penumbra de una sala
de espera para no ser reconocidos.
Dámaris, simulando bailar distraídamente al ritmo marcado por sus
auriculares, fue a ojear los periódicos. En la edición de “El País” para
ingleses, que se vendía en aquella estación, aparecían los titulares: “Cuadrilla
de amigos fugados desde el Vasque Country, localizados en London. La
furgoneta robada ha aparecido en un ferrys. Últimas informaciones apuntan
su supuesta intención de salir del país en avión”
—¡En avión! ¡Je, je! —río Dámaris.
Entraron sin problemas al tren. Una vez en el vagón, surgió la
discusión acerca de cómo un tren podía atravesar el mar.
—Se montará en un barco —supuso Leire.
—Si se monta en un barco, me cago —aseguró Arkaitz.
—Igual es el puente más largo del mundo, cruza el Canal de la Mancha
y el tren va por arriba —aventuró Miguel.
—¡Que aquí no está lo más grande del mundo! ¡Esto no es Larraga,
cariño! —repuso Carlos.
—¿Un puente de mogollón de kilómetros? ¡Qué guay! —exclamó Itziar.
—¡Guau! ¡Qué emoción! —añadió Nieves simulando escalofríos.
Formas de vida
Comidas
El pescado con ese rebozado crujiente esta muy bueno, esta receta es del
programa de oliver twist.
Ingredientes: