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ALGUNOS PROBLEMAS DE LA ETNOLINGUISTICA
Gastén Sepiilveda.
Teérica y practicamente existen dos opciones pa-
ra enfrentar el andlisis de una lengua. Una, que demanda
que los lingllistas vuelquen su atencién a los contextos so-
ciales en los que’se actualiza el comportamiento lingtifsti-
co, a los actos de expresi6n completos en lo que el lengua-
je tiene tfipicamente un rol central y a la comunidad o s0-
eiedad en las que se comparten las normas y expectativas
del uso del lenguaje (Ferguson 1977). La otra, fija sus
metas en formular un patrén evaluativo que determine del
modo m4s adecuado posible la formulaci6n de una gram&tica
para la lengua que se estudie.
Este trabajo pretende mostrar de una manera gene-
ral y esquem&tica la primera opcién. La relacién entre la
lingifstica y la antropologfa cultural -que es la ciencia
que pretende describir las culturas humanas- no es nueva,
la tradicién de esta relaci6én se remonta a los trabajos de
linglistas como los norteamericanos Franz Boas, Edward Sapir,
leonard Bloomfield (entre otros) que hicieron trabajo de
@ trabajo es-
tuvo motivado fundamentalmente por la necesidad de obtener
informacién acerca del caracter y la organizacién de las
grandes sociedades indigenas de Norteamérica, y de preser-
var el conocimiento de las que estaban desapareciendo. Las
campo entre los indfgenas norteamericanos,
relaciones genéticas entre las lenguas de estos pueblos y
6u clasificacién fueron las caracterfsticas de su trabajo en
un primer periodo (fines del siglo pasado y comienzos del ac-
tual). Otro aspecto de interés relevante para estos estudio-
sos fue la interpretacién del origen y del significado social
de las categorias lingilfsticas, aun cuando este interés no
era en ese tiempo novedad para la lingllistica y la antropolo-
gfa, ya que casi un siglo antes el gran lingtlista aleman
Wilhelm Yon Humbolt habfa establecido au validez para laa8
investigacién cientSfica. No obstante, el interés por el
rol que la lengua desempefia en la cultura y, consecuente-
mente, el de la lingtlistica en la antropologfa, continué
siendo un poderoso impulsor de las investigaciones lingiifs~
ticas en Norteamérica. Sus averiguaciones abarcaron, la
descripcién lingtifstica y la recoleccién de textos y a tra-
vés de ellos la interpretacién de los procesos culturales
que muestran, por un lado, las determinantes naturales de
la vida humana y por otro, los logros creativos del hombre.
En forma destacada, Sapir y Bloomfield contribu-
yeron decisivamente a establecer las bases para el trabajo
de campo en la lingtifstica antropolégica y postularon méto-
dos positivos para la descripcién de lenguas hasta ese mor
mento no estudiadas. De hecho, en la actualidad el traba-
jo de la lingtliistica y la antropologfa se ha hecho insepa-
rable. Nuevas generaciones de linglistas y antrop6 logos
han continuado desarrollando métodos de andlisis cada vez
m&as efectivos para iluminar aspectos de la lengua que ha-
bian permanecido relativamente a oscuras, piénsese al res-
pecto en el desarrollo de la descripcién sem&ntica, por ejem-
plo. (Para un desarrollo de este aspecto, véase Hymes 1964;
3-41).
Ahora bien, después de este superficial recorri-
do histérico quisiera volver mi atencién a la situacién con-
ereta que permite establecer con alguna propiedad las rela-
ciones de la lingif{stica y la antropologfa.
Un individuo enfrentado a le necesidad de descri-
bir (y traducir a un informe cientifico) una realidad de-
terminada, la percibe compuesta de una infinitud de fenéme-
nos visuales y aclisticos y su primera impresién serfa la de
un caos ininteligible. Cada sonido y cada objeto parecerfa
muy diferente uno del otro. En realidad, esta es nuestra
experiencia cuando escuchamos por primera vez una lengua
‘totalmente desconocida. Sin embargo, disponiendo del tiem-
po necesario pudiera 61 ser capaz de describir todo lo que
ve y reducirlo a un informe mediante alguna convencién. Pa-
rece obvio que este informe contendrfa su propia precepcién49
de los fenémenos y en esos términos serfa aceptable para
€1 y otros individuos dotados de su misma experiencia.
No obstante, aqui es pertinente preguntarse, zpodrfa este
informe ser aceptado como una relacién valida y adecuada
de la realidad en cuestién por los que participen de ebla?
Si en realidad este observador hubiera descrito todo lo
que vio, no se aceptarfa como v4lide. Con toda seguridad
la organizacién que el dio a los fenémenos percibidos no
corresponderfa a la organizacién que los participantes de
esa realidad hacen de tales fenémenos. Es decir, su per-
cepcién de la realidad es distinta de la de los que viven
esa realidad. La verdad de las cosas, es que no vivimos
en un mundo en el cual discriminamos entre todos los posi-
bles estimulos de nuestro medio ambiente. Asif, por ejem-
plo, se sabe que el ojo humano puede percibir un sector
del espectro luminoso que se puede medir en longitud de
ondas luminosas (" 400 {rojo profundo} a 700 {azul-viole-
ta} milicrones " {Osgood 1953: 137} citado por Conklin
1855); sin embargo, no todas las lenguas humanas tienen
la misma terminologia para referirse a los colores; este
es el caso expuesto en Conklin 1955, con respecto a los
colores el Hanunoé’ (una lengua de las Filipinas), a este
respecto, hace la siguiente distincién:
(ma) biru = negro, tintura oscura de otros colores
(ma) lagti?= blanco, tintura clara de otros colores
(ma) vara? = marrén, rojo, naranjo
(ma) latuy = verde claro, amarillo y café claro.
A diferencia de nuestro observador externo a la
realidad, no reaccionamos frente a cada est{mulo como si
€1 fuera nuevo y diferente. En sentido estricto, cada es-
timulo no es para nosotros algo nuevo y diferente. La gran
mayorfa de las diferencias perceptuales que hacen a cada ob-
jeto una entidad dnica e innepetible, las ignoramos (Tyler
1969 : 6). En realidad, discriminamos entre las co#as nom-
braéndolas, aun cosas que percibimos como diferentes est4n
asignadas mediante este proceso a una misma categorfa (cf.
Levi~Strauss 1964: Cap I "La ciencia de lo concreto"). Pa-
va Levi-Strauss (Loc. cit) esta expentencia de onden 4e en-