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MAE WEST Entrevistada por Charlotte Chandler (The Ultimate Seduction, 1984) La actriz, norteamericana Mae West (1893-1980) nacié en Brooklyn, Nueva York. Dio sus primeros pasos en el musichall como imitadora y cantante. Actué por primera vez en Broadway en 1911. Escribié las obras Sex (1926) y Diamond Lil (1928), que también protagoniz6, antes de entrar en el mundo del cine cumplidos los cuarenta afios. En Dia mond Lil, rodada bajo el titulo She Done Him Wrong (Lady Lu, 1933), el personaje cinematografico de West hacia hincapié en su gusto por la in- sinuacién sexual. Hizo diez peliculas entre 1982 y 1943 y regresé a la pantalla para una intervencion estelar en la versi6n cinematografica de ‘Myra Breckinridge de Gore Vidal (1970). Fue famosa por su mordacidad. Charlotte Chandler es hija ‘ica, nacié en California y a los dieci- nueve aiios dejé de confesar la edad que tenia, Empezé a escribir siendo nia para revistas infantiles y de poesia, y siempre ha sido una profesional independiente. Su primer articulo importante, una entre- vista con Juan Per6n, fue comprado por Playboy. Su siguiente encargo para Playboy fue lograr una entrevista con Groucho Marx, que era fa- moso por su rechazo hacia las entrevistas, “Le pregunté a Groucho si aceptaria que le hiciera la entrevista para Playboy. El respondi6: ‘La re~ vista Life acaba de ofrecerme 10.000 délares y les he dicho que no lo harfa por 20.000. Tampoco la harfa con usted por 30.000". Luego me pregunté si me apeteceria pasarme por alli para que pudiera decirme ‘no’ en persona. Fui inmediatamente. Groucho me enseiié su colec- cién de ‘Marxabilia’, me invit6 a cenar y se pasé el resto de la noche hablando acerca de su carrera en el mundo del espectaculo. A eso de las once de la noche dijo; *;Por qué no esta usted escribiendo?’. Fue entonces cuando me enteré de que estaba haciéndole una entrevista”. Tras la publicacién de la entrevista, Groucho sugirié a Chandler que escribiera un libro sobre él. El resultado fue Hola y adiés (Hello, 1 ‘must Be Going, 1978), basado en entrevistas con Groucho (una de ellas realizada por Woody Allen en presencia de Chandler) y sus amigos. Groucho también espoleé a Chandler para que escribiera un libro so- bre “toda esa gente famosa” que habia conocido. EI libro se publicé t f ie con el titulo The Ultimate Seduction (“Las pasiones que te motivan pue- den cambiar, pero es tu trabajo en la vida lo que constituye la seduc- cién esencial”). El libro contenia largas entrevistas con Federico Fellini, Henry Moore, Henry Fonda, Alfred Hitchcock, Juan Peron, Mae West y Tennessee Williams, y otras mas breves con Picasso, Charlie Chaplin y Frank Sinatra. Confessions of a Nightingale, un espectaculo con un solo intérprete basado en las conversaciones de Chandler con Tennessee Williams, estuvo un aio en cartel en Los Angeles. ‘Mae West me tendié la mano. Al cogérsela, me araié la palma de la mia con sus anillos de diamantes. Dandose cuenta de lo ocurrido, co- ‘menté con cierta indiferencia: —Son de talla antigua, muy afilados. Esos son los mejores. Llevaba todos los dedos cubiertos de diamantes. Lucia un collar de diamantes, pulseras de diamantes y una tobillera de diamantes. Se wa- taba, me explicé de “sus diamantes para el dia”, Extendiendo la mano para que pudiera examinarlos, aiiadié: —Miralos, son todos de verdad. Me los regalan mis adimiradores. —Su mirada se pos6 en mis manos desnudas—. ;Oh, cielos, pobrecita mfa! {Td no tienes ninguno! Durante un momento se qued6 mirindome con asombro y pena. Luego su expresi6n se animé. —Pero tendras alguno en casa, no? Negué con la cabeza. Una expresién de profunda simpatia volvié a reflejarse en su cara. Me estudié durante unos instantes y luego dijo en tono alentador: —Podrias tenerlos, querida, pero tienes que intentarlo. Ytienes que saber cémo hacerlo. En la vida no hay nada mejor que los diamantes, Probablemente sea eso lo que hay que creer para obtenerlos —Exactamente —dljo ella—. Has puesto el dedo en la Haga. Es una cuestién mental, Ahi es donde empieza todo. Saber lo que quieres es el primer paso para obtenerlo. —Extendié las dos manos para que ambas pudiéramos admirarlas—. Estos diamantes son mis amigos. zNo son preciosos? Lo tinico que hay mas importante es la salud. De repente percibf un curioso sonido, algo como el batir de alas de aves pequefias. Intentando no dar la impresion de que no estaba pres- tando atencién a lo que ella decia, no pude resistir la tentacién de mi- rar a mi alrededor. Pero no vi ninguna jaula para pijaros. El sonido se repetia a intervalos frecuentes, Slo cuando Mae Hevaba ya un rato ha- blando me di cuenta de que era el sonido de sus pestafias falsas, abun- dantes y densamente cubiertas de rimel, cuando rozaban sus mejillas cada vez que parpadeaba. Mae West levaba tiempo sin conceder entrevistas. Cada vez que contestaba al teléfono, cosa que hacia muy infrecuentemente, fingia ser la doncella. Mae ya conocia a toda la gente que queria conocer, en especial dacs las muchas horas que se sentia obligada a dedicar a su pelo, su maquillaje y su ropa antes de recibir a alguien. Su cara estaba practicamente oculta por una mascara de maquillaje, pero su cuello y escote exhibian una piel asombrosamente clara, suave y juvenil. Yo le habia costado tres horas, como se encargé de repetirme mas de una vez, pero habria empleado el doble si hubiera sido un hombre. Si dec dia ver a alguien preferia que fuera un hombre, tanto de dia como de noche, especialmente de noche. —Ellos siempre enviaban un hombre —me dijo, sin especificar quié nes eran “ellos”—. Yo consideraba que pasar el rato con chicas era una pérdida de tiempo, asi que no me relacionaba con ninguna. —Las tini- cas excepciones eran su adorada madre y su hermana, Beverly. Los hombres eran los que hacfan cosas interesantes y disponian del poder necesario para que también ella pudiera hacerlas. Para Mae West, Hollywood tenia una irrealidad real y eso era lo que mis le gustaba, Resistié heroicamente hasta el final todo asalto contra su castillo de cuento de hadas. Su apartamento de Ravenswood en Holly: wood era en verdad una extensién de Mae West. No sdlo era su vivo re- flejo, tambien la realzaba y probablemente la inspiraba. Habia puesto mucho de si misma en él y a cambio recibfa también mucho. El mobi- liario estaba tapizado en raso y seda de color blanco cascara de huevo y parecia virginal, como si acabara de ser instalado para mi visita. De he cho, los muebles de color blanco y oro Mevaban alli desde comienzos de los aiios treinta, cuando habia legado Mae, con la ‘inica excep- cion de breves ausencias para ser retapizados o limpiados. No haba ni una sola de las ubicuas plantas de interior. —Las plantas consumen demasiado oxigeno —explicé, erréneamen- te pero con gran conviccién. El apartamento estaba fresco porque, en palabras de la propia Mae, “es bueno para los muebles y el cutis. Me gusta que el aire esté filtrado y en movimiento”. Le pregunté cémo mantenia el apartamento en tan pristino estado, con la esperanza de que su respuesta fuera aplicable al mio propio, pero previendo instintivamente que la magia no seria transferible. De algtin modo, parecia natural que el mobiliario de Mae West no se ens ciara, La magia tiene cierta fragilidad; cualquier respuesta solo serviria para echar a perder la ilusi6n. Una vez que Mae alcanzaba la perfeccion segiin sus propios estan- dares, detestaba todo tipo de cambios. No habia olvidado la vida en la compaiifa de repertorio y su etapa de vodevil, cuando no tenia el me- nor control sobre su medio ambiente.

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