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D IA DE LA LAlocución CiudadanaA

ECTURA EN NDALUCIA

LOS LIBROS Y EL SILENCIO

M e gusta hablar de los libros, de su segura compañía, de la sabiduría sin vanidad ni ostentación que poseen, de su
consuelo a veces. Pero también me gusta advertir que el libro necesita un reducto de silencio. Nuestro mundo
huye del silencio, lo anula, evita su presencia. Y el silencio es el sostén de cualquier diálogo profundo y por su
puesto del diálogo con nosotros mismos.

Nadie se asuste: pero al tomar un libro nos llevamos el silencio que él contiene. Podemos cuidar sus cubiertas, sus hojas, pero
si no cuidamos su silencio apenas podrá decir su mensaje.

Las páginas de un libro están hechas de silencio. Son silencio habitado. Entre sus líneas está el silencio que hace
nacer a la palabra, que permite que la palabra sea. Si llegamos con ruido debemos dejarlo fuera para compartir su silencio.
Para algunos es difícil conseguirlo, otros en cambio lo logran aunque truene a su alrededor.

Si entras en las páginas de un libro cualquier cosa puede suceder. A veces hallas un bosque y te atreves a continuar por la
senda en penumbra o recorres una ciudad ajena que aún no conoces, o trasiegas la Mancha, o te tumbas en la arena frente al
Adriático, o te encuentras subido a una nave que viaja en el tiempo, o estás a la orilla del Guadalquivir vislumbrando ya las
tierras de América.

En ocasiones la página prefiere traerte un canto y prendidas a su ritmo las voces del amor, de la amistad, el fuego de la queja
humana que no cesa, el ruido implacable de la noria del tiempo que te hace ver que todo pasa y… que todo vuelve. A veces
ves cruzar por el aire un ángel y…no sabes si creerlo.

Conversas con los hombres de otro tiempo. Charlas con los príncipes, escucha a los mendigos, al burgués acomodado, al
revolucionario, a la víctima y al verdugo. Dialogas con los sabios, los artistas, los viajeros.… Los libros nunca vetan a su
interlocutor, no saben de clases sociales, de prejuicios, de excepciones. El libro no ejerce derecho alguno de admisión, se te
entrega sin pedir carné de identidad, te abre sus puertas…solo de ti depende que logres su secreto.

A veces, entre líneas, también te encuentras a ti mismo, te reconoces, te saludas, te confirmas o corriges, te confortas, te
alientas o, simplemente, decides al verte comenzar de nuevo, emprender otro camino.

Pasas la página, alguien, tal vez un filósofo, deja caer unas palabras en ese recinto de silencio en el que has entrado y ya nada es
lo mismo: la tarde se transforma, tu mirada es otra, ¡pero cómo es posible, te dices, esa perspectiva insólita! Y te das cuenta de
que estás viendo algo que nunca antes habías visto.

El libro se te ofrece, pero no te retiene. Su compañía siempre es prudente. Cuando tú lo quieras puedes dejarlo. El gesto es
sencillo: levantas la vista y miras al infinito. Y aunque el infinito quisiera retenerte, regresas y recobras lo que estaba a tu lado:
el árbol del jardín, la mesa con sus utensilios, el pan, el vino, los rostros que siempre te acompañan, tu familia, tus amigos…

Cierras el libro y abandonas el silencio. Pero el silencio de la lectura ya no te abandona, va contigo, te habita. Ahora estás en tu
centro y la vida posee un pálpito distinto.

Eliacer Cansino

A dieciséis de diciembre de 2008

PACTO
ANDALUZ
POR
EL
LIBRO

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