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En esta ingeniosa alegoría de la vida cristiana - tal vez usted se vea retratado, o retado a reconsiderar su
camino diario con Dios
"Muy bien, iré contigo, pero sólo esta vez", dijo David para beneficio
de sus amigos peatones. Había un hombre de apariencia amistosa
sentado en el asiento delantero, así que David abrió la puerta y se
subió al asiento trasero.
Muchas veces el hombre leía el manual del dueño del auto. David no
podía entender mucho, pero su amigo-conductor parecía encontrar la
información muy útil para manejar.
Finalmente, David le preguntó a su amigo cómo fue que obtuvo el
auto.
-¿Él te lo dio?
-¿Qué condiciones?
-Uno, tienes que dejar que vaya contigo dondequiera que vayas. De
paso, eso no es muy difícil. Una vez que lo conozcas, no vas a querer
ir a ninguna parte o hacer nada sin él.
-Sí, eso es cierto, David, pero todos tus amigos también están
cansados.
Lo más difícil era tener que soportar la risa y los dedos señaladores
de los peatones mientras pasaba. David deseó jamás haber llegado a
ser conductor. Estaba más cansado que nunca antes. Y ahora estaba
oscureciendo, y estaba un poco asustado.
David corrió tan rápido como pudo para alcanzar al hombre. Cuando
lo alcanzó le faltaba el aire.
El hombre sonrió.
David asintió.