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Libertad de los Hijos de Dios

P. Daniel Albarrán
Título: La libertad de los Hijos de Dios

Autor: Daniel Albarrán


Escrito en Barcelona, Anzoátegui, en febrero-marzo
2008

Portada: el mismo autor.


Dibujos: el mismo autor.

Depósito Legal: lf08120082002288


ISBN: 978-980-12-3237-7
1.

Nos encontrábamos reunidos en la


segunda sección de talleres de preparación
para los días fuertes de la Semana Santa.
Habíamos programado unos talleres de
formación y de refrescamiento sobre el
sentido de la Semana Santa en nuestra
parroquia y estábamos en el segundo día
de ellos, el segundo domingo de la
Cuaresma.
Esta vez la cantidad de los asistentes
era menor a la del domingo anterior. Sobre
todo los más jóvenes habían preferido no
asistir al segundo día. Y había que ser
respetuosos. De eso se trataba de respetar
la libertad de los Hijos de Dios y de respetar
las decisiones tomadas por cada grupo.
Aunque nos hubiese gustado que el salón
estuviese repleto como el primer domingo y
si fuera posible con más participantes pues
nos hubiese indicado que el primer día
habría generado un boom publicitario por la
intensidad con que se vivió. Pero, los
hechos son los hechos, y, no lo que
hubiésemos esperado. Estaban todos los
que estaban y eran todos los que estaban.
Ni más; ni menos. Tampoco eran muchos
los que habían dejado de asistir. Tal vez
cinco. No deja de ser un poco desalentador
el no poder realizar el complejo de la gallina

6
que quiere cobijar a todos sus polluelos bajo
sus alas. Tal vez, positivo, sin embargo que
nos sintiéramos con mucho espacio todavía
debajo de las alas. Recovecos del
fenómeno humano1 y sus jugadas
psicológicas2. Interesante, en todo caso.
Pero se trataba de la libertad de los
Hijos de Dios. Experiencia en la que hemos
querido estar viviendo en nuestra parroquia
desde hace algunos años atrás y que
vivimos pregonando para insistir que cada
quien es dueño de sus propias decisiones.
Y teníamos que aplicarlo en el caso
presente, como en todos los casos

1
Expresión Tehilderiana.
2
Quién entiende el corazón del hombre se pregunta
en los salmos….
7
procurábamos aplicar siempre. Esta vez no
era la excepción.
Éramos los que éramos y estábamos.
Y en lo que estábamos. En el segundo día
del taller de formación teológica sobre la
semana Santa.
En la pizarra del salón se había
dibujado en la esquina superior izquierda
una especie de maletín de viaje. No se
había hecho ningún tipo de referencia al
maletín, por lo menos de manera expresa.
Esa era la intención. Dejar que ese dibujo
del maletín hiciera su trabajo subliminal. No
se había indicado ni llamado la atención ex
profesamente, pero, todos los asistentes ya
se habían detenido en el maletín.

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Otro detalle de señalar en esa mañana
era que se había pedido que cada uno de
los participantes se colocara un lápiz o
lapicero en la boca y que lo mantuviera en
la boca, entreapretándolo con los dientes,
suavemente, durante toda la duración de la
clase. Eso los tenía intrigado. Pero, lo
hicieron, sin descartar la aplicación de la
libertad de los Hijos de Dios, pues, había
quien se lo había quitado del todo en el
transcurso, y, quien se lo quitaba a
intervalos. Tal vez, en la lucha de rebeldía y
de sometimiento, al mismo tiempo. Más a
favor de la dinámica de la clase.

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Vino la lluvia de ideas. Todos
apuntaban los comentarios que querían. Se
había señalado que se hablaría sobre lo
que sucede en Semana Santa y que era
importante que quien quisiera opinar dijera
lo que se le viniera a la mente en el
momento sobre lo que sucede en Semana
Santa. Tras un momento de silencio, tal vez

10
aterrador porque pudiese haber mostrado la
apatía de los participantes, alguien tomó la
palabra y señaló: “Pasión, muerte y
resurrección del Señor”. Se colocó el primer
aporte en la parte superior derecha, en la
columna de la derecha, pues se había
dividido ese extremo del pizarrón en dos
columnas con el marcador de pizarra.
Apenas se distinguían las dos rayas de
color azul, más bien azul pálido, porque casi
ya no contenía nada el marcador para
marcar, sino con forzada languidez como de
dando ya lo último que tenía que dar. Se
apuntó de la siguiente manera en el
pizarrón: “P. M. R. Sr.”. Lo que quería decir
que y que se quería escribir “Pasión, muerte
y resurrección del Señor”. Otro participante

11
señaló: “Pascua”. Se apuntó en la siguiente
línea debajo de la anterior. Esta vez se
escribió tal cual y completo. Era más corta
la palabra. “Celebración”, refirió otro.
“Encuentro”, dijo otro-otro… Y empezaron
las ideas a invadir con distintos tonos y
volúmenes de voz en el salón esa mañana,
e, igual, a señalarse en el pizarrón, de
debajo de la anterior y de la anterior, en
escalada tal como iban surgiendo de entre
los participantes. Se iba acalorando y se
tomaba impulso como en las subastas en
donde el anterior es opacado por la oferta
del siguiente y en donde cobra valor y más
valor a medida que se oferta e intervienen
los que quieren comprar. Y entre alzada de
mano y oferta se iban adentrando en la

12
intensidad del tema, que giraba sobre qué
es lo que sucede en la Semana Santa.
Algunos ya se habían quitado, apenas
habiendo empezado, el lápiz de la boca.
Otros, hablaban para intervenir y se volvía a
colocar el lápiz, como en instinto para no
sentirse infractores de lo que se había
pedido al comienzo de esa mañana.
Al cabo de unos escasos siete o diez
minutos las dos columnas que se habían
colocado con las rayas hechas con el
marcador en el extremo derecho del
pizarrón estaban abarrotadas y ya no
cabían más palabras. Las palabras estaban
escritas unas en negro y otras en azul, y
otras con los dos colores, de acuerdo con lo
dejara marcar cada marcador, pues estaban

13
dando lo último que tenían, y por lo opacos
de sus colores indicaban que tal vez no
dieran para escribir otra letra más. Pero, se
negaban a por lo menos a admitir que no
podrían rayar otro poquito, y, rayaban la
siguiente como dando en ello el último
suspiro y esfuerzo, y, así con la siguiente
letra.

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Tal vez exagerando habría entre las
dos columnas unas treinta frases con ideas
completas cada frase. Mucho tema que
había que desarrollar. Tal vez cabrían más
si estrechasen con letras pequeñas y se
colocaran en un extremo o en un lado o
pegadito de esta parte o aquella. Los
ánimos ya estaban como estaban y quien
había dicho una idea al comienzo, en esos
momentos de la reunión, ya había hecho
tres o más ofertas, y, así uno y otro. Cada
quien sentía que tenía que decir más. Tal
vez, porque la oferta del anterior era mejor
que la suya, o, tal vez, porque la idea del
contrincante le había generado otra idea y
otra y otra y era, entonces, oportuno
levantar la mano o alzar la voz directamente

15
sin protocolo como para tener compasión de
los marcadores que no daban abasto para
escribir lo que se estaba señalando. O,
quizás, porque querían saber y comprobar
con cual palabra y de quien se le daba el
réquiem in pace a los marcadores, o por
separado, o al mismo tiempo.
Ya todo estaba dicho y apuntado en el
pizarrón. Había más que decir y apuntar, sin
duda. Pero, los marcadores ya no
garantizaban más de más y había que
guardar un resto para más adelante. Todos
los participantes estaban sumergidos en el
tema. Algunos todavía mantenían el lápiz en
la boca. Quizás algunos los estaban
apretando más sin percatarse de ello. Las
risotadas no se hacían esperar. No faltaba

16
quien dijera algo ocurrente y quien lo
continuara, acompañado de risotadas
espontáneas y bulleras, lo que indicaba que
el ambiente era más que muy bueno.
Todo a punto de chocolate, como dice
la canción.

17
2.

Alguno que otro llegaba una vez


comenzado. Se abría la puerta de hierro
pintada de color amarillo con pintura de
aceite. Hacía su característico ruido cuando
se abría y se cerraba y se sentía clarito el
sonido cuando encajaba la cerradura de la
misma en su respectivo dispositivo en la
parte lateral. Todos se percataban de los
que iban llegando tarde pues era inevitable
el anuncio que hacía el ruido de la puerta,
pero, todos seguían en lo que estaban, lo
que indicaba que el ambiente estaba en lo
que estaba y era más que positivo. En lo

19
que se estaba. Tampoco se podía negar
que no dejaría de haber alguno o algunos
que no estaban porque no se trataba de la
presencia corporal. Pero, cada cual viaja
con lo que viaja…
El que iba llegando una vez
comenzado atravesaba todo el salón y
buscaba una silla. Todos los demás estaban
con un lápiz en la boca. Dos de los cuatro
que llegaron una vez comenzado se habían
percatado del lápiz y habían hecho otro
tanto. Se llevaron un lápiz a la boca, sin
preguntar que por qué todos o casi todos
tenían un lápiz en la boca. Hacían lo que
veían. Y este detalle hubiera sido muy
interesante indagarlo justo en el momento
final de esa mañana en el momento de las

20
observaciones finales y aclaratorias y
explicaciones. Pero, se pasó por alto por
olvido o por lo que haya sido.
Todos tenían su atención en el
pizarrón. Por las posturas de los cuerpos se
indicaba que todos estaban fijos y a la
expectativa de las valoraciones de las
palabras y frases que habían señalado y
que se habían recogido y estaban escritas
en el pizarrón. Las inquietudes tal vez
serían entre otras, como por cuál palabra o
frase se comenzaría, o cuál se resaltaría.
Como diciéndose y diciendo en voz alta y
pose orgullosa sin decirlo que vean que
tenía razón que era lo que había dicho. Tal
vez todos estarían sintiendo y diciéndose lo
mismo, pero todos en silencio, y esperando

21
que fuera como fuera pero que se
empezara ya. Tal vez, esa era la
expectativa.

Se procedió a leerse en voz alta todas


y cada una de las palabras y frases
apuntadas en el orden en que estaban y
habían sido anotadas. No se omitió ninguna
en la lectura en voz alta. Eso aumentaba y
22
contribuía a que el ambiente se fuese
concentrando más en el pizarrón. Se dejaba
oír alguna intervención oportuna y jocosa y
ocurrente acompañada de risotadas. Pero
nadie quitaba la vista del pizarrón.
Una vez leídas todas, se notó como
una especie de pregunta en el ambiente,
como diciendo “y, ahora, qué”. Justamente
porque todos estaban esperando que se
comenzara por la frase que cada uno había
señalado. No dejaría quien se quitara de
una vez por todas el lápiz, los que todavía
sentían la sensación del lápiz en la boca,
porque algunos ni se percataban que casi
se estaban tragando el lápiz que tenían en
la boca, porque ese detalle ya les tenía sin

23
cuidados. Y con ello, todo iba a pedir de
boca, con lápiz y todo.
El que estaba haciendo de moderador
batió sus manos juntándolas en el frente a
la altura de la cintura. Se frotó las manos
llenas de nada y de aire y dio unas tres o
cuatro palmotadas seguidas repitiendo el
mismo ademán corporal acompañado con
expresiones faciales en las que incluía
movimientos con la boca y encorvamientos
de las cejas, a la par con las palmotadas,
como en una perfecta sincronización de
movimientos. Se veía que lo estaba
disfrutando y se veía que tenía toda la
atención de todos los que estaban en esa
mañana y eso le daba mucha seguridad
para atreverse a hacer lo que iba a hacer.

24
Necesitaba saber y comprobar que como el
torero ya todo estaba preparado para la
estocada final. Para ello había lidiado con el
toro, lo había capoteado, antes lo había
abanderillado, lo había hecho su rival
enfrentándolo con su capa roja, lo había
probado con giros de derecha y de
izquierda, lo había tanteado con respeto al
paso en el roce distanciado y cercano con
su cuerpo, juego doblemente peligroso; le
había exigido y sabía hasta dónde y de qué
era capaz y había entendido que seguía
siendo el rival al que tenía que respetar,
porque eran de naturalezas distintas, pero
que estaban el uno para el otro y en función
de ambos en simultaneidad de tiempo y
espacio. Poético tal vez pero real. Muy real

25
también pero poético en la belleza de la
sincronicidad y sintonía del momento
presente vivido en su total plenitud e
intensidad, en el que no hay otro momento
que justo ese, sin añoranzas ni desfases
sino lo que es, es. Tal vez las risotadas de
los presentes en la intervención oportuna y
espontánea y la satisfacción del tiempo y el
espacio indicaban que así era. Estaban los
que estaban en lo que estaban y como
estaban. Justo en ese momento volvió a
repetir el movimiento de manos llenas de
aire y de nada con los movimientos faciales
lo que se hacía presentir la plenitud en la
identificación con el ahora como ahora y
como ya.

26
Todo estaba para el momento. Las
facciones de los presentes también lo
indicaban y se podría decir que casi
repetían las expresiones y movimientos del
moderador.

27
3.

El domingo anterior había sido de


preparación prácticamente para este
segundo domingo. Se había aplicado la
metodología de la lluvia de ideas e igual se
había colocado todas las ideas en el
pizarrón. Esa vez los marcadores estaban
más fuertes. La idea principal era que
Semana Santa era una fiesta, y, sobre todo,
que la Semana Santa es todos los días y no
el tiempo dispuesto hacia el tercer-cuarto
mes del año, como siempre.

29
Se venía insistiendo en la idea
teológica de que la semana Santa es cada
día y todos los días, ya que se celebra la
conmemoración de la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesucristo. Y ese es el
misterio teológico de la Eucaristía, que es
desde el dato histórico de ese
acontecimiento en Jerusalén, y se celebra
siempre y en eterno cada vez que se reúne
la comunidad para conmemorar la última
Cena de Jesús con sus discípulos. Obra,
ciertamente, del Espíritu Santo en la Iglesia.
Se había valorado la metodología de la
Iglesia como sabia y maestra al colocar en
tiempos relativamente fuertes tiempos
preparativos para la toma de conciencia, a
través del conocimiento y estudio y otras

30
prácticas piadosas en el acercamiento de la
comprensión de esa gran verdad. Se había
recalcado la idea de manera insistente que
la Semana Santa es todos los días. Tal vez
esta idea teológica y medular del
cristianismo en su auténtica fe había
inquietado a algunos de los que se habían
dado cita para el taller de formación. Y de
eso se trataba: de ir creciendo en
conocimiento y de ir liberando de tantas
fantasías y añadidos la pura y maravillosa
experiencia de la fe, a través de la Iglesia.
Dando un paso más osado se había
tocado la idea de que la Eucaristía nos
ayuda a ver y comprender la vida como una
continua fiesta, a pesar de los pesares. Y
esa expresión, a pesar de los pesares,

31
venía haciendo eco en los oídos en los
parroquianos, por lo menos, desde hacía
quince años. Porque todo iba direccionado
hacia el cargar la cruz con dignidad y
gallardía. La cruz de cada día e individual.
Sobre eso gira todo el contenido de los
Evangelios en palabras de Jesús cuando
invitaba a seguirlo y completado en el
Viernes de crucifixión.
Experiencia que conlleva a seguirlo
asumiendo la cruz, cada cual en la suya, a
pesar de los pesares, para repetir la frase
que les resonaba.
Ese eco suponía y exigía la toma de
conciencia de las circunstancias de todos
los días en el asumir la historia. Todo se
resumía en la expresión popular del refrán

32
de “primero la obligación, después la
devoción”, invirtiendo con ello la posible
práctica de una mucha devoción en aras de
una evasión de la historia, es decir, la cruz
de cada día y asumida. En ese sentido
algunos estaban claros y convencidos de
esa experiencia de fe y de historia sin
separación y se habían levantado más
temprano para dejar el almuerzo hecho y
limpia la casa para poder asistir al taller de
formación.
Esa experiencia, con todo y todo, tiene
que llevar a que la vida se convierta en una
fiesta en donde la celebración de la
Eucaristía es la coronación de esa
comprensión. Eso llevaba y lleva a que la

33
Eucaristía se convierta en el clímax de la
vida del cristiano.
De eso se había conversado en el
primer domingo de los talleres de formación
para la comprensión de la Semana Santa,
que es todos los días. Se había comenzado
a evidenciar una vez más que el hecho
teológico de la celebración de la última
Cena de Jesús con sus discípulos tenía su
auténtica comprensión en la historia en
asumir la vida con todas sus exigencias. Lo
que llevaba a juntar en la misma
experiencia de fe celebración y pasión
incluyendo la muerte. No sin una, sino
juntas. Y sin pretensión de competencia y
sin poder evitar la comparación esa verdad
conocida y aplicada hacía la diferencia de

34
los participantes y parroquianos de esa
comunidad parroquial en concreto de
cualquier otra. Esa verdad lleva a que la
vida sea una constante fiesta porque se
trata de vivir en el Jardín del Edén, que es
el mundo en el que nos ha puesto Dios a
vivir para nuestro bien y universal, sin
distinción. Siendo dueños o pretendiendo
serlo de los espacios con la clara convicción
de ser huéspedes porque el dueño es el
dueño, con lo que significa el sentido del
árbol prohibido.
Esa comprensión mental y verificación
en los hechos diarios lleva a asumir la
historia individual con gallardía. Verdades
que llevan a estar en una constante fiesta o
por lo menos a intentar estarlo, porque se

35
trata de una disposición y un estilo de vida.
Sólo esa disposición nos dispone para la
comprensión de la Eucaristía como una
fiesta existencial. Pero, tampoco en el
sentido de la exageración y del fanatismo,
porque ya sería justamente una evasión,
sino de una exaltación gozosa y silenciosa
al saborear que la vida tiene sentido con
sus ayes y achaques del día a día,
representado en la historia del viernes, que
junto con Jesús es nuestro viernes, en
dimensiones distintas y paralelas, pero
teológicas. Y, aquí, estaba lo bello y la clave
de esa compresión a la que llevaría el taller
y la formación. En donde Jesús se
convertiría en inspiración y modelo y en
donde como Jesús tampoco se obviaría la

36
experiencia del Huerto de los Olivos,
desgarradora, terrible y reveladora del
sentido del misterio de la existencia, que se
niega y se abandona al mismo tiempo en la
comprensión profunda de la vida asumida
en su plenitud. Y eso es la experiencia de la
vida como fiesta porque nos lleva a la
historia misma para que desde ella
comprendamos que tendremos que siempre
volver a ella para tomar las fuerzas de la
fidelidad a ella. Parecería un juego de
palabras, pero, la vida iluminada por el
sentido de Cristo como experiencia nos
lleva a comprender que sin viernes no hay
sábado en el sentido teológico y existencial
de la historia.

37
El domingo anterior se había tratado
toda esa gran verdad. Una fiesta, la
Eucaristía. Una fiesta, la semana Santa.
Una fiesta cada día. Una fiesta la historia
asumida, pero sin disfraces y comparsas.
Se había insistido en la idea de fiesta y
ésta en la cotidianidad sin
quebrantamientos históricos. Sólo así se
llegaría a la comprensión y asimilación del
auténtico sentido del sentido de lo que es la
Semana Santa. Tal vez el recordar el ya y el
ahora de la evidencia y cumplimiento del
anuncio del Reino de los Cielos como tarea
totalmente histórica concreta. Sin evasiones
y sin divisiones. Era una gran tarea y
compromiso con la historia como
interpretación de tomar la cruz y seguir al

38
Maestro3. Trabajo de asimilación y de
comprensión en su más auténtico sentido
teológico. La fidelidad a esa comprensión
comportaría, sin duda, la experiencia de la
historia como una vida asumida en el
sentido de fiesta existencial. Sin negar ni
evadir los momentos del Huerto de los
Olivos con sus incomprensiones
circunstanciales pero con su añadido de
abandono para entrar en la dimensión de la
fe. Experiencia totalmente vivida como una
verdadera experiencia dialéctica, de menos
a más en constante repetición y vivencia en
carne propia.
La idea de ver la vida asumida como
una fiesta había tenido a todos entretenidos

3
Cfr. Christifidelis laici en toda su comprensión.
39
y entusiasmados, tal vez, por lo sublime de
esa gran verdad. Para algunos, quizás,
podría ser novedoso, pero, para otros, sería
nada más que una simple confirmación de
lo que ya sabían y vivían, con todo y todo y
a pesar de los pesares. Es sorprendente
evidenciar en muchos esa complementación
existencial. Nuestra gente ya lo sabe y ya lo
aplica al enfrentarse sin muchas
complicaciones a esas verdades. No se
podía negar entonces que el taller ya era un
instrumento revelador en cierta manera de
esa verdad vivida en muchos o en todos,
para no hacer distinciones. Pero les
revelaba que no estaban descubriendo ni el
agua tibia ni nada por el estilo sino que se
aplica más de lo que en verdad se cree. El

40
sólo hecho de ser responsables en sus
actividades diarias y el tomarse la vida
como fuese viniendo en su plenitud
evidenciaban lo mucho que en verdad se
comprende esas verdades. Justo en esos
momentos algunos o casi todos estaban
experimentando una vivencia religiosa en su
más auténtico sentido histórico. Tal vez les
resonaría en sus recuerdos algunos pasajes
de los evangelios como el de la pesca
milagrosa en donde Jesús les pedía a los
discípulos que volvieran a echar las redes, a
pesar de que ya habían venido sin pescar
nada y la experiencia había sido de un
aparente fracaso. Pero, la voz y el mando
decidido de Jesús con autoridad convencida
era que había que volver a echar las redes,

41
para significar e insistir que es a la historia a
la que hay que volver porque en ella es
donde encontraremos la comprensión de la
propia historia. Experiencia religiosa,
justamente, ahí, en la historia. No en otra
realidad, porque sería, tal vez, una evasión.
Era inevitable que los ojos de casi
todos brillasen un poquito más de la cuenta.
Brillo que reflejaría que estaban
comprendiendo y estaban experimentando
lo fascinante que es la Palabra de Dios.
Misteriosa y sencilla. Sencilla y misteriosa.
Y sublime.
Era inevitable suponer que estaban
entrampados por estas verdades. Si
seguían ahí era porque lo estaban. Y, aún,
cuando no estuviesen ya el solo hecho de

42
asumir la vida en su plenitud significaba que
lo vivían. Así de sencillo. Todo lo que se
dijera de más, al respecto, era una
redundancia.

43
4.

La idea del viaje había sido también


resaltada en el primer domingo de los
talleres. Se había hecho referencia a un
libro con ese título y se había expuesto que
la vida es un viaje en donde lo más
importante no es el punto de llegada ni del
de la partida, sino el mientras se viaja. Es
decir, que todos los sitios son iguales, tanto
del de donde se parte, como el a donde se

44
llega. No hay diferencias radicales, sino de
estructuras materiales. Y así es la vida.
Muchas expectativas antes de partir de
cualquier lugar para llegar a cualquier otro
sitio. Lo que hace que se desee viajar y
moverse de un lugar a otro. La idea del
viajar o del movimiento es lo que hace
interesante ese deseo de transportarse y de
dejar un lugar para ir a otro. Pero, al llegar
al punto de destino se descubre
esencialmente que era tan igual al lugar de
donde se ha partido o salido. Al fin y al
cabo, no hay diferencias. Precisamente,
porque al llegar al lugar de destino se llega
con la misma maleta que se ha partido del
lugar que se salió. Y no se puede dejar la
maleta o el maletín del viaje porque ese es

45
el detalle de nuestra historia con su historial.
El viajero que deja un sitio “A” llega tan igual
a un sitio “B”. Nada ha cambiado en ese
transcurso porque carga su propia maleta
en la que lleva acumulada un poco de todo:
de infancia, de formación de familia, de su
ciudad, de su barrio, de sus traumas, de sus
anhelos y esperanzas, de sus cosas que
pueden ser pequeñas o grandes, ligeras o
pesadas, pero que son y constituyen su
propia maleta. Y entre viajero y viajero la
diferencia es el tamaño de su maleta,
entendiéndose que por su maleta se refiere
a su propia carga emocional fruto de su
historial en su historia.

46
En el pizarrón se había dibujado la idea
de manera gráfica y era un poco parecida a
la que se señala aquí4:

En donde “A” sería el lugar donde se


estaba y de donde se parte o se quiere
partir, y “B” el lugar a donde se va o se
4
En el pizarrón sólo se había dibujado las referencias
A y B y el muñeco e igual que el rayado entre las
referencias. No se había dibujado la maleta. La
maleta se hace en este libro para ilustrar mejor lo que
se estaba señalando y se quiere resaltar ahora.
47
quiere llegar, sin faltar la maleta de viaje.
Ambas ciudades, la de la partida y la de la
llegada no tienen nada que las haga
diferentes, sino que una tendrá puentes y
edificios que la otra no tendrá; tendrá
coloridos que la otra no, y otros muchos
detalles que harán que se viva con más
confort o comodidad, pero que no
garantizan que así sea, ya que todo va a
depender del viajero con su maleta en
disposición de viajero.
No se había dibujado la maleta y ese
olvido obedecía caprichosamente a la
intencionalidad intuitiva propia de la
dinámica del taller. Se había hablado de la
maleta y se había dejado para que cada
quien se la imaginara como quisiera en el

48
caso de que esa idea hiciera algún eco y
trabajo en sus mentes. Esa comprobación
se iría a verificar más adelante y que
indicaremos en su preciso momento, porque
no podemos dejar de querer que quien esté
leyendo estas líneas, justo ahora, también
siendo partícipe de los efectos del taller
como si lo estuviese haciendo también (de
hecho si está a estas alturas todavía
leyendo e interesado en lo que está
leyendo, ya es un indicativo de que lo está
haciendo, en cierta manera… Por eso se
escribe este libro).
La vida es un viaje.
Nos movemos. Nos trasladamos de “A”
a “B”. Lo fascinante no es la llegada, porque
todos sentimos como un no sé qué de

49
desencanto cuando se llega a donde se iba.
¿Y esto era todo? podría ser la pregunta y
la reacción existencial al llegar. Tantas
ilusiones y fantasías que se habían hecho
antes de partir se derrumban cuando se
llega porque no es como se creía que era y
es. Vienen las desilusiones y las
confrontaciones con la realidad, porque las
cosas son como son y no como hubiésemos
querido que fueran. Un dejo de desánimo,
tal vez, nos invade. Porque no hay
diferencias entre A y B como lugares. La
maleta…
Pero, en ese mientras se preparaba o
se prepara el viaje para salir de A hacia B
como puntos referenciales de dos
distancias, lo importante es la carga de

50
emotividad y de fantasía que le ponemos al
mientras se parte. Se llena la cabeza de
fantasías y de proyecciones. Imaginamos
que será de esta o de aquella forma y
maneras. Nos imaginamos de esta u otra lo
que nos imaginamos. Y sería muy cruel que
no se realizara el viaje porque se nos
quema abruptamente y de manera violenta
un mundo de cosas deseadas y añoradas
allá dentro, aumentado una lástima
profunda por nosotros mismos y en cierta
manera una repulsión automática por
quienes nos engañaron, en caso de que
haya podido ser una promesa. En ese
mientras se prepara el viaje hasta nos
compramos ropa nueva para tener que lucir
distintos y como otros en la ciudad a donde

51
vamos, como si con la ropa cambiara la
situación, ya que todo depende del viajante
y no del sitio. Pero nos hacemos una
comprita porque no está de más. En todo
caso nadie en absoluto notará que estamos
estrenando porque nunca habíamos estado
allá y si hubiésemos estado, igual
sucedería.
Con la realidad del viaje, muy en el
fondo, nos hacemos la ilusión proyectada y
más distante e imposible de que nos vamos
a transformar. Que vamos a ser otros
distintos de los que somos y estamos de
donde estamos. Para algunos es pura
ilusión porque nada cambiará. Tal vez se
regrese con la maleta con más peso de lo
que se partió. Y, peor, aún, con más

52
divisiones porque se añora volver a la
ciudad de donde se regresó porque
sentimos que nos iba mejor que en la donde
estamos y hemos debido estar siempre en
sintonía con el tiempo y el espacio. Con
toda seguridad se deseaba volver lo antes
posible y no se perdía contacto con la
ciudad de origen. Entonces, ni fuimos ni nos
quedamos; e, igualmente, ni regresamos ni
volvimos, sino que nos movimos con la
maleta para ambos lados de la única
situación: yo mismo. Precisamente porque
el viajero siempre tiene su maleta, ya
grande o pequeña, pero su maleta.
Existe un cuento con una moraleja muy
interesante que valdría la pena referir y
contar, porque ilustra esa manera real de la

53
disposición del hecho del viaje, en su
sentido figurado, aplicado a la vida en todas
sus dimensiones. El cuento es: estaba un
viejito sentado en una plaza de un pueblo,
como a las diez de la mañana. Tenía su
sombrero apoyado en una de las rodillas y
se cobijaba bajo las sombras de los árboles
de la plaza. Por la plaza no pasaba nadie.
Tan sólo el viento que soplaba y hacía que
fuera más fresca la sombra para el viejito.
Como a la media hora pasa justo frente al
viejo un transeúnte que a todas vistas se
veía que no era del pueblo, por su manera
de caminar, por su vestimenta elegante y su
peinado moderno, por su hablar y por su
manera de saludar. Va directamente al
viejito y después de darle los buenos días,

54
sin más adornos, le preguntó que cómo era
la gente de ese pueblo. Por la manera de
preguntar y por el afán que tenía parecía
que quería quedarse viviendo en ese
pueblo. Llevaba prisa. El viejito con su
calma refrescada por la sombra de los
árboles de la plaza y por la familiaridad del
asiento de cemento de la plaza en donde se
sentaba todos los días, le contestó al
transeúnte: “Y, ¿cómo es la gente del
pueblo de donde usted viene, amigo?” El
transeúnte tenía prisa y sin ni siquiera
respirar profundo para tomar aliento
contestó: “La gente de mi pueblo es: mala
gente, son malos vecinos, no tienen
consideración con nadie, son envidiosos y
traicioneros, piden prestado y no pagan….

55
Y continuó con una letanía de cosas
negativas del pueblo de donde venía…. El
viejito después de escuchar con mucha
calma, a la vez que le daba vueltas al
sombrero con las manos, le contestó al
transeúnte: “Así es la gente de este pueblo”.
Y el transeúnte siguió su camino como si lo
estuviesen esperando en algún lugar del
pueblo. El viejito volvió a quedarse solo y
ésta vez volvió a colocar su sombrero en la
rodilla derecha como para que descansara
de las manos y como si cubriese la rodilla
para darle más sombra y frescura con el
sombrero. Esta vez le tocaba el turno a la
rodilla derecha pues ya había colocado el
sombrero en la izquierda antes de la
conversación con el transeúnte de la

56
pregunta. No pasó media hora, cuando
pasa un segundo transeúnte, que por todos
los detalles externos era evidente que
tampoco era del pueblo. Este segundo va
directamente al viejo y después de saludar
con cortesía le pregunta al viejito: “¿Cómo
es la gente de este pueblo?” El viejito esta
vez sin levantar el sombrero contestó
mirando al segundo transeúnte: “¿Cómo es
la gente de su pueblo?” “Son muy buenos
vecinos, son muy solidarios, son muy
considerados y respetuosos, son… son… y
son…. Y prosiguió con una letanía de cosas
buenas, alabando al pueblo de donde
venía…. “Así es la gente de este pueblo”,
contestó el viejito….

57
La moraleja del cuento es que como se
viene, se viene. Nada cambia. Si el pueblo
de donde se viene es como es, igual será el
pueblo a donde se llega… Nada cambia,
sino la disposición. Igual sucede con la vida
en todas sus dimensiones. Las ciudades A y
B son las mismas con diferencias
materiales. Lo que las hace diversas y
distintas, o parecidas o idénticas, son los
viajeros y sus disposiciones.
En ese segundo día del taller no se
había hecho la referencia al cuento del
viejito, como tampoco, a la graficación en el
pizarrón de la maleta.

58
5.

Para ese segundo día del taller había


muchas expectativas. Se esperaba que
vinieran algunos de los que no habían
venido el primer domingo porque no habían
podido. Se esperaba igualmente que
hubiesen corrido la voz y que algunos se
hubiesen animado por la convocatoria y por
el efecto contagioso de los buenos
comentarios que supuestamente habían
despertado la experiencia del primer día.

60
Todos los resultados inmediatos del primer
día del taller arrojaban que así sería y que
sería mejor, por lo menos en cantidad de los
asistentes. No se había hecho más
referencias ni invitaciones públicamente a la
continuación del taller porque se
consideraba que no era necesario, y, no le
era. Ya lo que había sido, había sido. Y
como había sido… Nada cambiaría la
realidad.
Así como el que viaja se hace y forma
un mundo de expectativas de lo que será
cuando llegue, igual había sucedido con lo
que se esperaba del segundo día del taller.
Por lo menos, aumentaría la cantidad de los
asistentes, como si con ello cambiase la
esencia y la intensidad del taller. Habrá

61
muchos que vendrán. Eso era parte de las
expectativas. La realidad era lo que iba a
ser en cuanto a la cantidad. No por ello
menguaría la intensidad del mismo. Y, en
cierta manera, algunos habían sentido como
un desencanto al ver que faltaban, sobre
todo los más jóvenes. Pero es parte del
hecho del viaje aplicado a esa circunstancia
y a cualquiera de la vida.
Eran los que eran y estaban. Los que
no, pues, no estaban. No cambiaba ni
cambiaría en nada la realidad del sitio a
donde se iba. El segundo domingo era, en
cierta manera, un sitio de llegada y era un
viaje. No cambiaba nada. La realidad era el
taller con su metodología.

62
En ese segundo día se había colocado
de manera aparentemente inapercibida un
dibujo de un maletín en el extremo superior
izquierdo del pizarrón. Y, así, si se había
omitido el dibujo del maletín el primer día
como parte de la dinámica y estrategia,
ahora, con el mismo sentido, se colocaba
un maletín. Y todos se habían percatado del
dibujo en el pizarrón. Un poco a la manera
como se dibuja aquí:

En donde el cuadro grande grafica el


pizarrón, y el maletín colocado en la parte
63
superior izquierda al maletín, sin más, ni
menos. Claro que no tan grande el maletín
pero sea válido para graficar lo que se
quiere en este momento. Se habían
colocado todas las ideas que habían
surgido en ese segundo día en la parte
derecha, sin hacer para nada mención del
maletín, porque era parte de la estrategia de
la dinámica de esa mañana. Pero no era
necesario porque todos se habían dado
cuenta de ello y algunos hasta habían
preguntado qué significaba el maletín. No
se había dado ninguna respuesta hasta su
debido momento, que era al final de esa
sesión de esa mañana. El maletín estaba
haciendo su trabajo subliminal. Era lo que
se pretendía y se estaba logrando.

64
No sólo el maletín estaba haciendo su
trabajo. También el lápiz en la boca
complementaba el trabajo que ya estaba
haciendo aquel dibujo sin ninguna razón
aparente. Eso hacía que aumentara la
intriga. Algunos, si no todos, estaban más
pendientes y atentos. Algunos miraban y se
miraban entre sí como preguntándose
muchas cosas. Las miradas furtivas que se
entrecruzaban y se dejaban traslucir en
algunos rostros indicaban que estaban
intrigados y cuestionándose. Un mundo de
mundos de cosas pasaban por las mentes
por algunos más inquietos. Quizás para que
no hablemos será lo del lápiz. Algunos,
inclusive, veían en el maletín una mueca de
sus caras por el hecho de mantener el lápiz

65
en la boca. Y miraban, entonces, el maletín
con cierto recelo, pero no dejaban de
mirarlo porque lo tenían de frente al estar en
el pizarrón. No podían evitar mirarlo.
Todo transcurría mejor de lo que se
había programado, por lo menos por parte
del moderador que disfrutaba todo lo que
estaba sucediendo en esa segunda mañana
de ese segundo día del taller.

66
6.

Se esperaba, sin embargo, que los


más jóvenes, y que eran los integrantes de
uno de los coros de la parroquia, llegasen
en el transcurrir de esa mañana. Pero, no
llegaban, e, igualmente se les esperaba.
Parte y elementos constitutivos de las

68
expectativas que se habían hecho de ese
viaje, que en nada cambiaría la realidad
porque el viaje se estaba dando, con o sin
ellos.
Ya todas las ideas que habían salido en
la metodología de lluvia de ideas estaban
colocadas en el pizarrón. Se habían leído
todas en voz alta sin omitir ninguna. No se
había hecho ningún comentario sobre
ninguna en particular y eso tenía a todos
más a la expectativa porque se suponía que
vendría el proceso de eliminación o crítica,
en todo caso. No se había hecho. Y se
notaba un no sé qué de inquietud y de
intranquilidad. Algunos se movían un
poquito más en sus asientos. Otros se
pasaban las manos por los cabellos y con

69
ello se hacía evidente el contagio de la
situación del momento que era la
expectación in crescendo, pero parte de lo
que se quería, como para mantenerlos a
todos en un vilo expectante.
Ya cuando se consideró que era el
momento, el moderador tomó un pito de
color rojo que había pedido prestado para
esa mañana, y que había colocado encima
de la mesa-escritorio del salón. Tomó el pito
(silbador) lo mostró a todos los presentes y
les propuso la idea de ir sonando el pito en
la medida en que se fueran analizando las
ideas colocadas en el pizarrón e indicadas
por los que habían intervenido. Todos
dijeron que les parecía buena idea. Y, si no,
pues era lo que se había programado como

70
estrategia de grupo. Pero se quería tener a
todos involucrados y para ello el moderador
hacía que todo fuera muy fluido y
espontáneo, previa preparación, por
supuesto. Porque es importante apuntar a
este respecto que si no hubiese habido
preparación y estudio constante sobre el
tema y su dinámica, todo hubiera sido un
caos. No se pretende recoger determinadas
frutas de un determinado árbol, si antes no
se ha sembrado y cultivado ese árbol.
Absurdo que fuese lo contrario. Iría en
contra del sentido de la historia asumida.
Por eso todo iba fluyendo con naturalidad y
con sorpresa. Además, no se dá lo que no
se tiene… Y para que haya pues hay que
tener… O, sea, una constante confirmación

71
de historia por historia… Una fiesta…
El moderador siguió exponiendo su
idea: vamos a analizar cada frase colocada
con la ayuda de todos, y después la
aprobaremos o desaprobaremos. Si no la
aprobamos hacemos sonar el pito como en
señal de alerta o como si fuese un fául (foul,
falta; la colocamos como suena
coloquialmente) para indicar que está mal,
y, la tachamos con el marcador. Pidió la
aprobación y el consentimiento de los
asistentes que asintieron con un sí
espontáneo, precisamente porque estaban
más que involucrados con el desarrollo y
desenvolvimiento. Era el momento una
fiesta: estaban en lo que estaban y eso era
muy importante para su historia existencial y

72
psicológica. Sin negar que estaban
tensionados hacia lo que fuese a suceder
con las ideas que cada uno había aportado
como para comprobar que estaban en lo
cierto o no. Necesitaban en la inmediatez de
ese transcurso de tiempo salir de esa duda:
o habían hecho bien al señalar la frase que
habían dicho o estaban equivocados. Tal
vez esto era lo que los tenía a todos como
con angustia momentánea y pasajera, pero
angustia, igualmente. Tal vez resonaría en
sus corazones agitados a esas alturas de la
mañana, un rápido, a lo que vamos, ya…
qué espera… al grano que es lo que nace.
Había, sin embargo, otra posibilidad que es
importante referir. Y era que no estuviesen
de acuerdo con la eliminación de su frase y

73
se generara una discusión a ultranza para
defender sus derechos. Se trataba de
libertad de expresión, además, del derecho
de palabra para objetar y exponer razones
de por qué tal o cual frase se había dicho y
expuesto. Hubiera sido muy interesante en
ese caso porque obligaría a estudiar más a
fondo para comprender comprendiendo.
Pero ya todo estaba como estaba. Se
había sembrado el árbol específico y se
pretendía recoger la fruta específica.
Imposible que diese una fruta distinta de la
familia y especie en concreto de lo que se
había sembrado. Imposible. No podía y no
puede contradecirse la historia consigo
misma y con las leyes universales. Sería un
abrupto y una tragedia. Sólo la tragedia

74
podría generar tragedia, y eso desde un
comienzo, y que sería ya una confirmación
de lo que se trae y se lleva. Se lleva lo que
se trae y viceversa. En el caso concreto de
ese taller, era el resultado de quince años
de trabajo, en los que se había
profundizado la constante de la cruz
asumida en la concreción de la historia, sin
evasiones. Por lo menos se estaba
consciente de haberse hecho siempre. No
últimamente o los últimos días. Siempre.
Siempre. Imposible, entonces, que se
recogiera una fruta que no se había
sembrado. El árbol indicaba que era esa
fruta y esa fruta se esperaba recoger. Había
plena seguridad que se había sido fiel a la
historia y se había sembrado eso mismo. Se

75
esperaba que de los mangos salieran
manguitos. No es tan cruel la naturaleza, en
todos los sentidos, ni tan absurda. No existe
destino, sino continuidad histórica en el
tiempo. Decir lo contrario sería contradecir
lo creado y al Creador como expresión
unitaria de una misma realidad. No se
oponen ni se distancian. Se complementan
y se explican el uno en el otro y se
manifiestan como una misma expresión sin
distinción. Experiencia sublime de todo
como una misma realidad en la que desde
lo creado se llega y se transporta a su
Hacedor y desde él se vuelve a lo creado
como la maravilla de todo cuanto existe
para comprender y vivenciar que es
exultante y gozosa la experiencia

76
complaciente y contemplativa del único
hecho de existir. Pero en fidelidad a la
historia y en la historia, sin otras historias,
para dejarnos de cuentos o de ilusiones que
no serían más que evasiones. Ya el sólo
hecho de considerar la posibilidad de ver y
experimentar lo creado y el Creador como
dos realidades que se oponen y se
contradicen es una clara demostración del
principio de evasión. Y mantenerlo y
comunicarlo sería la constante del inicio de
esa historia como viaje, con una maleta
llena de cosas que nos estorban y fastidian
el mientras se va, para resultarnos penoso y
lastimero nuestro existir. Y se llegaría a la
ciudad de destino como situación y
predisposición existencial tal como se partió

77
con la misma maleta, tal vez, más llena de
lo mismo con que se salió. El resultado justo
de una evasión como principio y de una
evasión como resultado porque sería la
constante del mientras se va o se viaja,
porque se llega con lo mismo que se partió.
Ni más, ni menos, aunque con un poquito
de más de lo mismo.
En el caso del taller se había
sembrado.
La línea era la historia.
Se había sido fiel a ella, a pesar de los
pesares y los ayes. Era lo fascinante y lo
reconfortante.
El resultado no podía ser otro que la
confirmación de esa misma línea de partida.
Otra línea llevaría a otros resultados. Y eso

78
tenía que ser, por la sumatoria de los
elementos, imposible.

El moderador ya tenía la aprobación de


los asistentes en que se haría sonar el pito
en caso de no aprobarse la frase a la que le
harían el sometimiento y la revisión. Sonó
varias veces el pito para verificar si
funcionaba. Se oyó dos o tres silbidos que
salían del aparatito rojo que se había
llevado el moderador a la boca para soplarlo
y provocar un como alarido para indicar que
si servía y que era pito porque pitaba. El
pito se asemejaba a una pomalaca o una
pomarrosa por su forma y su color vívido.
Algunos se miraron entre sí como indicando
que si soplaba el pito y si sonaba como pito,

79
entonces, era pito. No dejó que alguno que
otro soltara una risotada haciendo algún
comentario oportuno contagiando con ello al
resto que lo acompañaba con carcajadas
ruidosas y festivas. También el moderador
se carcajeaba, tal vez, el que más porque
también lo disfrutaba, y quizás, también el
que más. Quizás los presentes no veían al
moderador como el facilitador a la distancia
y al que viene a dictar una clase, sino como
el que les prolongaba sus proyecciones
frente a ellos, y se daba un ambiente de
camaradería muy peculiar y singular propia
del momento y de ellos. Aquello no parecía
una clase o algo por el estilo, por lo menos
no se hacía sentir así ni del moderador ni de
los participantes; era, más bien, una como

80
tertulia en donde todos estaban
involucrados y en donde se la pasaba bien
interviniendo y compartiendo ideas,
sentimientos y la misma experiencia del
viajar en común, cada cual con su maleta,
que era lo que estaba haciendo la
diferencia. Lo demás era un todo y en lo
mismo con sus individualidades en
compañía en el movimiento en constante
transcurrir. Tal vez tenga razón el filósofo al
decir que el agua del río no es la misma
porque está en constante pasar para indicar
lo que fue, fue, y así es, para resaltar la
perpetuidad del presente, diferente en
fracciones de tiempo imperceptible pero
real. Que si se aplicara siempre esa máxima
parafraseada en la idea y no citada en

81
textual se viviría en total apertura existencial
porque el agua que acaba de pasar ya pasó
y queda la que está pasando que ya no es,
sino la que vendrá. No nos aferraríamos al
sentimiento, tal vez negativo acabado de
sentir, porque ya pasó, y nos abriríamos al
que viene y al que viene, y, así en constante
esperar y sentir, como lo que significa en sí
la famosa palabra dialéctica. Eso es fruto de
una auténtica experiencia de apertura, sin
olvidar, por supuesto el cauce por donde
pasa el río que es justamente el caudal que
hace la historia, porque el río si se desvía
hacia otros cauces distintos al que ya tiene
por el transcurrir constante, causaría
estragos por donde pasaría porque se
desbordaría y arrasaría todo a su paso. Y

82
no…
No filosofaban ellos de esa manera,
por lo menos de manera discursiva como
aquí, pero si lo vivían, quizás tan profundo o
más que como se está pretendiendo al
escribirlo. La intensidad de lo que estaban
viviendo era real y concreta. Las
intervenciones y el ambiente de esa
mañana así lo indicaban. La fogosidad del
momento como momento del paso justo de
esa porción de agua señalaba que se
estaba viviendo el presente con intensidad.
Lo que será, será, y no les tenía
preocupado sino lo que estaban
vivenciando, aunque no se negaba que la
tensión estaba precisamente en el pizarrón
y en la posibilidad del grito que emitiría el

83
pito en cada soplada que se hiciera cuando
se analizara todas las frases que se habían
señalado y apuntado.

84
7.

“Como estamos claros y todos de


acuerdo” - de nada valdría no estarlo
porque así ya se había programado como
metodología - “con que sonemos el pito
para indicar que no aprobamos la frase que
vayamos a analizar, vamos al grano que es
lo que nace, como dice el refrán”, apuntó el
moderador, a la vez que soltaba una
carcajada auto aprobándose el refrán que
acababa de citar. Algunos se movieron en

85
sus puestos como para acomodarse y como
sin con ello garantizaran que no les fueran a
eliminar sus aportes que estaban apuntados
en el pizarrón.
El moderador en una mano tenía uno
de los dos marcadores con lo poco que
quedaba de ellos, y, en la otra, el pito rojo
con parecidos a una pomarrosa o
pomalaca. Se dirigió al pizarrón dando la
espalda a la audiencia en expectativa e
implicada en lo que estaban. “Pasión,
muerte y Resurrección del Señor” (P. M. R.
Sr.) leyó en voz alta y se dio unos pasos
atrás como si se espantara y se distanciara
de lo que acababa de leer. Repitió varias
veces, tal vez tres, la misma frase en forma
de pregunta. Algunos apretaban el lápiz que

86
tenían en la boca y se movían en sus sillas.
Todos quedaron en silencio por un
pequeñísimo espacio de tiempo lo que
indicaba que igualmente se cuestionaban. Y
el pitido que emitió el aparatico rojo invadió
todo el salón en esa mañana. Se
entreabrieron más los ojos y los
movimientos de las cejas mostraban la
sorpresa sin evitar algún que otro
movimiento de cabeza, como confundidos.
El moderador se volvió hacia la audiencia
para comprobar lo que se sentía en los
presentes. Nadie decía nada. Quizás la
sorpresa los tenía paralizados. Tal vez esa
actitud del moderador era desafiante y
retadora para esperar reacciones
defensivas. Nadie, sin embargo, decía

87
nada. O, no tenían argumentos, o
aprobaban con su silencio paralizador. Y
volvió a dar la espalda para ir al pizarrón y
tachar con una x grande la frase, a la vez,
que volvía a pitar por dos veces repetidas
reiterando con ello que confirmaba la
eliminación de la frase.
“¿Sucede la pasión, muerte y
resurrección del Señor en Semana Santa?”
Se tenía claro ya que la Semana Santa no
es hacia el tercer o cuarto mes del año civil,
sino todos los días cuando la comunidad de
creyentes se reúne en torno a la Mesa para
conmemorar el mandato de Jesús,
perpetuando en el tiempo por la acción del
Espíritu Santo la obra de la Redención, en
el mandato cumplido en la Iglesia. Más,

88
aún, cuando cada día se asume la cruz con
dignidad y gallardía, a pesar de los pesares,
o, mejor, con los pesares y ayes del día de
la historia individual, que es la constante del
mensaje de Jesús en los Evangelios. Sobre
esa línea del mensaje de Jesús se había
insistido por cerca de quince años
consecutivos, por todo y para todo, hasta en
la sopa, como se dice.
Una de las frases apuntadas en el
pizarrón era la palabra “Conmemoración”.
El silencio era aprobatorio e iba
acompañado de un movimiento de cabeza
afirmativo un poco tímido. Quizás este
movimiento indicaba que en el cerebro se
estaban dando ajustes por esta verdad
conocida y confirmada en el taller de

89
formación preparado para esa cuaresma,
como muchas de las muchas vividas hasta
entonces y siempre. No había ninguna
novedad al respecto. Quizás para algunos
fuese una sorpresa. El silencio, quizás,
mostraba que estaban en un trance místico
transitorio de asimilación de esa verdad
teológica y hasta no se podría negar que
estarían experimentando un flash repentino
de comprensión y de revelación al mismo
tiempo. Una verdadera y auténtica
experiencia mística, tal vez, como la de
Pedro en el relato de la pesca milagrosa. Tal
vez, porque es, según ese relato, en donde
se evidencia una experiencia religiosa y
mística, precisamente porque se
experimenta que es a la historia donde se

90
ha de volver porque es en ella donde se
complementan vida y acción con conexión
histórica. Sin desfases, sino en
complementariedad porque se explican en
una misma realidad, que es la historia. Por
eso, vuelan a echar las redes…
Se tenía clara la concepción teológica
de la Semana Santa, como, igualmente
claro la concepción religiosa de la Semana
Santa, que aunque pareciera una repetición
son diferentes. Porque al comprender el
sentido teológico de la Semana Santa
llevaba a llevar la cruz de cada día con el
más auténtico sentido del compromiso real
con la historia, con dignidad, a pesar de los
pesares, en el más estricto sentido
existencial, del que abarca a todo ser

91
humano, indistintamente de su credo. El
sentido religioso, en cambio, era y es la
celebración ritual del sentido teológico, que
es indispensable en la liturgia, como
apuntan los documentos de la Iglesia sobre
estos temas. De hecho, no se puede
separar rito de misterio en la celebración de
la Iglesia al conmemorar el mandato de
Jesús en la última Cena con los doce. El rito
es importante porque es la manera como se
celebra el misterio en continuidad histórica
como legado histórico de la Iglesia. Pero,
tampoco se trataba y se trata de un apego
estricto a las rúbricas del cómo debe
celebrarse sin comprender que se está
repitiendo el misterio redentor de la Cruz,
por Cristo y en Cristo. Y esta última manera

92
comprensiva de ver esas realidades llevaba
y lleva a comprender que quien muere en la
Cruz es Cristo por la humanidad y que la
Iglesia al cumplir el mandato dado por su
fundador, como obra del Espíritu Santo, que
la continúa, está siendo fiel, tanto al cómo y
al qué. Al qué, porque perpetúa en el tiempo
conducida por la acción del Espíritu Santo,
la redención realizada en la cruz por Cristo,
y recuerda al género humano de todos los
tiempos que nos acercamos a esas
verdades cargando cada uno con su propia
cruz de cada día. Justo ahí el sentido
teológico de la Semana Santa, que es todos
los días, porque la historia y a la historia sin
escapes ni evasiones, reconfortados
siempre por la conmemoración de la última

93
Cena para iluminarnos con las palabras y el
sentido sacrificial del que es modelo Cristo,
luz de las naciones y gloria del Padre para
beneficio único y exclusivo del hombre. Y al
cómo, al ceñirse respetuosamente a la
manera de como se ha celebrado siempre
por la Iglesia a través del tiempo y en donde
la experiencia ha de ser siempre en línea
del qué, que es lo que lo explica todo en la
Iglesia, que no es otra cosa que la
liberación de lo que nos atan tantas cosas
en la vida. En fin, la experiencia de “la
libertad de los Hijos de Dios”.
El qué y el cómo de la celebración de
la conmemoración de la última Cena van
unidas. No una en menoscabo de la otra. Y
sin sacrificios ni descuidos de una por otra.

94
Las dos juntas. De hecho, cuando se da
preferencia a una se perjudica el conjunto.
Así, cuando nos ceñimos a las rúbricas y a
la manera de cómo debe hacerse, nos
esclavizamos y nos creamos más
problemas, y, peores, porque se nos genera
el enfermizo sentido de la escrupulosidad
religiosa de que se debió hacer así y no se
hizo. Y, entonces, se ha estado lejos del
qué, que es la experiencia liberadora y
gozosa del misterio que abarca a todo el ser
hasta lo más profundo, transformándolo. Lo
libera y lo desata de ataduras añadidas por
costumbres heredadas, como la de comer o
no comer pescado en esos días, como si
hubiese diferencia entres esos días y los
otros; como muchas otras propias de

95
lugares y culturas. Tampoco sería sano y
saludable, en aras de un criterio de
comprensión de un poquito de más allá del
común, que no se realicen ciertos patrones
del ritual de la Iglesia, porque pretendemos
haber comprendido todas esas verdades. Y,
entonces, se omitan muchas cosas y
detalles que ayudan a la comprensión de
ese mismo misterio que es la redención y su
celebración, y que connotan un elemento
afectivo y emocional, justamente para ir
creciendo en la sensibilidad de la
experiencia de la libertad de los Hijos de
Dios.
El qué y el cómo de la conmemoración
separados sería realmente peligroso para la
Iglesia y para la historia. Si le diéramos

96
mucha y más importancia al qué
correríamos el peligro de convertirnos en
demasiado racionales, en donde hasta se
descartaría la posibilidad de la imaginación
sensible, sino sólo lógica. Y esto es
necesario para una salud mental y
emocional y comprensiva de esas verdades.
Igualmente, si le damos mucha y/o más
importancia al cómo, nos traería serios
problemas, ya que nos convertiríamos en
esclavos de una ropa, de un color, de una
comida, de una manera, de una postura, de
un rezo, de una fórmula, de una hora, de un
así o asá. Y, en vez de liberar nos
ofuscaríamos hasta la confusión mental de
la escrupulosidad religiosa. En otras
palabras, nos alejaría de la historia, y para

97
parafrasear lo que han dicho algunos
filósofos, no alienaría y nos convertiríamos
en dominados por las circunstancias y no
dueños de ella, o lo que sería igual a decir,
en locos. Justamente por la no adecuación
de la mente con la realidad, que en esta
línea no es otra cosa que la historia, como
la medida y el medidor del existir en el
tiempo y el espacio que nos está tocando
afrontar, con todo y todo, y, a pesar de los
pesares.
Ver y experimentar la Semana Santa
sólo hacia el tercer o cuarto mes del año
civil, es, precisamente una manera de
priorizar el cómo, en vez del qué y el cómo
juntos. No se obvia que la Iglesia es sabia,
madre y maestra, y, como tal, coloca sus

98
tiempos fuertes, justamente para llevar al
conocimiento de esas verdades. Pero, la
Semana Santa es cada día y todos los días,
porque la Semana Santa es un sentido
teológico y existencial de vivir la historia de
cada día, como asumida. Vivir la Semana
Santa en esa perspectiva es vivir la vida con
sentido teológico a plenitud y es
comprender que la historia como el día a
día con sus afanes es la única medida y
comprobación.
Esa verdad y experiencia son la
medida de libertad de los Hijos de Dios.

99
8.

El moderador ya había tachado en el


pizarrón la primera frase con todo lo que
decía. Había confirmado su atrevimiento
con varios pitidos con el pito rojo que tenía
en sus manos. Nadie de los que estaban
presentes había alegado absolutamente
nada. El silencio era aprobatorio del
atrevimiento del moderador.
Otro tanto, les fue sucediendo a las
frases siguientes. Tachadura con una x
grande y acompañado de un estrepitoso
ruido emitido por el pito había sido la

100
sentencia para cada una, en escalada
descendente. Por lo menos, para las tres
frases siguientes porque casi
espontáneamente y al unísono los
asistentes al taller dijeron que la misma
suerte les tocaba a todas y que no era
necesario seguir de una en una, ya que
todo estaba claro.
No había nada qué añadir.
Los resultados habían sido más que
maravillosos. No había que decir mucho.
Todo estaba asimilado, por lo menos así
parecía. Había que aplicarlo cada uno en su
cadaunada, es, decir, en sus circunstancias.
Tampoco se estaba descubriendo el agua
tibia ni la pólvora ni nada por el estilo. Se
trataba de recordar que esa es la vida, e,

101
igualmente, de reconocer que la gente lo
comprende así, al vivir la vida como vaya
viniendo, sin mayores aspavientos ni
tambores, ni nada sorprendente. Había que
asomarse a la puerta o salir a la calle o ver
al vecino o a la misma familia o ellos
mismos para comprender que eso se sabía
y se sabe… Eso se vive… Se aplica…
¿dónde estaba y está lo nuevo? Tal vez, en
comprender que lo comprendían y lo
sentían como sorpresa y agradecimiento,
como Pedro en el relato de la pesca
milagrosa, para expresar en admiración
“Señor”, y descubrir, justo ahí, en la
comprensión repentina, que se trataba y se
trata de una revelación apegada al más
auténtico sentido de la historia, a la que hay

102
que ir siempre, y, a pesar de todo, otra vez
siempre. Tal vez sea el relato de la pesca
milagrosa el ejemplo más claro en la Biblia
de una experiencia religiosa, que es
acompañada por la frase o su sentido de
sorpresa de “Señor” al comprender que
tiene sentido el sin sentido de lo cotidiano y
que en lo cotidiano nos encontramos con el
sentido de nuestra existencia. Y la gente ya
lo experimenta, así vaya o no a la Iglesia,
así haya o no asistido a ese taller de
formación para la Semana Santa. A años luz
que la gente lo vive, lo entiende y lo
experimenta… ¡Será por eso que se
identifica con el Nazareno ya que él
cargando la cruz y de color morado les
significa su proyección y acompañamiento

103
en la vida! ¡Cuán sabia y teóloga e histórica
es nuestra gente y lo ignoramos!
-- ¡Qué bonito!- dijo una de los
asistentes. Y tenía los ojos humedecidos.
Se le abría los ojos a la cotidianidad y a lo
de todos los días, que no era nada nuevo,
pero revelador para amar la cotidianidad, a
pesar de los pesares.
Y se quedaron en silencio… Tal vez,
cada cual asimilaba que a su cadaunada…
a la suya… no a la otraunada (y sea válida
esa palabra para significar lo que en
filosofía del arte se llama y se tipifica como
lo inexpresable del arte, lo que hace que
sea bello porque se convierte en la palabra
o clave de lo que se quiere expresar, pero
que no se logra y resume todo lo que se

104
quiere decir). Cada uno a su cadaunada… o
cada otro a su otraunada… Quizás eso
explicaba el silencio. Y, quizás ese silencio,
era lo bello o la frase o comportamiento que
se encontraba pero que lo decía todo,
porque, también ese taller, justo en ese
momento, estaba logrando ser y convertirse
en una bella obra de arte. Y lo era… Y era
bello… Era bello… También una experiencia
religiosa, y eso que no estaban rezando, ni
nada de esas cosas… Era y es la realidad…
No, más; no, menos… O, eso mismo,
aplicado a la imagen del Nazareno que
significa tanto para nuestra gente, sobre
todo, el miércoles santo, se convierta y sea
la sublimación de la expresión de sus vidas
asumidas con dignidad y gallardía, a pesar

105
de los pesares, de las que esa imagen,
justo en los días de la Semana Santa,
celebración como ritualística y populista,
sea más de lo que se cree, porque les
plenifica y plasma sus propias vidas.
También bello, porque la vida se convierte
en obra de arte con la cruz, y el Nazareno
quien les exprese lo que no logran con
palabras o gestos y hechos. Sorpresa de
sorpresa.
A estas alturas todos tenían que estar
en silencio, aún, ahora con estos hallazgos
de sorpresa que descubren la vida con su
arte y belleza. Y con los ojos humedecidos
por las suaves insinuaciones de la
comprensión de esas verdades ya vividas
de manera práctica y diaria.

106
107
9.

Terminada la sección de eliminación de


las frases en el pizarrón acompañadas por
el sonido del pito cada vez, se procedió a
una especie de plenaria general para
recoger todas las impresiones. No podía
faltar la pregunta de por qué el lápiz en la
boca. Algunos como a la defensiva
afirmaron que se trataba de una manera
para que no hablaran. No era esa la idea
inicial cuando se diseñó esa metodología. El
moderador dejaba que opinaran y eran
contrastantes todas y para nada acertadas.
Se generó un murmullo de opiniones y
pequeños alegatos entre algunos. El
moderador observaba. Era la estrategia y
estaba dando resultados.
El lápiz en la boca era una aplicación
de un ejemplo propuesto por algunos
estudiosos de la neurología o neurociencia
social para ayudar a mejorar las relaciones
sociales que son la clave y el desenlace
concreto de la inteligencia emocional. Para
ello se había estado leyendo los dos tomos
de Daniel Goleman sobre estos temas tan
interesantes (Inteligencia emocional, uno; y
el otro, Inteligencia social), y, el moderador,

109
inquieto en estos recovecos de la mente
humana, con una gran expectativa había
propuesto y dispuesto que se colocaran un
lápiz en la boca para disponer
intencionalmente los músculos faciales de
los asistentes y ayudarlos a sonreír y
generar un sentimiento positivo (cfr. Daniel
Goleman, Inteligencia Social, La nueva
ciencia para mejorar las relaciones
humanas, Editorial Planeta, Bogotá, p. 31,
2006). Teniendo en alta consideración que
nuestros comportamientos sociales
inmediatos son instantáneos e involuntarios,
fruto de las “neuronas espejo”, porque
reflejan la acción que observamos en la otra
persona, haciendo imitar esa acción o tener
el impulso de hacerlo (cfr. pp. 59-75).

110
Intervienen sobre manera lo que los
estudiosos llaman el camino alto y el
camino bajo, sobre todo, a nivel de reacción
inmediata inconsciente-natural que es lo
que refleja las “neuronas espejo”. En el
caso de una reacción inmediata instintiva
interviene el camino bajo, que nos refleja tal
como somos y sentimos; mientras, que el
camino alto procede a procesar en
fracciones de segundos esas reacciones y
lleva a un comportamiento mesurado por la
conveniencia, en este caso social y de
convivencia. Y como aquel taller se
proponía también una convivencia entre
todos los asistentes, se trataba de ayudar a
dar los elementos para que así fuera.

111
El moderador expuso los motivos del
lápiz en la boca. Explicó de dónde había
tomado la idea e insistió que puede ser una
estrategia para ayudar a que nuestras
facciones positivas, en el caso de los
músculos de la cara, estimulen en el que
nos oye y ve reacciones positivas al hacer
que parezcamos que estamos sonriendo. La
otra persona va a reaccionar naturalmente a
esa energía que percibe y nos la va a
transmitir, generando con ello un ambiente
interpersonal mejor, por lo menos en
intención, porque también vamos recibir lo
que el otro nos está transmitiendo.
Las carcajadas fueron espontáneas.
Quien más que otro. Pero, nunca habían
pensado que tendría esa motivación.

112
Algunos señalaron que habían pensado que
era para que no hablaran e interrumpieran
en el transcurso de esa mañana. Y
comenzaron a burlarse entre ellos. Que
usted ponía la cara así, que usted asá…..
jaja ja jajajaaja y más jas, de risotadas
espontáneas y alegres…. Yo me quitaba el
lápiz para descansar un poquito pero me lo
volvía a colocar… que yo estaba pensando
que por qué…. Será que el moderador está
disgustado… y bla… bla….. bla… Cada uno
daba y compartía sus impresiones y sus
experiencias de expectativas del lápiz en la
boca durante esa mañana del domingo….
Era festivo el momento….. j aja ja jaja ja
jajaj …. Y más jás. Tal vez mil millones con
o sin el devalúo…. Ja aj aja jajaj.

113
Faltaba algo, sin embargo, por dilucidar
por lo menos para esa mañana del segundo
domingo del taller de formación sobre la
Semana Santa. Y es el siguiente
apartado…. Ja jaja ja jaja ja j aja jaja….y
tres jas más…

114
10.

Un detalle los tenía también intrigados.


Algunos ya habían hecho referencia y
habían preguntado. No se había dicho
nada, ni siquiera se les había dicho que se
fijaran en él, pero todos se habían
percatado. Y era el dibujo del maletín en la
esquina superior izquierda del pizarrón.
Y el maletín, qué significa –
preguntaron como en coro, ya no angélico,
sino de gente con los pies en la tierra, por lo
menos después de hacer teología del

115
sentido de la cruz y de la teología de la vida
en la cotidianidad.
El moderador refirió un libro que
llevaba por título “el viaje”. Expuso lo que,
en líneas generales decía y exponía el
autor, y lo aplicó a la vida. Enseguida señaló
que la vida es un viaje. Se parte de A hacia
B. No es tan importante el de donde se sale
y al donde se llega, sino en el mientras se
va. El mientras es la señal que estamos
viajando. En el mientras se forjan ilusiones y
propósitos con metas. Se lucha por
conseguirlo y hacerlo realidad, mientras se
continúa el viaje. Al llegar se experimenta
un dejo de desencanto, porque no es ni era
como se había pensado mientras se iba o
cuando se disponía a salir. Pero, eso ya es

116
fruto de las expectativas porque la vida es la
que es y no tanto la que nos imaginamos
que sea. La vida es así. Pero el mientras es
importante ya que es señal de que estamos
vivos y viviendo.
Partimos de A a B. Llegamos. Y eso en
continuidad. Ya que todo es un continuo
viaje. Cada cosa que emprendemos y
realizamos es un viaje, con sus respectivos
mientras se iba. En todo y para todo y
constantemente.

117
Todos tenemos una maleta para el
viaje. No es necesaria la maleta pero la
tenemos. Si no tenemos maleta no
podemos hacer el viaje. Pero es que no se
quiere la maleta. Es imposible asumir la
vida como un viaje y en constante. La
maleta no es indispensable pero no
podemos salir sin la maleta. La maleta nos
la colocaron y en ella estamos colocando un
118
poco de todo. Un poco de historia de
familia, un poco de historia de nuestra
niñez, un poco del barrio, del pueblo donde
crecimos, un poco del papá, otro de la
mamá y de todos los integrantes de
nuestras familias, nuestras experiencias
personales acumuladas, nuestros dolencias
físicas y emocionales…. En fin de todo, un
poco de camino bajo y otro de camino alto
en conjunción y en equipo para que ese
mientras, se nos haga muy bueno, bueno, o
menos bueno… Pero, igual será… Y en
movimiento siempre…
En ese caminar, en el mientras,
ajustaremos el contenido de la maleta.
Meteremos muchas cosas más de las que
ya teníamos cuando partimos. Pueda que

119
se nos haga demasiado pesada en el
mientras vamos. Entonces, tenemos que
detenernos y mirar qué es lo que tenemos
que tirar. Habrá cosas que no podremos
tirar: nuestra historia. Pero hay cosas de
esa historia que podríamos empaquetar
mejor y colocarlas en una esquina de la
misma maleta, para continuar. Lo ideal sería
poder llegar al sitio de llegada con la maleta
y con lo indispensable para llegar sin haber
colocado más de lo que se debía. He ahí el
problema. A veces las cosas negativas son
lo que está de más. Aunque si somos
positivos, desde una psicología natural (muy
aplicada hoy en día por algunos sectores de
las ramas de la psicología), también con lo
negativo ya que eso mismo hará

120
recordarnos que tiene validez teológica en
nuestras vidas la maravillosa lección del
trigo y de la cizaña, según las parábolas de
los Evangelios.
En ese caminar y mientras se va,
tampoco se trata de ser desprevenidos con
el futuro y no ser precavidos para
asegurarnos una vejez tranquila. Eso no
implica que, entonces, no vamos a buscar
tener una buena economía para cuando
seamos viejos o que no tengamos donde
caernos muertos, como se dice. Eso ya raya
en el extremo. Pero, tampoco de exagerar
la nota de una avaricia desmedida que nos
haga la maleta demasiado pesada. Ni tan
vacía que no se tenga ni lo material; ni tan
llena, que no se tenga lo espiritual como

121
dimensión de desprendimiento y apego a lo
material. En su justo equilibrio. Claro, que
esta parte no se dijo en el taller. La está
diciendo el autor del libro como cosa suya,
en cuanto al viaje de la vida, y la vida como
viaje, sin dejar de contar el viaje de años
que se acumula en el vivir, sobre todo, si se
llega a viejo. Y aquí una carcajada…. Ja….
Mejor tres millones de jas.
Esa es la vida: un viaje… No dejará de
haber quien diga que un sueño…

122
11.

En el domingo siguiente los viajeros del


taller eran más pocos. Ya no sólo eran los
muchachos del coro de la mañana, sino
unos cuatro más, los que dejaron de asistir.
Pero, el viaje continuaba en ese viaje,
porque cada uno sumaba sus propios viajes
en los muchos del viaje de sus vidas. Eran
los que eran y estaban los que estaban. Los
que no, estaban en otro viaje. De hecho, era

124
imposible que los cuatro que no habían
venido esta vez pudieran haber asistido, ya
que la hija de una de las señoras-
muchachas del coro y nieta de una de las
señoras-señora del taller, el día anterior
había estado celebrando los quince años de
edad, y, como era más que lógico,
prevalecía la realidad y la historia, y esa
fiesta había sido a todo dar. Eso si que
había sido un viaje y de los buenos. Y
algunos, sino todos, todavía no se habían
acostado y eso que ya era domingo como
las nueve y media de la mañana.
El moderador dio los buenos días.
Ese día se iba a asignar el maestro de
ceremonias de las celebraciones de la
Semana Santa de la parroquia. El

125
moderador propuso la idea de que a pesar
de ser conocedores de todas las verdades
que se habían estudiado y redescubierto en
el taller respecto a la Semana Santa, no se
podía, sin embargo, obviar que el rito es
importante en la liturgia de la Iglesia. Y que
sin olvidar lo esencial siempre se ha estado
en sintonía con los tiempos históricos en la
parroquia. Este año, como todos los años,
habría la importancia para todas las
celebraciones litúrgicas. Recordó a la
encargada de los lectores su importancia en
el servicio de la liturgia; a los ministros
extraordinarios su función y su papel en el
altar, a los cantores su rol de servicio para
toda la comunidad. En fin, todos para todo y
todos para una misma realidad: la

126
celebración de los días festivos dispuestos
por la Iglesia para el crecimiento de la
persona humana, en especial, los cristianos.
Se asignó de inmediato el maestro de
ceremonias, que era el mismo que venía
siendo durante el año. Acto seguido el
moderador hizo un recuento de todo el taller
de manera resumida. Recordó la idea del
viaje. Ahí se detuvieron un poquito porque
hubo planteamientos y aproximaciones a las
verdades de la vida, y todo siguió su curso.
Para terminar el moderador dijo que
había comenzado a escribir un libro sobre la
experiencia del taller y que lo tendría
disponible en dos semanas.
De hecho.

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