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Necesitamos articular una nueva visión común y una nueva estrategia. No basta
la crítica, hay que trazar un camino. La gente nos quiere ver en un compromiso
con los cambios que necesita el país, quiere liderazgos que movilicen las
energías con un sentido de Nación.
El desafío de la Concertación es reinventarse y trazar una nueva mirada
de país que encarne el futuro de Chile.
Los chilenos sentimos que hay una oportunidad, que está ahí, a la
mano, a nuestro alcance y que no la podemos dejar pasar. La gente se
irrita con razón cuando siente que perdemos el tiempo, que
desperdiciamos posibilidades de avanzar o que el espíritu conservador
se impone. Hay una ansiedad en el ambiente, que sin embargo encierra
algo positivo, porque está movilizando nuevas energías. En parte, esa
ansiedad nace de la incertidumbre por el futuro; por los conflictos
mundiales que nos afectan, por las exigencias que nos impone la
competitividad global, por la inestabilidad del empleo o no saber si lo
que estudio me va a servir después para encontrar trabajo. Y, al mismo
tiempo, esa ansiedad se agita cuando sabemos que Chile puede ofrecer
más a todos.
Como nunca antes, gracias a los enormes excedentes del cobre, podemos contar
con una base financiera que permita estimular ese desarrollo competitivo de
Chile. Lo que proponemos es focalizar las utilidades del cobre en la
educación y el desarrollo productivo. Queremos concentrar ahí una
ambiciosa agenda de reformas.
Está agotado el modelo de desarrollo basado exclusivamente en la explotación
de nuestros recursos naturales. Chile necesita una política de innovación,
inversiones tecnológicas a otra escala, renovar los instrumentos de fomento
productivo, reforzar la capacitación de trabajadores, seleccionar nichos
económicos donde haremos una apuesta y potenciar la capacidad de inserción
internacional de nuestras empresas y productos. Eso exige un rol del Estado
mucho más activo; exige reinventar áreas completas del Estado. Necesitamos
terminar con los complejos neoliberales y tecnócratas que amarran las manos del
Estado para apoyar el salto productivo de Chile.
Por de pronto, lo mínimo es hacer una reforma al sistema binominal, que no sólo
genera la exclusión de sectores políticos significativos en la sociedad chilena,
sino que también produce un conflicto exacerbado al interior de cada coalición
que afecta su gobernabilidad y consistencia y, al mismo tiempo, enquista
poderes y vuelve mucho más difícil la renovación de liderazgos.
Las inercias del país también se deben a la falta de participación. Tenemos que
avanzar a otras reformas políticas, como la inscripción automática en los
registros electorales y el voto voluntario, la iniciativa popular de ley, el
mecanismo plebiscitario para resolver asuntos fundamentales del país, la
participación comunitaria a través de los plebiscitos comunas y el derecho a voto
de los chilenos que viven en el exterior. Es francamente vergonzoso como la
derecha se ha resistido a reconocer este derecho, faltando a un sentimiento
patriótico elemental.
El país debe elegir un camino de futuro, saber qué vamos a hacer. La ciudadanía
tiene que tener claro lo que representa cada uno.
Somos conscientes de los problemas actuales pero, ante todo, somos conscientes
de nuestra fuerza para superarlos, fundada en el optimismo de ser herederos y
sujetos de una historia de luchas que ha iluminado los mejores pasajes de la vida
republicana de Chile.
Firman:
Ernesto Aguila
Marcelo Díaz, Diputado
Marcelo Drago
Vicente García
René Jofré
Jaime Fuentealba