Sin famocracia no habría sido gobernador de California el austriaco Arnold Schwarzenegger ni habría sido presidente Ronald Reagan. La fama del espectáculo o del deporte se han transformado en un pasaporte exprés para ingresar a la política pero convengamos en que, desde la consolidación mediática de los reality shows, convertirse en un famoso requiere menos trabajo gracias a la masividad gratuita que ofrecen las redes sociales de Internet.
Sin famocracia no habría sido gobernador de California el austriaco Arnold Schwarzenegger ni habría sido presidente Ronald Reagan. La fama del espectáculo o del deporte se han transformado en un pasaporte exprés para ingresar a la política pero convengamos en que, desde la consolidación mediática de los reality shows, convertirse en un famoso requiere menos trabajo gracias a la masividad gratuita que ofrecen las redes sociales de Internet.
Sin famocracia no habría sido gobernador de California el austriaco Arnold Schwarzenegger ni habría sido presidente Ronald Reagan. La fama del espectáculo o del deporte se han transformado en un pasaporte exprés para ingresar a la política pero convengamos en que, desde la consolidación mediática de los reality shows, convertirse en un famoso requiere menos trabajo gracias a la masividad gratuita que ofrecen las redes sociales de Internet.