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el matrimonio
witold gombrowicz
33 y 1/tercio don´t freak out
freAKs
(galeRía de)
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33 y 1/tercio don´t freak out
aniSley neGrín
(santa clara, 1981)
presente perfecto
He leído sentada en un asiento de hospital un poema de Bukowski, en
su idioma original, y no he entendido más de tres palabras. Trataba
de un tipo al que le desprenden un diente de un piñazo. Creo.
He entendido sólo tipo, diente, piñazo.
He ido al lavabo tras el punto final, a escupir la sangre de un diente
que se me desprendió de la encía sin haber masticado nada, mordido
nada, recibido un piñazo. Simplemente colapsó.
He vagado erráticamente por los pasillos del hospital con el teléfono
apagado, el cerebro apagado, el cuerpo apagado, salvo el sexo; el
sexo ha estado más encendido que nunca.
He admirado a ese viejo hediondo a tabaco y alcohol que se sentó a
mi lado sólo por ver el escote abrírseme al ritmo de mi respiración.
Me gustaría ser como él. Me gustaría tener el valor de sentarme al
lado de una muchacha tierna y dulce como yo, solo por ver su escote,
sin temor de ganarme una bofetada o un escándalo.
He reído para mí.
He recordado por qué lloré la otra noche: por una película. Y me he
preguntado varias veces por qué lloré la otra noche. Trataba de un
tipo al que le desprenden un diente de un piñazo.
He lamentado mi diente.
33 y 1/tercio don´t freak out
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33 y 1/tercio don´t freak out
violet is violent
Violeta. Mis dedos y mis labios son violeta. Es raro, porque no hay
tanto frío, solo una extraña humedad que se adhiere a mi piel y a mi
pelo. Los oídos ensordecidos por el silencio, tan pesado como un
ruido. En lo alto la imagen de Ángela. Su sonrisa pintada, carmín o
violeta, como mis dedos y mis labios. Su pelo recogido en un moño.
Ángela es el nombre de mi madre, aunque hace mucho haya dejado
de ser mi madre para convertirse en Ángela. Si te cojo te voy a partir
la crisma, me dijo cuando me le prendí de la pierna a papá para que
me llevara consigo. No quería estar más con ella. Había gente,
mucha, que venía, hacía sus cosas y después se iba. De mi cama los
veía. La casa era pequeña, una sola habitación y ellos, animalejos
revolcándose. En medio del amasijo de manos y pies y lenguas, la
imagen de Ángela, siempre la misma, con su sonrisa pintada con
creyón mágico, del que no se borra, y sus cinco dedos marcados en
mi rostro porque me puse a llorar. Entonces yo era pequeña, más que
la casa, me sabía una sola canción. Duérmete mi niña, duérmete mi
amor… Una vez escuché a una mujer cantársela a su hija muerta.
Estaba loca, eso decían. A mí se me pegó la canción de oírla
únicamente aquella vez. Ángela no se sabe canciones como esa, no
me la cantaría nunca, no me mecería en el sillón para hacerme dormir
y que no los vea desde mi rincón. Además, ya estoy grande, los pies
se me saldrían por encima de los brazos del asiento, le pesaría
demasiado en las piernas. Sus piernas llenas de várices. Violetas,
como mis dedos o mis labios. Sus piernas que se abren y con ellas
mis ojos, mi boca. El llanto, el vértigo. Las ganas de no ver y de ver al
mismo tiempo. Pero arriba está Ángela entonando una nana, la que
nunca me cantó. Y la humedad. Odio la humedad. También odio los
puentes. La última vez que me senté en uno me caí. Me pareció estar
montada en el carrusel. Se siente lo mismo, vértigo, y la presión en
mis oídos, y una musiquita rara desplazando poco a poco al silencio.
Duérmete pedazo de mi corazón… Ángela, qué lindo cantas desde el
puente. No mires hacia abajo. Recuerda el vértigo. Abajo no hay nada,
yo y ese monótono golpeteo del agua. Y corre, que si te cogen te van
a partir la crisma.
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33 y 1/tercio don´t freak out
katheriNe mansfield
(nueva zelanda, 1888 – 1923)
malade
El hombre del cuarto vecino
tiene el mismo mal que yo.
Cuando me despierto a la noche lo oigo darse vuelta
y después tose
y toso yo
y después de un silencio yo toso. Y él vuelve a toser.
Esto sigue mucho tiempo.
Hasta que siento que somos como dos gallos
llamándose en un falso amanecer
desde granjas distantes y escondidas.
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té de manzanilla
Afuera el cielo está encendido de estrellas.
Un hueco bramido llega del mar.
¡Y qué pena las pequeñas flores del almendro!
El viento estremece el almendro.
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el encuentro
Empezamos a hablar.
Nos miramos; dejamos de mirarnos.
Las lágrimas subían a mis ojos
pero no podía llorar.
Deseaba tomar tu mano
pero mi mano temblaba.
No dejabas de contar los días que faltaban
para nuestro próximo encuentro
pero las dos sentíamos en el corazón
que nos separábamos para siempre.
El tictac del relojito llenaba la habitación en calma.
Escucha, dije, es tan fuerte
como el galope de un caballo en un camino solitario.
Así de fuerte –un caballo galopando en la noche.
Me hiciste callar en tus brazos
pero el sonido del reloj ahogó el latido de nuestros corazones.
Dijiste “No puedo irme: todo lo que vive de mí
está aquí para siempre”.
Después te fuiste.
El mundo cambió. El ruido del reloj se hizo más débil.
Se fue perdiendo –se tornó minúsculo–
Susurré en la oscuridad: "Moriré si se detiene".
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33 y 1/tercio don´t freak out
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33 y 1/tercio don´t freak out
rodRigo fresáN
(buenos aires, 1963)
mantra (fragmentos)
sido ni vaya a ser real. Ella dice: “Era un sueño con sombras. Tú tenías
una enfermedad un poco esquizofrénica, que te hacía creer que las
sombras estaban vivas y que, de algún modo, interactuaban contigo;
que las sombras de las personas y de las cosas se iban volviendo más
y más sólidas hasta invertir posiciones, hasta que las personas y las
cosas reales no eran más que la proyección inanimada de esas
sombras que cobraban vida y se iban apoderando del mundo. Pero
ahora me acuerdo que no te pasaba con cualquier sombra, sino sólo
con la tuya. Llegaba un punto en que tu enfermedad estaba tan
avanzada que lo irreal se te confundía cada vez más con lo real. Ya no
podías diferenciar una cosa de otra y andabas todo el tiempo con una
máscara rara. Era ahí cuando yo me daba cuenta de lo grave de tu
situación y de que era una situación irreversible. En realidad no soy
yo la que me doy cuenta: es alguien, un hombre, quien me lo dice. Un
hombre con una cabeza enorme que, al acercarse, es como un casco
de luces. Me dice, también, que corro peligro a tu lado. Nos
separamos porque te has convertido en una persona… peligrosa. Me
dicen que te ven correr por el D.F. con la cabeza cubierta por una
máscara, gritando... Pasan los años y no volvemos a vernos. Yo
rehago mi vida y un día me entero que el hombre que me había
contado de tu enfermedad apareció estrangulado con su propia
corbata”. Ella bosteza y ella se ríe y me dice que lo de la corbata
seguro tiene que ver con mi fobia a las corbatas en general y a esa
corbata amarilla en particular. Una corbata que ella quiso que me
pusiera. Una corbata de narcotraficante, había dicho yo, y ella se
sigue riendo. Yo me río un poco menos. Ella dice –la voz que tiene
cuando acaba de despertarse es tan parecida a la voz que tiene
cuando está a punto de dormirse– que rara vez se acuerda de lo que
sueña y, por eso, cuando consigue traer uno de sus sueños al mundo
de los despiertos le dedica toda su atención, lo disecciona como a un
pequeño animal con garras o lo desarma como a un rompecabezas de
piezas nada más que blancas. “Un sueño siempre puede ser algo que
ha ocurrido o está ocurriendo en otra dimensión”, me dices.
Un relato en una cama, por más que se trate del relato de un sueño,
exige la compañía de otro relato. No tengo ninguno. Una de las
características de mi felicidad es que, mientras soy feliz, se me
ocurren pocas cosas que no sean el análisis cuidadoso y hasta
demencial de esa felicidad que estoy experimentando y no quiero
dejar de experimentar. Ahora tengo que tener más cuidado que
nunca, me digo, porque soy demasiado feliz. La tristeza, por lo
contrario, suele ser terreno fértil. Allí crece todo y crece rápido. La
tristeza presente obliga a la puesta en práctica de felicidades
pasadas. La memoria lo es todo. La obra es memoria. La memoria –
otra sombra– muchas veces tiene más sustancia que el presente. La
química del pensamiento, sistema nervioso: magia celular,
neuropéptidos y azúcares y fosfatos. Ahí está el secreto que todos
conocen pero que nadie puede contar y está bien que así sea. En mi
vida, la felicidad tal vez sea esa sombra de luz que acaba
invadiéndolo todo hasta anular ciertos claroscuros necesarios, ciertas
33 y 1/tercio don´t freak out
azul donde entra todo lo que pasó, lo que pasa, lo que va a pasar. No
importa. No importa tampoco que en alguna parte, podría jurarlo, se
encuentren todas las sombras para discutir el plan que las llevará a
dominar el mundo cualquier noche de estas. Nuestros días están
contados, de acuerdo, pero no todo está perdido mientras una chica
siga cayendo en una piscina una noche. Lo importante es no
encender las luces, porque en la oscuridad todas las sombras son una
sombra. Lo importante, pienso, lo que nos salva, lo que nos permite
seguir ganando la batalla por un tiempo más es experimentar, por lo
menos una vez en la vida, el vértigo de caer hacia arriba.
No me duele no extrañarla, pero tal vez me duele que no me duela.
Algunas mentiras duran un segundo tan largo como sólo un segundo
puede serlo.
Descubro que ya no puedo ni podré vivir sin ella. Comprendo que voy
a tener que vivir con eso de aquí en más. “Recuerda que la vida de
este mundo no es más que un deporte y un pasatiempo”, leí una vez
en el Corán. De acuerdo. Pero afirmaciones de ese tipo no me sirven
en este momento.
Ahora, la exaltación llegó a ese sitio donde la exaltación va, la certeza
de que yo y ella y la exaltación somos parte de algún único y perfecto
animal al que en alguna parte está esperando alguna piscina. Pienso
en eso y no pienso en si a mi vida la empujaron o saltó en la vida de
ella. No pienso en si fue su vida la que saltó o a la que empujaron
hacia mi vida. Tal vez, seguro, las dos vidas se empujaron
mutuamente y saltaron al mismo tiempo.
Puedo verla, puedo verme, puedo vernos. No hace falta que abra los
ojos o encienda mi computadora o lo ponga por escrito.
La feliz tregua de que, por una vez, no se me ocurra nada para contar
salvo lo que está ocurriendo.
Y lo que ocurre es que todo lo que tengo es un título.
La chica que cayó en la piscina aquella noche.
Espero que alcance, que sea suficiente, que no sea demasiado tarde
para curarme.
¿Alguna vez se han sentido así?
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pequeños que en los libros, pero jamás del tamaño en que los
imaginábamos.
Lo que buscábamos era, me dijiste, un cuadro no muy grande que,
creías, se titulaba La martyre, o La petite martyre o algo así. Un
cuadro con el que “te sentías muy identificada”, y yo respiré profundo
porque jamás comprendí a las personas que se identifican con algo
que hizo alguien a quien no conocen y que, además, lo hizo hace
mucho tiempo.
Me describiste el cuadro: “Hay una muchacha flotando de espaldas en
un lago, tiene las manos atadas sobre su regazo, creo, aunque no
parece que estén atadas muy fuertes. Es de noche y la figura de la
joven parece iluminada por una luz que no puede ser la de la luna,
porque el resto de la escena aparece en penumbras, incluyendo la
sombra de un hombre con capa y de pie sobre un muelle, creo, que
tiene los brazos alzados al cielo con horror o con felicidad, quién
sabe… Me gusta ese cuadro porque me hace recordar a mi tránsito
por las piscinas de la Quantum Theory, sí; pero lo que más me gusta
es el extraño detalle de una aureola de santa sobre la joven, que, en
lugar de aparecer sobre la parte superior de la cabeza recostada
sobre las aguas, como debe ser, está ubicada, horizontal sobre el
rostro, como un ovni, como si hubiera sido atrapada justo en el
momento de su aterrizaje y el principio de la santidad”.
Escuché tu descripción y pensé “La jeune martyre de Paul Delaroche”
y me mordí los labios para no contarte la historia de un artista del que
poco y nada sabía sobre su arte. Sabía, sí, en cambio, que el artista
Delaroche fue un pintor histórico que tuvo la astucia de escoger para
sus cuadros temas que consideraba pudieran resultar interesantes.
No vastos frescos de efemérides conocidas sino pequeñas noticias
casi siempre trágicas a las que despojaba de todo contenido
dialéctico o moral para así atraer la curiosidad y el morbo del que
pasaba frente a ellos. El asesinato del duc de Guise, la muerte del
cardenal Mazarino, la ejecución de Lady Jane presentados casi como
lo haría un fotógrafo de crónica roja más que un pintor clásico.
Delaroche como un paparazzo con pincel, quien, cuando le mostraron
el primer daguerrotipo, exclamó con un suspiro triste: “A partir de hoy
la pintura ha muerto”.
Al final, cerca de la hora de cierre del Louvre, encontramos lo que era
imposible encontrar: “PAUL DELAROCHE, 1797-1856, –La jeune
martyre, 1855 – Toile 1,70 x 1,48 m”, leímos al costado de un
rectángulo de pared vacía donde alguien había agregado un pequeño
cartel donde decía: “GONE TO JAPAN”.
A partir de entonces, cuando buscábamos algo que no aparecía por
ninguna parte, nos decíamos el uno al otro: “Me parece que gone to
Japan”, o “Creo que gone to Japan”.
A la salida compramos una postal del cuadro. Premio consuelo. Le
tatuaste un beso de lápiz labial en la espalda (lo que me dio un poco
de asco, un poco de vergüenza) y me dijiste: “Aquí tienes: para que te
acompañe cuando estés gone to México”.
33 y 1/tercio don´t freak out
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taxis (VW)
Noche blanca. Otro edificio vuela por los aires de Varsovia. Otro
pequeño episodio en esta tercera guerra mundial que se mueve en
cámara lenta, sin apuro, apareciendo aquí y allá, sabiendo que nadie
va a filmar una película sobre ella.
Esta historia es verdadera. Esta parte de la historia implica al que la
cuenta, a un taxista polaco que puede llamarse Jerzy o Lech, y al
fantasma de un escritor llamado Josef Konrad Nalecz Korzeniowski
(a.k.a.) Joseph Conrad.
Yo soy el pasajero francés en este taxi mexicano conducido por un
taxista polaco. Yo llevo conmigo una edición anotada de Heart of
darkness (Norton Critical Editions). Conrad escribía en inglés y yo lo
leo en inglés y nunca había leído a Conrad antes de este viaje a
México. Compré Heart of darkness en una librería americana del D.F.
El taxista polaco me observa leyendo el libro, reconoce el nombre del
autor –Joseph Conrad– en el espejo retrovisor y me dice “Conrad… I´m
from Poland too”. El taxista polaco es fanático de Conrad. No es una
pulsión patriótica, es un placer artístico, aclara por las dudas. El
taxista polaco habla poco inglés y me dice que lo leyó en polaco,
traducido del inglés. Después se ríe. Es una de esas noches
mexicanas asquerosamente internacionales, sí. Yo detuve este taxi en
la calle. No me importaron las recomendaciones paranoicas de
quienes me advirtieron que los taxis se piden por teléfono y desde el
hotel, que la mayoría de los taxis marca Volkswagen y color verde y
blanco son taxis ladrones y taxis asesinos y… El taxista polaco me
explica que llegó a México hace poco y que se conoce las calles del
D.F. de memoria (lo que se me antoja como un imposible, una
exageración polaca) pero que les cuesta, todavía, entender su
nombre. Me dice que hay todo un barrio en México cuyas calles tienen
nombres de escritores, y que una de ellas, está casi seguro, se llama
Joseph Conrad. Me parece que miente. Saca un mapa, me pide que le
señale nuestro destino. Me lo pregunta así, en inglés: “¿Cuál será
nuestro destino?”, “¿Cómo responder a eso? Si lo supiera, jamás se lo
diría a un taxista polaco en el D.F.”, pienso yo.
El taxista polaco me explica que maneja con la radio encendida todo
el tiempo para acostumbrarse al idioma. La radio está llena del
espectro etéreo de una nueva guerra. El taxista polaco (“El taxista
polaco” se llamaría esta historia si esta historia hubiese sido escrita
por Conrad o Korzeniowski) me dice que a veces entiende lo que
dicen en la radio y a veces no. Ahora, por ejemplo, no entiende que
hayan interrumpido la canción de Nick Cave en la radio (la canción de
Nick Cave es “Darker with the day” y cuenta y canta la historia de
alguien que entra a una iglesia a buscar algo que sospecha no va a
aencontrar pero entra lo mismo, por las dudas) para anunciar que se
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ha producido, que otro misil ha caído en Polonia, que otro edificio voló
por los aires de Varsovia. El taxista polaco –Jerzy o Lech– me pide que
le traduzca, que lo único que entendió fue la palabra Varsovia. Le
cuento lo que escuché con el mismo inglés preciso y sin posibilidad de
equívocos de Conrad. El taxista polaco escucha, asiente y me pide
permiso para detener el auto un momento. Estaciona, apaga el motor
y se pone a llorar sin hacer ruido. La clase de llanto de los que lloran
por demasiadas cosas al mismo tiempo. La clase de llanto de los que
odian que los vean llorando. Abro el libro y empiezo a leer y busco la
parte de “The Horror! The Horror!”. Está casi al final. Termina bien y
Nick Cave termina de cantar lo que había empezado (una canción
crepuscular sobre un mundo acabado, inexistente, definitivamente
pretérito por acción de la dinamita del tiempo) y llegamos a mi hotel
mientras al otro lado del mundo caen misiles y se levantan llamas
como en Apocalypse Now. Nos despedimos con el afecto de quienes
han vivido mucho en pocos minutos; ese sentimiento que tan bien les
sale a los grandes escritores. Subo al cuarto. CNN. La misma historia,
en el mismo idioma, pero contada de otra manera. Alguien sostiene
un micrófono y mira a cámara mecido por la música roja de las
ambulancias.
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33 y 1/tercio don´t freak out
Este ejemplo muestra que los personajes de estos libros saben, como
cualquier ciudadano de nuestros días, que todo puede ser
espectáculo, incluso la cotidianidad. Como se deduce del éxito que
tienen el cine y la televisión acudiendo a estas fuentes. Esto ocurre
porque, generalmente, el espectador va a adquirir aquello que puede
reconocer, bien porque le sirve para identificarse con ello, o bien,
porque le puede inducir a soñar que su vida cotidiana también puede
ser interesante en el momento en que ésta se utiliza como
inspiración artística. A esto se le añade uno de los rasgos típicos de la
producción cultural actual: la democratización de la producción
artística; todo es arte si el (supuesto) artista se lo propone y, además,
tiene quien le avale en su empresa. Uno de los propósitos de la idea
del todo vale es huir de una cultura elitista que sólo llegue a unos
pocos. Como expresa Román Gubern “en el cambio de siglo, ya es
posible afirmar que es arte cualquier cosa que decida designarse con
ese nombre.”
En el libro de Ray Loriga Caídos del Cielo aparece un ejemplo similar
al de Mensaka. El narrador cuenta cómo su hermano grababa todo lo
que hablaba la gente en la calle:
conclusión
Como hemos visto la televisión sirve en estas novelas como base
para reflexionar sobre algunos aspectos de nuestra vida real a partir
de su introducción en la sociedad. Este medio, y todo lo que lo rodea,
se presenta en estas novelas como parte de la realidad de los
personajes; es decir, como un espacio fundamental en su existencia y
su apreciación del mundo exterior. En Tokio ya no nos quiere Loriga
juega con las posibilidades de las imágenes y de la televisión
acercándolas al campo de la ciencia ficción. En un contexto en el que
todo es efímero, la televisión supone una metáfora de la realidad
reducida a un grupo de proyecciones visuales, que se olvidan
prácticamente cuando son sustituidas por otras más novedosas o
espectaculares. La televisión propone una realidad capaz de ser
manipulada y elegida por el espectador. A esto se añade la existencia
del vídeo que ofrece al espectador la posibilidad de controlar y hacer
él mismo las imágenes. O incluso convertirse también en parte de
esa ficción. De este modo el espectáculo visual se extiende al
máximo al introducirse dentro de la propia casa.
Creo que el acierto de estas obras está en señalar, algo que por
evidente suele pasar desapercibido: los cambios que estos aparatos
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33 y 1/tercio don´t freak out
jaVier calvo
(barcelona, 1973)
molina
de un aprieto.
El taxista arranca sin dejar de sonreír.
–El señor Wilde, supongo –dice finalmente.
–Muy gracioso –Molina cruza los brazos y pone los ojos en blanco.
–No, en serio –el taxista mueve un poco el retrovisor para ver mejor a
su pasajero–. Yo le conozco. He visto su cara antes. ¿Sale en
televisión?
Molina no responde.
–¿En el cine, verdad?
–¡En el cine, sí...! –Molina asiente con impaciencia y levanta las
palmas de las manos.
–¿Algo que yo haya visto? Vamos...
–Olvídelo –Molina resopla, malhumorado.
–Oiga, amigo, no se ponga así –el pakistaní no pierde la sonrisa–. Yo
nunca hago preguntas. –su sonrisa bigotuda se ensancha–. ¿Sabe una
cosa? A mí me gusta mucho Oscar Wilde.
Molina arquea las cejas, incapaz de creer lo que está oyendo.
–Sí, sí –el taxista levanta el índice–. No se deje llevar por sus
prejuicios. El año pasado, en la escuela de adultos, la señorita Martin
nos llevó a ver aquella obra tan interesante. ¿Sabe cuál le digo?
Aquella de unos señores ingleses del siglo pasado...
Molina junta las palmas de las manos como si estuviera rezando.
–Por Dios, ¿no podría callarse de una vez y llevarme a Brixton? ¿Cree
usted que me interesa su clase de adultos...?
El taxista frena en seco.
–¿Qué demonios...? –Molina se golpea la nariz contra el respaldo del
asiento del pasajero.
El taxista saca su cartera del bolsillo de la cazadora, rebusca un
momento y le alarga una fotografía. Un grupo de africanos y asiáticos
sonríen a la cámara delante de la puerta de un teatro.
–¡Mire ahí! –el taxista se ha puesto muy serio–. ¡No me cree usted
porque soy asiático! –arranca nuevamente el coche–. Pero los
asiáticos también podemos ir al teatro, ¿sabe? ¡Algunos incluso
leemos libros!
–Dios bendito... –murmura Molina, tapándose la cara con las manos.
Durante un minuto los dos guardan silencio.
–Oiga –dice el taxista por fin. Su sonrisa ha regresado,
imperturbable–, dígame alguna película de las que ha hecho. A mí me
gusta mucho el cine. A lo mejor la he visto. Se sorprendería usted.
Molina mira por la ventanilla. Su exasperación ha dado paso a una
especie de impotencia fatigada.
–"Ábrete de orejas" –dice por fin–. Seguramente me recuerda de esa.
Ya sabe, con Gary Oldman.
El taxista niega con la cabeza.
–No me suena –dice, con el ceño fruncido–. ¿Tuvo éxito?
–Oh, sí –sigue mirando por la ventanilla con gesto ausente–. Ya lo
creo...
33 y 1/tercio don´t freak out
–Es esta.
Oldman da la vuelta a la mesa y se sienta un instante en la silla de
Alan Bennet. Luego se levanta y vuelve junto a su compañero. Molina
se pone en pie y hace el gesto de marcharse sin estrechar la mano
del director de programación.
–Adiós, señor mío –dice–. Y si ve al señor Bennet, díganle que tiene
dos admiradores en Islington.
Mientras abandonan el edificio de Tamer and Tamer, Molina considera
la posibilidad de incluir en su obra la escena que acaba de vivir,
cambiándose a sí mismo por Wilde. No es tarde para hacer añadidos.
Mientras espera para cruzar la calle, se le escapa un gruñido.
–¿Qué dices? –pregunta Oldman, sonriente.
–Digo que a mi edad Mozart ya estaba muerto.
Oldman deja escapar una risotada. Molina se detiene bruscamente y
mira a su compañero con seriedad.
–¿Sabes, Gaz? Tu problema es que solamente quieres gustar.
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33 y 1/tercio don´t freak out
1
David Foster Wallace, "E Unibus Pluram: Television and U.S. Fiction", en A
Supposedly Fun Thing I’ll Never Do Again, Little Brown and Company, Nueva York,
1990.
33 y 1/tercio don´t freak out
párrafo 6: "admonitio"
Regresemos a la suspensión de la incredulidad que mencionaba en el
primer párrafo: solicito a los señores lectores, a los que supongo
bastante horrorizados después de los cinco primeros párrafos, que
cancelen temporalmente su escepticismo y admitan la posibilidad de
que los forajidos se hayan vuelto listos y el subproducto se haya
transformado en algo irónico y complejo. Si aceptan esta admonición
y continúan con nosotros, recuerden que el efecto puede ser análogo
a la mordedura de un zombi o de un vampiro: ustedes también se
convertirán en seres horribles, se les pudrirá la carne y les saldrá
espuma de la boca. Si, por lo contrario, no quieren leer más horrores,
tiren este libro lo antes que puedan en la alcantarilla más cercana (de
donde jamás debió salir) y corran a ponerse en manos de algún
facultativo de prestigio demostrado, porque se rumorea que el simple
contacto con un libro infectado puede resultar contagioso. Mírense los
brazos en busca de costras extrañas.
2
Véase el relato de Rodrigo Fresán, "Historia con monstruos".
33 y 1/tercio don´t freak out
argumento ejemplar
En el tranquilo pueblecito de Woodsboro se hace realidad un
argumento típico de película de terror adolescente: un misterioso
personaje empieza a matar a puñaladas a los adolescentes del
instituto al que asiste Sidney Prescott, una chica traumatizada porque
su madre fue asesinada dos años atrás de la misma manera. Desde el
principio todos los personajes son conscientes de estar
protagonizando un típico argumento de película, y esa conciencia da
lugar a una clase nueva de terror: los chicos y chicas de Woodsboro
están inmersos en la pesadilla de una ola de asesinatos, pero eso
resulta ser lo de menos. Pronto descubren que están inmersos en la
pesadilla de la intertextualidad: sus vidas empiezan a ser un refrito de
clichés, citas y convenciones de género. Y es tan evidente que les
resulta IMPOSIBLE no darse cuenta. ¿Les suena la historia?
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33 y 1/tercio don´t freak out
R.E.M. made its first national television appearance on Late Night with David Letterman in October 1983, during which the group performed a new, unnamed song. The piece, eventually titled " So. Central Rain (I'm Sorry)", became the first single from the band's second album, Reckoning (1984), which was also recorded
with Easter and Dixon. The album met with critical acclaim; NME's Mat Snow wrote that Reckoning "confirms R.E.M. as one of the most beautifully exciting groups on the planet". In late 1983 the band embarked on its first tour of Europe. While Reckoning peaked at number 27 on the US album charts—an unusually high
chart placing for a college rock band at the time—scant airplay and poor distribution overseas resulted in it charting no higher than number 91 in Britain.
The band's third album, Fables of the Reconstruction (1985), demonstrated a change in direction. Fables of the Reconstruction became the biggest-selling record released by I.R.S. to that point in America. However, the album performed poorly in Europe and its critical reception was mixed, with some critics regarding it
as dreary and poorly recorded. As with the previous records, the singles from Fables of the Reconstruction were mostly ignored by mainstream radio. Meanwhile, I.R.S. was becoming frustrated with the band's reluctance to achieve mainstream success.
For its fourth album, R.E.M. enlisted John Mellencamp's producer, Don Gehman. The result, Lifes Rich Pageant (1986), was more accessible to listeners outside of college radio, with Stipe's vocals closer to the forefront of the music. The album improved markedly upon the sales of Fables of the Reconstruction and
eventually peaked at number 21 on the Billboard album chart. The single "Fall on Me" also picked up support on commercial radio. The album was the band's first to be certified gold for selling 500,000 copies.
Don Gehman decided not to produce R.E.M.'s fifth album, and suggested the group work with Scott Litt; Litt would be the producer for the band's next five albums. Document (1987) featured some of Stipe's most openly political lyrics, particularly on "Welcome To the Occupation" and "Exhuming McCarthy", which were
reactions to the conservative political environment of the 1980s under American President Ronald Reagan. Document was R.E.M.'s breakthrough album, and the first single "The One I Love" charted in the Top 20 in the US, UK, and Canada. By January 1988, Document had become the group's first album to sell a million
copies. In light of the band's breakthrough, the December 1987 cover of Rolling Stone declared R.E.M. "America's Best Rock & Roll Band".
The band's 1988 Warner Bros. debut, Green, was recorded in Nashville, Tennessee and showcased the group experimenting with its sound. The record's tracks ranged from the upbeat first single "Stand" (a huge American hit), to more political material, like the rock-oriented "Orange Crush" and "World Leader Pretend",
dealing with the Vietnam War and the Cold War, respectively. Green has gone on to sell four million copies worldwide.
R.E.M. reconvened in mid-1990 to record its seventh album, Out of Time. In a departure from previous albums, the band members often wrote the music with non-traditional rock instrumentation including mandolin, organ, and acoustic guitar. Released in March 1991, Out of Time was the band's first album to top both the
US and UK charts. The record eventually sold 4.2 million copies in the US alone, and about 12 million copies worldwide by 1996. The album's lead single "Losing My Religion" was a worldwide hit that received heavy rotation on radio, as did the music video on MTV. "Losing My Religion" was R.E.M.'s highest-charting
single in the US, reaching number four on the Billboard charts. The album's second single. "Shiny Happy People" was also a major hit, reaching number 10 in the US and number six in the UK. Out of Time garnered R.E.M. seven nominations at the 1992 Grammy Awards, the most nominations of any artist that year. The
band won three awards: one for Best Alternative Music Album and two for "Losing My Religion", Best Short Form Music Video and Best Pop Performance by a Duo or Group with Vocal.[50] R.E.M. did not tour to promote Out of Time; instead the group played a series of one-off shows, including an appearance taped for an
episode of MTV Unplugged.[51]
After spending some months off, R.E.M. returned to the studio in 1991 to record its next album. Late in 1992, the band released Automatic for the People. Though the group had intended to make a harder-rocking album after the softer textures of Out of Time, the somber Automatic for the People "[seemed] to move at an
even more agonized crawl", according to Melody Maker. Considered by a number of critics to be the band's best album, Automatic for the People reached numbers one and two on UK and US charts, respectively, and generated the American Top 40 hit singles " Drive", "Man on the Moon", and "Everybody Hurts".[19] The
album would sell about ten million copies worldwide. After the band released two slow-paced albums in a row, R.E.M.'s 1994 album Monster was, as Buck said, "a 'rock' record, with the rock in quotation marks." In contrast to sound of its predecessors, the music of Monster consisted of distorted guitar tones, minimal
overdubs, and touches of 1970s glam rock. Like Out of Time, Monster topped the charts in both the US and UK. The record sold about nine million copies worldwide. The singles " What's the Frequency, Kenneth?" and "Bang and Blame" were the band's last American Top 40 hits, although all the singles from Monster—
including the UK-only singles "Crush With Eyeliner" and "Tongue"—reached the Top 30 on the British charts.
R.E.M. re-signed with Warner Bros. Records in 1996 for a reported $80 million, the largest recording contract in history at that point. The group's 1996 album New Adventures in Hi-Fi debuted at number two in the US and number one in the UK.
33 y 1/tercio don´t freak out
carter scholz
(california, 1953)
Carter Scholz
Bob Sales
Estimado contribuyente:
Regresamos su manuscrito porque ha cesado la publicación de
NOVUS Ciencia Ficción. Gracias por su interés.
El Editor
replay
33 y 1/tercio don´t freak out
norman loCk
(new jersey, 1950)
–Lo que sucede más allá del margen es el poema –dijo Gregg.
–Es la ensoñación–dijo Matisse desde las profundidades de un sueño
voluptuoso.
Estoy dormido, o quizá despierto. Me es imposible distinguir entre lo
uno y lo otro... En África durante los días del cometa. Dormido o no, le
hago el amor a una mujer del color de la noche. Las cortinas están
completamente abiertas para recibir la bendición del cometa, o tal
vez su maldición. Nos movemos despacio entre partículas de luz, un
polvo plateado que se nos enreda entre los cabellos. Ajeno a nosotros,
Gregg está sentado junto a la ventana mientras toma nota del dictado
del cometa. Matisse duerme; Muybridge duerme, sueña con caballos
y púgiles. Teddy Roosevelt mira al cielo y llora.
Conmovido, dejo a la mujer y me acerco hasta el balcón para estar a
su lado.
–¿Qué sucede, Sr. Presidente?
–Ya no –dice–. Ya no. Ahora es Taft quien está al mando.
–Su hora volverá a llegar, su hora de gloria.
–Estamos perdidos.
–Estamos en Mombasa –digo mientras le tomo la mano para
consolarle.
–Todos estaremos perdidos en aquello que nos depare el futuro.
Mira a su alrededor como esperando ver a sus Rough Riders. A la
colina, esperando quizá divisar aquí la colina de San Juan, junto al
océano Índico. Mira a la mujer dormida bajo la mosquitera y desea a
Alice, su mujer muerta. Ahora vuelve la vista hacia el cometa y se
estremece:
–En él veo las formas de la muerte.
–No es más que roca –digo–. Y polvo.
Niega con la cabeza. Él ve lo que yo no veo. El siglo deshaciéndose en
ese único nudo de luz. Niega lo que ve con la cabeza: guerra, ruina,
muerte... todo en ese nudo luminoso.
–La Edad del Terror –dice Freud, que sondea las profundidades de sus
sueños en su habitación de Queen Victoria Street.
–¡No! –grita Matisse, que acaba de despertarse– Hay algo más. Puedo
mostraros algo más que muerte, aunque habrá mucha en el siglo xx.
La muerte será abundante.
–¿Supongo que te referirás al arte? –comenta cínicamente Teddy.
–Me refiero al placer –responde Matisse.
Pero Teddy no sabe nada del placer. Se aleja sin dirigir siquiera la
vista a la chica dormida, que está desnuda y merece al menos una
mirada.
–¿Y cuál es tu opinión? –me pregunta Matisse.
Como de costumbre, yo no tengo una opinión.
–¡La vida debería interesarte! –me reprende.
Sí, Henri, pero es que la vida me aterroriza.
–¿Qué haces aquí, en África? –quiere saber.
33 y 1/tercio don´t freak out
replay
33 y 1/tercio don´t freak out
violáceo
En medio de la plaza colocaron un maniquí, una bailarina de plástico.
Como no podía permanecer de pie, le sujetaron una soga al cuello y la
colgaron de un farol.
La bailarina es pequeña, apenas aparenta tener cinco años. Es
blanca, muy blanca. Verla produce una sensación de invierno
interminable. Tiene ojos grandes, y parece mirar como si pudiera ver
con ellos. Luce hermosa con su traje de niña recién llegada a la
lección de ballet.
Toda la gente, al pasar, se detiene y admira sus manos o el pelo largo
que le roza el talle. Solo en ocasiones, cuando la brisa la mueve, se
puede ver la ligera sombra violácea que ha dejado la soga en su
cuello. Una delgada línea violácea.
●●●
uñas
La enfermera observaba atenta cada una de las camas y se detuvo en
aquellas dos del medio de la sala. Esa noche sintió un olor, una caída
leve… “Va a morir alguien”, pensó, mientras observaba sus manos y
volvía a sentir ese deseo persistente de comerse las uñas, pero no lo
33 y 1/tercio don´t freak out
●●●
I
Mi madre está cansada de ver el mismo espejo en la pared. Las
mismas palmas, y el viejo cofre vacío que el pintor dejó para que
cada cual lo llenara con sus cosas, a veces le echa el desaliento que
la agobia.
Mi madre está agotada del tiempo, de mis fracasos, harta de las
consignas de la vida.
A mi madre, se le han apagado las velas.
Siento necesidad de asfixiarme con el humo, manoseo con placer el
cigarrillo entre mis manos. Ya no puedo vivir sin que la nicotina se
acumule en mi garganta, no sé qué hacer sin este vicio: tal vez un día
de estos, acabaría matando a mi madre.
Mis sueños se vuelven un torbellino. Yo también estoy agobiada: de la
noche, de las flores del patio, de las sonrisas de la gente, del sol, de
la realidad que me invento.
Madre, yo también estoy cansada de mi trozo de guerra.
II
Como siempre, al salir a la calle la vieja de la esquina me ha llamado
por signos. Esta mañana he chocado con el cristal del espejo y vi a mi
madre; la vieja gorda está gesticulando con sus grasientas manos. Yo
solo asiento con la cabeza y en su rugosa cara se dibuja una sonrisa;
pienso en lo dichosa que es; ojalá a esa edad yo tenga alguien que
todas las mañanas escuche mis palabras, pero al amanecer mi frente
chocó con el espejo.
La vieja sigue con sus largos soliloquios, nunca habla de su vida, sino
de gentes lejanas, de difuntos y escalofríos. A veces tengo ganas de
gritar para no oírla, pero no puedo, sus ojos me penetran como si
revisara los recovecos de mi alma, segura estoy que me roba los
recuerdos, los más auténticos, los que guardo para mí. Tengo miedo
que descubra la grieta oscura que hay en mi alma, aunque a veces
33 y 1/tercio don´t freak out
mis pájaros vienen a limpiarla, para que no huya del cristal de los
espejos.
III
Nací asfixiada por los edificios, sofocada con el humo de los habanos
de mi padre, rodeada de largas tardes de té. A veces me pregunto si
nací o si solo soy un engendro de la alocada mente de mi madre, que
antes de dormir, dejaba una copa de agua en la orilla de la mesita de
noche para guardar la vida, decía que se dormía mejor sin ella, nunca
pensó que la vida se le podía ahogar, y una mañana la encontré
flotando en la superficie del agua.
Hay un límite entre mis ojos y la gente: por eso nunca he logrado ver
nada claro, nadie vende la vida y mi madre se quedó sin ella, la vida
no es como los habanos de mi padre que se pueden comprar en los
puertos de mar; el mar, una vez vi el mar... Detesto las tardes, la
radio de la casa encendida, la música estridente, los mechones de
pelo deslizándose por mi cara.
Hoy tengo ganas de hablar, de decirle algo a mi padre, qué viejo está
mi padre, sólo piensa en fumar, es todo lo que ha hecho desde que
murió mamá.
¿Y yo qué he hecho en estos últimos años?; sólo mirar por la ventana,
dormir entre las cuatro paredes de mi cuarto, sentarme en el mismo
sillón.
Hay un límite entre mis ojos y la gente.
●●●
huesos
Días atrás le había comenzado un terrible dolor en los huesos. Era un
dolor que le roía los segundos, un dolor que provenía de la nada, que
retumbaba como pasos en la escalera. Le dolían los huesos y era la
primera vez en su vida que tenía la razón: lo había consultado con el
siquiatra, con sus tres hijos, con la vecina del cuarto piso, con el
cartero. Tenía la razón, y tenerla significaba creer al menos que algo
tenía: un nombre, un siquiatra, una vecina, tres hijos, un cartero… El
dolor se hizo alucinante, se convirtió en algo irreal, en nada.
●●●
instantáneas
II
33 y 1/tercio don´t freak out
V
Dejo caer una de mis manos en la calle. Nadie se percata, pero yo no
sufro por la pérdida. La mano siempre me dolió. Cuando nací supe
que me sobraba, que solo bastaba una. Que una mano puede hacer lo
mismo que dos. Una mano basta para morirse y hacerse la señal de la
cruz en la frente y para firmar el papel que certifica que estoy
muerta. Una mano basta para tocarme cuando estoy sola y la piel se
arruga bajo el agua.
●●●
el resplandor
Las puertas se suceden unas tras otras, iguales. No sabes cuál abrir.
Caminas por el pasillo hacia el final y a tu paso las paredes se
estrechan, se acercan más a ti. De súbito, una puerta se abre y
asoma el resplandor. Bajo la luz ves una ventana; pero no hay una
ventana: ves una jaula. Corres. Hay jaulas en todas partes, hasta el
final del pasillo. El principio es la única salida. Corres hacia él. El
principio también es el final.
replay
33 y 1/tercio don´t freak out
sAmuel bEckett
(dublín, 1906 – paris, 1989)
compañía
poder volar alguna vez por los aires. Tanto que un día se lanzó por
una ventana del primer piso. Es de regreso del jardín de niños sobre
tu triciclo que ves a la pobre vieja luchando con la entrada. Bajas y le
abres. Ella te bendice. ¿Cuáles eran sus palabras? Que Dios te lo
pague m’hijito. En ese estilo. Que Dios te cuide m’hijito.
Voz débil aun al máximo de su fuerza. Refluye lentamente hasta los
límites de lo audible. Después lentamente regresa a su débil máximo.
Con cada lento reflujo nace lentamente la esperanza de que muera. Él
debe saber que ella regresará. Lo que no impide que con cada lento
reflujo nazca lentamente la esperanza de que muera.
Él ganó poco a poco la oscuridad y el silencio y se tendió. Al cabo de
un tiempo muy largo así con lo que le quedaba de razón los juzgó
definitivamente. Y entonces un día la voz. ¡Un día! En fin. Y entonces
en fin la voz diciendo, Tú estás de espaldas en la oscuridad. Esas sus
primeras palabras. Larga pausa para que él pueda creerle a sus oídos
y de nuevo las mismas. Enseguida la promesa de ya no acabar hasta
que el oído. Tú estás de espaldas en la oscuridad y esa voz no
desaparecerá hasta que desaparezca el oído. O quizás mejor cuando
él estaba tirado en la penumbra y los ruidos se hacían raros eso fue
poco a poco el silencio y la oscuridad. Tal vez la compañía ganara
algo con eso. Porque ¿qué ruidos de tarde en tarde? ¿De dónde la
claridad?
Tú estás parado en el borde de un trampolín alto. Lejos por encima del
mar. En éste el rostro volteado de tu padre. Volteado hacia ti. Tú vez
abajo el querido rostro amigo. Él te grita que saltes. Grita, ¡Valor! La
cara redonda y roja. El grueso bigote. Los cabellos grises. El oleaje la
sumerge y la regresa a flote. Todavía el lejano llamado, ¡Valor! El
mundo te mira. Desde el agua lejana. Desde la tierra firme.
Un ruido de cuando en cuando. Qué bendición un recurso así. En el
silencio y la oscuridad cerrar los ojos y escuchar un ruido. Un objeto
cualquiera que deja su lugar por su último lugar. Una cosa blanda que
blandamente se mueve para ya no tener que moverse. Cerrar los ojos
a la oscuridad visible y no escuchar sino eso. Una cosa blanda que
blandamente se mueve para ya no tener que moverse.
La voz despide una luz. La oscuridad se aclara el tiempo que ella
habla. Se condensa cuando refluye. Se aclara cuando regresa a su
débil máximo. Se restablece cuando se calla. Tú estás de espaldas en
la oscuridad. Ahí si tus ojos hubieran estado abiertos habrían visto un
cambio.
¿De dónde claridad? Qué compañía en la oscuridad. Cerrar los ojos y
tratar de imaginarlo. ¿De dónde hace tanto tiempo la claridad?
Ningún origen en apariencia. Como si apenas luminiscente todo su
pequeño vacío. ¿Qué podía ver él entonces arriba de su rostro
volteado? Cerrar los ojos en la oscuridad y tratar de imaginarlo.
Otra característica el tono apagado. Sin vida. Mismo tono apagado
siempre. Para sus afirmaciones. Para sus negaciones. Para sus
interrogaciones. Para sus exclamaciones. Para sus exhortaciones. Tú
fuiste hace tanto. Tú nunca fuiste. ¿Fuiste alguna vez? ¡Oh no haber
sido nunca! Sé de nuevo. Mismo tono apagado.
33 y 1/tercio don´t freak out
debe saltar. Así W recuerda a su criatura tal como fue creada hasta
ahora. ¿W? Pero él también es criatura. Quimera.
Luego otro todavía. De quien nada. Creándose quimeras para atenuar
su nada. Silencio de inmediato. Un instante y de nuevo enloquecido
para sus adentros, De inmediato silencio de inmediato.
Imaginando imaginado imaginando todo para tener compañía. En la
misma oscuridad quimérica de sus otras quimeras. En qué postura y
si sí o no tal como el auditor en la suya de una vez por todas todavía
no determinada. ¿No basta con un solo inmóvil? ¿De qué sirve repetir
ese factor de consuelo? Entonces que se mueva. Con moderación. En
cuatro patas. Un arrastre moderado. El torso bien separado del suelo
y el ojo atento en la dirección del camino. Si eso no vale más la pena
que nada anular si es posible. Y en el vacío recuperado otra moción. O
ninguna. Entonces tampoco imaginar la postura más benéfica. Pero
por el momento que se arrastre. Se arrastre y caiga. Se arrastre de
nuevo y vuelva a caer. En la misma oscuridad quimérica de sus otras
quimeras.
Habiendo errado durante mucho tiempo como extraviada la voz
encuentra su lugar y su debilidad final. ¿Su lugar dónde? Imaginar con
circunspección.
Por arriba del rostro volteado. En la vertical del occipucio. De tal
forma que con la débil luz que ella despide si hubiera una boca que
ver él no la vería. Por más desesperadamente que él mueva los ojos.
¿Altura del suelo? Al alcance del brazo. ¿Fuerza? Débil. Como la de
una madre que se inclina por detrás sobre la cabecera de la cuna. Ella
se aparta para que el padre pueda ver. Él por su parte murmura al
recién nacido. Tono apagado sin cambios. Ningún indicio de amor.
Tú estás de espaldas al pie de un álamo. Bajo su vacilante sombra.
Ella recostada en ángulo recto apoyada sobre los codos. Tus ojos
cerrados acaban de hundirse en los suyos. En la penumbra tú vuelves
a sumergirte en ellos. Todavía. Sientes en la cara la punta de sus
largos cabellos negros moverse en el aire inmóvil. Bajo la maraña de
los cabellos se ocultan sus rostros. Ella susurra, Escucha las hojas.
Mirándose a los ojos ustedes escuchan las hojas. Bajo su vacilante
sombra.
Arrastrándose entonces y cayendo. Arrastrándose de nuevo y de
nuevo cayendo. Si a fin de cuentas eso no ayuda en nada él siempre
puede caer de una buena vez por todas. O nunca haberse puesto de
rodillas. Imaginar en qué forma un arrastre tal podría servir al
contrario de la voz para levantar un plano del lugar. De entrada ¿cuál
es la unidad reptil? Correspondiente a la zancada del vagabundo. Él
se pone en cuatro patas y se prepara para comenzar. Manos y rodillas
en los ángulos de un rectángulo con un largo de dos pies y un ancho a
discreción. Finalmente digamos que la rodilla derecha avanza seis
pulgadas reduciendo así un cuarto la distancia entre ella y la mano
homóloga. La que por su parte cuando se desea avanza otro tanto. Y
ahí está nuestro rectángulo transformado en rombo. Pero sólo el
tiempo necesario para que la rodilla y la mamo izquierda hagan otro
tanto. Con lo que se regresa al rectángulo. Así ininterrumpidamente
33 y 1/tercio don´t freak out
replay
33 y 1/tercio don´t freak out
●●●
●●●
la jaula
Compré una jaula, una jaula común de alambre y palo, y la colgué en
el portal sin nada dentro. Nada: ni alpiste, ni agua, ni ave presa. Sólo
la jaula muda, una jaula que lentamente oxidarían el sol, las lluvias, la
desidia de ignorar por temporadas su existencia. Compré la jaula y la
colgué, y cuando a veces me asomaba a ver entre sus barrotes el
vacío, era como si viera el tiempo allí, toda la vida inmóvil, sin color,
sin forma.
●●●
la muralla
Para hacer esta muralla
que nos corta el horizonte,
para guiar al sinsonte
hacia un canto más cubano,
sembraron la guardarraya,
trajeron todas las manos.
●●●
disciplinas al perro
Disciplinas al perro tres veces por semana: voces de mando dichas en
un tono más bien seco, castigos y premios que administras según
reglas precisas. Todo el cariño se resume en una comida al día –dog
food– y una palmadita en la cabeza, sin excesos. A cambio el perro se
echa, se sienta, corre a traer el palo que le lanzas ante la mirada
33 y 1/tercio don´t freak out
●●●
cuestión de formas
Hay maneras muy amables de excluir,
hay justificaciones y argumentos, un millón de argumentos
para cuestionar el exabrupto, la respuesta ríspida del excluido.
Hay modos elegantes de pedir su integración, su sacrificio,
su buen ánimo para aceptar los golpes.
En determinadas circunstancias, cuando conviene,
hay maneras muy tiernas de patear y parecer la víctima.
La culpa y la verdad suelen ser a veces un asunto retórico,
una cuestión de formas.
replay
33 y 1/tercio don´t freak out
jorGe ferrer
(habana, 1967, reside en estados unidos)
la resistencia a la vulgaridad
replay
33 y 1/tercio don´t freak out
lia viLLares
(habana, 1983)
How
does it feel
to be without a home
like a complete unknown
Bob D
hora jaad
Algo. Expropiándome el mundo y haciéndote un guiño desde el otro
lado del océano inevitable: otro cuartucho en Malecón: un pedazo de
ventana y un –único- mar, o viceversa. Nada. Las más de las veces las
olas no admitían que durmiera. Y cuando lo hacían era para soñarlas
tragándose toda la vaga ciudad hasta su hálito cansado. Del otro lado
de la Calle el pregoneo de pan, aguacate o girasoles me sacudía y
levantaba de un tirón. Tenía que desempolvarme el alma y tirarla con
el sueño por la ventana a la calle levantada ya desde hacía horas
impensables, idas-sin-vueltas: el tiempo dilapidado y el ruido de los
motores hasta el esófago. Todo demasiado inapropiado. Todo
demasiado, ¿todo?
horacarpius
Te invito a que me invites a un café. Trastoco los horarios de sueño. Lo
mismo estoy despierto de madrugada leyendo o dándole un poco al
tecleo, que durmiendo hasta las cuatro de la tarde. Toda la semana he
estado soñando que tengo que presentarme a un examen de
matemáticas y estoy frito, al final suspendo por supuesto. Uf, qué
pesadilla. Frente a la mesa un viejo zarrapastroso se queda
mirándonos, un hilo de baba le cuelga del labio sin que se de cuenta,
ni de lo que hay delante ni detrás suyo. No oye el ruido de la mosca
en el aparato de aniquilación justo encima de su sombrero -lo más
parecido a una cámara exterminadora que he visto, lo que para
bichos-, ni ve el humo de la máquina de café. La enajenación es un
principio de la sumisión. La apatía, la dejadez. La cobardía es la cosa
más valiente que sé. Mi otra pesadilla reiterada es la del perro
comiéndome los dedos de la mano y yo no puedo desprenderlo.
Vamos, acompáñame al Oro Negro allá abajo, a encervezarnos el
33 y 1/tercio don´t freak out
encéfalo, otro poco. Tomemos, pues, que no hay más nada aquí,
atiende pacá, la historia de estos tipos locos es una nueva teoría de
expresión, un nuevo punto de vista ontológico, una mecánica que les
permite entallarse con la posmodernidad, dinamitar, explotar sus
estructuras pal carajo, esto es un pensamiento de peso, chama,
aunque lo apliquen a la debilidad de lo cotidiano. La cuestión es coger
lo creado desde la creación misma, la fuerza creativa es un rizoma
material, y el escenario es la historia desde el año diez mil antes de
Cristo hasta hoy. Lo moderno y lo posmoderno son rumiados y
jamados, y vuelven para preñar una Hermenéutica –interpretativa,
aclarativa, explicativa, exegética- del Futuro, son unos locos, unos
anticipados. Qué bonito. La superficialidad del contexto en que la
dramaturgia del futuro da la talla es de hecho ontológica, constitutiva
y creativa, no trascendental, ni sistemática y no liberal. A ver, a ver,
déjame anotar eso, necesidad de sentido, dispersión-de-tipo-evento-
concepción-pesimista-y-totalizante-del-ser
quebuscajustificarsasímismanloreligiosoperosóloncuentrapoyonlafalte
misticismolademocraciamovimiento-circular-de-la-experiencia…
(rupturaen-laexpresión-desa-
circularidad,enlacríticadelompírico,lóntico).
Hagamos rizoma, niña, maquinemos deseo. Crear es resistir, como
diría jaad. Ya, hablando de sueños, yo era la anfitriona de una
parrillada en medio, justo en el centro, de un campo de golf, si es que
lo campos de golf tienen algún centro, yo detesto el golf,
dichoseadepaso, y estaba en una cabañita de madera que había
levantada allí mismo. En eso, y justo cuando me meto un pedazo de
carne en la boca, cae del cielo un pedazo de yeso, que obviamente
me da en la frente y me despierta. Lo primero es una gran sensación
de amenaza, y luego, ver por encima de mi cabeza que mi techo se
va a venir abajo en cualquier momento, muy probablemente ahí
mismo. En toda la casa reina una atmósfera pesante. Corro a la sala,
los pocos miembros que quedan de mi familia andan metidos por los
rincones en las cajas de cartón donde guardamos libros para botar,
que a veces cubren todos los espacios y no se puede caminar sino
sobre ellas. También andan metidos dentro de los estantes de la
cocina, junto a los potes de azúcar, sal, leche o chocolatín. No sé si es
de día o de noche y tampoco sé por qué me da por pensar en eso
ahora, que el techo de la casa se está cayendo. Siento más actividad
sonora en el comedor y antes que pueda mandarme a correr a
cualquier cuarto, el gato me pasa rodando por al lado y de un salto se
trepa a mi cabeza, de donde tiene que salir volando porque libros y
techo empiezan a caer estrepitosos por todas partes. Logro salvar el
termo de café de mi madre y me encierro en el baño con gato y todo.
Sorprendo colgado de la ducha a mi abuelo, con una cara de susto del
coño de su madre, mi bisabuela Loreta. En el radiecito del clóset
anuncian cierre de calles por derrumbes y por el desfile del primero
de agosto, primer día de vacaciones, que los trabajadores festejan
marchando por la liberación de las cinco de la tarde, consistente en
liberar energía adicional, cinco horas más todos los días, sábados
33 y 1/tercio don´t freak out
hora moi
Frente a mí los ojos-bolas-gotas del perro de una amiga. Negros
espejos insondables.
Muy parecidos a los tuyos, ojos-alej. Marco tu número en el teléfono,
inalámbrico, de mi amiga. Espero. Me sale una voz esperada. Cuelgo.
En mi pancita la jarra de avena con vainilla suelta un humo oloroso.
Mi pelo suelto se desparrama por la almohada, vertical.
Suelta un olor a frutas, ajeno. Salgo.
Voy en un carro por Belascoaín. Miro sin ganas los derrumbes, el
churre de los balcones sin sábanas, ni banderas. El parque de los
locos. Monte. El Conservatorio donde pasé tres años, ni buenos ni
malos, cuatro más bien, el lugar donde conocí la tristísima alegría de
tenerte y no. Miro vaciada, viciada, el espejito roto que sostiene la
mano grande de un mulato, que se afeita en un portal. Llego al mar.
Es el límite. Siempre estamos bordeándolo o esquivándolo, siempre
terminamos cerca. El tipo que maneja me obliga a oír un disco de
Jennifer López. Es el precio. Todo el mundo se somete al otro. Todo el
mundo maltrata y desatiende. Todo el mundo desespera, Peluso.
De esperar.
33 y 1/tercio don´t freak out
hora rizoma
Ser es ser percibido.
Como en La película de Beckett trato tonta de extinguir, suprimir la
doble percepción.
(Expulsar a los animales, tapar el espejo, cubrir los muebles, arrancar
la estampa, rasgar las fotos.) Lo espantoso es que la percepción sea
de uno a través de uno, insuprimible en ese sentido.
El balance, sillón luyanero, que me coloca en suspenso en medio de
la nada, como en La película de Beckett. Dijo alguien, seguramente
Nietzsche, que preferimos todavía tener la voluntad de la nada antes
que no desear nada en absoluto.
(Expulsar a los animales, tapar el espejo, cubrir los muebles, arrancar
la estampa, rasgar las fotos.)
Esse est percipi.
hora mezclada
Me dejé acariciar por el resplandor opaco de mi lámpara de noche.
Lámpara manufacturada por blanka, pintada en acuarelas oscuras
que a mar le parecían mal combinadas, en resultado un color sucio. A
mí me encantaba. Sobre todo cuando lograban mezclarse tanto los
tonos que no se diferenciaban unos de otros. El olor que dejaba el
papel fino cuando se calentaba un poco era delicioso. Quería escribir
un poco, así que hice chocolate para nosotras, bien fuerte como lo
prefería blanka, que por su parte había escrito una historia de tres
amigas que terminan desangrándose con un cuchillo después de
fumar en una bañadera y tomar chocolate. Tales las historias suyas
tan surrealistas y morbosas, fantásticamente tristes. Después de
salpicársela más de rojo con unos cuantos comentarios por boberías
del lenguaje y frases hechas o palabras repetidas puse The Cure y me
senté a escribir acerca de mi madre, cuando contemplaba como una
boba la explosión, roja también, del flamboyán frente al balcón en
junio. Pero no me gustó nada como quedaron estructuradas las
frases, ni las palabras que había escogido. Recordé a mar escribiendo
33 y 1/tercio don´t freak out
replay
33 y 1/tercio don´t freak out
rogelio saunders
(habana, 1963, reside en cataluña)
la escritura en falta
replay
33 y 1/tercio don´t freak out
dAniil kharms
(rusia, 1905 – u.r.s.s., 1942)
ancianas desplomándose
Cierta anciana, debido a su excesiva curiosidad, se cayó por la
ventana, se desplomó al suelo y murió por el impacto.
Otra anciana sacó la cabeza por la ventana y comenzó a mirar a la
mujer muerta. Pero ella también, debido a su excesiva curiosidad, se
cayó por la ventana, desplomándose y murió por el impacto.
Entonces una tercera anciana se desplomó por la ventana, y una
cuarta, y una quinta.
33 y 1/tercio don´t freak out
●●●
la carta
Querido Nikandr Andreyevich,
Recibí su carta y enseguida me di cuenta que era de usted. Al
principio pensé que tal vez no fuera de usted, pero en cuanto la abrí,
me di cuenta que era de usted, aunque de hecho casi pensé que no
era de usted. Me alegra que se haya casado hace tiempo, porque
cuando un hombre se casa con la mujer con la cual se desea casar,
significa que ha logrado lo que deseaba. Así que me alegra mucho
que se haya casado porque cuando un hombre se casa con la mujer
con la cual se desea casar, significa que ha logrado lo que deseaba.
Ayer recibí su carta y pensé enseguida que era una carta suya, pero
entonces pensé que tal vez no era de usted, pero la abrí y vi,
ciertamente, era de usted. Hizo muy bien en escribirme. Al principio
no me escribió, y entonces repentinamente me escribió, aunque
antes de eso no me había escrito por un tiempo, usted solía escribir.
En cuanto recibí su carta, enseguida pensé que era de usted, y
entonces después me alegré de que se hubiera casado. Porque, de
hecho, si un hombre siente la necesidad de casarse, debe de casarse
no sin importarle nada más. Por eso me alegra que se haya casado
con la mujer con la cual deseaba casarse. E hizo muy bien en
escribirme. Me alegré mucho cuando vi su carta, e incluso pensé
enseguida que era de usted. Es cierto, mientras la abría tuve la idea
momentánea de que no fuera de usted, pero entonces decidí que era
de usted después de todo. Gracias por escribir. Le agradezco esto y
me alegro por usted. Quizás no pueda adivinar porque me alegro por
usted, pero le diré enseguida que me alegro por usted a causa de
esto: porque se casó, y con la misma mujer con la cual deseaba
casarse, porque esa es la manera de lograr lo que uno quiere lograr.
Esa es la justa razón por la cual me alegro por usted. Y también me
alegra que me haya escrito una carta. Incluso desde la distancia
decidí que la carta debía de ser de usted, pero en el minuto en que la
tomé pensé: pero ¿y si no fuera de usted? Pero entonces pensé:
Cielos, no, por supuesto que es de usted. Estoy abriendo la carta y
pensando al mismo tiempo: ¿Es de usted o no es de usted? ¿Es de
usted o no es de usted? Bueno, en cuanto la abrí, vi que era de usted.
Me alegré mucho y decidí escribirle también una carta. Tengo mucho
que contarle, pero literalmente no tengo tiempo. Le he escrito lo que
podía en esta carta, pero escribiré después el resto, porque, de
hecho, no tengo tiempo ahora. Al menos es bueno que me haya
escrito una carta. Ahora sé que se casó tiempo atrás. Ya sabía por
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cartas anteriores que se había casado, más ahora veo otra vez que,
correctamente, se ha casado. Y me alegra mucho que se haya casado
y me haya escrito una carta. En cuanto vi su carta, decidí que se
había casado otra vez. Bueno, creo que es bueno que se haya casado
otra vez y me haya escrito una carta para decírmelo. Ahora escríbame
quién es su nueva esposa y como sucedió todo. Déle mis saludos a su
nueva esposa.
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el sueño
Kalugin se durmió y soñó que estaba sentado en las malezas y un
policía se acercaba a las malezas.
Kalugin se despertó, se rascó la boca y se durmió otra vez. Una vez
más soñó que él se acercaba a las malezas y había un policía sentado
escondiéndose en las malezas.
Kalugin se despertó, puso un periódico bajo su cabeza para no
babearse en la almohada, y se durmió otra vez. De nuevo soñó que
estaba sentado en las malezas y un policía se acercaba a las malezas.
Kalugin se despertó, cambió el periódico, se acostó, y se durmió otra
vez. Se durmió y soñó una vez más que se acercaba a las malezas y
que había un policía sentado en las malezas.
Kalugin se despertó y decidió no dormir más, pero al instante se
quedó dormido y soñó que estaba sentado detrás del policía y que
había malezas acercándose.
Kalugin despertó gritando y revolcándose en la cama, pero ahora ya
no podía despertar.
Kalugin durmió cuatro días y cuatro noches seguidas, y al quinto día
se despertó tan demacrado que tuvo que amarrarse con soga las
botas a sus pies para que no se le cayeran.
En la panadería, donde Kalugin siempre compraba pan de trigo, no lo
reconocieron y le dieron pan de centeno.
La comisión sanitaria, mientras hacía su recorrido por los
apartamentos, vio a Kalugin, lo hallaron insalubre y bueno para nada
y le ordenaron a la cooperativa de vivienda que sacaran a Kalugin
junto con la basura.
Doblaron a Kalugin en dos y lo sacaron con la basura.
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el caballero
Alexei Alexeievich Alexeyev era un verdadero caballero. Por ejemplo,
mirando desde un tranvía un buen día, vio como una dama tropezaba
en la acera y dejaba caer una lámpara de cristal desde su bolsa de
compras. Se hizo pedazos inmediatamente. Alexei Alexeievich,
deseando ayudar a la dama, decidió sacrificarse y saltó del tranvía en
movimiento; cayó sobre una roca y se partió la cara. Otra vez, vio
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33 y 1/tercio don´t freak out
Se dice, con más razón que sorna, que el único riesgo profesional de
los poetas es el suicidio. No sé si hay estadísticas, pero tengo la
impresión de que los escritores se suicidan más, proporcionalmente,
que los mortales de otras profesiones. Si hago un rápido censo
mental, muchos nombres se me vienen a la mente desde la
antigüedad hasta hoy, mujeres y hombres: Safo, Lucrecio, Séneca,
Silva, Larra, Woolf, Salgari, Trakl, Lugones, Mishima, Pizarnik,
Hemingway, Plath, Márai... Y el pasado 12 de septiembre, la gran
promesa de la narrativa estadounidense, David Foster Wallace, a
quien hallaron ahorcado en su casa; un novelista de 46 años que ya
en otras ocasiones había pedido que le protegieran de su propia
pulsión de quitarse la vida.
Primo Levi le dedica el sexto capítulo de Los hundidos y los salvados
al suicidio de Jean Améry. Dice Levi que "su suicidio, como todos,
admite una nebulosa de explicaciones". Esa misma nebulosa se ha
empleado después para tratar de explicar el suicidio del mismo Levi,
llevado a cabo -al parecer- más para evadir la enfermedad que para
huir de las pesadillas memoriosas de Auschwitz. Ocurrió en 1987,
aunque con la ambigüedad que muchos suicidas prefieren, de modo
que las familias puedan aferrarse a la duda de un accidente: se
precipitó por el hueco de las escaleras del edificio donde vivía, en el
barrio de La Crocetta, en Turín, sin dejar carta de despedida.
Por estos días se celebró el centenario del nacimiento de Cesare
Pavese, otro homicida de sí mismo, en la misma ciudad del norte de
Italia. Esto me llevó a releer páginas de su diario. Ahí, al final, y poco
antes de que se matara, dejó escrito: "Los suicidas son homicidas
tímidos. Masoquismo en vez de sadismo". Maupassant, que se murió
por enfermedad un año después de intentar suicidarse, lo definió de
un modo casi inverso: "El suicidio es el sublime valor de los vencidos".
La última entrada de Pavese, el 18 de agosto, me ha dado siempre
escalofríos: "Sin palabras. Un gesto. No volveré a escribir".
Pavese murió en la soledad de un cuarto de hotel, pero hay escritores
a los que no les gusta suicidarse solos. Heinrich von Kleist cambió
varias veces de novia hasta que al fin una, Henrriette Vogel, aceptó
quitarse la vida con él, a orillas del lago Wannsee, cerca de Berlín. El
lugar es hoy un sitio de peregrinación. Se trata de un rincón apacible,
bucólico, como si los románticos escogieran con gusto incluso el sitio
de su muerte. Otros suicidas en compañía fueron Arthur Koestler y
Stefan Zweig. El primero se fue del mundo en un pacto con su tercera
esposa, Cynthia Jefferies. También Zweig lo hizo con su mujer, Lotte
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con Ofelia, Romeo y Julieta; Goethe, con el joven Werther; Tolstói, con
Anna, y Schnitzler, con el subteniente Gustl. Es raro, pero si uno
suicida a alguien en un libro, se experimenta una muerte que de
alguna manera sacia la ansiedad por la propia muerte. Lo sé por
experiencia propia.
Otros, en cambio, se despiden con ira. Me gusta la furia final de
Chatterton: "Adiós, Bristol, inmunda ciudad de ladrillos./Amantes de la
riqueza, adoradores del engaño". Piensa uno en los ladrillos de
nuestras ciudades, y lo entiende. Supongo que si el cuerpo no tiene el
buen gusto de morirse a tiempo, uno tiene el deber de matarse. Pero
mientras llega ese instante de lucidez en las tinieblas habrá que
seguir viviendo, aunque tal vez con el mismo sentimiento de culpa
que escribió una vez Thomas Bernhard: "Nada he admirado más
durante toda mi vida que a los suicidas. Me aventajan en todo. Yo no
valgo nada y me agarro a la vida, aunque sea tan horrible y mediocre,
tan repulsiva y vil, tan mezquina y abyecta. En lugar de matarme,
acepto toda clase de compromisos repugnantes, hago causa común
con todos y cada uno, y me refugio en la falta de carácter como en
una piel nauseabunda pero cálida, ¡en una supervivencia lastimosa!
Me desprecio por seguir viviendo".
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la muerte no es el fin
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Esto no es completamente cierto.
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