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Universidad de Concepción

Facultad de Derecho
Programa de Magíster en Derecho 2008 - 2009
Administración Ordinaria de la
Sociedad Conyugal

Alumno: Pablo Manríquez Díaz

Asignatura: Regímenes matrimoniales

Concepción, septiembre de 2008

I.- INTRODUCCION

La institución del matrimonio, como base fundamental de


la familia, da lugar a diversos e importantes efectos, tanto
en el plano personal como patrimonial, aspectos que los
contrayentes han de tener en consideración. En el último de
los planos enunciados, es necesario determinar la suerte de
los bienes adquiridos o aportados, como en lo que respecta a
las obligaciones. Es con lo anterior, que nacen los
denominados Regimenes matrimoniales.

Ahora bien, dentro de ellos, al menos en nuestro


ordenamiento, el de mayor trascendencia, atendido el alto
número de matrimonios afectos al referido estatuto, es el de
sociedad conyugal.

Este régimen en cuanto a su administración es ejercida


por el marido, en calidad de “jefe”, lo cual deja entrever
los enormes poderes en relación a los bienes que integran la
sociedad conyugal. Sin embargo, a virtud de una evolución
legislativa, las facultades del marido, se han visto
drásticamente diminuidas, a virtud de un serie de
limitaciones que se han establecido, principalmente, a favor
de la mujer.

El presente trabajo busca dar una visión de la sociedad


conyugal, desde la perspectiva de su administración,
analizando las limitaciones antes enunciadas

I.- ADMINISTRACION ORDINARIA DE LA SOCIEDAD CONYUGAL

La administración ordinaria de la sociedad conyugal es


aquella que compete al marido, bajo el supuesto de ser
plenamente capaz, por el solo hecho del matrimonio, de
acuerdo a lo dispuesto en el artículo 17491, el cual señala:
“El marido es jefe de la sociedad conyugal, y como tal
administra los bienes sociales y los de su mujer; sujeto,
empero, a las obligaciones y limitaciones que por el presente
Título se le imponen y a las que haya contraído por las
capitulaciones matrimoniales.”

Por tanto la referida administración abarca no solo los


bienes sociales, sino también los propios de la mujer.

Lo anterior ha motivado diversas discusiones, llegando


incluso a sostenerse que la norma antes referida es
1
Todos los artículos citados en el presente trabajo corresponden al Código Civil Chileno, salvo que
expresamente se señale otra fuente.
inconstitucional por vulnerar la igualdad ante la ley,
garantía consagrada en nuestro texto constitucional en el
artículo 19 Nº 2, sin perjuicio de la vulneración a diversos
tratados internacional suscritos y ratificados por Chile.

Muestra de lo anterior, es consignada en Informe de la


Comisión, Legislación, Justicia y Reglamento, recaído en el
proyecto de ley que modifica el Código Civil y otras leyes
complementarias en materia de sociedad conyugal o comunidad
de gananciales, otorgando a la mujer y al marido iguales
derechos y obligaciones, el que señala: “... el régimen de
sociedad conyugal ha merecido una serie de cuestionamientos.
En primer lugar se ha estimado que da lugar a una desigualdad
jurídica en los derechos y deberes entre los cónyuges... Por
otra parte, se ha sostenido que no hay argumentos biológicos,
psicológicos o antropológicos que justifiquen la
subordinación jurídica de la mujer ni la exigencia de que
haya un solo administrador de bienes en el matrimonio. Además
se ha considerado que no se aviene con la normativa de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Convención
para la Eliminación de todas las formas de Discriminación en
contra de la mujer.”2

A.- ADMINISTRACION DE LOS BIENES SOCIALES

Las expresiones utilizadas por el artículo 1749, dejan


entrever la amplitud de las facultades conferidas al marido
en relación a la administración. Sin embargo, hoy, a virtud
de una serie de modificaciones legales, se han disminuido los
poderes absolutos que en algún momento tuvo el marido sobre
lo propio y lo ajeno.
2
Boletín Nº 1.707 – 18 del H. Senado de la República de Chile. Pág. 4
Es al marido a quien corresponde la administración de
los bienes de la sociedad, y no a la mujer. Así lo deja en
claro el precitado artículo.

Durante la vigencia de la sociedad conyugal, agrega el


artículo 1752, la mujer por sí sola no tendrá derecho alguno
sobre los bienes sociales: no puede administrarlos, ni
intervenir en la administración que ejerce el marido; tampoco
puede pedir que se le entregue la parte que en ellos le ha de
corresponder. "Se ha descartado el dominio de la mujer en los
" bienes sociales durante la sociedad, dice Bello: ese
dominio es una ficción que a nada " conduce". Su derecho en
esos bienes aparece y se hace efectivo a la disolución de la
sociedad.3

En relación al punto que nos ocupa, la Corte Suprema, en


fallo de fecha quince de julio de dos mil ocho, pronunciada
en autos Rol Nº 491 – 2007, ha sostenido que: “existe una
especie de coadministración en el régimen de sociedad
conyugal, ya que la mujer interviene obligadamente en la
gestión de los negocios sociales de mayor significación”.

Ahora bien, la disminución antes referida se traduce en


una serie de limitaciones, que de acuerdo al referido
artículo 1749, pueden ser de dos clases:

1.- Las pactadas por los esposos en las capitulaciones


matrimoniales, y

2.- Las impuestas por la ley.


3
Alessandri Rodríguez, Arturo: “De los regímenes matrimoniales en general”. Anales de la Facultad de
Derecho. Universidad de Chile. Vol. I - Julio - Diciembre de 1935 - Nº 3 y 4.
En relación a las limitaciones primeramente señaladas,
es dable señalar que las mismas deberán llevarse a cabo bajo
las formas y condiciones referidas por la ley. Tanto en la
forma como en el fondo. En relación a este último punto,
ninguna estipulación podría llegar al punto de desnaturalizar
el régimen, toda vez que las normas que reglan la materia son
de orden público, y en ello no tiene injerencia la voluntad
de los esposos.

Nos referiremos, en el siguiente apartado, a las


limitaciones del marido en los bienes sociales.

I.- LIMITACIONES LEGALES DEL MARIDO EN LA ADMINISTRACION


DE LOS BIENES SOCIALES.

Las limitaciones enunciadas, son las establecidas en el


Título XXII del Libro Cuarto del Código Civil, y han
experimentado una evolución legislativa, que ha implicado una
disminución en los poderes del marido en los bienes que
integran el haber de la sociedad conyugal4.

Hoy, el marido requiere la autorización de la mujer para


llevar a efecto los siguientes actos jurídicos:

1.- Para gravar o enajenar voluntariamente los bienes


raíces sociales.

2.- Para prometer enajenar o gravar bienes raíces


sociales.

4
La evolución a la que se hacemos referencia, puede ser consultada en: Ramos, René: “Derecho de Familia”.
Editorial Jurídica de Chile. Santiago. Sexta edición. Tomo I. 2007. Pág. 210
3.- Para enajenar o gravar voluntariamente o prometer
gravar o enajenar los derechos hereditarios que correspondan
a la mujer.

4.- Para disponer por acto entre vivos a título gratuito


de los bienes sociales

5.- Para dar en arrendamiento o ceder la tenencia de los


bienes raíces sociales por más de cinco años si son urbanos o
por más de ocho sin son rústicos.

6.- Para otorgar avales o constituirse en deudor


solidario u otorgar cualquiera otra caución respecto de
obligaciones contraídas por terceros.

Así las cosas, el marido para actuar en conformidad a


derecho, debe hacerlo mediando autorización de la mujer para
la celebración del acto o contrato de que se trate.

II.- Características de la autorización de la mujer.

1.- Debe ser específica: Así lo dispone expresamente el


artículo 1749 inciso 7º: “la autorización de la mujer deberá
ser específica…”. Entendemos por tal la que da la mujer para
celebrar un acto jurídico determinado en condiciones también
determinadas.5

Así las cosas, no caben autorizaciones genéricas,


tratando con ello de precaver el legislador, abusos en la
administración del marido.
5
Ramos, René. Ob. Cit. Pág. 210
Con respecto a esta característica nos parece
interesante transcribir en parte, el voto disidente del
Ministro Sergio Muñoz, pronunciado en autos sustanciados ante
la Corte Suprema, Rol nº 491 – 2007, y consta en fallo antes
citado, se sostiene: “Que al sostenerse por los magistrados
de la instancia que la especificidad de la autorización se
refiere solamente al bien raíz gravado y sin exigir la
determinación de la obligación que se garantiza con la
hipoteca, han incurrido en una errónea interpretación de la
norma contenida en el inciso séptimo del artículo 1749 del
Código Civil, que constituye infracción de ley, que tiene
influencia substancial en lo dispositivo del fallo, por lo
que correspondía acoger el recurso de casación en el fondo,
según se ha indicado en la enunciación de este voto
particular.”

2.- Es solemne: La solemnidad está dada por el hecho de


que siempre debe ser por escrito.

Bastará escritura privada, pero si el acto requiere


celebrarse bajo la forma de una escritura pública, deberá
igualmente la autorización cumplir con esa formalidad.

3.- Puede ser dada personalmente o por medio de


mandatario: Se requiere que el mandato sea especial y que
conste por escrito o por escritura pública, según el caso.

Vale aquí señalar que la autorización se entiende dada,


cuando la mujer interviene “expresa y directamente de
cualquier modo en el mismo acto”
4.- Puede ser suplida por la justicia: Ello, en dos
casos contemplados por el inciso final del artículo 1749:

a. - En caso de negativa de la mujer: El inciso final,


del artículo 1749, primera parte, dispone que “la
autorización a que se refiere el presente artículo podrá ser
suplida por el juez, previa audiencia a la que será citada la
mujer, si ésta la negare sin justo motivo”.

Básicamente, el legislador ha sido previsor y no


pretende que la institución se transforme en un medio
destinado a que la mujer entrabe la administración del
marido, sin causas válidas para ello.

En relación a este punto, la Corte de Apelaciones de


Valparaíso, en fallo pronunciado en autos rol Nº 113021, de
fecha 6 de junio de 1990, señaló lo siguiente: “1.- Que, como
lo establece el artículo 1749 del Código Civil, el marido
requiere de autorización de la cónyuge para enajenar bienes
raíces pertenecientes a la sociedad conyugal y, si ésta la
negare sin justo motivo, puede ella ser suplida por el Juez
actuando con conocimiento de causa.

En consecuencia, en la especie se trata en forma


exclusiva de determinar si la negativa de la demandada
resulta o no justificada para la pretendida enajenación del
inmueble al que se refiere la demanda de autos. Esto es, si
al margen de cualquier otra consideración, existe o no la
justificación requerida para tales efectos por la disposición
legal citada, o resulta su negativa caprichosa o infundada.
Menester es recordar que la aludida norma legal aparece
incorporada a nuestro Código Civil por el artículo 1º de la
Ley Nº 10.271 de 2 de abril de 1952, que introdujo
fundamentales modificaciones en materia de filiación y
regímenes matrimoniales, mejorando la situación jurídica de
la mujer y de los hijos naturales. Esto es, y a propósito de
la cónyuge, cabe considerar que la citada ley ha tenido por
objeto beneficiarla, protegiéndola del poder absoluto de
administración que mantenía el marido en relación con los
bienes de la sociedad conyugal.

2.- Que, los antecedentes ponderados en los motivos 17 y


19 del fallo en alzada resultan suficientes para justificar
la negativa de la cónyuge a prestar la autorización
solicitada en estos autos para la pretendida enajenación.

Como señala el Sr. Defensor Público, informando a fs.


88, la propiedad que se pretende enajenar sirve de casa
habitación a la demandada y a los hijos comunes de las partes
en este juicio, existe en la misma un negocio de peluquería
que produce una determinada renta a la demandada y constituye
tal inmueble el único bien raíz de propiedad de la sociedad
conyugal.

Menester es concluir, en consecuencia que


justificadamente la cónyuge se opone a la autorización que le
ha sido solicitada por no convenir a sus intereses la
enajenación proyectada por el actor y que es, según lo
expuesto, el único antecedente que resulta necesario
determinar para los efectos pretendidos en estos autos.”
b. - Si la mujer estuviere impedida de otorgar la
autorización.

En este caso, a diferencia del anterior, no es menester


que la mujer sea oída. El marido deberá acreditar, además de
la existencia del impedimento, que la tardanza en la
ejecución del acto proyectado es perjudicial.6

5.- Debe ser previa: Puede ser previa o coetánea. Lo


segundo, en el caso que resulta de la intervención expresa o
directa de la mujer en el acto o contrato.

Luego de haber analizado las características de la


autorización de la mujer, pasamos a analizar, en particular,
cada una de los casos en que el marido la requiere.

III.- ANALISIS PARTICULAR

1.- Enajenación voluntaria de los bienes raíces


sociales.

Así lo dispone el artículo 1749 inciso tercero: “El


marido no podrá enajenar o gravar, voluntariamente, bienes
raíces sociales.

Cabe aquí hacer algunas precisiones:

- Se refiere exclusivamente a la enajenación voluntaria,


por ende no es necesaria la autorización respecto de
enajenaciones forzadas.

6
Meza Barros, Ramón: “Manual de Derecho de la Familia”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago. Segunda
edición. Tomo I. 1989. Pág. 305
- La limitación solo dice relación con los bienes raíces
sociales, por tanto el marido no requiere la autorización
para enajenar bienes muebles sociales, lo que llama la
atención pues existen bienes muebles cuyo valor e
importancia, no justifican la distinción. Con lo anterior,
queda en evidencia la mayor consideración de que gozan los
inmuebles para el Código Civil Chileno.

Poniendo un ejemplo, tal vez extremo pero elocuente, el


marido necesita autorización de su mujer para enajenar un
predio social de 300 mts. Cuadrados de extensión y sin
edificar, y no la necesita si ha de vender acciones de
empresas, también de la sociedad conyugal, cuantas veces lo
quiera, por cualquier valor, aunque sea por cifras
siderales.7

- Se ha entendido que la autorización debe darse para la


celebración del respectivo título traslaticio. La existencia
de un título y modo en nuestro sistema, podría llevar a la
duda, sin embargo la doctrina ha determinado que la
autorización debe darse solo para el acto jurídico en virtud
del cual se haga la tradición.

2.- Promesa de enajenación voluntaria de los bienes


raíces sociales.

Este punto fue incorporado por la Ley N º18.802. Previo


a ello, era discutido si la mujer debía o no autorizar al
marido para la celebración de la promesa con respecto a un
inmueble social.
7
Fueyo Laneri, Fernando: “Derecho Civil”.Tomo VI. Volumen II. Valparaíso. 1955. Pág. 102
Algunos, como el profesor Alessandri, estimaban que era
tal autorización necesaria. Otros, como el profesor Meza
Barros, estimaban que no era necesaria la autorización de la
mujer, ello ya que la promesa no puede considerarse un acto
de enajenación y reputarla tal implica una confusión entre la
promesa y el contrato prometido. De la promesa surge una
obligación de hacer, esto es, de celebrar el contrato
prometido y este eventualmente podrá constituir un acto de
enajenación.8

3.- Gravamen voluntario de los bienes raíces sociales.

El marido, en base a esta limitación, no podrá hipotecar


los bienes raíces sociales, ni constituir sobre ellos un
derecho de servidumbre, censo, usufructo, uso o habitación.

Gravámenes impuestos, quedan fuera de la limitación.

4.- Enajenación o gravamen voluntario o promesa de


gravar o enajenar respecto de los derechos hereditarios que
correspondan a la mujer.

Algunos critican la ubicación de la norma, pues no se


trataría de un bien social, sino más bien de uno propio de la
mujer. Sin embargo, los derechos hereditarios de la mujer, no
tienen un carácter inmueble, y por ello ingresan al haber
relativo de la sociedad conyugal.

5.- Disposición gratuita por acto entre vivos

8
Meza Barros, Ramón. Ob. Cit. Pág. 303
El marido no puede hacer ningún tipo de donación, sin la
autorización de la mujer, salvo por la excepción contenida en
el artículo 1735, el cual dispone: “El cónyuge que administre
la sociedad podrá hacer donaciones de bienes sociales si
fueren de poca monta, atendidas las fuerzas del haber
social.”

6.- Arrendar o ceder la tenencia de los bienes raíces


sociales por más de cinco años si son urbanos o por más de
ocho sin son rústicos.

Con respecto a este punto cabe hacer algunas


precisiones, a saber:

- Dice relación con bienes raíces sociales.

- Se refiere al arrendamiento y a cualquier contrato que


implique ceder la tenencia de dichos bienes.

- Se deben computar las prórrogas para efectos del


cálculo de los plazos referidos.

6.- Constitución de avales u obligaciones accesorias


para garantizar obligaciones de terceros

El artículo 1749 inciso quinto dispone que: “Si el


marido se constituye aval, codeudor solidario, fiador u
otorga cualquiera otra caución respecto de obligaciones
contraídas por terceros, sólo obligará sus bienes propios.”

IV.- Sanción para omisión de la autorización de la


mujer.
La regla general esta dada por el artículo 1757, el cual
dispone que: “Los actos ejecutados sin cumplir con los
requisitos prescritos en los artículos 1749, 1754 y 1755
adolecerán de nulidad relativa.”

Excepciones:

1.- Cuando no autoriza el arriendo o la cesión de la


tenencia de bienes raíces sociales, la sanción aplicable es
la inoponibilidad en el exceso.

2.- Cauciones otorgadas respecto de terceros: En este


caso la sanción consiste en que no se obliga a los bienes
sociales.

V.- Titularidad y plazo de interposición de las acciones


de nulidad e inoponibilidad.

La nulidad relativa o la inoponibilidad pueden hacerlas


valer la mujer, sus herederos y cesionarios, disponiendo al
efecto de un plazo de cuatro años. El cuadrenio para impetrar
la nulidad se contará desde la disolución de la sociedad
conyugal, o desde que cese la incapacidad de la mujer o de
sus herederos.

En ningún caso se podrá pedir a declaración de nulidad


pasados diez años desde la celebración del acto o contrato.

VI.- Situaciones de excepción en las cuales la mujer


participa de la administración de los bienes sociales.

Hemos señalado que es al marido a quien corresponde la


administración de los bienes sociales, sin embargo nuestra
legislación contempla ciertos casos en los cuales la mujer
tiene incidencia en la administración de los mismos. Estos
casos son:

- Las compras que la mujer haga al fiado de los objetos


muebles naturalmente destinados al consumo ordinario de la
familia.

- La administración extraordinaria

- Caso de impedimento del marido que no sea de larga e


indefinida duración y de la demora se siguiere perjuicio.

- Caso de la mujer que actúa con mandato general o


especial del marido.

B.- ADMINISTRACION DE LOS BIENES PROPIOS DE LA MUJER.

Según lo preceptúa el artículo 1749: “El marido es jefe


de la sociedad conyugal, y como tal administra los bienes
sociales y los de su mujer; sujeto, empero, a las
obligaciones y limitaciones que por el presente Título se le
imponen y a las que haya contraído por las capitulaciones
matrimoniales.”

El Art. 1749 concede al marido la administración de los


bienes sociales y de los bienes propios de la mujer, la cual
ejercita libremente con sólo las limitaciones que las leyes
le imponen. Ella le corresponde al marido de pleno derecho y
comienza con la iniciación del matrimonio. Sobre sus bienes
propios la mujer conserva el dominio, pero la administración
de los mismos le corresponde al marido.

Las facultades del marido como administrador de los


bienes sociales y como administrador de los bienes de su
mujer son distintas: En primer término, las facultades del
marido como administrador de los bienes sociales son mucho
más amplias que las que tienen como administrador de los
bienes propios de la mujer.

El legislador considera al marido dueño de los bienes


sociales, como tal administra libremente dichos bienes, sólo
con las limitaciones que le impone la ley, referentes a los
actos para los cuales el marido requiere la autorización o
consentimiento de la mujer y que dicen relación
principalmente con los bienes inmuebles, respecto de los
bienes muebles no tiene restricción alguna.

Pero, respecto de los bienes propios de la mujer, sus


facultades son mucho menores, es un simple administrador de
ellos, sus facultades están limitadas no sólo respecto de la
disposición de inmuebles sino también de la de bienes muebles
(Artículos. 1754, 1755 y 1756).

Además en la administración de los bienes sociales el


marido solamente responde del fraude con que administre, es
decir, de la intención dolosa de perjudicar a la mujer, y no
tiene obligación de rendir cuenta de su administración. Muy
por el contrario, en la administración de los bienes propios
de la mujer responde hasta de la culpa leve. Asimismo el
marido puede ser obligado a rendir cuenta de su
administración.

Es esta situación, la que mayores criticas ha generado


el régimen legal de sociedad conyugal, cuestionándose la
constitucionalidad del mismo. Pablo Rodríguez, no comparte
esta opinión, señalando que: “Las limitaciones consagradas en
la ley en relación a los bienes propios de la mujer, si bien
tienen carácter legal, han sido voluntariamente aceptadas por
la mujer al momento de contraer matrimonio y optar por el
régimen de sociedad conyugal. Se pierde de vista,
generalmente, que en la legislación chilena el régimen
patrimonial es seleccionado por los esposos al celebrarse el
matrimonio, sea expresa (separación total de bienes y
participación en los gananciales) o tácitamente (sociedad
conyugal). La solo circunstancia de contraer matrimonio sin
manifestar voluntad en el sentido de adoptar un determinado
régimen patrimonial, importa convenir sociedad conyugal
(régimen de derecho).”9

I.- Prohibición impuesta a la mujer de enajenar, gravar,


dar en arriendo o ceder la tenencia de bienes de su dominio.

El artículo 1754, en su inciso final dispone que: "La


mujer, por su parte, no podrá enajenar o gravar ni dar en
arrendamiento o ceder la tenencia de los bienes de su
propiedad que administre el marido, sino en los casos de los
artículos 138 y 138 bis".

Se produce aquí una situación curiosa, pues con la


reforma, por una parte se da plena capacidad a la mujer
casada en régimen de sociedad conyugal y por otra se le priva
de la facultad de disponer de sus propios bienes.

La mayoría estima que para el supuesto que la mujer no


de cumplimiento a lo dispuesto en la norma precitada, la
sanción es la nulidad absoluta, fundada en que el inciso
final del Art. 1754 es una norma prohibitiva, porque los
actos que en ella se señalan no pueden ser realizados por la

9
Rodríguez Grez, Pablo: “Regímenes Patrimoniales”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago. 1996. Pág. 126
mujer bajo ningún respecto o circunstancia en situaciones
normales ya que el caso del Art. 138 es de excepción.

De consiguiente si se estima que se trata de una ley


prohibitiva la sanción será la nulidad absoluta en
conformidad a lo prescrito en los artículos 10, 1466 y 1682.

II.- Facultades del marido en la administración de los


bienes de la mujer.

En este caso se afirma que son más limitadas, pues el


marido esta administrando lo ajeno.

Para efectos de exposición, distinguiremos entre


aquellos actos que el marido puede ejecutar por sí solo, y
aquellos otros en que requiere la voluntad de la mujer.

a) Actos que el marido puede ejecutar por sí solo

En general el marido puede ejecutar libremente, sin


limitación de ninguna especie, actos de mera administración
de los bienes propios de la mujer, es decir, todos aquellos
actos destinados a la conservación, explotación y
aprovechamiento de esos bienes.10

Pero, hay ciertos actos de administración que en ciertas


condiciones, el marido no puede ejecutar libremente. Para dar
en arriendo o ceder la tenencia de bienes raíces de la mujer
por más de cinco u ocho años, según sean urbanos o rústicos,
necesita del consentimiento de ésta; para arrendarlos por un
plazo inferior a los señalados, puede hacerlo libremente.

b) Actos que el marido no puede ejecutar por sí solo


10
Rodríguez Grez, Pablo. Ob. Cit. Pág. 127
1.- Aceptación o repudiación de una herencia o legado
deferido a la mujer.

2.- Aceptación o repudiación de una donación hecha a la


mujer.

3.- Aprobación del nombramiento de partidor

4.- Ejercicio de la acción de partición de bienes en que


tiene interés la mujer.

5.- Enajenación de bienes muebles que el marido este o


pueda estar obligado a restituir en especie

6.-Arrendar o ceder la tenencia de los bienes raíces


sociales por más de cinco años si son urbanos o por más de
ocho sin son rústicos.

7.- Enajenación o gravamen de bienes raíces propios de


la mujer.

III.- ANALISIS PARTICULAR

1.- Aceptación o repudiación de una herencia o legado


deferido a la mujer.

Requiere el consentimiento de la mujer, de acuerdo con


establecido en el artículo 1225.

Para el caso que se omita tal requisito la ley prevé


como sanción la nulidad relativa del acto, por tratarse de un
requisito establecido a favor de la mujer.

2.- Aceptación o repudiación de una donación hecha a la


mujer.
Por aplicación de lo dispuesto en el artículo 1411
inciso final, se aplica la misma regla anterior.

3.- Aprobación del nombramiento de partidor.

El artículo 1326 dispone que: “Si alguno de los


coasignatarios no tuviere la libre disposición de sus bienes,
el nombramiento de partidor, que no haya sido hecho por el
juez, deberá ser aprobado por éste.

Se exceptúa de esta disposición la mujer casada cuyos


bienes administra el marido; bastará en tal caso el
consentimiento de la mujer, o el de la justicia en subsidio.”

Si se omite el requisito del consentimiento de la mujer


se establece como sanción la nulidad relativa del acto, por
tratarse de un requisito establecido en razón del estado o
calidad de las partes.

4.- Ejercicio de la acción de partición de bienes en que


tiene interés la mujer.

Este punto se refiere al hecho de solicitar la


designación de partidor, por tanto no opera tratándose de
partición efectuada de común acuerdo. De no mediar el
consentimiento de la mujer, la sanción es nulidad relativa.
(Artículos 1682 y 1348)

5.- Enajenación de bienes muebles que el marido este o


pueda estar obligado a restituir en especie

Hay que distinguir dos situaciones para efectos de


análisis, en relación a los bienes muebles que el marido:
- Esta obligado a restituirlos: Ello se refiere a bienes
de la mujer que fueron excluidos de la sociedad conyugal,
conforme a lo dispuesto en el artículo 1725 Nº 4.

- Puede estar obligado a restituir en especie: Esto,


tratándose de bienes muebles aportados en capitulaciones,
debidamente tasados, para que el marido los restituya en
especie e en valor, a elección de la mujer.

La sanción, en ambos casos, es la nulidad relativa del


acto o contrato.

6.-Arrendar o ceder la tenencia de los bienes raíces


sociales por más de cinco años si son urbanos o por más de
ocho sin son rústicos.

El marido no puede, sin autorización de la mujer dar en


arriendo los predios rústicos de la mujer por más de ocho
años y los urbanos por más de cinco, incluidas las prorrogas
que se hubieren convenido, según lo señala el artículo 1756.

7.- Enajenación o gravamen de bienes raíces propios de


la mujer

El marido no puede enajenar ni gravar los bienes raíces


de la mujer, sino cumpliendo con el requisito que señala el
Art. 1.754, el cual es que debe existir voluntad de la mujer
para la enajenación o gravamen.

El artículo 1754 comprende todos los inmuebles de la


mujer, incluso aquellos en que la mujer tenga un derecho
cuotativo.
La expresión enajenar, en el Art. 1754, está tomada en
su sentido más amplio, comprende todo acto que importe
enajenación o renuncia de un derecho inmueble, sea a título
oneroso o gratuito.
En la expresión gravar se comprende, del mismo modo,
toda clase de gravámenes, cualquiera que ellos sea, hipoteca,
censos, uso, habitación, etc.

Cebe tener muy presente que el artículo 1754 se refiere


exclusivamente a las enajenaciones voluntarias, y no a las
forzadas en esta última clase de enajenaciones la ley presume
el consentimiento de deudor y el juez es su representante
legal.

Finalmente, y como ya señaló, La mujer puede obtener


autorización supletoria, por parte de la justicia, para el
caso en que el marido se oponga injustificadamente a la
enajenación de un bien propio de la mujer. (138 bis).
CONCLUSION

Lo expuesto en el presente trabajo, deja entrever cierta


complejidad del sistema de administración de la sociedad
conyugal establecido en el código civil, quizás técnicamente
defendible, pero cuya comprensión resulta algo dificultosa,
lo que se traduce en verdadero caldo de cultivo para críticas
del régimen patrimonial en estudio.

Sin perjuicio de lo anterior, es un régimen que ha


acompañado en casi toda la vida republicana a nuestros
habitantes, que en su mayoría siguen mayoritariamente
contrayendo matrimonio al amparo de este estatuto.

Compartimos las críticas, en orden a que en la


actualidad no se justifica que el marido siga siendo,
necesariamente el administrador. Estimamos que la posibilidad
de que la mujer pueda desempeñar el rol antes referido, es
algo que amerita discusión. Igual opinión, tenemos en
relación a una mayor injerencia en los asuntos que empecen a
los bienes propios de la mujer, teniendo en cuenta el
carácter excepcional de su existencia, atendido lo
restringido del concepto.

Eventuales alteraciones a la forma en que se lleva a


cabo la administración del marido, deben tener siempre en
cuenta que los intereses de la mujer se hayan suficientemente
protegidos, en nuestra opinión, siendo lo anterior una guía
primordial, que debe considerase, pues de no hacerse, puede
llevar al efecto contrario pretendido por cualquier reforma
legal en el sentido indicado.

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