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Comparto, sin duda, lo que han dicho los Senadores Arias Carrizosa,
Jaramillo Gómez y Estrada Vélez, sobre la necesidad de asegurar la vigencia
de las instituciones, pero pienso que las instituciones no se defienden solas,
son el fruto de la conciencia colectiva; si no hay comportamientos sociales
que la consoliden, que las garanticen, terminan por derrumbarse. Porque
comparto la opinión de ellos sobre la vigencia de las instituciones, el 13 de
julio, al instalar una Junta de Parlamentarios del Nuevo Liberalismo, me
permití leer ante los compañeros del sector político unas declaraciones en
las cuales señalaba:
Primero, que nosotros no estábamos de acuerdo con contactos como lo que,
divulgaba la prensa, habían realizado el ex presidente López Michelsen y el
señor Procurador General de la Nación, en mayo último, y que además
considerábamos necesarios que un juez de la República iniciara una
investigación sobre los documentos o las afirmaciones que constan en el
documento que divulga la prensa, a partir de la entrevista del señor
Procurador con las personas que se decían representantes del 70% o del
80% del narcotráfico en Colombia. Pero yo pienso, honorables Senadores,
que estamos en nuevo capítulo de un antiguo debate, que es necesario
afrontar con la mayor claridad y la mayor franqueza en sus verdaderas
dimensiones y en sus auténticos motivos.
Pero hay otro párrafo en la página del mismo documento que voy a dejar
como constancia para que sea insertada en el acta de esta sesión. Se
afirma: “Se comprobó la existencia en algunos de los grupos, de donantes
que decidieron reservar sus nombres y por ello figuran en dichas listas con
los indicativos de N.N. Sobre el particular se nos informó de muchas
entidades o personas que por contribuir simultáneamente a diversos
movimientos políticos, prefieren ser mantengan las reservas sobre su
identidad”. Es verdad, honorables Senadores, que hay donantes de
campañas políticas que por diversas razones prefieren el anonimato, cuando
exista la legislación que requiere el país sobre el particular se deberán fijar
límites a esos anonimatos. Hoy pueden ser explicables algunas sumas,
sumas del orden de 5.000, 10.000 y 20.000 pesos, pero cabe preguntar si en
esas cifras anónimas hay donaciones mayores, ¿de qué nivel y de cuánto y
si esas donaciones anónimas no implican un grave riesgo sobre la
credibilidad misma de los dirigentes políticos del país?
Tomado de. Anales del Congreso, Nº 32, agosto 10 de 1984, pp. 450 y 451