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EL SÍNDROME DE SENSIBILIDAD QUÍMICA MÚLTIPLE

En la actualidad hay más de 90.000 sustancias químicas usadas por la industria


que sin haber sido suficientemente testadas se hallan en todo tipo de productos y
están dañando nuestra salud. Al punto de que a veces, cuando el cuerpo ha
recibido más carga tóxica de la que puede soportar, reacciona con virulencia
obligando en casos extremos a las personas afectadas a tener que vivir aisladas en
estancias estériles. El problema se conoce como Síndrome de Sensibilidad Química
Múltiple y los médicos se limitan a aliviar los síntomas. Pues bien, el Dr. William
Rea -director de la primera clínica especializada en este problema con sede en
Dallas (EEUU)- asegura que sí existe tratamiento; natural y más o menos eficaz en
función de la gravedad del caso.

"Para que os hagáis una idea tengo que salir con una mascarilla con carbón activado a
la calle. Y cosas tan livianas para los demás como el olor del suavizante, una colonia,
etc,. me pueden desencadenar una crisis (y en todo caso, siempre me produce
sintomatología, normalmente asociada al sistema nervioso central como vértigos,
mareos, migrañas, pérdida de orientación, dificultad para hablar y pensar, etc., aparte
de alteración en la menstruación, extrema fatiga, pintitas y ronchas, confusión mental,
estómago revuelto, malestar general, tripa hinchada y mucho más que te hace la vida
muy, pero muy difícil...). Aparte, por lo mismo, desde luego me es imposible oler
tabaco, productos de limpieza -sobre todo lejías y amoniaco-, lacas, las tintas de las
letras de periódicos, las tintas de revistas y folletos, la mayoría de papel- sobre todo el
reciclado (lleva más componentes químicos que el normal)-, tubos de escape y un
larguísimo etcétera. Por recomendación médica llevo esta mascarilla y además
necesito productos ecológicos de aseo personal y de limpieza del hogar, comida
ecológica, agua mineral. No hacerlo así me supone un gran empeoramiento o una
nueva crisis. Me afectan los pesticidas de la comida, el cloro del agua, los conservantes
y colorantes, la comida en lata."

¿Alucinado? Pues no es el extracto de una novela de ciencia ficción sobre un mundo


imaginario devastado por la contaminación sino el testimonio de María José, una
española de 44 años que vive en Madrid y ha creado un blog ( mi-estrella-de-mar-
blogspot.com ) para explicarle al mundo en qué consiste el Síndrome de Sensibilidad
Química Múltiple (SQM), una enfermedad no declarada como tal pero padecida ya por
miles de personas en nuestro país.
Hace unos meses la valenciana Elvira Roda, de 34 años, se convirtió para los españoles
en el rostro público de un drama invisible cuando su caso fue dado a conocer por
televisión. Los médicos de Valencia la habían enviado a una clínica de Dallas
especializada en ese síndrome porque su estado era crítico, no podía soportar el olor de
ninguna sustancia química, el dolor que sentía la quemaba los ojos, la cabeza y el pecho
-tan sólo el olor a colonia hizo que se desmayase en las escaleras de su casa el día de su
viaje a Estados Unidos-, padecía serios problemas respiratorios, no podía soportar la luz
y prácticamente no podía comer. Finalmente, tras diez meses de tratamiento, volvería a
España gracias a la ayuda de los medios de comunicación que airearon el caso, de la
Generalitat valenciana y del empresario Francisco Hernando que habilitó su avión
particular con estrictas medidas ambientales para su regreso sin lo cual éste hubiera sido
imposible. Llegó mejor... pero su situación ha empeorado de nuevo. La pasada noche de
San Juan, por ejemplo, tuvo que dormir en una playa alejada porque el humo de las
hogueras se colaba en su casa y en el centro sanitario no había dispuesta ninguna
habitación especial. Los médicos de Dallas que le acompañaron a España le
desaconsejaron su ingreso temporal. A las semanas de llegar asfaltaron detrás de su
casa. La vida diaria es un calvario y una vez apagados los focos nada parece haber
cambiado en la sensibilidad de las autoridades político-sanitarias. Es un caso extremo de
Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple.
En España no se disponen de estudios epidemiológicos sobre esta patología pero sí de
estimaciones realizadas por médicos especialistas como los doctores Joaquín
Fernández Solá y Santiago Nogué -del Hospital Clinic de Barcelona- quienes creen
que un 0,75% de la población española -es decir, 300.000 personas- presentan ya
procesos patológicos derivados de su exposición a estímulos físicos y
medioambientales. Otras estimaciones suben esa cifra hasta el medio millón pero todos
los conocedores del problema coinciden en que el número de afectados va en aumento.
No podría ser de otra forma en una sociedad tan contaminada por tierra, mar y aire.
Pilar Muñoz Calero presidenta de la Fundación Alborada -dedicada a la difusión de la
Medicina Ambiental y del problema de la SQM mediante congresos anuales a los que
acuden especialistas de todo el mundo- es médica y conoce el problema en primera
persona. "Para mí lo más doloroso -nos diría- es que he tenido que prescindir de
muchos seres humanos. No puedo abrazar a mis hijos, no puedo besarles. Me pasa
igual con los amigos. Y no es por ellos claro está, sino por las sustancias que les
impregnan: colonias, perfumes, detergentes, champús, suavizantes, maquillaje, ropa
-tiene abundante formaldehido- y muchas otras sustancias. De repente hacerte
consciente de algo tan tremendo es un shock y pasas un poco el proceso de duelo. Al
principio lo quieres negar, luego te enfadas y quieres negociar. A veces tenía rachas de
mejoría y pensaba que podría volver a hacer mi vida normal. Hasta que me di cuenta
de que no tenía sentido tener que adaptarme a un mundo que es tóxico. Si nos ponemos
a enumerar la cantidad de sustancias tóxicas que utilizamos de forma inconsciente
desde que nos levantamos hasta que nos acostamos la lista sería innumerable".
Desde la Fundación Alborada queremos insistir en que los químicos tóxicos que
contaminan nuestros cuerpos, ropa, comida, aire y agua son dañinos para todos, no
sólo para las personas con declarada sensibilidad química. De forma silenciosa se
acumulan en el cuerpo y provocan enfermedades degenerativas, autoinmunes y cáncer
en las personas que parecían tolerarlos bien".
En la mayoría de los casos las personas que enferman ante la exposición a sustancias
químicas presentes en el aire, el agua, los alimentos o su entorno más inmediato -laboral
o familiar- lo hacen en presencia de niveles por debajo de lo regulado como tóxico o
nocivo para la salud. "Cuando esta enfermedad se desencadena -se lamenta Maria José
en su blog- no tiene vueltas atrás. El organismo se vuelve loco y cada vez reaccionas a
más cosas. Además supone la muerte social. No eres útil socialmente y nadie quiere
saber nada de ti ".

MECANISMOS DE ACTUACIÓN
¿Y cómo comienza todo? El doctor Arturo Ortega -de la Unidad de Medicina Legal y
Toxicología en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona- habla en su artículo
Sensibilidad Química Múltiple: estado de la cuestión de dos fases. "La primera, de
iniciación, empieza con una exposición que puede ser a un tóxico o a una mezcla de
ellos -explica Ortega- ; además puede ser una dosis alta o bien varias dosis menores,
incluso en días distintos. Así lo explican entre el 75 y el 80% de los pacientes. Y los
agentes iniciadores son muy variados: desde contaminantes del aire interior de los
edificios o vertidos de sustancias químicas hasta disolventes o plaguicidas. El proceso
de pérdida de la tolerancia inducida por un tóxico (PTIT) afecta tan sólo a una
pequeña parte de los individuos expuestos y causa una pérdida completa de la
tolerancia previa a diferentes productos químicos; en términos sencillos, pero
inexactos, diremos que 'sobrerreaccionan' o que se vuelven 'alérgicos' a estas
sustancias. Los compuestos a los que se vuelven hipersensibles pueden ser de uso
cotidiano o, por el contrario, poco comunes. En la segunda fase, de provocación, la
exposición a algún producto químico provocador desencadenará las manifestaciones
que constituyen la enfermedad advertida por los enfermos y por los médicos".
El Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple tiene carácter multisistémico, es decir,
afecta a distintos órganos y sistemas. Y se manifiesta, como ya dijimos, con una amplia
variedad de síntomas: fatiga, problemas en las vías aéreas respiratorias altas, dolores
musculares, trastornos en la concentración y en los sistemas digestivo, cardiovascular o
neurológico.. Síntomas que a quien sufre el síndrome pueden provocarle una cadena de
reacciones verdaderamente invalidantes que van desde el aislamiento social a la muerte
a través de muy diversas enfermedades. Todo ello acompañado generalmente de la más
absoluta incomprensión de su entorno y de sus médicos.
Tan sólo refiriéndose a una clase de estas sustancias químicas tóxicas ambientales, los
Contaminantes Orgánicos Persistentes (COPs) -presentes por cierto en muchos
alimentos-, Miquel Porta - profesor de Salud Pública de la Universidad Autónoma de
Barcelona y director del Grupo de Epidemiología Clínica y Molecular del Cáncer en el
Instituto Municipal de Investigación Médica (IMIM) de Barcelona además de uno de los
mayores expertos internacionales en COPs- apunta en su artículo Cerco a las sustancias
tóxicas persistentes : "Aunque generalmente no tengan gusto ni olor, aunque sean tan
invisibles en algunos medios de comunicación, aunque se encuentren en
concentraciones tan bajas en el imaginario colectivo los contaminantes tóxicos
persistentes constituyen un riesgo real para la salud humana y el medio ambiente. Con
productos altamente tóxicos están mermando nuestra calidad de vida: contribuyen a
causar efectos como infertilidad y malformaciones congénitas, trastornos del
aprendizaje, hipotiroidismo y otras enfermedades endocrinas, inmunodepresión,
alergias y sus trastornos asociados, síndromes de fatiga crónica y de hipersensibilidad
química, alteraciones epigenéticas y cambios en la expresión génica, promoción de
cánceres, diabetes o algunas de las enfermedades mal llamadas degenerativas:
Parkinson, Alzheimer. (.) A pesar de las múltiples incertidumbres científicas y lagunas
sobre sus mecanismos de acción muchos médicos valoramos los conocimientos
disponibles así: los contaminantes tóxicos persistentes contribuyen a causar una parte
significativa de la carga de enfermedad que nuestras sociedades sufren".
Y Porta tan sólo habla de cómo afectan los mencionados COPs presentes en los
alimentos a las personas consideradas normales así que es fácil imaginar el efecto
multiplicador que tienen estas sustancias químicas en personas afectadas de SQM. Es
decir, sin contar las sustancias químicas presentes en suspensión en el aire. Ni las
presentes en el agua. Ni las que nos rodean en el hogar, la oficina o los espacios
públicos.
El caso es que mientras se espera su reconocimiento internacional como enfermedad
países como Alemania ya tienen reconocida oficialmente la Sensibilidad Química
Múltiple como enfermedad común, otros -como Italia- están en trámite de hacerlo y un
grupo de países -entre los que se encuentran Estados Unidos, Canadá, Noruega, Suecia
y Dinamarca- ya están realizando acciones preventivas, trabajos de investigación,
facilitando tratamientos a los afectados, creando infraestructuras adecuadas y
recogiendo sentencias judiciales favorables.
Pues bien, dado el aumento constante de casos en nuestro país conviene empezar a
conocer los trastornos que pueden identificar a quien padece el síndrome. Hoy en día se
aconseja a los médicos de familia diagnosticar como SQM los trastornos del enfermo
cuando se cumplen estos 6 criterios en un paciente:
...una enfermedad crónica.
...con manifestaciones que se repiten de forma reproducible.
...que responde a concentraciones bajas.
...que reacciona a muchos compuestos químicos no relacionados entre sí.
...que mejora al eliminar los incitadores.
...y que afecta a muchos órganos y sistemas del organismo.

TRATAMIENTOS
Lo malo es que a estas alturas aún existe más consenso para definir la SQM -y no es
mucho- que para diseñar un tratamiento adecuado. "Los médicos de familia -señala Pilar
Muñoz- no están preparados en su gran mayoría para reconocer esta patología por lo
que los tratamientos o son deficitarios o no existen. Todavía son mayoría los médicos
que por desconocimiento de los efectos de los tóxicos ambientales lo primero que hacen
si te duele la cabeza es mandarte un analgésico sin pararse a averiguar si esa persona
está ocho horas al lado de una fotocopiadora, o de un ordenador,o si trabaja en un
edificio recién pintado, o si han fumigado en su entorno. O bien, en el peor de los
casos, les recetan tranquilizantes y antidepresivos o les envían directamente al
psiquiatra. Y con ello lo único que hacen es añadir a la toxicidad del ambiente la
toxicidad farmacológica. Apenas hay una decena de médicos en España - y sólo un
hospital de referencia, el Clinic de Barcelona- especializados en detectar y tratar el
SQM".
Los tratamientos no son pues sino palos de ciego en forma de hipermedicación
sintomática que realmente sirven de poco a los enfermos. Y encima los médicos se
niegan a oír hablar sobre posibles tratamientos complementarios o alternativos.
En Estados Unidos, sin embargo, Pamela Reed Gibson realizó junto a otros
investigadores de la Escuela de Psicología de la Universidad James Madison de
Virginia un estudio titulado Eficacia percibida de las Terapias Convencionales y
Alternativas por personas con Sensibilidad Química Múltiple. Se trató de una encuesta
sobre los tratamientos que 917 pacientes habían seguido y los investigadores contaron
101 terapias distintas que incluían técnicas de medicina ambiental, tratamientos
holísticos, suplementos nutricionales, etc. Es más, los encuestados habían consultado un
promedio de 12 sanadores, término con el que los autores del estudio englobarían tanto
a los que poseían títulos académicos como a los que no. Y muchos se habían gastado
más de un tercio de sus ingresos anuales en buscar solución a sus padecimientos.
Finalmente las tres soluciones consideradas más útiles fueron la creación de un espacio
libre de químicos, evitar las sustancias químicas y, curiosamente, la oración. Tanto la
propuesta de creación de un espacio para vivir sin productos químicos como la de evitar
los químicos ambientales fueron votadas por el 95% de los afectados como las
soluciones más eficaces. Otras terapias evaluadas como altamente eficaces incluyeron la
rotación de la dieta, los filtros de aire, el tratamiento con oxígeno para hacer frente a las
crisis, la acupresión, la reflexología y la meditación. Aunque quizás lo más significativo
es que el tratamiento farmacológico quedó en el grupo de los peor valorados.
Obviamente cambiar los muebles y la pintura, huir de los olores y de los pesticidas o
evitar estar en cualquier lugar donde haya sustancias químicas a las que el enfermo sea
reactivo está bien, pero, ¿y si hay que cambiar de trabajo, de casa o de barrio? ¡Menuda
solución! Y a veces es la única.
El pasado mes de Junio la Asociación de personas afectadas por productos químicos y
radiaciones ambientales (ADQUIRA) remitía al Ministro de Sanidad y Consumo un
documento titulado Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple - Una enfermedad
emergente en el que ponían de manifiesto la precariedad de los tratamientos, más allá de
las propias precauciones de los enfermos. "El resto de tratamientos que se proponen
desde el ámbito científico hoy por hoy -señalan en el manifiesto- sólo sirven como
paliativos para casos puntuales. Sin embargo, la mejoría se pierde con nuevas
exposiciones lo que lleva al afectado a un aislamiento obligado, a un continuo cuidado
que le genera un desembolso económico importante y a un estado de hipervigilancia
del entorno para evitar las crisis. Y aún así las precauciones personales del enfermo no
son suficientes porque existen factores externos a él incontrolables. Las industrias o
gasolineras cercanas, los hidrocarburos, las serigrafías, las fumigaciones de parques y
zonas públicas y la contaminación atmosférica así como productos químicos utilizados
por el resto de la ciudadanía en su vida cotidiana, entre otros, hacen que los pacientes
con SQM tengan brotes frecuentes que suelen acabar en recaídas importantes. Ante
esta situación la mayoría de los enfermos teme llamar a un médico y que éste, a
consecuencia de su desconocimiento sobre la patología -que son la mayoría-, le recete
algún fármaco que empeore aún más su estado como ya viene ocurriendo. Y acudir a
un hospital es impensable: demasiadas personas con perfumes, desinfectantes,
fármacos... Todos estos elementos juntos no harían más que agravar su crisis para,
finalmente, tropezar de nuevo con el desconocimiento de los profesionales de la salud
ante el síndrome. Los centros con algún especialista en la materia, en territorio
español, son realmente escasos".
En pocas palabras, los enfermos -y son cada vez más- viven obligados a conformarse
con prevenir, evitar los ambientes cargados de sustancias químicas, renunciar al
contacto con los portadores de las mismas y aprender a observar cómo sus cuerpos
reaccionan ante cada alimento o estímulo de su entorno. Del sistema sanitario no
pueden hoy esperar nada. Pero, ¿y no habrá nada que pueda ayudar fuera de la medicina
farmacológica?

TRATAMIENTO NATURAL
Decidimos preguntárselo directamente al doctor William J. Rea, pionero investigador y
clínico en el ámbito de la medicina ambiental y la sensibilidad química. De hecho es el
fundador y director del Centro de Salud Ambiental de Dallas (Texas, EEUU) en el que
superaron las fases más críticas de su enfermedad tanto Pilar Muñoz como Elvira Roda.
Un experto que ha publicado más de 150 artículos en 37 años, dado conferencias y
cursos por todo el mundo, y recibido numerosos premios y distinciones. Y que además
es autor de cuatro volúmenes clásicos ya en este campo -Sensibilidad Química 1, 2, 3 y
4- que se basan en el tratamiento desde 1974 de 30.000 pacientes propios además de
recoger referencias de otros 100.000 de todo el mundo. Una conversación que
mantuvimos con él aprovechando su estancia en Madrid con motivo del II Congreso
Internacional de Medicina Ambiental. Y empezaré diciendo que el doctor Rea es de los
que sonríe abiertamente cuando ve que alguien desprecia las terapias naturales como
solución alegando el manido y falso argumento de que "no hay evidencias científicas".
Sencillamente porque a él los 30.000 pacientes que ha tratado directamente durante más
de 30 años le parecen suficiente evidencia clínica de que sí hay entre ellas algunas que
pueden hacer salir a los enfermos del pozo de la desesperación.
-Doctor, ¿cómo puede saber alguien si padece una enfermedad causada por
sustancias químicas presentes en el medio ambiente?
-Si se vuelven especialmente sensibles a los olores, por ejemplo a los perfumes, la
gasolina, los gases del tubo de escape de los automóviles, los pesticidas, el humo de los
cigarrillos, el papel prensa o cualquier otro olor nocivo pueden padecer sensibilidad
química. El siguiente paso en la progresión de la enfermedad suele ser la aparición de
una gran cantidad de alergias. Después la gente empieza a sentir los síntomas de
múltiples enfermedades que se resisten al tratamiento convencional, como el síndrome
premenstrual, el colon espástico irritable, arritmias en el corazón, a veces asma... o una
combinación de todas esas cosas. La disfunción cerebral es un problema común que
también vemos. A corto plazo produce pérdida de memoria, desequilibrio, mareos,
vértigo... Es más, cualquier persona que tenga una enfermedad inflamatoria de causa
desconocida puede tener una sobrecarga tóxica provocada por las sustancias químicas
presentes en el medio ambiente. Estas enfermedades pueden incluir lupus,
esclerodermia, vasculitis, colitis no específica, indigestión general y artritis así como un
montón de problemas dermatológicos casi siempre relacionados con los alimentos:
comezón, acné adulto, pequeñas manchas rojas o hematomas espontáneos, entre otros.
-¿Y cómo se explica que tantos órganos y sistemas puedan quedar afectados por
cantidades mínimas de sustancias químicas que para la gran mayoría son
aparentemente inocuas?
-Porque el cuerpo del enfermo ha ido desarrollando una gran sensibilidad a un número
cada vez mayor de productos químicos tóxicos y en dosis cada vez más pequeñas. Hasta
que en un momento dado cualquier dosis se convierte ya en sobrecarga y un solo minuto
de exposición a ellas basta para desencadenar la respuesta. Por ejemplo, una persona
que inicialmente pudo ser dañada por su exposición a un plaguicida puede ver cómo su
enfermedad se desencadena luego por la exposición a otros productos químicos tóxicos
diferentes como el fenol, el formaldehído, los perfumes, etc. Lo que puede deberse a un
fracaso de los mecanismos de desintoxicación por sobrecarga o a causa del déficit de
enzimas, coenzimas -como el zinc y el magnesio-, aminoácidos esenciales, ácidos
grasos, vitaminas del grupo B, etc., carencia que lleva a una creciente incapacidad del
organismo para desintoxicarse y responder de manera adecuada. La barrera
hematoencefálica o las membranas celulares periféricas de la piel, pulmón, mucosa
nasal, sistema gastrointestinal o genitourinario pueden asimismo quedar dañados
permitiendo a tóxicos anteriormente excluidos y a otras sustancias no tóxicas penetrar
en zonas donde aumenta el riesgo de daño. También los mecanismos de respuesta
inmune quedan dañados de tal forma que además de a las sustancias específicas a las
que estaban destinados a responder acaban siendo alterados por otras muchas sustancias
tóxicas; y después incluso por sustancias no tóxicas como algunos alimentos.
-¿Y cómo tratan en su clínica de Dallas una enfermedad tan compleja como el
Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple?
-Eso depende de cada paciente. A algunos les basta con una sola visita pero otros, los
casos más graves, necesitan permanecer con nosotros varios meses. Básicamente
seguimos varias fases. Primero recomendamos y aplicamos programas de evitación
masiva: limpiar bien las habitaciones, quitar las alfombras, olvidarse de tener en ellas
pesticidas, pinturas, colas, esmalte de uñas o útiles de plástico, etc. A continuación
aconsejamos al paciente que consuma preferentemente o sólo alimentos orgánicos y
beba agua potable de manantial o filtrada y almacenada en envases de acero o cerámica,
o bien agua destilada o agua embotellada en botellas de vidrio porque las de plástico
liberan productos químicos que imitan a los estrógenos causando alteraciones
endocrinas.
Luego, si son alérgicas a determinadas sustancias químicas, les aplicamos inyecciones
subcutáneas de neutralización. Es decir, inyectamos una dosis de la misma sustancia que
provoque sus síntomas y seguimos con ellas hasta que de forma progresiva las vamos
disminuyendo. Dejando de hacerlo cuando la reacción alérgica ha desaparecido.
Como tercer paso aplicamos un tratamiento nutricional adaptado y adecuado a cada
caso, si es necesario por vía intravenosa. Y en cuarto lugar, si aún hay reactividad, los
introducimos en una sauna a alta temperatura para eliminar el máximo posible de
toxinas a través del sudor. Después se les dan una serie de masajes y siguen unos
programas de ejercicio bajo condiciones medioambientales controladas.
El quinto paso es una terapia con oxígeno. Y, finalmente, les ponemos unas vacunas a
partir de linfocitos del propio paciente que aumenten las defensas de su sistema inmune.
En muchos casos se hace necesaria incluso la retirada de implantes, ya sea dentales,
mamarios o de cualquier otro tipo. Mucha gente está experimentando reacciones
alérgicas a ellos.
En cuanto a la duración del tratamiento depende del paciente, de su gravedad, de cuándo
lo empiece... Hay pacientes que consiguen curarse pero otros son extremadamente
frágiles.
-¿Cómo llegan a conocer las sustancias a las que el organismo de un paciente está
reaccionando?
-Utilizamos tres tipos de tests: un test de inhalación, un test oral sublingual y un test que
se hace mediante inyección. Testamos cada químico, cada comida, y después
estudiamos la reacción a cada sustancia. Obviamente se trata de un proceso lento que
puede llevar varios meses.
- Tanto Pilar Muñoz como Elvira Roda, que han pasado por su clínica, nos han
dicho que una parte de su tratamiento fueron las infusiones intravenosas de
nutrientes. ¿Cuál es su protocolo vitamínico?
-Los nutrientes son muy importantes para potenciar el sistema inmune. El promedio
diario varía pero en cualquier caso suele incluir vitaminas A, E y C -de ésta damos entre
3 y siete gramos-, cápsulas multiminerales, glutatión y taurina. Toda persona con
sensibilidad química o sobrecarga tóxica tiene un déficit de nutrientes. El 60% de los
pacientes con sobrecarga de químicos, por ejemplo, tiene déficit de vitamina B 6, un
30% de vitamina C y otro 30% de vitaminas B 1, B 2, B 3 y B 5. El problema es que
muchos enfermos no toleran bien las vitaminas que necesitan y no pueden empezar a
tomarlas hasta que están sanos.
- Sabemos que usted utiliza como parte de su tratamiento vitamina C aplicada de
forma intravenosa. Bueno, pues ¿sabía que en nuestro país es prácticamente
imposible encontrar un médico que quiera aplicarla de esa manera?
-No, no lo sabía. Y me extraña. Se equivocan.
-¿Con su protocolo se puede tratar cualquier cuadro patológico que tenga como
trasfondo un problema de Sensibilidad Química Múltiple?
-Sí. A veces se necesitan al principio medicamentos como corticoides, heparina o
antibióticos pero durante un tiempo corto; a lo largo del tratamiento pueden
abandonarse. En cuanto a los resultados lógicamente varían en función del estado inicial
del paciente pero puedo decir que el 80% mejora, el 10% permanece igual y sólo un 5%
empeora.
Es evidente que el doctor William J. Rea lo tiene claro: el Síndrome de Sensibilidad
Química Múltiple es un pozo del que se puede salir aunque no siempre los enfermos
puedan volver a su vida normal. En los casos más extremos tendrán que seguir tomando
precauciones. Para el resto sus indicaciones pueden ser una vía de escape.
¿Y nuestro Ministro de Sanidad y Consumo? ¿Es consciente Bernat Soria de lo que
está pasando? ¿De la gravedad creciente del problema? Porque la Asociación de
personas afectadas por productos químicos y radiaciones ambientales (ADQUIRA) se
lo ha dejado claro en el escrito que le enviaron:
"(...) Los afectados por el Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple son un colectivo
en situación de desprotección en el que se conculcan de forma grave y reiterada los
derechos elementales que otorga la Constitución en materia de salud y bienestar social.
Por estas razones rogamos al Sr. Ministro de Sanidad y a las autoridades competentes
que den respuestas urgentes y eficaces a las necesidades aquí expuestas. Es apremiante
paliar los daños físicos, psíquicos, morales, familiares, sociales, económicos, laborales
y jurídicos que los afectados por el Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple vienen
soportando".
Dicho queda. Ahora es preciso estar atentos para que quienes sufren esta dolencia no
pasen por el mismo calvario que en su día padecieron los enfermos de Fibromialgía o
los aquejados del Síndrome de Fatiga Crónica, ignorados cuando no calificados de
enfermos psiquiátricos. Cuanto antes se actúe menos enfermos habrá y menos graves
serán sus dolencias.

Antonio F. Muro

La Oxitermia
Pocos son los recursos terapéuticos con los que en la actualidad cuentan en los centros
sanitarios de nuestro país los enfermos del Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple.
Es más, sus complejos cuadros sintomáticos les convierten en víctimas propiciatorias de
la hipermedicación con las graves consecuencias que ello conlleva, especialmente en su
situación. Y sin embargo existe un recurso terapéutico no muy conocido -además de los
explicados por el Dr. William J. Rea en el texto central de este reportaje- que podría
ayudarles a mejorar su cuadro sintomático y su calidad de vida: la Oxitermia. Una
terapia que combina la aplicación de calor y oxígeno y que consiste en el calentamiento
- hipertermia - de todo el cuerpo hasta que el organismo alcance una temperatura de
38º-38'5º C y la inhalación de oxígeno concentrado (80-90%) en sesiones que pueden
durar de 30 a 45 minutos. El calentamiento del cuerpo se consigue mediante la emisión
de rayos de luz infrarroja del tipo A -la luz infrarroja es un componente invisible de la
luz solar- filtrados por agua con lámparas que están situadas bajo una red sobre la cual
el paciente se tumba desnudo, cubierto sólo por una toalla y una manta reflectora que
evite pérdidas de calor. De esa forma el calor generado, transportado mediante el
sistema vascular, alcanza las capas cutáneas más profundas del organismo sin
sobrecargar la piel térmicamente por lo que el calor no se siente de forma molesta o
dolorosa. "La percepción y la resistencia al calor -nos explicaría Julio Alonso,
responsable del Centro de Terapias Naturales Itaka - son variables subjetivas. En
cualquier caso el propio paciente puede reducir el calor durante la sesión. Como todo
organismo humano trata de mantener la temperatura corporal a 37° C, al acelerar los
procesos de suministro de calor interior y aumentar la circulación sanguínea y la
respiración el cuerpo produce rápidamente sudor para compensar que termina por
romper los bloqueos de las vías de eliminación facilitando la expulsión de toxinas. Es
más, hemos constatado que a medida que el número de sesiones aumenta lo hace
también la facilidad con que el organismo libera las toxinas".
La inhalación de oxígeno durante la sesión sirve por su parte para mejorar a nivel
orgánico la microcirculación y el abastecimiento de oxígeno a todo el sistema celular
con lo que se genera un mayor potencial energético; pero, sobre todo, facilita soportar
mejor el aumento de temperatura.
Y aunque son muchas las posibles aplicaciones de la Oxitermia es evidente que en el
caso de quienes padecen el Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple resulta
especialmente relevante por su capacidad antiinflamatoria y desintoxicadora. "Mediante
la Oxitermia -nos diría Julio Alonso momentos antes de someternos a una sesión para
experimentarla- se consigue un efecto desintoxicador profundo al activarse los
emuntorios, el hígado, la respiración y el intestino grueso además de abrirse los poros
de la piel. Se eliminan así las toxinas previamente desincrustadas de los tejidos más
profundos por la acción del calor, no sólo durante la sesión sino también durante las
horas posteriores para lo cual es fundamental beber mucha agua. Y a esa función
desintoxicadora hay que añadir efectos antiinflamatorios que permiten reducir el dolor,
efectos desensibilizantes que permitirán que se vaya modulando la respuesta agresiva a
los alérgenos y un cuarto efecto muy importante en el caso de estos enfermos: una
acción inmunomoduladora y estimulante ".
Cabe agregar que la Oxitermia ha demostrado también su utilidad terapéutica en la
Fibromialgia, el Síndrome de Fatiga Crónica, los dolores osteoarticulares, las
inflamaciones crónicas e, incluso, el tratamiento del cáncer, precisamente objetivo
inicial en el desarrollo de estos dispositivos.
Hablamos de una tecnología desarrollada por el investigador alemán Manfred von
Ardenne en el Von Ardenne Institute of Applied Medical Research de Dresden
(Alemania). En 1965 presentó en el Heidelberg Cancer Research Centre, por primera
vez, la terapia sistémica denominada Cancer Multistep Therapy (SCT), una modalidad
combinada de tratamiento que incluía la hipertermia global -en ese momento mediante
un baño de agua caliente-, la hiperglucemia inducida y altas dosis de oxígeno. Luego,
tras 25 años de investigación básica y desarrollo, comenzaría a utilizar la actual
tecnología de rayos infrarrojos-A como terapia clínica incorporada a dos modelos: el
Iratherm 800 y el Iratherm 2000, utilizados -sobre todo este último- en el Heidelberg
Cancer Research Centre como parte de la nueva Cancer Multistep Therapy. Con la
Iratherm 2000 la temperatura del enfermo de cáncer puede llegar a alcanzar los 41
grados y la sesión dura entre 60 y 70 minutos mientras, paralelamente, se le administran
altas dosis de glucosa por vía intravenosa para intensificar la sensibilidad térmica de los
tumores malignos. Finalmente se aumenta la presión arterial parcial de oxígeno. Todo
ello mientras el paciente está en todo momento controlado.

Carta abierta de Isabel Ariño a nuestros lectores


Me llamo Isabel Ariño, tengo 43 años, estoy enferma de Sensibilidad Química Múltiple
y me gustaría compartir mi experiencia con la enfermedad con los lectores de Discovery
DSALUD.
Hace seis años, coincidiendo con el embarazo de mi hija pequeña, empecé a
encontrarme muy cansada. La verdad es que no podía entender qué era lo que me
pasaba. Tenía 38 años, acababa de casarme y era muy feliz pero mi cuerpo no podía con
nada más. Pasé como pude el embarazo pensando que cuando diera a luz todo volvería a
ser como antes pero nada más alejado de la realidad: mi estado físico fue a peor. Me
despidieron del trabajo por haber bajado el rendimiento (lo que era cierto) y empecé a
tener graves problemas cognitivos y ataques de pánico. Llegué a perderme dentro de
casa y sufría diarreas constantes, terribles dolores de cabeza que duraban días y días y
que no se pasaban con medicación. Mi vida empezó a desmoronarse. Tenía un bebé que
no podía atender, una hija adolescente, un marido abandonado... Un desastre. Y yo sin
poder levantarme de la cama. Había días en que sólo podía darle el biberón a la niña. No
podía hacerme cargo de más.
Los médicos a los que iba sólo me decían que era ¡psicosomático! ¡Y YO SABÍA QUE
NO! Yo quería hacer cosas pero mi cuerpo no me dejaba. Un día me hablaron
casualmente de unas jornadas sobre Fibromialgía y Síndrome de Fatiga Crónica. Allí
conocí al doctor Ferrán y pocos días después me fui a Barcelona. Fue un viaje horrible
porque mis fuerzas eran ya escasas pero tuve la suerte de conocer al Dr. Pablo Arnold.
Él me devolvió la vida. Yo no creía tener SQM. De hecho me costó entenderlo y a mi
entorno mucho más. Creo incluso que aún no son conscientes del todo de lo que me
empeora.
He tenido que dar un vuelco total a mi vida: ingerir comida ecológica, limpiar con agua
y bicarbonato toda la casa, no dejar que ninguna sustancia química entre en mi hogar y
aceptar vivir detrás de una mascarilla. Después de tres años sin poder salir de casa sola
ahora ya me atrevo. Os puedo asegurar que es muy duro llevarla por las miradas
descaradas de la gente. Duele mucho pero si no salgo con ella vuelven los síntomas y
empeoro con lo cual llega un momento en que tienes que decidir entre no salir de casa o
utilizar la mascarilla habitualmente... y yo ¡quiero vivir! ¡Tengo tantas cosas que hacer,
tantos sitios a los que llevar a mi niña! Ella me da besos en la mascarilla y le explica a la
gente y a sus compañeros mi enfermedad. ¡Lo tiene tan claro! Ojalá los demás lo
tuvieran igual de claro que ella y se reconociera la enfermedad para que pudiéramos
tener las ayudas necesarias. Lo explico con un solo ejemplo: un purificador de aire
como el que necesito cuesta 1.800 €. Y los médicos que nos atienden son privados. Y es
algo que la mayoría de los enfermos no pueden sufragar porque o no tienen pensión o
éstas son muy bajas. Y como no podemos trabajar... Yo necesito a alguien que me
ayude cuando sufro una crisis -desencadenada no sé muy bien por qué sustancia- porque
puedo llegar a estar cuatro días en la cama sin moverme.
En fin, ¡son tantas las cosas que me gustaría pedir en nombre de todos los que
padecemos esta dolencia! Necesitamos que las administraciones sean conscientes de la
enfermedad, nos ayuden y habiliten sitios donde recuperarnos de las crisis, espacios
libres de químicos, que reconozcan nuestros derechos a ayudas, subvenciones,
préstamos y descuentos fiscales como cualquier otro paciente crónico o que se destinen
terrenos y se permita la construcción de proyectos de viviendas especiales y adaptadas
en zonas medioambientalmente limpias dentro de cada provincia. Pero sobre todo
necesitamos que los médicos nos entiendan, no nos tachen de locos, estudien la
enfermedad y aprendan los tratamientos que ya se utilizan en otras partes del mundo.
Hoy somos nosotros pero mañana quizás haya muchos más afectados por el Síndrome
de Sensibilidad Química Múltiple.

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