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Lo más grave de todo esto es que la phýsis, descubierta por los presocráticos
como kosmo-orden, dejaba sin más de serlo; de ser naturaleza viva, o de ser
“por sí misma”, como espontaneidad autolegislada, para convertirse en una
cosa muerta, un producto y mera copia del mundo racional-conceptual
hipostasiado del “verdadero ser”, el de las Ideas-Paradigmas, que por
mediación del viejo dios patriarcal le confería la belleza, el orden y la
inteligibilidad desde fuera.
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la disposición exterior de un más allá ilocalizable y mitológico, que lo
proyecta según la línea del antes y el después.
(La leyenda cuenta que Filolao de Tarento, ilustre pitagórico de entre los siglos
V al IV a. de C., maestro de Arquitas y Demócrito, se vio obligado por la
pobreza a componer tres obras con doctrinas de la escuela, las cuales fueron
adquiridas por Dión a instancias de Platón, que las pagó gustoso para
insertarlas en sus textos, sobremanera en el Timeo (Pensamiento de Filolao y
Arquitas de Tarento: Lambros Coloubaritsis “Histoire de la philosophie
ancienne et medievale”)
c) Que algo no puede estar aquí y allí simultáneamente, sino aquí, ahora y
allí, después (y lo mismo, en el caso de todas las determinaciones que
determinan respectividades de contrarios alternos: arriba-abajo,
caliente-frío, alto-bajo, o sea: todos los relativos). Estas relaciones
rigen diacrónicamente en el ámbito cinético de la generación, pero no
así sobre el pensar que descubre el otro lado del límite, en cuanto
formula la ley de exclusión de los contrarios, a la vez aquí y ahora,
diciendo que no pueden ser simultáneamente el día y la noche, el
invierno y el verano, etc. El pensar, al enunciar la ley denegativamente
conoce el vínculo de los contrarios. Los contrarios se copertenecen en
una unidad que no puede darse simultáneamente. De esa unidad, de esa
simultaneidad prohibida por Chronos, los descubre el pensar del ser.
Descubre, por el otro lado del límite de la ley, que los no-contrarios no
–relativos no están regidos por la sucesión diacrónica del tiempo de la
generación y el movimiento, que pueden situarse en el campo de la
simultaneidad plural.
De Parménides aprende:
Aristóteles pondrá en conexión esos dos ámbitos, para él serán el potencial doble o
relacional del movimiento y la generación.
No hay no-ser absoluto, no hay no-ser (ni falsedad, ni error, etc.) en el ámbito de lo
primero. Introducir el no-ser en el ámbito de los primeros principios, como hiciera
Platón en el “Sofista” –incurriendo en parricidio contra Parménides- implica, además
no haber entendido a Parménides, nihilizar el sistema entero y poner la generación y
el movimiento en el lugar de las acciones extáticas, convertirlo todo en un campo
cinético de relativos y contrarios, un campo dialéctico de fuerzas.
Dice Aristóteles: “(la causa del bien) tampoco ésta la tocan para nada… las
matemáticas son la filosofía para los modernos… queda suprimida para ellos toda
investigación acerca de la naturaleza” (Metaf. XIII-XIV).
Los presocráticos fueron los primeros en criticar las posiciones del pitagorismo y
ofrecieron alternativas en nombre de la sabiduría de los límites; la misma que
a) La polis
c) El lenguaje, el Lógos.
Cuando Heráclito de Éfeso explica que la palabra (lógos) es la razón común, hace
obvio el triple vínculo cívico, de la naturaleza en devenir y del lenguaje de la
dialéctica heraclítea, unitario-racional de las diferencias enlazadas. La palabra tiene
aquí el sentido de lo que la palabra hace, cuando es acción de enlace diferencial,
cuando irrumpe y pone en contacto (comunica, enlaza) lo divergente extremo,
entonces es lógos.
Éste es el caso del rayo heraclíteo entre el cielo y la tierra, que permite ver a la vez, la
oscuridad de la noche y el cielo iluminando. Es el caso de la palabra en acción de
comunicar y distinguir; poner en común las diferencias e intereses divergentes.
Solón y Yales forman parte de las lista de los Siete Sabios porque descubrieron y
establecieron los límites, las leyes inmanentes.
En el caso de Solón, que llevó a cabo de modo pacífico la reforma agraria de Atenas,
cuando el suelo estaba en manos de unos pocos eupátridas, y la explotación
generalizada llevaba incluso, a vender individuos para pagar los arrendamientos de la
tierra. Solón se atuvo a la prudencia del límite en dos sentidos: a favor de los
terratenientes, que no habrían consentido en ceder sus tierras, y promulgar leyes
constituyendo a Atenas en una polis.
El vínculo que conecta con la sabiduría del límite y que vincula a Solón y Tales de
Mileto, nos lleva al centro de la Hélade, al santuario del sol en Delfos.
Prejuicios probables.
¿Qué es lo divino? Es por proponerse esta pregunta por lo que nace la filosofía; no
sólo como crítica de las culturas dogmáticas y mitológicas (propios de las sociedades
patriarcales y despóticas), sino también como saber alternativo. La filosofía nace
como posición teológica contra-dogmática o contra-mitológica de lo divino, alterado
por el descubrimiento de lo divino racional, la phýsis kái lógos, ser de la naturaleza y
ser del lenguaje.
El aforismo B-30 de Heráclito: “Este cosmos, ni alguno de los dioses, ni alguno de los
hombres lo hizo, sino que en cada caso ya era, es y será, fuego siempre viviente,
encendiéndose según medida y apagándose según medida”. Este párrafo ilustra la
irrupción de la filosofía y cómo expulsa del ámbito de lo verdadero a los dioses
antropomórficos, tanto como a la idea mitológica o genésica de toda creación del
mundo, por parte de fuerzas sobrenaturales.
Platón cayó en el error de confundir ambas esferas legislativas a partir del diálogo el
“Político”. Aristóteles distinguió con sumo cuidado, la racionalidad práctica política
(los saberes retórico y los económicos) y la racionalidad teorética (ontología:
filosofía primera o teología del politeísmo racional; filosofía segunda o física
ontológica científica y la filosofía tercera como matemática abstracta). las razones de
Aristóteles sitúan el pluralismo radical, siguiendo a Empédocles, Anaxágoras y
Demócrito (los presocráticos pluralistas) también contra los peligros políticos del
monologismo del pensamiento único, y en concreto del de la dialéctica platónica y su
pretensión de ser la única ciencia racional.
Delfos.
Hay un texto de Platón que constituye una de las referencias más antiguas de la
leyenda de los Siete Sabios:
“Desde tiempos antiguos ha habido sabios, entre cuyo número se contaron Tales de
Mileto, Pítaco de Mitilene, Bías de Priene y nuestro Solón; Cleóbulo de Cnidos,
Misón de Kenas y el séptimo fue Kilón de Esparta,,, todos ellos consagraron a Apolo
en el templo de Delfos … aquellas palabras que todos celebran: “Conócete a ti
mismo” y “Nada en exceso”… ésta era la forma de la filosofía de los antiguos: una
concisión lacónica” (Protágoras, 343d).
Hay una analogía entre el espacio en que se expresa el kósmos humano, y el espacio
físico-ontológico en el que los milesios proyectan el kósmos natural.
Ese centro es meson, como punto fijador, alrededor del cual se ordenan, en la ciudad y
en la naturaleza, los espacios. Desde las leyes de Solón depositadas en el centro del
ágora, y en el centro del santuario de Apolo y los mapas de Hecateo haciendo visible
el centro de la Hélade en Delfos, el fuego cósmico de Filolao de Tarento, alrededor
del eje solar, una misma religión recorre las resonancias de la sabiduría de los límites:
el eje de Delfos, a la que también Aristóteles declara la tradición o el linaje de ña
filosofía.
“Si la ciudad acude al Sabio para pedirle la solución a sus males, es porque éste se les
presenta como un hombre divino a quien todo su género de vida le sitúa la margen de
la comunidad. Cuando el Sabio se dirige a la ciudad de palabra o por escrito, es para
transmitirle una verdad que viene de lo alto, que pertenece a un mundo ajeno al
mundo ordinario. La primera sabiduría constituye una suerte de paradoja: entrega al
público un saber que ella proclama inaccesible a la mayoría. La sabiduría revela una
verdad oculta a las miradas del vulgo, lleva el misterio a la plaza pública”. (Pierre
Vernat).
Por otro lado, el templo como centro religioso de sacralidad y saber superior, que
exige ser descifrado; de una racionalidad hermenéutica, como koiné del archipiélago
panhelénico. Estamos ante una religión o culto histérico de amor racional a lo divino,
cuyo templo está en el medio es to méson, como límite vinculante de las diferencias
helénicas libres.
“El señor del cual es el oráculo de Delfos, no dice ni oculta: señala” aforismo de
Heráclito.
G. Colli continúa: “la locura mistérica y la profética son inspiradas por Apolo y
Dionisos, ambos tienen una afinidad fundamental que se da sobretodo, en el terreno
de la manía; juntos cubren la esfera de la locura (…) Atribuyendo la palabra y el
conocimiento sapiencial a Apolo, y la inmediatez de la vida a Dionisos, la locura
poética sería obra del primero y la erótica del segundo. Si la investigación de los
orígenes de la sabiduría en la Grecia arcaica conduce en la dirección del oráculo
délfico (…) la manía se nos presenta como algo más primordial al fondo del
fenómeno de la adivinación. La locura es la matriz de la sabiduría”.
Se trata más bien de ir hasta los límites, de encontrarlos y saber lo que pasa allí,
atenerse a ellos, para advertir la extraña lógica de sus dos lados: la copertenencia en el
límite, tanto como la asimetría de los dos ámbitos, que el límite une y separa, como lo
mismo y lo otro.
¿Qué se ha de hacer para situarse entre los límites? ¿Cómo se puede escuchar el
Logos del alma?