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Chiapas

Planeta Tierra

prohistoria
ediciones Carlos Antonio Aguirre Rojas
Chiapas
Planeta Tierra

prohistoria
ediciones

Carlos Antonio Aguirre Rojas

Rosario, 2007
Aguirre Rojas, Carlos Antonio
Chiapas, planeta tierra. - 1a ed. - Rosario : Prohistoria Ediciones, 2007.
170 p. ; 23x16 cm.

ISBN 978-987-1304-15-8

1. Movimientos Sociales. I. Título


CDD 303.6

Fecha de catalogación: 11/09/2007

Composición y diseño: Liliana Aguilar


Edición: Prohistoria Ediciones
Diseño de Tapa: Hilario Enelbarro Anda prohistoria
ediciones
Ilustración de tapa: agradecemos enormemente al fotógrafo José Carlo González y al Diario La Jornada, el
permiso para utilizar la foto del primero que ilustra la portada de este libro.

CUARTA EDICIÓN LATINOAMERICANA


Primera edición: Editorial Contrahistorias, Mexico, agosto de 2006.
Segunda edición: Editorial Contrahistorias, México, diciembre de 2006.
Tercera edición: Editorial Desde Abajo, Bogotá, Colombia, junio de 2007.
Cuarta edición: Editorial Prohistoria, Rosario, Argentina, julio de 2007.

TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOS


HECHO EL DEPÓSTIO QUE MARCA LA LEY 11723

© Carlos Antonio Aguirre Rojas –


Tucumán 2253, (S2000JVA) – ROSARIO, Argentina

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de portada, en
cualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa autorización del editor.

Este libro se terminó de imprimir en los talleres de Cromografica, Rosario, en el mes de noviembre de
2007. Se tiraron 1000 ejemplares.
Impreso en la Argentina

ISBN 978-987-1304-15-8
ÍNDICE

A modo de Introducción .................................................................................. 9

CAPÍTULO I
Chiapas y la revolución mexicana de 1910-1921.
Una perspectiva histórica ................................................................................ 23

CAPÍTULO II
Chiapas, América Latina y el sistema-mundo capitalista ................................ 35

CAPÍTULO III
El debate Marcos-Baltasar Garzón: una recontextualización ......................... 61

CAPÍTULO IV
Encrucijadas actuales del neozapatismo mexicano.
A diez años del 1 de enero de 1994 ................................................................ 69

CAPÍTULO V
La “sexta declaración” neozapatista.
Una lectura en perspectiva global ................................................................... 81

CAPÍTULO VI
Ir a contracorriente: el sentido de La Otra Campaña ..................................... 91

CAPÍTULO VII
La “otra política” de La Otra Campaña: la muerte de la política
y el renacimiento del poder social ................................................................... 111

CAPÍTULO VIII
La crisis postelectoral mexicana y La Otra Campaña .................................... 125

CAPÍTULO IX
La identidad colectiva de La Otra Campaña y las seis preguntas ................. 133
CAPÍTULO X
Generando el contrapoder, desde abajo y a la izquierda.
O de cómo cambiar el mundo, revolucionando desde abajo el poder ............ 145

APÉNDICE I
Intervención en la cuarta reunión de los encuentros en torno a la sexta
declaración de la selva lacandona, 29 de agosto de 2005,
paraje Juan Diego, San Miguel, Chiapas ........................................................ 159

APÉNDICE II
Intervención en la “Reunión nacional de intelectuales”,
Guadalajara, 21 de marzo de 2006 ................................................................. 165
A MODO DE INTRODUCCIÓN

México en el año de 2007


La vía más rápida hacia el 2010

E
n la cada vez más agitada y caótica coyuntura que vive México, pero también
en la complicada y difícil situación que actualmente atraviesan tanto América
Latina como el mundo en su conjunto, se hace necesario y hasta urgente re-
flexionar con seriedad y de un modo genuinamente crítico sobre las posibles explica-
ciones de este caos generalizado y las razones profundas de esta crisis civilizatoria que
ahora presenciamos. Y con ello, también acerca de las “salidas del laberinto” a esta
crisis y caos, que nos permitan ubicarnos serena y reflexivamente frente a los distintos
procesos y fenómenos que ahora vivimos, emplazándonos desde la clara lógica de
comenzar a construir, desde ahora mismo y en los espacios inmediatos que nos corres-
ponden, los elementos y las premisas reales, materiales y espirituales, de un nuevo
mundo otro, de otro mundo, radicalmente distinto al actual y todavía hoy posible.
En este último sentido, pensamos que es importante y muy útil volver a repensar
Chiapas, es decir, girar la mirada nuevamente hacia los ricos procesos, complejos y
diversos, que han estado aconteciendo en este lugar-mundo de la geografía mexicana
en los últimos trece años, procesos que además de cuestionarnos respecto a las razo-
nes profundas de los evidentes ecos mundiales del digno movimiento social indígena
neozapatista, nos emplazan a asimilar y asumir orgánicamente, las también riquísimas
lecciones y enseñanzas de este movimiento neozapatista para todo el conjunto de los
movimientos anticapitalistas de todo el planeta. Pues a tono con el nuevo papel mun-
dial que ahora tiene la civilización latinoamericana, es que se despliegan y afirman,
tanto en Chiapas, en México, como en distintas zonas de Brasil, Argentina, Ecuador o
Bolivia, esos nuevos movimientos sociales antisistémicos que, en la actualidad, nos
están mostrando a todos las vías concretas y los modos específicos, no sólo de la más
avanzada y creativa protesta e insubordinación social, sino también de la construcción
inmediata de los gérmenes de un nuevo mundo, no capitalista, hoy todavía posible.
Pues es en las Juntas de Buen Gobierno neozapatistas, lo mismo que en los
asentamientos de los Sin Tierra brasileños, en los barrios piqueteros argentinos, o en
las comunidades autónomas de Ecuador o Bolivia, en donde ahora mismo se está
construyendo ya ese nuevo mundo posible, ese otro mundo alternativo y distinto por
el que luchan todos los movimientos del Foro Social Mundial, y todos los movimien-
tos antisistémicos y anticapitalistas del globo terráqueo. Por eso, repensar Chiapas a
10 Carlos Antonio Aguirre Rojas

contrapelo de los discursos dominantes, e incluso de las simplificaciones y


banalizaciones de algunos de los “chiapanecológos” recientes, resulta fundamental
para todos aquellos que nos ubicamos hoy en las filas de este cada vez más vasto
movimiento de lucha y de destrucción radical del capitalismo.
Para ayudar entonces a repensar Chiapas a contrapelo, en esta línea de una re-
flexión a la vez crítica, pero también de largo aliento temporal y de vastos horizontes
generales, hemos recurrido, naturalmente, tanto a las herramientas siempre impres-
cindibles del pensamiento y de los aportes esenciales de Marx, como también a las
lecciones de la larga duración braudeliana y de la historia vista en perspectiva global.
Lo cual, no nos da sólo los principales referentes intelectuales de este conjunto de
ensayos, es decir a Marx, Braudel, y Wallerstein, sino también los elementos de la
mirada particular desde la cual tratamos de comprender y hacer comprender ese signi-
ficado planetario del movimiento indígena neozapatista –hoy ampliado a la escala de
todas las clases subalternas mexicanas, con la digna iniciativa de La Otra Campaña–,
así como sus principales lecciones de orden antisistémico y anticapitalista globales.
En esta lógica, el libro que el lector tiene ahora entre sus manos, es un conjunto
de ensayos que fueron escritos entre 1995 y 2007, y que constituyen sucesivas aproxi-
maciones a estos problemas centrales que acabamos de mencionar. Estos textos han
sido ya publicados anteriormente, en español, inglés o alemán, en revistas de México,
Argentina, Alemania, España o Brasil, y en libros de Cuba, México, Argentina o Espa-
ña, razón por la cual no hemos considerado pertinente hacerles ninguna modificación.
Aparecen en este libro, tal y como fueron originalmente publicados, y cada uno con su
fecha de redacción correspondiente. Sin embargo, todos ellos aportan diferentes pis-
tas para hacer posible ese acceso a dicha nueva mirada, que nos permita repensar
Chiapas a contrapelo, desde una triple perspectiva crítica, global y de larga dura-
ción. Es al lector a quien corresponde juzgar sobre el éxito de este particular empeño
que nosotros hemos intentado.
Y como el sentido general de este proceso de repensar Chiapas, no es otro que el
de comprender nuestro más actual presente, quizá resulta útil, para introducir la lectu-
ra de este conjunto de ensayos, el comenzar reflexionando, también críticamente, acerca
de la situación más reciente que hoy vive México, de las secuelas cercanas de una
profunda crisis política postelectoral, y del arranque de un gobierno fanáticamente de
derecha y neoliberal, que no solo se ha impuesto a contrapelo totalmente de la inmen-
sa mayoría de la opinión pública mexicana, sino también desde una clara ostentación
del uso abierto del ejército y de la policía, presagiando para el futuro inmediato de
México una situación explosiva y complicada. Lo que, sin embargo y felizmente, se
compensa con el desarrollo también creciente y cada vez más sólido de esa fundamen-
tal iniciativa que es la de La Otra Campaña.
Chiapas, Planeta Tierra 11

Del fraude electoral a la imposición ilegítima


“...la gente ya está harta, ya está harta y no
cree en ningún partido político, en ninguno,
ni cree en la vía electoral. Se está levantando
allá abajo, se está preparando un gran estalli-
do social, grande, como ni en la Revolución
Mexicana ni en la Guerra de Independen-
cia...”.
Subcomandante Insurgente Marcos
“Reunión con el Magisterio y otros sectores
de Tlaxcala”, 20 de febrero de 2006

El gobierno de Felipe Calderón, que ha entrado en funciones en México a partir del 1º


de diciembre de 2006, constituye, sin duda alguna, el gobierno más ilegítimo que
México ha conocido dentro de toda la larga serie de gobiernos que conforman su vida
como nación formalmente independiente, desde 1821 y hasta hoy. Porque al haber
nacido de un escandaloso fraude electoral, y de una verdadera elección de Estado,
llevada a cabo por el gobierno de Vicente Fox, y al haberse impuesto a contrapelo de
una vasta y generalizada oposición de la inmensa mayoría de la opinión pública mexi-
cana, este gobierno de Calderón no cuenta con ningún apoyo social importante dentro
de las clases populares mexicanas. Con lo cual, las únicas bases de apoyo de este
gobierno calderonista son, exclusivamente, un limitado sector de las clases dominan-
tes mexicanas, y los instrumentos de represión del propio Estado, que son el ejército y
la policía de México, junto también a un pequeño sector muy conservador de las elites
dominantes de los Estados Unidos de Norteamérica.
Así, este gobierno de Felipe Calderón no sólo ha eliminado totalmente, las ya de
por sí erosionadas y frágiles bases de un cierto consenso social antes todavía vigente,
sino que también ha polarizado hasta el extremo, la ya de por sí desgarrada situación
política nacional, llevándola a un punto de un evidente equilibrio totalmente inesta-
ble, que puede quebrarse –y que se quebrará sin duda–, en cualquier momento.
Por eso, y tratando de hacer marchar a México, en un sentido contrario al que
ahora se mueve toda América Latina –con la excepción, también absurda, de Colom-
bia y de algunos países de Centroamérica–, el gobierno de Felipe Calderón continúa
reivindicando, como lo hizo recientemente en el Foro Económico Mundial de la ciu-
dad de Davos, las más retrógradas políticas de un neoliberalismo económico salvaje,
junto a las más férreas y autoritarias políticas de represión de toda forma de disidencia
social posible, y de todos los movimientos sociales de oposición.1

1 Sobre esta ridícula defensa del neoliberalismo salvaje, una política que ahora es cuestionada y puesta en
duda hasta por los altos directivos del Fondo Monetario Internacional, y que generó un debate entre
Felipe Calderón y el hoy tibio y socialdemócrata presidente de Brasil, Luis Inazio “Lula” da Silva, cfr.
12 Carlos Antonio Aguirre Rojas

Pues es éste el hilo conductor que explica el conjunto de medidas diversas que,
en estos dos meses de existencia, ha ido tomando este inestable gobierno de Felipe
Calderón. Medidas económicas, sociales, políticas y culturales, que además de presa-
giar el difícil futuro inmediato que le espera a la vasta mayoría de las clases y sectores
subalternos mexicanos, han hecho ya de Calderón, en este breve lapso de arranque de
su gobierno, no sólo el presidente más ilegítimo de toda la historia del México inde-
pendiente, sino también uno de los más impopulares dentro de estos dos siglos men-
cionados.
Ya que en contra de todas sus promesas de campaña, Calderón arranca su go-
bierno subiendo el precio de la tortilla en un 40%, es decir elevando desmesurada-
mente el costo del principal alimento de amplios sectores de las clases populares
mexicanas. Y ello, junto a un aumento de los salarios mínimos de menos de 4%, y
también junto a otros aumentos, igualmente importantes, en los precios del huevo, la
leche, el gas, la gasolina y la energía eléctrica. Es decir, con una verdadera ofensiva
económica neoliberal en contra de las ya de por sí deterioradas bases de la economía
popular.
Al mismo tiempo, y previendo la lógica respuesta que habrán de desatar estas
absurdas y agresivas medidas económicas neoliberales, Calderón ha implementado
toda una serie de operativos militares del ejército mexicano, a todo lo largo y ancho
del territorio nacional, que bajo la falsa versión oficial de ser contra el narcotráfico y
el crimen en general, en realidad constituyen ejercicios de adiestramiento y de reco-
nocimiento de las condiciones reales del terreno, en las que ese ejército y esa policía
habrán de enfrentar, muy pronto, a los diferentes movimientos sociales de todo el país
y a las diversas formas de protesta callejera y pública que ya están generando, y que
seguirán provocando, esas impopulares políticas económicas neoliberales recién men-
cionadas.2
Preparando entonces, las muy próximas batallas callejeras que estas fuerzas
militares y policíacas habrán de librar en contra de la protesta social de los subalter-
nos, Calderón no sólo ha prometido aumentarles de modo importante a esas fuerzas
represivas sus salarios, sino que también se ha declarado “un presidente cercano a las
fuerzas armadas”, reuniéndose hasta hoy públicamente con los militares, más que con
cualquier otro sector de la sociedad mexicana. Junto a esto, Calderón se ha negado a

“Calderón sufre acometida de Lula en Davos”, en La Jornada, 27 de enero de 2007, p. 1. Sobre la


política de represión abierta de toda disidencia social, véase también “No toleraremos desafíos al Esta-
do, advierte Calderón”, en La Jornada, 20 de enero de 2007, p. 3. Sobre el movimiento más de fondo de
América Latina, desde dictaduras militares o gobiernos de derecha y autoritarios hacia gobiernos hoy
tibiamente de izquierda y mañana, esperamos, de verdadero autogobierno de las clases populares, cfr.
AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio América Latina en la encrucijada, Prohistoria Ediciones, Rosario,
2006.
2 Son los propios militares los que declaran abiertamente que esos operativos y todo el “Plan de Seguridad
Nacional” actual tienen también como objetivo ubicar, y luego combatir, a esos movimientos sociales
de protesta. Sobre este punto cfr. La Jornada, 27 de enero de 2007, p. 5.
Chiapas, Planeta Tierra 13

resolver los casos escandalosamente injustos y oprobiosamente violatorios de los de-


rechos humanos, tanto de los presos de Atenco, como de los presos de Oaxaca, ubi-
cando como su Secretario de Gobernación a un personaje de negra fama como represor,
y precisamente como violador de esos mismos derechos humanos, a Francisco Ramírez
Acuña.
Congruente con todo esto, Calderón ha aceptado pactar con los peores persona-
jes políticos de la escena mexicana actual, manteniendo en el gobierno de Oaxaca, en
contra de la voluntad abrumadoramente mayoritaria del pueblo oaxaqueño, a Ulises
Ruiz. Y en Puebla, al llamado “gober precioso” Manuel Marín, ambos, gobernadores
totalmente desacreditados y deslegitimados, y ambos miembros del decadente Partido
Revolucionario Institucional. Mostrando entonces una nula capacidad de operación
política, el gobierno calderonista se limita a vivir de la inercia, beneficiándose para su
desempeño cotidiano del carácter acomodaticio y también indolente de toda la corrupta
y decadente clase política mexicana, sumida hoy en el descrédito absoluto, y caracte-
rizada por una absoluta falta de principios de todo orden.
Finalmente, Calderón ha recortado los presupuestos de la educación, de las uni-
versidades, de la ciencia y la tecnología, y de todo el sector cultural, reiterando una
vez más cómo, para los gobiernos de derecha como el suyo, la cultura es una suerte de
“lujo prescindible”, cuya existencia no tiene sentido, salvo en los limitados casos en
que produzca ganancias inmediatas y tangibles. Lo que, una vez más, y al igual que
con el gobierno de Vicente Fox, se ha manifestado en el hecho de que todos los fun-
cionarios públicos de este sector cultural, sin excepción, son personajes de muy bajo
nivel y de débil perfil intelectual, científico, literario, artístico, educativo o cultural en
general.
Sin embargo, si todas estas políticas se presentan como las políticas que, usual-
mente, han implementado e implementan los gobiernos de derecha en todo el mundo,
el caso de México actual se matiza en cambio, por el hecho de que este impopular e
ilegítimo gobierno derechista que recién comienza, lo hace en un contexto específico
que, más allá de la crisis terminal del capitalismo en la que ahora vive todo el planeta,
se asemeja notablemente y en múltiples sentidos, a la situación que México vivió en
vísperas de la Revolución de Independencia de 1810, y también y en segundo término,
a las condiciones que precedieron al gran estallido de la Revolución Mexicana de 1910.
Contexto particular que, enraizado claramente en las estructuras de larga dura-
ción de la historia profunda de México, nos remite a esa compleja dialéctica de regu-
laridades y de singularidades que constituyen la complicada trama de toda historia
nacional posible.

México: 1810, 1910... ¿2010?


Si la historia no se repite nunca, si es falsa la repetida frase de que “no hay nada nuevo
bajo el sol”, eso no quiere decir que la historia sea sólo novedad absoluta, que no
14 Carlos Antonio Aguirre Rojas

existan ciclos, regularidades, permanencias y elementos que se reiteran, una y otra


vez, dentro del complejo tejido de la historia humana. Porque la historia es, justamen-
te, la rica combinación y dialéctica entre esos elementos reiterados que reaparecen
tenazmente en distintas circunstancias y coyunturas históricas, y aquellos otros que
son realmente únicos, singulares e irrepetibles.
Y en esta lógica, llaman poderosamente la atención varias similitudes que la
actual situación mexicana presenta, con las vísperas de 1810 y 1910.3 Pues es claro
que México vivió, a causa de las Reformas Borbónicas, y cien años después de las
políticas porfiristas, procesos de modernización económica brutales, que no sólo
reconfiguraron sustantivamente la estructura económica imperante, sino que también
implicaron modificaciones importantes de la estructura de clases entonces vigente. Y
con ello, la formación y el reacomodo de nuevos y de viejos actores políticos, junto al
desarrollo de transformaciones culturales también muy relevantes.
Así, las políticas neoliberales que desde 1982 padece México, han sido nuestras
nuevas Reformas Borbónicas o nuestro nuevo Porfiriato, al desencadenar similares
cambios económicos rápidos y profundos, que han rehecho en gran medida la pirámi-
de social, expresándose también en cambios políticos y culturales claramente signifi-
cativos. Por eso hoy, igual que en 1810 y 1910, hay sectores económicos importantes
de las clases dominantes que no están nada contentos con el gobierno y el Estado
actual, junto a sectores y clases sociales que no ven reflejados sus intereses ni sus
demandas en ese mismo Estado y gobierno, y que por lo tanto quieren hacer valer su
presencia y su fuerza social, política y cultural, de un modo mucho más claro y con-
tundente.
Y si en 1810 la cerrazón de la corona española, y en 1910 la anquilosada y
también excluyente estructura del poder porfirista, se negaron a asumir y dar curso a
esos vastos reclamos económicos, sociales, políticos y culturales, provocando sendas
revoluciones, ahora, en 2007, la cerrazón y autismo del gobierno de Calderón, que ya
hemos descrito, ante los reclamos tanto populares como incluso de sectores de las
clases medias y de ciertas fracciones de las clases dominantes, nos recuerdan muy de
cerca esa bien sabida trama, con el también consabido resultado del muy posible 2010
histórico.
Pues también es claro que hoy, y desde hace más de dos décadas, se repite igual-
mente otro de los procesos que precedieron claramente tanto a 1910 como a 1810: el
de una clara ofensiva generalizada, masiva, y anormal en términos de la evolución
histórica previa, tanto de las clases dominantes como del Estado vigente, en contra de
los intereses, los bienes, y las propiedades, pero también de la limitada autonomía y

3
Una sugerente comparación entre las revoluciones mexicanas de 1810 y 1910 puede verse en KATZ,
Friedrich “Las rebeliones rurales en México a partir de 1810”, en Nuevos ensayos mexicanos, Era,
México, 2006, pp. 29-77.
Chiapas, Planeta Tierra 15

los precarios equilibrios de la existencia cotidiana, de las amplias masas populares y


de los vastos sectores subalternos.
Ya que es bien sabido que las Reformas Borbónicas fueron el último intento de
la Corona española por recuperar el control de la Nueva España, intento desesperado
que terminó fracasando, pero que, mientras se desplegó, constituyó una clara ofensiva
antipopular. Pues frente al florecimiento de mercados locales y regionales, que a lo
largo de todo el siglo XVII y la primera mitad del XVIII incentivaron el desarrollo de
poderes y autonomías locales de todo tipo, las Reformas Borbónicas aparecen como
un claro intento de regular, reordenar, someter a un nuevo control, a todos los espa-
cios, sectores, clases y grupos sociales de la Nueva España. Y si esto afecta sin duda,
también a ciertos sectores y elites locales de las clases dominantes, igualmente se
afirma como una clara ofensiva que le “aprieta las tuercas” a todas las clases popula-
res, a las que no sólo acosa con viejos y nuevos tributos e impuestos, sino que también
les recorta sus espacios de autonomía comunal, de libertad política, y hasta de afirma-
ción y reproducción cultural.4
Constituyendo entonces un claro ataque contra la economía, la autonomía y la
vida social de los sectores subalternos, esas Reformas Borbónicas aportan otro de los
elementos que nos llevan al estallido revolucionario de 1810. Lo que habrá de repetir-
se, de otro modo y en otro sentido, durante el Porfiriato, el que como es bien sabido,
constituye un periodo anormalmente intenso de expropiación y despojo de las tierras
comunales de los campesinos, generando otra vez no sólo la pérdida de la tierra y de
los recursos de su territorio, para los subalternos de nuestro país, sino también un
ataque y degradación de las autonomías populares, y de los hábitos y costumbres
cotidianas de la reproducción global de estos mismos grupos subalternos.
Un proceso que vivimos nuevamente y de manera intensa en México, en los
últimos veinte o veinticinco años. Pues ahora vuelve a despojarse a los campesinos de
su tierra, apoyándose en la reforma salinista de 1992 y mediante los perversos progra-
mas del PROCEDE, a la vez que se vulnera la economía popular con los impuestos
del IVA, y la amenaza de su extensión a medicinas y alimentos, y que se recortan los
limitados espacios de la autonomía popular, criminalizando toda forma de protesta
social, y retando al pueblo con la injusta, escandalosa y oprobiosa actitud de impuni-
dad hacia los casos de Atenco y Oaxaca, entre otros.5

4
Leyendo entre líneas muchos de los testimonios que aporta VAN YOUNG, Eric La otra rebelión. La
lucha por la Independencia de México. 1810-1821, FCE, México, 2006, es posible descubrir tanto esta
ofensiva general como la larvada pero creciente respuesta popular, que coagula e irrumpe en 1810.
Naturalmente, no coincidimos con la interpretación general de este libro que, sin embargo, contiene
algunos de estos datos y testimonios interesantes, y que pueden dar lugar a otra lectura y a otra interpre-
tación de este mismo proceso de la Revolución de 1810 en México.
5 Hasta el punto de que Amnistía Internacional ha externado su honda preocupación sobre el verdadero
respeto a los derechos humanos de parte de este gobierno mexicano, sumándose al clamor nacional e
internacional, cada vez mayor, por la libertad de esos presos políticos de Atenco y de Oaxaca. Sobre esta
postura de Amnistía Internacional, cfr. La Jornada, 12 de febrero de 2007, pp. 1 y 7.
16 Carlos Antonio Aguirre Rojas

Y del mismo modo que en 1810, y en 1910, estas intensas y anormales ofensivas
sostenidas por lustros en contra de las clases populares, abonaron los grandes estalli-
dos sociales de comienzos de los siglos XIX y XX, así también la agresiva ofensiva
neoliberal que hemos padecido ya desde 1982, parece encaminarnos directamente
hacia un escenario que reeditará, por tercera vez, la abierta y masiva irrupción revolu-
cionaria del descontento popular.
Y si este doble proceso profundo, de una completa reestructuración global de la
sociedad mexicana, y de una sostenida ofensiva en contra de las clases populares, fue
el telón de fondo de esas vísperas de 1810 y 1910, y vuelve a serlo de esta antesala de
2010, todo esto se complementa con otros procesos económicos, sociales y políticos
que, del mismo modo, asombran por las reminiscencias que evocan de las etapas in-
mediatamente anteriores a los movimientos de la Independencia y de la Revolución
mexicanas.
Pues como a finales del siglo XVIII y a finales del siglo XIX, también hoy vivi-
mos una crisis económica general de grandes dimensiones, que lo mismo se expresa
como aguda crisis agrícola, que como crisis de las ramas más dinámicas de nuestra
economía –antier como crisis de la minería, ayer de la minería y de la incipiente in-
dustrial textil, y hoy como crisis de los sectores de punta de nuestra industria manu-
facturera–, pero también y de modo agudo, como una clara y sensible baja del salario
real. Crisis entonces global de la entera esfera económica, que si en vísperas de 1810
se expresó, entre muchas otras formas, como un cierto incremento de la migración
interna dentro de la zona central de México, y antes de 1910 como una fuerte migra-
ción desde el centro hacia el norte del propio México, hoy en cambio se manifiesta
como una verdadera migración masiva de mexicanos hacia los Estados Unidos de
Norteamérica.
Migración masiva que alcanza la enorme cifra de medio millón de mexicanos
emigrados al año, y que habiendo sido una clara válvula de escape de las crecientes
tensiones sociales y de esa brutal baja del salario real, parecería ya estar llegando a un
posible “punto de saturación” respecto de las propias necesidades del funcionamiento
de la economía norteamericana. Y del mismo modo en que la crisis de la minería y la
economía norteamericana de 1907, fue un elemento más en la suma de factores
desencadenantes de 1910, así la posible crisis de la economía norteamericana y la
crisis de ese flujo migratorio mexicano hacia Estados Unidos, podrá muy posiblemen-
te agregarse a los factores desencadenantes del muy cercano y posible año de 2010
histórico.
Además, y para continuar con la lista de estos evidentes paralelismos históricos,
es sabido que otra de las muy claras y extremas manifestaciones de esas crisis econó-
micas previas a 1810 y 1910, fue la del alza desmedida de los precios del maíz, entre
1808 y 1811 en los tiempos de la Colonia, y desde 1907 y hasta 1911 durante el
Porfiriato. Lo que, a la luz del reciente incremento de 40% al precio de la tortilla –aún
ahora, elemento central de la alimentación popular mexicana–, no hace más que acre-
Chiapas, Planeta Tierra 17

centar nuestra certidumbre de que avanzamos, rápidamente, hacia ese año histórico
de 2010.
Otro elemento importante, que reaparece al final de la Colonia, en las postrime-
rías del Porfiriato, y ahora, es el de una clara fractura profunda de las propias clases
dominantes, las que a partir de los rápidos cambios económicos y sociales provoca-
dos, respectivamente por las Reformas Borbónicas, por el Porfiriato, y por el
neoliberalismo salvaje, terminan por dividirse profundamente, dificultando la repro-
ducción general de las condiciones de su dominio y de su hegemonía global. Y si
antier se separaron los españoles fieles a la corona, frente a los criollos independentistas,
y ayer los hacendados conservadores y la burguesía comercial fieles al gobierno de
Porfirio Díaz, frente a los hacendados más capitalistas y avanzados del norte,6 hoy se
confrontan claramente, los sectores de la burguesía entreguista y trasnacional, contra
el sector de la burguesía nacional que vive y prospera a partir del desarrollo del mer-
cado interno nacional.
Y si esta clara división de la clase dominante, nos demuestra que “los de arriba
ya no pueden gobernar” al modo antiguo, y que urgen cambios sociales radicales de
gran envergadura, las experiencias de 1810 y 1910 también nos aleccionan respecto
de lo tibios, vacilantes y poco confiables que son siempre esos sectores “de oposi-
ción” de las propias clases dominantes, lo que nos confirma en la necesidad de mirar,
para esos cambios sociales radicales, no hacia arriba, sino más bien hacia abajo y a la
izquierda.
Naturalmente, junto a la crisis económica y la inestabilidad social, viene la crisis
de legitimidad del gobierno y de los gobernantes, pero también del Estado e incluso
de la clase política en su conjunto. Porque luego de varios lustros de la ya mencionada
ofensiva general en contra de los sectores subalternos, y en el contexto de una también
reiterada crisis económica y social generales, las clases populares y los grupos subal-
ternos dejan de creer en los de arriba. Y cuando los de arriba ya no pueden y los de
abajo ya no quieren vivir al modo antiguo, el claro resultado es una revolución social.
Por eso, en vísperas de 1810, el poder del gobierno novohispano se debilita enorme-
mente, recibiendo el golpe de gracia con la invasión napoleónica a España, lo que
deja sin sustento alguno al Virrey y a su gobierno, y prepara el estallido de 1810.
E igual sucede con el gobierno porfirista, que se debilita a pasos acelerados, y
que después de la entrevista Díaz-Creelman, culmina este desgaste completo de sus ya
escasas bases de legitimidad social, abriendo la puerta a la abierta impugnación
maderista, y más adelante al estallido de 1910. Lo que, en el escenario mexicano
actual, se reproduce otra vez de forma casi idéntica, pues a la sostenida erosión del
consenso de los tres últimos gobiernos priístas, acelerada grandemente por el gobier-

6 Sobre esta clara división de la clase dominante en el proceso de la Revolución mexicana, cfr. AGUIRRE
ROJAS, Carlos Antonio “Mercado interno, guerra y revolución en México. 1870-1920”, en Revista
Mexicana de Sociología, núm. 2, 1990.
18 Carlos Antonio Aguirre Rojas

no de Vicente Fox, viene a culminarla el escandalosísimo fraude electoral del 2 de


julio de 2006, y luego la ridícula imposición, llevada a cabo a sangre y fuego, del
gobierno de Felipe Calderón, lo que nos conduce directamente y sin más mediaciones
hacia el posible 2010 histórico.
Y si de modo para nada paradójico, esa clara debilidad del gobierno y del Esta-
do, se manifestó como un recrudecimiento de su autoritarismo y de su carácter repre-
sivo, a finales de la Colonia, en vísperas de la Revolución Mexicana, y ahora mismo
en el México de 2007, eso sólo confirma la ya sabida tesis de que cuando el elemento
del consenso disminuye o hasta tiende a desaparecer, la única alternativa de los pode-
rosos para mantener su poder, es recurrir al otro elemento del Estado, es decir a las
fuerzas del orden, de la represión, y de la cruda y brutal imposición del dominio. Lo
que precisamente, y de modo más que evidente, está haciendo ahora el gobierno de
Felipe Calderón.
Por todo esto, y como un último elemento de similitud entre las circunstancias
históricas de México, antes de 1810, de 1910 y de 2010, es obvio que, como respuesta
a la ofensiva intensa del Estado y de la clase dominante en contra de las clases oprimi-
das y explotadas, y en ese contexto de múltiples crisis económicas, de la hegemonía,
de la dominación y de la legitimidad, hayan prosperado y estén prosperando, en los
tres casos citados, fuertes y subterráneos movimientos de todos los grupos y clases
subalternos, que no querían ya un simple ajuste del gobierno existente, ni la sola repa-
ración de un agravio o injusticia locales o sectoriales de cualquier tipo, sino que pre-
paraban y clamaban por una verdadera y profunda revolución social.
Porque aunque el termómetro de la economía moral de la multitud,7 empezó a
subir rápidamente en las vísperas de 1810 y 1910, igual que como se eleva acelerada-
mente ahora, eso no fue perceptible entonces para las clases dominantes en turno, ni
para algunos sectores de la sociedad mexicana, más que en el momento en que dicho
termómetro alcanzó el punto de ebullición, y los ¡Ya Basta! de todos los humillados,
ofendidos, explotados, oprimidos y discriminados, arrancaron el movimiento de Inde-
pendencia en 1810, degollando gachupines por doquier y asaltando las tiendas y las
haciendas de la época, o cien años después, iniciaron la Revolución Mexicana, ajus-
tando las cuentas con los “catrines”, y recuperando las tierras que les habían sido
injustamente expropiadas en los años recientes.
En esta misma lógica, y ahora mismo, y en contra de las visiones falsamente
tranquilizadoras que intentan difundir e imponer los grandes medios de comunicación
en México, el termómetro del descontento popular se está moviendo rápidamente

7 Sobre este concepto, que en nuestra opinión y tal vez contra el propio Thompson sigue teniendo una
enorme vigencia y utilidad actuales, cfr. THOMPSON, Edward P. “La economía moral de la multitud en
la Inglaterra del siglo XVIII” y “La economía moral revisada”, en Costumbres en común, Crítica, Barce-
lona, 1995. Para una explicación de los contenidos principales y de las implicaciones de este importante
concepto, cfr. AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio Antimanual del mal historiador, Prohistoria Edicio-
nes, Rosario, 2000.
Chiapas, Planeta Tierra 19

hacia arriba, pasando del agravio personal u ocasional a la insatisfacción colectiva y


permanente, y madurando a esta última, desde la simple denuncia de la injusticia o el
incipiente reclamo de una demanda específica, hasta la comprensión de que la fuente
de todos esos agravios, injusticias, despojos e inequidades es el propio sistema capi-
talista en su conjunto. Y de que no hay ya salida o solución posible a toda esta multi-
plicidad de expresiones de la opresión, la discriminación y la explotación, que el
cambio radical y total de todo el sistema social. Algo que ejemplifican claramente,
tanto la lucha del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco, como también
el vasto movimiento popular de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca.
Y de la misma forma en que, antes de 1810, creció el clamor independentista
entre los criollos y entre los sectores populares, y en que antes de 1910, proliferaban
los Círculos Liberales y las distintas células magonistas del Partido Liberal Mexicano,
así crece ahora, día con día, el digno e importante movimiento de La Otra Campaña.8

2010... ¿como 1917 o como 1994?


Como hemos dicho antes, la historia es la compleja dialéctica de repeticiones y de
singularidades. Y si, a la luz de lo anterior, parece no haber duda de que en México se
prepara un gran estallido social, mucho más grande que los de 1810 y 1910, la gran
pregunta entonces es si ese estallido repetirá también, después de su irrupción, los
periplos que México vivió entre 1810 y 1821, y luego entre 1910 y 1920. Y la res-
puesta más probable es que no.
Porque, más allá de toda la serie de similitudes ya referidas, subsiste una dife-
rencia esencial entre la situación que hoy vive México, y las situaciones finales de la
Colonia y del Porfiriato. Y esa diferencia alude al hecho de que, desde 1968-1973, el
sistema capitalista mundial ha entrado, como lo ha explicado amplia y reiteradamente
Immanuel Wallerstein, en la etapa de su crisis terminal y definitiva. Es decir, que estas
vísperas del 2010 histórico mexicano, son sólo una parte del evidente caos sistémico
en el que ha entrado la reproducción del capitalismo mundial, desde hace apenas tres
décadas.9
Lo que entonces, no sólo explica la profunda y radical mutación que han vivido
todos los movimientos antisistémicos del planeta, después de esa fecha simbólica y
emblemática de 1968, sino también el cambio igualmente profundo de las posibilida-
des de triunfo que tiene, ahora, todo proyecto de transformación social radical posi-
ble. Porque lo mismo la Revolución de Independencia de 1810 que la Revolución

8 Sobre La Otra Campaña, cfr. Contrahistorias, núm. 6, México, 2006, en particular mis trabajos “Ir a
contracorriente: el sentido de La Otra Campaña” y “La otra política de La Otra Campaña”.
9
Sobre esta crisis terminal del capitalismo, cfr. WALLERSTEIN, Immanuel Después del liberalismo,
Siglo XXI, México, 1996 y La crisis estructural del capitalismo, Contrahistorias, México, 2005. Véase
también AGUIRRE ROJAS, Carlos Antonio Para comprender el mundo actual, Prohistoria Ediciones,
Rosario, 2006.
20 Carlos Antonio Aguirre Rojas

Mexicana de 1910, igual que la Revolución Rusa de 1917 o la Revolución China de


1949, todas ellas se estrellaron, de diversas formas, con la entonces todavía enorme
fuerza de la dinámica de reproducción global del capitalismo, el que luego de todos
los procesos revolucionarios mencionados –y de muchísimos otros similares–, logró
siempre reconstruirse y reconfigurarse, marginando a los sectores populares más radi-
cales y a sus respectivos proyectos, y reinstaurando, más tarde o más temprano, nue-
vas formas de las mismas relaciones sociales capitalistas y burguesas, de explotación,
despotismo, humillación, despojo y discriminación.
En cambio ahora, el sistema capitalista se encuentra, en escala planetaria, en una
clara situación de bifurcación histórica, o de transición histórica sistémica, que com-
bina la etapa final del capitalismo, con el surgimiento de diversos embriones y gérme-
nes que prefiguran, aquí y ahora, el nuevo sistema histórico que está por llegar. Lo que
incrementa enormemente las posibilidades de impacto mundial y de triunfo global de
los distintos proyectos genuinamente revolucionarios. Por eso, lo más probable es que
el 2010 histórico mexicano, no repita, después de su ya muy próxima irrupción, la
misma historia de las décadas que sucedieron, primero a 1810 y después a 1910.
Lo que ya se hace claro desde ahora mismo. Pues a diferencia de las vísperas de
1810 y 1910, existe hoy en México una alternativa social inteligente, que ha asumido
muy concientemente las lecciones de la historia mexicana posterior a 1810 y a 1910,
y que pretende darle un cauce y un destino diferente al muy cercano e inminente
estallido social que se avecina en nuestro país. Esa alternativa es La Otra Campaña,
la que hoy mismo pugna por darle a ese inevitable estallido social que muy pronto
viviremos, un cauce pacífico, racional y dirigido conscientemente hacia esa supresión
total del sistema capitalista, y hacia la edificación de un mundo nuevo, muy otro, por
el que ahora claman millones y millones de seres humanos, en todo México y también
en todo el planeta.
Cauce pacífico que pretende ahorrarnos el importante costo en vidas humanas
que implicaron nuestra Independencia y nuestra Revolución del siglo XX. Y además,
es un cauce racionalmente dirigido en términos anticapitalistas, y en aras de un mundo
nuevo, que también pretende atajar el desarrollo caótico y bastante azaroso que pade-
ció México, después de 1810 y después de 1910, respectivamente.
Pues como nos lo han mostrado ya muy recientemente las clases y los sectores
subalternos de Argentina, de Ecuador y de Bolivia, es totalmente posible derrocar a
un gobierno impopular e ilegítimo, por vías completamente pacíficas y con métodos
de acción no violentos, evitando al máximo el derramamiento de sangre y la pérdida
de vidas humanas. Basta para ello el haber consolidado un vasto movimiento social
popular, que agrupe a todas las clases y sectores subalternos de la nación, y que de
manera firme y unida se plante con sus demandas y exigencias frente a los poderes y
las clases hoy dominantes. Aunque, y es el paso que le ha faltado a esos pueblos
sudamericanos mencionados, ese derrocamiento hubiese debido haber sido continua-
do con la instauración de un nuevo gobierno que “mande obedeciendo”, y con una
Chiapas, Planeta Tierra 21

redistribución total de la riqueza, en donde ya no existen ricos, y cada quien vive sólo
de su propio trabajo, y en donde la tierra sea de las comunidades que la trabajan, y
todos los miembros de la sociedad estén otra vez “todos parejitos”. Es decir, lo que
precisamente persigue y propone, para México y luego para todo el planeta, la digna
iniciativa del movimiento de La Otra Campaña.
Caminamos entonces, rápidamente y sin posibilidad de vuelta atrás, hacia el
2010 histórico mexicano. Pero ahora, y a diferencia de hace cien y también de hace
doscientos años, con la posibilidad de un desenlace mucho más feliz y promisorio.
2010 histórico que, cabe recordar, y como saben bien todos los historiadores
críticos, no necesariamente coincidirá con el año de 2010 cronológico. Porque el sim-
bólico año de 1968, por ejemplo, se dio en China en 1966, y en Italia y Argentina en
1969, es decir en años cronológicos diversos, que sin embargo, conocen y albergan
los mismos o muy similares procesos que “el ‘68” mexicano, francés o estadouniden-
se. Así que ese 2010 histórico, bien podría comenzar en 2007 o 2008, o retrasarse
hasta el 2011 o 2012.
Viendo entonces serenamente las cosas, quien apueste a que Felipe Calderón no
terminará su mandato, tiene muy altas probabilidades de ganar. Pero quien apueste a
que el 2010 histórico no repetirá el resultado de 1810 y de 1910, sino que abrirá para
México la múltiple y cada vez más ubicua gestación de un mundo nuevo, no capitalis-
ta y muy otro, un mundo justo, igualitario, democrático, incluyente y radicalmente
libre, tiene, además de grandes probabilidades de acertar, también una enorme y pro-
funda responsabilidad social. Pues si apostamos por ese futuro no capitalista, para
México y para todo el mundo, y creemos en él, es sin duda porque nos compromete-
mos a participar, activa e inteligentemente, en el proceso de su propia construcción.

Ciudad de México, martes 13 de febrero de 2007


CAPÍTULO I

Chiapas y la revolución mexicana de 1910-1921


Una perspectiva histórica

“En la actualidad, México es fundamen-


talmente una ‘tierra india’, orgullosa de
serlo...”
Fernand Braudel, Le Monde Actuel, 1963

L
a urgencia y vigencia actuales de las demandas que, para todo México, para
América Latina e incluso para el mundo, plantean tanto la presente situación
chiapaneca, como sobre todo el importante movimiento neozapatista que allí
se ha desarrollado, parecen hacerse cada vez más evidentes para todo el conjunto de
los grupos, sectores y clases sociales que habitan el tejido social de nuestra cada vez
más golpeada realidad mexicana, lo mismo que para el vasto sector del amplio movi-
miento de solidaridad internacional que sigue con atención el devenir y las peripecias
de este nuevo movimiento social de hondas raíces indígenas. Porque luego de casi
siete años de existencia pública de este movimiento social de nuevo tipo, parece irse
imponiendo cada vez más el reconocimiento claro de que, tanto en sus demandas
como en sus formas de organización, lo mismo que en su estrategia hacia la sociedad
civil y en sus concepciones generales, este movimiento de los nuevos zapatistas con-
temporáneos, prefigura ya la naturaleza y el carácter que habrán de tener todos los
nuevos movimientos antisistémicos que habrán de desplegarse en el siglo XXI cronoló-
gico que está por comenzar.
Y así, acosado por un gobierno que no ha cumplido ni siquiera los propios acuer-
dos que intentó negociar con este movimiento, pero rodeado a la vez de una verdadera
simpatía popular creciente y solidamente arraigada tanto en México como en el ex-
tranjero, este movimiento neozapatista de los indígenas chiapanecos ha continuado
resistiendo e inventando todo el tiempo nuevas respuestas y salidas frente a ese acoso,
manejando lo mismo el silencio que la palabra, y las experiencias y lecciones naciona-
les igual que las mundiales, en un claro proceso de búsqueda y de definición de la
nueva agenda a enfrentar, en las recientes condiciones de propagación de la crisis
económica mundial y de la actual reordenación del capitalismo en su fase terminal.
Manteniéndose entonces como polo fundamental de referencia de todo el vasto
conjunto de movimientos que, en México, en América Latina y en el mundo, resisten
y se enfrentan al neoliberalismo y al capitalismo en sus múltiples expresiones, y cons-
24 Carlos Antonio Aguirre Rojas

tituyéndose también como la verdadera encrucijada en la que habrán de decidirse, en


el inmediato futuro, los destinos de lo que será como sociedad y como nación México,
durante las próximas décadas por venir, el movimiento del sureño estado de Chiapas
continua concentrando la atención y el trabajo de muchos analistas sociales, preocu-
pados por diagnosticar y por explicar la actual situación nacional y mundial por la que
ahora atravesamos. Y quizá sea esta la razón que explique la considerable multiplica-
ción de ensayos, artículos, reseñas, libros y discursos que, día a día, le son consagra-
dos al “tema todavía candente” de este levantamiento y de este legítimo reclamo indí-
gena chiapaneco.
Sin embargo, y dado que una gran cantidad de esos análisis y exámenes se han
ido generado a tono con la rapidez de los cambios que está suscitando esta subleva-
ción popular, y puesto que en su legítimo afán de intentar capturar y seguir con toda
fidelidad esta marcha nerviosa de los acontecimientos esas interpretaciones se han
configurado al calor mismo de esos acontecimientos, entonces muchas de esas expli-
caciones han carecido de la incorporación de perspectivas temporales e históricas
más vastas para la construcción de esos mismos esfuerzos explicativos, quedándose
muchas veces sin quererlo, sólo dentro de la detección e identificación de los proce-
sos y de las causas más inmediatas del conflicto.
Algo que es por lo demás frecuente, cuando los científicos sociales se aventuran
en el estudio de las realidades y de los problemas correspondientes a este complejo
universo de la historia más inmediata. Como suele suceder, esta inmersión total den-
tro del acontecer cotidiano, para intentar captar los elementos fundamentales de su
diagnóstico, no esta exenta nunca de este riesgo recurrente: el precio pagado por mu-
chos de los analistas de lo social, a cambio de esa cercanía y fidelidad, de esa voca-
ción pertinente de seguir el pulso día a día de los eventos y sucesos más importantes,
es el de olvidar, perder de vista o terminar ignorando, aún de buena fe, la densidad
histórica profunda de los hechos que transcurren frente a sus ojos. Con lo cual, lo que
se pierde también es la importante posibilidad de resituar dichos acontecimientos dentro
de una visión más amplia y de más largos alcances temporales, en una perspectiva
más atenta a las lecciones principales de la historia.
Mientras tanto, la legítima interpelación que los indígenas chiapanecos han lan-
zado a todo el país, y al conjunto de los movimientos anticapitalistas de todo el plane-
ta, mantiene toda su fuerza y su vigencia. Y no sólo por el hecho de que dicha interpe-
lación continúa esperando una respuesta cabal, social y práctica, por parte de noso-
tros, sus interlocutores, sino también porque en sus reclamos más esenciales esta in-
terpelación se autoproclama como una lucha con objetivos que trascienden más allá
de lo inmediato, afirmándose como reclamos profundos y de largo alcance, que para
su verdadera solución, remiten precisamente a esos registros y a esas temporalidades
más amplias y múltiples de la historia. Porque como lo han repetido muchas veces
ellos mismos, los neozapatistas no se han levantado el 1 de enero de 1994 sólo para
cuestionar las condiciones de su más inmediato presente, ni tampoco solo para recla-
Chiapas, Planeta Tierra 25

mar algún derecho o algún objetivo exclusivamente indígena, sino más bien para pe-
lear por “un mundo en el que quepan todos los mundos posibles” y que es reivindica-
do por un movimiento que es el fruto directo de “500 años de luchas”.
Inscribiendo entonces tanto los orígenes y la naturaleza de su movimiento, como
sus objetivos y visiones de la lucha actual, dentro de una clara perspectiva temporal
de larga duración, los mismos indígenas rebeldes del sureste mexicano abren un ho-
rizonte específico de explicación de su problemática, que en la gran mayoría de los
casos ha pasado inadvertido o ha sido insuficientemente considerado por los comen-
taristas y los estudiosos de la actual situación chiapaneca. Sugerir entonces algunas
posibles explicaciones nuevas del fenómeno del movimiento rebelde chiapaneco, que
partan de la clara asunción de esta imprescindible densidad histórica que le subyace,
es el objetivo de las breves reflexiones que siguen.

***

Entonces, y sólo para ilustrar el hecho de que la actual situación de Chiapas en Méxi-
co, y el actual movimiento indígena neozapatista, no pueden comprenderse cabalmen-
te, sin recurrir a estas visiones históricas atentas a los diferentes órdenes de fenóme-
nos que confluyen en este conflicto social profundo, y con ello a los distintos registros
temporales que corresponden a esos diversos órdenes de problemas, quizá convenga
tomar un ejemplo entre los varios posibles, para tratar de hacer explícito, para este
caso especialmente elegido, el vínculo que tiene el estallido chiapaneco del 1 de enero
de 1994 con los procesos profundos que vivió México durante la revolución mexica-
na que arranca en el año de 1910. Con lo cual se hará evidente que las raíces reales de
este movimiento social no se explican ni por razones puramente circunstanciales, ni
tampoco por hechos o procesos de los últimos años o incluso lustros, sino que se
remontan en sus estructuras y razones más profundas a realidades y procesos estructu-
rales de a veces uno y a veces varios siglos.
Cuando analizamos entonces bajo esta óptica de la larga duración histórica, di-
cho proceso revolucionario mexicano que inaugura nuestro “breve siglo XX”, se nos
muestra claramente que el país que el porfiriato heredó a la revolución mexicana,
puede ser comparado a un “motor de tres tiempos”, ya que dicho país era precisamen-
te una nación recién nacida, en términos reales y no puramente formales, que acababa
de constituirse a partir del precario ensamblaje de tres “países” menores o
macrorregiones, que habían coexistido dentro del territorio nacional durante varios
siglos. Porque más allá del estancamiento político y de la indudable represión social
que caracterizó al régimen porfirista, el gran progreso histórico que éste cumplió, fue
el de iniciar el proceso de formación de un verdadero mercado interno a escala na-
cional, mercado que como en todos los procesos de constitución de las naciones mo-
dernas, no era otra cosa que el esqueleto económico en el que podría apoyarse la
verdadera construcción de un auténtico proyecto integralmente nacional.
26 Carlos Antonio Aguirre Rojas

Por eso, el sentido profundo que han tenido tanto el desarrollo de la red de
ferrocarriles por todo el espacio nacional y la modernización del sistema de correos y
de telégrafos, lo mismo que la inauguración de la red telefónica, el impulso al sistema
de puertos marítimos o la supresión del sistema de alcabalas internas hasta entonces
vigente, ha sido el de llevar adelante este claro y conciente proyecto porfirista de
unificar a estas tres macroregiones históricas que, con distintos grados de antigüedad
y por ende de longevidad, con diferencias notables en cuanto a sus respectivos niveles
de desarrollo global, y con características diversas en lo que toca a sus específicas
condiciones geohistóricas y naturales, trataban de integrarse más orgánicamente en un
solo y verdadero proyecto de nación.
Y es esto lo que explica la enorme y evidente disparidad en lo que corresponde
a la participación específica que van a tener estas tres macrorregiones de México, o
estos tres “países” que se incluyen dentro del territorio de lo que entonces era México,
dentro del proceso concreto de esta revolución mexicana. Porque esta revolución, que
con su surgimiento inaugura, como ya hemos mencionado, lo que será claramente el
“breve siglo veinte histórico mexicano”, va a aparecerse, en un principio, como un
claro movimiento organizado, promovido y protagonizado casi exclusivamente por
las gentes de la macrorregión del norte del país, como una especie de amenazadora
interpelación y luego invasión de esos hombres venidos del norte, dentro de los desti-
nos específicos y dentro de la vida general de la historia de la macrorregión o “país”
del centro.
Así, a tono con el también desigual desarrollo agrícola, económico, político y
cultural que tenían las tres macrorregiones mexicanas, va a destacarse la situación
particular de ese “norte” del país, que ha logrado combinar, a un mismo tiempo, los
cultivos agrícolas más capitalistas de la época con un pujante desarrollo de la nueva
minería de metales industriales, junto a una intensa formación de nuevos grupos y
elites políticas, y una alfabetización que estaba claramente por encima de la media
nacional. Por lo cual, parecen evidentes las razones de que nuestra revolución mexi-
cana de comienzos del siglo XX cronológico, haya concentrado en ese mismo norte su
primer empuje significativo, su primera oleada de cambios radicales. Entonces, y a
partir de esa más rápida modernización general de dicha macrorregión norteña, es que
puede entenderse su reclamo profundo, expresado en los múltiples conflictos y movi-
mientos que preparan y desencadenan la revolución de 1910, respecto de las restantes
dos macrorregiones de México, más lentas en incorporarse a ese alto desarrollo capi-
talista y a todos los efectos sociales que el mismo conlleva. Una modernización dife-
rida y desplegada a ritmos diversos, que solo habrá de acelerarse en la macrorregion
del centro del país, justamente, como resultado de los cambios que va a desatar dicha
revolución mexicana. Y ello, en una secuencia que corre desde las secuelas en Morelos
del primer movimiento zapatista, hasta las bizarras expresiones finales del movimien-
to cristero posrevolucionario.
Chiapas, Planeta Tierra 27

Sin embargo, si la revolución mexicana, en la que la macroregion norteña inter-


pela a todo el país para urgirlo a modernizarse, va a lograr desencadenar una serie de
profundas transformaciones sociales y generales en la zona o macroregion central de
lo que hoy es México, transformaciones que irrumpen desde 1910, en cambio la
macrorregión del sur va a verse muy poco o nada afectada por las sucesivas olas
revolucionarias del movimiento de 1910. O para decirlo de otra forma, cuando anali-
zamos los efectos globales de nuestra revolución, en términos espaciales e históricos
de largo alcance, el proceso se asemeja a la chispa que, al actuar sobre el motor de tres
tiempos que era en ese entonces México, logro encenderlo inicialmente para echar a
andar el movimiento dentro de la macrorregión del norte, propagándose, en un segun-
do tiempo y más bien lentamente, durante varios lustros, hacia el espacio o zona del
centro, para luego detenerse, en un tercer tiempo y bruscamente, al haber reducido
considerablemente su efecto transformador en el conjunto de las zonas y regiones de
menor dimensión que se incluyen dentro de la macrorregión del sur.
De este modo, la revolución mexicana transformó, rápidamente y de raíz, al
norte del territorio nacional, para luego hacer sentir su impacto modificador sobre el
centro del país, durante la coyuntura posrevolucionaria que culminó con el gobierno
de Lázaro Cárdenas. Modificación más tardía y lenta de esta zona central de México,
que no obstante fue profundamente remodelada también, tanto por las secuelas del
zapatismo original, como, aunque en muy otro sentido, por los ecos prácticos del
movimiento de la Cristiada. Sin embargo, y en un proceso complejo que explica una
parte importante de las raíces históricas del actual movimiento neozapatista chiapaneco,
a lo largo de todo este devenir de la revolución mexicana, el espacio de la macrorregión
del sur prácticamente no fue tocado más que de una manera muy superficial y esporá-
dica, conservando y recreando casi sin cambios sus viejas estructuras y sus viejos
modos de funcionamiento social, para eludir el ser transformado de fondo. Así, en el
conjunto de las complejas dinámicas diferenciales que conforman a la revolución
mexicana, esta macrorregión sureña no sufrió cambios fundamentales ni en sus es-
tructuras agrarias y económicas, o en sus jerarquías y hábitos sociales más tradiciona-
les, ni tampoco en sus realidades políticas o culturales más esenciales, dejando más
bien que funcionara, frente a una revolución que le llegaba desde fuera y a destiempo,
como simple reserva de apoyo económico o político de las distintas pugnas de los
grupos del centro y el norte del país.
De manera que, mientras el norte primero, y luego la zona del centro del país
mudaban profundamente la piel, el sur permanecía como ese espacio que, una vez
más, volvía solo a cumplir esa difícil tarea de larga duración que la historia parece
haberle encomendado, desde los tiempos de la remota conquista española: el rol de
zona de refugio de los actores que son expulsados, por múltiples y muy diversas razo-
nes, de las contiendas del centro del país. Porque es dentro de esta macrorregión
sureña de México, en donde se establecieron muchos de los indígenas rebeldes de los
siglos XVI y XVII, que negándose a someterse sin más al dominio español, optaron
28 Carlos Antonio Aguirre Rojas

mejor por escapar de las zonas centrales de México y por esconderse en las montañas
y selvas de ese exuberante y difícilmente accesible espacio del sur. O también, es el
caso de todos esos dirigentes políticos que creyeron encontrar, en esas zonas sureñas
alejadas del centro del país, el espacio propicio para sus singulares y en general más
bien fallidos experimentos anticlericales o semisocialistas. E igualmente, y comple-
mentando esta situación, es claro que ha sido a este mismo sur, al que le ha correspon-
dido el papel de ser una suerte de área de reserva que, marchando al ritmo de su
propio reloj histórico, siempre diverso del reloj del centro del país, ha podido sin
embargo ser pródigo y generoso en recursos económicos y políticos, que se canalizan
muchas veces hacia ese mismo centro, para ser allí utilizados sea en supuestos proyec-
tos de alcance “nacional”, sea claramente, en el mismo desarrollo de dicho espacio
central.
De esta manera, al observar el proceso de la revolución mexicana con cierta
densidad histórica, y desde estas visiones de siete leguas de la larga duración históri-
ca, se obtiene la impresión general de que dicha revolución, no pasó con sus efectos
transformadores y renovadores por los vastos territorios de Chiapas, ni tampoco, más
en general, por todo el resto de ese importante “país” del sur, más que de una manera
superficial y siempre bajo figuras bastante peculiares y extrañas. Los enormes latifun-
dios de la gran propiedad de la tierra, que denunciaron autores como Andrés Molina
Enríquez, y que en otras zonas del país fueron desmantelados y destruidos por la
propia revolución, o por la reforma agraria que le hizo eco durante todavía tres déca-
das, quedaron muchas veces intactos en amplios espacios de esta macrorregion del
sur. Y también quedó intacta en lo esencial –a pesar de los esfuerzos radicales y pro-
fundos, aunque más fallidos que exitosos, de por ejemplo Salvador Alvarado o Tomás
Garrido Canabal– esa configuración histórica particular, extraña y desgarrada, que
caracteriza a la macrorregión sureña desde el porfiriato, y quizá desde antes, y que
despliega y afirma una situación antitética de una economía y una sociedad que se
encuentran inmediatamente conectadas a los circuitos más desarrollados y sofisticados
del mercado mundial capitalista, al mismo tiempo que reproducen en su interior las
formas más arcaicas y hasta precapitalistas de explotación de la fuerza de trabajo, la
vigencia y funcionamiento de ciertas jerarquías sociales muy atrasadas, la sobrevivencia
realmente anacrónica de elites políticas autoritarias, brutales y muy limitadas, y la
persistencia de concepciones culturales profundamente discriminatorias y racistas.
Atrapado así dentro de esta simbiosis bizarra de arcaísmo social y de
ultramodernidad, que se refleja hasta hoy día en la cultura, en la sociedad, en la polí-
tica y en la economía chiapanecas, y sin haber podido asumir e incorporar en sus
propios territorios los efectos saludables que, pese a todo, alcanzó a provocar la revo-
lución mexicana en ciertas áreas del tejido social global, este “país” o macrorregión
del sur se retrasó todavía más respecto de los avances generales tanto del centro como
del norte, para terminar conformándose como una suerte de última estación de ese
proceso de ignición y de funcionamiento del motor de varios tiempos que era el mo-
Chiapas, Planeta Tierra 29

saico abigarrado de nuestro país. Y a la luz de los acontecimientos más recientes, y de


las específicas demandas que han enarbolado los rebeldes indígenas neozapatistas,
bien podemos postular que esa situación que se hizo más que evidente a partir de
1910, se ha prolongado a lo largo de todo el “breve siglo veinte” histórico mexicano,
que arranca justamente en esa misma fecha de 1910, con el estallido revolucionario
promovido por el “país” o macrorregión del norte, para concluir precisamente sus
días con la sublevación zapatista del primero de enero de 1994.
Ahora, y justo desde ese primero de enero de hace casi siete años, Chiapas ha
encendido ya la mecha que inaugura ese tercer tiempo del motor mexicano, interpe-
lando al conjunto del país, al semicontinente latinoamericano y a todo el variado gru-
po de los movimientos sociales anticapitalistas del mundo, en torno de un reclamo tan
elemental como legítimo: Chiapas y todo el sur de México –como lo demuestran tam-
bién los recientes conflictos y movimientos que han estado desarrollándose en Tabasco,
en Oaxaca, en Guerrero, en Yucatán, etc.– han comenzado exigiendo, simplemente, su
nivelación respecto al desarrollo histórico global, económico, social, político y cultu-
ral que el país ha alcanzado durante este breve siglo veinte histórico mexicano. Por
eso, sus primeras demandas presentadas públicamente, reivindicaban puntos como
“techo, trabajo, educación, tierra, o salud” a la vez que reclamaban “democracia, li-
bertad o justicia”, entre otras exigencias esenciales.
Sin embargo, si desde una mirada puramente exterior y ajena a las realidades
que ha vivido México en el último siglo, estas demandas podrían parecer como poco
radicales o como muy limitadas, vistas en cambio desde una óptica más profunda, se
revelan claramente como demandas cuyo cabal cumplimiento es absolutamente impo-
sible dentro de los marcos hoy vigentes de las políticas neoliberales, tanto económi-
cas, como políticas, sociales y culturales, que han sido impuestas en nuestro país des-
de hace ya dos décadas, y que, como es cada día más evidente, no van a modificarse
de manera sustancial con el nuevo gobierno de Vicente Fox. Y es justamente de esta
incompatibilidad profunda de las exigencias neozapatistas, con las estructuras de un
país poco desarrollado en términos capitalistas, agravadas por sus versiones
neoliberales, de donde brota el carácter profundamente subversivo y radical de sus
principales exigencias.
Lo que además, se acompaña con el hecho de que, al exigir su “actualización”
respecto del desarrollo general que tienen ahora las macrorregiones del centro y del
norte de México, las demandas del nuevo zapatismo van a empatarse con las propias
reivindicaciones sociales y generales de estas últimas zonas del país. Porque es claro
que durante estos últimos noventa años transcurridos desde el inicio de la revolución
mexicana, ni el “país” del norte ni el del centro se han quedado estáticos. Ambos han
vivido y cultivado los efectos principales de esa revolución mexicana, que habiendo
sido el movimiento social más profundo y vigoroso de toda Latinoamérica durante la
primera mitad del siglo veinte, se constituye como la causa estructural y más profunda
del conjunto de las principales diferencias que hoy existen, desde el punto de vista del
30 Carlos Antonio Aguirre Rojas

grado de desarrollo social en general, entre nuestro país y las restantes naciones de
América Latina. Pues no hay duda de que, a pesar de que la vía campesina popular,
más jacobina y radical de esta revolución, fue derrotada al ser vencidos o asesinados
Emiliano Zapata y Francisco Villa, sin embargo dicha revolución hizo igualmente
sentir algunos de sus benéficos efectos transformadores sobre estas dos macrorregiones
de México, provocando, pese a tropiezos y recaídas, parte importante de los avances
y conquistas que logró la población mexicana, y parte de los cambios y progresos que
los movimientos sociales obreros y campesinos pudieron imponer para acelerar el
desarrollo social global con el que ahora contamos.
De este modo, el ciclo de las secuelas principales de esa revolución se ha cum-
plido en dos diferentes momentos. Primero, con las modificaciones esenciales que
provocó la coyuntura que culmina en el cardenismo y su importante reforma agraria.
Luego, en un segundo tiempo, con los frutos directos de esas transformaciones recogi-
dos desde el fin de la segunda guerra mundial y hasta esas dos grandes rupturas re-
cientes, que han impactado profundamente los paisajes sociales, económicos, políti-
cos y culturales tanto de México como de toda América Latina y del mundo en su
conjunto, y que son la revolución cultural planetaria de 1968 y después la crisis eco-
nómica mundial de 1972-1973.
Y no es una simple coincidencia fortuita, sino todo lo contrario, el hecho claro
de que es justamente en este parteaguas de 1968/1973, el momento en el que se ago-
tan de manera evidente los efectos progresivos principales de nuestra revolución mexi-
cana. Después de estas simbólicas e importantes fechas de la historia contemporánea
mundial, y también latinoamericana y mexicana, nuestro país entra en la agitada co-
yuntura de intensa politización general de la ciudadanía, y de emergencia de los múl-
tiples y diversos movimientos sociales que precipitan la crisis política definitiva del
actual sistema de gobierno que comienza en 1988 y que se prolonga hasta el día de
hoy, más allá del resultado de las elecciones del 2 de julio del 2000, y de los cambios
más cosméticos que reales del futuro gobierno que comenzará a funcionar el 1 de
diciembre de este mismo año recién mencionado.
Pues también es claro que es sólo dentro del escenario creado pacientemente
durante el período de los años de 1968 a 1988, que puede entenderse la profundidad y
amplitud del rol que ha podido jugar la interpelación chiapaneca dentro de la situa-
ción actual. Ya que al erosionarse y caducar definitivamente la movilidad social as-
cendente que caracterizó al período de desarrollo estabilizador, y al desatarse la crisis
económica que el paréntesis petrolero no hizo más que postergar, nuestro país entró
en esa nueva coyuntura post-1968, que a la vez que cuestionaba progresivamente al
conjunto de las instituciones y de las prácticas nacidas de la revolución mexicana,
comenzaba a abrir los espacios para plantearse a si misma las condiciones de un nue-
vo salto hacia delante. Y es este el sentido profundo que tiene tanto la crisis terminal
del partido de Estado que culmina el 2 de julio último –aunque dejando sobrevivir
ampliamente a la subcultura priista, claramente instalada ya en el nuevo gobierno de
Chiapas, Planeta Tierra 31

Vicente Fox–, como la degradación indetenible del sindicalismo corporativo y acrítico,


lo mismo que la emergencia cada día más fuerte de una verdadera cultura ciudadana,
de movimientos amplios de los más dispares sectores de la sociedad civil, y de la
incipiente conformación de una prensa libre, de una opinión publica crítica y de espa-
cios de organización y de expresión independientes. Y todo ello dentro de un proceso
más global, en el que la población mexicana, a la vez que saldaba cuentas con todo
este conjunto de secuelas políticas de nuestra revolución, iba asumiendo poco a poco
las implicaciones y consecuencias principales del gran giro político y cultural simbo-
lizado en la revolución de 1968.
Y esta crisis profunda del sistema político, que no se termina ni mucho menos
con el simple cambio formal de funcionarios que ahora esta en curso, mientras se
continúan las mismas políticas neoliberales, y ahora hasta empresariales, de gestión y
administración de lo económico, lo social, lo político y lo cultural, va acompañada de
una crisis económica que amenaza con convertirse en estancamiento económico per-
manente, estando además acompasada con una crisis social que deshace y rehace las
identidades de los sectores y clases de la sociedad mexicana a un ritmo acelerado. Y
todo ello, dentro de un telón de fondo en el que la cultura es cada vez más vista como
un “bien superfluo”, que sirve solo para adornarse de vez en cuando, pero que en el
fondo no cumple ninguna tarea ni función realmente prioritaria o imprescindible, dada
su escasa y solo marginal “rentabilidad” económica.
Espectro entonces complejo de la crisis global que vive ahora México, que tam-
bién nos permite entender y redimensionar los sentidos esenciales del reclamo
chiapaneco antes referido. Para “ponerse a la altura” del desarrollo histórico alcanza-
do por las macrorregiones del centro y del norte del territorio nacional, el sur y Chiapas
tienen que reivindicar, doblemente y en un mismo movimiento, tanto las profundas
transformaciones sociales generadas durante este siglo por la revolución mexicana
que nunca han llegado hasta sus territorios, como también e igualmente su superación
o radicalización globales, que ahora son exigidas y reclamadas por todo el conjunto
de la sociedad mexicana. Es decir, que a la vez que se pelea por destruir el latifundio,
por quebrar la soberbia racista de las elites dominantes chiapanecas, y por instaurar
una verdadera democracia en todos los estados del sur de México, se hace necesario
reivindicar también, desde Chiapas y más en general, la única salida real de la men-
cionada crisis económica, social, política y cultural que vive actualmente nuestro país,
y que implica sin duda alguna una transformación social de largo alcance de nuestra
propia sociedad.
Chiapas se ha convertido así, al mismo tiempo, en el barómetro privilegiado de
la situación mexicana contemporánea y en la encrucijada principal en la que se deci-
den los destinos futuros de México para el próximo medio siglo por venir. Porque la
situación chiapaneca y el movimiento neozapatista han llegado a un punto sin retorno,
que implica que Chiapas solo puede “actualizarse” y resolver sus problemáticas más
acuciantes, en la medida en que trascienda y vaya más allá de las políticas y de las
32 Carlos Antonio Aguirre Rojas

viejas soluciones que hasta hoy se han intentado para enfrentar la crisis global mexi-
cana antes mencionada. No habrá pacificación de Chiapas sin la aplicación verdadera
y no retórica de una amplia justicia social, de una reforma agraria radical, de una
renovación cultural profunda y de un saneamiento estructural de la vida política re-
gional. Pero, como Chiapas no es una isla separada del país y de América Latina, estos
procesos sólo pueden cumplirse en escala local y regional si se implementan a la vez
en escala por lo menos nacional, y quizá continental. Lo que empata claramente a las
exigencias y al movimiento neozapatista tanto con los reclamos de la sociedad civil
mexicana, como con el resto de los movimientos antisistémicos de América Latina y
del mundo.
Y a la inversa. Porque México no podrá avanzar realmente en la transformación
estructural profunda que requiere la solución de su crisis global actual, sin antes asu-
mir, enfrentar y resolver de fondo los legítimos reclamos contenidos en la interpela-
ción indígena chiapaneca. Pues es imposible una real democratización y
ciudadanización de nuestra cultura política mientras subsista la discriminación y la
marginación de los indígenas, a la vez que es inconcebible una cultura nueva y crítica,
sin superar en la práctica los atavismos del racismo, del pensamiento único, de la
prepotencia y de la exclusión característicos del proyecto de la modernidad burguesa
todavía dominante. Y es también impensable la salida del estancamiento y la crisis
económicos sin romper con el neoliberalismo salvaje que ha destruido a las comuni-
dades campesinas, chiapanecas y de todo el semicontinente latinoamericano. Lo que
nos recuerda aquella afirmación de Charles Fourier, que propone que una sociedad es
siempre tan avanzada como el menos desarrollado de sus miembros. O como la postu-
la también esa sentencia bíblica, que ahora se ha convertido en parte del saber popular
y que en nuestras actuales circunstancias se revela cargada de un profundo sentido:
“los últimos serán los primeros”.
Desafortunadamente, y más allá de las declaraciones de nuestros políticos, el
problema de Chiapas no será resuelto ni en quince minutos, ni en varios meses, y quizá
ni en varios años. Porque los reclamos que los indígenas chiapanecos plantean al con-
junto de la sociedad mexicana trascienden con mucho a las circunstancias inmediatas
de la política y de la vida social mexicanas, hundiendo sus diversas raíces en la coyun-
tura recientemente vivida de 1968/1988, en los cambios específicos que provocó la
revolución mexicana y también en los procesos multiseculares de las formas de la
conquista y de los intentos de imposición del proyecto de la modernidad capitalista
cristiana y occidental a los indígenas de Chiapas, de México y de América Latina, a los
que de manera desigual hemos hecho referencia. Por eso, se trata sin duda de una
interpelación y un conjunto de demandas que poseen una fuerte densidad histórica. Tal
y como lo han mostrado fehacientemente los propios indígenas, durante estos siete
años transcurridos desde 1994, se trata de un verdadero movimiento popular, de am-
plísima difusión y de verdadero arraigo y representatividad de esas mismas masas indí-
genas. Es un movimiento que trasciende definitivamente –sin vuelta atrás posible–, la
Chiapas, Planeta Tierra 33

figura del indígena indefenso y sometido, al que habría que proteger y educar en los
supuestos de una cada vez más cuestionada “civilización” burguesa y capitalista.
De este modo, y muy al contrario, los indígenas rebeldes del sur de México
vuelven ahora a mostrarnos aquello de lo que siempre han sido capaces, es decir, la
posibilidad de proponer otra visión y otra explicación de la historia y del presente
nacional. Y no sólo explicación, sino también y sobre todo una clara exploración,
junto al resto de la sociedad mexicana, de otros caminos, nuevos y radicalmente dis-
tintos, para el desarrollo social global de México y hasta de América Latina. Al mismo
tiempo –y no es lo menos importante–, los indígenas chiapanecos nos muestran cómo
es posible instaurar en nuestro país prácticas que hasta hace muy poco eran muy poco
usuales entre nosotros: ellos están haciendo oír su voz no sólo en Chiapas y en el sur
de México, sino en todo el país, en Latinoamérica y en todo el mundo. Algo que, por
lo demás, no parece todavía haber sido completamente asimilado por el resto de la
nación mexicana, que aún olvida con frecuencia el hecho elemental de que solo parti-
cipa en el coro aquel que hace oír su propia voz, integrándola en el concierto del
conjunto. Hace falta que en México la sociedad se exprese clara y fuertemente con
mucha más frecuencia. Por ejemplo, tomando abiertamente posición respecto de la
interpelación de estos indígenas chiapanecos.
Porque sólo a partir de asimilar prácticas inéditas y de construir otras nuevas, la
sociedad mexicana como un todo estará también a la altura de la interpelación venida
de las profundidades sociales de Chiapas. Y sólo entonces, tal vez, pueda funcionar a
toda su capacidad ese motor de tres tiempos que parece ser el mecanismo de avance
de nuestro país. Para llevarnos, esperémoslo, por muy otros caminos, radicalmente
distintos de los del neoliberalismo económico, la desintegración política y la descom-
posición social por los que ahora transitamos.
México le debe, en todos los varios posibles sentidos del término, no una sino
muchas caravanas de admiración, solidaridad y respaldo activo al movimiento indíge-
na zapatista de Chiapas. Esperemos, con confianza y optimismo, que haga honor a
ésta, su única deuda verdaderamente legítima.

Ciudad de México, octubre de 2000

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