You are on page 1of 4

La chatarra electrónica o basura tecnológica es un conjunto de residuos

considerados peligrosos, provenientes de computadoras, teléfonos


celulares, televisores y electrodomésticos en general, que han sido
consumidos o descartados. La recuperación de los elementos valiosos que
contiene justifica el reciclado de muchos de sus componentes, como el
cobre de los cableados. Su tratamiento inadecuado ocasiona graves
consecuencias para el medio ambiente y para los que se dedican a ello en
condiciones precarias, muchas veces en países del tercer mundo con
políticas medioambientales menos rigurosas hacia los que se exporta con
ese fin.
La chatarra electrónica es también conocida como basura tecnológica, son
basuras descartadas como aparatos tecnológicos, cuyo grado de
peligrosidad es elevado. Es el caso de computadoras y teléfonos celulares.
En su fabricación se incluyen materiales tóxicos que afectan la salud de
miles de trabajadores que laboran en las líneas de producción y que
desconocen el riesgo de permanecer expuestos, en forma directa, a esas
sustancias. No obstante existen algunos componentes de estos materiales
que son reciclados para volver a reutilizarlos, un ejemplo de esto es el
cobre en los cables. Las empresas conocen las condiciones en que operan,
de ahí la rotación en puestos para soldar y reparar tarjetas y circuitos
electrónicos.
Muchas plantas cambian cada año a los trabajadores en esos puestos,
debido a la elevada concentración de vapores con plomo y a que los
sistemas de extracción de aire son deficientes o prácticamente
inexistentes El tratamiento de estas partículas debe de tener una
regulación muy fuerte como medio de protección al medio ambiente. Si
estos materiales son expuestos al medio ambiente, las personas se pueden
ver en altos riesgos de contraer enfermedades muy peligrosas. Los
materiales más peligrosos son el plomo, el arsénico y el trióxido de
antimonio. Otros materiales tóxicos son el cadmio y el mercurio, los cuales
después de estar involucrados en un proceso de fundición, liberan toxinas
de alta peligrosidad. El cromo es inmaterial altamente dañino, algunas de
los problemas de salud que puede ocasionar mancamientos de la piel,
problemas al respirar, cáncer en los pulmones, daños en el hígado y en los
riñones y como un caso muy común, la muerte. El mercurio tiene efectos
dañinos pero muy distintos a los efectos del cromo sobre la salud del ser
humano, este puede provocar complicaciones en el sistema nervioso, daño
muy relevante al cerebro, además de a los cromosomas y a la piel, en las
mujeres es posible que provoque infertilidad así como abortos y defectos
en nacimiento. Los efectos del cadmio son desordenes psicológicos,
fracturas de los huesos del cuerpo, vómitos y diarreas, cáncer, daño al
sistema nervioso y al sistema inmune del cuerpo.
Los efectos del plomo son la perturbación en el sistema nervioso, cáncer,
daños severos al cerebro, elevación de la presión sanguínea del cuerpo,
disminuye la capacidad de aprendizaje, abortos y perturbación en el
comportamiento de los niños. Para evitar estas enfermedades es muy
recomendable evitar cualquier tipo de exposición constante a estos
materiales, además de que se debe de reciclar adecuadamente los
materiales electrónicos. Reciclar los aparatos que no pueden venderse o
donarlas a una compañía en específico, existen empresas que reciclan estos
aparatos sin incluir ningún tipo de costo. Otra solución es participar
activamente en cualquier actividad que este destinada a promover la
reducción de las sustancias peligrosas en los electrodomésticos que se
encuentran en nuestro hogar. En la mayoría de los países desarrollados se
establecen multas a las personas que no cumplen con los deberes de
compra y reciclado de un material electrónico, esto no es visto en países
subdesarrollados ya que no cuentan con las maquinas necesarias para hacer
un proceso adecuado, además de que el sistema de legislación es
totalmente diferente. Equipo arquitectura y construcción de ARQHYS.com.
Pero resulta que esta revolución informática, respaldada por una industria
silenciosa y limpia impulsada por chips de silicio, tiene su lado oscuro.

Fuera de la vista y de la repercusión pública, lejos del opulento Occidente,


están los vertederos de basura para cientos de millones de computadoras,
televisores, teléfonos celulares, equipos estereofónicos, refrigeradores y
otros aparatos electrónicos desechados con una velocidad cada vez mayor.
El usuario medio de computadoras en Estados Unidos actualmente
reemplaza sus equipos cada 18 a 24 meses.

Los desechos electrónicos constituyen el problema de recolección de


residuos de mayor crecimiento en el mundo. Desde los rincones industriales
de China continental a las regiones de India y Pakistán en rápido proceso
de industrialización, una amplia gama de aparatos se está recibiendo y
reciclando en condiciones que ponen en peligro la salud de los
trabajadores, de sus comunidades y del ambiente.

La mayor parte de los componentes de estos aparatos es recuperada por


pobres recolectores y vendida para su reutilización. Pero en el proceso,
ellos y los ambientes a su alrededor están expuestos a los peligros
provenientes del contacto con metales pesados como el mercurio, el plomo,
el berilio, el cadmio y el bromo que dejan residuos letales en cuerpos,
suelos y cursos de agua.

Se trata de un tipo de reciclaje que no es precisamente el que los


consumidores tienen en mente cuando obedientemente depositan sus
computadoras en el vertedero local. Los expertos industriales dicen que
entre 50 y 80 por ciento de la chatarra electrónica recolectada para el
reciclaje termina en barcos con contenedores dirigidos a los vertederos de
basura electrónica de Asia, donde sus componentes tóxicos van a parar a
corrientes sanguíneas y cursos de agua.

Los gobiernos y las firmas electrónicas conocen desde hace tiempo los
peligrosos efectos de este reciclaje, como ya en 1989 señalaba la
redacción de la Convención de Basilea, un tratado internacional que se
ocupa del comercio mundial de residuos tóxicos.

En 1994, este tratado fue reforzado para prohibir la exportación de


todos los desechos tóxicos de los países ricos hacia los países pobres,
incluso con el propósito de reciclarlos. El único entre los países
desarrollados que rehusó ratificar la Convención de Basilea fue Estados
Unidos.

Ahora, como en el caso de muchos otros acuerdos globales, el resto del


mundo ha dejado de esperar que Estados Unidos conduzca el proceso para
reducir los peligros derivados de la chatarra electrónica y ha tomado la
iniciativa por sí mismo.
Por ejemplo, la Unión Europea (UE) ya ha puesto en vigor la Convención de
Basilea y prohíbe en todos los casos la exportación de desechos peligrosos
hacia los países en desarrollo. Y, más importante aún, la UE está
preparando una serie de reglas que incluyen la exigencia a las industrias
electrónicas que le venden a sus 25 miembros de asumir la responsabilidad
por todo el ciclo de vida de sus productos.

Por otro lado, algunos especialistas innovadores están proponiendo que


tanto los fabricantes como los consumidores piensen en sus computadoras y
otros aparatos electrónicos no tanto como productos para ser vendidos y
comprados, sino como servicios para ser utilizados durante tiempos más
prolongados que los actuales.

Pero ¿qué pasaría si nosotros compramos a los fabricantes “cajas” básicas


que contengan los componentes centrales y que, a la vez, los productores,
como parte de un acuerdo de servicio a largo plazo, aseguren el
mantenimiento regular de la máquina e instalen en la misma dispositivos
más modernos cuando ellos estén disponibles? La “expectativa de vida” de
las computadoras se extendería entonces a cinco o más años.

Para adoptar tal enfoque sería necesario aplazar indefinidamente la


estrategia de supervivencia de los fabricantes de planificar la
obsolescencia a corto plazo de sus productos y de condicionar la
preferencia de los consumidores por incesantes novedades en sus equipos
electrónicos.

You might also like