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I.- Introducción
A fines de 1974, me dirigí a la sede de la firma Brazeau Transpon, con el propósito de presentar mis
objetivos de investigación y solicitar la colaboración de la empresa un intenso temor por aquel primer
encuentro. Me ponía en el lugar del director del personal de una gran empresa de camiones, teniendo
que recibir una buena mañana a un antropólogo en su oficina. Por otra parte, no tenia ningún problema
en estar en el mío propio, el de un antropólogo especializado en asuntos amerindios (es decir, un
antropólogo normal) que va a presentar un de estudio sobre los camioneros de larga distancia cuyo
recorrido es la ruta Matagami - Bahía James - Matagami (ruta larga de 1,800 Km. de ida y vuelta, en la
zona noreste de Québec).
Se me brindó una entusiasta colaboración y hoy puedo decir que la aprecié. fácilmente se me podía
percibir como un antropólogo convertido a la sociología. Así, cuando me dieron la autorización para viajar
con los chóferes por todo el circuito, creían - y luego me lo recordaron - estar dandome autorización solo
para algunos viajes.
No esta demás señalar que estas no eran mis primeras experiencias de campo e investigación. En el
momento de emprender este estudio sobre los camioneros, estaba completando una experiencia de cinco
años en el mundo amerindio. Más allá de los montañeses o de los camioneros, más allá de la aparente
diversidad, me interesaban, ante todo, los fundamentos de la identidad cultural, las representaciones de
los valores y el universo simbolico.
Para ilustrar este tipo de método, optamos por resumir los inpacibles resultados del “estudio Latta” Se
trata de una investigación preliminar sobre “los comportamientos ocupacionales de los chóferes de
camión de largas distancias” (en traducción nuestra). su investigación presentaba un cuestionario escrito
a 329 camioneros. En la base de la constitución de su cuestionario había tres indicadores fundamentales:
No encontró ninguna característica específica entre los chóferes de camión, que se definiera como
opuesta a las de los obreros de fábrica, salvo un rasgo: la soledad en el trabajo. El camionero se
encuentra fisicamente aislado, y ello implica consecuencias. Por lo demás, es un trabajador como los
otros.
Según las conclusiones de Latta, el trabajo no es el centro de los intereses del camionero y, por eso, no
puede proveerle de los elementos esenciales para la constitución de un rol social. En contraste, los
chóferes obtienen gran satisfacción psicológica en el ejercicio de su oficio. Y, por último ellos no se
imaginan - ni les gustaría - un cambio de empleo, lo que hace decir a Latta que ellos se comprometen con
este trabajo un poco al modo en que uno se decide en definitiva a una carrera. En cuanto a sus
motivaciones originales y a sus orígenes sociales, la información de Latta no le permite decir nada sobre
el tema, salvo que la mayoría de los encuestados habría señalado que, en el fondo, llegar a ser
camionero significa, sobre todo, encontrar un empleo cuando se está buscando uno. Ello implica sostener
que, desde un inicio, la mayoría de los individuos no deciden ser camioneros, sino, más bien, colocarse
en el mercado de trabajo. Recién después aparecerá la satisfacción que Latta describe como muy
intensa.
En resumen, las conclusiones de Latta sirven como reafirmación, en cuanto llega a la conclusión de que
el camionero es un trabajador como cualquiera, con la única diferencia aparente de que el trabajar solo le
proporciona gran satisfacción psicológica.
Desde mi punto de vista, las conclusiones son decepcionantes. Nada se dice sobre la satisfacción
psicológica ni sobre la solidaridad que la soledad engendra.
Investigar una subcultura dentro de un medio laboral, aplicar un método de investigación antropológica
para estudiar la ideología y la cultura de los camioneros, y abrir terreno en este medio particular, son
cosas que sorprenden. ¿Cómo se realiza una investigación etnográfica o sociográfica con chóferes de
larga distancia?
Mi principal estrategia consistió en basarme casi exclusivamente en conversaciones con los chóferes y en
participar en situaciones características del medio. Ello significaba estar con los / camioneros en la
carretera, la cabina del camión, los restaurantes, las estaciones terminales y los depósitos. Significaba,
por otra parte, descansar y redactar mis notas en cuartos de hotel, en los pequeños pueblos donde se
concentran las operaciones de transporte que sirven de L de fondo al presente análisis.
Si admitimosque el camión es, antes que nada, una máquina construida para transportar mercadería,
¿Cuál viene a ser su función objetiva?, ¿Que otra cosa vemos al examinar dicha máquina un poco más
de cerca?
Vemos su función simbólica, subjetiva. Vemos, sin embargo, que alguien puede descifrarla o 1
comprenderla, hacer un resumen de la subcultura, una representación compleja llena de sentido para el
iniciado. El camión es, pues, más que una máquina utilitaria. Los fabricantes y especialistas en la venta
de camiones comprendieron rápidamente que el camión constituía un lugar privilegiado con el que los
chóferes mantienen una relación especial.
Los camiones se fabrican sin perder de vista esta doble exigencia: ser técnicamente adecuados y, al
mismo tiempo, ser capaces de responder al los apetitos simbólicos del medioi Esta evolución adquirió el
aire de espiral inflacionaria: cada vez más hermosos, cada vez más fuertes, cada vez más marcados con
el sello de lo superfluo y Io ostentoso, me refiero ciertamente de los camioneros, pero incluyo a las
empresas de transporte que, en numerosos casos, se dejan llevar por el juego del prestigio y no vacilan
en comprar camiones que harán alarde, en cualquier carretera, del poderío de la empresa. Pero son, en
realidad, los camioneros independientes, los pequeños empresarios solitarios que poseen un camión,
quienes resultan los mayores consumidores de camiones prestigiosos fabricados con grandes
pretensiones de lujo. No existen, pues, razones tecnológicas utilitarias que determinen con exclusividad la
concepción de un camión. Es, más bien, una dialéctica específica la que nos remite a las condiciones
reales de la producción y uso de los camiones.
En el fondo, ¿Qué descubrí en realidad?. La máquina es una parte del universo de los camioneros, una
parte que dice mucho de este. En el plano simbólico, el camión no es algo distinto de lo que el chofer
llegara a ser. Observando a los camioneros y entendiendo sus razonamientos sobre la fuerza, la salud, la
distancia, el tiempo, el desgaste, el dinero, la vida y la muerte, descubrí todo un sistema ideológico y
cultural basado en la mayor parte de los valores que la máquina expresa.
IV CONTROL
El control consiste, principalmente, en hacer del desgaste algo distinto de lo que seria en otro marco; por
ejemplo, el de la moral de la sociedad global, donde la salud del trabajador es algo que hay que proteger.
Esta diferencia, que se convierte en la pérdida de su salud y de su energía, es el curso normal de la
liberación y de la pérdida de energía de un individuo, que así y de diferentes maneras demuestra tener en
exceso..
Ciertamente, en algún momento llegará al límite. Pero, nada es más natural. El hombre envejece, eso es
común. Lo que es menos común - y que forma parte de la filosofia del camionero - es que el hombre
tenga la posibilidad de envejecer a su propio ritmo o, en todo caso, al que ha escogido. Este es el control
del camionero. La tragedia no es “consumirse” en el trabajo. La tragedia sería “consumirse” a un ritmo no
aceptado, sobre el que no se tiene control. En este sentido, el camionero desafia simultáneamente a la
medicina y a la filosofia social general de una sociedad como la nuestra. Solo ellos lo hacen: muchas
políticas de salud en el trabajo - sobre las que están de acuerdo el sindicato, el estado y el directorio -
chocan con la resistencia de los “hábitos” laborales de los trabajadores. El diagnostico corriente, en este
caso, es la inconciencia del trabajador.
Ahora bien, los camioneros insisten en decir que poseen este control. Esta no es una ventaja menor, y
explica muchas actitudes que parecen absurdas a quien no es camionero.
La imprudencia, el riesgo calculado, la sobre exigencia, la falta de sueño, la mala alimentación, las
“pastillas”, etc., son otros tantos elementos que solo tienen sentido en un sistema particular en el que una
primera condición se impone a todo el resto: no se es camionero para estar saludable, sino para controlar
el ritmo de la propia vida, control que implica, también, por el otro extremo, el cálculo del propio deterioro.
De otro modo, no habría camioneros
VI.- El desgaste
En este punto, resulta evidente que, por la misma naturaleza del trabajo, así como por la intensidad del
riesgo, la cuestión de su propio deterioro es una realidad que concita gran atención en el pensamiento
colectivo de los camioneros. En concordancia con el placer del riesgo y el control cotidianamente
manifestado, no se puede hacer otra cosa que integrar este desgaste a la normalidad establecida y
reconocida por el grupo.
Ello explica cómo y por qué los camioneros manifiestan placer al reconocer que se destruyen “desenzpen
El sistema ofrece un marco concreto donde el individuo esta en condiciones de exponer a los demás los
limites de su resistencia y de verificarlos para si mismo. Se sabe que, en este contexto, lo más importante
es actuar hasta el límite de la propia resistencia. No debe sorprender que el problema de la conversación
de la salud y de la energía vital asuma una perspectiva particular cuando es considerado por los
camioneros. La cultura establece la siguiente norma: es necesario aceptar “consumirse “ A cambio, se
obtiene el placer de vivir hasta el límite de las propias capacidades. Esta experiencia continua es
altamente valorada en el medio.
El principio esta, pues, claramente establecido y es operativo. El que no se conforma con las normas
grupales necesidad de mantener un ritmo particular y llegar al límite de sus capacidades, corre un mayor
peligro que los otros. El mal camionero sufre un accidente por que ha transgredido la norma.
Naturalmente, los buenos camioneros también sufren accidentes, y a veces tienen finales dramáticos;
pero, en esos casos, siempre hay una explicación: fue víctima de la mala suerte, llegó hasta el fin de sus
límites, pero fue “correcto” hasta el fin.
VII.- La fiesta
En cuanto al sentimiento de pertenencia a un grupo extremadamente bien definido, son numerosos los
valores que legitiman y dan sentido a la pérdida y la destrucción de uno mismo; el desinterés es, quizás,
el más importante. Lo es porque nos proporciona una mejor explicación sobre lo que hemos llamado el
placer y el voluntarismo con que los camioneros afrontan los dramáticos riesgos de su condición objetiva.
El verdadero camionero no tiene miedo de morir, si el morir tiene un sentido en las reglas y normas del
grupo con el que esta identificado, en tanto camionero. Si observamos los accidentes de carretera a los
que un camionero esta particularmente expuesto, surge un conflicto: para salvar otras vidas, para evitar
que este universo inhumano - que el camionero controla por si solo - produzca daños graves “fuera del
mundo camionero”, el esta dispuesto a sacrificarse; “maestre a bordo “, es el ultimo en saltar, o se hunde
con su nave.
En el mundo de los camioneros, esta cercanía es aun más evidente. La cultura basada en el intercambio
simbólico termina siendo exclusivamente una competencia abstracta, un código sumamente simbólico.
En razón de esto, la ideología de los camioneros es solamente diálogo en relación a este sistema
simbólico, que existe únicamente para hacer existir al grupo, el cual, así, salda sus cuentas con la
funcionalidad práctica y la noción del trabajo. Los camioneros solo intercambian mensajes, hemos dicho.
Ideológicamente, hablan por hablar. La acción real y consecuente de la plena participación simbólica esta
en Otro punto y le da sentido al hecho de que, siendo camionero, uno se desgasta, pero nunca invierte. Y
esto es lo que importa sobre todo lo demás cuando se quiere ser un camionero, más que un trabajador. Y
los camioneros, no siendo trabajadores, logran dejar de serlo, a pesar de todo; acaban por ser lo que
quieren. Vale decir: obreros, en el sentido de fabricantes de obras; artesanos, en el sentido de artistas:
De ello resulta un placer indiscutible. Placer de “hacer”, “de obrar”, de ir hasta el final de algo en un
espacio restringido que, inmediatamente, cobra sentido. Sólo los camioneros entienden ese torneo
continuo y fraternal en el cual se inscribe y resume la vida entera.
VIII.- La creación del mundo
Queda un último punto. Para definir completamente la situación que rige la formación, es decir, el
desarrollo y el mantenimiento de este “entorno sagrado “, de este sacrificio (aceptación de su pérdida) y
de este torneo (desempeño), es preciso volver a una condición contextual del principio: conducir un
camión por distancias muy largas, por trayectos interminables. Ahora bien, si el torneo y el sacrificio
tienen sentido, es que desde la partida, la conducción es un ritual. Trataría, pues, de responder a la
siguiente pregunta: ¿Qué queremos decir cuando afirmamos que la conducción es sagrada?.
En ninguna otra parte he encontrado una formulación tan precisa como en el testimonio de un camionero
estadounidense que, convertido en escritor, publicó el siguiente artículo en la revista Rolling Stones:
“Conducir un camión permite mucho tiempo para hacer excursiones en la mente. Esta es una de las
mejores cosas que un chofer conoce, pero de lo que no habla mucho. No es fácil de entender. Desde que
Tim Leary partió con la intención compulsiva de demostrarse así mismo que era digno de la crucifixión (y
tendrá que contentarse con la autoinmolación), la euforia natural ha causado mucha sospecha. Los jefes
me dicen que la mente esta bien hasta que it is primed, pero cada uno de nosotros solo puede hablar
desde la propia experiencia. Mi experiencia es que la mente puede producir la máxima euforia; sin ayuda
de nada más que el puro pensamiento y la meditación bien lograda”
Para los camioneros, el ritual de la conducción es, así, esencialmente un ritual de meditación basado en
un principio de unión (comunicación - armonía) con la fuerza fundamental. Todo el resto se deriva de ello:
placer, desempeño y gremio.
Al producirse aquí este fenómeno, en el centro mismo de una sociedad objetivante que reprueba estas
actitudes, esta cultura de lo “sagrado” es necesariamente reprimida y fuertemente interiorizada. Se habla
poco de ella, incluso entre los “agremiados”. Pero estas ideas sobre la fuerza de las cosas no tienen que
expresarse formalmente para ser conocidas, reconocidas y seguidas. Se las vive intensamente, son tan
eficaces que en el ambiente se admite “que de otra manera, no habría camionaje”. No hay un nexo
directo entre el discurso ideológico de los camioneros y esta competencia implícita que constituye el
sentido profundo de las situaciones vividas. Dicho de otro modo, para un camionero no hay nada
superficial que pueda justificar el hecho de ser camionero. Hace falta este principio profundo que, una vez
reconocido, genera placer y, sobretodo, un sentimiento de potencia no admitido en la sociedad dominante
actual.
Es válido aquello que testimoniaba Cady en el pasaje citado anteriormente. Aunado a las anteriores
reflexiones de Mauss y a lo observado sobre el tratamiento de la noción de fuerza entre los camioneros,
se puede creer que el fenómeno que confrontamos es esencialmente una
En este sentido, nada impide decirlo todo, cuando se trata de explicar la vida, con todo lo contradictorio
que ella pueda ser, puesto que bien sabemos, además, que la explicación verdadera del mundo se
encuentra en un registro muy distinto, el cual no necesariamente es aconsejable exponer en una
sociedad que en nada valoriza a la magia como primer elemento explicativo del mundo.