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HISTORIA

Albacete (Al-Basit: El Llano) nace en época musulmana en torno a un castillo que custodiaría
su estratégico nudo de comunicaciones. Reconquistada en 1241 por el concejo de Alarcón, al
que Fernando III la concede como aldea en esas fechas, y caída muy pronto bajo la jurisdicción
municipal de la vecina Chinchilla, es, al parecer, en la primera mitad del siglo XIV cuando,
gracias a la feria aquí instalada, y a sus buenas condiciones de espacio y agua, comienza su
andadura independiente de la mano de D. Juan Manuel, señor de Villena, sobreponiéndose
lentamente a sus numerosas dificultades (todavía hacia 1324 fue devastada por una algara de
moros, hasta el punto de que se hizo preciso trasladar la feria a Chinchilla hasta que Albacete
volviera a poblarse) Don Juan Manuel dotó de privilegios a Albacete, encauzó hasta aquí las
aguas del río Balazote y de la laguna de acequión, y la separó, al parecer, de su antigua
metrópoli. Pero la crisis vivida por este territorio desde mediados del siglo XIV, con las pestes y
las guerras, debió, tal vez, despoblar la villa y hacerla volver a su primitiva condición de aldea.

En este último alcor, protegido por la Torre de la Villanueva, y cerrado ya en el siglo XV por un
muro de barbacana con cava o foso, se levantaron Los principales edificios públicos
(ayuntamiento antiguo, torre de la Villanueva ... ). Al lado, la plaza Mayor, con el rollo o picota
municipal. Ya desde el siglo XV, los tres cerrillos se veían enlazados por calles que recibían los
nombres de los edificios y lugares El Tinte, La Cruz, La Feria) y más tarde de las ermitas y
conventos (Rosario, San Agustín) situados extramuros (la población, que creció durante el XV
al mismo ritmo en que decaía la influencia de Chinchilla, se amuralló en el XVI). En esas
fechas, la villa reforzaba su función comercial y de acogida con varias posadas (la del Rosario,
la de La Estrella, la de La Feria), desarrollaban una modesta artesanía y un fuerte incremento
de las actividades agropecuarias. Hasta amplió su término municipal a costa del de Chinchilla,
comprando a Felipe 11 un buen pedazo de éste (hoy, tras aumentarlo de nuevo, posee el
mayor de la provincia, con 1.233 Km.).

En el XVIII, la reactivación de la feria (Felipe V concede el privilegio en 1710, y, tras muchas


querellas y pleitos con los frailes y con Chinchilla, el municipio consigue trasladarla al edificio
actual emplazamiento en 1783) y el cambio de coyuntura económica vuelven a propiciar un
modesto despegue de Albacete, entorpecido todavía, no obstante, por el encharcamiento de
las aguas, que continuarán dificultando el desarrollo hasta que, bien entrado ya el siglo XIX, se
lleve a término el antiguo proyecto de drenaje que daría lugar al canal de María Cristina. En el
XIX, varios saqueos de las tropas napoleónicas, primero, más tarde las guerras carlistas
(Albacete fue siempre muy tiberal) y las epidemias de cólera retrasarían su relanzamiento;
aunque también es preciso señalar que, con la capitalidad provincial en 1833, el
establecimiento de la Audiencia en 1834, la llegada del ferrocarril (1855) y la concesión del
títuto de ciudad por Isabel!! en 1862, comenzó a tener cierto tono urbano. Este era ya bien
patente a fines de siglo con la inauguración temprana de alumbrado eléctrico en 1888 y la
instalación de las primeras fábricas "industriales".
Con todo ello, y con un gran ritmo de crecimiento vegetativo no interrumpido desde mediados
de siglo, Albacete sentaba las bases de su definitiva hegemonía comarcal y regional. Ayudaría
mucho, sin duda, la feria, que gozaba de merecida fama en España y concentraba ganados de
lugares muy lejanos (en 1831 se contabilizaban en la cuerda, donde solían venderse, 12.000
vacas, 17.762 asnos, 5.363 caballos y 21.619 mulas, lo que la sitúa a la cabeza de las ferias de
España, sin desmerecer junto a las de Sevilla, Jerez o Medina del Campo).

Ese siglo XX, y sobre todo aquellos años de la primera guerra Mundial, que enriqueció a su
burguesía con las ventas de suministros a los contendientes y los locos veinte que siguieron,
vino a confirmar las tendencias progresistas de Albacete y a datarla de aguas potables,
alcantarillado, parques y jardines, Caja de Ahorros, un "Banco de Albacete", y diversos
elementos de infraestructura que permitieron el desarrollo de algunas actividades industriales,
en parte ya tradicionales: metalurgia y cuchillería, alimentación y materiales de construcción.
Así, la centuria vio multiplicarse a ritmo creciente la población, pasando desde los 21.500
habitantes en 1900, a los casi 42.000 en 1930, y los 64.200 habitantes en 1944, en uno de los
incrementos más espectaculares que conocieron las ciudades de España.
Albacete cuenta con unos 140.000 habitantes, y es, con mucho, la mayor ciudad de la región, y
un centro de servicios de primer orden, que incluyen el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-
La Mancha, varias facultades y escuelas universitarias, y un hospital que da servicio a toda la
provincia y a buena parte de la de Cuenca además de numerosos atractivos turísticos y
culturales

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