JULIO E. MIRANDA,
Retrato del artista
encarcelado.
Maracaibo:
Universidad Cecilio
Acosta, 1999,
“No todo es cércel” Esta
frase de Marti, tan abarcadora,
fue atinadamente selecciona-
da por Julio Miranda para titu-
lar su estudio sobre Marti, que
—junto con los dedicados a
Oscar Wilde y al poeta venezo-
ano Alfredo Arvelo Larriva—,
conforman su libro Retrato del
artista encarcelado,
Esta es la diltima obra de
aquel critico cubano residente,
por muches afios, en Venezue-
Ja, donde fallecié recientemen-
te, Publicado péstumamente
por amigos que siempre apre-
ciaron su valor intelectual, la
obra retine tres ensayos acerca
de tres poetas que vivieron la
experiencia carcelaria.
Enel caso de Wilde, Julio
Miranda se mueve con soltura
y eficacia por tres escritos del
irlandés: El alma del hombre
bajoel socialismo (1895), consi-
derado por ol ensayista como la
verdadera causa de la condena
Vor Bseriwra
al poeta;la Bpfstola(1898), que
aquel redactédesde la prisiona
‘su joven amigo homosexual; y
la Balada de la cércel de
Reading, sélo publicada inte-
gramente en 1962 y dedicada
por entero a la experiencia del
encierro. El critico sefiala los
nexosy diferencias entre ellos,
y cémo la etapa carcelaria mo.
dificé a Wilde, quien, sin em-
bargo. no dejé de ser el mismo.
Breve y sustancioso, este ensa-
yo es una singular muestra de
la profundidad y lucidez del
acercamienta del critico a la
utépica y dolorosa obra de
Wilde, una personalidad, sin
dudas, mas rica que el simple
hombre de ingenio habitual-
mente presentado por la poste-
ridad.
El segundo ensayo de Mi-
randa, ademas de caracterizar
alpoeta, ontrega paralelamente
un estudio acerca de como
Arvelo Larriva (1883-1934) su-
blimé la largura y dureza
careelarias mediante el vuelo
erdtico de su poesia, y es, a la
vez, una enjundiosa revisién
del tema en Ia poesia escrita
asta entonces en Venezuela.
Los casi quince afios de encie-
ro fueron dando un ereseendo
al erotismo de su poesia que,
segin muestra el eritico, pasaVor y Eseritara
por momentos de paganismo y
por otros de lo que él llama un
impio cristianismo.
Lo interesante es que, a
diferencia de Wilde y de Arvelo
Larriva, ia experioncia en pri-
sin de Marti, como observa
Miranda, fue mucho més bre-
ve, algo menos de un afo, fren-
te a los dos del irlandés y los
tres lustros del venezolano. ¥,
‘apesardelos tremendos horro-
res conocidos allf, Marti sdlale
dedicé a ello su estremecedor
texto El presidio politico en
Cuba y algunas referencias —
‘muy pocas, de unas lineas y de
pasada—, en otros desuseseri-
tos, como puntualiza Miranda
caso por caso (nota 4, p. 104)
En los tres poetas, la cér-
cel no fue sélo la restriecién de
movimientos tras las rejas, sino
que ésta fue acompanada tam-
bién porladeficiente alimenta-
cin, y por un extenuante régi-
men de trabajos forzados y
maltratos que, en el caso del
jovencito cubano, pusieron en
grave riesgo su vida y afecta-
ron su salud para siempre. Re-
salta mds, por ello, la relativa
poca atencién brindada por
‘Martien suseseritosa aquellos
dolorosos momentos que no
pudo olvidar jamas.
287
Muy probablemente la
respuesta aesa escasez de refe-
rencias a su estancia en las
canteras, la encontremos en
este tercer ensayo de Julio Mi-
randa, quien plantea acertada-
mente que el destierro fue una
carcel més extensa y més dura
para Marti, o, inclusive, queast
Jofue hasta su propia vida toda,
como sugiere la pregunta que
titula el ensayo; aunque, sin
embargo, —y a pesar de que
trata el tema con justeza—
Miranda no relaciona Ja satis-
faccién sacrificial que provocs
en el joven la condena por su
patriatismo como causa posi-
ble de esas limitadas observa-
ciones en su vasta obra.
Si mi apreciacién debate
con el texto de Miranda, téme-
se ello como un elogio, pues su
inteligente, capaz y meditada
lecturadelos textos martianos,
particularmente de su
epistolario, demuestra sin re-
servas que Marti fue un artista
encarcelado préctieamente alo
largo de toda su vida, y que
afrontar tal “prisién exterior”
fue justamente el sentido desu
vida. Desde esa perspectiva,
Miranda rastrea la singular
relacién de Marti con la muer-
te, emo se consideré a si mis-
mo, un muerto en vida, y eémo288
repitid varias veces querecogia
del suelo su vida hecha peda-
20s, especialmente durante su
largaresidenciaen Nueva York.
Siguiendosuscartasysus
versos, pero sobre todo las pri-
meras —una zona, por cierto,
atin poco estudiada de su pro-
duccién—. Miranda encuentra
que el tema de la muerte se
inaugura en las conocidas
misivas de la adolescencia a
Mendive, de 1869, yalamadre,
del 10 de noviembre de ese mis-
mo aio, Senala el critico que,
rads adelante, el tema tendré
que verconel amor~quesalva
de la muerte, pero cuya frus-
tracién y ausencia son morta-
les—, y. sobre todo, con el des-
tierro, entremezclado en Nue-
va York con la sobrevivencia
econsmica (que afectaba su ca-
pacidad de expresién srtisti-
ca), las enfermedades y las
amarguras que le imponia su
propia actuacién en la lucha
revolucionaria,
Sin negar cierta inclina-
cién de Martf hacia la muerte
que parece irse més alld de in-
clinaciones expresivas del ro-
manticisme (por ejemplo: “In-
dudablemente, si me muero
pronto, loquenovendria mal...”,
carta a Mercado del 30 de mar-
os y Exeritura
z0 de 1878), el mismo Marti, no
obstante, escribié a su madre
en 1892: “la muerte no me
mata”, Para Miranda, lo que lo
mataba era, en primer lugar,
aquel destierro, equivalente a
la céreel, como una forma disi-
mulada e inmensa de encierro
exterior, segin desprende el
critica de varias observaciones
en sus cartas.
Al mismo tiempo, Miran.
da sustenta en més de uno de
sus textos la articulacién que
establecia Martientre su sufri-
miento y su fuerza ante el do-
lor, junto a su sostenida afir-
macién dela bondad deloshom-
bres. “Habria una verdadera
estética del sufrimiento on
Marti, ligada justamente a su
trascendencia 0 vencimiento”
(p.77).Asi, el eritico encuentra
que el tema del sufrimiento se
extiende por un cuarto de siglo
‘ensus escritos, en medio de las
diferentescircunstancias desu
existencia, Y balla, ademas, que
ese tema se va entretejiendo al
dela muerte y al de las enfer-
medados, en lo que se reprodu-
ce la dialéctica padecimiento/
fuerza.
Eltemadelabondad, para
Miranda, esta intimamente li-
gadoal del destierroy, curiosa-Vox y Everitava
mente, mientras incluye en la
manifestacién de tal virtud
hasta a los espaiioles favora-
bles a la independencia cuba-
na, Marti excluye de ella a los
hombres de Estados Unidos.
Ello se asocia, segiin el critico,
con las dotorosas quejas y avi-
0s martianos por la politica
imperialista de ese pais, por
una parte y, por otro lado, con
su ideario social, cuyo eje es el
‘amor al pueblo, cubano y lati-
noamericano, al confiar en su
bondad y en su sentido natural
de justicia
Es una penaque Miranda
cruce demasiado répidamente
por los dias de Martfen Cubaal
final de su vida, pues su andli-
sisentonces se resiente un poco
dela faltade matizaciones que,
no obstante, derrocha en los
andlisis precedentes. De todos
modos, aunque parece indicar
que, iniciada la guerra, ya no
quedaba més por vivir a Mart{,
la propia frase con que cierrael
ensayo, dado su sentido
polisémico, entrega sin dudas
un final todavia abierto al and-
lisis:“Y muereal dia siguiente.
Libre, al fin, de toda carcel?”
{p. 102),
tras preguntas inquie-
tan al leerse el texto de Julio
289
Miranda: gpuede hablarse del
tema del encarcelamiento —y
acerca de la transmigracién?
(Recuérdense “Yugo y estrella”
ysus observacionesensusCua-
dernos de Apuntes). ;No hay
tuna fuerte matriz cristiana en
sus criterios acerca del sufri-
miento y dol dolor? Pero —in.
sisto— este avivamiento inda-
godor es precisamente el ma-
yor mérito de este ensayo de
Julio Miranda, a mi juicio, e!
masricodelostresincluidosen
su Retrato del artista encarce-
lado y, ademés, un licido, es-
clarecedor y amoroso acerea-
miento al Maestro, que bien
vale divulgar dentro de Cubs.
Pedro PabloRodriguex
Centro de Estudios
Martianos
‘La Habana - Cuba