Capitulo IIL
De las fabulas de los poemas de Homero y Virgilio
De las observaciones de la préctica nacieron los preceptos tedricos y las reglas de las artes;
todas las que Aristételes ensefia a los poetas, da a entender que las saca de observaciones
hechas sobre Homero, con cuyos ejemplos confirma siempre su doctrina. Pues los méritos
de la Eneida de Virgilio son bien conocidos universalmente: su artificio incomparable, su
majestad, su feliz acierto en todo, y las dems calidades extraordinarias que la acompaiian,
1a constituyen tin poema tan perfecto, que Ia cbservacidn sola de su préctica pudiera guiar
sin tropiezo a los nuevos poetas y servirles de ejemplar y dechado en semejante especie de
composici6n. Sera, pues, sumamiente acertado y provechoso, a mi parecer, para los que
quisieren, o componer algiin poem épico, o j1zgar bien de los que hay ya escritos, el saber
c6mo y con qué alegoria han dispuesto y ordenado sus fabulas estos dos grandes poetas
que, sin disputa, son los maestros de todos y las mejores y més seguras guias.
En tiempo de Homero estaba Grecia dividida toda en pequeilas reptiblicas y ciudades libres,
y se gobemnaba cada una con sus leyes aparte. Pero frecuentemente estas mismas repiiblicas
¥ pueblos libres se veian precisados a unirse como en un cuerpo ¥ a mancomunarse por sus
leyes y su libertad contra Jos que querian oprimirlos y hacerles guerra. En esta suposicién.
intenté Homero dar a todos los pueblos de Grecia una utilisima instruccién para semejantes
casos. Consideré, pues, que la causa principal de suceder mal o bien las empresas de un
¢jercito de muchos prineipes y pueblos confederados era Ia unién o desunién de los cabos,
¥ Ia obediencia o desobediencia de todos al eeudillo principal que los debia mandar y regir.
‘De tal consideracién sacé esté maxima moral, es a saber: que la discordia de los jefes y la
desobediencia de los inferiores, por sus particulares conveniencias y pasiones, causa daiios
gravisimos al bien piiblico y ataja todos los progresos de una confederaci6u; y, al contrario,
a concordia, la nnién, 1a obediencia y subordinacién remedia todos esos daitos y produce
los mis felices sucesos.
De esta maxima se sirvi6 como de cimiento para su poems de la Hiada, ya sea que Ia guerra
troyana le sugiriese esta especie y considerase aquel hecho histérico, o a lo menos ereido
tal, como una materia muy adaptada para un poema épico y para ensefiar, encubierta en
aquel hecho, la instruccién que hemos dicho, > ya sea ,pues es lo mismo, que el poeta
formase su fibula de esta o de aquella manera, segiin la opinién del P. Le Bossu, o segtin Ia
inuestra, que primero idease la instruccién moral y extendiese en general su fibula sin
nombres, y después, considerando que el sitio de Troya era un hecho muy semejante y
adaptado a su intento, pusiese a las personas indeterminadas de su poema los nombres de
aquellos capitanes que se hallaron en el sitio de aquella ciudad. Como quiera que ordenase
su fébula, ya en un modo, ya en otro, todo viene a ser tma misma cosa para nuestro intento,
y aiin para el del poeta en la Tliada, cuyo bosquejo pondremos aqui con los nombres para
hacerle conforme a nuestra opinion.Tenian puesto sitio en la ciudad de Troya los prineipes griegos, confederados para aquella
‘empresa debajo de la conducta de su coun caudillo el rey Agamendn, Uno de los
principales cabos del eército ariego y el més valiente de todos era Aquiles, hijo de Peleo y
Tetis, que a vueltas de un extraordinario valot, tenia un genio por extremo colérico y
vengativo, y no queria reconocer otro superior ni otras leyes que su gusto y su espada.
Agamenén, poco advertido, le hace un agravio muy sensible: quitale violentamente una
cesclava llamada Briseis, muy estimada de Aquiles, y al mismo tiempo le dobla el agravio
tratando con menosprecio, en su presencia, al sacerdote de Apolo, padre de Briseis.
Aquiles, arrebatado de su genio y de su célera, se retira a sus tiendas, con énimo de no
pelear jamés por los suyos y de hacer ver a Agamenén cusinto montaba la falta de aquél a
quien habia tan imprudentemente agraviado. Saben esta discordia los troyanos, y saliendo
de su ciudad, hacen un horrible estrago en los griegos, ahuyentandolos y persiguiéndolos
hasta sus mismas naves. El valiente Héctor y los dems caudillos troyanos no hallaban,
faltando Aquiles, quien se pudiese oponer a su valor y ardimiento. Conociendo los griegos
a causa y el origen de sus muchas pérdidas, intentan, aunque en vano, por varios modos y
con diversos partidos, ablandar el obstinado enojo de Aquiles; mas él persiste inflexible,
mirando con cruel placer el estrago de los suyos. Finalmente, los males y desgracias de los
‘riegos alcanzan también al mismo Aquiles; porque habiendo dado licencia a su intimo
amigo Patroclo para armarse con sus armas y para entrar en la pelea en socorro de los
ariegos, como con las armas no le puede dar también su mismo valor y su esfuerzo, muere
en el combate a manos del valeroso Héctor. Este caso vencié la obstinacion de Aquiles, y lo
«qne no pudieron acabar con él Ia consideracién del bien piiblico, ni las satisfacciones de
Agamenén, nu los megos de todos, lo consigiid la pasion propia y el sentimuento de la
muerte de un amigo. Reconciliase, pues, con Agamenén, y embistiendo furioso a los
troyanos con ansia de vengar la muerte de Patroclo, los derrota y desbarata, y
encontrandose con Héctor, le mata cuerpo a cuerpo, privando con esta muerie a los
troyanos de su mis firme defensor y de su mis esforzado caudillo; y no contenta su
cmueldad y sn barbaro genio con esta venganza, atando detras de su earro el cuerpo de
‘Héctor, le arrastra por tres veces en torno a las murallas de la infeliz Troya. Celebra
después, por cumplir con su amistad, las mas solemnes exequias en el entierro de Patroclo,
hace las amistades con Agamenén, que le restituye intacta su esclava, y, calmado
centeramente todo su enojo, entrega el cadaver de Héctor al rey Priamo, su anciano padre,
para que le dé sepultura con las acostumbradas honras,
He aqui toda la fibula y accién de la Hinda, por entre cuyo tejido se trasluce claramente la
instruceién o maxima moral, que es el alma de toda ella, es a saber: los daitos de la
discordia entre los jefes de un ejército coligado, y los bienes y felices sucesos que resultan
de la concordia y unién de los mismos. El posta canta la ira de Aquiles, que tiene su
principio en el agravio que le hace Agamenén, su medio en los estragos y males que, de
resulta, padecen los griegos, y su fin en la completa venganza de Aquiles, en su
reconciliacién con Agamendn y en Ja entera calma de su enojo y sentimiento, Pero ademis
de esta instmccién principal, otras muchas instruceiones y alegorias teoldgicas, fisicas y
morales, disfiazadas y encubiertas en varias partes del poema, las pinfuras excelentes, ias
imagenes fantisticas y otras calidades raras, constituyen este poema en aquel grado de
alteza y perfeccién, en que por tantos siglos ha sido universalmente aplaudido,Como en Ia Tliada enseiié Homero una importante maxima a los principes y pueblos de
Grecia confederados, y en ellos a todos los deus principes, asimismo quiso proponer en la
Ulisea, a cada principe aparte, otra no menos importante instruecién para el gobiemo de sus
estados. Consideré, pues, que un prineipe, pata acertar en su gobierno, necesita de dos
‘cosas: de una suma prudencia para saber manilar y disponer, y un gran euidado en hacer
¢jecutar lo que lnibiere mandado. La prudencia, propia de un politico, solamente se
adquiere con una larga experiencia de casos y con un gran conocimiento de los genios y
costumbres de diversas naciones y de sus varins especies de gobiernos. La presencia del
principe es un requisito necesario para la ejecacion de las leyes y para el buen gobierno, no
siendo seguro el fiarla de otras personas a quisnes la ausencia del principe puede dar
‘ocasién para muchos yerros y descuidos. Uno y otro requisito, de la prudencia politica del
principe y de su presencia, jimt6 Homero en ei poema de la Ulisea, cuya fabula es ésta
Ulises rey de la isla de Ttaca, uno de los principes que se hallaron con los demas eriegos en
el sitio de Troya, y el mas sagaz, més prudent y mds disimulado de todos, volviendo de
Troya a su reino, se ve precisado a retardar su vuelta, contra su voluntad, por espacio de
muchos aes a causa de las contrariedades de. mar y de varios y extraiios accidentes que le
obligan a andar vagando por varios paises y ciudades, donde con el conocimiento de sus.
varias costumbres y gobiemos, y con la experiencia de muchos y muy raros sucesos, logra
el afinar mas y mas su politica. Durante su larga ausencia suceden en Itaca muchas
revueltas. Algunos principes injustos y atrevidos, ereyendo que ya no volveria ms Ulises,
Je disipan su reino y su hacienda, quieren precisar a Penélope, stu mujer, a casarse con uno
de ellos ¢ intentan matar a su hyo Lelemaco. Ulises, veneidos todos los obstaculos, vuelve
finalmente a Itaca, disfrazado y demudado, y, habiendo sido él mismo testigo de vista del
desorden de su casa y de su reino por la insolencia de aquellos principes y por la deslealtad
de algunos de sus vasallos y eriados, descubriéndose primero a su hijo Telémaco, con la
ayuda de éste, y especialmente con la de la diosa Minerva, da muerte a todos los eulpados y
restablece en su reino la paz, la quietud y el buen gobierno.
Estas son las dos fabulas de los dos poemas de Homero; sondeemos ahora el fondo de la
Eneida de Virgilio, y quizé le hallaremos mis profundo y mis rico de preciosos tesoros,
escondidos dentro de sus senos con mayor artficio y mas importante utilidad. Quiso el
poeta lisonjear a su liberal protector Augusto y, juntamente, a todos los romanos, y logrélo
con tan feliz acierto que esa misma lisonja, sin dejar de serlo, fue Ia mas importante
instruecién, la mas acertada y Ia més propia que humano ingenio pudiera imaginar para
aquella ocasién y aquellas cireunstancias en que la escribié Virgilio. Habia por entonces
sucedido en Roma una gran mudanza: la repiialica y libertad romana, quebrantada ya y
malherida desde que Julio César acabé con Pompeyo) habia fenecido en Octavio Augusto,
«que, muertos Marco Antonio y Lépido, triunviros, se alz6 con el absoluto poder del
Imperio. Era Augusto principe de grandes y anables prendas, amante de la paz, blando y
afable en extremo, cuidadoso de las cosas de la religion y del gobiemo; pero, con todo eso,
cra atin muy reciente la pérdida de la libertad para que todos la olvidasen tan presto, y el
nombre y la memoria de la Repiiblica estaba todavia en los corazones de muchos, haciendo
continua oposicién a los méritos y a la fortuna de Augusto. En semejante estado de cosas
ide6 Virgilio su grande obra, con el designio de formar en ella un retrato de Augusto, pero
ccon tales ventajas y primores de pincel, que ann los que més echaban de menos el gobierno
reptiblico y aborrecian el monarquico, le admsrasen y amasen. Paso, pues, a proponer ypersuadir a Jos romanos, que Ins caidas de las grandes repiiblicas y el ensalzamiento de
nuevos imperios eran disposiciones irreftagables del cielo, a las cuales era temeraria
impiedad el oponerse; que Dios favorecia a la virtud y al mérito; que el reinado de un
monarca virtuoso y perfecto era la felicidad de los pueblos, los cuales, bien lejos de perder
su libertad en el trueque de Repiiblica a Monarquia, la ganaban muy mejorada en la piedad,
justicia, valor y afabilidad de su nuevo rey. Con este intento ide6 la fibula de su Eneida,
ppara que sirviese no menos de alabanza que de instruccién a Augusto y a sus nuevos
vasallos, los romanos, disponiéndola en la forma siguiente
Eneas, principe descendiente de los reyes troyanos, varén insigne y famoso por sus muchas
prendas y virtudes, y especialmente por su heroico valor y constancia, de que habia dado
claras muestras en la defensa y pérdida de Troya, su patria, habigndose librado de su
incendio y ruina por especial favor de los dioses, que le amaban y protegian, por orden de
tos mismos, con una pequefia flota y con la gente que se le allegd de los que hnyendo del
furor de los griegos se retiraban al monte Ida, navega a Italia, donde los ordculos le
destinaban acogida segura y establecimiento de nuevo reino. Arribado a Italia, después de
muchos obsticulos, encuenta otros mayores en la persona del joven rey Tumo, que como
rival y competidor en el trono y en el télamo de Lavinia, se le opone con todo s valor y
fuerzas, ayudado de las de los latinos y del impfo Mezencio, rey desposeido de Toscana por
sus crneldades y tiranias. Pero Eneas, cuyas virtudes empefiaban siempre mas la proteccion
del cielo y el cumplimiento de los oraculos, le vence todo y, con la muerte del ateo
Mezencio y del feroz. Turno, acaba felizmente su empresa y queda en posesién de su nueva
‘esposa y del prometido reino de Italia.
‘Vease ahora la correspondencia y proporcién que tiene esta accién o ftbula, si se considera
ccon todas las circunstancias que Virgilio le afiade, con el titulo y designio del poeta, y con
Ja instrucei6n que quiso dar a Augusto y sus sucesores, y, finalmente, con lo que intent6
persuadir a los romanos. La caida de Troya responde a Ta caida de la Repiiblica de Roma, y
para consuelo de los romanos, esa caida es por disposicién de los dioses. Para los que
sentian la pérdida de su antigua libertad, hubiera sido motivo de aborrecer a Augusto el
sospechar que habia tenido parte en su ruina: Eneas, en quien se figura la persona de
“Augusto, no sélo no tiene parte en la pérdida de Troya, pero ann jura que por su defensa se
habia expuesto a todos los riesgos y trances. Augusto, como fundador de un nuevo imperio,
habia de tener todas las calidades que son necesarias para semejante empleo y para ser
amado y respetado de sus vasallos. La religiéa, el culto de Dios y la justicia son las
principales calidades para regir bien los pueblos; pero la justicia sola no infunde amor, sino
‘temor, menos que no la acompaiien la clemencia, la piedad y afabilidad. Mas como estas
calidades propias de la paz pueden ser turbadas e impedidas por alguna guerra, es preciso
«que en el fundador de un nuevo reino y en sus sucesores concurra también Ia constancia en
Jos trabajos y el valor heroico en las militares empresas, Eneas tiene todas estas calidades
cen sumo grado; él es el que instruye y ejercita los troyanos en todas las ceremonias, ritos,
sacrificios y juegos que después observaron los romanos, sus descendientes: es justo,
piadoso y esforzado, y tan ciegamente resignado a los decretos del cielo, que por
‘obedecerlos se niega a los mas tiernos halagos de Dido: y, finalmente, es tan amante de sus
vasallos, que su constancia, invencible en los mayores peligros, se entemece s6lo con la
‘memoria de las desgracias de sus amigos, tanto que, por evitar Ia de los troyanos y latinos,{que unos eran ya sus sibditos, otros lo habian de ser, despreciando su peligro por excusar el
ajeno, expone s6lo su propia vida al trance de un campal desafio con Tumo.
Capitulo LV
De las calidades y requisitos de la fibula épica
La fibula o la accién épica ha de ser ilustre, grande, maravillosa, verosimil, entera, de justa
grandeza, una y de un héroe.
Debe ser la fabula épica una accién ilustre y grande, ya por si misma comprendiendo algtin
hecho o hazaita militar de mucha importaneia y de grandes consecuencias, ya por las
personas a quienes se aplique el hecho, que han de ser, segtin queda dicho, reyes, héroes 0
capitanes esclarecidos. Por faltarles esta calidad hemos excluido de las epopeyas perfectas
algunas poemas, cuyos asuntos no tenian Ia grandeza de accidn y de personas que se
requiere,
La grandeza misma de la accién y de las personas hace que la fabula sea maravillosa; pero
atin mucho mas contribuye a esto el modo con que el poeta narra la accién, que es
perfeccionando Ja naturaleza, como ya queda dicho, y refiriendo las cosas no como fueron
sino como debieron ser, y redncigndolas a las ideas universales y a la manera postica, que
lo dice todo por extraordinarios rodeos, por figuras e imagenes, segiin aquel célebre aviso
del satirico Petronio: per ambages deorumque ministeria. Asi en Homero no es la sal la que
preserva los cadiveres de corrupcién, sino la diosa Tetis, que ejecuta este milagro por
complacer a Aquiles: y en Virgilio no son las borrascas de vientos contrarios las que hacen
zozobrar la armada de Eneas, sino la diosa Juno, enemiga de los troyanos, que cohechando
a Bolo, rey de los vientos, le obliga a hacer salir de sus cavernas los mas impetuosos, que
revolviendo con fieros torbellinos el mar, dan de golpe en las naves troyanas. De esta
‘manera se hace més maravillosa la materia, ya de suyo grande y extraordinaria, y a esto
mira aquella regla de Aristételes, que las acciones épicas deben ser desemejantes de las
historias acostumbradas, porque en las historias se refieren los sucesos como fueron y
segiin el curso regular y ordinario de las eosas, pero en la epopeya todo ha de ser
extraordinario, admirable y figurado. Por esto muchos poemas, como la Farsalia de Lucano,
Ja Araucana de Alonso de Ercilla, la Austriada de Juan Rufo, la Mejicana de Gabriel Lasso,
la Vida de San José del maestro José de Valdivieso, la Espatia libertada de Isabel Ferreira, y
‘otros muchos, por faltarles esta calidad y ser meramente historias, no tienen en rigor
derecho alguno al titulo de epopeyas.La dificultad mayor esta en juntar las dos calidades de lo maravilloso y lo verosimil, que
parecen encontradas. Pero tambign se supera esta dificultad con el arte y la industria del
poeta,
Debe el poeta épico decir cosas extraordinaries y grandes, y decirlas de un modo
extraordinario, pero sin perder jamas de vistael verosimil, ya sea noble, ya sea popular,
segiin hemos dicho en otra parte, y asi lograré el hacerles creibles y verosimiles todos
aquellos hermosos milagros dle sus ficciones, observando aquel precepto de Aristoteles, que
dice cousistir esto en saber fingir con arte, como hizo Homero sirviéndose del paralogismo.
Los hombres, engatiados de un paralogismo, o falsailacidn, creen de ordinario que si de
dos cosas que se siguen una después de otra es verdadera la segunda, lo es también la
primera, lo cual, aunque sea falso, no por eso deja de hacer creible atin lo mas,
extraordinario. Dice, por ejemplo, Virgilio que Eneas bajé al infierno, y que alli vio varias
cosas muy extraordinarias, el Cancerbero, que guardaba la entrada, el rio Aqueronte, el
‘anciano barquero Carén, que pasaba las almas de una orilla a otra, los jueces Eaco, Minos y
Radamanto, y el delicioso vergel llamado Elisio, lugar destinado para las almas de los
buenos; y como todas estas cosas que vio Eneas eran conformes a las opiniones del vulgo
gentil, que las tenia por verdaderas y por puntos de religién, ereia también ser verdad que
Eneas bajé al infierno, mayormente habiendo Virgilio hecho mas creible el caso con otros
paralogismos. Esta es, a mi ver, la mente de Aristoteles en el citado lugar, que me parece
claro, y sin las dificultades que con poca razéa le halla Benio.
demas de este artiticto hay otra razon por la cual en la epopeya lo extraordinario y lo
admirable tiene visos de verosimil y puede mis facilmente ser exeible; y es, segiin enseiia
Aristételes, que como la epopeya es una nartacién, y lo que se narra no se ve ejecutar,
como en la tragedia 0 comedia, tiene, por decirlo asi, mas ensanches la verosimilitad y
menos reparos lo inverosimil. Dems de que es muy frecuente y muy natural que los que
cuentan algtin snceso extraito y raro, le afadan siempre algo y le abulten, como para dar
mis admiracién y mas gusto.
Ha de ser tambien la fibula épica entera, debiendo tener principio, medio y fin, todo lo cual
‘queda ya difusamente explicado en otro Ingar
Aristoteles no determina precisamente la grandeza material de la fabula épica, pero dice lo
bastante para que el prudente poeta sepa arreglar la grandeza de su fibula épica; porque ha
de ser, dice, tal que se pueda fécilmente comprender y tomar de memoria su principio y su
fin y todo su principal contexto, el cual sin duda ha de ser mayor que el de una tragedia. Y
aunque en otra parte dijo también Jo mismo de la grandeza de la fabula tragica, con que
parece que en esto las hacia iguales, no obstante es claro lo contrario, si se advierte que el
contexto de la fabula tragica o comedia, para poderse comprender bien y tomar de
memoria, la de ser mucho mas reducido que el de la épica, porque la representacién
dramatica es continuada y no da lugar a meditar ni a recorrer lo representado, y, al
contrario, en la natracién épica, como solameate es hecha para ser leida, puede pararse el
lector y hacer todas las reflexiones que quisieze, y recorrer en su memoria lo que ha leido, y
atin volverlo a leer. Por esta razén la fabula épica, aun siendo mucho mayor que la tragica,
puede comprenderse mas ficilmente y aprenderse de memoria todo su contexto. Bien es
verdad que éste no ha de exceder tanfo que confunda la memoria de los lectores, defecto{que algunos notan en la Jerusalén de Lope de Vega y en el Orlando furioso de Ariosto,
tanto por la muultiplicidad de las acciones, como por lo dilatado de ellas y de sus episodios.
‘La unidad de accién es otro principal requisito de la fabula épica, del cual, aunque ya
hemos discurrido lo bastante hablando de la fabula trégica, diremos aqui brevemente lo mis
cesencial y lo que fuere mas propio de este lugar. Para que la accién sea una no basta que el
hétoe de Ia fabula sea uno, porque de un mismo hombre puede haber muchas acciones
diversas e inconexas; por lo cual se vienen a excluir de la epopeya muchos poemas, como,
por ejemplo, la Aquileida de Estacio, que contiene muchas 0 todas las acciones de Aquiles.
Tampoco basta que el tiempo de la fabula sea uno, porque en un mismo tiempo pueden
suceder, y suceden, muchas acciones distintas, cuya natracién es propia de anales e
historias, y no de epopeyas. De manera, que la perfecta unidad de la fabula consiste en que
1a acci6n sea una y el héroe principal del poema sea también uno; porque considerando el
poema épico como un cuerpo de varios miembros, seria contra la justa proporeién y buena
simetria, y contra lo esencial de la belleza que reduce todas sus calidades a la unidad, sia
este cuerpo se le dieran dos cabezas. Demas que fuera impracticable hallar una accion que
tuviese perfecta unidad y conexién en todas sus partes, siendo los actores de ella muchos e
igualmente principales. Digo igualmente principales, porque la perfecta unidad de héroe no
excluye otros héroes 0 personas menos principales en la accién, entre los cuales debe
siempre descollar y distinguirse el héroe principal, a lo menos en aquel genio yen aquellas
virtudes y calidades que seilaladamente le atribuye el poeta.
A esto mira aquella cuestion disputada entre los autores de poetica, st el héroe epico ha de
ser solitario, esto es, si ha de obrar solo y sin ayuda ni compaiiia de otros hombres: acerca
de lo cual me parece més fundada en razén y en ejemplos la opinién negativa de Benio,
contra la afirmativa de Mazzonio, de Speroni, de Jason de Noris y otros. Pues fuera contra
toda verosimilitud que un hombre solo conquistase una ciudad bien defendida o derrotase
in ejército; y aunque la epopeya, como hemos dicho con Aristételes, busca lo
extraordinario, lo raro y lo maravilloso, sin embargo el mismo Ariststeles previene en otra
parte que no se diga en la epopeya cosa alguna absurda y desproporcionada. Y vemos en la
prictica de los dos mejores nortes de la epopeya, Homero y Virgilio, a quienes podemos
aiadir Torenato Tasso, que ni Aquiles fire solo contra los troyanos, ni Ulises se vengé solo
de los amantes de Penélope, ni Eneas establecié solo su muevo imperio en Italia, ni
Godofiedo conquisté solo a Jerusalén.
Finalmente la fibula épica, no menos que Ia trégicapuede ser simple o implexa, moral 0
patética, y admite también la agnicién y peripecia, como se ve practicado en la Ulisea,
donde Ulises es reconocido de su ama Euriclea por la cicatriz de una herida.
Capitulo V
De los episodios de la fabula épicaCuanto a la naturaleza y origen, lo mismo son los episodios de la epopeya que los de la
tragedia y comedia, de los cuales se ha hablado largamente en el eapitulo VII del libro
precedente, donde mis lectores podrin ver lo que yo por ventura aqui omitiré por no ser
prolijo.
Los episodios épicos han de ser partes de Ia misma fabula y han de tener conexién con el
asunto de ella. De lo contrario se origina el defecto de las fabulas episédicas, yerro propio
de poetas imperitos, que, queriendo hermosear y abultar sus poemas, ¢ ignorando el
verdadero modo y arte de hacerlo, echaron mano de episodios inconexos y fuera de la
fabula. Tal es, como nota el P. Le Bossu, el episodio de Hipsypila en la Tebaida de Estacio,
{qne aunque no tiene conexién alguna con la fibula de aquel poema, no obstante eso el
poeta le acabé enteramente como si fuese el principal asunto. Acerca de lo cual debemos
advertir, con el citado autor, que los poemas, ademas de la solucion del enredo, tienen la
conclusién de la fabula, que en su idioma llama achévement, la cual conclusién es el tiltimo
pasaje de la agitacién y turbacién al repaso y tranquilidad. La solucién tiene alguna
extensién porque comprende todo lo que se sigue después del nudo o enredo de la fabula,
pero la conclusién consiste en un instante en que la accién pasa de la turbulencia a la entera
‘ranquilidad, De manera que en la epopeya puede haber muchos enredos y muchas
soluciones, cuantos feren los episodios o partes eircunstanciadas de Ia fibula, pero no
debe haber mas de una conclusion, con Ia cual acabe Ia tabula y el poema,
‘Veanse los episodios de 1a Eneida, que aunque tienen principio, medio y fin, enredo y
solucién, ninguno tiene conclusion que deje en entera tranquilidad al héroe. El episodio de
Dido no s6lo no deja a Eneas sosegado y tranquilo, sino antes bien empeiiado en nueva
navegacién por Ia conquista de Italia, donde Ie esperan més crueles guerras que las que
hasta entonces habia pasado: y lo mismo se puede notar en los demas episodios de la
Eneida, y de otros poemas perfectos. Homero termina su Tliada con las honras hechas al
cadaver de Héctor, que es la conclusién de aquel poema, pues en esto hacer ver el poeta que
Ia célera de Aquiles estaba enteramente sosegada y que el énimo de este héroe habia ya
pasado de la safia y cruel venganza, que antes le traian tan agitado, a una perfecta paz y
tranquilidad, manifestindolo con no interrumpir ni estorbar, como se pudiera temer de su.
genio, las exequias de aquel esforzado troyano su competidor.
Los episodios épicos se diferencian de los de la tragedia y comedia en ser mayores y en
mayor niimero. El poeta trégico 0 eémico no puede valerse de mas partes de su fabula para
cextenderlas con sus circunstaneias verosimiles, que es propiamente lo que se dice episodio,
«que de aquella sola que cabe en la representacion que se ejecuta en el teatro por las
personas de la fibula; pero el épico puede sacar del fondo de su fibula muchas mis partes,
Jas cuales, circunstanciadas y extendidas, formaran varios episodios que abultan mas el
poema y le hermosean con vistosa variedad, conveniencia que le franquea el ser Ia epopeya
una narracién y, consiguientemente, no sujeta a tiempo tan limitado ni a otros miramientos
«que debe tener la representacién dramatica,Capitulo VI
De las costumbres en general
El mayor esmero del poeta épico, después de la fabula, ha de ser en las costumbres,
distribuyendo a cada una de las principales personas de su poema las que le competan,
segiin su intento, designio o alegoria; debiendo mayormente, atin mas que en la tragedia,
cesmerarse en Ia pintura y expresién de las costumbres, porque el poema épico mira mas a
los haébitos, asi la tragedia a las pasiones: y como los habitos se imprimen o se quitan poco
a poco, con repetidos esfuerzos, y, al contrario las pasiones se excitan como de golpe con
violencia repentina, es preciso que la epopeya obre en los animos poco a poco con
insinuaci6n y con ejemplos; mas la tragedia dsbe obrar ejecutiva y repentinamente con
violentos afectos para moverlos en los oyentes. Esta es la razén por la eual debe el épico
poner todo cnidado en la natural y viva expresion de las costumbres, para inspirar buenos
habitos o moderar y desarraigar los malos cou la pintura de buenas o malas costumbres, que
el artificio postico haré al igual provechosas, sirviendo las buenas de estimmlo a la
mifacion, como las malas de escarmuento.
Deben tener las costumbres cuatro calidades, que son: bondad, conveniencia, semejanza ¢
igualdad; pero habiendo ya en otra parte discurrido difusamente asi de estas cuatro
calidades, como de otras cosas pertenecientes a las costumbres, no juzgo conveniente
repetir aqui lo mismo que ya se ha dicho. Solamente acerca de la bondad, en cuya
inteligencia cabe alguna duda por la varia interpretacién de los autore, diré otra vez que no
debe entenderse de la bondad moral de las costumbres, sino de otra bondad, que podemos
amar poética, que consistira en ser las costumbres bien pintadas y segiin el arte; y para
estar bien pintadas deben arreglarse segtin el dibujo de la fabula, esto es, segtin el genio, el
natural y las calidades que el poeta haya ideado y quiera atribuir a cada persona de las del
poema, para que respondan perfectamente a la alegoria o instruccién que en ellas se figura
y encierra, De suerte que, en este sentido, serian malas, por ejemplo, las costumbres de
Mezencio, si el poeta, que al principio nos le “igur6 ateista y tirano (contemptorqne deum
‘Mezentius), nos le hiciese ver después religioso y respetuoso con los dioses, y afable y
benigno con los hombres; esta bondad moral de costumbres haria que las de Mezencio
fuesen malas poéticamente, por ser contrarias a las reglas del arte, y mal imitadas.
Asimismo no hubiera bondad postica en Eneas, si, habiendo querido el poeta dar en é! la
idea de un rey justo, prudente y moderado, le hubiese fal vez atribuido alguna de las tiranias
¢ impiedades de Mezencio o alguno de los arrojos de Turno,
Ademis de las razones claras que prueban lo que hemos dicho acerca de la bondad de las
costumbres, se confirma también esta opinidn con la autoridad de Aristételes, que a mi
entender enseiia lo mismo en varios lugares de su Postica, En una parte dice que se habran
dado costumbres a una persona, siempre que ésta, con palabras o con obras, manifieste suceleceién buena 0 mala; lo cual concuerda con el parecer de Horacio, que solamente enearga
«que se den costumbres a las personas de la fabula, notandi sunt tibi mores, prescindiendo de
«qne sean buenas o malas; y en otra parte dice ser justa la censura, que se hace a los poetas,
cuando introducen personas de malas costumbres sin necesidad, esto es, sin que les obligue
allo la alegoria de la fibula y la distribueién de las costumbres que se ha de hacer entre
Jas personas de ella; luego, siempre que haya necesidad y lo pida asi la constitucién de la
fabula podria introducirse personas de costumbres malas moralmente, que sin embargo
seran buenas poéticamente, feniendo aquella bondad que hemos llamado poética, por ser
conforme a las reglas del arte postico, la cual se sirve de las costumbres impias de un
Mezencio, o de las erueles y barbaras de un Aquiles, o de las engaftosas y asttas de un
‘Ulises, para levantar con justa proporeién y simetria el edificio de su obra, y para lograr de
este modo su intenfo, que es inspirar buenos hibitos y desarraigar los malos.
Todo lo que hemos dicho de las costumbres camprende generalmente a todas las personas
del poema: ahora pasaremos a tratar especialmente del héroe, que es la persona més
principal, que otros flaman fatal, y el primer papel de toda la fibula
Capitulo VIT
Del héroe
No sera ajeno de este lugar ni de mi intento el indagar ante todas cosas la genuina y propia
idea y significacion de este nombre héroe, y cual ha sido o debe ser su constitutive. Y si
damos crédito a las ingeniosas ideas y especuiaciones del doctisimo Juan Bautista Vico, en
cel segundo libro de la célebre obra que escribié De los prineipios de una nueva ciencia, los
primeros héroes fueron hombres bozales, groseros, crueles, fieros, orgullosos, obstinados y
al mismo tiempo inconstantes, de cuyas costumbres se ven muchos bosquejos y copias en
los héroes de Homero, y particularmente en Aquiles. Pero como las costumbres del género
‘hnmano se fueron con el tiempo desbastando y puliendo, también los héroes que despnés se
siguieron debieron de ser menos toscos y de mejores costumbres, y el nombre de héroe
debié de aplicarse a una naturaleza mas noble y de mejores circunstancias que antes. Por
0 el gracioso Luciano, en uno de sus diilogos, dijo que el héroe era un compuesto de dios
y de hombre, porque tal era, en aquellos tiempos, la opinién que de los héroes habia
‘concebido el vulgo; de suerte que casi todos los héroes de las fabulas poéticas, que fueron
después de aquellos de costumbres groseras y barbaras, descienden de algtin dios o diosa
Hercules, por ejemplo, es hijo de Fipiter y de Alemena, Aquiles de Peleo y de la diosa
‘Tetis, Eneas de Anquises y de Venus, y asi de los dems. En lo cual la teologia postica,
barruntando quiza por natural discurso el veréadero compuesto del hombre, de cuerpo y
alma racional, escondia y encubria semejante verdad debajo de los acostumbrados velos de
figuras ¢ imagenes, pues decian los poetas, y ereia el vulgo, que la mitad del héroe, es asaber, la que habia participado de la inmortal naturaleza divina, subia al cielo inmortal e
incorrupta, pero la otra mitad, que participaba del ser humano, moria y se corrompia en la
tierra, opinion que el citado Luciano moteja con su acostumbrada mordacidad,
Al paso que se pulian y mejoraban més y més las costumbres y el trato de los hombres, era
preciso que se mejorase también el heroicismo. Porque, como naturalmente el hombre s6lo
admira y venera lo que juzga superior a si, y menosprecia lo que supone inferior, para que
el héroe fuviese este privilegio, era necesario que descollase sobre los demas hombres en lo
«que éstos juzgaban virtud y mérito digno de admiraci6n y superioridad. De suerte que en
tiempo de Virgilio, en que los romanos tenian muy mejoradas sus costumbres, no hubieran
sido aplaudidos los héroes de Homero, como de hecho no lo fueron, pues no falté quien
dijese que Homero hablaba mny mal de sus dioses y de sus héroes. Por eso Virgilio dio a su
Eueas costumbres tan elevadas y tan del guste de 1os romanos; y por esta misma raz6n los
poetas cristianos, a mi entender, deben dar al aéroe principal, sino es que le destinen al,
escarmiento y no a la imitacién, una bondad de costumbres, no sélo postica, sino también
‘moral, porque, no siendo asi, fuera muy despreciable el héroe y no nos hiciera fuerza su
ejemplo.
He observado que a tres calidades con més especialidad atendian los antiguos, para dar el
titulo de héroe a alguno; estas calidades eran nobleza del origen y linaje, que fuese de
alguno de los dioses o semidioses, Ja maguanimidad en obrar hazaitas esclarecidas o en
padecer y tolerar con constancia grandes trabajos, y, finalmente, la corpulencia, robustez,
majestad y tuerza extraorcinaria, ’ste compuesto de las tres calidades dichas es lo que
admiraba mas en Eneas la reina Dido, y con lo que pretendia, en el concepto de su hermana,
dorar los yerros de una pasién a cuya violencia ya se confesaba rendido su recato:
Amma soror, guae me suspensam insommia terrent?
Quis novus hie nostris suecessit sedibus hospes?
Quam sese ore ferens! Quain forti peetore et armis!
Credo equidem (nce vana fides), genus esse deorum.Degeneres animos timor arguit. Heu quibus ille
Jactatus fatis! Quae bella exhausta canebat!
Pero entre todas, las mas precisa calidad en todos los héroes era la de la fuerza y robustez
de cuerpo, para ajobar cargas extraordinarias y manejar con ligereza armas de tal peso, ¥
hacer tales pruebas de fuerza, que cuatro o seis hombres no las pudieran igualar, como se
puede observar en Homero, en Virgilio y en los demas poetas antiguos y modernos, pues
todos concarcemente atribuyen esa calidad a los héroes de sus poemas. En la Ulisea nadie
puede manejar ni doblar el arco de Ulises, si no es él mismo, por su extraordinario peso y