del corderillo, respondiendo &
los lamentos de su duefio.
De pronto un hombre, surgiendo del
fondo de im. barranco, abalanzése al fu-
gitivo, asiéle por el cuello, y arrancén-
dole su presa dejélo huir y desaparecet
en las revueltas de los cerros. %
Marfa, radiante de goz0, corrié deso-
lada al’ encuentro dé aquel protector
Idilio y Tragedia
Maria, era une bella joven hija del Cuz-
co. Habitaba sola una pobre choza en
la vertiente de un cerro, & cuyo pié co-
rren las aguas del Huatanay; antes de
arrojarse en el hondo cauce ‘abierto &
través de la ciudad, Hae nena
Huérfana desde la edad de doce anos, ‘Bra un joven apuesto, de moreno y
su infancia fué triste y solitaria, sin més AAG e :
Sn BEER LaEO varonil semblante.
sombra protectora, que la delos &rboles Yay huérfaua, al verlode corea, detfivo-
del huertecito plantado por sus padres ge con un movimiento de ruborosa con-
en la antigua hondanadaydondeen nna fusién, exclamando:
misma tumba dormian éstos el eterno I hijo
sueho.
Mientras ellos vivieron, Marfa jugaba.
alegre bajo aquellas fronda: De puss, Oe un allo, replicé ella, ruborizén-
no jugaba ya; oraba y loraba sobre la aose ann mas, en la iglesia, Ianoche de
oculta sepultura. Navidacaeey 2
Los indios, ensupoética lengua, cuan- Donde yo escuchaba, extasiado 4 una
do veian en las jaderas del cerro 6 4 ori- divina criatura. que cantaba alabanzas
Nas del rio, pasar 4aquella hermosa joven al Sefior, con una voz dulcecomo el a
de ojos y cabellos negros, siempre sola y lo de las tdrtolas, que anidan en los pe-
meditabnnda, Hamébanla da hija dela jascos de Urubamba. Desde _entonces,
tristeza.» la imagen de la una, y el eco de la otra,
La solitaria huérfana repartia su vida grabéronse para siempre en mi corazon.
entre el cuidado del huerto, fmica heren- ~ Hablando asi, Pablo el hijo del_caci-
Gin de sus padres, y elde un rebafio de que, contemplaba 4 la joven con expre-
F q i ij
(corderos) corderillos huachos, 4 ella sién de apasionado amor.
confiados por los vecinos ganaderos Maria levant6 hacia él su candorosa
‘Marfa amaba 4 esos inocentes seres. ¥ mirada.
como los pastores de los poéticos idilio®, Pablo. ley6 en ella, y un torrente de
Tes consagraba, al par que su cariio, gozoinund6 su alma
cuidados esquisitos. Desde entonces, la vida tornose para
Uno sobre todo. era objeto de sus pre- Ja, huérfana en delicioso snenio.
dilecciones, 4 Sus paseos no eran ya solitarios:
Habfalo arrebatado recien nacido, & aguardébala el hijo del cacique la vuel-
los dientes de la anatuya, ylo amaba ta de algtin eae para salir A su en-
con a ternura que inspira aquél 4 quien cuentro; y el uno al lado del otro, mi-
se ha preservado de la muerta. rando en sus ojos, vagaban, solos, en
Si Jlocino, era labado todos Jq florida pradera, sin mas compa-
Su blanco vel 1 & ‘PD XY
los dias; y cuello y orejas adornadoscon Bian su amor,
dé lana roja. sSolos? :
mote i —)N6!_ porque, arrastréndose bajo los
is anos de su vida.
Astipasd Marie He any seguida de su matorrales, como wna fiera en acecho,
érfane, i ;
aces Bo ore enlas sinuosidades el semblante, airados los ojos,
de las pefias, un soldado desertor que pasos, Bod
por _alli pasaba, huyendo apoderdse del tribu on
corderillo y se alejé con el andar rapido
del ladr el fucitivo.: bias uae
‘aria cor trash detnandan 0
esperado
con gozosa sor-168
Un dia vid 4 Pablo y lo amécon la
avasalladora pasién de tn salva
Pablo, en la imprevisisn y ligereza
de la juventud, sonrié 4 las’ miradas
apasionadas de Péala.
Pero, aquellas sonrisas convirtiéronse
en seho adusto y desdefioso, cuando el
j6ven comprendi6 que el amor de fala,
era una pasion inmensa, impetuosa, que
venfa 4 interponerse como un abixmo,
entre él y su amada.
Féala’ no querfa aceptar aquella indi-
ferencia.
El coraz6n de ese hombre debfa ser su-
yo. {No le habfa sonrefdo? Y gno era.
ésa sonrisa alentar su amor?
Bsa alma ardiente no conoefa el dulee
lenitivo que tanto alivia las penas de
amor: la resignacién,
Y cuando descubrié que Pablo amaba.
4 otra, su dolor convirtiése en rabia; y
yasolo pens6 en combinaciones sinies-
tras, que la vengaran del ingrato y de
aquella que le habia robado su amor,
esde entonces fué la sombra de los
dos amantes.
Los segufa por todas partes, ora desli-
zéndose entre las altas yerbas, ora ocul.
ta entre las grietas de los eMlascos; llo-
rando. maldiciendo, mesando sus cabe-
los, rasgéndose con las uiias el pecho,
Yno obstante, encontrando delette en
aquel martirio.
Pablo y Marfa van 4 unirse en breve
para siempre.
Entretanto, ella, la que antes se dor-
mia con el filtimo canto de las ayes, pas
sa ahora las noches en vela, eseuchando
las trovas de amor que su amante le en-
via en la voz dela quena; trovas enyos
ecos, aunque lejanos, hacian vibrar deli-
ciosamente en’ su alma el sentimiento
que antes le era desconocido,
Pero siempre, tras esos duleisimos
acentos, Maria ofa, lejano también
rugido de rabia, que trafdo por el
to, pasaba sobre ella como una am
7a. BY
Ti
EL HOGAR Y LA ESCURLA
que la miraba econ : oven que flameaba:
el odio; y #0 neercaba, se acercaba,
iba &@ devorart
Marfa, exhalando un grito, despertaba
trémulay las sienes banadas de frfo su.
dorini:
Pero In adorada luz de la aurora son
refa yan el cielo; los pajarillos canta.
ban en la fronda del huerto, donde Pa-
blo lw aguardaba, junto al sepulero de
sus padres,
Leg6, por fin, el dia en que los dos
Amantes ban 4 unirse para siempre,
En sus Gltimas horas, Marfa henchido:
el coraz6n de felicidad, vaga cogiendo
flores en las orillas del rio. Blancos lie
rios, rojas anémonas, arirumas color de
oro Y azules, agrfipanse en su mano, mez-
clando sus perfumes, Es el ramillete de
la desposnd
La joven divisa im heliétropo, que in-
clina sobre el agua sus moradas flores,
Marfa corre 4 cosecharlas, dejando so-
bre la arena su abultado ramillete.
En ese momento, debajo de una co-
piosa mata de salvia, como un fantas-
ma salido del centro de la tierra, alz6se
una figura siniestra,
Imposible habria, sido reconocer 4 la
bella Pala, en aquel semblante demuda-
do por el dolor y la edlera.
nun gesto de sangrienta amenaza
desaparecié, para, tornar luego,
dindose entre los matorrales, en la ma-
no una flor de lividos matices; la gua-
Tusea, de aliento letal.
El ramitlete de Marfa estaba su al-
cance. Extiende la mano, oculta entre
sus balsAimicos pétalos la terrible flor, y
tuys: auurmurande con fos sonidos gt
turales de st selvéiticn Jengua:
it aan
Alito eneEL HOGAR ¥
bina puerta del templo (hanse) se han
espedido de los suyos; y se alajan solos,
Wentrelazados sus brazos, cual en ade-
jante, 4 través de la vida.
Marfa ha querido pasar la primera no-
che deamor en la mansion de sus pa-
ares.
‘\legres guirnaldas adornaban el te-
cho y las paredes de la humilde choza.
Fin medio de la almohada conyugal, os.
teéntanse como en un trono el ramillete
cogido & las orillas del rio, interponién-
dose y mezelfindose & los besos de los
amantes, embriagados con su periume.
Pero aquella embriaguez {no es mas
bien un desvario?
—|Qué profundo silencio en torno nues-
tro, amado mfo! jmi esposo! Estamos
solos en el Universo,
—{Solos? jNo, mi adoradal gy nuestro
amor?
—Amada mia, mis labios estén sobre
los tuyos; y sin embargo, no_ siento su
contacto......mis brazos einen tu cuerpo,
y no obstante paréeeme que abrazo el
Vvacio,
—Miespiritu_y el tuyo. desprendidos
dela materia, flotan unidos en un océa-
no de doradas nubes, que nos mecen en
sus ondas tibias y transparentes..
Nada que nos recuerde la. tierra..
—Nada, sino este delicioso perfume,
que nos eleva, como el humo de incienso,
esas que divisamos..
—Reg ones de eterna 1uz,
Estrechado el
al cielo sus 0j08, 0
daron inmoviles, silenciosos,
bros helados por la muerte,
see re.
uno al otro, y elevados
los dos amantes que-
sus miem-
La ESCUEVA
_Yarvebatando la lémpara, tea nup-
cial que alumbraba, aquella_escena le
amor y de mverte, incendi6, desde los ci-
mientos hasta el pajizo lecho, la pobre
choza. convertida luego en un montén
de cenizas, que el ténue viento dela no-
che esparcid en los cuatro Angulos del
espacio.
duana Manuela Gorriti.
SS ae
Agua va
En qué siglo hemos nacidc,
Querida Angélica, mia,
Nos toca la loteria
De la époea mas fatal;
Pues me contaba mi abuela
Que antes eran los cristianos
‘Tan pacificos y humanos
Que 4nadie causaban mal.
Tiempo en que la mala fé
No estaba tan admitida_
Que era menos corrompida
Entonces la sociedad. ;
‘Tiempo en que hombres y mujeres
respetaban sus dereci.os
Y vivian satisfechos
En amor y en amistad.
‘Piempo en que en todas Ins casas
Diz que se de
Cena. rezar el rosario
Xe Alas diez.
Jas tuces,