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Biase las madres rezaban cuando Ile- gaba la noche; se santiguaban, oraban porque las bolas de fuego que se obser- vaban desde lejos en el cerrito de San Miguel no volaran cerea de sus casas, se persignaban y persignaban a sus criatu- ras, nifios de cinco afios hasta los re- cién nacidos que eran los favoritos de las desagradables y feas brujas... Todos se encerraban desde las ocho de la noche por miedo a toparse con una de ellas, se decia que llegando la noche se quitaban las pier- nas, las acomodaban a un lado de la hornaza del fogon y se ponian las patas de un guajolote, luego se arreglaban el pelo para no estar tan feas y se subian en escobas hechas con ramas secas y salian volando por las puertas 0 ventanas; al llegar al cerro de San Miguel, se juntaban y esperaban 61 que Ilegaran mds para luego lanzarse al vacio desde la plazuela que esta al pie de la escalera de piedra, pues no se les permitfa subir mds cerca de la capilla; y casi cuando Ilegaban al suelo, se prendian como bola de fuego para comenzar a volar por dos o tres horas, tratando de oler 0 ver una buena carnada de nifios u hombres tomados, o enamoradizos. Las mamas después de acostar a sus hijos en sus petates cerraban las ventanas y puertas bien atrancadas, colocaban sus veladoras cerca de sus santos y después de orar, sacaban cruces de ocote, de estacas y tijeras cruzadas para ponerlas cerca de las puertas, bajo el petate y la almohada para proteger a los nifios de las brujas chupado- ras, porque cuando no encontraban obstdculos, llegaban y chupaban la sangre del nijio en el cue- Ilo o en un pie hasta dejarlo casi muerto... La gente del pueblo ya no subia al cerro después de las nueve de la noche... atin después del paso de muchos afios, todavia se lleg6 a ver el cansado vuelo de una bola de lumbre por las laderas del “cerrito”, como sefial de que las brujas todavia quieren seguir “chupaéndonos”... la sangre. 62

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